Descubrimiento de la vocación misionera

La experiencia de Rodgers Chabala, un joven misionero zambiano en Nigeria, a partir del redescubrimiento de Don Bosco al visitar sus lugares.

El joven salesiano Rodgers Chabala forma parte de la nueva generación de misioneros, según el paradigma renovado que va más allá de las fronteras geográficas o de los preceptos culturales: desde Zambia fue enviado como misionero a Nigeria. El curso misionero que vivió el pasado mes de septiembre fue un momento fuerte para él, sobre todo la atmósfera que se respiraba en los lugares de Don Bosco: una verdadera experiencia espiritual.

Don Bosco comenzó su labor con sus propios muchachos, al darse cuenta de que nadie se ocupaba de las almas de estos jóvenes piamonteses, que a menudo acababan en la cárcel por robo, contrabando u otros delitos. Si estos jóvenes hubieran tenido un amigo de confianza, alguien que les instruyera y les diera un buen ejemplo, no habrían acabado allí y por eso Don Bosco les fue enviado por Dios. Podemos decir que todo empezó con el sueño de los nueve años, que Don Bosco fue comprendiendo con el tiempo, gracias a la ayuda de muchas personas que le ayudaron a discernir. Su deseo pastoral de cuidar de las almas de los jóvenes llegó a todo el mundo gracias a los misioneros salesianos, empezando por aquel grupo de once enviados a la Patagonia argentina en 1875. En un principio, Don Bosco no tenía una clara intención de enviar misioneros, pero con el tiempo Dios purificó este deseo y permitió que el carisma salesiano se extendiera por todos los rincones de nuestra Tierra.

La vocación misionera salesiana es una “vocación dentro de la vocación”, una llamada a la vida misionera dentro de la propia vocación salesiana. Desde el principio, Rodgers sintió un fuerte deseo misionero, pero no fue fácil hacer comprender a los demás cuáles eran sus motivaciones. En el momento de su aspiración, cuando aún desconocía la vida salesiana, quedó muy impresionado por el testimonio de un misionero polaco y comenzó a reflexionar y a luchar consigo mismo para descifrar las intenciones de su propio corazón. Cuando el misionero preguntó “¿quién quiere ser misionero?”, Rodgers no dudó e inició el camino del discernimiento, partiendo de la respuesta del salesiano polaco de empezar por amar a su propio país. Obviamente, empezaron a surgir muchos retos y no faltaron momentos de desánimo. Al igual que para Don Bosco, para Rodgers la ayuda y la mediación de muchas personas era esencial para distinguir la voz de Dios de otras influencias y purificar las propias intenciones. Dios habla a través de la gente, el discernimiento no es meramente un proceso individual, siempre tiene una dimensión comunitaria.

El pasado mes de septiembre, Rodgers asistió al curso de formación para nuevos misioneros, que precede al envío oficial por parte del Rector Mayor. Al llegar unos días después que los demás, se reencontró, después de varios años, con algunos de sus compañeros de noviciado y con su antiguo director del estudiantado de filosofía. Se unió al grupo y enseguida notó un ambiente especial, caras sonrientes y verdadera alegría. Las reflexiones sobre la interculturalidad y otras ideas aportadas por el Sector Misiones fueron herramientas útiles para preparar la salida misionera. Durante el curso, los participantes tuvieron la oportunidad de visitar los lugares de Don Bosco, primero el Colle Don Bosco y después Valdocco. El P. Alfred Maravilla, Consejero General para las Misiones, preguntó a los recién nombrados misioneros: “¿Qué efecto tienen en su vida estas visitas a los lugares santos de Don Bosco?”. Cuando uno lee sobre la vida de Don Bosco en los libros, pueden surgir dudas e incluso mostrarse escéptico, pero ver esos lugares con los propios ojos y respirar la atmósfera de Don Bosco recorriendo su historia es algo que difícilmente se puede contar. Además de la memoria histórica de lo sucedido a Don Bosco, Domingo Savio y Mamá Margarita, estos lugares tienen la capacidad de revigorizar el carisma salesiano y hacer reflexionar sobre la propia vocación. La sencillez y el espíritu de familia de Don Bosco muestran cómo la pobreza no es un obstáculo para la santidad y la realización del Reino de Dios. Al hablar de Don Bosco a menudo corremos el riesgo de omitir la parte mística, concentrándonos únicamente en las actividades y las obras. Don Bosco fue verdaderamente un místico de espíritu, que cultivó una relación íntima con el Señor.

Así llegamos al 25 de septiembre de 2022: Don Ángel Fernández Artime, el Don Bosco de hoy, preside la misa con los salesianos de la 153ª expedición misionera SDB y las religiosas de la 145ª expedición FMA, en la Basílica de María Auxiliadora, en Valdocco. Rodgers recuerda haber conocido, unos días antes, a su nuevo superior de la provincia de ANN (Nigeria-Níger), y haber sentido el peso de la responsabilidad por la elección misionera que había hecho. Durante la misa, dice Rodgers, “recibí la cruz misionera y el deseo de ser misionero se actualizó en gran medida”.
“La vocación misionera es una hermosa vocación, una vez que se ha completado cuidadosamente el camino del discernimiento. Requiere una apertura de espíritu para apreciar el modo de vida de otros pueblos. Recemos, pues, por todos los misioneros del mundo y por los que están discerniendo la vocación misionera, para que Dios les guíe e inspire en sus vidas”.

Proporcionado por,
Marco Fulgaro




Voluntariado internacional en Benediktbeuern

Voluntarios de Don Bosco: el compromiso de los jóvenes por un futuro mejor

Desde hace más de 20 años, la Inspectoría Salesiana de Alemania está comprometida en el campo del voluntariado juvenil. A través del programa «Voluntarios de Don Bosco», los salesianos de Alemania ofrecen cada año una experiencia educativa y de vida a unos 90 jóvenes que son recibidos en las casas salesianas de la Inspectoría y en varios países del mundo. Para muchos jóvenes alemanes es habitual, una vez terminados los estudios, dedicar un año de su vida al trabajo social.

No pocos jóvenes alemanes consideran el perfil de los salesianos como una fuente de inspiración a la hora de elegir una organización que los acompañe durante esta experiencia. No obstante, la secularización de la sociedad alemana y la constante pérdida de fieles por parte de la Iglesia en los últimos años, muchos son los jóvenes que llaman a la puerta de los salesianos con la clara intención de ayudar al prójimo y dar su pequeña contribución para la construcción de un mundo mejor. Estos jóvenes encuentran en la figura de Don Bosco una forma de vivir la fe y un buen testimonio de han recibido admisiones de jóvenes aspirantes al voluntariado que no estaban vinculados a la Iglesia ni a los grupos juveniles de los salesianos.

Algunos de ellos no son bautizados, pero reconocen en la oferta educativa salesiana una posibilidad de crecimiento personal, basada en valores fundamentales para su propio desarrollo. Por eso, cada año, muchos jóvenes inician una experiencia de voluntariado con el programa «Voluntarios de Don Bosco»: durante los fines de semana formativos, los jóvenes no sólo aprenden información útil sobre los proyectos, sino que se confrontan con el sistema preventivo y la espiritualidad salesiana, preparándose así para el tiempo en que estarán al servicio de otros jóvenes.

Los voluntarios son acompañados durante su experiencia por un equipo de coordinadores y coordinadoras que se ocupan, además de los aspectos organizativos, del apoyo y acompañamiento previo, durante el transcurso del servicio, y posterior a la experiencia de voluntariado. Esto es así ya que el año de voluntariado no termina el último día de servicio en la casa salesiana que los recibe, sino que continúa de por vida. Este año donde se vive al servicio de los demás representa para los jóvenes una fuerte base de valores que impacta en el desarrollo futuro de los voluntarios. Don Bosco educó a los jóvenes para ayudarlos a ser ciudadanos íntegros y buenos cristianos: el programa “Voluntarios de Don Bosco”, se inspira en este principio fundamental de la pedagogía salesiana y busca crear las bases para la construcción de una sociedad mejor, en la que los valores cristianos sean característicos de nuestras vidas.

La Inspectoría Alemana pone a disposición oportunidades de encuentro para que jóvenes de todas las etapas de la experiencia de voluntariado: reuniones de orientación, ofertas de información en línea, cursos de formación, fiestas y reuniones anuales de intercambio de experiencias son algunas de las actividades básicas sobre las que se construye el éxito del programa «Voluntarios de Don Bosco».

Un equipo de coordinación conformado por empleados del centro de formación juvenil Aktionszentrum de Benediktbeuern y de la Procura misionera de Bonn, a su vez apoyados por el ecónomo provincial P. Stefan Stöhr y por el responsable de la pastoral juvenil P. Johannes Kaufmann, gestiona y dirige todas las actividades, desarrollando el programa en todos sus componentes.

La experiencia de voluntariado inicia con la solicitud de adhesión al programa: los jóvenes que participan en el programa nacional comienzan su servicio en septiembre, participando en 25 jornadas formativas durante el año de voluntariado. Para los voluntarios que pretenden ir al extranjero, el camino es algo más largo: tras una reunión de orientación en otoño, se hacen selecciones y los candidatos reciben testimonios y sugerencias de antiguos voluntarios que ya han participado en el programa. La fase de formación comienza en los primeros meses del año e incluye 12 días de preparación previa, durante los cuales los voluntarios reciben información sobre la pedagogía de Don Bosco, sobre el trabajo de los salesianos en el mundo, sobre temas importantes como la comunicación intercultural y las precauciones que deben tomarse en caso de emergencia durante la experiencia en el extranjero. En julio, los voluntarios reciben una bendición de envío y una medalla de Don Bosco como símbolo de pertenencia a la Familia Salesiana.

La partida de los jóvenes está prevista para el mes de septiembre, y hacia la mitad del servicio se ofrecen encuentros de reflexión a cargo del equipo de coordinación de la Inspectoría de Alemania, y se realizan en las distintas regiones donde trabajan los voluntarios. La experiencia termina con un seminario de clausura que se realiza poco después de regresar del servicio en el extranjero. En éste se sientan las bases de discernimiento para un futuro compromiso con la Familia Salesiana.

Cada año se organizan dos reuniones en la Inspectoría para todos los que han participado en el programa desde el inicio de las actividades en los años 90’. El equipo de coordinación de la Inspectoría se ocupa de todos los aspectos organizativos, entre ellos: la búsqueda de casas salesianas interesadas en colaborar en el ámbito del voluntariado; la financiación de las actividades a través de fondos ministeriales y europeos; el apoyo en caso de emergencias; la organización de los aspectos relativos al seguro médico de los voluntarios; la comunicación con las familias de los mismos.

En los últimos 25 años, más de mil jóvenes han participado en el programa.

Hace unos meses la Inspectoría de Alemania ha realizado un estudio en el que participaron unos 180 antiguos voluntarios. Se constató que los jóvenes siguen comprometidos con el trabajo social incluso muchos años después de su experiencia de voluntariado. Es especialmente evidente que los encuestados quedan sensibilizados y trabajan en cuestiones relacionadas a la injusticia social, el racismo, la ecología y el desarrollo sostenible. Este estudio ha demostrado el valor de este programa, no sólo en cuanto a la ayuda inmediata que los voluntarios pueden prestar a sus comunidades de acogida durante su año de servicio, sino también en cuanto a los efectos positivos que se evidencian a largo plazo, una vez completados sus estudios académicos o habiendo emprendido una trayectoria profesional. Un aspecto importante del programa «Voluntarios de Don Bosco» es su inclusión en programas nacionales y europeos, como el «Cuerpo Europeo de Solidaridad» (de la Comisión Europea), los programas nacionales de voluntariado del Ministerio de Familia y Juventud, o el programa «weltwärts» del Ministerio Federal de Cooperación Económica. Con ellos la oferta formativa de los Salesianos es más visible para las instituciones. Los constantes controles de calidad, que con carácter bianual se realizan por las asociaciones competentes, certifican la eficacia y la transparencia de la oferta formativa del programa «Voluntarios de Don Bosco».

Uno de los aspectos de estos controles de calidad refiere a la cooperación y competencia entre nuestras Procuras y las estructuras de acogida, ya sea en Alemania como en los distintos países del mundo. Esto distingue la oferta salesiana de muchas otras agencias privadas de voluntariado que cooperan con diversas organizaciones de perfiles variados. Nuestros voluntarios trabajan exclusivamente en instalaciones salesianas y están preparados específicamente para esta experiencia de vida. No importa si un voluntario trabaja en un pequeño pueblo del sur de la India o en una metrópolis europea. Hay algo que une a todos estos jóvenes y los hace sentirse como en casa durante su experiencia: Don Bosco, con su presencia en las comunidades de acogida, les ofrece un punto de referencia en la vida cotidiana y les da consuelo y protección en los momentos más difíciles. Por supuesto, sería demasiado fácil decir que una experiencia de voluntariado siempre va bien o sin problemas: para los voluntarios pueden surgir problemas de integración, especialmente en la fase de asentamiento. Pero precisamente en estas situaciones se observa el crecimiento de los jóvenes que aprenden a conocerse mejor a sí mismos, sus límites y sus recursos. El acompañamiento de las comunidades salesianas de acogida y del personal de los centros de coordinación de la Inspectoría de Alemania pretende convertir incluso las fases más difíciles de este camino en oportunidades de reflexión y crecimiento personal.

Nos esperan muchos desafíos en el futuro: los dos últimos años nos han demostrado que el mundo está cambiando y parece crecer en las nuevas generaciones el miedo a que la guerra cancele las perspectivas de una sociedad más justa. El programa «Voluntarios de Don Bosco» quiere ser un rayo de luz y una fuente de esperanza para que nuestros jóvenes, a través de su compromiso, puedan construir un futuro mejor para nuestro planeta.

Francesco BAGIOLINI
Benediktbeuern, Alemania

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Voluntariado internacional en Benediktbeuern
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Misionero en la Amazonia

Ser misioneros en la Amazonia significa dejarse evangelizar por la selva

La belleza de los indígenas de Río Negro conquista los corazones e influye de tal manera que hace que el propio corazón cambie, se expanda, se sorprenda y se identifique con esta tierra, ¡hasta el punto de ser imposible olvidar la «querida Amazonia»! Esta es la experiencia de Leonardo Tadeu da Silva Oliveira, un joven salesiano en el corazón de la Amazonia.

¿Cómo surgió en tu corazón la idea de ser misionero?
Durante muchos años este deseo ha madurado dentro mío al escuchar las historias de los misioneros salesianos, sus testimonios como portadores del amor de Dios al mundo. Siempre he admirado a estos hermanos que, habiendo experimentado el amor divino en sus vidas, no podían permanecer en silencio, sino que se sentían obligados a anunciarlo a los demás para que ellos también pudieran manifestar cuánto eran amados por Dios. Entonces pedí hacer una experiencia entre los indígenas en las misiones salesianas de la Amazonia. En el 2021 empecé a vivir y trabajar como «tirocinante» en la comunidad misionera de São Gabriel da Cachoeira, en el estado de Amazonia. Fue una verdadera «escuela misionera», llena de nuevos descubrimientos y experiencias, de desafíos nunca imaginados, afrontando realidades hasta entonces totalmente desconocidas.

¿Cuáles fueron tus primeras impresiones al llegar a una tierra desconocida?
Desde el primer momento en que miré por la ventanilla del avión vi la inmensidad de la selva y los numerosos ríos. Ahí mi mente hizo «clic»: ¡estoy realmente en la Amazonia! Como he visto siempre en la televisión, la región del Amazonas es de una belleza exuberante con hermosos paisajes naturales, verdaderas obras maestras de Dios creador. Otra primera impresión muy bonita es ver a tantos hermanos y hermanas indígenas con características físicas para mí llamativas como el color de su piel, sus ojos brillantes y su pelo negro. Ver la diversidad y la riqueza cultural de la Amazonia me hace valorar nuestra historia, recordar nuestro origen como Brasil y comprender mejor quiénes somos como pueblo.

 

¿Y por qué la elección del Amazonas? ¿Qué tiene de especial para vos?
La Iglesia, incluida nuestra Congregación Salesiana, es esencialmente misionera. No obstante, en la región del Norte esto está aún más marcado porque los territorios son inmensos; el acceso, generalmente por vía fluvial, es difícil y costoso; la diversidad cultural y lingüística es enorme y hay una gran carencia de sacerdotes, religiosos y líderes laicos que puedan llevar a cabo la evangelización y ser presencia de la Iglesia en estas tierras. Por tanto, hay mucho trabajo, es un trabajo «pesado» y exigente. No se trata solamente del servicio de las visitas, la predicación, la celebración de los sacramentos (como podría pensarse de la vida misionera), sino que significa compartir la vida y el trabajo del pueblo, llevar pesadas cargas, sentir en la propia piel las privaciones, la exclusión y el abandono del pueblo por parte de los políticos; pasar horas en el camino o en el río; sentir las picaduras de los insectos; comer la comida de la gente sencilla, «sazonada» con las especias del amor, del compartir y de la acogida; escuchar las historias de los ancianos, a menudo con palabras y expresiones que no conocemos bien; tener los pies y la ropa embarrados, los coches sin calefacción; estar sin internet y, a veces, incluso sin electricidad… ¡Todo esto implica la vida misionera salesiana en la Amazonia!

Cuéntanos algo más sobre la obra salesiana donde has vivido. ¿Qué hacen los salesianos por los jóvenes de la región?
Una de las finalidades de nuestra comunidad salesiana en San Gabriel es el Oratorio y la Obra Social: está el patio salesiano de recreación, donde se realiza un trabajo directo con los jóvenes del «Gabriel» que frecuentan cada día nuestro Oratorio. Encuentran en nuestra casa un lugar para jugar, divertirse y convivir sanamente con sus amigos y compañeros. Los jóvenes de aquí aman el deporte, especialmente el fútbol que es la pasión nacional. Como la ciudad no ofrece muchas opciones de deporte y buen uso del tiempo libre, los niños están presentes en nuestro trabajo durante todo el tiempo en que estamos abiertos, y se quejan mucho cuando llega la hora de finalizar las actividades del día. Cada día pasan por nuestra obra una media de 150 a 200 jóvenes. Además, el Centro Misionero Salesiano ofrece cursos para adolescentes y jóvenes, como por ejemplo talleres de informática y panadería.

Y si un joven que tiene la experiencia de conocerlos y apreciar el carisma, expresa el deseo de hacerse salesiano, ¿hay un recorrido de formación?
Sí, desde hace algunos años nuestra comunidad también gestiona el «Centro de Formaçao Indígena» (CFI), que tiene como objetivo acoger y acompañar a los jóvenes indígenas de todas nuestras comunidades misioneras que estén dispuestos a seguir un acompañamiento vocacional y ser ayudados en la elaboración de un Proyecto de Vida. Este acompañamiento constituye la Aspiración Indígena de la Inspectoría Misionera Salesiana de Amazonia (ISMA). Además de ofrecer este itinerario formativo, el CFI ofrece cursos de portugués, salesianidad, informática y panadería, acompañamiento espiritual y psicológico e inserción gradual en la vida salesiana. Realmente es una experiencia muy valorada por ellos, ya que son los primeros pasos en el camino formativo y se realiza en el ambiente de ellos, con su gente, con el afecto y la cercanía de los salesianos y de los laicos animadores.

¿Dice que hay otras comunidades misioneras además de San Gabriel? ¿Cómo es esto? ¿Cómo funciona el trabajo misionero en Río Negro?
Nuestra comunidad de San Gabriel, por tener más conexiones y servicios, es la base y la que se encarga del enlace y la logística con las misiones nuestras que están en el interior, especialmente Maturacá (con el pueblo Yanomami) e Iauaretê (en el «triángulo tukano»). En estas realidades misioneras, no existe un comercio formal, y cuando lo hay, los precios son extremadamente altos. Por lo tanto, todas las compras de alimentos, productos de higiene, materiales para reparaciones, combustible para las embarcaciones utilizadas en las «itinerancias» (visitas pastorales a las comunidades ribereñas) y la producción de electricidad por medio de un generador, se realizan en San Gabriel, y luego son enviadas por nosotros, a través del transporte fluvial, a estas localidades. Es un trabajo manual muy intenso, porque tenemos que comprar y luego transportar mucho peso en los barcos que llevarán estos productos a nuestros hermanos para que viven y trabajan en las otras misiones. Llevamos bolsas de comida, cajas de espuma de poliestireno con carne y varias «carotes» (contenedores de plástico para transportar líquidos) de 50 litros de combustible cada una. Además de esto, nuestra casa tiene varias habitaciones, siempre disponibles y preparadas para acoger a los hermanos misioneros que están de paso en San Gabriel, ya sea que vayan o regresen de las otras misiones. Se trata de un verdadero trabajo de asistencia y creación de redes.

Y de estos «itinerarios» por los ríos, ¿recuerdas alguna experiencia fuerte?
Sí, por supuesto, en relación con las «itinerancias», una experiencia que me marcó profundamente fue la itinerancia en Maturacá. Vivimos días de profunda experiencia de encuentro con Dios a través del compartir con el otro, con los que son diferentes a nosotros, con el prójimo, porque en las comunidades del pueblo Yanomami hicimos la visita pastoral, conocida como itinerancia.

Además de la sede de la Misión Salesiana en Maturacá, visitamos otras seis comunidades (Nazaré, Cachoeirinha, Aiari, Maiá, Marvim e Inambú). Fueron días intensos y desafiantes. En primer lugar, porque cada comunidad está muy alejada de las demás y el acceso sólo es posible a través de los ríos de nuestro querido Amazonas, recorridos en una embarcación motorizada (llamada «voadeira»), bajo un sol fuerte o una lluvia intensa. En segundo lugar, son comunidades tradicionales yanomami, por lo que el choque cultural es inevitable, ya que tienen hábitos, costumbres y formas de vida completamente diferentes a las de nosotros, los no indígenas. En tercer lugar, están los desafíos prácticos, como la falta de electricidad las 24 horas del día, la ausencia de señal telefónica, la escasez en la posibilidad de elección y variedad de alimentos, la necesidad de bañarse y lavar la ropa en el río, convivir con los insectos y otros animales del bosque… Se trata de una verdadera «inmersión» antropológica y espiritual.
Celebramos la Eucaristía en todas las comunidades y numerosos bautismos en algunas de ellas, visitamos a las familias y rezamos con los niños. Ha sido una experiencia fantástica de encuentro, días especiales, días de agradecimiento, días de volver a lo más esencial de nuestra fe y de nuestra Espiritualidad Juvenil Salesiana: esto es el amor a Jesús, fruto de nuestro encuentro personal con Él, y el amor al prójimo que se manifiesta en el deseo de estar con él y de hacerse amigo suyo.

Esta extraordinaria «itinerancia» sin dudas te ha hecho aprender muchas cosas en tu vida, ¿es así?
La itinerancia es una verdadera «escuela» y nos da algunas lecciones de vida: una es el desapego, ya que mientras acumulamos más «cosas», más «pesado» se hace el viaje; vivir el presente, ya que, en medio de la Amazonia, sin acceso a los medios de información, el único contacto es con la realidad presente, la que nos rodea, la selva, el río, el cielo, la barca; otra es la gratuidad, porque afrontamos las dificultades y el cansancio sin esperar gestos de gratitud humana. Por último, la itinerancia geográfica nos lleva a una «itinerancia interior», a la conversión, al retorno a lo esencial de la vida y de la fe. Navegar por los ríos de la Amazonia es navegar hacia ríos interiores.  Estar en las misiones es estar constantemente provocados a liberarse de ideas preconcebidas y rígidas para ser más libres de amar, recibir al otro y anunciarle la alegría del Evangelio.

Una lección muy especial que aprendo cada día en las misiones es que para ser un buen misionero debo ser alguien profundamente marcado y tocado por el amor misericordioso de Dios, y sólo a partir de esta experiencia puedo estar dispuesto a «llevar» y «mostrar» a todas partes cómo Dios nos ama y puede transformar toda la vida. También aprendo que, siendo misionero, tomo y muestro este amor, antes que nada, con mi propia vida entregada a la misión. Sin decir una palabra, por el simple hecho de dejar mis orígenes y abrazar nuevas culturas, puedo revelar que el amor de Dios vale mucho más que todas las cosas que consideramos valiosas en nuestras vidas. Por eso, la vida del misionero es de por sí, su primer y mayor testimonio y proclamación.

Has vivido esta experiencia misionera, pero ¿se podría decir que también tú has sido evangelizado? En su corazón, ¿qué le ha dado más satisfacciones?
Finalmente, estando en San Gabriel, el municipio más indígena de Brasil, «hogar» de 23 grupos étnicos, multiculturales y multilingües, me doy cuenta cada día de que, al llamarnos a ser misioneros, Dios nos invita a dejarnos encantar por la belleza y el misterio que es cada persona y cada cultura de nuestro mundo. Por eso, a ejemplo del Maestro Jesús, misionero del Padre, estamos llamados a «vaciarnos» de todo para «llenarnos» de las bellezas y maravillas presentes en cada rincón de la tierra y asociarlas a la preciosidad del Evangelio. Esta fue una de las experiencias más profundas para mí.

Finalmente creo que la satisfacción viene de las sonrisas y los gritos de nuestros niños y niñas jugando, corriendo, saltando, lanzando una pelota, contando sus chistes; viene de las miradas curiosas y brillantes de los hombres y mujeres del bosque; la alegría viene de contemplar la belleza de la naturaleza, la generosidad de la gente y la perseverancia de los cristianos que, a veces, permanecen durante meses sin la presencia de un sacerdote, pero que miran y tocan con amor y devoción los piececitos de la pequeña imagen de la Virgen o la cruz del altar. En las misiones salesianas de Río Negro se aprende a vivir sin excesos, a valorar la sencillez y a alegrarse de las pequeñas cosas de la vida. Aquí todo se convierte en fiesta, baile, música, celebración, fe… Aquí se vive en la misma pobreza y sencillez que en los inicios de Valdocco, donde vivieron y se santificaron Don Bosco, Mamá Margarita, el adolescente Domingo Savio, el Padre Miguel Rúa, y tantos otros. ¡Estar en la Amazonia ciertamente nos enriquece como personas, como cristianos y como salesianos de Don Bosco!

Entrevista del P. Gabriel ROMERO al joven salesiano Leonardo Tadeu DA SILVA OLIVEIRA, de la Inspectoría de São João Bosco, con sede en Belo Horizonte, Minas Gerais, Brasil.

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Nuevos misioneros

El mensaje del rector mayor P. Ángel FERNÁNDEZ ARTIME

La primera expedición misionera fue bendecida por las lágrimas de Don Bosco que dijo:

«Estamos comenzando una gran obra. ¿Quién sabe si esta partida no será como una semilla de la que surgirá una gran planta?»

La profecía se ha hecho realidad.

La primera expedición misionera fue bendecida por las lágrimas de Don Bosco que dijo: «Estamos comenzando una gran obra. ¿Quién sabe si esta partida no será como una semilla de la que surgirá una gran planta?». La profecía se ha hecho realidad.

La primera vez fue inolvidable. Era la fiesta de San Martín en 1875. El mundo no lo sabía, pero en aquel rincón de Turín llamado Valdocco comenzaba una empresa extraordinaria: diez jóvenes salesianos partían hacia Argentina. Fueron los primeros misioneros salesianos.

Las Memorias Biográficas relatan ese momento con acentos épicos: «Eran las 4 y sonaban las primeras notas de las campanas cuando se sintió un impetuoso ruido en la casa con un violento golpeteo de puertas y ventanas. Se había levantado un viento tan fuerte que parecía que iba a derribar el oratorio. Puede que haya sido una casualidad, pero el hecho es que un viento similar sopló a la hora en que se colocó la primera piedra de la Iglesia de María Auxiliadora y un viento parecido se repitió en la consagración del santuario».

La basílica estaba llena de gente. Don Bosco subió al púlpito. «Cuando apareció se produjo un profundo silencio en aquel mar de gente; un temblor de emoción recorrió todo el auditorio, que bebió con avidez sus palabras. Cada vez que mencionaba directamente a los misioneros, su voz se velaba hasta casi morir en sus labios. Con esfuerzos varoniles contuvo las lágrimas, pero el público lloró».

«La voz me falla, las lágrimas ahogan las palabras. Solo puedo deciros que, aunque en este momento mi alma se conmueve por vuestra partida, mi corazón goza de un gran consuelo al ver a nuestra congregación fortalecida; al ver que en nuestra insignificancia también nosotros ponemos en este momento nuestra piedrecita en el gran edificio de la Iglesia. Sí, salid con valor, pero recordad que existe una sola Iglesia que se extiende por Europa y América y por todo el mundo y que recibe a los habitantes de todas las naciones que quieren venir a refugiarse en su abrazo materno. Como salesianos, en cualquier parte remota del mundo en que os encontréis, no olvidéis que aquí en Italia tenéis un padre que os ama en el Señor y una congregación que piensa en vosotros y se ocupa de vosotros y que os acogerá siempre como hermanos. Así que adelante. Tendréis que enfrentaros a toda clase de dificultades, penurias y peligros, pero no temáis: Dios está con vosotros. Iréis, pero no iréis solos; todos os acompañarán. ¡Adiós! Tal vez no podamos volver a vernos todos en esta tierra» (MB XI, 381-390). Abrazándolos, Don Bosco entregó a cada uno una hojita de papel con veinte recuerdos especiales, algo así como un testamento paterno para los niños que tal vez nunca volvería a ver. Los había escrito a lápiz en su cuaderno durante un reciente viaje en tren.

El árbol crece

El 25 de septiembre hemos revivido ese momento de gracia por 153.ª vez. Hoy se llaman Oscar, Sébastien, Jean-Marie, Tony, Carlos… Son 25, jóvenes, preparados, y llevan en sus ojos y en sus corazones la conciencia y el coraje de los primeros. Ellos son la vanguardia de lo que se ha pedido a toda la Familia Salesiana para este sexenio: audacia, profecía y fidelidad.

Don Bosco había hecho una pequeña profecía: «Estamos comenzando una gran obra, no porque pretendamos o creamos que vamos a convertir a todo el universo en pocos días, no. Pero, ¿quién sabe? ¿Quién sabe si esta partida y este pequeño gesto no serán como una semilla de la que surgirá una gran planta? ¿Quién puede decir que no será como un grano de mijo o de mostaza que va creciendo poco a poco, para hacer mucho bien? ¿Quién sabe si esta partida no ha despertado en los corazones de muchos el deseo de consagrarse a Dios en las misiones, uniéndose a nosotros y fortaleciendo nuestras filas? Eso espero. He visto el altísimo número de los que pidieron ser elegidos» (MB XI, 385).

«Ser misionero’. ¡Qué palabra!», declara un salesiano después de cuarenta años de vida misionera. «Una persona mayor me dijo: “No me hables de Cristo: siéntate aquí a mi lado, quiero sentir tu olor y, si es el suyo, entonces podrás bautizarme».

El quinto consejo de Don Bosco a los misioneros fue: «Cuiden especialmente a los enfermos, a los niños, a los ancianos y a los pobres».

Vivimos una época que debe ser afrontada con una mentalidad renovada, que «sepa superar las fronteras». En un mundo en el que las fronteras corren el riesgo de cerrarse cada vez más, la profecía de nuestra vida consiste también en esto: en mostrar que para nosotros no hay fronteras. La única realidad que tenemos es Dios, el Evangelio y la misión.

Mi sueño es que hoy y en los próximos años decir «Salesianos de Don Bosco» signifique, para la gente que escucha nuestro nombre, que somos unos consagrados un poco «locos», es decir, «locos» porque amamos a los jóvenes, especialmente a los más pobres, a los más abandonados e indefensos, con un verdadero corazón salesiano. Esta me parece la más bella definición que se puede dar hoy de los Hijos de Don Bosco. Estoy convencido de que nuestro padre querría precisamente esto.

Siguen partiendo para entregar su vida a Dios. No solo con palabras. La Congregación también ha pagado el tributo de la sangre. El lema sacerdotal que el mártir Rudolf Lunkenbein eligió para su ordenación fue: «He venido a servir y a dar mi vida». En su última visita a Alemania, en 1974, su madre le rogó que tuviera cuidado, porque le habían informado de los riesgos que corría su hijo. Él respondió: «Madre, ¿por qué te preocupas? No hay nada más hermoso que morir por la causa de Dios. Ese sería mi sueño».

Tengo la firme convicción de que nuestra familia debe caminar en los próximos seis años hacia una mayor universalidad y sin fronteras. Las naciones tienen fronteras. Nuestra generosidad, que sostiene la misión, no puede ni debe conocer límites. La profecía de la que debemos ser testigos como congregación no incluye fronteras.

Un misionero contó que había celebrado una misa para los indígenas de las montañas cerca de Cochabamba, Bolivia. Era un sacerdote joven y apenas conocía la lengua quechua y al final, mientras caminaba hacia su casa, sintió que había sido un fiasco y que no había logrado comunicarse en absoluto. Pero un viejo campesino, mal vestido, se presentó y dio las gracias al joven misionero por haber ido.

Entonces hizo algo increíble: «Antes de que pueda abrir la boca, el viejo campesino mete la mano en los bolsillos de su capa y saca dos puñados de pétalos de rosa de varios colores. Se pone de puntillas y, con gestos, me pide que lo ayude bajando la cabeza. Entonces deja caer los pétalos sobre mi cabeza y yo me quedo sin palabras. Vuelve a rebuscar en sus bolsillos y consigue extraer otros dos puñados de pétalos. Sigue repitiendo el gesto, y sus provisiones de pétalos de rosa rojos, rosa y amarillos parecen interminables. Me quedo parado y dejo que lo haga, mirando mis huaraches (sandalias de cuero) mojados por mis lágrimas y cubiertos de pétalos de rosa. Al final se despide y me quedo solo. A solas con la fresca fragancia de las rosas». Puedo decir por experiencia que millones de familias de todo el mundo están llenas de gratitud hacia los salesianos que se han convertido en «evangelio» en medio de ellos.




De Croacia a Etiopía: el sueño misionero de don Bosco continúa

De Croacia a Etiopía: el sueño misionero de don Bosco continúa

Testimonio de Josip Iván SOLDO sdb, croata, misionero de Don Bosco enviado a Etiopía entre los miembros de la 151ª expedición misionera. La llamada misionera surge en el seno de la vocación salesiana como una invitación a salir e ir donde el Señor nos llame.

Me llamo Josip SOLDO, soy un salesiano croata nacido en Bosnia-Herzegovina.
Empiezo diciendo que mi familia siempre ha desempeñado un papel importante en mi vida: tengo tres hermanos y dos hermanas, una de las cuales es mi hermana gemela; estoy muy orgulloso de mis dieciséis sobrinos; mi madre, Verónica, sigue viva, mientras que mi padre murió en 2006.
Si repaso mi historia vocacional, puedo decir que desde pequeño sentí el deseo de ser sacerdote.  A los cinco años ya era monaguillo y permanecí en este servicio hasta la enseñanza media. En la adolescencia, sin embargo, me alejé de la Iglesia, manteniendo solo la tradición de ir a misa los domingos y confesarme, pero sin un verdadero interés ni compromiso.

Alrededor de los 24-25 años comenzó mi conversión. En esa época yo trabajaba en una empresa de comida rápida y sentí la necesidad de volver a conectar con Dios, leyendo la Biblia en los descansos de mi trabajo. Poco a poco la Palabra de Dios descendía a mi corazón y yo me sentía confundido. Era un joven «normal», me encantaba ir a las discotecas, salir con los amigos y divertirme con ellos, hacer que las chicas se fijaran en mí, con la esperanza de encontrar algún día mi alma gemela. El encuentro con un sacerdote salesiano cambió mi vida y tomé la decisión de profundizar en el carisma de Don Bosco, con el deseo de llegar a ser algún día salesiano sacerdote. Durante dos años estuve en la comunidad del prenoviciado; necesitaba conocer realmente a Don Bosco, porque los salesianos no estaban presentes donde yo vivía; basta decir que en mi pueblo me preguntaban si los salesianos formaban parte de la Iglesia Católica, pensando que fueran una secta. La idea de ayudar a los jóvenes pobres, educarlos para una vida mejor y acercarlos a Cristo me fascinó inmediatamente.

En 2016 me trasladé a Italia, a Roma, donde permanecí tres años, primero en el noviciado de Genzano, donde hice mis primeros votos como religioso el 8 de septiembre de 2017, y luego en la Comunidad de San Tarcisio para estudiar filosofía en la Universidad Pontificia Salesiana. Dentro de mí sentía un fuerte deseo de ir más allá, de llegar lejos, pero no estaba aún lo suficientemente maduro para tomar una decisión seria y difícil, como la vida misionera. Cuando volví a Croacia para hacer el tirocinio, me di cuenta de que mis dudas, mis incertidumbres, mis miedos, el no sentirme a la altura o la inexperiencia no podían impedirme estar dispuesto a ser misionero. Dios trabaja a través de nosotros, incluso cuando no somos conscientes y no podemos confiar únicamente en nuestra propia y limitada fuerza humana. Él utiliza nuestras debilidades, nuestros pequeños matices para mostrar su grandeza. Muchas veces me había ocurrido que me había preparado bien para las reuniones con los jóvenes y luego ellos no recordaban nada de la reunión, pero me contaban lo significativas que habían sido para ellos las cosas dichas en los momentos informales, de las que a menudo ni siquiera yo mismo me daba cuenta. Comprendí que Dios no necesita superhéroes sino «siervos inútiles» que tengan en su corazón el deseo de servirle; y entonces escribí mi solicitud al Rector Mayor para ser misionero salesiano, ad gentes.

El mismo año en que comenzó la pandemia de Covid, recibí la respuesta del Generalato: ¡misionero con destino a Etiopía! El primer paso fue aprender a tener paciencia, en medio de las limitaciones debidas a la situación sanitaria y a la lentitud de la burocracia para obtener los documentos necesarios. Mientras tanto, realicé mi tirocinio en las comunidades de Split y Zagreb, dos experiencias diferentes en las que tuve la oportunidad de conocer a muchos hermanos santos y jóvenes que me mostraron el rostro y la voz de Dios.

¡Por fin, a principios de septiembre del año pasado, llegué a Etiopía! En el «Bosco Children» de Addis Abeba pude estar entre los chicos: muchos de ellos vienen de la calle; los salesianos les dan una segunda oportunidad acogiéndolos en el centro. Hay chicos refugiados, chicos que han tenido que huir de sus ciudades o de sus casas, otros han nacido y han vivido siempre en la calle. Los salesianos les ofrecemos la posibilidad de tener una nueva vida, mediante la educación, la vivienda y todo lo que es necesario para una vida digna de un ser humano. Los chicos que ingresan en el programa del Bosco Children viven allí de dos a tres años hasta que están preparados para reintegrarse a su familia o a la sociedad. Otro servicio que realicé este año fue la construcción del sitio web (boscochildren.com), gracias a la ayuda y el apoyo de algunos buenos hermanos de Croacia y del movimiento juvenil croata llamado Nova Eva. Como ya tenía experiencia como cocinero, me propusieron hacer pan con los jóvenes: todos los días cocinábamos pan para todo el centro y la comunidad, con el sueño de abrir algún día una verdadera panadería con puestos de trabajo y cursos de formación. Por lo demás, nuestro centro es un «Valdocco en Addis Abeba»: granja con conejos, gallinas y vacas, escuela de mecánica de automóviles, carpintería, metalistería, electricidad, cocina, sastrería… todo para educar a nuestros chicos y prepararlos para la vida.

El choque cultural para mí fue bastante fuerte: la comida diferente, un idioma que no pude aprender enseguida, las costumbres de una nueva cultura… Experimenté muchas emociones, me sentí nervioso y a menudo buscaba estar solo.

Tengo que agradecer al Sector de Misiones de la Congregación por el curso de formación de misioneros que acaba de terminar, porque ha sido una oportunidad para darle nombre a estos shocks, para ver que otros misioneros también viven los mismos desafíos y que el proceso de inculturación no es fácil. A pesar de las dificultades, siento en mi corazón un fuerte deseo de seguir adelante y empujarme para la superación de mí mismo. Con el tiempo sé que comprenderé que en la vida misionera el Señor no pide mucho; «lo pide todo», para dártelo todo.

Mi formación hacia el sacerdocio continúa con el inicio de los estudios de teología, antes de volver a la misión. Seguramente habrá nuevos desafíos, pero también la alegría de estar donde el Señor me quiere, la plenitud de saber que lo que estoy haciendo es la voluntad de Dios. Ahora siento que no hay nada que pueda llenar tu corazón como lo hace el Señor cuando estás allí donde Él te quiere, cuando sabes que tu vida encuentra plenitud de sentido en su plan divino, y la esperanza de que nunca te abandonará, hasta el cielo, donde espero estar un día junto a muchos hermanos.

Entrevistado: Marco FULGARO