donbosco.info: un motor de búsqueda salesiano

Presentamos la nueva plataforma donbosco.info, que es un motor de búsqueda salesiano pensado para facilitar la consulta de documentos relacionados con el carisma de Don Bosco. Creado para apoyar el Boletín Salesiano Online, supera las limitaciones de los sistemas de archivo tradicionales, a menudo incapaces de detectar todas las ocurrencias de las palabras. Esta solución integra un hardware dedicado y un software desarrollado específicamente, ofreciendo también una función de lectura. La interfaz web, deliberadamente sencilla, permite navegar entre miles de documentos en diferentes idiomas, con la posibilidad de filtrar los resultados por carpeta, título, autor o año. Gracias al escaneo OCR de los documentos PDF, el sistema identifica el texto incluso cuando no es perfecto, y adopta estrategias para ignorar la puntuación y los caracteres especiales. Los contenidos, ricos en material histórico y formativo, tienen como objetivo difundir el mensaje salesiano de forma capilar. Con la carga libre de documentos, se fomenta el enriquecimiento continuo de la plataforma, mejorando la búsqueda.

En el ámbito de los trabajos para la redacción del Boletín Salesiano Online, se hizo necesaria la creación de varias herramientas de apoyo, entre ellas un motor de búsqueda dedicado.

Este motor de búsqueda se concibió teniendo en cuenta las limitaciones actualmente presentes en los diversos recursos salesianos disponibles en la red. Muchos sitios ofrecen sistemas de archivo con funcionalidad de búsqueda, pero a menudo no consiguen identificar todas las ocurrencias de las palabras, debido a limitaciones técnicas o restricciones introducidas para evitar la sobrecarga de los servidores.

Para superar estas dificultades, en lugar de construir un simple archivo de documentos con una función de búsqueda, hemos creado un verdadero motor de búsqueda, dotado también de una función de lectura. Se trata de una solución completa, basada en hardware dedicado y en un software desarrollado específicamente.

En la fase de diseño, evaluamos dos opciones: un software para instalar localmente o una aplicación del lado del servidor accesible vía web. Dado que la misión del Boletín Salesiano Online es difundir el carisma salesiano al mayor número de personas, se decidió optar por la solución web, para permitir a cualquiera buscar y consultar documentos salesianos.

El motor de búsqueda está disponible en la dirección www.donbosco.info. La interfaz web es deliberadamente esencial y «espartana», para garantizar una mayor velocidad de carga. En la «página de inicio» se enumeran los archivos y las carpetas presentes, con el fin de facilitar la consulta. Los documentos no están sólo en italiano, sino que también están disponibles en otros idiomas, seleccionables a través del icono correspondiente en la parte superior izquierda.

La mayoría de los archivos cargados están en formato PDF obtenido a partir de escaneos con OCR (reconocimiento óptico de caracteres). Dado que el OCR no siempre es perfecto, a veces no se detectan todas las palabras buscadas. Para evitar esto, se han implementado varias estrategias: ignorar la puntuación y los caracteres acentuados o especiales, y permitir la búsqueda incluso en presencia de caracteres faltantes o erróneos. Se pueden consultar más detalles en la sección de preguntas frecuentes, accesible desde el pie de página.

Dada la presencia de miles de documentos, la búsqueda puede devolver un número muy elevado de resultados. Por ello, es posible restringir el ámbito de la búsqueda por carpetas, por título, autor o año: los criterios son acumulativos y ayudan a encontrar más rápidamente lo que se necesita. Los resultados se enumeran en función de una puntuación de pertinencia, que actualmente tiene en cuenta principalmente la densidad de las palabras clave dentro del texto y su proximidad.

Idealmente, sería preferible disponer de los documentos en formato vectorial en lugar de escaneados, ya que la búsqueda sería siempre precisa y los archivos serían más ligeros, con las consiguientes ventajas en términos de velocidad.

Si posee documentos en formato vectorial o de mejor calidad que los ya presentes en el motor de búsqueda, puede cargarlos a través del servicio de carga disponible en www.donbosco.space. También puede añadir otros documentos no presentes en el motor de búsqueda. Para obtener las credenciales de acceso (nombre de usuario y contraseña), envíe una solicitud por correo electrónico a bsol@sdb.org.




Don Bosco International

Don Bosco International (DBI) es una organización no gubernamental con sede en Bruselas, que representa a los Salesianos de Don Bosco ante las instituciones de la Unión Europea, con un enfoque en la defensa de los derechos de los menores, el desarrollo de los jóvenes y la educación. Fundada en 2014, DBI colabora con varios socios europeos para promover políticas sociales y educativas inclusivas, prestando atención a los sujetos vulnerables. La organización promueve la participación juvenil en la definición de las políticas, valorando la importancia de la educación informal. A través de actividades de networking y advocacy, DBI busca crear sinergias con las instituciones europeas, las organizaciones de la sociedad civil y las redes salesianas a nivel global. Los valores guía son la solidaridad, la formación integral de los jóvenes y el diálogo intercultural. DBI organiza seminarios, conferencias y proyectos europeos destinados a garantizar una mayor presencia de los jóvenes en los procesos de toma de decisiones, favoreciendo un contexto inclusivo que los apoye en el camino de crecimiento, autonomía y desarrollo espiritual, a través de intercambios culturales y formativos. La secretaria ejecutiva, Sara Sechi, nos explica la actividad de esta institución.

La defensa como acto de responsabilidad para y con nuestros jóvenes
Don Bosco International (DBI) es la organización que se encarga de la representación institucional de los Salesianos de Don Bosco ante las instituciones europeas y las organizaciones de la sociedad civil que giran en torno a ellas. La misión del DBI se centra en la defensa, traducible como “incidencia política”, es decir, todas aquellas acciones dirigidas a influir en un proceso decisorio-legislativo, en nuestro caso el europeo. La oficina del DBI tiene su sede en Bruselas y está alojada en la comunidad salesiana de Woluwe-Saint-Lambert (Inspectoría FRB). El trabajo en la capital europea es dinámico y estimulante, pero la cercanía de la comunidad nos permite mantener vivo el carisma salesiano en nuestra misión, evitando quedar atrapados en la llamada “burbuja europea”, ese mundo de relaciones y dinámicas “privilegiadas” a menudo distantes de nuestras realidades.
La acción del DBI sigue dos direcciones: por un lado, acercar la misión educativa-pastoral salesiana a las instituciones a través del intercambio de buenas prácticas, instancias de los jóvenes, proyectos y resultados relacionados, creando espacios de diálogo y participación para aquellos que tradicionalmente no los tendrían; por otro, llevar la dimensión europea dentro de la Congregación a través del seguimiento y la información sobre los procesos en curso y las nuevas iniciativas, la facilitación de nuevos contactos con representantes institucionales, ONG y organizaciones confesionales que puedan dar lugar a nuevas colaboraciones.
Una pregunta que surge a menudo espontáneamente es cómo el DBI logra crear concretamente una incidencia política. En las acciones de defensa es fundamental el trabajo en red con otras organizaciones o entidades que compartan principios, valores y objetivos. A tal propósito, el DBI garantiza una presencia activa en alianzas, formales e informales, de ONG o actores confesionales que trabajan juntos en temas importantes para la misión de Don Bosco: la lucha contra la pobreza y la inclusión social, la defensa de los derechos de los jóvenes, especialmente aquellos en situación de vulnerabilidad, y el desarrollo humano integral. Cada vez que una delegación salesiana visita Bruselas, facilitamos para ellos los encuentros con los Miembros del Parlamento Europeo, los funcionarios de la Comisión, los cuerpos diplomáticos, incluida la Nunciatura Apostólica ante la Unión Europea, y otros actores de interés. A menudo logramos reunirnos con los grupos de jóvenes y estudiantes de las escuelas salesianas que visitan la ciudad, organizando para ellos un momento de diálogo con otras organizaciones juveniles.
El DBI es un servicio que la Congregación ofrece para dar visibilidad a sus obras y llevar a los foros institucionales la voz de quienes, de otro modo, no serían escuchados. La Congregación Salesiana tiene un potencial de defensa no totalmente expresado. La presencia en 137 países en la protección de los jóvenes en riesgo de pobreza y exclusión social representa una red educativa y social con la que pocas organizaciones pueden contar; sin embargo, todavía cuesta presentar estratégicamente los buenos resultados en las mesas de toma de decisiones, donde se delinean políticas e inversiones, especialmente a nivel internacional. Por esta razón, garantizar un diálogo constante con las instituciones representa al mismo tiempo una oportunidad y un acto de responsabilidad. Una oportunidad porque a largo plazo la visibilidad facilita contactos, nuevas asociaciones, financiación para los proyectos y la sostenibilidad de las obras. Una responsabilidad porque, al no poder permanecer en silencio ante las dificultades que enfrentan nuestros chicos y chicas en el mundo de hoy, la incidencia política es el testimonio activo de ese compromiso cívico que a menudo tratamos de generar en los jóvenes.
Garantizando derechos y dignidad para los chicos, Don Bosco fue el primer actor de incidencia política de la Congregación, por ejemplo, a través de la firma del primer contrato de aprendizaje italiano. La Defensa representa un elemento intrínseco de la misión salesiana. A los Salesianos no les falta la experiencia, ni las historias de éxito, ni las alternativas concretas e innovadoras para afrontar los desafíos actuales, pero a menudo falta una cohesión que permita un trabajo en red coordinado y una comunicación clara y compartida. Dando voz a los testimonios auténticos de los jóvenes podemos transformar los desafíos en oportunidades, creando un impacto duradero en la sociedad que dé esperanza para el futuro.

Sara Sechi
Don Bosco International – DBI, Bruselas

Sara Sechi, Secretaria Ejecutiva del DBI, está presente en Bruselas desde hace dos años y medio. Es hija de la generación Erasmus+, que junto con otros programas europeos le han garantizado experiencias de vida y formación que de otro modo le habrían sido negadas. Está muy agradecida a Don Bosco y a la Congregación Salesiana, donde ha encontrado meritocracia, crecimiento y una segunda familia. Y nosotros le deseamos un buen y provechoso trabajo por la causa de los jóvenes.




Los chicos del cementerio

El drama de los jóvenes abandonados sigue resonando en el mundo contemporáneo. Las estadísticas hablan de unos 150 millones de jóvenes obligados a vivir en la calle, una realidad que se manifiesta de forma dramática también en Monrovia, capital de Liberia. Con motivo de la fiesta de San Juan Bosco, en Viena, se llevó a cabo una campaña de sensibilización promovida por Jugend Eine Welt, una iniciativa que puso de relieve no solo la situación local, sino también las dificultades encontradas en países lejanos, como Liberia, donde el salesiano Lothar Wagner dedica su vida a dar una esperanza a estos jóvenes.

Lothar Wagner: un salesiano que dedica su vida a los chicos de la calle en Liberia
Lothar Wagner, salesiano coadjutor alemán, ha dedicado más de veinte años de su vida al apoyo de los chicos en África Occidental. Después de haber madurado experiencias significativas en Ghana y Sierra Leona, en los últimos cuatro años se ha concentrado con pasión en Liberia, un país marcado por conflictos prolongados, crisis sanitarias y devastaciones como la epidemia de Ébola. Lothar se ha hecho portavoz de una realidad a menudo ignorada, donde las cicatrices sociales y económicas comprometen las oportunidades de crecimiento para los jóvenes.

Liberia, con una población de 5,4 millones de habitantes, es un país en el que la pobreza extrema se acompaña de instituciones frágiles y una corrupción generalizada. Las consecuencias de décadas de conflictos armados y crisis sanitarias han dejado el sistema educativo entre los peores del mundo, mientras que el tejido social se ha desgastado bajo el peso de dificultades económicas y falta de servicios esenciales. Muchas familias no consiguen garantizar a sus hijos las necesidades primarias, empujando así a un gran número de jóvenes a buscar refugio en la calle.

En particular, en Monrovia, algunos chicos encuentran refugio en los lugares más inesperados: los cementerios de la ciudad. Conocidos como «chicos del cementerio», estos jóvenes, privados de una vivienda segura, se refugian entre las tumbas, lugar que se convierte en símbolo de un abandono total. Dormir al aire libre, en los parques, en los vertederos, incluso en las alcantarillas o dentro de tumbas, se ha convertido en el trágico refugio cotidiano para quien no tiene otra opción.

“Es realmente muy conmovedor cuando se camina por el cementerio y se ven chicos que salen de las tumbas. Se acuestan con los muertos porque ya no tienen un lugar en la sociedad. Una situación así es escandalosa”.

Un enfoque múltiple: del cementerio a las celdas de detención
No solo los chicos de los cementerios están en el centro de la atención de Lothar. El salesiano se dedica también a otra realidad dramática: la de los detenidos menores de edad en las prisiones liberianas. La prisión de Monrovia, construida para 325 detenidos, alberga hoy a más de 1.500 prisioneros, entre ellos muchos jóvenes encarcelados sin una acusación formal. Las celdas, extremadamente superpobladas, son un claro ejemplo de cómo la dignidad humana es a menudo sacrificada.

“Falta comida, agua limpia, estándares higiénicos, asistencia médica y psicológica. El hambre constante y la dramática situación espacial a causa de la superpoblación debilitan enormemente la salud de los chicos. En una pequeña celda, proyectada para dos detenidos, están encerrados ocho-diez jóvenes. Se duerme por turnos, porque esta dimensión de la celda ofrece espacio solo de pie a sus numerosos habitantes”.

Para hacer frente a esta situación, organiza visitas diarias en la prisión, llevando agua potable, comidas calientes y un apoyo psicosocial que se convierte en un ancla de salvación. Su presencia constante es fundamental para tratar de restablecer un diálogo con las autoridades y las familias, sensibilizando también sobre la importancia de tutelar los derechos de los menores, a menudo olvidados y abandonados a un destino infausto. «No los dejamos solos en su soledad, sino que tratamos de donarles una esperanza», subraya Lothar con la firmeza de quien conoce el dolor cotidiano de estas jóvenes vidas.

Una jornada de sensibilización en Viena
El apoyo a estas iniciativas pasa también por la atención internacional. El 31 de enero, en Viena, Jugend Eine Welt organizó una jornada dedicada a evidenciar la precaria situación de los chicos de la calle, no solo en Liberia, sino en todo el mundo. Durante el evento, Lothar Wagner compartió sus experiencias con estudiantes y participantes, involucrándolos en actividades prácticas -como el uso de una cinta de señalización para simular las condiciones de una celda superpoblada- para hacer comprender en primera persona las dificultades y la angustia de los jóvenes que viven cotidianamente en espacios mínimos y en condiciones degradantes.

Además de las emergencias cotidianas, el trabajo de Lothar y de sus colaboradores se concentra también en intervenciones a largo plazo. Los misioneros salesianos, de hecho, están comprometidos en programas de rehabilitación que van desde el apoyo educativo a la formación profesional para los jóvenes detenidos, hasta la asistencia legal y espiritual. Estas intervenciones miran a reintegrar a los chicos en la sociedad una vez liberados, ayudándolos a construir un futuro digno y lleno de posibilidades. El objetivo es claro: ofrecer no solo una ayuda inmediata, sino crear un camino que consienta a los jóvenes desarrollar sus propias potencialidades y contribuir activamente al renacimiento del país.

Las iniciativas se extienden también a la construcción de centros de formación profesional, escuelas y estructuras de acogida, con la esperanza de ampliar el número de jóvenes beneficiarios y garantizar un apoyo constante, día y noche. El testimonio de éxito de muchos ex “chicos del cementerio” -algunos de los cuales se han convertido en profesores, médicos, abogados y empresarios- es la confirmación tangible de que, con el apoyo adecuado, la transformación es posible.

A pesar del compromiso y la dedicación, el camino está plagado de obstáculos: la burocracia, la corrupción, la desconfianza de los chicos y la falta de recursos representan desafíos cotidianos. Muchos jóvenes, marcados por abusos y explotación, tienen dificultades para confiar en los adultos, haciendo aún más ardua la tarea de instaurar una relación de confianza y de oferta de un apoyo real y duradero. Sin embargo, cada pequeño éxito -cada joven que recupera la esperanza y empieza a construir un futuro- confirma la importancia de este trabajo humanitario.

El camino emprendido por Lothar y por sus colaboradores testimonia que, a pesar de las dificultades, es posible hacer la diferencia en la vida de los chicos abandonados. La visión de una Liberia en la que cada joven pueda realizar su propio potencial se traduce en acciones concretas, desde la sensibilización internacional a la rehabilitación de los detenidos, pasando por programas educativos y proyectos de acogida. El trabajo, impregnado de amor, solidaridad y una presencia constante, representa un faro de esperanza en un contexto en el que la desesperación parece prevalecer.
En un mundo marcado por el abandono y la pobreza, las historias de renacimiento de los chicos de la calle y de los jóvenes detenidos son una invitación a creer que, con el apoyo adecuado, cada vida puede resurgir. Lothar Wagner continúa luchando para garantizar a estos jóvenes no solo un refugio, sino también la posibilidad de reescribir su propio destino, demostrando que la solidaridad puede realmente cambiar el mundo.




Gran santo, gran administrador

            No es fácil elegir entre los cientos de cartas inéditas de Don Bosco que hemos recuperado en las últimas décadas las que más merecen ser presentadas y comentadas. En esta ocasión tomamos una muy sencilla, pero que en pocas líneas resume todo un proyecto de obra educativa salesiana y nos ofrece otros muchos datos de interés. Es la escrita el 7 de mayo de 1877 a una persona del Trentino, un tal Daniel Garbari, que en nombre de dos hermanos le había preguntado repetidamente cómo podría fundar en su ciudad un instituto educativo, como los que Don Bosco estaba fundando en toda Italia, Francia y Argentina.

Estimado Sr. Garbari,

Mi ausencia de Turín ha sido la causa del retraso en la respuesta a sus cartas, que he recibido regularmente. Me alegro mucho de que nuestra institución sea bien acogida en sus ciudades. Cuanto más se conozca, más gustará a los propios gobiernos; les guste o no, los hechos nos aseguran que debemos ayudar a los jóvenes peligrosos para convertirlos en buenos ciudadanos o mantenerlos en la deshonra de la cárcel.
En cuanto a la creación de un instituto similar a éste en la ciudad o ciudades de Trento, no hace falta mucho para empezar:
1° Una habitación capaz de albergar a cierto número de niños, pero con sus respectivos talleres o laboratorios en el interior.
2° Algo que pueda proporcionar un poco de pan al director y a las demás personas que le ayudan en el cuidado y la dirección.
Los niños se mantienen
1° de la poca pensión mensual que algunos de ellos pueden pagar, o la pagan familiares u otras personas que los recomiendan.
2° De los escasos ingresos que les proporciona el trabajo.
3° Por las subvenciones de los municipios, el gobierno, las congregaciones caritativas y las donaciones de particulares. Así es como funcionan todas nuestras casas de artesanos, y con la ayuda de Dios hemos progresado bien. Sin embargo, hay que partir de la base de que siempre hemos estado y estaremos al margen de todo lo político.
Nuestro objetivo primordial es reunir a niños peligrosos para hacer de ellos buenos cristianos y honrados ciudadanos. Esto es lo primero que hay que dejar claro a las autoridades civiles y gubernamentales.
Como sacerdote, pues, debo estar totalmente de acuerdo con la autoridad eclesiástica; por tanto, a la hora de concretar el asunto, escribiría directamente al arzobispo de Trento, que sin duda no tendrá ninguna dificultad.
He aquí mi reflexión preliminar. A medida que la práctica continúe y se necesite más, escribiré. Por favor, dé las gracias en mi nombre a todas las personas que me muestran su amabilidad.
Quería escribir yo misma con mi fea letra, pero pasaré la pluma a mi secretario para que sea más fácil de leer.

Créame con la mayor estima y gratitud con la que tengo el honor de profesar a Vuestra Eminencia Estimada. Atentamente

Humilde servidor Sac. Giovanni  Bosco Turín, 7 de mayo de 1877

Imagen positiva de la obra salesiana
            En primer lugar, la carta nos informa de cómo Don Bosco, tras la aprobación pontificia de la congregación salesiana (1874), la apertura de la primera casa salesiana en Francia (1875) y la primera expedición misionera a América Latina (1875), estaba siempre ocupado visitando y apoyando sus obras ya existentes y aceptando o no las muchas que le proponían en aquellos años desde todas partes. En la época de la carta tenía el pensamiento de abrir las primeras casas de las Hijas de María Auxiliadora más allá de la de Mornese –no menos de seis en el bienio 1876-1877- y, sobre todo, estaba interesado en establecerse en Roma, donde llevaba más de diez años intentando sin éxito tener una sede. No consiguió nada. Otro verdadero piamontés como Don Bosco, un “sacerdote del movimiento” como él, no fue bien recibido a orillas del Tíber, en la Roma capital ya llena de piamonteses no deseables, por ciertas autoridades pontificias y por cierto clero romano. Durante tres años tuvo que “conformarse” con la “periferia” romana, es decir, los Castelli Romani y Magliano Sabino.

            Paradójicamente ocurrió lo contrario con las administraciones municipales y las mismas autoridades gubernamentales del Reino de Italia, donde Don Bosco contaba, si no con amigos -sus ideas estaban demasiado alejadas- al menos con grandes admiradores. Y por una razón muy simple, en la que todos los gobiernos estaban interesados: gobernar el recién nacido país Italia con ciudadanos honrados, trabajadores y respetuosos de la ley, en lugar de poblar las cárceles con “delincuentes” vagabundos, incapaces de mantenerse a sí mismos y a sus familias con un trabajo decente propio. Tres décadas más tarde, en 1900, el famoso antropólogo y criminólogo judío César Lombroso habría dado todo el crédito a Don Bosco cuando escribió: “Los institutos salesianos representan un esfuerzo colosal e ingeniosamente organizado para prevenir la delincuencia, el único de hecho realizado en Italia”. Como bien dice la carta en cuestión, la imagen de las obras salesianas en las que, sin alinearse por los distintos partidos políticos, se educaba a los muchachos para que se convirtieran en “buenos cristianos y honrados ciudadanos” era positiva, y esto incluso en el Imperio Austrohúngaro, al que pertenecían entonces Trentino y Venecia Julia.

Tipología de una casa salesiana
            En la continuación de la carta, Don Bosco pasó a presentar la estructura de una casa de educación: habitaciones donde alojar a los muchachos (y dio a entender al menos cinco cosas: patio para jugar, aulas para estudiar, refectorio para comer, dormitorio para dormir, iglesia para rezar) y “talleres o laboratorios” donde enseñar un oficio con el que los jóvenes pudieran vivir y tener un futuro una vez salieran del instituto. En cuanto a los recursos económicos, indicaba tres activos: las pensiones mínimas mensuales que podían pagar los padres-familiares de los chicos, los pequeños ingresos de los talleres artesanales, las subvenciones de la caridad pública (gobierno, ayuntamientos) y, sobre todo, la caridad privada. Era exactamente la experiencia de Valdocco. Pero Don Bosco callaba aquí una cosa importante: la consagración total a la misión educativa del director y sus estrechos colaboradores, sacerdotes y laicos, que por el precio de una hogaza de pan y una cama pasaban las 24 horas del día en el trabajo, la oración, la enseñanza y la asistencia. Al menos así se hacía en los hogares salesianos de la época, muy apreciados por las autoridades civiles y religiosas, obispos en primer lugar, sin cuya aprobación evidentemente no era posible fundar un hogar “que educara evangelizando y evangelizara educando” como aquella casa salesiana.

Resultado
            No sabemos si hubo un seguimiento de esta carta. El proyecto de fundación salesiana del señor Garbari ciertamente no siguió adelante. Y lo mismo ocurrió con decenas de otras propuestas de fundación. Pero está históricamente comprobado que muchos otros instructores, sacerdotes y laicos, en toda Italia se inspiraron en la experiencia de Don Bosco, fundando obras similares, inspirándose en su modelo educativo y en su sistema preventivo.
            Sin embargo, Garbari tuvo que darse por satisfecho: Don Bosco había sugerido una estrategia que funcionó en Turín y en otros lugares… y además tenía en sus manos su autógrafo, que, por difícil de “descifrar”, seguía siendo el de un santo. Tanto es así que lo conservó celosamente y hoy se guarda en el Archivo Central Salesiano de Roma.




Cómo encontrar los recursos para construir una iglesia

Un secreto para localizar
Es bien sabido que la fama de Don Bosco y su capacidad de realización se extendieron por toda Italia. Como tuvo éxito en tantas empresas, muchas personas le pidieron consejo sobre cómo hacer lo mismo.
¿Cómo encontrar los fondos para construir una iglesia? La señora Marianna Moschetti de Castagneto di Pisa (hoy Castagneto Carducci-Livorno) se lo pidió expresamente en 1877. La respuesta de Don Bosco del 11 de abril, por su brevedad y sencillez, es admirable.

Punto de partida: conocer la situación
Con la sabiduría práctica que le venía de su educación familiar y de su experiencia como fundador-constructor-realizador de tantos proyectos, Don Bosco se remanga y escribe inteligentemente que “sería necesario poder hablar entre nosotros para examinar qué proyectos se pueden realizar y qué probabilidad hay de poder llevarlos a cabo”. Sin un sano realismo, los mejores proyectos siguen siendo un sueño. El santo, sin embargo, no quiere desanimar enseguida a su corresponsal, por lo que añade inmediatamente “lo que me parece bien en el Señor”.

En nombre del Señor
Se podría decir que empieza bien con esto “en el Señor”. De hecho, el primer consejo que da a la señora, y por tanto el más importante, es “rezar e invitar a otros a rezar y recibir con frecuencia la Comunión eucarística, como medio más eficaz de merecer sus gracias”. La Iglesia es la casa del Señor, que no dejará de bendecir un proyecto eclesial si es impulsado por quienes confían en Él, por quienes le rezan, por quienes viven la vida cristiana y hacen uso de los medios indispensables. Una vida de gracia merece ciertamente las gracias del Señor (Don Bosco está convencido de ello), aunque todo sea gracia: “Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan en ella los albañiles”.

La colaboración de todos
La Iglesia es la casa de todos; ciertamente, el párroco es el primer responsable, pero no el único. Por tanto, los laicos deben sentirse corresponsables y entre ellos los más sensibles, los más disponibles, quizá los más capaces (los que hoy podrían formar parte del consejo pastoral y económico de cada parroquia). He aquí, pues, el segundo consejo de Don Bosco: “Invita al párroco a ponerse a la cabeza de dos comités lo más numerosos posible. Uno de hombres, el otro de mujeres. Cada miembro de esta comisión suscribirá una oblación dividida en tres plazos, uno por cada año”.
Notamos: dos comités, uno masculino y otro femenino. Por supuesto, en aquella época las asociaciones masculinas y femeninas de una parroquia estaban normalmente separadas; pero ¿por qué no ver también en ellas una “competencia” leal y justa en hacer el bien, en gestionar un proyecto con sus propias fuerzas, cada grupo “a su manera”, con sus propias estrategias? Don Bosco sabía lo mucho que él mismo estaba en deuda económica con el mundo femenino, con las marquesas, las condesas, las mujeres de la nobleza en general: normalmente más religiosas que sus maridos, más generosas en obras de caridad, más dispuestas a “ayudar en las necesidades de la Iglesia”. Apostar por ellas era sabiduría.

Ampliar el círculo
De hecho, Don Bosco añadió inmediatamente: “Al mismo tiempo, cada uno debe buscar donantes en dinero, en trabajo o en materiales. Por ejemplo, invitar a quien hiciera hacer un altar, el púlpito, los candelabros, una campana, los marcos de las ventanas, la puerta mayor, las puertas menores, los cristales, etc… Pero sólo una cosa a cada uno”. Hermoso. Cada uno debía comprometerse con algo que pudiera considerar, con razón, su regalo personal a la iglesia en construcción.
Don Bosco no había estudiado psicología, pero sabía -como saben todos los párrocos, y no sólo ellos- que haciendo cosquillas al legítimo orgullo de la gente también se puede conseguir mucho en términos de generosidad, solidaridad, altruismo. Además, durante toda su vida había necesitado a los demás: para estudiar de niño, para ir a las escuelas de Chieri de joven, para entrar en el seminario como clérigo, para comenzar su labor como sacerdote, para desarrollarla como fundador.

Un secreto
Don Bosco se hace entonces el misterioso con su corresponsal: “Si pudiera hablar con el párroco, podría sugerirle en confianza otro medio; pero lamento confiárselo en papel”. ¿De qué se trataba? Es difícil saberlo. Se podría pensar en la promesa de indulgencias especiales para tales benefactores, pero habría sido necesario ir a Roma y Don Bosco sabía hasta qué punto esto podía causar dificultades con el obispo y otros párrocos también implicados en las mismas frentes de obra. Quizá fuera más probable una invitación confidencial a buscar el apoyo de las autoridades políticas para que apoyaran la causa. La sugerencia, sin embargo, habría sido mejor hacerla oralmente, para no comprometerse ante las autoridades civiles o religiosas, en un momento de feroz oposición entre ellas, con la izquierda histórica en el poder, más anticlerical que la derecha anterior.
¿Qué más podía decir? Una cosa que era importante para ambos: la oración. Y así se despide de su corresponsal: “Rezaré para que todo vaya bien. Mi único apoyo ha sido siempre recurrir a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. Que Dios la bendiga y rece por mí, que siempre estaré contigo en G.C. [Jesucristo]”.




La obra de los Salesianos en el Magreb

Los Salesianos están presentes en 136 países de todo el mundo, incluidos varios países del Norte de África, donde el año pasado se creó una nueva circunscripción que engloba Túnez, Marruecos y Argelia.

Cuando nos pusimos en contacto con el misionero don Domenico Paternò, sacerdote salesiano, para pedirle que compartiera con nosotros algunos esbozos de la presencia salesiana en el norte de África, quiso comenzar con una reflexión sobre el mar Mediterráneo.

El Mediterráneo no es sólo un mar geográficamente muy conocido, sino una verdadera cuna de civilizaciones que han crecido a su alrededor a lo largo de milenios, dando a toda la humanidad aportaciones de culturas, conocimientos, experiencias humanas, sociales y políticas que todavía hoy son objeto de estudio e investigación.
Todos los países bañados por lo que los romanos llamaban “Mare Nostrum” tienen una historia muy rica y todos son portadores de diversas maneras de importantes riquezas culturales y naturales.
Además, el Mediterráneo, frontera natural entre Europa y África, tiene una importancia geopolítica y estratégica nada desdeñable.

Si cruzamos el Mediterráneo desde Europa, llegamos al Magreb, una región norteafricana que cada vez está más familiarizada con el carisma de Don Bosco. El año pasado, de hecho, se creó oficialmente la Circunscripción Especial del Norte de África (“CNA”) el 28 de agosto, fiesta de San Agustín, a quien se dedicó la circunscripción, que incluye Marruecos, Argelia y Túnez. Se trata de una nueva frontera misionera llena de retos y oportunidades.

El Magreb tiene claras raíces romanas, clásicas, se llamaba “Afriquia”, dando así nombre a todo el continente que aquí comienza. Los hijos de Don Bosco, que por cierto están presentes en casi todos los países ribereños del Mediterráneo, de modo que han creado la Región Mediterránea de la Congregación, han decidido recientemente desarrollar su presencia y su servicio entre los jóvenes de estos países. El Magreb no es la parte equivocada” del Mediterráneo, como dicen los mal informados, sino un espacio geográfico, humano y cultural que nunca se deja de descubrir y apreciar.
Los Salesianos se interesan por la educación de los numerosos jóvenes que acuden a estos países: la población menor de 25 años representa casi el 50% de la población total. Se trata, por tanto, de países ricos en esperanza y futuro. El objetivo de los Salesianos y de sus colaboradores es apoyar y desarrollar el sueño de estos jóvenes.

Un “sueño que hace soñar” nos indica el Aguinaldo de nuestro Rector Mayor este año, recordando el bicentenario del sueño de los nueve años de Don Bosco, y si esto es verdad en la vida salesiana en todas partes, en el Magreb es aún más cierto y significativo. La presencia actual de los hijos de Don Bosco quiere concretar y realizar el sueño del Fundador y hacer que los “lobos” se conviertan en corderos no sólo pacíficos sino constructores de paz y desarrollo. Y así, aunque tengamos religiones diferentes, cristianos los unos y musulmanes los otros, descendientes todos de Abraham, nos encontramos caminando juntos por el bien de los jóvenes y de las familias que nos rodean y nos acompañan. La escuela, el oratorio, la formación laboral, el patio de recreo, la formación humana y religiosa, el compartir alegrías y penas, el conocimiento mutuo y la dignidad que cada uno reconoce en los demás, el espíritu de familia y de colaboración, todo esto nos ayuda a caminar juntos y a hacer concretamente el bien a todos.
¿Cuál es el objetivo de los Salesianos que trabajan en estos países?
A esta pregunta, la respuesta es muy sencilla: en el Magreb, los hijos e hijas de Don Bosco se esfuerzan cada día por el bien común, es decir, por llegar a ser, como quería Don Bosco, “honrados ciudadanos” y “buenos creyentes”, cada uno en su propia Fe, sin renunciar al testimonio de vida cristiana, respetando la cultura y la religión de los demás.
Incluso con algunos elementos comunes, cada país tiene sus propias peculiaridades que lo distinguen.

En Marruecos, los Salesianos están presentes desde 1950 en Kenitra, una gran ciudad de la costa atlántica, entre Rabat y Tánger.
No falta trabajo, en los campos de la educación, la recreación, la acogida de la fe. Los salesianos dirigen escuelas de varios niveles y tipos: una escuela primaria, una escuela secundaria y un centro de formación profesional. Esto responde a la necesidad de educación y empleo de los numerosos jóvenes marroquíes para darles mayores oportunidades en la vida.
Además, se organizan numerosas actividades deportivas y asociativas en línea con el Sistema Preventivo de Don Bosco.
La Parroquia de Cristo Rey apoya la fe de la minoría cristiana y es frecuentada principalmente por jóvenes estudiantes africanos que estudian en Marruecos y por europeos que se encuentran en la ciudad. Otras obras concretas son dos casas para jóvenes inmigrantes, un hogar para niños y formación laboral para chicas. Todas estas iniciativas implican a más de 1.500 personas entre niños, personal, familias y otros destinatarios, que son, a excepción de la parroquia, todos musulmanes y todos unidos en el estilo Don Bosco de familia inclusiva y ayuda mutua. La presencia salesiana en Marruecos tiene un referente en el arzobispo de Rabat, el cardenal salesiano Cristóbal López Romero, antiguo misionero en Paraguay antes de ir a Marruecos de 2003 a 2011 y regresar tras nueve años como pastor de la archidiócesis. Hasta el año pasado, Marruecos estaba confiado a la Provincia de Francia (FRB, antes FPA y FRA). Además de las personas, la experiencia intercultural también se vive en la comunidad salesiana, formada por cuatro sacerdotes de Francia, España, Polonia y Rep. Democrática. Del Congo.

Otro país del Magreb con dos presencias salesianas es Túnez, donde, en Manouba y Túnez, los salesianos dirigen dos escuelas primarias, una escuela secundaria, un incipiente centro de formación profesional, dos oratorios, actividades de colaboración con la Iglesia local, una parroquia en Hammamet para residentes italianos y europeos, y otras iniciativas especiales. Se trata de una presencia creciente a la que se han confiado recientemente nuevos misioneros, también de distintos países: Italia, Siria, Líbano, España, Rep. Democrática Del Congo, Chad.
Es una experiencia de familia y, en particular, de Familia Salesiana, con dos comunidades de Hijas de María Auxiliadora, los «Amigos de Don Bosco», un grupo de laicos musulmanes cercanos al carisma de Don Bosco, y muchos laicos comprometidos en diversas actividades. Se espera crear también un grupo de Salesianos Cooperadores. En total, al menos 3.000 personas participan en la labor educativa. Hasta el año pasado, la provincia de Sicilia se ocupaba de la presencia salesiana en Túnez, y el don Domenico Paternò, originario de Mesina, que llegó a Manouba hace más de diez años, fue nombrado superior.

Esto nos lleva al último país, una de las fronteras misioneras más recientes para la Congregación Salesiana, que todavía se está definiendo en cuanto a detalles sobre ubicaciones y personal: Argelia, donde pronto llegarán los primeros salesianos.
En realidad, hay que decir que Argelia fue el primer país de África donde desembarcaron los Salesianos ya en el siglo XIX, en 1891, en Orán, donde había un oratorio. Posteriormente hubo otras dos aperturas en la capital, Argel, pero tras varios años la inestable y hostil situación política no permitió continuar la obra y obligó a su cierre definitivo en 1976. Los Salesianos respondieron así a la invitación del Arzobispo de Argel tras varios años de diálogo y estudio.

A este cuadro de la presencia salesiana en el Magreb se añaden numerosas actividades con las comunidades religiosas y la sociedad civil en las que los Salesianos están implicados. En aras de la exhaustividad y de la seriedad de la información, no podemos olvidar las dificultades que existen y que, ciertamente, también son motivo de dificultades no siempre superables. Baste pensar en la lengua, que no es fácil, en el contexto socioeconómico bastante frágil a menudo debido a la política internacional, en las familias en dificultad, en el desempleo juvenil, la gran plaga de toda la región, en la ausencia de políticas juveniles eficaces capaces de ofrecer un futuro. Pero a pesar de los innegables desafíos, grandes son las posibilidades y la esperanza de un desarrollo positivo, no sólo económico sino también humano y social. A veces hay signos de intolerancia y radicalismo irracional, pero se trata de fenómenos muy minoritarios. Son sociedades jóvenes y, por tanto, abiertas al futuro “más futuro que pasado”, como decía el don Egidio Viganò.

En los últimos meses, la Circunscripción Especial de África del Norte ha vivido las sesiones del primer Capítulo Provincial sobre el tema del Capítulo General 29: “Apasionados por Jesucristo, dedicados a los jóvenes. Por una vivencia fiel y profética de nuestra vocación salesiana”. Don Domenico Paternò subrayó cómo es una gracia vivir este momento después de pocos meses de existencia de la Circunscripción. Los capitulares redactaron el Directorio Inspectorial Salesiano y el Proyecto Educativo Pastoral Salesiano, primeros pasos fundamentales para el futuro desarrollo de la presencia salesiana.

En la última expedición misionera salesiana, dos salesianos fueron destinados a la Circunscripción norteafricana: los coadjutores Joseph Ngo Duc Thuan (de Vietnam) y Kerwin Valeroso (de Filipinas), actualmente en Francia, en París, para estudiar la lengua francesa.
La Congregación Salesiana, guiada por el Espíritu Santo, acoge el desafío de estas nuevas fronteras con valentía y determinación, y está dispuesta a apostar por ellas para dar un renovado entusiasmo misionero y llegar cada vez a más jóvenes pobres y abandonados en todas las partes del mundo.

Marco Fulgaro




Zatti buen samaritano, para los enfermos, médicos y enfermeras (vídeo)

«Zatti-hospital»
Zatti y el hospital formaban una pareja inseparable. El padre Entraigas recuerda que cuando había una llamada telefónica, el coadjutor casi soltaba: “Zatti-Hospital”. Sin darse cuenta, expresaba la realidad inseparable entre su persona y el hospital. Se hizo responsable del hospital en 1913, tras la muerte del padre Garrone y la salida de Giacinto Massini de la Congregación, asumió poco a poco todas las tareas, pero era ante todo e inequívocamente el “enfermero” de San José. No avanzó en su preparación, sino que trató de perfeccionar lo que había aprendido empíricamente a través del estudio personal. Siguió estudiando durante toda su vida y, sobre todo, adquirió una gran experiencia a lo largo de sus 48 años de práctica en San José. El Dr. Sussini, que fue uno de los que más tiempo ejerció, tras afirmar que Zatti trataba a los enfermos «con santa vocación» añade: “Que yo sepa, el Sr. Zatti, desde que le conocí, siendo un hombre maduro, ya formado, no había descuidado su cultura general, ni sus conocimientos de enfermería y preparación farmacéutica”.
El padre De Roia habla así de la formación profesional de Zatti: «En cuanto a la formación cultural y profesional, recuerdo haber visto libros y publicaciones sobre medicina y haberle preguntado una vez cuándo los leía, y me contestó que lo hacía por la noche o durante la siesta de los pacientes, una vez que había terminado sus obligaciones en el hospital. También me dijo que el Dr. Sussini a veces le prestaba algunos libros y vi que a menudo consultaba el “Vademécum y recetarios”».
El Dr. Pietro Echay afirma que para Zatti «el Hospital era un Santuario». El padre Feliciano López describe así la posición de Zatti en el hospital, tras una larga asociación con él: “Zatti era un hombre de gobierno, sabía expresar claramente lo que quería, pero acompañaba sus acciones con dulzura, respeto y alegría. Nunca perdía los estribos, de hecho le quitaba importancia con buen humor, pero su ejemplo de laboriosidad era abrumador, y más que un director, sin título, se había convertido en una especie de trabajador universal; aparte de eso, avanzaba rápidamente en competencia profesional, hasta ganarse también el respeto de los médicos y aún más el de los subordinados: por eso nunca he oído decir que en aquel pequeño mundo de 60 o 70 pacientes ingresados, en los primeros tiempos varias monjas, mujeres que prestaban sus servicios y algunas enfermeras, no siempre reinaba la paz, y aunque, como es lógico, a veces había peleas, éstas no degeneraban gracias a la prudencia de Zatti, que sabía poner remedio a las desviaciones”.
El Hospital San José era un santuario especial del sufrimiento humano donde Artémides, en cada hermano y hermana necesitados, abrazaba y curaba la carne sufriente de Cristo, dando sentido y esperanza al sufrimiento humano. Zatti – y con él muchos hombres y mujeres de buena voluntad – encarnó la parábola del Buen Samaritano: se hizo prójimo, tendió la mano, levantó, curó. Para él, cada enfermo era como un hijo al que había que amar. Hombres y mujeres, grandes y pequeños, ricos y pobres, inteligentes e ignorantes, todos eran tratados con respeto y cariño, sin molestar ni rechazar a los insolentes y desagradables. Solía decir: “A veces te toca alguien con cara agradable, otras veces alguien desagradable, pero ante Dios todos somos iguales”.
Si había pobreza de medios, y si pobres eran muchos de los hospitalizados, sin embargo, Zatti en el hospital, dados los tiempos, los lugares y las situaciones de todos los hospitales, incluso los nacionales de la época, seguían las reglas correctas de sanidad e higiene. En aquella época se procedía con criterios más amplios, pero no hay prueba alguna de que el coadjutor salesiano, como enfermero, careciera de justicia y caridad hacia los enfermos. Estaba bien formado para su tarea y tenía mucha experiencia, sabía lo que tenía que hacer y los límites de su competencia, y no se recuerda ningún error, ninguna negligencia ni ninguna acusación contra él. El Dr. Sussini declaró: “En sus intervenciones con los enfermos siempre respetó las normas legales, sin excederse en sus competencias […]. Me gustaría señalar que en todas sus intervenciones consultaba a algunos médicos entre los que siempre estaban a su lado para apoyarle. Que yo sepa, no llevó a cabo ninguna intervención difícil […]. Es cierto que utilizaba las prescripciones higiénicas establecidas, aunque a veces, dada su gran fe, las consideraba excesivas. El escenario socioeconómico en el que el Sr. Zatti desarrollaba principalmente su trabajo era de bajo nivel económico y educativo. En su trabajo dentro del hospital, ponía en práctica los conocimientos de higiene y técnica que ya conocía y otros que aprendía preguntando a los profesionales. Fuera del hospital, su acción era más difícil, ya que cambiar el entorno existente era muy difícil y superaba sus esfuerzos”.
Luigi Palma amplía su consideración: “Era de dominio público en Viedma la discreción y prudencia del comportamiento del Sr. Zatti; por otra parte, cualquier abuso en esta materia se haría rápidamente de dominio público en un pequeño conglomerado como Viedma y nunca se supo nada de ello. El Sr. Zatti nunca se excedió en sus competencias. No creo que realizara operaciones difíciles. Si hubiera habido algún abuso, los médicos lo habrían denunciado, pero sólo elogiaron el trabajo del Sr. Zatti […]. El Sr. Zatti utilizó las precauciones higiénicas adecuadas. Lo sé porque me trató en varias ocasiones: inyecciones o pequeñas curas con toda la diligencia debida”.
A un hombre que dedicó toda su vida con enorme sacrificio a los enfermos, que fue buscado por ellos como una bendición, que se ganó la estima de todos los médicos que colaboraron con él y contra el que nunca pudo alzarse una voz de acusación, sería injusto echarle en cara algunas libertades que su experiencia y prudencia pudieron permitirle en alguna circunstancia particular: el ejercicio sublime de la caridad, incluso en este caso, valía más que la observancia de una prescripción formal.

Con el corazón de Don Bosco
En Zatti se hizo realidad lo que Don Bosco había recomendado a los primeros misioneros salesianos que partieron hacia Argentina: “Ocupaosespecialmente de los enfermos, los niños, los ancianos y los pobres, y os ganaréis la bendición de Dios y la buena voluntad de los hombres” Como un buen samaritano, Zatti acogió en la posada de su corazón y en el Hospital San José de Viedma a los pobres, a los enfermos, a los rechazados por la sociedad. En cada uno de ellos visitó a Cristo, curó a Cristo, alimentó a Cristo, vistió a Cristo, alojó a Cristo, honró a Cristo. Como atestiguó un médico del hospital: “El único milagro que he visto en mi vida es el del Sr. Zatti, por lo extraordinario de su carácter, su capacidad para servir al prójimo y su extraordinaria paciencia con los enfermos”.
Zatti era capaz de reconocer en cada hermano, en cada hermana, en cada persona especialmente pobre y necesitada que encontraba un don: era capaz de ver en cada uno de ellos el rostro resplandeciente de Jesús. Cuántas veces exclamaba al acoger a un pobre o a un enfermo: “¡Viene Jesús! – Cristo viene!”. Este mantener la mirada fija en Jesús, sobre todo en la hora de la prueba y en la noche del espíritu, será la fuerza que le permitirá no caer prisionero de sus propios pensamientos y miedos.
En el ejercicio de esta caridad, Zatti hizo resplandecer el abrazo de Dios a todo ser humano, especialmente a los últimos y a los que sufren, implicando el corazón, el alma y todo su ser, porque vivía con los pobres y para los pobres. No era un mero servicio, sino una manifestación tangible del amor de Dios, reconociendo y sirviendo en los pobres y los enfermos el rostro de Cristo sufriente con la dulzura y la ternura de una madre. Viviendo con los pobres practicó la caridad con espíritu de pobreza. No era un funcionario ni un burócrata, un proveedor de servicios, sino un auténtico operario de la caridad: y al ver, reconocer y servir a Cristo en los pobres y excluidos, también educaba a los demás. Cuando pedía algo, lo pedía para Jesús: “Dame ropa para un Jesús anciano”; “¡Dame ropa para un Jesús de 12 años!”
Imposible no recordar sus aventuras en bicicleta, sus incansables paseos, con su clásico guardapolvo blanco con los extremos anudados y atado a la cintura, saludado con tierno afecto por todos los que encontraba a su paso. En el lento avance de su bicicleta, tenía tiempo para todo: el saludo afectuoso, la palabra cordial, el consejo medido, alguna indicación terapéutica, la ayuda espontánea y desinteresada: sus grandes bolsillos estaban siempre llenos de medicamentos, que distribuía a manos llenas entre los necesitados. Acudía personalmente a quienes le llamaban, prodigando no sólo sus conocimientos médicos, que los poseía, sino también la confianza, el optimismo y la fe que irradiaban su constante, amplia y dulce sonrisa y la bondad de su mirada; el enfermo grave que recibía la visita del Sr. Zatti sentía el imponderable alivio que le proporcionaba la persona que estaba a su lado; el enfermo que moría en presencia de Zatti lo hacía sin angustia ni contorsión. La caridad dispensada tan generosamente en las embarradas calles de Viedma bien merecía que Artémides Zatti fuera recordado en la ciudad con una calle, un hospital y un monumento en su nombre.
Ejercía un apostolado a pequeña escala que daba la medida de su caridad, pero que le suponía mucho tiempo, trabajo, dificultades y molestias. Como su bondad y su buena voluntad al servicio de los demás eran conocidas por todos, todo el mundo acudía a él para las cosas más diversas. Los directores salesianos de las casas de la provincia le escribían para pedirle consejo médico, le enviaban hermanos para pedirle ayuda y confiaban a su hospital a personas de servicio que habían quedado incapacitadas. Las Hijas de María Auxiliadora no fueron menos que los salesianos a la hora de pedir favores. Los emigrantes italianos pedían ayuda, escribían a Italia, solicitaban prácticas. Los que habían sido bien atendidos en el hospital, como si se tratara de una expresión de gratitud, le enviaban familiares y amigos en busca de ayuda por la estima en que tenían sus cuidados. Las autoridades civiles tenían a menudo personas incapacitadas a las que atender y recurrían a Zatti. Los presos y otras personas, al verle en buenos términos con las autoridades, le recomendaban que pidiera clemencia para ellos o que les solucionara sus problemas.
Un hecho que expresa bien la fuerza de autoridad de Zatti para impactar en la vida de la gente con su testimonio evangélico y su palabra persuasiva es la conversión de Lautaro Montalva. Él, llamado el Chileno por su país de origen, era un revolucionario, explotado por los agitadores políticos habituales. Hizo circular revistas antirreligiosas. Abandonado al fin por todos, cayó en la pobreza y se vio reducido a la muerte, con una familia numerosa. Sólo Zatti tuvo el valor de entrar en su cuchitril de madera, resistir su primera reacción de rebeldía y ganárselo con su caridad. El revolucionario se confesó y pidió ser bautizado: sus hijos también fueron bautizados. Zatti le ingresó en el hospital. Poco antes de morir, había pedido al párroco: “¡Deme los sacramentos que debe recibir un cristiano!” La conversión de Montalva fue un logro de la caridad y el valor cristiano de Zatti.
Zatti hace de la misión al servicio de los enfermos su propio espacio educativo donde encarna a diario el Sistema Preventivo de Don Bosco – razón, religión, bondad amorosa – en la cercanía y asistencia a los necesitados, en ayudarles a comprender y aceptar las situaciones dolorosas de la vida, en dar testimonio vivo de la presencia del Señor.

Zatti enfermero
El perfil profesional de Artémides Zatti, que comenzó con una promesa, estaba arraigado en la confianza en la Providencia y se desarrolló una vez recuperado de su enfermedad. La frase “Creí, Prometí, Curé”, lema de su canonización, muestra la total dedicación que Zatti tuvo por sus hermanos enfermos, pobres y necesitados.
Este compromiso lo mantuvo a diario hasta su muerte en el hospital de San José, fundado por los primeros salesianos que llegaron a la Patagonia, y lo reiteraba en cada visita domiciliaria, urgente o no, que hacía a los enfermos que lo necesitaban.
En su bicicleta, en su despacho de administrador, en el quirófano, en el patio durante el recreo con sus “parientes” pobres, en las salas del hospital que visitaba todos los días, siempre era un enfermero; un santo enfermero dedicado a curar y aliviar, aportando la mejor medicina: la presencia alegre y optimista de la empatía.

Una persona y un equipo que hacen el bien
Fue la fe lo que impulsó a Artémides Zatti a una actividad incansable pero razonable. Su consagración religiosa le había introducido directa y completamente en el cuidado de los pobres, los enfermos y los necesitados de la salud y el consuelo misericordiosos de Dios.
El Sr. Zatti trabajó en el mundo de la sanidad junto a médicos, enfermeras, personal sanitario, Hijas de María Auxiliadora y las numerosas personas que colaboraron con él en el sostenimiento del hospital San José, el primero de la Patagonia argentina, en Viedma en la primera mitad del siglo XX.
La tuberculosis que contrajo a los 20 años no fue un obstáculo para perseverar en su elección profesional. Encontró en la figura del coadjutor salesiano el estilo de compromiso para trabajar directamente con los pobres. Su consagración religiosa, vivida en su profesión de enfermero, fue la combinación de su vida dedicada a Dios y a sus hermanos. Naturalmente, esto se manifestó en una personalidad peculiar, única e irrepetible. Artémides Zatti fue una buena persona, que trabajó directamente con los pobres, haciendo el bien.
El contacto directo con los pobres tenía como objetivo la salud, es decir, aliviar el dolor, soportar el sufrimiento, acompañar los últimos momentos de sus vidas, ofrecer una sonrisa ante lo irreversible, tender una mano con esperanza. Por esta razón, Zatti se convirtió en una “presencia-medicina”: curaba directamente con su agradable presencia.
Su principal biógrafo, el salesiano Raúl Entraigas, hizo un descubrimiento original. Identificó la síntesis de la vida de Artémides Zatti en la frase de un paisano: parece ser “el pariente de todos los pobres”. Zatti veía al propio Jesús en los huérfanos, los enfermos y los nativos. Y los trataba con tal cercanía, aprecio y amor, que parecía que todos eran sus parientes.

Formación para ayudar
Viendo las necesidades del pueblo, Zatti perfeccionó su profesión. Poco a poco se convirtió en jefe del hospital, estudió y validó sus conocimientos ante el Estado cuando éste se lo pidió. Médicos que trabajaron con Artémides, como el Dr. Molinari y el Dr. Sussini, atestiguan que Zatti poseía grandes conocimientos médicos, fruto no sólo de su experiencia sino también de sus estudios.
Don De Roia añade: “En cuanto a su formación cultural y profesional, recuerdo haber visto libros y publicaciones sobre medicina y, al preguntarle una vez cuándo los leía, me dijo que lo hacía por las noches o durante el descanso vespertino de los pacientes, una vez que había terminado todas sus obligaciones en el hospital”.
Al respecto, existe un documento, “Credencial Profesional”, expedido por la Secretaría de Salud Pública de la Nación Argentina con el número de matrícula profesional 07253. Se trata de sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata en 1948, a la edad de 67 años. A ello se sumó una certificación previa en 1917 como “Idoneo” en Farmacia.
Su estilo de vida le llevó a un compromiso en el que se encontraba directamente con los pobres, los enfermos, los necesitados. Por eso la profesión de enfermero tenía un valor añadido: su presencia era un testimonio de la bondad de Dios. Esta sencilla forma de ver la realidad puede ayudar a comprender mejor la vida de Zatti, prestando especial atención al término “directamente”.
En esta perspectiva encontramos lo más genuino de Zatti, que hace hincapié en lo que se denomina “vida religiosa” o “consagración”. Por eso Artémides es un santo salesiano. Es un enfermero santo. Éste es el legado que deja a todos. Y éste es el reto que lanza a todos y que invita a recoger.

1908
Recuperada su salud, Zatti ingresó a la Congregación Salesiana como coadjutor. Comenzó a trabajar en la farmacia del hospital San José, el único de Viedma.
1911
Tras la muerte de Don Evasio Garrone, director del hospital, Zatti quedó a cargo de la farmacia y del hospital, el primero de la Patagonia. Trabajó allí durante cuarenta años.
1917
Es licenciado en Idóneo en Farmacia por la Universidad de La Plata.
1941
El edificio del hospital es demolido. Pacientes y profesionales se trasladan con Zatti a la escuela agrícola “San Isidro”.
1948
Zatti obtuvo su matrícula como enfermero en la Universidad de La Plata.

Zatti con los médicos: ¡era padre!
Entre los principales colaboradores de Zatti en el Hospital San José estaban losmédicos. Las relaciones eran delicadas, porque uno de los médicos era el director del hospital desde el punto de vista legal y tenía la responsabilidad profesional de los pacientes. Zatti tenía la responsabilidad organizativa y de enfermería y podían surgir desacuerdos. Después de los primeros años, llegaron varios médicos a Viedma, la capital de Río Negro, y Patagones y Zatti debía servirse de sus especialidades en el hospital sin despertar rivalidades. Actuó de tal manera que se ganó la estima de todos por su bondad y competencia. En la documentación, encontramos los nombres de los directores Dr. Riccardo Spurr y Dr. Francesco Pietrafraccia; luego Antonio Gumersindo Sussini, Ferdinando Molinari, Pietro Echay, Pasquale Attilio Guidi y Giovanni Cadorna Guidi, que darán testimonio de la santidad de Zatti; y finalmente Harosteguy, Quaranta y Cessi. Hubo sin duda otros, más de pasada, porque, tras un periodo de aprendizaje, los médicos aspiraban a lugares más céntricos y desarrollados. Se reconoce unánimemente que Zatti, como enfermero, era sumiso a las instrucciones y normas de los médicos: gozaba de gran prestigio entre todos por su bondad y no suscitaba quejas por los cuidados que dispensaba a los enfermos de su casa. El Dr. Sussini, que le siguió hasta su muerte, declaró: “Todos los médicos, sin excepción, le mostraban afecto y respeto por sus virtudes personales, su bondad, su misericordia y su fe pura, sincera y desinteresada”[i] .
El Dr. Pasquale Attilio Guidi precisó: “Siempre era correcto, seguía las instrucciones de los médicos. Recuerdo que el Dr. Harosteguy, que era bastante ‘protestón’, nervioso, cuando yo estaba presente durante una operación, a veces culpaba al Sr. Zatti de sus problemas; pero al final de la operación le daba una palmadita y le pedía disculpas. De ese modo entendimos que no había tanto agravio contra Zatti. Zatti era una persona respetada por todos”[ii] . La hija del Dr. Harosteguy y el Dr. Echay confirman el fuerte carácter de Harosteguy y sus arrebatos injustificados contra Zatti, que se lo ganó con su indulgencia. De hecho, fue el propio Dr. Harosteguy quien, cuando cayó enfermo, sólo permitió que Zatti le viera, gustándole y apreciando su presencia y cercanía.
El Dr. Molinari declaró: “El Sr. Zatti respetaba al cuerpo médico y seguía estrictamente sus instrucciones. Pero dado el gran número de pacientes que requerían exclusivamente su intervención, tuvo que actuar muchas veces de forma espontánea, pero siempre basándose en sus grandes conocimientos, su experiencia y según sus propios conocimientos médicos. Nunca se atrevió con una operación difícil. Siempre llamaba al médico. Los médicos sentíamos afecto, respeto y admiración por el Sr. Zatti. Este sentimiento era general […] Yo diría que los pacientes ‘adoraban’ al Sr. Zatti y confiaban ciegamente en él”[iii] .
El Dr. Echay hace esta singular observación: “Con todo el personal del hospital, Zatti era un padre; incluso con nosotros, los médicos más jóvenes, era un buen consejero”[iv] . En cuanto a las visitas que Zatti realizaba a la ciudad, el Dr. Guidi afirma: “Los médicos nunca vieron negativamente esta labor de Zatti, sino como una colaboración. […]. Los pacientes a los que atendía le levantaban un monumento”[v] .
Incluso los extraños siempre vieron estrechas relaciones de colaboración y estima entre Zatti y los médicos, como atestigua el padre López: “El comportamiento del Sr. Zatti hacia los médicos era considerado por éstos como cordial. Todos los médicos con los que hablé eran, sin excepción, sus admiradores”[vi] . Y el propio padre López: “Siempre ha existido fama de la amabilidad de Zatti hacia los médicos, su tolerancia y humanidad frente a la rudeza típica de muchos médicos; en particular, el doctor Harosteguy era un hombre violento y la virtud de Zatti hacia él se deduce porque se convirtió en admirador de Zatti, con matices de veneración”[vii]. Oscar García utiliza una expresión eficaz: “Los médicos colaboraron con el hospital en buena parte porque el Sr. Zatti estaba allí con una caridad que conmovía los corazones”[viii] . Su vida sacudió la indiferencia religiosa de algunos de ellos: “Cuando veo a Zatti mi incredulidad vacila”[ix] . En no pocos casos hubo conversiones y comienzos de vida cristiana.

Zatti y las enfermeras: ¡para nosotros lo fue todo!
El grupo más numeroso al servicio del hospital era el personal femenino. El San José tenía a veces hasta 70 camas. Es natural que se necesitaran enfermeras con formación profesional, ayudantes de cocina, lavanderas y planchadoras, limpiadoras y demás personal. Para las ocupaciones más humildes y corrientes no fue difícil encontrar personal, porque la población tenía muchas personas pobres y un puesto de trabajo en el hospital parecía especialmente deseable y seguro. Más difícil tenía que ser encontrar enfermeras para las que, quizás en todo el país y desde luego en la Patagonia, no había escuelas de formación. Zatti tuvo que ocuparse de sí mismo: elegir, formar, organizar, asistir a las enfermeras, procurarse los medios de trabajo, pensar en una recompensa, hasta tal punto que fue el iniciador en la formación del personal femenino del hospital.
La Providencia trajo al hospital a varias jóvenes buenas pero pobres que, tras ser atendidas y curadas, buscaban un lugar en la vida. Zatti se dio cuenta de su bondad y buena disposición; les mostró con su ejemplo y su palabra lo hermoso que era servir al Señor en sus hermanos enfermos; y entonces les hizo la discreta propuesta de quedarse con él y compartir la misión en el hospital. Las mejores sintieron la grandeza y la alegría de este ideal y se quedaron en San José. Zatti se encargó de prepararlas profesionalmente y -como buen religioso- se ocupó de su formación espiritual. Llegaron así a formar en grupo una especie de congregación sin votos, de almas elegidas que optaron por servir a los pobres. Zatti les daba todo lo que necesitaban para vivir, aunque de ordinario no les pagaba, y pensaba en un buen alojamiento  si querían dejar el servicio hospitalario. No hay que pensar que la situación de entonces requería todas las garantías que exigen hoy los centros hospitalarios. Para aquellas chicas, la solución ofrecida por Zatti desde el punto de vista material era envidiable no menos que desde el punto de vista espiritual. De hecho, eran felices y cuando se cerró el hospital San José, o antes, no fue difícil para ninguna de ellas encontrar un buen alojamiento. Siempre expresaban su gratitud.
El padre Entraigas recuerda 13 nombres del personal femenino que trabajó en el hospital en diferentes épocas. Entre los documentos se encuentran los informes de las enfermeras: Noelia Morero, Teodolinda Acosta, Felisa Botte, Andrea Rafaela Morales, Maria Danielis. Noelia Morero cuenta su historia, que fue idéntica a la de varias otras enfermeras. Llegó enferma al San José: “Aquí estuve enferma y luego empecé a trabajar hasta fines de 1944, cuando me trasladé al Hospital Regional Nacional de Viedma, que se inauguró en 1945 […]. Zatti era muy querido y respetado por todo el personal y los pacientes; era el ‘paño de lágrimas’ de todos. No recuerdo quejas de ningún tipo contra él. Cuando Zatti entraba en las habitaciones, parecía como si entrara ‘¡Dios en persona!’ No sabría cómo decirlo. Para nosotros lo era todo. No experimenté ninguna dificultad particular; como enferma, nunca me faltó nada: ni comida, ni medicinas, ni ropa. El Sr. Zatti se preocupaba especialmente de la formación moral del personal. Recuerdo que nos hacía aprender con lecciones prácticas, acompañándole cuando visitaba a los enfermos, y después de una o dos veces nos hizo hacerlo especialmente con los casos más graves”[x]

Película vista antes de la conferencia



Vídeo de la conferencia: Zatti el Buen Samaritano, para los enfermos, médicos y enfermeros
Conferencia pronunciada por el P. Pierluigi CAMERONI, Postulador General de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco en Valdocco, el 15.11.2023.




[i] Testimonio del Dr. Antonio Gumersindo Sussini. Positio – Summarium, p. 139 , § 561.

[ii] Testimonio de Attilio Guidi, farmacéutico. Conoció a Zatti de 1926 a 1951. Positio – Summarium, p. 99, § 386.

[iii] Testimonio del Dr. Ferdinando Molinari. Conoció a Zatti desde 1942 hasta 1951. Fue médico en el Hospital San José y le trató durante su última enfermedad. Pronunció el discurso oficial en la inauguración del monumento a Zatti. Positio – Summarium, p. 147, § 600.

[iv] Testimonio del Dr. Pedro Echay. Positio – Informatio, p. 108.

[v] Testimonio de Attilio Guidi. Positio – Summarium, p. 100, § 391.

[vi] Testimonio del Padre Feliciano López. Positio – Summarium, p. 171, § 694.

[vii] Ibid, p. 166, § 676.

[viii] Testimonio de Oscar García, empleado de la policía. Conoció a Zatti en 1925, pero trató con él principalmente después de 1935, tanto como dirigente de los ex combatientes como miembro del Círculo de Trabajadores. Positio – Summarium, p. 111, § 440.

[ix] Testimonio del Padre Feliciano López. Positio – Summarium, p. 181, § 737.

[x] Testimonio de Noelia Morero, enfermera. Positio – Informatio, p. 112.




Almas y caballos de fuerza

Don Bosco escribía por la noche a la luz de la vela, después de un día dedicado a oraciones, charlas, reuniones, estudio, visitas de cortesía. Siempre práctico, tenaz, con una prodigiosa visión de futuro.

“Da mihi animas, cetera tolle” es el lema que inspiró toda la vida y la acción de Don Bosco, desde el Oratorio ambulante de Turín (1844) hasta sus últimas iniciativas en su lecho de muerte (enero de 1888) para que los salesianos fueran a Inglaterra y Ecuador. Pero para él las almas no estaban separadas de los cuerpos, hasta el punto de que desde los años 50 se propuso consagrar su vida para que los jóvenes fueran “felices en la tierra como en el cielo”. Felicidad que, en la tierra, para sus jóvenes “pobres y abandonados” consistía en tener un techo, una familia, una escuela, un patio de recreo, amistades y actividades agradables (juegos, música, teatro, salidas…) y sobre todo una profesión que les garantizara un futuro sereno.
Esto explica los talleres de “artes y oficios” de Valdocco – as futuras escuelas profesionales – que Don Bosco creó de la nada: una auténtica startup, por decirlo en términos actuales. Al principio se había propuesto como primer instructor de sastrería, encuadernación, zapatería… pero el progreso no se detuvo y Don Bosco quiso estar a la vanguardia.

La disponibilidad de la fuerza motriz
A partir de 1868, por iniciativa del alcalde de Turín, Giovanni Filippo Galvagno, parte de las aguas del arroyo Ceronda, que nacía a 1.350 m de altitud, fueron canalizadas por el Canal de Ceronda para distribuirlas a las distintas industrias que estaban surgiendo en la zona norte de la capital piamontesa, la de Valdocco para ser más exactos. El canal se dividió entonces en dos ramales a la altura del barrio de Lucento, el de la derecha, terminado en 1873, tras cruzar la Dora Riparia con un puente canal, continuó su recorrido paralelo a lo que hoy es Corso Regina Margherita y Via San Donato para desembocar después en el Po. Don Bosco, siempre atento a lo que ocurría en la ciudad, solicitó inmediatamente al Ayuntamiento “la concesión de al menos 20 caballos de fuerza hidráulica” del canal que pasaría junto a Valdocco. Una vez concedida la petición, hizo construir a sus expensas las dos calas, dispuso las máquinas en los talleres para que pudieran recibir fácilmente la fuerza motriz e hizo que un ingeniero estudiara los motores necesarios para ello. Cuando todo estuvo listo, el 4 de julio de 1874 solicitó a las autoridades proceder a la conexión a sus expensas. Durante varios meses no recibió respuesta, así que el 7 de noviembre renovó su petición. La respuesta esta vez llegó con bastante rapidez. Parecía positiva, pero antes pidió algunas aclaraciones. Don Bosco contestó en los siguientes términos

“Muy Ilustre Señor Alcalde,
Me apresuro a transmitir a Su Ilustrísimo Señor Alcalde, las aclaraciones que tuve a bien solicitarle en su carta del 19 de este mes, y tengo el honor de notificarle que las industrias a las que se aplicará la fuerza motriz del agua de Ceronda son:
1° Imprenta para la que se emplearán no menos de 100 obreros.
2° Fábrica de pasta de papel con no menos de 26 trabajadores.
3° Fundición tipográfica, extortil, calcografía con trabajadores no menos de 30.
4° Taller de hierro con no menos de 30 trabajadores.
5° Carpinteros, ebanistas, torneros con sierra hidráulica: trabajadores no menos de 40.
Total de trabajadores más de 220”.

Este número incluía instructores y jóvenes estudiantes. Dada la situación, además de estar sometidos a un esfuerzo físico innecesario, no habrían podido resistir la competencia. De hecho, Don Bosco añadía: “Estos trabajos se realizan ahora gracias a una máquina de vapor para la imprenta, pero para los demás talleres se hacen a fuerza de brazos, de tal manera que no podrían resistir la competencia de los que utilizan la fuerza del agua”.
Y para evitar posibles retrasos y temores por parte de las autoridades públicas, ofreció inmediatamente una fianza: “No nos oponemos a depositar una letra de la deuda pública como garantía, tan pronto como pueda saberse cuál debe ser”.

Siempre pensó a lo grande… pero se contentó con lo posible
Tuvo que pensar en el futuro, en nuevos laboratorios, nuevas máquinas y así la demanda de electricidad aumentaría necesariamente. Don Bosco planteó entonces la demanda y así adujo los motivos existenciales y coyunturales:
“Pero si bien acepto la potencia teórica de diez caballos, me veo en la necesidad de observar que esta potencia es totalmente insuficiente para mi necesidad, ya que el proyecto de ejecución, que se está llevando a cabo, se basaba en la potencia de 30 […] como tuve el honor de exponer en mi carta del pasado mes de noviembre. Por esta razón, le ruego que tenga en cuenta las obras ya iniciadas, la naturaleza de este instituto, que vive únicamente de la caridad, el número de trabajadores implicados, el hecho de que hayamos sido de los primeros en inscribirnos y que, por lo tanto, esté dispuesto a concedernos, si no la fuerza de 30 caballos prometida, al menos la mayor cantidad de fuerza de la que aún disponía…”.
“Palabra de sabio”, podría decirse.

Un empresario con éxito
No hemos recibido la cantidad de agua concedida al Oratorio en aquella ocasión. El hecho es que Don Bosco demuestra una vez más esas cualidades de empresario capaz que todo el mundo reconocía entonces y sigue reconociendo hoy en él: una historia de integridad moral, la mezcla adecuada de humildad y confianza en sí mismo, determinación y coraje, capacidad de comunicación y olfato para el futuro. Obviamente, como combustible de todas sus ambiciones y aspiraciones había una única pasión: la de las almas. Tuvo muchos colaboradores, pero de alguna manera todo recayó sobre sus hombros. Prueba tangible de ello son los miles de cartas, de las que aquí publicamos una inédita, corregida y rectificada varias veces: cartas que solía escribir al atardecer o por la noche a la luz de la vela, tras una jornada dedicada a oraciones, charlas, reuniones, estudio, visitas de cortesía. Si de día bosquejaba su proyecto, de noche era capaz de soñar sus desarrollos. Y éstos llegarían en las décadas siguientes, con los cientos de escuelas profesionales salesianas diseminadas por todo el mundo, con decenas de miles de chicos (y luego chicas) que encontrarían en ellas un trampolín hacia un futuro lleno de esperanza.




La lira italiana de 1861 a 2001 y 2022. La moneda en tiempos de Don Bosco

La Lira italiana, con sus subdivisiones en 100 céntimos, fue la moneda oficial de Italia desde 1861 hasta 2002, cuando fue sustituida definitivamente por la moneda europea, el Euro. Fue la moneda en tiempos de Don Bosco y en la historia temprana de la Congregación Salesiana.



La Lira italiana (abreviada como £ o Lit.) fue acuñada por primera vez por la República de Venecia en 1472. En 1806, fue adoptada por el reino napoleónico de Italia, también conocido como Reino Itálico, fundado en 1805 por Napoleón Bonaparte, cuando se hizo coronar como gobernante del norte y centro-este de lo que hoy es Italia. Diez años más tarde, en 1814, tras la disolución del Estado napoleónico, la moneda del Reino sólo se mantuvo en el Ducado de Parma y en el Reino de Cerdeña. Después de otros dos años, en 1816, el rey Víctor Manuel I de Saboya introdujo la Lira saboyana, que permaneció en circulación hasta el nacimiento del Reino de Italia en 1861, cuando se convirtió en la Lira italiana. Esta moneda permaneció en circulación hasta 2002, cuando fue sustituida definitivamente por el Euro.

Cuando uno sigue la historia de Don Bosco y de la Congregación Salesiana, siempre se encuentra con la dificultad de cuantificar correctamente los esfuerzos financieros que se realizaron para mantener y educar a miles, de hecho, decenas de miles de chicos, ya que la moneda italiana ha sufrido grandes variaciones a lo largo de los años. La dificultad aumentó aún más con la adopción de la moneda europea, cuando en 2002 el tipo de cambio se fijó en 1936,27 Liras italianas por un Euro. Y ha habido más variaciones significativas debido a la inflación.
A continuación, le proponemos una tabla de cálculo de la revalorización de la Lira desde 1861 hasta 2002 con posibilidad de actualización hasta 2022.


 

Lira italiana –> Euro

=
liras del año euros del año 2001

=
liras del año euros del año 2022 (+ 38.7%)

Euro –> Lira italiana

=
euros del año 2001 liras del año

=
euros del año 2022 (+ 38.7%) liras del año



Los cálculos se han realizado a partir de los coeficientes de revalorización proporcionados por el Instituto Central de Estadística (ISTAT) y se han determinado según la evolución de los índices del costo de vida, que desde 1968 toman el nombre de índices de precios al consumo para las familias de trabajadores y empleados. Para el periodo posterior al año 2002, se añadió el índice de inflación, que asciende al 38,70% en 2022 en comparación con el momento del lanzamiento de la moneda única (Euro), según los datos facilitados por el propio ISTAT (1 Euro en 2002 = 1,39 Euros en 2022).