Misionero en la Patagonia

La Patagonia, región meridional de Sudamérica, dividida entre Argentina y Chile, es un territorio presente en los primeros sueños misioneros de Don Bosco. Este “sueño” también se ha realizado en una misión que da sus frutos aún hoy.

            El nombre proviene de los nativos de aquellas tierras, patagones, término utilizado por Fernando de Magallanes, nativos que hoy se identifican como las tribus Tehuelche y aonikenk. Estos nativos fueron soñados por Don Bosco en 1872, como cuenta Don Lemoyne en sus Memorias Biográficas (MB X,54-55).

            “Me parecía encontrarme en una región salvaje y totalmente desconocida. Era una llanura inmensa, toda sin cultivar, en la que no se veían ni colinas ni montañas. En sus extremos, sin embargo, se alzaban ásperas montañas. Vi multitudes de hombres caminando por ella. Estaban casi desnudos, eran de una altura y estatura extraordinarias, de aspecto feroz, con el pelo desgreñado y largo, de color bronceado y negruzco, y sólo vestían con amplias capas de pieles de animales, que les llegaban hasta los hombros. Tenían por armas una especie de lanza larga y la honda (el lazo).
Estas muchedumbres de hombres, dispersas aquí y allá, ofrecían al espectador diferentes escenas: unos corrían de un lado a otro cazando bestias; aquellos iban de un lado a otro, llevando trozos de carne ensangrentada clavados en las puntas de sus lanzas. Por un lado, unos luchaban entre sí; otros se enzarzaban a golpes con soldados vestidos a la europea, y el suelo estaba sembrado de cadáveres. Yo temblaba ante aquel espectáculo, y al fondo de la llanura aparecieron muchas figuras que, por su vestimenta y maneras, supe que eran misioneros de diversas órdenes. Se acercaban a predicar la religión de Jesucristo a aquellos bárbaros. Yo los miraba bien, pero no conocía a ninguno de ellos. Se metieron en medio de aquellos salvajes; pero los bárbaros, en cuanto los vieron, con una furia diabólica, con una alegría infernal, se les echaron encima, y todos ellos los mataron, con feroz tormento los descuartizaron, los despedazaron y clavaron los pedazos de aquella carne en la punta de sus largas picas. Luego repetían de vez en cuando las escenas de anteriores escaramuzas entre ellos y con los pueblos vecinos.
            Después de haber estado observando a aquellas horribles gentes en el matadero, me dije: – ¿Cómo podremos convertir a gente tan brutal? – Mientras tanto, vi a lo lejos un grupo de otros misioneros que se acercaban a los salvajes con caras alegres, precedidos por una hueste de jóvenes.
Temblé, pensando: – Vienen para matarlos. – Y me acerqué a ellos: eran clérigos y sacerdotes. Los miré atentamente y los reconocí como nuestros salesianos. Conocía a los primeros, y aunque no pude conocer personalmente a muchos otros que siguieron a los primeros, me di cuenta de que también ellos eran misioneros salesianos, de los nuestros.
– ¿Cómo es esto? – exclamaba. No quería dejarles continuar y estaba allí para impedírselo. Esperaba que en cualquier momento corrieran la misma suerte que los antiguos Misioneros. Quería hacerles retroceder, cuando vi que su aparición hizo regocijarse a todas aquellas turbas bárbaras, que bajaron sus armas, depusieron su ferocidad y acogieron a nuestros Misioneros con todas las muestras de cortesía. Asombrado por ello, me dije: ‘¡Veamos cómo acaba esto! – Y vi que nuestros Misioneros avanzaban hacia aquellas hordas de salvajes; los instruían y ellos escuchaban de buen grado su voz; enseñaban y ellos aprendían con esmero; amonestaban, y ellos aceptaban y ponían en práctica sus amonestaciones.
Me quedé observando, y noté que los Misioneros rezaban el santo Rosario, mientras los salvajes, corriendo de todas partes, hacían ala a su paso, y con buen acuerdo respondían a aquella oración.
            Al cabo de un rato, los Salesianos fueron a colocarse en el centro de aquella muchedumbre que los rodeaba, y se arrodillaron. Los salvajes, habiendo puesto sus armas en el suelo a los pies de los Misioneros, doblaron también las rodillas.
            Y he aquí que uno de los Salesianos entonó: Alabad a María, oh lenguas fieles, y aquella multitud, toda a una voz, continuó el canto de dicha alabanza, tan al unísono y con tal fuerza de voz, que yo, casi asustado, me desperté.
            Tuve este sueño hace cuatro o cinco años y causó una gran impresión en mi alma, creyendo que era una advertencia celestial. Sin embargo, no comprendí realmente su significado particular. Comprendí, sin embargo, que se refería a las misiones extranjeras, que antes habían sido mi más ferviente deseo
”.

El sueño, pues, ocurrió hacia 1872. Al principio Don Bosco pensó que eran los pueblos de Etiopía, luego pensó en los alrededores de Hong Kong, después en los pueblos de Australia y de las Indias; y sólo en 1874, cuando recibió, como veremos, las invitaciones más apremiantes para enviar a los Salesianos a Argentina, supo claramente que los salvajes que había visto en su sueño eran los nativos de esa inmensa región, entonces casi desconocida, que era la Patagonia.

            La misión, que comenzó hace casi 150 años, continúa hoy.
            Un salesiano, el padre Ding, sintió la llamada misionera al cumplir 50 años. Es una llamada dentro de otra llamada: dentro de la vocación de seguir a Dios como consagrado en la Congregación Salesiana, alguien siente la llamada a dar un paso más, a dejarlo todo y partir para llevar el Evangelio a nuevos lugares, la “missio ad gentes” para toda la vida. Tras finalizar su encargo como delegado inspectorial de Misiones en sus últimos años en Filipinas, se puso a disposición para formar parte de la 152ª expedición misionera, y en 2021, fue destinado a la Patagonia, en la Inspectoría Argentina-Sur (ARS).
            Tras un curso para nuevos misioneros salesianos, que se acortó debido al COVID, y la entrega de la cruz misionera el 21 de noviembre de 2021, el primer compromiso fue estudiar español, junto a su compañero el padre Barnabé, de Benín, en Salamanca, España. Pero una vez que llegaron a Argentina, el padre Ding se dio cuenta de que no entendía tanto por la velocidad del habla y las diferencias de acento. Siguió inculturándose en Buenos Aires, tras lo cual llegó a su destino, la Patagonia, tierra de los primeros misioneros salesianos. La acogida y la amabilidad de la gente de Buenos Aires le hicieron sentirse como en casa y le ayudaron a superar los “choques” culturales.

Nos cuenta:
¿Cómo llegas a confirmarte en tu vocación misionera? En la vida cotidiana, a través de las actividades diarias en la escuela, en la parroquia y en el oratorio. El espíritu de Don Bosco está vivo en el país que acogió a los primeros misioneros salesianos, precisamente en La Boca, donde comenzó la primera obra parroquial salesiana. Uno de los secretos que permite que esta vitalidad continúe hoy es el compromiso de los laicos corresponsables, que se ponen a disposición con fidelidad y creatividad, trabajando codo a codo con los salesianos. Un verdadero ejemplo de espíritu de familia y de entrega a la misión, que realiza prácticamente las reflexiones del Capítulo General 24 sobre la colaboración entre salesianos y laicos.
            Otro aspecto que llama la atención es el incansable trabajo en favor de los pobres y marginados. En La Boca se prepara un almuerzo dominical para los pobres de la ciudad, y se puede ver al personal de la escuela, a los feligreses y a los miembros de la Familia Salesiana cocinando y ayudando a los necesitados, todos juntos, empezando por el director de la comunidad y el director de la escuela. El oratorio es muy activo, con animadores fervorosos y el grupo de «exploradores”, similares a los scouts que siguen los valores del Evangelio y de Don Bosco.

            A pesar del reto de la barrera lingüística, el padre Ding nos dice: Lo que he aprendido aquí es que se comprende a todos y a todo, sólo si te entregas de todo corazón a la misión que se te ha confiado, a las personas con las que y para las que vives.
            En los próximos meses, Villa Regina (Río Negro) será su nuevo hogar, en la Patagonia. Le deseamos una santa misión.

Marco Fulgaro




La presencia Salesiana en el Caribe

Bajo el sol del Caribe, en pueblos llenos de vida y alegría, Don Bosco sigue siendo una respuesta significativa para los jóvenes de estas tierras.

Ya desde hace más de cien años la presencia salesiana ha encontrado un ambiente y un clima muy fecundo en algunos países del Caribe, hoy como ayer confirman su significatividad en la presencia de sus jóvenes, en su pueblo alegre, cariñoso y sencillo, en su sensibilidad religiosa y en su capacidad de acogida: Cuba, Haití, República Dominicana y Puerto Rico han ofrecido y siguen ofreciendo un escenario propicio para la misión salesiana y una tierra fértil para el carisma de Don Bosco.

Los salesianos que están organizados en dos inspectorías, Antillas y Haití, junto a otros muchos miembros de la familia salesiana hacen concreta hoy esta presencia. Ellos son fruto de la generosidad y pasión de grandes misioneros, con buena voluntad, grandes sueños, confianza en la Providencia y compromiso por la educación y evangelización de los jóvenes; así se consolido la presencia de Don Bosco. También hubo acontecimientos históricos naturales o sociales que motivaron la toma de decisiones hasta su actual conformación.

Un poco de historia

Aunque la primera solicitud para que hubiera salesianos en el territorio antillano fue en 1896, el primer país que recibió la presencia salesiana fue Cuba, en el 1916; después le siguió República Dominicana en 1933, luego Haití en 1936 y por último Puerto Rico en 1947.

El 24 de junio de 1915, la srta. Dolores Betancourt, oriunda de Camagüey, había firmado en Turín un acuerdo privado con don Pablo Albera referente a una fundación en su ciudad de origen. Los primeros salesianos llegaron a Cuba el 4 de abril de 1917 para abrir una obra en Camagüey.

El padre José Calasanz (1872-1936) de origen en Azanuy, España, salesiano desde 1890 fue enviado como misionero a promover las fundaciones de Cuba, Perú y Bolivia. En 1917 entraron los primeros salesianos a Cuba, junto con el sacerdote don Esteban Capra y dos coadjutores (señores Ullivarri y Celaya). En 1917 les confían a los salesianos el templo dedicado a Nuestra Señora de la Caridad en un predio rural de Camagüey, para desde ahí coordinar la primera escuela de artes y oficios.

Haití, Cap-Haïtien

Las comunidades salesianas empezaron su crecimiento y consolidación en Cuba, compartiendo pertenecía canónica primero con la Inspectoría salesiana “Tarraconense” de España. A partir de 1924, pasa a la Inspectoría de México y tres años más tarde, debido a la persecución religiosa vivida en México, se trasladó́ la sede de la Inspectoría a La Habana, Cuba.

El padre Pittini desempeña las funciones de Provincial en la parte este de los Estados Unidos y allí recibe instrucciones del Superior General, don Pedro Ricaldone, de trasladarse a Santo Domingo, para examinar la posibilidad de que la congregación pueda establecerse en República Dominicana.

El 16 de agosto de 1933, el padre Pittini llega al puerto de San Pedro de Macorís. En febrero de 1934, el Pittini asume como superior de los recién llegados salesianos República Dominicana; el supervisaba los trabajos de la escuela en construcción y se familiarizaba con los dominicanos. El 11 de octubre de 1935, el Papa Pío XI, lo designó arzobispo de Santo Domingo.

Haití, Pétion-Ville

La llegada de los salesianos en Haití se dio en 1936. El Rector Mayor delegó en don Pedro Gimbert, ex-inspector de Lyon, para que implantase el carisma salesiano en Haití. Llegó el 27 de mayo de 1936, en compañía de un coadjutor salesiano, el sr. Adriano Massa. Después llegaron otros hermanos para completar la comunidad.

Desde su fundación, Haití formó parte sucesivamente de la Inspectoría Salesiana México-Antillas con sede en La Habana; más tarde formó parte de la Inspectoría de las Antillas –juntamente con Cuba, República Dominicana y Puerto Rico – con sede en Santo Domingo.

Haití, Gressier

La fundación en Puerto Rico se hizo realidad el 24 de abril de 1947 cuando llegó el padre Pedro M. Savani, ex-inspector de México-Antillas, para asumir la Parroquia de San Juan Bosco en Santurce, en la Calle Lutz. Desde aquí se comenzó a atender un Oratorio en los terrenos actuales de Cantera, donde ya en 1949 se inició la construcción de la capilla que daría posteriormente lugar a la imponente Iglesia-Santuario de María Auxiliadora.

La erección canónica de la Inspectoría de las Antillas se realiza el 15 de septiembre de 1953 durante el rectorado de don Renato Ziggiotti, bajo el patrocinio de San Juan Bosco, con sede en La Víbora (La Habana, Cuba). Posteriormente fue trasladada a Compostela (La Habana Vieja). Después de la Revolución Cubana la sede inspectorial fue transferida a Santo Domingo, República Dominicana, al “Colegio Don Bosco”, donde permaneció́ hasta 1993, cuando fue traslada a la sede actual ubicada en la calle 30 de marzo #52 en la ciudad de Santo Domingo.

A partir de enero de 1992, Haití es una Visitaduría, con sede en Port-au-Prince.

Don Bosco en el Caribe, hoy
La Inspectoría Salesiana de las Antillas está constituida por tres países en la región del Caribe: Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Haití forma una Visitaduría aparte. En total en los cuatro países hay 169 Salesianos de Don Bosco: 15 en Cuba, 74 en Haití, 67 en República Dominicana y 13 en Puerto Rico.

Las obras que animan las dos inspectorías en 32 comunidades son: 41 centros educativos (de esos al menos 20 son centros de capacitación técnica), 33 oratorios, 23 obras sociales, 8 casas de retiros – encuentros, 1 centro de formación medioambiental, 3 casas de formación, 4 centros de comunicación social – estudios de grabación, 2 estaciones de radio y 18 parroquias con 80 capillas y 44 casas de misión.

La Familia Salesiana en el Caribe tiene una gran vitalidad y está compuesta por varios grupos: Salesianos de Don Bosco, Hijas de María Auxiliadora, Salesianos Cooperadores, Asociación de Devotos de María Auxiliadora, Exalumnos (SDB-FMA), Hijas de los Sagrados Corazones, Voluntarias de Don Bosco, Damas Salesianas y Misioneras Parroquiales de María Auxiliadora (esta última, una Pia Unión, aprobado por el Arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Octavio A. Beras, fundadas por el padre Andrés Nemeth, sdb, el 16 de junio 1961; aunque no forme parte de la Familia Salesiana, por su proximidad, asiste a sus encuentros). Las relaciones son cordiales, se comparten algunos proyectos pastorales y se reúnen con frecuencia.

En medio de un clima social y político muy particular, los cuatro países están sufriendo una migración masiva de sus jóvenes y de familias enteras, motivados por el hambre, la falta de alimentos, la falta de empleo, la violencia, la búsqueda de oportunidades mejor remuneradas. En estas circunstancias la presencia salesiana sigue muy comprometida en los procesos de educación, formación al trabajo, a la ciudadanía y la vida de fe, existe un serio compromiso en la defensa a los derechos de educación, alimentación y vida de digna de sus niños, adolescentes y jóvenes, se acompaña y anima desde los patios el juego y encuentro que permite hacer amigos. La música y la danza son expresiones naturales que descubren en los oratorios salesianos el estímulo y espacio para sus mejores expresiones. Sus patios son siempre lugares de encuentro y refugio incluso ante los eventos naturales que han sufrido.

Esta presencia hoy es profética al compartir con la gente las realidades sociales que cada país está viviendo, decidiendo permanecer junto a los más necesitados, animando la fe de todos los días, una amistad sencilla que habla de Dios, llena de esperanza y consuelo, con gestos fraternos de solidaridad y amor a los más vulnerables, en especial a sus niños y jóvenes.

Santo Domingo, La Plaza

don Hugo OROZCO SÁNCHEZ, sdb
Consejero Regional para Interamérica




María Auxiliadora en la ciudad del calor eterno

Una vez más he podido comprobar por mí mismo, viajando por el mundo salesiano, que María Auxiliadora – como prometió Don Bosco – es un faro de luz, un puerto seguro, el amor maternal de su hijo y de todos nosotros”.

Queridos amigos de Don Bosco, del Boletín Salesiano y de su precioso carisma, como hago a menudo quiero compartir con vosotros, en este mes de mayo, un acontecimiento que viví recientemente y que me tocó el corazón y, al mismo tiempo, me hizo reflexionar mucho sobre la responsabilidad que tenemos hacia la devoción a María Auxiliadora.
El día que Juan Bosco ingresó en el seminario, Mamá Margarita le dijo: “Cuando viniste al mundo, te consagré a la Santísima Virgen: cuando comenzaste tus estudios te recomendé la devoción a esta Madre nuestra: ahora te recomiendo que seas todo suyo: ama a los compañeros devotos de María; y si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María”. Al terminar estas palabras mi madre se conmovió: yo lloraba: “Madre, le respondí, te doy las gracias por todo lo que has dicho y hecho por mí; estas palabras tuyas no serán dichas en vano y las tendré como un tesoro durante toda mi vida”.
Como recuerdan a menudo nuestras Memorias, Don Bosco se arrojó en los brazos de la divina Providencia, como un niño en los de su madre.

Una ciudad salesiana

A finales de marzo, cuando viajé de nuevo a Perú – a América Latina – quise ir al noroeste del país y visitar una ciudad y una presencia salesiana muy significativa. Por varias razones.
En primer lugar, porque Piura es llamada por los propios lugareños “la ciudad del calor eterno” o incluso “la ciudad donde el verano nunca termina”, ciertamente allí hace mucho calor y la humedad la hace aún más calurosa.
Pero al mismo tiempo es una ciudad muy salesiana. Más de un siglo de presencia aquí ha marcado el espíritu de la gente con un estilo educativo y relacional muy familiar, muy sencillo, en definitiva, muy salesiano.
Sobre todo, es una ciudad muy mariana, y en la órbita de las dos presencias salesianas es muy devota de María Auxiliadora.

Por último, me gustaría destacar el magnífico servicio educativo que se ha prestado desde el inicio de la presencia con el colegio Don Bosco y sobre todo, en las últimas décadas, con la presencia salesiana en Bosconia, una humilde y hermosa presencia en uno de los barrios más conflictivos, más periféricos y más pobres, y donde, gracias al compromiso de tantas personas (tanto de la sociedad civil como de la Iglesia) y sobre todo gracias al carisma de Don Bosco, esta parte de la ciudad sigue transformándose, dando oportunidades de formación profesional a cientos de chicos y chicas que, donde no habrían tenido ninguna oportunidad, hoy salen de esta casa salesiana con una profesión aprendida, practicada y capacitados para el mundo laboral.
En Bosconia existe incluso un magnífico centro médico salesiano dirigido por una rama de nuestra familia, las Hermanas Salesianas.
Creo que he descrito rápidamente lo que encontré en la “ciudad del calor eterno”. Todo es digno de mención, pero me conmovió especialmente la profunda devoción a María Auxiliadora. Casi inesperadamente -porque sólo un par de semanas antes había anunciado que me gustaría venir- me encontré a las 6 de la tarde de un día laborable normal en medio de una multitud de más de tres mil personas que se habían reunido para celebrar la Eucaristía en honor de nuestra Madre Auxiliadora.

Vi cientos de niños y jóvenes con sus padres, docenas y docenas de niños, niñas y adolescentes de los diversos oratorios salesianos locales, profesores, educadores, etc.
El “calor eterno de la ciudad” parecía poca cosa comparado con la fe, la devoción, la interioridad y la oración, el canto y todo lo demás que imaginé que llenaba los corazones de aquellas personas, igual que llenaba el mío.
Una vez más pude comprobar por mí mismo viajando por el mundo salesiano, que María Auxiliadora -como prometió Don Bosco- es un faro de luz, un refugio seguro, el amor maternal de su hijo y de todos nosotros, sus hijos e hijas. Ella es, en definitiva, la MADRE en la que nos abandonamos y que siempre nos conducirá a su amado Hijo. También vi esto en Piura.

La Virgen en el balcón
Y al mismo tiempo quisiera añadir otro pequeño comentario con una autocrítica necesaria para todos los que somos hijos e hijas de Don Bosco. Todo se reduce a esto: el espíritu de Dios llega donde quiere y toca los corazones de sus fieles de una manera que sólo Él sabe cómo hacerlo. Este es el caso de la devoción a la Madre del Hijo de Dios, y mi nota crítica es que no en todas las partes del mundo se ha dado a conocer a la Madre del Cielo, nuestra Madre Auxiliadora, de la misma manera, con la misma intensidad, con la misma pasión apostólica. Hay lugares en los que hemos desarrollado escuelas, en los que hemos dado pasos, en los que ciertamente hemos servido al bien de la gente, pero no hemos conseguido darla a conocer y hacerla amar.
Esto sería incomprensible para Don Bosco. Le diré que para mí es igualmente incomprensible e inaceptable. Porque, además, si en la familia de Don Bosco hubiera personas que no se refirieran a María Auxiliadora, serían otra cosa, pero no serían hijos e hijas de Don Bosco. Ella, la Madre, y la devoción a María Auxiliadora como Madre del Señor y madre nuestra no es opcional en el carisma salesiano, como no lo era para Don Bosco. Es, sencillamente, esencial. “María Santísima es la fundadora y será el sostén de nuestras obras”, solía repetir continuamente Don Bosco, “Ella será generosa con nosotros en dones temporales y espirituales, será nuestra guía, nuestra maestra, nuestra madre. Todos los bienes del Señor nos llegan a través de María”.
En uno de sus sueños, Don Bosco vio a una Señora muy noble vestida regiamente, que salía de su balcón gritando: “Hijos míos, venid, cobijaos bajo mi manto”.
Es mi ferviente deseo que Ella, la Madre del Hijo amado, Ella, la Auxiliadora de los Cristianos, siga siendo tan especial en todas partes del mundo como lo es en la “ciudad del calor eterno” (Piura-Perú).
Feliz Fiesta de María Auxiliadora a todos en todo el mundo.




Don Bosco en Uruguay. El sueño misionero se ha hecho realidad

La misión salesiana en Uruguay compartida por un vietnamita, el Padre Domenico Tran Duc Thanh: el amor cristiano a través de la vida vivida con la gente del lugar.

Los Salesianos fueron fundados oficialmente como Congregación en 1859, pero el sueño se venía gestando desde hacía mucho tiempo. Ya al principio de su labor, Don Bosco se dio cuenta que la obra tenía que ser compartida, como había intuido en muchos de sus sueños. Así que involucró a personas de todas las clases sociales para que colaboraran de diversas maneras en la misión juvenil que Dios le había encomendado. En 1875, con el inicio de las misiones, comenzó una etapa importante en la historia de la Congregación. El primer destino sería Argentina.

El 13 de diciembre de 1875, la primera expedición misionera salesiana, dirigida por el P. Juan Cagliero, con destino a Buenos Aires, pasó por Montevideo. Uruguay se convertía así en el tercer país fuera de Italia al que llegaban los Salesianos de Don Bosco. Los Salesianos se instalaron en el barrio de Villa Colón, en medio de enormes dificultades, comenzando su labor en el ColegioPío, inaugurado el 2 de febrero de 1877. Ese mismo año, llegaron a Uruguay las Hijas de María Auxiliadora, que también se instalaron en este barrio: de este modo, Villa Colón se convirtió en la cuna desde la que el carisma se extendió no sólo en Uruguay, sino también a Brasil, Paraguay y otras tierras del continente latinoamericano.

Con el tiempo, esa presencia salesiana se transformó en Inspectoría y hoy cuenta con diversas obras salesianas en distintos puntos del país: escuelas, servicios sociales, parroquias, basílicas, santuarios, capillas rurales y urbanas, centros de salud, residencias estudiantiles y universitarias, Movimiento Juvenil Salesiano y más. Es una pluralidad que muestra la respuesta a las necesidades del territorio y la flexibilidad de los Salesianos para adaptarse a la situación local. Visitando a la gente del barrio, tratando de comprender lo que vive la gente a través del diálogo y la vida cotidiana, se lleva a cabo la adaptación a las nuevas situaciones para responder mejor a la misión encomendada. Este salir al encuentro de los jóvenes, especialmente de los más necesitados, hace felices a los Salesianos, permitiéndoles seguir descubriendo día a día la belleza de la vocación salesiana.
El trabajo en estas obras ha sido compartido con los fieles laicos, y habiendo cuidado su formación, hoy encontramos a un buen número de ellos trabajando en estas actividades, compartiendo su vida con los Salesianos y fortaleciendo su misión. La apertura a los demás también ha permitido acoger aquí a Salesianos que no son originarios del país. Es el caso del P. Dominic, que desarrolla allí su misión salesiana.

La respuesta a la vocación misionera ha dejado una fuerte huella en su vida. Nos cuenta que se encontró casi de repente en un país desconocido, con una lengua y una cultura diferentes, teniendo que separarse de todas las personas que conocía, que han quedado lejos. Tuvo que empezar de cero, con otra disposición, con una sensibilidad nueva. Si antes pensaba que ser misionero era llevar a Jesús a otro lugar, al llegar a Uruguay descubrió que Jesús ya estaba allí, esperándole en otras personas. “Aquí en Uruguay, a través de los demás, pude encontrarme con un Jesús totalmente diferente: más cercano, más humano, más sencillo”.

Lo que no echó de menos fue la presencia maternal de María, que le acompaña en el día a día de la vida misionera y le da una fuerza profunda, que le impulsa a amar a Cristo en los demás. “Cuando era niño, mi abuela me llevaba todos los días a una iglesia para rezar el rosario. Desde aquellos días a sus pies hasta hoy, sigo sintiéndome protegido bajo el manto de María”. El culto mariano da frutos; el amor se paga con amor.

Nos confiesa que: “En Uruguay soy un joven que no tiene nada; sólo tengo fe, la fe de saber que Cristo y María están siempre presentes en mi vida; la esperanza de una Iglesia cada vez más cercana, llena de santidad y alegría”. Pero es quizá esta pobreza la que le ayuda a preparar su corazón para seguir a Cristo, a educar su corazón para estar con los hermanos y hermanas que encuentra en el camino. Esto lo lleva a ver a la Iglesia como un lugar de encuentro gozoso, una celebración que manifiesta la fe del otro, un encuentro que implica unidad y santidad.
Y esto le lleva también a darse cuenta de que su lugar está allí donde está, en su comunidad con sus hermanos, con la gente del barrio, con los animadores, con los niños, con los laicos, con los educadores.
Así es como se manifiesta la belleza de la vocación misionera: dejando actuar a la Providencia, mediante la humildad y la docilidad al Espíritu Santo, se transforma lo ordinario en extraordinario.

Artículo editado por
Marco Fulgaro

Don Bosco en Uruguay. El sueño misionero se ha hecho realidad. Galería de fotos

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Don Bosco en Uruguay. El sueño misionero se ha hecho realidad
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