Al día siguiente de la solemne celebración de Don Bosco, sentí una intensa emoción. Después de controles bastante estrictos, crucé el umbral del Instituto Penitenciario de Menores “Ferrante Aporti” de Turín, lo que antes se llamaba “La Generala”.
En una de las paredes hay una gran placa que recuerda las visitas de Don Bosco a los jóvenes encarcelados. Cuántas veces, con los bolsillos de su remendada sotana llenos de fruta, bombones, tabaco, había atravesado puertas pesadas como éstas, el Senado, el Centro Penitenciario, las Torres y luego aquí en la Generala, para visitar a sus “amigos”, los jóvenes presos. Hablaba del valor y la dignidad de cada persona, pero a menudo, cuando volvía, todo estaba destruido. Lo que parecían amistades incipientes habían muerto. Los rostros se habían endurecido de nuevo, las voces sarcásticas siseaban blasfemias. Don Bosco no siempre podía superar su abatimiento. Un día rompió a llorar. En la sombría habitación hubo un momento de vacilación. “¿Por qué llora ese sacerdote?”, preguntó alguien. “Porque nos quiere bien. Hasta mi madre lloraría si me viera aquí”.
El impacto de estas visitas en su alma fue tan grande que prometió al Señor que haría todo lo posible para que los chicos no fueran enviados allí. Así nacieron el oratorio y el sistema preventivo.
Muchas cosas han cambiado. Los hijos de Don Bosco no han abandonado el camino trazado por el Padre. Es tradicional que los capellanes sean salesianos. Entre los capellanes “históricos” está el querido P. Domenico Ricca, que se jubiló el año pasado tras más de 40 años de servicio. Otro salesiano, el P. Silvano Oni, ha ocupado su lugar, y los novicios salesianos, bajo la dirección del maestro del noviciado, van cada semana al encuentro de los jóvenes reclusos del Instituto Penitenciario, con una iniciativa llamada “el patio entre rejas”. Todos los “internos” son mucho más jóvenes que los novicios de Don Bosco. Y la gran mayoría no tiene parientes. Por eso los salesianos amamos tanto a los jóvenes Como Don Bosco, dejé hablar a mi corazón. También estaban allí los educadores que acompañan diariamente a estos jóvenes. Saludé a todos, incluidos los numerosos jóvenes extranjeros. Sentí que la comunicación era posible. Antes, tres novicios habían recitado una breve escena de la vida de Don Bosco. Luego me dieron la palabra y también dieron a los jóvenes la oportunidad de hacerme tres o cuatro preguntas. Y así fue. Me preguntaron quién era Don Bosco para mí, por qué era salesiano, qué era vivir lo que vivo y por qué había venido a verlos.
Les hablé de mí, de mi origen y de mi nacionalidad. “Soy español, nacido en Galicia, hijo de un pescador. Estudié teología y filosofía, pero sé mucho más de pesca porque mi padre me enseñó. Elegí ser salesiano hace 43 años, quería ser médico, pero entonces me di cuenta de que Don Bosco me llamaba para cuidar de las almas de los más jóvenes. Porque no hay jóvenes buenos y malos, sino jóvenes que han tenido menos, y como decía nuestro santo, en cada joven, incluso en el más desgraciado, hay un punto accesible a la bondad, y el deber primordial del educador es buscar este punto, el acorde sensible de este corazón, y hacer florecer una vida. Por eso los Salesianos amamos tanto a los jóvenes. Todos podemos cometer errores, pero si creéis en vosotros mismos, si confiáis en vuestros educadores, saldréis mejor. Mi sueño es encontrarme un día con todos vosotros en Valdocco, con los jóvenes a los que saludé ayer en la fiesta de nuestro Santo.
Durante la comida, un joven me preguntó si podía hacerme una pregunta en privado. Nos separamos un poco del gran grupo para no ser interrumpidos. “¿A qué se debe mi presencia aquí?”, me preguntó a bocajarro. Le dije: “Sinceramente, para nada y para mucho. Para nada, porque la prisión, el internamiento no puede ser un destino ni un lugar de llegada, sólo un lugar de paso. Pero, añadí, creo que te hará mucho bien porque te ayudará a decidir que ya no quieres volver aquí, que tienes la posibilidad de un futuro mejor, que después de unos meses aquí existe la posibilidad de ir a una de las comunidades de acogida que tenemos los Salesianos, por ejemplo, en Casale, no lejos de aquí…”.
En cuanto dije esto, el joven añadió, sin dejarme terminar: “Lo quiero, lo necesito, porque he estado en el lugar equivocado y con la gente equivocada”.
Hablamos. Ellos hablaron. Y comprendí cuan verdadero es lo que, como decía Don Bosco, en el corazón de cada joven siempre hay semillas de bondad. Ese joven, y muchos otros que conocí, son totalmente “salvables” si se les da la oportunidad adecuada, después de los errores que han cometido.
Volví a saludar a los jóvenes, uno por uno. Nos saludamos con gran cordialidad. Sus miradas eran limpias, sus sonrisas eran las sonrisas de jóvenes golpeados por la vida, jóvenes que habían cometido errores, pero llenos de vida. Percibí en los educadores un gran sentido de la vocación. Lo disfruté.
Al final del tiempo acordado, me despedí y uno de ellos se me acercó y me dijo: “¿Cuándo vuelves?”. Me emocioné. Sonreí y le dije: “La próxima vez que me invites, estaré aquí, y mientras tanto te esperaré, como Don Bosco, en Valdocco”.
Esto es lo que viví ayer.
Amigos del Boletín Salesiano, amigos del carisma de Don Bosco, como ayer, también hoy es posible llegar al corazón de cada joven. Incluso en las mayores dificultades, es posible mejorar, es posible cambiar para vivir honestamente. Don Bosco lo sabía y trabajó en ello toda su vida.
Conectarse a la mentalidad de los Milenials y la Generación Z
La comunicación involucra a distintas partes a las cuales que debemos considerar seriamente: en primer lugar, el emisor que codifica el mensaje eligiendo el medio a través del cual se transmite el mensaje del emisor al receptor. El receptor, por su parte, analiza el mensaje en su contexto y lo interpreta según la intención del emisor o de forma diferente. Por último, la feedback (retroalimentación) indica el grado de recepción del mensaje. Cualquier intento de comunicar a Cristo hoy en día comienza con la comprensión de la mentalidad de la generación joven de hoy. Este breve artículo se centrará en esta cuestión.
Una generación es un grupo que puede identificarse por el año de nacimiento y por los acontecimientos significativos que moldearon su personalidad, sus valores, sus expectativas, sus cualidades de comportamiento y sus capacidades de motivación. Los sociólogos llaman a la generación de los nacidos entre 1943 y 1960 ‘Baby Boomers’. La Generación X comprende a los nacidos entre 1961 y 1979. Los Milenials (también llamados Generación Y) son los nacidos entre 1980 y 2000. La Generación Z incluye a los nacidos después del año 2000.
Los emisores son los pastores-educadores salesianos y animadores juveniles. Los receptores son los jóvenes y adultos jóvenes de hoy que son principalmente milenials y de la Generación Z. Por eso, esta presentación se centrará en tratar de entender su mentalidad para descubrir formas de comunicarles nuestro mensaje, Jesucristo. No podemos cerrar nuestros ojos a la realidad de la ‘brecha digital’, que refleja la enorme y creciente desigualdad social entre quienes tienen fácil acceso a Internet y quienes no lo tienen, especialmente muchos jóvenes. Entonces, una respuesta importante a este artículo es la comparación de lo que se presenta aquí con el contexto específico del lector.
LOS MILENIALS Los milenials actuales tienen cerca entre 20 y 41 años. Aprendieron a utilizar la tecnología y se hicieron dependientes de ella a una edad más temprana que las generaciones anteriores. Los milenials más jóvenes no podrían ni siquiera imaginar la vida sin los smartphones e Internet. Pertenecen a una generación muy conectada a través de los medios sociales. Viven en una época en la que un mensaje puede llegar a innumerables personas y traspasar las barreras lingüísticas, culturales y geográficas. Esto ha creado en ellos el deseo de tener toda la información que desean y proporcionar respuestas y comentarios instantáneos.
Los milenials quieren ser tenidos en cuenta teniendo la oportunidad de compartir sus pensamientos, ya que les gusta compartir ideas y elegir la mejor. Quieren formar parte de la conversación escuchando y hablando. Cuando se escuchan sus opiniones, se sienten valorados y se disponen a participar en algo de lo que se sienten parte. Los milenials quieren que su fe se integre de forma holística en sus vidas, incluso en el ámbito de la tecnología.
Los milenials son la generación de las apps. Las aplicaciones se han convertido en una herramienta para comunicarse, procesar información, comprar productos o incluso leer las escrituras y rezar. Los milenials son expertos en tecnología y utilizan aplicaciones en un promedio de dos horas al día. Quieren ser descubiertos. Son optimistas y quieren compartir, prefiriendo comunicarse con textos. Se centran en el «ahora» pero tienden a ser idealistas.
LA GENERACIÓN Z En la actualidad, los integrantes de la Generación Z son aquellos que tienen 21 años o menos. Son los primeros en tener Internet al alcance de la mano. Son nativos digitales porque han estado expuestos a Internet, las redes sociales y los teléfonos móviles desde una edad temprana. Utilizan Internet para socializar sin distinguir entre los amigos que conocen en línea y los del mundo físico. Para ellos el mundo virtual es tan real como el mundo presencial. Siempre están conectados; el offline ya no existe para ellos. Son vigorosos contribuyentes y consumidores de contenidos en línea. Prefieren los sitios web para comunicarse e interactuar con la gente, especialmente mediante imágenes. Prefieren participar y estar conectados a través de la tecnología al alcance de su mano.
Son creativos, realistas y se centran en el futuro. Son conscientes de temas y acontecimientos que son importantes para la humanidad y tienen un gran deseo de buscar la verdad. Quieren elegir y descubrir la verdad por sí mismos. De hecho, la búsqueda de la verdad está en el centro de sus comportamientos y patrones de consumo típicos.
Los jóvenes de la Generación Z utilizan redes sociales como Facebook, WhatsApp, Twitter, Instagram, Tiktok, Tumblr, entre otros, para informarse sobre temas sociales, salud y nutrición, espiritualidad, etc., pero también son grandes usuarios de plataformas sociales anónimas como Snapchat, Secret, Whisper, donde cualquier imagen comprometedora desaparece casi al instante. Con una gran cantidad de información a su disposición, son más pragmáticos y menos idealistas que los milenials. Su constante dependencia de la red podría llevarlos a correr el riesgo de compartir en exceso su información personal en el mundo virtual y convertirse en adictos a Internet. Su carácter está formado por lo que publican sobre sí mismos en Internet y por lo que otros publican y comentan sobre ellos. Entre ellos, una gran mayoría en todos los continentes se declaran religiosos, pero no se identifican necesariamente con una religión: creen sin pertenecer, otros pertenecen sin creer. Los que dicen no pertenecer a ninguna religión concreta suelen proceder de familias sin fe religiosa o de cristianos tibios. La Generación Z es mucho menos religiosa que los milenials.
LOS MEDIOS SOCIALES Es cierto que los medios sociales podrían obstaculizar de algún modo las auténticas relaciones interpersonales. También podría utilizarse como plataforma para la distribución y el acceso a materiales que podrían causar daños morales, sociales y espirituales. La verdad es que cualquier medio de comunicación tiene el potencial de ser utilizado para el mal. Es cierto que los medios sociales han sido utilizados, por ejemplo, para globalizar el populismo y desencadenar revoluciones como la primavera árabe y las protestas de los chalecos amarillos en Francia.
Todavía, los medios sociales también han permitido a la gente estar conectada a nivel mundial. Nos permiten a cada uno de nosotros ponernos al día de lo que ocurre en nuestras vidas, compartir ideas poderosas e invitar a la gente a conocer a Jesucristo. Los medios sociales se han convertido en nuestro patio virtual. Por eso es importante que pasemos de demonizar los medios, a educar a los jóvenes en su uso adecuado y a desarrollar su potencial para evangelizar.
COMUNICAR A CRISTO El testimonio creíble es una condición importante para comunicar a Cristo. En el mundo virtual el testimonio implica visibilidad (manifestamos visiblemente nuestra identidad católica), verdad (nos aseguramos de ser portadores de la verdad y no de noticias falsas) y credibilidad (las imágenes que presentamos refuerzan el mensaje que queremos comunicar). Del mismo modo, la fe debe presentarse a los milenials y a la Generación Z de formas nuevas y atractivas. Esto, a su vez, les abrirá oportunidades para compartir su fe con sus compañeros. Debemos resistir la tentación de bombardear las redes sociales con mensajes e imágenes religiosas. De hecho, esto alejará a un gran número de jóvenes. En el Primer Anuncio no se trata de las doctrinas cristianas que se deben enseñar. El adjetivo “primero “no debe entenderse en un sentido estrictamente lineal o cronológico, como el primer momento del anuncio, porque en realidad empobrece su riqueza. Es más bien “primero” en el sentido en que el término arché era entendido por los antiguos filósofos griegos como el principio o el elemento fundamental del que todo tiene su origen, o aquello de lo que todas las cosas están formadas. Es el fundamento de una nueva evangelización y de todo el proceso de evangelización. Se trata de favorecer una experiencia sobrecogedora y emocionante capaz de suscitar un interés por la persona de Jesús. Esto eventualmente lleve a una primera adhesión a Él, o a la revitalización de la fe en Él. El primer anuncio es esa chispa que lleva a la conversión. Esta opción por Cristo es el feedback al mensaje. De aquí sigue el proceso de evangelización mediante el catecumenado y la catequesis sistemática. Sin el primer anuncio que lleva a una opción personal por Cristo, cualquier esfuerzo de evangelización será estéril. Entonces, el desafío para cada pastor-educador salesiano, para cada animador juvenil, para cada discípulo misionero no es hacer contenidos para los medios sociales. Esta es una tentación a la que hay que resistir con fuerza. Su tarea es formar y acompañar a los propios milenials y a la Generación Z para que puedan crear para sí mismos y para sus compañeros contenidos basados en la fe en los medios sociales que puedan despertar el interés por conocer a la persona de Jesucristo. En realidad, hoy los medios sociales son una plataforma privilegiada para comunicar a Cristo a los jóvenes. ¡Depende de cada uno de nosotros utilizarlos con creatividad misionera!
LOS AMBIENTES VIRTUALES JUVENILES DE HOY Nuevas intuiciones para una perspectiva misionera Encuesta realizada por Juan Carlos Montenegro y el P. Alejandro Rodríguez sdb, Provincia de San Francisco (SUO), EE.UU.
El mandamiento de Jesús «Id y haced discípulos» (Mt 28,19) sigue resonando en nosotros hoy. Nuestro amor por Cristo nos desafía a ir más allá de nuestras fronteras y llegar a todas las personas, especialmente a los jóvenes de la sociedad actual. Para hacer esto, necesitamos ver la realidad desde su punto de vista, comprender cómo procesan las informaciones y cómo estas afectan a su comportamiento. Sin embargo, nuestra principal misión como educadores-evangelizadores salesianos es la de acercarlos a Cristo y acercarles a Cristo a ellos. Las diferencias generacionales pueden ser un desafío que no nos ayuda a ponernos en camino para estar «plenamente» presentes en este nuevo patio donde los jóvenes han construido su propio lenguaje, han desarrollado sus propias reglas y han creado nuevas expresiones y diferentes tipos de relaciones significativas. Este nuevo patio es un mundo virtual donde los jóvenes de hoy viven, interactúan, sueñan, se comprometen y sufren. El amor y el sello misionero de Don Bosco nos insta a abrazar esta nueva realidad con esperanza, fe y caridad pastoral. Si no conocemos la nueva realidad a la que se enfrentan los jóvenes en el mundo virtual, nuestra propuesta y nuestro acompañamiento como educadores-evangelizadores será insignificante e irrelevante. El Cuadro de Referencia de la Pastoral Juvenil Salesiana (2015) nos llama a estar presentes en el «nuevo patio» Ahora más que nunca debemos innovar y adaptar nuestro estilo salesiano de presencia entre los jóvenes. Para entender lo que está sucediendo en este nuevo patio virtual, el Sector Misiones realizó una encuesta en línea a nivel congregacional tratando de entender a nuestros jóvenes, qué piensan, qué hacen, qué esperan en cuanto a los contenidos, las posibilidades y el uso de redes sociales. La encuesta en línea en 6 idiomas involucró a 1.731 jóvenes de nuestras comunidades educativo-pastorales salesianas de entre 13 y 18 años de 37 países y 6 continentes diferentes. Es importante tener esto en cuenta porque las respuestas de los jóvenes que no provienen de origen salesiano pueden ser diferentes.
Puntos relevantes: • Es sabido que el aumento del uso de Internet se asocia en los jóvenes a una disminución de la comunicación con los miembros de la familia, a una disminución de la participación en la vida social y a un aumento de la depresión y de la soledad. Estos son temas importantes a tener en cuenta sobre el acompañamiento en nuestra planificación pastoral. • El 91% de nuestros jóvenes utiliza teléfonos móviles para acceder a las redes sociales. Estos dispositivos están asociados a problemas de comportamiento y también a posibles problemas de salud. El 75% de los encuestados está conectado a Internet durante más de 6 horas a la semana, pero puede superar las 20 horas en algunos casos. Estar conectado tiene muchas implicaciones, como el cambio del desarrollo de habilidades sociales, de las relaciones, del conocimiento, etc.
• Los jóvenes encuestados creen que las mayores amenazas en el uso de las redes sociales son el acoso en línea, la pedofilia, las noticias falsas, los acosadores y los piratas informáticos. Mientras que el 26% de nuestros jóvenes dice haber sido acosados. • Por falta de supervisión y/o formación y acompañamiento, los jóvenes están expuestos a contenidos para adultos; la presencia educativa más urgente de los adultos comienza con los niños de 11 a 13 años porque es el momento en que, según la encuesta, son más vulnerables a contenidos de este tipo en las páginas web. • En cuanto a nuestra presencia con contenido religioso, el 73% de los jóvenes que hicieron esta encuesta tuvo algún tipo de contacto con contenido religioso. El 48% cree que Internet ayuda a desarrollar su relación con Dios. • Nuestros jóvenes visitan sitios web relacionados con vídeos y música, juegos, tutoriales, etc. El 88% de los encuestados prefiere el vídeo como tipo de contenido. • Los jóvenes prefieren WhatsApp (64%), Instragram (61%), Youtube (41%), Tik Tok o Facebook (37%) y Messenger (33%). Esta información nos ayuda a mejorar nuestras formas de comunicación con ellos porque los adultos pueden esforzarse mucho por estar presentes en plataformas donde los jóvenes no están. Quizás los mejores canales de comunicación podrían ser Facebook para los padres e Instagram para nuestros jóvenes.
Esta encuesta es una poderosa llamada que nos desafía a los educadores y evangelizadores de jóvenes a estar presentes entre nuestros jóvenes de una manera relevante y significativa en las redes sociales.
El hijo más inteligente
Hace mucho tiempo había un hombre que tenía tres hijos a los que quería mucho. No había nacido rico, pero gracias a su sabiduría y a su duro trabajo había conseguido ahorrar mucho dinero y comprar una granja fértil. Cuando se hizo viejo, empezó a pensar en cómo repartir entre sus hijos lo que poseía. Un día, cuando estaba muy viejo y enfermo, decidió hacer una prueba para ver cuál de sus hijos era el más inteligente. Llamó entonces a sus tres hijos a su cabecera. Le dio a cada uno cinco peniques y les pidió que compraran algo para llenar su habitación, que estaba vacía y desnuda. Cada uno de los hijos cogió el dinero y salió a cumplir el deseo de su padre. El hijo mayor pensó que era un trabajo fácil. Fue al mercado y compró un haz de paja, que fue lo primero que se le presentó. El segundo hijo, en cambio, reflexionó durante unos minutos. Tras recorrer todo el mercado y buscar en todas las tiendas, compró unas hermosas plumas. El hijo menor consideró el problema durante mucho tiempo. “¿Qué es lo que cuesta sólo cinco peniques y puede llenar una habitación?”, se preguntó. Sólo después de muchas horas de pensar y repensar encontró algo que le convenía y se le iluminó la cara. Fue a una pequeña tienda escondida en una calle lateral y compró, con sus cinco peniques, una vela y una cerilla. De camino a casa estaba contento y se preguntaba qué habrían comprado sus hermanos. Al día siguiente, los tres hijos se reunieron en la habitación de su padre. Cada uno trajo su regalo, el objeto que debía llenar la habitación. Primero el hijo mayor extendió su paja en el suelo, pero por desgracia sólo llenaba un pequeño rincón. El segundo hijo mostró sus plumas: eran muy bonitas, pero apenas llenaban dos rincones. El padre estaba muy decepcionado con los esfuerzos de sus dos hijos mayores. Entonces el hijo menor se paró en medio de la habitación: todos los demás le miraron con curiosidad, preguntándose: “¿Qué habrá comprado?” El muchacho encendió la vela con la cerilla y la luz de esa única llama se extendió por toda la habitación y la llenó. Todos sonrieron. El anciano padre estaba encantado con el regalo de su hijo menor. Le dio todas sus tierras y su dinero, porque comprendió que el muchacho era lo bastante listo como para hacer buen uso de ellas y que cuidaría sabiamente de sus hermanos.
Con una sonrisa se puede iluminar hoy el mundo. Y no cuesta nada.
Bullying. ¿Algo nuevo? También hubo en tiempos de Don Bosco
Ciertamente no es ningún misterio para los conocedores más atentos de la “realidad viva” de Valdocco, y no sólo de la “ideal” o “virtual”, que la vida cotidiana en una estructura decididamente restringida para acoger las 24 horas del día y durante muchos meses al año a varios centenares de niños, muchachos y jóvenes de diferentes edades, orígenes, dialectos, intereses, planteaba problemas educativos y disciplinarios no indiferentes a Don Bosco y a sus jóvenes educadores. Presentamos dos episodios significativos en este sentido, en su mayoría desconocidos.
La violenta riña En otoño de 1861, la viuda del pintor Agostino Cottolengo, hermano del célebre san Benito Cottolengo, teniendo que colocar a sus dos hijos, José y Mateo Luis, en la capital del recién nacido Reino de Italia por motivos de estudio, pidió a su cuñado, canónigo Luis Cottolengo de Chieri, para encontrar un internado adecuado. Este último sugirió el oratorio de Don Bosco y así, el 23 de octubre, los dos hermanos, acompañados por otro tío, Ignacio Cottolengo, fraile dominico, entraron en Valdocco con 50 liras mensuales al internado. Sin embargo, antes de Navidad, Mateo Luis, de 14 años, ya había regresado a casa por motivos de salud, mientras que su hermano mayor, José, que había vuelto a Valdocco tras las vacaciones navideñas, fue expulsado un mes después por motivos de fuerza mayor. ¿Qué había sucedido? Había sucedido que el 10 de febrero de 1862, José, de 16 años, había llegado a las manos con un tal José Chicco, de nueve años, sobrino del canónigo Simón Chicco di Carmagnola, que probablemente pagaba su pensión. En la riña, con un palo, el niño se llevó obviamente la peor parte, resultando seriamente herido. Don Bosco se preocupó de hospitalizarlo con la familia Masera de confianza, para evitar que la noticia del desagradable episodio se extendiera dentro y fuera de la casa. El niño fue examinado por un médico, que redactó un informe bastante pesado, útil “para los que tienen razón”.
El alejamiento temporal del matón Para no correr riesgos y por razones disciplinarias evidentes, Don Bosco se vio obligado el 15 de febrero a alejar por un tiempo al joven Cottolengo, haciéndole acompañar no a Bra a casa de su madre, que habría sufrido demasiado, sino a Chieri, a su tío canónigo. Este, dos semanas más tarde, preguntó a Don Bosco por el estado de salud de Chicco y los gastos médicos ocasionados, para que los pagara de su bolsillo. También le preguntó si estaba dispuesto a aceptar que su sobrino regresara a Valdocco. Don Bosco le contestó que el niño herido ya estaba casi completamente curado y que no había que preocuparse por los gastos médicos porque “tenemos que tratar con gente honrada”. En cuanto a aceptar que su sobrino vuelva con él, “imagínese si puedo negarme”, escribió. Pero con dos condiciones: que el niño reconozca su error y que el canónigo Cottolengo escribiría al canónigo Chicco para disculparse en nombre de su sobrino y rogarle que “dijera una simple palabra” a Don Bosco para que acogiera al joven de nuevo en Valdocco. Don Bosco le aseguró que sí podía. Chicco no sólo aceptó las disculpas -ya le había escrito al respecto- sino que ya había dispuesto el ingreso del sobrino “en casa de un familiar para evitar cualquier publicidad”. A mediados de marzo, ambos hermanos Cottolengo fueron acogidos de nuevo en Valdocco “de manera amable”. Sin embargo, Mateo Luis permaneció allí sólo hasta Pascua debido a los habituales problemas de salud, mientras que José hasta el final de sus estudios.
Una amistad consolidada y una pequeña ganancia No contentos aún con que el asunto hubiera terminado con satisfacción mutua, al año siguiente el canónigo Cottolengo volvió a insistir a Don Bosco para que pagar el médico y las medicinas del niño herido. El conónigo Chicco, interrogado por Don Bosco, respondió que el gasto total había sido de 100 liras, pero que él y la familia del niño no pedían nada; pero que, si Cottolengo insistía en pagar la cuenta, él cedería esta suma “a favor del Oratorio de San Francisco de Sales”. Así que tenía que ocurrir. Así pues, un episodio de bullying se había resuelto de manera brillante y educativa: el agresor se había arrepentido, la “víctima” había sido bien asistida, los tíos se habían unido por el bien de sus sobrinos, las madres no habían sufrido, Don Bosco y la obra de Valdocco, tras haber corrido algunos riesgos, habían ganado en amistades, simpatía… y, algo siempre apreciado en aquel internado para chicos pobres, una pequeña contribución económica. Sacar el bien del mal no es para todos, Don Bosco lo consiguió. Hay mucho que aprender.
Una carta muy interesante que abre una mirada al mundo de Valdocco Ahora bien, presentamos un caso aún más grave, que de nuevo puede ser instructivo para los padres y educadores de hoy en día que lidian con muchachos difíciles y rebeldes. He aquí el hecho. En 1865, un tal Carlo Boglietti, abofeteado por insubordinación grave por el asistente del taller de encuadernación, el clérigo José Mazzarello, denunció el hecho ante el tribunal de primera instancia urbano de Borgo Dora, que abrió una investigación, citando como testigos al acusado, al acusador y a tres muchachos. Don Bosco, deseoso de zanjar el asunto con menos molestias por parte de las autoridades, pensó que lo mejor era dirigirse directamente y por adelantado por carta al propio magistrado. Como director de un hogar educativo creía que podía y debía hacerlo “en nombre de todos […] dispuesto a dar a quien sea la mayor satisfacción”.
Dos premisas jurídicas importantes En su carta defiende en primer lugar su derecho y su responsabilidad como padre educador de los niños que le han sido confiados: señala inmediatamente que el artículo 650 del Código Penal, cuestionado por la citación, “parece totalmente ajeno al asunto que nos ocupa, ya que si se interpretara en el sentido exigido por el tribunal urbano, se introduciría en el régimen doméstico de las familias, y los padres y sus tutores ya no podrían corregir a sus hijos ni prevenir la insolencia y la insubordinación, [cosas] que serían gravemente perjudiciales para la moralidad pública y privada”. En segundo lugar, reiteró que la facultad de “utilizar todos los medios que se juzgaran oportunos […] para mantener a raya a ciertos jóvenes” le había sido concedida por la autoridad gubernamental que le había enviado a los niños; sólo en casos desesperados -de hecho, “varias veces”- había tenido que recurrir “al brazo de la seguridad pública”.
El episodio, los precedentes y las consecuencias educativas En cuanto al joven Carlos en cuestión, Don Bosco escribió que, ante los continuos gestos y actitudes de rebeldía, “fue paternal e inútilmente amonestado varias veces; que no sólo se mostró incorregible, sino que insultó, amenazó y maldijo al clérigo Mazzarello en la cara de sus compañeros”, hasta el punto de que “aquel asistente de carácter muy suave y manso se asustó tanto por ello, que desde entonces estuvo siempre enfermo sin haber podido reanudar nunca sus funciones y aún vive como un enfermo”. El chico se había escapado entonces del internado y, a través de su hermana, había informado a sus superiores de su fuga sólo “cuando supo que ya no se podía ocultar la noticia a la policía”, lo que no había hecho antes “para preservar su honor”. Desgraciadamente, sus compañeros habían continuado en su violenta protesta, hasta tal punto que – volvió a escribir Don Bosco – “fue necesario expulsar a algunos de ellos del establecimiento, a otros con dolor entregarlos a las autoridades de seguridad pública que los llevaron a la cárcel”.
Las peticiones de Don Bosco Frente a un joven “indisciplinado, que insultaba y amenazaba a sus superiores” y que luego tenía “la audacia de citar ante las autoridades a aquellos que por su bien […] consagraron su vida y su dinero”, Don Bosco sostenía en general que “la autoridad pública debe acudir siempre en ayuda de la autoridad privada y no de otro modo”. En el caso concreto no se opuso entonces a un procedimiento penal, pero con dos condiciones precisas: que el muchacho presentara primero a un adulto para pagar “los gastos que pudieran ser necesarios y que asumiera la responsabilidad de las graves consecuencias que pudieran producirse”. Para evitar un posible juicio, que sin duda sería aprovechado por la prensa contraria, Don Bosco jugó sus cartas: pidió de antemano que “los daños que el asistente había sufrido en su honor y en su persona fueran reparados al menos hasta que pudiera reanudar sus ocupaciones ordinarias”, «que las costas de este caso corrieran a su cargo” y que ni el muchacho ni “su pariente o consejero” el señor Esteban Caneparo vinieran a Valdocco “a renovar los actos de insubordinación y los escándalos ya causados”.
Conclusión No se sabe cómo llegó a su fin este triste asunto; lo más probable es que se llegara a una conciliación previa entre las partes. Sin embargo, es bueno saber que los muchachos de Valdocco no eran todos Domingo Savio, Francisco Besucco o incluso Miguel Magone. También había jóvenes “presos” que hacían pasar un mal rato a Don Bosco y a sus jóvenes educadores. La educación de los jóvenes siempre ha sido un arte exigente no exento de riesgos; ayer como hoy, es necesaria una estrecha colaboración entre padres, profesores, educadores, agentes de seguridad, todos interesados en el bien exclusivo de los jóvenes.
Descubrimiento de la vocación misionera
La experiencia de Rodgers Chabala, un joven misionero zambiano en Nigeria, a partir del redescubrimiento de Don Bosco al visitar sus lugares.
El joven salesiano Rodgers Chabala forma parte de la nueva generación de misioneros, según el paradigma renovado que va más allá de las fronteras geográficas o de los preceptos culturales: desde Zambia fue enviado como misionero a Nigeria. El curso misionero que vivió el pasado mes de septiembre fue un momento fuerte para él, sobre todo la atmósfera que se respiraba en los lugares de Don Bosco: una verdadera experiencia espiritual.
Don Bosco comenzó su labor con sus propios muchachos, al darse cuenta de que nadie se ocupaba de las almas de estos jóvenes piamonteses, que a menudo acababan en la cárcel por robo, contrabando u otros delitos. Si estos jóvenes hubieran tenido un amigo de confianza, alguien que les instruyera y les diera un buen ejemplo, no habrían acabado allí y por eso Don Bosco les fue enviado por Dios. Podemos decir que todo empezó con el sueño de los nueve años, que Don Bosco fue comprendiendo con el tiempo, gracias a la ayuda de muchas personas que le ayudaron a discernir. Su deseo pastoral de cuidar de las almas de los jóvenes llegó a todo el mundo gracias a los misioneros salesianos, empezando por aquel grupo de once enviados a la Patagonia argentina en 1875. En un principio, Don Bosco no tenía una clara intención de enviar misioneros, pero con el tiempo Dios purificó este deseo y permitió que el carisma salesiano se extendiera por todos los rincones de nuestra Tierra.
La vocación misionera salesiana es una “vocación dentro de la vocación”, una llamada a la vida misionera dentro de la propia vocación salesiana. Desde el principio, Rodgers sintió un fuerte deseo misionero, pero no fue fácil hacer comprender a los demás cuáles eran sus motivaciones. En el momento de su aspiración, cuando aún desconocía la vida salesiana, quedó muy impresionado por el testimonio de un misionero polaco y comenzó a reflexionar y a luchar consigo mismo para descifrar las intenciones de su propio corazón. Cuando el misionero preguntó “¿quién quiere ser misionero?”, Rodgers no dudó e inició el camino del discernimiento, partiendo de la respuesta del salesiano polaco de empezar por amar a su propio país. Obviamente, empezaron a surgir muchos retos y no faltaron momentos de desánimo. Al igual que para Don Bosco, para Rodgers la ayuda y la mediación de muchas personas era esencial para distinguir la voz de Dios de otras influencias y purificar las propias intenciones. Dios habla a través de la gente, el discernimiento no es meramente un proceso individual, siempre tiene una dimensión comunitaria.
El pasado mes de septiembre, Rodgers asistió al curso de formación para nuevos misioneros, que precede al envío oficial por parte del Rector Mayor. Al llegar unos días después que los demás, se reencontró, después de varios años, con algunos de sus compañeros de noviciado y con su antiguo director del estudiantado de filosofía. Se unió al grupo y enseguida notó un ambiente especial, caras sonrientes y verdadera alegría. Las reflexiones sobre la interculturalidad y otras ideas aportadas por el Sector Misiones fueron herramientas útiles para preparar la salida misionera. Durante el curso, los participantes tuvieron la oportunidad de visitar los lugares de Don Bosco, primero el Colle Don Bosco y después Valdocco. El P. Alfred Maravilla, Consejero General para las Misiones, preguntó a los recién nombrados misioneros: “¿Qué efecto tienen en su vida estas visitas a los lugares santos de Don Bosco?”. Cuando uno lee sobre la vida de Don Bosco en los libros, pueden surgir dudas e incluso mostrarse escéptico, pero ver esos lugares con los propios ojos y respirar la atmósfera de Don Bosco recorriendo su historia es algo que difícilmente se puede contar. Además de la memoria histórica de lo sucedido a Don Bosco, Domingo Savio y Mamá Margarita, estos lugares tienen la capacidad de revigorizar el carisma salesiano y hacer reflexionar sobre la propia vocación. La sencillez y el espíritu de familia de Don Bosco muestran cómo la pobreza no es un obstáculo para la santidad y la realización del Reino de Dios. Al hablar de Don Bosco a menudo corremos el riesgo de omitir la parte mística, concentrándonos únicamente en las actividades y las obras. Don Bosco fue verdaderamente un místico de espíritu, que cultivó una relación íntima con el Señor.
Así llegamos al 25 de septiembre de 2022: Don Ángel Fernández Artime, el Don Bosco de hoy, preside la misa con los salesianos de la 153ª expedición misionera SDB y las religiosas de la 145ª expedición FMA, en la Basílica de María Auxiliadora, en Valdocco. Rodgers recuerda haber conocido, unos días antes, a su nuevo superior de la provincia de ANN (Nigeria-Níger), y haber sentido el peso de la responsabilidad por la elección misionera que había hecho. Durante la misa, dice Rodgers, “recibí la cruz misionera y el deseo de ser misionero se actualizó en gran medida”. “La vocación misionera es una hermosa vocación, una vez que se ha completado cuidadosamente el camino del discernimiento. Requiere una apertura de espíritu para apreciar el modo de vida de otros pueblos. Recemos, pues, por todos los misioneros del mundo y por los que están discerniendo la vocación misionera, para que Dios les guíe e inspire en sus vidas”.
Proporcionado por, Marco Fulgaro
Animación vocacional en el corazón de la pastoral juvenil
La mayor dificultad en el servicio de la animación vocacional hoy no está tanto en la claridad de ideas, sino en tres aspectos: en primer lugar, la modalidad de la praxis pastoral; en segundo lugar, la implicación, el testimonio y la oración de toda la comunidad educativo-pastoral y, dentro de ella, la comunidad religiosa en la “cultura vocacional”.
Con el “cambio climático” en nuestras sociedades, los valores cambian, se transmiten y a veces se camuflan. Este cambio parece inevitable e irreversible. Sin embargo, sentimos la responsabilidad de ser proactivos y generar propuestas educativo-pastorales a los jóvenes que favorezcan su respuesta al proyecto de Dios con libertad, autenticidad y determinación. En los últimos años se ha hablado y escrito mucho sobre la animación vocacional para revitalizar nuestros esfuerzos, reconocer los nuevos movimientos del Espíritu, abrirnos a la reflexión de la Iglesia y desarrollar nuevas comprensiones del acompañamiento y el discernimiento vocacional.
Hoy muchos jóvenes se hacen las mismas preguntas y no siempre encuentran el espacio para examinarlas y explorarlas. Las preguntas vienen de dentro, como movimientos interiores que a menudo no saben interpretar ni reconocer. Cada uno de nosotros ha necesitado más de una vez la presencia de una persona que pudiera darnos las herramientas necesarias para pasar de esas turbulencias interiores a la confianza en un proyecto de vida significativo.
Del mismo modo, entendemos por “cultura vocacional” aquel ambiente, creado por los miembros de una Comunidad Educativo-Pastoral (no sólo la comunidad religiosa), que promueve la concepción de la vida como vocación. Es un entorno que permite a cada individuo, creyente o no creyente, entrar en un proceso en el que se le capacita para descubrir su pasión y sus objetivos en la vida. “Sentir la vocación a algo” significa sentirse llamado por una realidad preciosa, por la que puedo leer y dar sentido a mi vida. Implica no tanto hacer lo que queremos, sino descubrir lo que estamos llamados a ser y hacer.
Se puede decir que esta cultura vocacional tiene algunos componentes fundamentales: la gratitud, la apertura a lo trascendente, el cuestionamiento de la vida, la disponibilidad, la confianza en uno mismo y en los demás, la capacidad de soñar y de desear, el asombro ante la belleza, el altruismo… Estos componentes son sin duda la base de cualquier planteamiento vocacional.
Pero también debemos hablar de los componentes específicos de esta cultura vocacional salesiana. Se trata de aquellos elementos que favorecen, entre otras cosas: el conocimiento y la valoración de la llamada personal de Dios (a la vida, al seguimiento y a una misión concreta) y de los caminos de la vida cristiana (secular y de especial consagración); la práctica del discernimiento como actitud de vida y medio para hacer una opción vital; los aspectos relevantes del propio carisma salesiano.
Pero, ¿cuáles son las condiciones de una “cultura vocacional”?
1.- La oración constante es la base de toda pastoral vocacional. Por un lado, para los agentes de pastoral y para toda la comunidad cristiana: si las vocaciones son un don, debemos pedir al Dueño de la mies (cf Mt 9, 38) que siga suscitando cristianos con vocación a las diferentes formas de vida cristiana. Por otra parte, una tarea fundamental de toda pastoral será ayudar a los jóvenes a rezar.
2.- Son las personas las que promueven las vocaciones, no las estructuras. No hay nada más provocador que el testimonio apasionado de la vocación que Dios da a cada uno, sólo así el que es llamado desencadena, a su vez, la llamada en los demás. Los salesianos debemos esforzarnos por hacer comprensible nuestro modo de vivir con el Señor. Todos los salesianos somos corazón, memoria y garantes no sólo del carisma salesiano, sino también de nuestra propia vocación.
3.- Otro punto central de la “cultura de la vocación” es la renovación y revitalización de la vida comunitaria. Allí donde se vive y se celebra la vocación, las relaciones fraternas, el compromiso con la misión y la acogida de todos y cada uno, pueden surgir verdadera y propiamente preguntas de carácter vocacional.
4.- Con los tres puntos precedentes, hemos querido expresar que la acción pastoral en este campo que no esté sostenido por la oración y el testimonio de vida, está aquejada de incoherencia, como lo estaría en cualquier otro ámbito de la pastoral. Además, dado que la vocación requiere resistencia y persistencia, compromiso y estabilidad, debemos ir más allá de una mentalidad o sensibilidad vocacional y poseer una praxis vocacional, una pedagogía vocacional con gestos que la hagan creíble y la sostengan en el tiempo y en el espacio. Esta pedagogía tiene que ver con la centralidad de los itinerarios de fe en la iniciación cristiana, con las propuestas de vida comunitaria acompañada y con el acompañamiento personal; una animación vocacional en el interior de la pastoral juvenil.
5.- Si la confianza en Dios que llama funciona como un pulmón que oxigena la pastoral vocacional, el otro pulmón es la confianza en el corazón generosode los jóvenes. Los corazones de nuestros jóvenes están hechos para grandes cosas, para la belleza, para la bondad, para la libertad, para el amor…, y esta aspiración aparece continuamente como una llamada interior en lo profundo de sus corazones. Desde esta perspectiva, hemos podido elaborar dos enfoques vocacionales: el primer enfoque se centra en los jóvenes más cercanos a nuestro carisma, es decir, aquellos que, por sus vínculos con las comunidades y las obras salesianas, están abiertos a una experiencia de Dios, a relaciones comunitarias significativas y al servicio con los jóvenes; el segundo enfoque se centra en aquellos que pueden sentirse atraídos por profundizar en la vocación salesiana como opción de vida fundamental.
6.- Finalmente, para completar el mapa, no olvidemos la promoción de la vocación de especial consagración. En esta propuesta se define un aspecto concreto de la promoción vocacional, que busca despertar y acompañar a las personas llamadas a una forma concreta de vida (el ministerio ordenado, su propia congregación o movimiento), como una forma concreta de seguir a Jesús.
La Iglesia de hoy también necesita la vocación del salesiano consagrado. Quizá deberíamos recordar que el dinamismo del discernimiento vocacional es una tarea espiritual iluminada por la esperanza de conocer la voluntad de Dios; es una tarea humilde, porque implica la conciencia de no saber, pero expresa el coraje de buscar, de mirar y de caminar hacia delante, liberándose de ese miedo al futuro que se ancla en el pasado y que nace de la presunción de saberlo ya todo.
La vocación es un proceso que dura toda la vida, percibida como una sucesión de llamadas y respuestas, un diálogo en libertad entre Dios y cada ser humano, que toma la forma de una misión a descubrir continuamente en las distintas fases de la vida y en contacto con nuevas realidades. Una vocación, por tanto, es la forma particular en que una persona estructura su vida en respuesta a una llamada personal a amar y servir; la forma de amar y servir que Dios quiere para cada uno.
Partiendo de la cita del Papa Francisco (Evangelii Gaudium, 107), podemos indicar tres caminos a seguir para una animación vocacional coherente: vivir un fervor apostólico contagioso, rezar con insistencia y atreverse a proponer. En resumen: ¿qué podemos hacer? Rezar, vivir y actuar.
Mensaje del Rector Mayor. Aquel joven me dijo: “mi pasión es Cristo”
Habían pasado muchos años desde la última vez que había oído esa expresión de un joven en un contexto tan desenfadado, en presencia de todos sus compañeros que se agolpaban a nuestro alrededor.
Queridos amigos del Boletín Salesiano, hemos “doblado el cabo” del año, como se dice en jerga marinera, y afrontamos el Año Nuevo. Todo comienzo posee algo mágico, y lo nuevo siempre tiene su particular encanto. El año 2023 parecía lejano y, sin embargo, aquí está. El Año Nuevo es cada vez una promesa de que alguna buena noticia llegará también para nosotros. El Año Nuevo brota de la luz y el entusiasmo que nos regaló la Navidad.
«Hay un tiempo para nacer» dice Qohelet en la Biblia. Nunca es demasiado tarde para volver a empezar. Dios siempre empieza de nuevo con nosotros, llenándonos de su bendición. Una lección he aprendido de estos últimos años: prepararnos para las sorpresas y lo inesperado. Como dice San Pablo en una carta: «nunca un corazón humano ha podido probar lo que Dios ha preparado para los que le aman» (1Cor 2,9). El contenido de la esperanza cristiana es vivir abandonado en los brazos de Dios. Hoy han cambiado muchos modos de vivir, de expresarse, de comunicarse. Pero el corazón humano, especialmente el de los jóvenes, es siempre el mismo, como un brote en primavera, lleno de vida a punto de estallar. Los jóvenes “son” la esperanza que camina. Lo que les cuento ahora me parece muy apropiado para este saludo del Boletín Salesiano del mes de enero, el “mes de Don Bosco”. Hace unas semanas, visité las presencias salesianas en los Estados Unidos de América (EE.UU.), y un día, a primera hora de la mañana, llegué a la escuela secundaria y preparatoria Santo Domingo Savio de Los Ángeles. Estuve varias horas con cientos de estudiantes, seguidas de una mesa redonda con cuarenta y cinco jóvenes del instituto. Hablamos de sus planes y sueños personales. Fueron unas horas muy agradables y enriquecedoras. Al final de la mañana, compartí un sandwich con los jóvenes en el patio. Estaba sentado en una mesa de madera en el patio con mi sandwich y una botella de agua. Otros cuatro salesianos estaban conmigo en ese momento; había saludado a muchos jóvenes, algunos sentados en mesas, otros de pie. Fue un almuerzo lleno de alegría. En mi mesa había dos asientos vacíos y, en un momento dado, dos jóvenes se acercaron y se sentaron con nosotros. Naturalmente, empecé a hablar con ellos. Después de un par de minutos, uno de los jóvenes me dijo: «Quiero hacerle una pregunta». «Por supuesto, dime». El joven dijo: «¿Qué tengo que hacer para convertirme en Papa? Quiero ser Papa» Puse cara de sorpresa, pero sonreí. Le contesté que nunca me habían hecho una pregunta así y que me sorprendía su claridad y determinación. Se me ocurrió espontáneamente explicarle que entre tantos millones de católicos hay mucha competencia y no es tan fácil ser elegido Papa.
Rector Mayor en el Centro Juvenil de la Familia Salesiana situado en Boyle Heights, Este de Los Ángeles, EE.UU., Nov. 2022
Le propuse: «Escucha, podrías empezar por hacerte salesiano». El joven dijo sonriendo: «Bueno, no digo que no» y añadió, muy serio: «porque lo que es seguro es que mi pasión es Cristo». Debo decir que quedé impresionado y gratamente sorprendido. Creo que hacía muchos años que no oía esa expresión de un joven en un contexto tan desenfadado, en presencia de todos sus compañeros, que ahora se agolpaban a nuestro alrededor.
El joven tenía una sonrisa genuina en la cara y le dije que me había gustado mucho su respuesta, porque entendía que era absolutamente sincera. Añadí que, si estaba de acuerdo, me gustaría relatar nuestro diálogo en otro momento y lugar, y así lo hice. Pero ya en ese momento mis pensamientos habían volado hacia Don Bosco. Seguramente Don Bosco habría apreciado un diálogo con un joven como éste. No cabe duda de que en muchos diálogos que mantuve con Savio, Besucco, Magone, Rua, Cagliero, Francesia y muchos otros había mucho de esto, del deseo de aquellos jóvenes de hacer algo hermoso con sus vidas. Y pensé en lo importante que es hoy, 163 años después del comienzo de la Congregación Salesiana, seguir creyendo profundamente que los jóvenes son buenos, que tienen tantas semillas de bondad en sus corazones, que tienen sueños y proyectos que a menudo llevan dentro tanta generosidad y donación.
Qué importante es seguir creyendo que es Dios quien actúa en el corazón de cada uno de nosotros, de cada uno de sus hijos e hijas. Me parece que hoy, en nuestro tiempo, corremos el peligro de volvernos tan prácticos y eficaces a la hora de analizar todo lo que nos ocurre y experimentamos que corremos el riesgo de perder la capacidad de sorprendernos a nosotros mismos y a los demás y, lo que es más preocupante, de no dejarnos “sorprender por Dios”. La esperanza es como un volcán en nuestro interior, como un manantial secreto que brota en nuestros corazones, como un resorte que estalla en lo más profundo de nuestras almas: nos envuelve como un torbellino divino en el que estamos insertos, por la gracia de Dios. Creo que como ayer con Don Bosco, hoy hay miles y miles de jóvenes que quieren ver a Jesús, que necesitan experimentar la amistad con él, que buscan a alguien que les acompañe en este hermoso viaje. Les invito a unirse a ellos, queridos amigos del Boletín, y les deseo tiempo para asombrarse y tiempo para confiar, tiempo para mirar las estrellas, tiempo para crecer y madurar, tiempo para volver a esperar y amar. Les deseo tiempo para vivir cada día, cada hora como un regalo. También les deseo tiempo para perdonar, tiempo para dar a los demás y mucho tiempo para rezar, soñar y ser feliz.