Diálogo familiar

Hijo: “¿Te has enterado de lo que ha pasado en Ucrania?”
Padre: “¡Bah!”
Madre: “¿Está la sopa suficientemente salada?”
Hijo: “Eso es un problema, ¿no?”
Padre: “Sí”
Hijo: “Entonces, ¿qué te parece?”
Padre: “Tienes razón, le falta un poco de sal”
Madre: «Toma, aquí tienes”
Hijo: “Es extraño cómo se ha podido llegar a esto”
Madre: “¿Cuánto has tomado de matemáticas?”
Padre: “Nunca entendí nada de matemáticas».
Madre: “Esta noche hace frío…”.

Un marido escucha a su mujer como máximo durante 17 segundos y luego empieza a hablar.
Una esposa escucha a su marido un máximo de 17 segundos y luego empieza a hablar.
El marido y la mujer escuchan a sus hijos durante…




El árbol

Un hombre tenía cuatro hijos. Quería que sus hijos aprendieran a no juzgar las cosas con rapidez. Por ello, invitó a cada uno de ellos a hacer un viaje para ver un árbol que estaba plantado en un lugar lejano. Los envió de uno en uno, con tres meses de diferencia. Los niños obedecieron.
Cuando regresó el último, los reunió y les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo dijo que el árbol era feo, retorcido y doblado.
El segundo hijo dijo, sin embargo, que el árbol estaba cubierto de brotes verdes y prometía vida.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo; dijo que estaba cubierto de flores, que olían tan dulcemente y eran tan hermosas que dijo que eran lo más bello que había visto en su vida.
El último hijo discrepó con todos los demás; dijo que el árbol estaba lleno de frutos, vida y abundancia.
El hombre explicó entonces a sus hijos que todas las respuestas eran correctas ya que cada uno sólo había visto una estación de la vida del árbol.
Dijo que no se puede juzgar a un árbol, o a una persona, por una sola estación, y que su esencia, el placer, la alegría y el amor que se desprenden de esas vidas sólo pueden medirse al final, cuando todas las estaciones están completas.

Cuando la primavera se van todas las flores mueren, pero cuando vuelve sonríen felices. En mis ojos todo pasa, en mi cabeza todo se vuelve blanco.
Pero nunca debe creer que en plena primavera todas las flores mueren porque, justo anoche, florecía una rama de melocotón.
(anónimo de Vietnam)

No dejes que el dolor de una estación destruya la alegría de lo que vendrá después.
No juzgue su vida en una estación difícil. Persevera a través de las dificultades, ¡y seguramente vendrán tiempos mejores cuando menos se lo espere! Viva cada una de sus estaciones con alegría y con el poder de la esperanza.




El perfume

Una fría mañana de marzo, en un hospital, debido a graves complicaciones, nació una niña mucho antes de lo esperado, tras sólo seis meses de embarazo.
Era una criaturita diminuta y los nuevos padres quedaron dolorosamente conmocionados por las palabras del médico: “No creo que el bebé tenga muchas posibilidades de sobrevivir. Sólo hay un 10% de posibilidades de que sobreviva a la noche, e incluso si eso ocurre por algún milagro, la probabilidad de que tenga complicaciones en el futuro es muy alta”. Paralizados por el miedo, la madre y el padre escucharon las palabras del médico mientras les describía todos los problemas a los que se enfrentaría la niña. Nunca podría andar, hablar, ver, tendría retraso mental y muchas cosas más.
Mamá, papá y su hijo de cinco años habían esperado tanto a esa niña. En pocas horas, vieron todos sus sueños y deseos rotos para siempre.

Pero sus problemas no habían terminado, el sistema nervioso de la pequeña aún no estaba desarrollado. Así que cualquier caricia, beso o abrazo era peligroso, los desconsolados miembros de la familia ni siquiera podían transmitirle su amor, tenían que evitar tocarla.
Los tres se tomaron de la mano y rezaron, formando un pequeño corazón palpitante en el enorme hospital:
“Dios todopoderoso, Señor de la vida, haz tú lo que nosotros no podemos hacer: cuida de la pequeña Diana, abrázala a tu pecho, acúnala y hazle sentir todo nuestro amor”.
Diana era un copito palpitante y poco a poco empezó a mejorar. Pasaron las semanas y la pequeña siguió ganando peso y fortaleciéndose. Finalmente, cuando Diana cumplió dos meses, sus padres pudieron tomarla en brazos por primera vez.

Cinco años después, Diana se había convertido en una niña serena que miraba al futuro con confianza y ganas de vivir. No había signos de deficiencia física o mental, era una niña normal, vivaz y llena de curiosidad.
Pero ahí no acaba la historia.
Una tarde calurosa, en un parque no muy lejos de casa, mientras su hermano jugaba al fútbol con unos amigos, Diana estaba sentada en brazos de su madre. Como siempre, charlaba alegremente, cuando de repente se quedó callada. Apretó los brazos como si abrazara a alguien y preguntó a su mamá: “¿Sientes eso?”.
Oliendo la lluvia en el aire, mamá respondió: “Sí. Huele como cuando va a llover”.
Al cabo de un rato, Diana levantó la cabeza y acariciándose los brazos exclamó: “No, huele como Él. Huele como cuando Dios te abraza fuerte”.

La madre empezó a llorar lágrimas ardientes, mientras la niña correteaba hacia sus amiguitos para jugar con ellos.
Las palabras de su hija habían confirmado lo que la mujer sabía en su corazón desde hacía mucho tiempo. A lo largo de su estancia en el hospital, mientras luchaba por la vida, Dios había cuidado de la niña, abrazándola tan a menudo que su perfume había quedado impreso en la memoria de Diana.

El perfume de Dios permanece en cada niño. ¿Por qué tenemos tanta prisa por borrarlo?




Un millón de niños rezan el Rosario

Si un millón de niños rezan el Rosario, el mundo cambiará (San Pío de Pietrelcina – Padre Pío)

Cada año, en octubre, una ola de oración se extiende por todo el mundo, uniendo a niños de diferentes nacionalidades, culturas y orígenes en un poderoso gesto de fe. Esta extraordinaria iniciativa, titulada “Un millón de niños rezan el Rosario”, se ha convertido en un acontecimiento anual esperado por muchos, encarnando la esperanza de un futuro mejor a través de la oración y la devoción de los más pequeños.

Orígenes y significado de la iniciativa
La idea de esta iniciativa surgió en 2005 en Caracas, capital de Venezuela, cuando un grupo de niños se reunió para rezar el Rosario ante una imagen de la Santísima Virgen María. Muchas de las mujeres allí presentes sintieron fuertemente la presencia de la Virgen María y recordaron la profecía de San Pío de Pietrelcina(Padre Pío): “Cuando un millón de niños recen el Rosario, el mundo cambiará”. Esa frase aparentemente sencilla expresaba la profunda convicción de que la oración de los más pequeños tiene una capacidad especial para tocar el corazón de Dios e influir positivamente en el mundo.

Inspiradas por esta experiencia y por las palabras del Padre Pío, estas mujeres decidieron convertir esa imagen en realidad. Empezaron organizando actos locales de oración, invitando a los niños a rezar el Rosario. La iniciativa creció rápidamente, traspasando las fronteras de Venezuela y extendiéndose a otros países latinoamericanos.

En 2008, la iniciativa atrajo la atención de la fundación pontificia “Ayuda a la Iglesia Necesitada” (AEC), una organización católica internacional que apoya a la Iglesia necesitada en todo el mundo. Reconociendo el potencial de esta campaña de oración, la AEC decidió adoptarla y promoverla a escala mundial, con el objetivo de implicar a un millón de niños en el rezo del Rosario, una de las oraciones más antiguas y queridas de la tradición cristiana católica.

Bajo el liderazgo de la AEC, “Un millón de niños rezan el Rosario” se ha convertido en un acontecimiento mundial. Cada año, el 18 de octubre, niños de todos los continentes se unen en oración, rezando el Rosario por la paz y la unidad en el mundo. La fecha del 18 de octubre no es casual: es el día en que la Iglesia católica celebra la fiesta de San Lucas Evangelista, conocido por su especial atención a la Virgen María en sus escritos.

El Rosario: oración mariana y símbolo de paz
El Rosario es una oración muy antigua, centrada en la reflexión sobre los misterios de la vida de Jesús y María, su madre. Consiste en la repetición de oraciones como el Ave María, el Padre Nuestro y el Gloria, y permite a los fieles meditar sobre los momentos centrales del viaje de Cristo por la tierra. Esta práctica no es sólo una forma de devoción individual, sino que tiene una fuerte dimensión comunitaria y de intercesión, hasta el punto de que, en muchas apariciones marianas, como las de Fátima y Lourdes, la Virgen pidió expresamente a los niños que rezaran el Rosario como medio para obtener la paz en el mundo y la conversión de los pecadores.

El Rosario, al ser repetitivo, permite incluso a los niños pequeños, a menudo incapaces de seguir oraciones complejas o lecturas largas, participar activamente y comprender el sentido de la oración. Mediante el simple acto de repetir las palabras del Ave María, los niños se unen espiritualmente a la comunidad global de fieles, intercediendo por la paz y la justicia en el mundo.

La dimensión espiritual y educativa
La iniciativa tiene lugar cada año el 18 de octubre, aunque muchos grupos, parroquias y colegios optan por prolongarla durante todo el mes, tradicionalmente dedicado a Nuestra Señora del Rosario.

El día del evento, los niños se reúnen en diversos lugares: escuelas, iglesias, casas particulares o espacios públicos. A menudo, se instruye a los niños sobre cómo rezar el Rosario y los significados espirituales de los distintos misterios, para que puedan participar con conciencia y fe. Bajo la guía de adultos -padres, profesores o líderes religiosos-, los niños rezan juntos el Rosario. Muchas comunidades organizan actos especiales en torno a esta oración, como cantos, lecturas bíblicas o breves reflexiones adecuadas para los jóvenes.

Algunas parroquias organizan celebraciones completas, durante las cuales los niños llevan cuentas del Rosario hechas a mano o con materiales creativos, para expresar su participación de forma activa y comprometida. La iniciativa concluye con la celebración de una Santa Misa especial dedicada a Nuestra Señora del Rosario y a la paz mundial.

“Un millón de niños rezan el Rosario” no es sólo un momento de oración, sino también una oportunidad educativa. Muchas escuelas y grupos pastorales aprovechan este acontecimiento para enseñar a los niños los valores de la paz, la solidaridad y la justicia social. A través del Rosario, los niños aprenden la importancia de confiar sus preocupaciones y el sufrimiento del mundo a Dios, y comprenden que la paz comienza en sus corazones y familias.

Además, la iniciativa pretende que los niños comprendan la universalidad de la Iglesia y de la fe cristiana. Saber que, al mismo tiempo, otros miles de niños de todas las partes del mundo rezan la misma oración crea un sentimiento de comunidad y fraternidad global que trasciende las barreras lingüísticas, culturales y geográficas.

El valor de la oración de los niños
La oración de los niños suele considerarse especialmente poderosa en la tradición cristiana debido a su inocencia y pureza de corazón. En la Biblia, el propio Jesús invita a sus discípulos a fijarse en los niños como ejemplo de fe: “En verdad os digo que, si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3).

Los niños, con su corazón abierto y sincero, son capaces de rezar con total confianza en Dios, sin dudas ni reservas. Esta confianza y sencillez hacen que su oración sea especialmente eficaz a los ojos de Dios. Además, la oración de los niños también puede tener un fuerte impacto en los adultos, llamándoles a una fe más pura y profunda.

Impacto mundial
A lo largo de los años, “Un millón de niños rezan el Rosario” ha visto crecer su participación, involucrando a millones de niños en más de 140 países. En 2023, más de un millón de niños se unieron a la oración, rezando especialmente por la paz en Tierra Santa y por otras intenciones urgentes.

El acto también atrajo la atención de los medios de comunicación de varios países, ayudando a difundir un mensaje de esperanza y unidad en un mundo a menudo dominado por noticias negativas. Las redes sociales se convirtieron en una herramienta importante para promover la iniciativa y compartir experiencias. Hashtags como #MillionChildrenPraying y #ChildrenPrayingTheRosary se han hecho virales en muchos países, creando un sentimiento de comunidad global entre los participantes.

La iniciativa del millón de niños rezando el rosario ha recibido el apoyo de muchos líderes de la Iglesia católica, incluidos Papas. El Papa Francisco, en particular, ha expresado en repetidas ocasiones su aprecio por esta campaña, subrayando la importancia de la oración de los niños para la paz mundial.

Más allá del ámbito religioso, la iniciativa ha atraído la atención de educadores y psicólogos, que han destacado los beneficios de implicar a los niños en actividades que promuevan la reflexión, la compasión y un sentido de conexión global.

Objetivos de la campaña
La campaña Un millón de niños rezan el Rosario tiene varios objetivos clave:

1. Educación espiritual: Enseñar a los niños la importancia de la oración y del Rosario como parte integrante de su vida espiritual, para crecer en la fe.
2. Honrar a la Virgen María: La iniciativa refuerza la devoción mariana, elemento central de la fe católica.
3. Aprender a rezar juntos: El evento crea un sentido de unidad y solidaridad entre los participantes, superando las barreras geográficas y culturales.
4. Promover la paz mundial: La oración de los niños se considera una poderosa herramienta para invocar la paz en un mundo a menudo plagado de conflictos y divisiones.
5. A través de la oración, se anima a los niños a reflexionar sobre los problemas mundiales y su papel en la creación de un futuro mejor.

Cómo participar
Participar en la iniciativa es muy sencillo. Basta con
1. Infórmate: Visita la web oficial de la AEC para descargarte materiales gratuitos, como carteles, cuentos ilustrados y guías de oración.
2. Organiza un momento de oración: Elige un momento para rezar el Rosario, el 18 de octubre (u otro día más cercano si el 18 no es posible). Puede hacerse en grupo o individualmente.
3. Involucra a los niños: de tu familia, colegio o parroquia en un momento de oración en común. Explica a los niños la importancia de la oración y el significado del Rosario. Anímales a participar activamente.
4. Inscríbeteonline: Registra tu participación en la web de la AEC para hacer oír tu voz y ayudar a alcanzar el objetivo del millón de niños.
5. Comparte la experiencia: Comparte fotos, vídeos y testimonios en las redes sociales utilizando el hashtag #MillionChildrenPraying. Esto ayuda a crear una comunidad global de oración

“Un millón de niños rezan el Rosario” es una iniciativa extraordinaria que demuestra el poder de la oración y la importancia de la fe. A través del rezo del Rosario, los niños de todo el mundo pueden unirse en una comunidad global de fe, aportando esperanza y paz. Unámonos a ellos en esta gran cadena de oración y ayudemos a construir un mundo más hermoso.




Una sonrisa al amanecer

Un testimonio conmovedor de Raoul Follereau. Estuvo en una leprosario en una isla del Pacífico. Una pesadilla de horror. Nada más que cadáveres andantes, desesperación, rabia, llagas y horribles mutilaciones.
Sin embargo, en medio de tanta devastación, un anciano enfermo conservaba unos ojos sorprendentemente brillantes y sonrientes. Sufría en cuerpo, como sus infelices compañeros, pero mostraba apego a la vida, no desesperación, y dulzura en su trato con los demás.
Intrigado por aquel verdadero milagro de la vida, en el infierno del leprosario, Follereau quiso buscar una explicación: ¿qué cosa podía dar tanta fuerza para vida a aquel anciano tan golpeado por el mal?
Lo siguió, discretamente. Descubrió que, invariablemente, al despuntar el alba, el anciano se arrastraba hasta la valla que rodeaba el leprosario y llegaba a un lugar concreto.
Se sentaba y esperaba.
No era la salida del sol lo que esperaba. Ni el espectáculo del amanecer del Pacífico.
Esperaraba hasta que, al otro lado de la valla, apareciera una mujer, también anciana, con el rostro cubierto de finas arrugas y los ojos llenos de dulzura.
La mujer no hablaba. Sólo envió un mensaje silencioso y discreto: una sonrisa. Pero el hombre se iluminaba ante esa sonrisa y respondía con otra.
La conversación silenciosa duraba unos instantes, luego el anciano se levantaba y volvía trotando al cuartel. Todas las mañanas. Una especie de comunión diaria. El leproso, alimentado y fortificado por aquella sonrisa, podía soportar un nuevo día y aguantar hasta la nueva cita con la sonrisa de aquel rostro femenino.
Cuando Follereau le preguntó, el leproso respondió: “¡Es mi esposa!”.
Y tras un momento de silencio: “Antes de venir aquí, ella me curó en secreto, con todo lo que pudo encontrar. Un hechicero le había dado un ungüento. Todos los días me untaba la cara con él, excepto una pequeña parte, lo suficiente para pegar sus labios a ella para darme un beso… Pero todo fue en vano. Entonces me recogieron y me trajeron aquí. Pero ella me siguió. Y cuando vuelvo a verla cada día, sólo por ella sé que sigo vivo, sólo por ella sigo disfrutando de la vida”.

Seguro que alguien le ha sonreído esta mañana, aunque usted no se haya dado cuenta. Seguro que alguien espera hoy su sonrisa. Si entra en una iglesia y abre su alma al silencio, se dará cuenta de que Dios, ante todo, le recibe con una sonrisa.




¿Dónde nació Don Bosco?

            En el primer aniversario de la muerte de Don Bosco, sus Antiguos Alumnos quisieron seguir celebrando la Fiesta del Reconocimiento, como cada año el 24 de junio, organizándola para el nuevo Rector Mayor, don Rua.
            El 23 de junio de 1889, después de haber colocado una lápida en la cripta de Valsalice donde estaba enterrado Don Bosco, el día 24, celebraron a don Rua en Valdocco.
            El profesor Alessandro Fabre, antiguo alumno de 1858-66, tomó la palabra y dijo entre otras cosas:
            “No se sentirá defraudado al saber, excelente Don Rua, que hemos decidido añadir como apéndice la inauguración el próximo 15 de agosto de otra placa, cuyo encargo ya se ha hecho y cuyo diseño se reproduce aquí, y que colocaremos en la casa donde nació y vivió durante muchos años nuestro querido Don Bosco, para que el lugar donde el corazón de aquel gran hombre que más tarde llenaría Europa y el mundo con su nombre, sus virtudes y sus admirables instituciones para que permanezca señalando a los contemporáneos y la posteridad siga siendo un lugar donde primero latió para Dios y para la humanidad”.
            Como puede verse, la intención de los Antiguos Alumnos era colocar una placa en la Casetta dei Becchi, considerada por todos la casa natal de Don Bosco, porque él siempre la había señalado como su hogar. Pero luego, al encontrar la Casetta en ruinas, fueron inducidos a retocar el borrador de la inscripción y colocar la placa en la cercana casa Joseph con la siguiente redacción dictada por el propio Prof. Fabre:
            El 11 de agosto, pocos días antes del cumpleaños de Don Bosco, los Antiguos Alumnos fueron a los Becchi para descubrir la placa. Felice Reviglio, coadjutor de San Agustín, uno de los primeros alumnos de Don Bosco, pronunció el discurso de la ocasión. Hablando de la Casita dijo: “La misma casa cerca de aquí donde nació, que está casi completamente en ruinas…” es «un verdadero monumento de la pobreza evangélica de Don Bosco».
            La “ruina completa” de la Casetta ya había sido mencionada en el Boletín Salesiano de marzo de 1887 (BS 1887, marzo, p. 31), y don Reviglio y la inscripción de la placa («una casa ahora demolida») se referían evidentemente a esta situación. La inscripción encubría lastimosamente el lamentable hecho de que la Casetta, que aún no era propiedad salesiana, parecía ahora inexorablemente perdida.
            Pero Don Rua no se dio por vencido y en 1901 se ofreció a restaurarla a expensas de los Salesianos con la esperanza de obtenerla más tarde de los herederos de Antonio y José Bosco, como ocurrió en 1919 y 1926 respectivamente.
            Al finalizar las obras se colocó una placa en la «Casita» con la siguiente inscripción EN ESTA HUMILDE CASITA, AHORA PIADOSAMENTE RESTAURADA, NACIÓ DON GIOVANNI BOSCO EL 16 DE AGOSTO DE 1815
            Entonces también se corrigió la inscripción de la casa de José como sigue: “Nacido aquí, en una casa ahora restaurada… etc.”, y se sustituyó la placa.
            Luego, cuando se celebró el centenario del nacimiento de Don Bosco en 1915, el Boletín publicó la foto de la Casita, precisando: “Es aquella donde nació el Venerable Juan Bosco el 16 de agosto de 1815. Fue salvada de la ruina a la que la voracidad del tiempo la había condenado, con una reparación general en el año 1901”.
            En los años 70, las investigaciones de archivo llevadas a cabo por el Commendatore Secondo Caselle convencieron a los Salesianos de que Don Bosco había vivido efectivamente de 1817 a 1831 en la Casetta comprada por su padre, su casa, como él siempre había dicho, pero que había nacido en la granja Biglione, donde su padre era agricultor y vivió con su familia hasta su muerte el 11 de mayo de 1817, en la cima de la colina donde ahora se alza el Templo a San Juan Bosco.
            La placa de la casa de José había sido modificada, mientras que la de la Casetta fue sustituida por la actual inscripción de mármol: ESTA ES MI CASA DON BOSCO
            La opinión recientemente expresada de que los Antiguos Alumnos, en 1889, con las palabras: “Nacido cerca de aquí en una casa ahora demolida” no se referían a la Casita de los Becchi.

Los topónimos de los Becchi
            ¿Vivía la familia Bosco en Cascina Biglione cuando nació Giovanni?
            Algunos han dicho que es lícito dudarlo, porque casi con toda seguridad vivían en otra casa propiedad de Biglione en “Meinito”. Prueba de ello sería el Testamento de Francesco Bosco, redactado por el notario C. G. Montalenti el 8 de mayo de 1817, donde se lee: “… en la casa del señor Biglione habitada por el testador en la región del Monastero borgata di Meinito…”. (S. CASELLE, Cascinali e Contadini del Monferrato: i Bosco di Chieri nel secolo XVIII, Roma, LAS, 1975, p. 94).
            ¿Qué se puede decir de esta opinión?
            Hoy en día, “Meinito” (o “Mainito”) no es más que el emplazamiento de una alquería situada al sur de Colle Don Bosco, más allá de la carretera provincial que va de Castelnuovo hacia Capriglio, pero en otros tiempos indicaba un territorio más extenso, contiguo al llamado Sbaraneo (o Sbaruau). Y Sbaraneo no era otra cosa que el valle situado al este del Colle.

            “Monastero”, pues, no sólo correspondía a la actual zona boscosa cercana a Mainito, sino que abarcaba una vasta extensión, desde Mainito hasta Barosca, hasta el punto de que la misma “Casetta” de los Becchi fue registrada en 1817 como “región de Cavallo, Monastero(S. CASELLE, o. c., p. 96).

            Cuando aún no existían mapas con parcelas numeradas, las granjas y fincas se identificaban a partir de topónimos, derivados de apellidos de antiguas familias o de accidentes geográficos e históricos.

            Servían como puntos de referencia, pero no se correspondían con el significado actual de “región” o “aldea” más que de forma muy aproximada, y eran utilizados con mucha libertad de elección por los notarios.
            El mapa más antiguo de Castelnovese, conservado en los archivos municipales y puesto amablemente a nuestra disposición, data de 1742 y se denomina “mapa napoleónico”, probablemente debido a su mayor utilización durante la ocupación francesa. Un extracto de este mapa, editado en 1978 con elaboración fotográfica del texto original por los Sres. Polato y Occhiena, que compararon los documentos de archivo con los lotes numerados en el Mapa Napoleónico, da una indicación de todas las tierras propiedad de la familia Biglione desde 1773 y explotadas por la familia Bosco de 1793 a 1817. De este “Extracto” se desprende que la familia Biglione no poseía tierras ni casas en Mainito. Por otra parte, no se ha encontrado hasta ahora ningún otro documento que demuestre lo contrario.

            Entonces, ¿qué significado pueden tener las palabras “en la casa del Sr. Biglione… en la región de Monastero de la aldea de Meinito”?

            En primer lugar, es bueno saber que sólo nueve días después, el mismo notario que redactó el testamento de Francesco Bosco, escribió en el inventario de su herencia: “… en la casa del señor Giacinto Biglione habitada por los pupilos innominados [hijos de Francesco] en la región de Meinito…”. (S. CASELLE, o. c., p. 96), promoviendo así en pocos cías a Mainito de “distrito” a “región”. Y luego es curioso constatar que incluso la Cascina Biglione propiamente dicha, en distintos documentos, aparece en Sbaconatto, en Sbaraneo o Monastero, en Castellero, etcétera, etcétera.
            Entonces, ¿cómo lo situamos? Teniendo todo en cuenta, no es difícil darse cuenta de que se trata siempre de la misma zona, elMonastero, que en su centro tenía Sbaconatto y Castellerò, al este el Sbaraneo, y al sur el Mainito. El notario Montalenti eligió “Meinito” como otros eligieron “Sbaraneo” o “Sbaconatto” o “Castellero”. Pero el lugar y la casa eran siempre los mismos.
            Por otra parte, sabemos que los señores Damevino, propietarios de Cascina Biglione de 1845 a 1929, poseían también otras fincas, en Scajota y Barosca; pero, como aseguran los ancianos del lugar, nunca tuvieron casas en Mainito. Sin embargo, habían comprado las propiedades que la familia Biglione había vendido al Sr. Giuseppe Chiardi en 1818.

            Sólo nos queda concluir que el documento redactado por el notario Montalenti el 8 de mayo de 1817, aunque no contenga errores, se refiere a la Cascina Biglione propiamente dicha, donde Don Bosco nació el 16 de agosto de 1815, murió su padre el 11 de mayo de 1817 y se construyó en nuestros días el grandioso Templo a San Juan Bosco.
            La existencia, por último, de una ficticia casa de Biglione habitada por la familia Bosco en Mainito y luego demolida no se sabe cuándo ni por quién ni por qué antes de 1889, como algunos han especulado, no tiene (al menos hasta ahora) ninguna prueba real a su favor. Los propios Antiguos Alumnos cuando colocaron en la lápida de Becchi las palabras “Nacido aquí en…” (véase nuestro artículo de enero) no podían referirse ciertamente a Mainito, ¡que está a más de un kilómetro de la casa de José!

Granjas, colono y arrendatarios
            Francisco Bosco, agricultor de la Cascina Biglione, deseoso de establecerse por su cuenta, compró tierras y la casa de los Becchi, pero la muerte le sorprendió el 11 de mayo de 1817, antes de que hubiera podido pagar todas sus deudas. En noviembre, su viuda, Margherita Occhiena, se instaló con sus hijos y su suegra en la “Casetta”, reformada a tal efecto. Hasta entonces, esa Casetta, ya contratada por su marido desde 1815 pero aún no pagada, consistía únicamente en “una crotta y un establo adyacente, cubiertos de tejas, en mal estado(S. CASELLE, Cascinali e contadini […], p. 96-97), y por tanto inhabitables para una familia de cinco miembros, con animales y aperos. En febrero de 1817 se había redactado el acta notarial de venta, pero la deuda seguía pendiente. Margarita tuvo que resolver la situación como tutora de Antonio, José y Juan Bosco, por entonces pequeños propietarios en los Becchi.
            No era la primera vez que la familia Bosco pasaba de la condición de capataces a la de pequeños propietarios y viceversa. El difunto comendador Secondo Caselle nos ha proporcionado abundante documentación al respecto.
            El tatarabuelo de Don Bosco, Giovanni Pietro, antes agricultor en la granja Croce di Pane, entre Chieri y Andezeno, propiedad de los Padres Barnabitas, en 1724 se convirtió en agricultor en la Cascina di San Silvestro, cerca de Chieri, perteneciente a la Prevostura di San Giorgio. Y que vivió en la Cascina di San Silvestro con su familia consta en los “Registros de la Sal” de 1724. Su sobrino, Filippo Antonio, huérfano de padre y acogido por el hijo mayor de Giovanni Pietro, Giovanni Francesco Bosco, fue adoptado por un tío abuelo, del que heredó una casa, un jardín y 2 hectáreas de terreno en Castelnuovo. Pero, debido a la crítica situación económica en que se encontraba, tuvo que vender la casa y la mayor parte de sus tierras y trasladarse con su familia a la aldea de Morialdo, como massaro de Cascina Biglione, donde murió en 1802.
            Paolo, su primogénito, se convirtió así en cabeza de familia y el capataz, según consta en el censo de 1804. Sin embargo, unos años más tarde, dejó la granja a su hermanastro Francesco y se fue a vivir a Castelnuovo, después de recibir su parte de la herencia y de comprar y vender. Fue entonces cuando Francesco Bosco, hijo de Filippo Antonio y Margarita Zucca, se convirtió en capataz de Cascina Biglione.

            ¿Qué se entendía entonces por “granja”, “capataz” y “arrendatario”?

            La palabra “cascina” (en piamontés: cassin-a) indica en sí misma una casa de labranza o el conjunto de una explotación agrícola; pero en los lugares de los que estamos hablando, se hacía hincapié en la casa, es decir, en el edificio de la explotación agrícola utilizado en parte como vivienda y en parte como casa rústica para el ganado, etc. El “massaro” –colono- (en piamontés: massé) es en sí mismo el arrendatario de la alquería y de las granjas, mientras que el “mezzadro” (en piamontés: masoé) es sólo el cultivador de las tierras de un señor con el que comparte las cosechas. Pero en la práctica, en aquellos lugares el massaro era también arrendatario y viceversa, por lo que la palabra massé no se utilizaba mucho, mientras que masoé indicaba generalmente también al massaro.
            El Sr. y la Sra. Damevino, propietarios de Cascina “Bion” o Biglione al Castellero de 1845 a 1929, poseían también otras explotaciones agrícolas, en Scajota y Barosca, y, según nos aseguró el Sr. Angelo Agagliate, tenían cinco massari o aparceros, uno en Cascina Biglione, dos en Scajota y dos en Barosca. Naturalmente, los distintos massari vivían en su propia granja.
            Ahora bien, si un campesino vivía, por ejemplo, en Cascina Scajota, propiedad de la familia Damevino, no se le llamaba “habitantre en la casa Damevino”, sino simplemente “alla Scajota”. Si Francisco Bosco hubiera vivido en la supuesta casa Biglione de Mainito, no se habría dicho, por tanto, que vivía “en la casa del señor Biglione”, aunque esta casa hubiera pertenecido a la familia Biglione. Si el notario escribió: “En la casa del señor Biglione habitada por el testador de abajo”, era señal de que Francesco vivía con su familia en Cascina Biglione propiamente dicha.
            Y esto es una confirmación más de los artículos anteriores que refutan la hipótesis del nacimiento de Don Bosco en Mainito “en una casa ahora demolida”.
            En conclusión, no se puede dar importancia exclusiva al significado literal de ciertas expresiones, sino que hay que examinar su verdadero significado en el uso local de la época. En este tipo de estudios, la labor del investigador local es complementaria a la del historiador académico, y especialmente importante, porque el primero, ayudado por un conocimiento detallado de la zona, puede proporcionar al segundo el material necesario para sus conclusiones generales, y evitar interpretaciones erróneas.




Los hijos de la familia

Redescubrir el gran valor de la cercanía, de la amistad, de la alegría sencilla en la vida cotidiana, el valor de compartir, de hablar y de comunicarse.

Escribo estas líneas, queridos amigos de Don Bosco y de su precioso carisma, mirando el borrador del Boletín Salesiano de septiembre. Mi saludo es lo último que se inserta: soy el último en escribir, en función del contenido del mes. Tal como hacía Don Bosco.
En este mes, al comienzo del año académico en las escuelas, en los oratorios, me complace ver que los mensajes tienen tanto sabor misionero (y por eso se mencionan Filipinas y Papúa Nueva Guinea), y también la sencillez de una “misión salesiana” con el sabor local de la casa de Saluzzo.
La lectura del boletín me hace apreciar algo que es muy nuestro, muy salesiano, y que estoy seguro que agrada a tantos de ustedes: me refiero al gran valor de la cercanía, de la amistad, de la alegría sencilla en la vida cotidiana, el valor de compartir, de hablar y comunicarse.  El gran regalo de tener amigos, de saber que uno no está solo. El sentimiento de ser queridos por tanta gente buena en nuestras vidas.
Y pensando en todo esto, me vino a la mente un testimonio sincero y muy honesto de una joven que escribió al padre Luigi Maria Epicoco y que éste publicó en su libro La luce in fondo. Es un testimonio que me gustaría que conocieran porque lo considero la antítesis de lo que intentamos construir cada día en cada casa salesiana. Esta joven siente, en cierto modo, que no hay éxito ni realización si falta el más humano de los encuentros, de las bellas relaciones humanas, y este año escolar que comenzamos nos lo recuerda.

Esta joven escribe de sí misma: “Querido Padre, le escribo porque me gustaría que me ayudara a comprender si la nostalgia que siento en estos meses dice que soy extraña o que algo importante ha cambiado para mí. Quizá le sea útil que le cuente un poco sobre mí. Decidí irme de casa cuando apenas tenía dieciocho años. Era una forma de escapar de un entorno que me parecía tan estrecho, tan asfixiante para mis sueños. Así que llegué a Milán en busca de trabajo. Mi familia no podía mantener mis estudios. Por eso también estaba enfadada con ellos. Todos mis amigos estaban frenéticos por elegir una facultad. No tenía elección porque nadie podía apoyarme. Busqué un trabajo para vivir y soñé durante años con una oportunidad para estudiar. Lo conseguí y con inmensos sacrificios me gradué. El día de mi graduación, no quise que mi familia asistiera. Pensé que los campesinos que sólo tenían estudios secundarios no entenderían nada de mis estudios. Sólo le dije a mi madre que todo había ido bien, y sentí sus lágrimas que por un momento me despertaron un sentimiento de culpa que nunca antes había sentido. Pero era cuestión de poco. Me realicé con mis propias fuerzas y nunca pude ni quise depender de nadie. Incluso en el trabajo salí adelante porque elegí aliarme conmigo misma.

Pasé años así. Y no entiendo por qué sólo ahora, en medio del encierro de esta pandemia, ha estallado dentro de mí un anhelo por mi familia. Sueño con contarles todo lo que nunca les conté. Sueño con abrazar a mi padre. Por la noche me despierto y me pregunto si se puede vivir una vida emancipada de esas relaciones tan significativas. Incluso las relaciones que he tenido a lo largo de los años, nunca les he permitido cruzar la frontera de la verdadera intimidad. Pero ahora todo me parece tan diferente. Ahora que no puedo elegir salir de casa, o acudir a quien considero importante, he despertado a la comprensión de la gran mentira que he estado viviendo en mi interior todo este tiempo.
¿Quiénes somos sin relaciones? Quizá sólo personas infelices en busca de afirmación. Ahora me doy cuenta de que todo lo que hacía, en realidad, lo hacía porque esperaba que alguien me dijera quién era realmente. Pero a los únicos que podían ayudarme a responder a esa pregunta les corté las relaciones. Y ahora están arriesgando sus vidas, a cientos de kilómetros de mí. Si tuviera que morir, querría estar con ellos y no con mis éxitos”.

Una alegría compartida
Agradezco la honestidad y la valentía de esta joven que me hizo pensar mucho sobre nuestra realidad actual. Me hizo reflexionar sobre el estilo de vida que llevamos en tantas familias donde lo importante es tener buenos resultados, conseguir una buena situación económica, llenar nuestros días de cosas que hacer para que todo sea rentable, etc…. pero pagamos precios muy altos por vivir siempre, y cada vez más, no fuera de casa sino fuera de nosotros mismos. Existe el peligro de vivir sin centro, es decir, “fuera del centro”. Y créanme, queridos amigos, no pueden imaginarse hasta qué punto esto puede verse especialmente en los chicos y chicas de nuestras casas, nuestros patios y nuestros oratorios.
El segundo sucesor de Don Bosco, Don Pablo Albera recuerda: “Don Bosco educaba amando, atrayendo, conquistando y transformando. Nos envolvía a todos casi por completo en una atmósfera de satisfacción y felicidad, de la que se desterraban las penas, la tristeza y la melancolía… Escuchaba a los niños con la mayor atención, como si las cosas que dijeran fueran muy importantes”.
El primer placer de la vida es ser felices juntos: “Una alegría compartida es doble”. La consigna del educador es “Estoy bien con vosotros”. Una presencia que es intensidad de vida.
Un biógrafo de Don Bosco, Don Ceria, cuenta que un alto prelado, tras una visita a Valdocco, declaró: “Tenéis una gran fortuna en vuestra casa, que nadie más tiene en Turín y tampoco otras comunidades religiosas. Tenéis una habitación, en la que cualquiera que entra lleno de aflicción, sale radiante de alegría”. Don Lemoyne anotó con lápiz: “Y miles de nosotros han hecho la prueba”.
Un día Don Bosco dijo: “Entre nosotros los jóvenes ahora parecen hijos de familia, todos dueños de casa; hacen suyos los intereses de la Congregación. Dicen que nuestra iglesia, nuestro colegio, todo lo que concierne a los Salesianos, lo llaman nuestro”.
Por eso este nuevo año es una oportunidad para cuidarnos y ocuparnos de nosotros mismos en lo que es más esencial y más importante. Para nuestra familia.




El milagro

Esta es la historia real de una niña de ocho años que sabía que el amor puede hacer maravillas. Su hermano pequeño estaba destinado a morir de un tumor cerebral. Sus padres eran pobres, pero habían hecho todo lo posible por salvarle, gastando todos sus ahorros.

Una noche, el padre le dijo a la madre llorosa: “No podemos seguir así, querida. Creo que se acabó. Sólo un milagro podría salvarlo”
La niña, con la respiración contenida, en la esquina de la habitación había oído.
Corrió a su habitación, rompió la alcancía y, sin hacer ruido, se dirigió a la farmacia más cercana. Esperó pacientemente su turno. Se acercó al mostrador, se puso de puntillas y, ante el asombrado farmacéutico, depositó todas las monedas sobre el mostrador.
“¿A qué viene eso? ¿Qué quieres pequeña?
“Es para mi hermano pequeño, señor farmacéutico. Está muy enfermo y he venido a comprar un milagro”.
“¿Qué cosa dices?”, murmuró el farmacéutico.
“Se llama Andrés, y tiene una cosa creciendo dentro de su cabeza, y papá le dijo a mamá que se acabó, que no hay nada más que hacer, y que haría falta un milagro para salvarle. Verá, quiero mucho a mi hermano pequeño, por eso tomé todo mi dinero y vine a comprar un milagro”.
El farmacéutico asintió con una sonrisa triste.
“Mi pequeña, aquí no vendemos milagros”.
“Pero si este dinero no es suficiente, puedo ponerme manos a la obra para encontrar más. ¿Cuánto cuesta un milagro?”

En la farmacia había un hombre alto y elegante, con aspecto muy serio, que parecía interesado en la extraña conversación.
El farmacéutico extendió los brazos mortificado. La niña, con lágrimas en los ojos, empezó a recoger sus moneditas. El hombre se acercó a ella.
“¿Por qué lloras, pequeña? ¿Qué te pasa?”
“El señor farmacéutico no quiere venderme un milagro ni decirme cuánto cuesta… Es para mi hermano pequeño Andrés, que está muy enfermo. Mamá dice que habría que operarle, pero papá dice que cuesta demasiado y que no podemos pagarlo y que haría falta un milagro para salvarlo. Por eso he traído todo lo que tengo”.
“¿Cuánto tienes?”
“Un dólar y once centavos… Pero, ya sabe…” Añadió con un filo en la voz: «Aún puedo encontrar algo…”.
El hombre sonrió “Mira, no creo que sea necesario. Un dólar y once centavos es exactamente el precio de un milagro para tu hermanito”. Con una mano recogió la pequeña suma y con la otra tomó suavemente la mano de la niña.
“Llévame a tu casa, pequeña. Quiero ver a tu hermanito y también a tu papá y a tu mamá y ver con ellos si podemos encontrar el pequeño milagro que necesitas”.
El hombre alto y elegante y la niña salieron tomados de la mano.

Aquel hombre era el profesor Carlton Armstrong, uno de los mejores neurocirujanos del mundo. Operó al pequeño Andrés, que pudo volver a casa unas semanas después totalmente recuperado.

“Esta operación”, murmuró la mamá, “es un verdadero milagro. Me pregunto cuánto costará…”.
La hermanita sonrió sin decir nada. Sabía cuánto había costado el milagro: un dólar y once céntimos…. más, por supuesto, el amor y la fe de una niña.

Si tuvieras al menos una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrías decirle a esta montaña: «Muévete de aquí para allá y la montaña se moverá».Nadales será imposible” (Mt 17, 20).




La cigüeña y sus deberes

La cigüeña blanca (Ciconia ciconia) es un ave de gran tamaño, inconfundible por su afilado pico rojo, su largo cuello, sus larguísimas patas y su plumaje predominantemente blanco, con plumas negras en las alas. Es migratoria por naturaleza, y su llegada en primavera a muchos países de Europa se considera un buen augurio.
Nada más llegar, estas aves comienzan a hacer o reconstruir sus nidos, en lugares altos, muchas veces en el mismo sitio.

En el pasado, cuando no había postes de soporte de la red eléctrica, los lugares más altos eran las chimeneas cubiertas de las casas, y los más cálidos eran los preferidos por las cigüeñas. Y las casas que estaban calefaccionadas aún en primavera eran aquellas en las que un recién nacido necesitaba un entorno propicio. De ahí la leyenda de la cigüeña portadora de bebés, una leyenda que se ha convertido en un símbolo. De hecho, aún hoy, en las tarjetas de felicitación a las nuevas madres aparece una cigüeña en vuelo, con un niño envuelto en su pico.

El Creador dotó a las cigüeñas de instintos superiores, lo que las convierte en aves nobles. Y son tan fieles a la tarea que les asignó la naturaleza que merecen figurar entre las primeras en el “libro de la creación”.

Lo primero que llama la atención es que suelen ser monógamas: una vez que se forma una pareja, permanecen juntas de por vida. Claro que habrá riñas en su existencia, pero éstas nunca conducen a la separación.
Casi siempre vuelven al mismo nido, reconstruyéndolo y enriqueciéndolo. Nunca se cansan de repararlo cada año y mejorarlo, aunque ello requiera esfuerzo y trabajo. Y el nido siempre está en lo alto, en chimeneas, postes eléctricos o campanarios, porque quieren proteger a sus crías de los animales salvajes.
Aunque nadie les ha enseñado, consiguen construir maravillosos nidos que pueden superar los dos metros de diámetro con ramitas y también con otros materiales que encuentran en su radio de vuelo, incluso con textiles y plásticos; no destruyen la naturaleza, sino que reciclan.
La hembra pone de tres a seis huevos, sin preocuparse de cómo mantendrá a sus crías. Una vez puestos los huevos, nunca descuida su deber de criarlos, aunque tenga que enfrentarse a malos tiempos. Si los nidos están cerca de carreteras, el ruido constante de los coches, las vibraciones causadas por los vehículos pesados o sus deslumbrantes luces por la noche no hacen que se marchen. Cuando el sol calienta de forma abrasadora, la cigüeña abre un poco las alas o se mueve de vez en cuando para refrescarse, pero no intenta ponerse a la sombra. Cuando hace frío, sobre todo por la noche, hace todo lo posible para no dejar sus huevos demasiado tiempo a la intemperie. Cuando sopla un viento fuerte, no se deja llevar y hace todo lo posible por mantenerse quieta. Cuando llueve, no se pone a cubierto para protegerse del agua. Y cuando llega incluso una granizada, resiste estoicamente a riesgo de perder la vida, pero no deja de cumplir con su deber.
Y es maravilloso este comportamiento si recordamos los instintos básicos que el Creador ha legado a todo ser vivo. Incluso en los organismos más básicos, los unicelulares, encontramos cuatro instintos básicos: nutrición, excreción, preservación del individuo (autodefensa) y preservación de la especie (reproducción). Y cuando un organismo tiene que elegir si da prioridad a uno de estos instintos, siempre prevalece el de la preservación del individuo, el de la autodefensa.
En el caso de la cigüeña, el hecho de que se quede quieta para proteger sus huevos incluso en las tormentas, incluso cuando hay una granizada que pone en peligro su vida, demuestra que el instinto de conservación de la especie es más fuerte que el de conservación del individuo. Es como si esta ave fuera consciente de que el líquido de esos huevos no es un producto generado del que pueda separarse, sino que dentro del huevo hay una vida que debe proteger a toda costa.

La cría la lleva alternándose con el macho, que no desdeña dar una muda a su consorte para permitirle que se alimente y haga algo de ejercicio. Y esto durante todo el tiempo, algo más de un mes, hasta que los huevos eclosionan y las nuevas criaturas salen a la luz. Tras este período, los padres siguen turnándose para proporcionar un lugar cálido a las crías, alimentarlas durante otros dos meses hasta que empiezan a abandonar el nido. Y hasta las tres semanas las alimentan con comida regurgitada porque sus crías son incapaces de alimentarse por sí mismas de otro modo. Se contentan con lo que encuentran: insectos, ranas, peces, roedores, lagartos, serpientes, crustáceos, gusanos, etc.; no exigen comida. Y al satisfacer esta necesidad de alimentarse, participan en el equilibrio natural, reduciendo plagas agrícolas como los saltamontes.
Aseguran la supervivencia de sus polluelos defendiéndolos de los gorriones depredadores, como los halcones y las águilas, porque saben que son incapaces de reconocer a los agresores o incluso de defenderse.
Las crías, una vez que les han crecido las alas, aprenden a volar y a buscar comida, y poco a poco abandonan el nido, como si fueran conscientes de que ni siquiera hay espacio físico para ellas, ya que el nido es de tamaño limitado. No viven a costa de sus padres, sino que se ocupan. Son aves no posesivas; no marcan su territorio, sino que coexisten pacíficamente con otras.

De este modo, las cigüeñas jóvenes empiezan a vivir como adultas, aunque aún no lo sean. De hecho, para empezar a reproducirse deben esperar su momento, hasta los 4 años, cuando se unen en parejas con otra ave del mismo temperamento, pero del sexo opuesto, y comienzan la aventura de sus vidas. Para ello tendrán que aprender que para sobrevivir deben migrar incluso distancias muy largas, luchando, buscando sus oportunidades de vivir en un lugar durante el verano y en otro durante el invierno. Y para hacerlo con seguridad, tendrán que asociarse con otras cigüeñas, que tienen su misma naturaleza e interés.

Los instintos de estas criaturas no han escapado a la observación humana. Desde la antigüedad, la cigüeña ha sido el símbolo del amor entre padres e hijos. Y es el ave que mejor representa el antiguo vínculo entre el hombre y la naturaleza.
La cigüeña blanca tiene un carácter apacible y por ello es querida por el hombre y es bien vista en todas partes; la abadía de Chiaravalle incluso la quiso en su escudo de armas junto al báculo pastoral y la mitra.
Hoy en día es difícil verla en la naturaleza. No es frecuente ver un nido de cigüeña y menos aún de cerca. Pero a alguien se le ocurrió la idea de utilizar la tecnología para mostrar la vida de estas aves colocando una cámara de vídeo en directo junto a un nido en una carretera. Observar para aprender. El “libro de la naturaleza” tiene mucho que enseñarnos….


cicogna




El hijo más inteligente

Hace mucho tiempo había un hombre que tenía tres hijos a los que quería mucho. No había nacido rico, pero gracias a su sabiduría y a su duro trabajo había conseguido ahorrar mucho dinero y comprar una granja fértil.
Cuando se hizo viejo, empezó a pensar en cómo repartir entre sus hijos lo que poseía. Un día, cuando estaba muy viejo y enfermo, decidió hacer una prueba para ver cuál de sus hijos era el más inteligente.
Llamó entonces a sus tres hijos a su cabecera.
Le dio a cada uno cinco peniques y les pidió que compraran algo para llenar su habitación, que estaba vacía y desnuda.
Cada uno de los hijos cogió el dinero y salió a cumplir el deseo de su padre.
El hijo mayor pensó que era un trabajo fácil. Fue al mercado y compró un haz de paja, que fue lo primero que se le presentó. El segundo hijo, en cambio, reflexionó durante unos minutos. Tras recorrer todo el mercado y buscar en todas las tiendas, compró unas hermosas plumas.
El hijo menor consideró el problema durante mucho tiempo. “¿Qué es lo que cuesta sólo cinco peniques y puede llenar una habitación?”, se preguntó. Sólo después de muchas horas de pensar y repensar encontró algo que le convenía y se le iluminó la cara. Fue a una pequeña tienda escondida en una calle lateral y compró, con sus cinco peniques, una vela y una cerilla. De camino a casa estaba contento y se preguntaba qué habrían comprado sus hermanos.
Al día siguiente, los tres hijos se reunieron en la habitación de su padre. Cada uno trajo su regalo, el objeto que debía llenar la habitación. Primero el hijo mayor extendió su paja en el suelo, pero por desgracia sólo llenaba un pequeño rincón. El segundo hijo mostró sus plumas: eran muy bonitas, pero apenas llenaban dos rincones.
El padre estaba muy decepcionado con los esfuerzos de sus dos hijos mayores.
Entonces el hijo menor se paró en medio de la habitación: todos los demás le miraron con curiosidad, preguntándose: “¿Qué habrá comprado?”
El muchacho encendió la vela con la cerilla y la luz de esa única llama se extendió por toda la habitación y la llenó.
Todos sonrieron.
El anciano padre estaba encantado con el regalo de su hijo menor. Le dio todas sus tierras y su dinero, porque comprendió que el muchacho era lo bastante listo como para hacer buen uso de ellas y que cuidaría sabiamente de sus hermanos.

Con una sonrisa se puede iluminar hoy el mundo. Y no cuesta nada.