Discurso del Rector Mayor al cierre del Capítulo General 29

Queridísimos hermanos,

            Llegamos al final de esta experiencia del XXIX Capítulo General con un corazón colmado de alegría y de gratitud por todo lo que hemos podido vivir, compartir y proyectar. El don de la presencia del Espíritu de Dios que cada día hemos suplicado en la oración matutina, así como durante los trabajos por medio de la conversación en el Espíritu, ha sido la fuerza central de la experiencia del Capítulo General. El protagonismo del Espíritu lo hemos buscado y nos ha sido donado abundantemente.
            La celebración de cada Capítulo General es como un hito en la vida de cada congregación religiosa. Esto vale también para nosotros, para nuestra amadísima Congregación Salesiana. Es un momento que da continuidad al camino que desde Valdocco continúa siendo vivido con empeño y llevado adelante con celo y determinación en las varias partes del mundo.
            Llegamos al final de este Capítulo General con la aprobación de un Documento Final que nos servirá como carta de navegación para los próximos seis años – 2025-2031. El valor de tal Documento Final lo veremos y lo sentiremos en la medida en que la misma dedicación en la escucha, la misma premura de dejarnos acompañar por el Espíritu Santo que han marcado estas semanas, logremos mantenerlas después de la conclusión de esta experiencia de pentecostés salesiano.
            Desde el inicio, cuando el Rector Mayor Don Ángel Fernández Artime hizo pública la Carta de Convocación del Capítulo General 29, 24 de septiembre de 2023, ACG 441, claras eran las motivaciones que debían guiar los trabajos pre-capitulares y después también los trabajos del mismo Capítulo General. El Rector Mayor escribe que:

            El tema elegido es fruto de una rica y profunda reflexión que hemos llevado adelante en el Consejo General sobre la base de las respuestas recibidas de las Inspectorías y de la visión que tenemos de la Congregación en este momento. Hemos sido gratamente sorprendidos por la gran convergencia y armonía que hemos encontrado en tantos aportes de las Inspectorías, que tenían mucho que ver con la realidad que vemos en la Congregación, con el camino de fidelidad que existe en muchos sectores y también con los desafíos del presente. (ACG 441)

            El proceso de escucha de las Inspectorías que ha llevado a la individuación del tema de este Capítulo General es ya una indicación clara de una metodología de escucha. A la luz de cuanto hemos vivido en estas semanas, se confirma el valor del proceso de la escucha. La manera como hemos primero individuado y después interpretado los desafíos que la Congregación está determinada a afrontar ha evidenciado aquel clima salesiano típico nuestro, espíritu de familia, que no quiere evitar los desafíos, que no busca uniformar el pensamiento, sino que hace todo lo posible para llegar a aquel espíritu de comunión donde cada uno de nosotros pueda reconocer el camino para ser el Don Bosco hoy.
            El punto focal de los desafíos individuados tiene que ver con la “referencia a la centralidad de Dios (como Trinidad) y de Jesucristo como Señor de nuestra vida, sin nunca olvidar a los jóvenes y nuestro empeño hacia ellos” (ACG 441). El desarrollo de los trabajos del Capítulo General testimonia no solo el hecho de que tenemos la capacidad de individuar los desafíos, sino que también hemos encontrado el modo de hacer emerger aquella concordia y unidad, reconociendo y atesorando el hecho de que nos encontramos en continentes y contextos diversos, culturas y lenguas diversas. Además, este clima confirma que cuando nosotros hoy miramos la realidad con los ojos y con el corazón de Don Bosco, cuando estamos verdaderamente apasionados de Cristo y dedicados a los jóvenes, entonces descubrimos que la diversidad se convierte en riqueza, que caminar juntos es bello, aunque fatigoso, que solo juntos podemos afrontar los desafíos sin miedo.
            En un mundo fragmentado por guerras, conflictos e ideologías despersonalizantes, en un mundo marcado por pensamientos y modelos económicos y políticos que quitan el protagonismo a los jóvenes, nuestra presencia es un signo, un «sacramento» de esperanza. Los jóvenes, sin distinción de color de la piel, de pertenencia religiosa o étnica, nos piden promover propuestas y lugares de esperanza. Son hijas e hijos de Dios que de nosotros esperan que seamos siervos humildes.
            Un segundo punto que ha sido confirmado y reiterado por este Capítulo General es la compartida convicción de que “si en nuestra Congregación faltaran la fidelidad y la profecía, seríamos como la luz que no brilla y la sal que no da sabor.” (ACG 441). El punto aquí no es tanto si queremos ser más auténticos o menos, sino el hecho mismo de que este es el único camino que tenemos y es el que aquí en estas semanas ha sido fuertemente reiterado: ¡crecer en la autenticidad!
            El coraje mostrado en algunos momentos del Capítulo General es una excelente premisa para el coraje que nos será pedido en el futuro sobre otros temas que de este Capítulo General han salido. Estoy seguro de que este coraje aquí ha encontrado un terreno fértil, un ecosistema sano y prometedor y que augura bien para el futuro. Tener coraje significa no dejar que el miedo tenga la última palabra. La parábola de los talentos nos lo enseña de manera clara. A nosotros el Señor nos ha dado un solo talento: el carisma salesiano, concentrado en el Sistema Preventivo. A cada uno de nosotros será preguntado qué hemos hecho de este talento.

            Juntos, estamos llamados a hacerlo fructificar en contextos desafiantes, nuevos e inéditos. No tenemos ningún motivo para sepultarlo. Tenemos tantas motivaciones, tantos gritos de los jóvenes que nos empujan a «salir» a sembrar esperanza. Este paso corajudo, lleno de convicción, ya lo ha vivido Don Bosco en su tiempo y que hoy nos pide vivirlo como él y con él.

            Quisiera comentar algunos puntos que se encuentran ya en el Documento Final y que creo que pueden servir como flechas que nos animan en el camino de los próximos seis años.

1. Conversión personal
            Nuestro camino como Congregación Salesiana depende de aquellas elecciones personales, íntimas y profundas que cada uno de nosotros decide hacer. Ampliando el fondo contra el cual es necesario reflexionar sobre el tema de la conversión personal, es importante recordar cómo en estos años después del Concilio Vaticano II, la Congregación ha hecho un camino de reflexión espiritual, carismática y pastoral que ha sido magistralmente comentado por Don Pascual Chávez en sus intervenciones semanales. Esta lectura y esta contribución enriquece ulteriormente aquella reflexión importante que nos ha dejado el Rector Mayor Don Egidio Viganó en su última carta a la Congregación: Cómo releer hoy el carisma del fundador (ACG 352, 1995). Si hoy hablamos de un «cambio de época», Don Viganó en 1995 escribía:

            La relectura del carisma de nuestro Fundador nos tiene comprometidos ya desde hace treinta años. Dos grandes faros de luz nos han ayudado en este empeño: el primero es el Concilio Ecuménico Vaticano II, el segundo es el cambio epocal de esta hora de aceleración de la historia” (ACG 352, 1995).

            Hago referencia a este camino de la Congregación con sus riquezas y patrimonio porque el tema de la conversión personal es aquel espacio donde este camino de la Congregación encuentra su confirmación y su ulterior impulso. La conversión personal no es un asunto intimista, autorreferencial. No se trata de una llamada que me toca solo a mí de manera desapegada de todo y de todos. La conversión personal es aquella experiencia singular de donde después saldrá y emergerá una renovada pastoral. El camino de la Congregación lo podemos constatar porque encuentra en el corazón de cada uno de nosotros su punto de partida. De aquí podemos notar aquella continua y convencida renovación pastoral. El Papa Francisco en una frase condensa esta urgencia: “la intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «se configura esencialmente como comunión misionera»” (Christifideles laici n.32, Evangelii gaudium 23).
            Esto nos lleva a descubrir que cuando estamos insistiendo sobre la conversión personal debemos prestar atención a no caer, por una parte, en una interpretación intimista de la experiencia espiritual y, por otra, a no subvalorar lo que es el fundamento de cada camino pastoral.
            En esta llamada de renovada pasión por Jesús, invito a cada salesiano y a cada comunidad a tomar en serio las elecciones y los compromisos concretos que como Capítulo General hemos creído urgentes para un más auténtico testimonio educativo pastoral. Creemos que no podemos crecer pastoralmente sin aquella actitud de escucha a la Palabra de Dios. Reconocemos que los varios compromisos pastorales que tenemos, las necesidades siempre más crecientes que se nos presentan y que testimonian una pobreza que no se detiene nunca, arriesgan a quitarnos el tiempo necesario de «estar con Él». Este desafío ya lo encontramos desde el inicio de nuestra Congregación. Se trata de tener claras las prioridades que refuerzan nuestra espina dorsal espiritual y carismática que da alma y credibilidad a nuestra misión.
            Don Alberto Caviglia, cuando comenta el tema de la “Espiritualidad Salesiana” en sus Conferencias sobre el Espíritu Salesiano escribe:

            La maravilla más grande que han tenido aquellos que estudiaron a Don Bosco para el proceso de canonización… fue el descubrimiento del increíble trabajo de construcción del hombre interior.
            El Card. Salotti (…) refiriéndose a los estudios que iba haciendo, decía al S. Padre que «al estudiar los voluminosos procesos de Turín, más que la grandeza exterior de su obra colosal, le ha golpeado la vida interior del espíritu, de donde nació y se alimentó todo el prodigioso apostolado del Ven. Don Bosco».
            Muchos conocen solamente la obra externa que parece tan ruidosa, pero ignoran en gran parte aquel edificio sabio, sublime de perfección cristiana que él había erigido pacientemente en su alma al ejercitarse cada día, cada hora en la virtud propia de su estado.

            Queridísimos hermanos, aquí tenemos a nuestro Don Bosco. Es este Don Bosco que hoy nosotros estamos llamados a descubrir. El Artículo n.21 de nuestras Constituciones nos lo dice de manera muy clara:

            Lo estudiamos y lo imitamos, admirando en él una espléndida armonía de naturaleza y gracia. Profundamente hombre, rico en las virtudes de su gente, estaba abierto a las realidades terrenales; profundamente hombre de Dios, lleno de los dones del Espíritu Santo, vivía «como si viera lo invisible».
            Estos dos aspectos se fusionaron en un proyecto de vida fuertemente unitario: el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso. «No dio paso, no pronunció palabra, no puso mano a empresa que no tuviera como objetivo la salvación de la juventud… Realmente no tuvo en el corazón otra cosa que las almas» (Const. 21).

            Me gusta recordar aquí una invitación de la Madre Teresa a sus hermanas unos años antes de morir. Su dedicación y la de sus hermanas a los pobres es conocida por todos. Pero nos hace bien escuchar estas palabras que escribió a sus hermanas:

            Hasta que no seas capaz de sentir a Jesús en el silencio de tu corazón, no serás capaz de oírle decir «Tengo sed» en el corazón de los pobres. Nunca renuncies a este contacto íntimo y diario con Jesús como persona viva y real, no solo como idea. («Until you can hear Jesus in the silence of your own heart, you will not be able to hear him saying, «I thirst» in the hearts of the poor. Never give up this daily intimate contact with Jesus as the real living person – not just the idea”, in https://catholiceducation.org/en/religion-and- philosophy/the-fulfillment-jesus-wants-for-us.html)

            Solo escuchando en lo profundo del corazón a quien nos llama a seguirlo, Jesucristo, podemos realmente escuchar con un corazón auténtico a aquellos que nos llaman a servirles. Si la motivación radical de nuestro ser siervos no encuentra sus raíces en la persona de Cristo, la alternativa es que nuestras motivaciones se nutran del terreno de nuestro ego. Y la consecuencia es que nuestra misma acción pastoral termina por inflacionar el mismo ego. La urgencia de recuperar el espacio místico, el terreno sagrado del encuentro con Dios, un terreno en el que debemos quitarnos las sandalias de nuestras certezas y de nuestras maneras de interpretar la realidad con sus desafíos, en estas semanas se ha reiterado varias veces y de varias maneras.
            Queridísimos hermanos, aquí tenemos el primer paso. Aquí damos prueba de si queremos realmente ser hijos auténticos de Don Bosco. Aquí damos prueba de si realmente amamos e imitamos a Don Bosco.

2. Conocer a Don Bosco no solo amar a Don Bosco
            Somos conscientes de que otro desafío central que tenemos como Salesianos es el de comunicar la buena nueva con nuestro testimonio y a través de nuestras propuestas educativo-pastorales en una cultura que está sufriendo un cambio radical. Si en Occidente hablamos de la indiferencia a la propuesta religiosa fruto del desafío de la secularización, notamos cómo en otros continentes el desafío toma otras formas, ante todo el cambio hacia una cultura globalizada que desplaza radicalmente las escalas de valores y estilos de vida. En un mundo fluido e hiperconectado, lo que hemos conocido ayer, hoy ha cambiado radicalmente: en resumen, aquí se trata del tema, tantas veces mencionado, del cambio de época.
            Teniendo este cambio sus efectos en todos los ámbitos, es positivo ver cómo la Congregación, desde el CGS (1972) hasta hoy, está en un continuo camino de replanteamiento y reflexión sobre su propuesta educativo-pastoral. Es un proceso que responde a la pregunta «¿qué haría Don Bosco hoy, en una cultura secularizada y globalizada como la nuestra?».
            En todo este movimiento reconocemos cómo, desde sus orígenes, la belleza y la fuerza del carisma salesiano residen precisamente en su capacidad interna de dialogar con la historia de los jóvenes que en cada época estamos llamados a encontrar. Lo que nosotros contemplamos en Valdocco, tierra santa salesiana, es el soplo del Espíritu que ha guiado a Don Bosco y que reconocemos que continúa guiándonos también a nosotros hoy. Las Constituciones comienzan precisamente con esta fundante y fundamental certeza:

            El Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a San Juan Bosco.
            Formó en él un corazón de padre y de maestro, capaz de una dedicación total: «He prometido a Dios que hasta mi último respiro sería para mis pobres jóvenes».
            Para prolongar en el tiempo su misión, lo guió a dar vida a varias fuerzas apostólicas, primero entre todas nuestra Sociedad.
            La Iglesia ha reconocido en esto la acción de Dios, sobre todo aprobando las Constituciones y proclamando santo al Fundador.
            De esta presencia activa del Espíritu obtenemos la energía para nuestra fidelidad y el sostén de nuestra esperanza. (Const. 1)

            El carisma salesiano encierra una invitación innata a ponernos frente a los jóvenes del mismo modo en que Don Bosco se ponía frente a Bartolomé Garelli… ¡»su amigo»!
            Todo esto parece muy fácil de decir, se presenta como una exhortación amigable. En realidad, esconde dentro de sí la urgente invitación a nosotros, hijos de Don Bosco, para que en el hoy de la historia, allí donde nosotros nos encontramos, repropongamos el carisma salesiano de modo adecuado y significativo. Pero, hay una condición indispensable que nos permite hacer este camino: el conocimiento verdadero y serio de Don Bosco. No podemos decir que «amamos» verdaderamente a Don Bosco, si no estamos comprometidos seriamente a «conocer» a Don Bosco.
            A menudo el riesgo es conformarnos con un conocimiento de Don Bosco que no logra conectarse con los desafíos actuales. Equipados solo con un conocimiento superficial de Don Bosco, somos realmente pobres de ese bagaje carismático que nos hace auténticos hijos suyos. Sin conocer a Don Bosco no podemos y no llegamos a encarnar a Don Bosco en las culturas donde estamos. Todo esfuerzo que presume solo esta pobreza de conocimiento carismático resulta solamente en operaciones carismáticas de cosmética, que al final son una traición de la misma herencia de Don Bosco.
            Si deseamos que el carisma salesiano sea capaz de dialogar con la cultura actual, las culturas actuales, debemos continuamente profundizarlo por sí mismo y a la luz de las siempre nuevas condiciones en que vivimos. El bagaje que hemos recibido al inicio de nuestra fase formativa inicial, si no es seriamente profundizado, hoy no es suficiente, simplemente es inútil, si no incluso dañino.

            En esta dirección, la Congregación ha hecho y está haciendo un enorme esfuerzo para releer la vida de Don Bosco, el carisma salesiano a la luz de las actuales condiciones sociales y culturales, en todas las partes del mundo. Es un patrimonio que tenemos, pero corremos el riesgo de no conocerlo porque no logramos estudiarlo como merece. La pérdida de memoria arriesga no solo hacernos perder el contacto con el tesoro que tenemos, sino que arriesga hacernos creer también que este tesoro no existe. Y esto será realmente trágico no tanto y solo para nosotros Salesianos, sino para aquellas multitudes de jóvenes que nos están esperando.
            La urgencia de tal profundización no es solo de naturaleza intelectualista, sino que toca la sed que existe por una seria formación carismática de los laicos en nuestras CEP. El Documento Final este tema lo trata a menudo y de manera sistemática. Los laicos que hoy participan con nosotros en la misión salesiana son personas deseosas de una más clara propuesta formativa salesianamente significativa. No podemos vivir estos espacios de convergencia educativo-pastoral si nuestro lenguaje y nuestro modo de comunicar el carisma no tienen la capacidad cognoscitiva y la preparación justa para suscitar curiosidad y atención por parte de aquellos que viven con nosotros la misión salesiana.
            No basta decir que amamos a Don Bosco. El verdadero «amor» por Don Bosco implica el compromiso de conocerlo y estudiarlo y no solo a la luz de su tiempo, sino también a la luz del gran potencial de su actualidad, a la luz de nuestro tiempo. El Rector Mayor Don Pascual Chávez, había invitado a toda la Congregación y a la Familia Salesiana a que los tres años que han precedido al «Bicentenario del nacimiento de Don Bosco 1815-2013» fueran tiempo de profundización de la historia, pedagogía y espiritualidad de Don Bosco (Don Pascual CHÁVEZ, Aguinaldo 2012, «Conociendo e imitando a Don Bosco, hagamos de los jóvenes la misión de nuestra vida» ACG 412).
            Es una invitación que es más que nunca actual. Este Capítulo General es una llamada y una oportunidad para fortalecer tal conocimiento de nuestro Padre y Maestro.
            Reconocemos, queridísimos hermanos, que a este punto este tema se conecta con el anterior: la conversión personal. Si no conocemos a Don Bosco y si no lo estudiamos, no podemos comprender las dinámicas y las fatigas de su camino espiritual y, por consecuencia, las raíces de sus elecciones pastorales. Llegamos a amarlo solo superficialmente, sin la verdadera capacidad de imitarlo como el hombre profundamente santo. Sobre todo, será imposible inculturar hoy su carisma en los diversos contextos y en las diversas situaciones. Solo reforzando nuestra identidad carismática, podremos ofrecer a la Iglesia y a la sociedad un testimonio creíble y una propuesta educativo-pastoral significativa y relevante para los jóvenes de hoy.

3. El camino continúa
            En esta tercera parte, me gustaría animar a todas las Inspectorías a mantener vivas las atenciones en algunos sectores en los que, a través de las diversas Deliberaciones y compromisos concretos, hemos querido dar una señal de continuidad.
            El campo de la animación y la coordinación de la marginación y el malestar juvenil ha sido un sector en el que, en estas décadas, la Congregación se ha comprometido mucho. Creo que la respuesta de las Inspectorías a la pobreza creciente es un signo profético que nos distingue y que nos encuentra a todos decididos a seguir reforzando la respuesta salesiana a favor de los más pobres.
            El compromiso de las Inspectorías en el campo de la promoción de ambientes seguros sigue encontrando una respuesta cada vez más creciente y profesional en las Inspectorías. El esfuerzo en este campo es un testimonio de que este camino es el correcto para afirmar el compromiso por la dignidad de todos, especialmente los más vulnerables.

            El campo de la ecología integral emerge como una llamada a un mayor trabajo educativo y pastoral. El crecimiento de la atención en las comunidades educativo-pastorales por los temas ambientales nos exige un compromiso sistemático para promover un cambio de mentalidad. Las diversas propuestas de formación en este ámbito ya presentes en la Congregación deben ser reconocidas, acompañadas y reforzadas aún más.
            Hay, además, dos áreas que me gustaría invitar a la Congregación a considerar atentamente para los próximos años. Forman parte de una visión más amplia del compromiso de la Congregación. Creo que son dos áreas que tendrán consecuencias sustanciales en nuestros procesos educativo-pastorales.

3.1 Inteligencia artificial: una misión real en un mundo artificial
            Como Salesianos de Don Bosco, estamos llamados a caminar con los jóvenes en cada ambiente en el que viven y crecen, también en el vasto y complejo mundo digital. Hoy en día, la Inteligencia Artificial (IA) se presenta como una innovación revolucionaria, capaz de moldear la forma en que las personas aprenden, se comunican y construyen relaciones. Sin embargo, por muy revolucionaria que sea, la IA sigue siendo exactamente eso: artificial. Nuestro ministerio, arraigado en la auténtica conexión humana y guiado por el Sistema Preventivo, es profundamente real. La inteligencia artificial puede asistirnos, pero no puede amar como nosotros. Puede organizar, analizar y enseñar de nuevas maneras, pero nunca podrá sustituir la dimensión relacional y pastoral que definen nuestra misión salesiana.

            Don Bosco era un visionario, que no temía la innovación, tanto a nivel eclesial como a nivel educativo, cultural y social. Cuando esta innovación servía al bien de los jóvenes, Don Bosco avanzaba con una velocidad sorprendente. Aprovechaba la imprenta, los nuevos métodos educativos y los laboratorios para elevar a los jóvenes y prepararlos para la vida. Si estuviera entre nosotros hoy, sin duda miraría a la IA con ojo crítico y creativo. La vería no como un fin, sino como un medio, un instrumento para amplificar la eficacia pastoral sin perder de vista a la persona humana, siempre en el centro.
            La IA no es solo un instrumento: es parte de nuestra misión de Salesianos que viven en la era digital. El mundo virtual ya no es un espacio separado, sino una parte integrante de la vida cotidiana de los jóvenes. La IA puede ayudarnos a responder a sus necesidades de manera más eficiente y creativa, ofreciendo itinerarios de aprendizaje personalizados, mentorschip virtual y plataformas que favorecen conexiones significativas.
            En este sentido, la IA se convierte tanto en un instrumento como en una misión, en cuanto nos ayuda a alcanzar a los jóvenes donde se encuentran, a menudo inmersos en el mundo digital. Aun abrazando la IA, debemos reconocer que es solo un aspecto de una realidad más amplia que comprende las redes sociales, las comunidades virtuales, la narración digital y mucho más. Juntos, estos elementos forman una nueva frontera pastoral que nos desafía a estar presentes y proactivos. Nuestra misión no es simplemente la de utilizar la tecnología, sino la de evangelizar el mundo digital, llevando el Evangelio a espacios donde de otro modo podría estar ausente.
            Nuestra respuesta a la IA y a los desafíos digitales debe estar arraigada en el espíritu salesiano de optimismo y compromiso proactivo. Sigamos caminando con los jóvenes, también en el vasto mundo digital, con corazones llenos de amor porque estamos apasionados por Cristo y arraigados en el carisma de Don Bosco. El futuro es brillante cuando la tecnología está al servicio de la humanidad y cuando la presencia digital está llena de auténtico calor salesiano y compromiso pastoral. Abrazamos este nuevo desafío, confiados en que el espíritu de Don Bosco nos guiará en cada nueva oportunidad.

3.2 La Universidad Pontificia Salesiana
            La Universidad Pontificia Salesiana (UPS) es la Universidad de la Congregación Salesiana, la Universidad que nos pertenece a todos. Constituye una estructura de gran e estratégica importancia para la Congregación. Su misión consiste en hacer dialogar el carisma con la cultura, la energía de la experiencia educativa y pastoral de Don Bosco con la investigación académica, de modo que se elabore una propuesta formativa de alto perfil al servicio de la Congregación, de la Iglesia y de la sociedad.
            Desde sus inicios, nuestra Universidad ha tenido un papel insustituible en la formación de tantos hermanos para roles de animación y de gobierno y todavía hoy desempeña esta tarea preciosa. En una época caracterizada por la desorientación difusa acerca de la gramática de lo humano y el sentido de la existencia, por la disgregación del vínculo social y por la fragmentación de la experiencia religiosa, por crisis internacionales y fenómenos migratorios, una Congregación como la nuestra está urgentemente llamada a afrontar la misión educativa y pastoral usufructuando los sólidos recursos intelectuales que se elaboran en el interior de una universidad.
            Como Rector Mayor y como Gran Canciller de la UPS, deseo reiterar que las dos prioridades fundamentales para la Universidad de la Congregación son la formación de educadores y pastores, salesianos y laicos, al servicio de los jóvenes y la profundización cultural -histórica, pedagógica y teológica- del carisma. En torno a estos dos ejes portantes, que requieren diálogo interdisciplinar y atención intercultural, la UPS está llamada a desarrollar su propio compromiso de investigación, de enseñanza y de transmisión del saber. Me alegro, por lo tanto, de que, con vistas al 150 aniversario del escrito de Don Bosco sobre el Sistema Preventivo, se haya puesto en marcha, en colaboración con la Facultad «Auxilium» de las FMA, un serio proyecto de investigación para enfocar la inspiración originaria de la praxis educativa de Don Bosco y para examinar cómo ésta inspira hoy las prácticas pedagógicas y pastorales en la diversidad de los contextos y de las culturas.
            El gobierno y la animación de la Congregación y de la Familia Salesiana sin duda se beneficiarán del trabajo cultural de la Universidad, así como el estudio académico recibirá savia preciosa manteniendo un estrecho contacto con la vida de la Congregación y su servicio cotidiano a los jóvenes más pobres de todas partes del mundo.

3.3 150 años: el viaje continúa
            Estamos llamados a dar gracias y alabanza a Dios en este año jubilar de la esperanza porque en este año recordamos el compromiso misionero de Don Bosco que en el año 1875 encuentra un momento muy significativo de desarrollo. La reflexión que en el Aguinaldo 2025 nos ha ofrecido el Vicario del Rector Mayor, Don Stefano Martoglio, nos recuerda el tema central del 150 aniversario de la primera expedición misionera de Don Bosco: reconocer, repensar y relanzar.
            A la luz del Capítulo General 29º que estamos concluyendo, nos ayuda a mantener viva esta invitación en el sexenio que nos corresponde. Como dice el texto del Aguinaldo 2025, estamos llamados a ser agradecidos porque «el agradecimiento hace patente la paternidad de cada bella realización. Sin agradecimiento no hay capacidad de acoger».
            Al agradecimiento añadimos el deber de repensar nuestra fidelidad, porque «la fidelidad comporta la capacidad de cambiar en la obediencia, hacia una visión que viene de Dios y de la lectura de los «signos de los tiempos» … Repensar, entonces, se convierte en un acto generativo, en el que se unen fe y vida; un momento en el que preguntarse: ¿qué quieres decirnos, Señor?».
            Por último, el coraje de relanzar, de recomenzar cada día. Como estamos haciendo en estos días, miremos lejos para «acoger los nuevos desafíos, relanzando la misión con esperanza. (Porque la) Misión es llevar la esperanza de Cristo con la conciencia lúcida y clara, ligada a la fe».

4. Conclusión
            Al final de este discurso de conclusión, me gustaría presentar una reflexión de Tomáš HALÍK, tomada de su libro Il pomrtiggio del cristianesimo (HALÍK, Tomáš, Tarde del cristianismo. El coraje de cambiar (Ediciones Vita e Pensiero, Milán 2022). El autor, en el último capítulo del libro, que lleva el nombre de «La sociedad del camino», presenta cuatro conceptos eclesiológicos.
            Creo que estos cuatro conceptos eclesiológicos pueden ayudarnos a interpretar positivamente las grandes oportunidades pastorales que nos esperan. Propongo esta reflexión con la conciencia de que lo que propone el autor está íntimamente ligado al corazón del carisma salesiano. Llama la atención y sorprende el hecho de que cuanto más nos adentramos en hacer una lectura carismático-pastoral, así como pedagógica y cultural de la realidad actual, se confirma cada vez más la convicción de que nuestro carisma nos proporciona una base sólida para que los diversos procesos que estamos acompañando encuentren su justa colocación en un mundo donde los jóvenes están esperando que se les ofrezca esperanza, alegría y optimismo. Es bueno que reconozcamos con gran humildad, pero al mismo tiempo con un gran sentido de responsabilidad, cómo el carisma de Don Bosco sigue proporcionando directrices hoy, no solo para nosotros, sino para toda la Iglesia.

            4.1 Iglesia como pueblo de Dios en peregrinación en la historia. Esta imagen delinea una Iglesia en movimiento y luchando con cambios incesantes. Dios plasma la forma de la Iglesia en la historia, se le revela por medio de la historia y le imparte sus enseñanzas a través de los acontecimientos históricos. Dios está en la historia (Id. p. 229).

            Nuestra llamada a ser educadores y pastores consiste precisamente en caminar con el rebaño en esta fase de la historia, en esta sociedad en continuo cambio. Nuestra presencia en los diversos «patios de la vida de las personas» es la presencia sacramental de un Dios que quiere encontrar a aquellos que lo buscan sin saberlo. En este contexto, «el sacramento de la presencia» adquiere para nosotros un valor inestimable porque se entrelaza con las vicisitudes históricas de nuestros jóvenes y de todos aquellos que se dirigen a nosotros en las diversas expresiones de la misión salesiana: el PATIO.

            4.2 La ‘escuela’ es la segunda visión de la Iglesia: escuela de vida y escuela de sabiduría. Vivimos en una época en la que en el espacio público de muchos países europeos no domina ni una religión tradicional ni el ateísmo, sino que prevalecen más bien el agnosticismo, el apateísmo y el analfabetismo religioso… En esta época es urgentemente necesario que la sociedad cristiana se transforme en una «escuela» siguiendo el ideal originario de las universidades medievales, surgidas como comunidades de docentes y alumnos, comunidades de vida, oración y enseñanza (Id. pp. 231-232).

            Recorriendo el proyecto educativo pastoral de Don Bosco desde sus orígenes, descubrimos cómo esta segunda propuesta toca directamente la experiencia que actualmente ofrecemos a nuestros jóvenes: la escuela y la formación profesional, tanto como lugares como caminos experienciales. Son recorridos educativos como instrumento indispensable para dar vida a un proceso integral donde cultura y fe se encuentran. Para nosotros hoy este espacio es una excelente oportunidad donde podemos testimoniar la buena noticia en el encuentro humano y fraterno, educativo y pastoral con tantas personas y, sobre todo, con tantos niños y jóvenes para que se sientan acompañados hacia un futuro digno. La experiencia educativa para nosotros, los pastores, es un estilo de vida que comunica sabiduría y valores en un contexto que encuentra y va más allá de la resistencia y que hace que la indiferencia se derrita con la empatía y la cercanía. Caminar juntos promueve un espacio de crecimiento integral inspirado en la sabiduría y los valores del Evangelio: la ESCUELA.

4.3 La Iglesia como hospital de campañaDurante demasiado tiempo, frente a las enfermedades de la sociedad, la Iglesia se ha limitado a dar la moral; ahora se encuentra ante la tarea de redescubrir y aplicar el potencial terapéutico de la fe. La misión diagnóstica debería ser llevada a cabo por aquella disciplina para la cual he propuesto el nombre de kairología: el arte de leer e interpretar los signos de los tiempos, la hermenéutica teológica de los hechos de la sociedad y de la cultura. La kairología debería dedicar su atención a las épocas de crisis y de cambio de los paradigmas culturales. Debería sentirlas como parte de una «pedagogía de Dios», como el tiempo oportuno para profundizar la reflexión sobre la fe y renovar su praxis. En cierto sentido, la kairología desarrolla el método del discernimiento espiritual, que es un componente importante de la espiritualidad de San Ignacio y de sus discípulos; lo aplica cuando profundiza y evalúa el estado actual del mundo y nuestras tareas en él (Id. pp. 233-234).

            Este tercer criterio eclesiológico va al corazón del enfoque salesiano. No estamos presentes en la vida de los niños y de los jóvenes para condenarlos. Nos ponemos a su disposición para ofrecerles un espacio sano de comunión (eclesial), iluminado por la presencia de un Dios misericordioso que no pone condiciones a nadie. Elaboramos y comunicamos las diversas propuestas pastorales precisamente con esta visión de facilitar el encuentro de los jóvenes con una propuesta espiritual capaz de iluminar los tiempos en que viven, de ofrecerles una esperanza para el futuro. La propuesta de la persona de Jesucristo no es fruto de un estéril confesionalismo o ciego proselitismo, sino el descubrimiento de una relación con una persona que ofrece amor incondicional a todos. Nuestro testimonio y el de todos aquellos que viven la experiencia educativo-pastoral, como comunidad, es el signo más elocuente y el mensaje más creíble de los valores que queremos comunicar para poderlos compartir: la IGLESIA.

4.4 El cuarto modelo de Iglesia… es necesario que la Iglesia instituya centros espirituales, lugares de adoración y contemplación, pero también de encuentro y diálogo, donde sea posible compartir la experiencia de la fe. Muchos cristianos están preocupados por el hecho de que en un gran número de países se esté deshilachando la red de las parroquias, que fue constituida hace algunos siglos en una situación socio-cultural y pastoral completamente diferente y en el ámbito de una diferente interpretación de sí misma de la Iglesia (Id. pp. 236-237).

            El cuarto concepto es el de una «casa» capaz de comunicar acogida, escucha y acompañamiento. Una «casa» en la que se reconoce la dimensión humana de la historia de cada persona y, al mismo tiempo, se ofrece la posibilidad de permitir a esta humanidad alcanzar su madurez. Don Bosco llama justamente «casa» al lugar en el que la comunidad vive su llamada porque, acogiendo a nuestros jóvenes, sabe asegurar las condiciones y las propuestas pastorales necesarias para que esta humanidad crezca de modo integral. Cada una de nuestras comunidades, «casa», está llamada a ser testigo de la originalidad de la experiencia de Valdocco: una «casa» que intercepta la historia de nuestros jóvenes, ofreciéndoles un futuro digno: la CASA.

            En nuestras Constituciones, Art. 40 encontramos la síntesis de todos estos «cuatro conceptos eclesiológicos». Es una síntesis que sirve como invitación y también como ánimo para el presente y el futuro de nuestras comunidades educativo-pastorales, de nuestras inspectorías, de nuestra amadísima Congregación Salesiana:

            El oratorio de Don Bosco, criterio permanente
            Don Bosco vivió una típica experiencia pastoral en su primer oratorio, que fue para los jóvenes casa que acoge, parroquia que evangeliza, escuela que encamina a la vida y patio para encontrarse como amigos y vivir en alegría.
            Al cumplir hoy nuestra misión, la experiencia de Valdocco sigue siendo criterio permanente y de discernimiento y renovación de cada actividad y obra.

            Gracias.
            Roma, 12 de abril de 2025




donbosco.info: un motor de búsqueda salesiano

Presentamos la nueva plataforma donbosco.info, que es un motor de búsqueda salesiano pensado para facilitar la consulta de documentos relacionados con el carisma de Don Bosco. Creado para apoyar el Boletín Salesiano Online, supera las limitaciones de los sistemas de archivo tradicionales, a menudo incapaces de detectar todas las ocurrencias de las palabras. Esta solución integra un hardware dedicado y un software desarrollado específicamente, ofreciendo también una función de lectura. La interfaz web, deliberadamente sencilla, permite navegar entre miles de documentos en diferentes idiomas, con la posibilidad de filtrar los resultados por carpeta, título, autor o año. Gracias al escaneo OCR de los documentos PDF, el sistema identifica el texto incluso cuando no es perfecto, y adopta estrategias para ignorar la puntuación y los caracteres especiales. Los contenidos, ricos en material histórico y formativo, tienen como objetivo difundir el mensaje salesiano de forma capilar. Con la carga libre de documentos, se fomenta el enriquecimiento continuo de la plataforma, mejorando la búsqueda.

En el ámbito de los trabajos para la redacción del Boletín Salesiano Online, se hizo necesaria la creación de varias herramientas de apoyo, entre ellas un motor de búsqueda dedicado.

Este motor de búsqueda se concibió teniendo en cuenta las limitaciones actualmente presentes en los diversos recursos salesianos disponibles en la red. Muchos sitios ofrecen sistemas de archivo con funcionalidad de búsqueda, pero a menudo no consiguen identificar todas las ocurrencias de las palabras, debido a limitaciones técnicas o restricciones introducidas para evitar la sobrecarga de los servidores.

Para superar estas dificultades, en lugar de construir un simple archivo de documentos con una función de búsqueda, hemos creado un verdadero motor de búsqueda, dotado también de una función de lectura. Se trata de una solución completa, basada en hardware dedicado y en un software desarrollado específicamente.

En la fase de diseño, evaluamos dos opciones: un software para instalar localmente o una aplicación del lado del servidor accesible vía web. Dado que la misión del Boletín Salesiano Online es difundir el carisma salesiano al mayor número de personas, se decidió optar por la solución web, para permitir a cualquiera buscar y consultar documentos salesianos.

El motor de búsqueda está disponible en la dirección www.donbosco.info. La interfaz web es deliberadamente esencial y «espartana», para garantizar una mayor velocidad de carga. En la «página de inicio» se enumeran los archivos y las carpetas presentes, con el fin de facilitar la consulta. Los documentos no están sólo en italiano, sino que también están disponibles en otros idiomas, seleccionables a través del icono correspondiente en la parte superior izquierda.

La mayoría de los archivos cargados están en formato PDF obtenido a partir de escaneos con OCR (reconocimiento óptico de caracteres). Dado que el OCR no siempre es perfecto, a veces no se detectan todas las palabras buscadas. Para evitar esto, se han implementado varias estrategias: ignorar la puntuación y los caracteres acentuados o especiales, y permitir la búsqueda incluso en presencia de caracteres faltantes o erróneos. Se pueden consultar más detalles en la sección de preguntas frecuentes, accesible desde el pie de página.

Dada la presencia de miles de documentos, la búsqueda puede devolver un número muy elevado de resultados. Por ello, es posible restringir el ámbito de la búsqueda por carpetas, por título, autor o año: los criterios son acumulativos y ayudan a encontrar más rápidamente lo que se necesita. Los resultados se enumeran en función de una puntuación de pertinencia, que actualmente tiene en cuenta principalmente la densidad de las palabras clave dentro del texto y su proximidad.

Idealmente, sería preferible disponer de los documentos en formato vectorial en lugar de escaneados, ya que la búsqueda sería siempre precisa y los archivos serían más ligeros, con las consiguientes ventajas en términos de velocidad.

Si posee documentos en formato vectorial o de mejor calidad que los ya presentes en el motor de búsqueda, puede cargarlos a través del servicio de carga disponible en www.donbosco.space. También puede añadir otros documentos no presentes en el motor de búsqueda. Para obtener las credenciales de acceso (nombre de usuario y contraseña), envíe una solicitud por correo electrónico a bsol@sdb.org.




Con Don Bosco. Siempre

No es indiferente celebrar un Capítulo General en un lugar u otro. Ciertamente, en Valdocco, en la “cuna del carisma”, tenemos la oportunidad de redescubrir la génesis de nuestra historia y reencontrar la originalidad que constituye el corazón de nuestra identidad de consagrados y apóstoles de los jóvenes.

En el marco antiguo de Valdocco, donde todo habla de nuestros orígenes, estoy casi obligado a recordar aquel diciembre de 1859, en el que Don Bosco tomó una decisión increíble, única en la historia: fundar una congregación religiosa con jóvenes.
Los había preparado, pero seguían siendo muy jóvenes. “Desde hace mucho tiempo pensaba en fundar una Congregación. Ha llegado el momento de concretarlo”, explicó con sencillez Don Bosco. “En realidad, esta Congregación no nace ahora: ya existía por ese conjunto de Reglas que siempre habéis observado por tradición… Ahora se trata de seguir adelante, de constituir normalmente la Congregación y de aceptar sus Reglas. Sabed, sin embargo, que sólo se inscribirán aquellos que, después de haber reflexionado seriamente sobre ello, quieran hacer a su debido tiempo los votos de pobreza, castidad y obediencia… Os dejo una semana para que lo penséis”.
Al salir de la reunión hubo un silencio inusual. Muy pronto, cuando las bocas se abrieron, se pudo constatar que Don Bosco había tenido razón al proceder con lentitud y prudencia. Algunos murmuraban entre dientes que Don Bosco quería hacer de ellos frailes. Cagliero medía a grandes pasos el patio preso de sentimientos contradictorios.
Pero el deseo de “permanecer con Don Bosco” prevaleció en la mayoría. Cagliero soltó la frase que se haría histórica: “Fraile o no fraile, yo me quedo con Don Bosco”.
A la “conferencia de adhesión”, que se celebró la noche del 18 de diciembre, asistieron 17 personas.
Don Bosco convocó el primer Capítulo General el 5 de septiembre de 1877 en Lanzo Torinese. Los participantes eran veintitrés y el Capítulo duró tres días enteros.
Hoy, para el Capítulo número 29, los capitulares son 227. Han llegado de todas las partes del mundo, en representación de todos los salesianos.
En la apertura del primer Capítulo General, Don Bosco dijo a nuestros hermanos: “El Divino Salvador dice en el santo Evangelio que donde hay dos o tres congregados en su nombre, allí está Él mismo en medio de ellos. Nosotros no tenemos otro fin en estas reuniones que la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas redimidas por la preciosa Sangre de Jesucristo”. Por lo tanto, podemos estar seguros de que el Señor estará en medio de nosotros y de que Él conducirá las cosas de tal manera que todos se sientan a gusto.

Un cambio de época
La expresión evangélica: “Jesús llamó a los que quiso consigo y los envió a predicar” (Mc 3,14-15), dice que Jesús elige y llama a los que quiere. Entre estos estamos también nosotros. El Reino de Dios se hace presente y aquellos primeros Doce son un ejemplo y un modelo para nosotros y para nuestras comunidades. Los Doce son personas comunes, con virtudes y defectos, no forman una comunidad de puros ni siquiera un simple grupo de amigos.
Saben, como ha dicho el Papa Francisco, que “Vivimos un cambio de época más que una época de cambios”. En Valdocco, en estos días, se respira un clima de gran conciencia. Todos los hermanos sienten que este es un momento de gran responsabilidad.
En la vida de la mayoría de los hermanos, de las inspectorías y de la Congregación hay muchas cosas positivas, pero esto no basta y no puede servir de «consuelo», porque el grito del mundo, las grandes y nuevas pobrezas, la lucha cotidiana de tantas personas -no sólo pobres sino también sencillas y laboriosas- se alza fuerte como petición de ayuda. Son todas preguntas que nos deben provocar y sacudir y no dejarnos tranquilos.
Con la ayuda de las inspectorías a través de la consulta, creemos haber identificado por un lado los principales motivos de preocupación y por otro los signos de vitalidad de nuestra Congregación, declinados siempre con los rasgos culturales específicos de cada contexto.
Durante el Capítulo proponemos concentrarnos en lo que significa para nosotros ser verdaderamente salesianos apasionados de Jesucristo, porque sin esto ofreceremos buenos servicios, haremos el bien a las personas, ayudaremos, pero no dejaremos una huella profunda.
La misión de Jesús continúa y se hace visible hoy en el mundo también a través de nosotros, sus enviados. Estamos consagrados para construir amplios espacios de luz para el mundo de hoy, para ser profetas. Hemos sido consagrados por Dios y puestos en seguimiento de su amado Hijo Jesús, para vivir verdaderamente como conquistados por Dios. Por eso, una vez más, lo esencial se juega todo en la fidelidad de la Congregación al Espíritu Santo, viviendo, con el espíritu de Don Bosco, una vida consagrada salesiana centrada en Jesucristo.
La vitalidad apostólica, como vitalidad espiritual, es compromiso a favor de los jóvenes, de los niños, en las más variadas pobrezas, por lo tanto no se puede detener a ofrecer sólo servicios educativos. El Señor nos llama a educar evangelizando, llevando Su presencia y acompañando la vida con oportunidades de futuro.
Estamos llamados a buscar nuevos modelos de presencia, nuevas expresiones del carisma salesiano en nombre de Dios. Esto se haga en comunión con los jóvenes y con el mundo, a través de «una ecología integral», en la formación de una cultura digital en los mundos habitados por los jóvenes y por los adultos.
Y es fuerte el deseo y la expectativa de que este sea un Capítulo General valiente, en el que se digan las cosas, sin perderse en frases correctas, bien confeccionadas, pero que no tocan la vida.
En esta misión no estamos solos. Sabemos y sentimos que la Virgen María es un modelo de fidelidad.
Es hermoso volver con la mente y con el corazón al día de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de 1887 cuando, dos meses antes de su muerte, Don Bosco dijo a algunos Salesianos que, conmovidos, lo miraban y escuchaban: “Hasta ahora hemos caminado sobre seguro. No podemos errar; es María quien nos guía”.
María Auxiliadora, la Virgen de Don Bosco, nos guía. Ella es la Madre de todos nosotros y es Ella quien repite, como en Caná de Galilea en esta hora del CG29: “Haced lo que Él os diga”.
Nuestra Madre Auxiliadora nos ilumine y nos guíe, como hizo con Don Bosco, a ser fieles al Señor y a no defraudar nunca a los jóvenes, sobre todo a los más necesitados.




El Vicario del Rector Mayor. Don Stefano Martoglio

Tenemos la alegría de anunciar que Don Stefano Martoglio ha sido reelegido como Vicario del Rector Mayor.
Los capitulares lo han elegido hoy con mayoría absoluta y desde el primer escrutinio.

Auguramos un fructífero apostolado a Don Stefano y le aseguramos nuestras oraciones.




Nuevo Rector Mayor: Fabius Attard

Tenemos la alegría de anunciar que don Fabius Attard es el nuevo Rector Mayor, el undécimo sucesor de don Bosco.

Breve información del nuevo Rector Mayor:
Nacido: 23.03.1959 en Gozo (Malta), diócesis de Gozo.
Noviciado: 1979-1980 en Dublín.
Profesión perpetua: 11.08.1985 en Malta.
Ordenación presbiteral: 04.07.1987 en Malta.
Ha desempeñado diversos cargos pastorales y formativos dentro de su inspectoría de origen.
Ha sido durante 12 años el Consejero General para la Pastoral Juvenil, 2008-2020.
Desde 2020 ha sido el Delegado del Rector Mayor para la Formación Permanente de los salesianos y de los laicos en Europa.
Última comunidad de pertenencia: Roma CNOS.
Idiomas conocidos: Maltés, Inglés, Italiano, Francés, Español.

Le deseamos un fructífero apostolado a don Fabio y le aseguramos nuestras oraciones.




Rectores Mayores de la Congregación Salesiana

La Congregación Salesiana, fundada en 1859 por San Juan Bosco, ha tenido a su guía un superior general llamado, ya desde los tiempos de Don Bosco, Rector Mayor. La figura del Rector Mayor es central en el liderazgo de la congregación, fungiendo como guía espiritual y centro de unidad no solo de los salesianos sino también de toda la Familia Salesiana. Cada Rector Mayor ha contribuido de modo único a la misión salesiana, afrontando los desafíos de su tiempo y promoviendo la educación y la vida espiritual de los jóvenes. Hagamos un breve resumen de los Rectores Mayores y de los desafíos que han tenido que afrontar.

San Juan Bosco (1859-1888)
San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana, encarnó cualidades distintivas que han plasmado la identidad y la misión de la orden. Su profunda fe y confianza en la Divina Providencia lo hicieron un líder carismático, capaz de inspirar y guiar con visión y determinación. Su dedicación incansable a la educación de los jóvenes, especialmente de los más necesitados, se manifestó a través del innovador Sistema Preventivo, basado en razón, religión y amabilidad. Don Bosco promovió un clima de familia en las casas salesianas, favoreciendo relaciones sinceras y fraternas. Su capacidad organizativa y su espíritu emprendedor llevaron a la creación de numerosas obras educativas. Su apertura misionera impulsó a la Congregación más allá de las fronteras italianas, difundiendo el carisma salesiano en el mundo. Su humildad y sencillez lo hicieron cercano a todos, ganándose la confianza y el afecto de colaboradores y jóvenes.
San Juan Bosco afrontó muchas dificultades. Tuvo que superar la incomprensión y la hostilidad de autoridades civiles y eclesiásticas, que a menudo desconfiaban de su método educativo y de su rápido crecimiento. Afrontó graves dificultades económicas al sostener las obras salesianas, a menudo contando solo con la Providencia. Gestionar jóvenes difíciles y formar colaboradores fiables fue una tarea ardua. Además, su salud, desgastada por el intenso trabajo y las continuas preocupaciones, fue un límite constante. A pesar de todo, afrontó cada prueba con fe inquebrantable, amor paterno por los jóvenes y una determinación incansable, llevando adelante la misión con esperanza.

1. Beato Michele Rua (1888-1910)
El ministerio de Rector Mayor del Beato Michele Rua se caracteriza por la fidelidad al carisma de Don Bosco, la consolidación institucional y la expansión misionera. Fue nombrado por Don Bosco como sucesor por orden del papa León XIII, en la audiencia del 24.10.1884. Después de la confirmación del Papa, el 24.09.1885, Don Bosco hizo pública su elección delante del Capítulo Superior.
Algunas características de su rectorado:
– actuó como «regla viviente» del sistema preventivo, manteniendo íntegro el espíritu educativo de Don Bosco a través de la formación, la catequesis y la dirección espiritual; fue un continuador del fundador;
– dirigió la Congregación en crecimiento exponencial, gestionando cientos de casas y miles de religiosos, con visitas pastorales en todo el mundo a pesar de problemas de salud;
– afrontó calumnias y crisis (como el escándalo de 1907) defendiendo la imagen salesiana;
– promovió a las Hijas de María Auxiliadora y a los Cooperadores, reforzando la estructura tripartita querida por Don Bosco;
– bajo su guía, los Salesianos pasaron de 773 a 4.000 miembros, y las casas de 64 a 341, extendiéndose en 30 naciones.

2. Don Paolo Albera (1910-1921)
El ministerio de Rector Mayor de Don Paolo Albera se distingue por la fidelidad al carisma de Don Bosco y la expansión misionera global. Elegido en el Capítulo General 11.
Algunas características de su rectorado:
– mantuvo íntegro el sistema preventivo, promoviendo la formación espiritual de los jóvenes salesianos y la difusión del Boletín Salesiano como instrumento de evangelización;
– afrontó los desafíos de la Primera Guerra Mundial, con salesianos movilizados (más de 2.000 llamados a las armas, 80 de ellos muertos en guerra) y casas transformadas en hospitales o cuarteles, manteniendo la cohesión en la Congregación; este conflicto causó la suspensión del Capítulo General previsto e interrumpió muchas actividades educativas y pastorales;
– afrontó las consecuencias de esta guerra que generó un aumento de la pobreza y del número de huérfanos, requiriendo un compromiso extraordinario para acoger y sostener a estos jóvenes en las casas salesianas;
– abrió nuevas fronteras en África, Asia y América, enviando 501 misioneros en nueve expediciones ad gentes y fundando obras en Congo, China e India.

3. Beato Filippo Rinaldi (1922-1931)
El ministerio de Rector Mayor del Beato Filippo Rinaldi se caracteriza por la fidelidad al carisma de Don Bosco, la expansión misionera y la innovación espiritual. Elegido en el Capítulo General 12.
Algunas características de su rectorado:
– mantuvo íntegro el sistema preventivo, promoviendo la formación interior de los salesianos;
– envió a más de 1.800 salesianos a todo el mundo, fundó institutos misioneros y revistas, abriendo nuevas fronteras en África, Asia y América;
– instituyó la asociación de los Exalumnos y el primer Instituto secular salesiano (Voluntarias de Don Bosco), adaptando el espíritu de Don Bosco a las exigencias del primer Novecientos;
– reanimó la vida interior de la Congregación, exhortando a una «confianza ilimitada» en María Auxiliadora, herencia central del carisma salesiano;
– enfatizó la importancia de la formación espiritual y de la asistencia a los emigrantes, promoviendo obras de previsión y asociaciones entre trabajadores;
– durante su rectorado, los miembros pasaron de 4.788 a 8.836 y las casas de 404 a 644, evidenciando su capacidad organizativa y su celo misionero.

4. Don Pietro Ricaldone (1932-1951)
El ministerio de Rector Mayor de Don Pietro Ricaldone se caracteriza por la consolidación institucional, el compromiso durante la Segunda Guerra Mundial y la colaboración con las autoridades civiles. Elegido en el Capítulo General 14.
Algunas características de su rectorado:
– potenció las casas salesianas y los centros de formación, fundó la Universidad Pontificia Salesiana (1940) y cuidó la canonización de Don Bosco (1934) y Madre Mazzarello (1951);
– afrontó la Guerra Civil Española (1936-1939) que representó una de las principales dificultades, con persecuciones que golpearon duramente las obras salesianas en el país;
– sucesivamente afrontó la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) causó ulteriores sufrimientos: muchos salesianos fueron deportados o privados de la libertad, y las comunicaciones entre la Casa Generalicia de Turín y las comunidades esparcidas por el mundo fueron interrumpidas; además, el advenimiento de regímenes totalitarios en Europa oriental llevó a la supresión de diversas obras salesianas;
– durante la guerra, abrió las estructuras salesianas a desplazados, judíos y partisanos, mediando para la liberación de prisioneros y protegiendo a quien estaba en peligro;
– promovió la espiritualidad salesiana a través de obras editoriales (ej. Corona patrum salesiana) e iniciativas a favor de los jóvenes marginados.

5. Don Renato Ziggiotti (1952-1965)
El ministerio de Rector Mayor de Don Renato Ziggiotti (1952-1965) se caracteriza por la expansión global, la fidelidad al carisma y el compromiso conciliar. Elegido en el Capítulo General 17.
Algunas características de su rectorado:
– fue el primer Rector Mayor en no haber conocido personalmente a Don Bosco y en renunciar al encargo antes de la muerte, demostrando gran humildad;
– durante su mandato, los salesianos pasaron de 16.900 a más de 22.000 miembros, con 73 inspectorías y casi 1.400 casas en todo el mundo;
– promovió la construcción de la Basílica de San Juan Bosco en Roma y del santuario sobre el Colle dei Becchi (Colle Don Bosco), además del traslado del Pontificio Ateneo Salesiano en la capital;
– fue el primer Rector Mayor en participar activamente en las primeras tres sesiones del Concilio Vaticano II, anticipando la renovación de la Congregación y la implicación de los laicos;
– cumplió una empresa sin precedentes: visitó casi todas las casas salesianas e Hijas de María Auxiliadora, dialogando con miles de cofrades, a pesar de las dificultades logísticas.

6. Don Luigi Ricceri (1965-1977)
El ministerio de Rector Mayor de Don Luigi Ricceri se caracteriza por la renovación conciliar, la centralización organizativa y la fidelidad al carisma salesiano. Elegido en el Capítulo General 19.
Algunas características de su rectorado:
– adaptación post-conciliar: guio la Congregación en la actuación de las indicaciones del Concilio Vaticano II, promoviendo el Capítulo General Especial (1966) para la renovación de las Constituciones y la formación permanente de los salesianos;
– trasladó la Dirección General de Valdocco a Roma, separándola de la «Casa Madre» para integrarla mejor en el contexto eclesial;
– la revisión de las Constituciones y de los Reglamentos fue una tarea compleja, destinada a garantizar la adecuación a las nuevas directivas eclesiales sin perder la identidad originaria;
– potenció el rol de los Cooperadores y de los Exalumnos, reforzando la colaboración entre los diversos ramos de la Familia salesiana.

7. Don Egidio Viganò (1977-1995)
El ministerio de Rector Mayor de Don Egidio Viganò se caracteriza por la fidelidad al carisma salesiano, el compromiso conciliar y la expansión misionera global. Elegido en el Capítulo General 21.
Algunas características de su rectorado:
– su participación como experto en el Concilio Vaticano II influyó significativamente en su obra, promoviendo la actualización de las Constituciones salesianas en línea con las directivas conciliares y guio la Congregación en la actuación de las indicaciones del Concilio Vaticano II;
– colaboró activamente con el papa san Juan Pablo II, convirtiéndose en su confesor personal, y participó en 6 sínodos de los obispos (1980-1994), reforzando el vínculo entre la Congregación y la Iglesia universal;
– profundamente ligado a la cultura latinoamericana (donde transcurrió 32 años), amplió la presencia salesiana en el Tercer Mundo, con un foco en justicia social y diálogo intercultural;
– fue el primer rector mayor elegido por tres mandatos consecutivos (con dispensa papal);
– potenció el rol de los Cooperadores y de los Exalumnos, promoviendo la colaboración entre los diversos ramos de la Familia salesiana;
– reforzó la devoción a María Auxiliadora, reconociendo la Asociación de los Devotos de María Auxiliadora como parte integrante de la Familia Salesiana;
– su dedicación a la investigación científica y al diálogo interdisciplinar lo llevó a ser considerado el «segundo fundador» de la Universidad Pontificia Salesiana;
– bajo su guía, la Congregación inició el «Proyecto África», expandiendo la presencia salesiana en el continente africano que dio muchos frutos.

8. Don Juan Edmundo Vecchi (1996-2002)
El ministerio de Rector Mayor de Don Juan Edmundo Vecchi se distingue por la fidelidad al carisma salesiano, el compromiso en la formación y la apertura a los desafíos del post-Concilio. Elegido en el Capítulo General 24.
Algunas características de su rectorado:
– es el primer Rector Mayor no italiano: hijo de inmigrantes italianos en Argentina, representó un cambio generacional y geográfico en la guía de la Congregación, abriendo a una perspectiva más global;
– promovió la formación permanente de los salesianos, subrayando la importancia de la espiritualidad y de la preparación profesional para responder a las exigencias de los jóvenes;
– promovió una renovada atención a la educación de los jóvenes, enfatizando la importancia de la formación integral y del acompañamiento personal;
– a través de las Cartas Circulares, exhortó a vivir la santidad en la cotidianidad, ligándola al servicio juvenil y al testimonio de Don Bosco;
– durante su enfermedad, continuó testimoniando fe y dedicación, ofreciendo reflexiones profundas sobre la experiencia del sufrimiento y de la ancianidad en la vida salesiana.

9. Don Pascual Chávez Villanueva (2002-2014)
El ministerio de Rector Mayor de Don Pascual Chávez Villanueva se distingue por la fidelidad al carisma salesiano, el compromiso en la formación y el compromiso en los desafíos de la globalización y de las transformaciones eclesiales. Elegido en el Capítulo General 25.
Algunas características de su rectorado:
– promovió la renovada atención a la comunidad salesiana como sujeto evangelizador, con prioridad a la formación espiritual y a la inculturación del carisma en los contextos regionales;
– relanzó el compromiso hacia los jóvenes más vulnerables, heredando el enfoque de Don Bosco, con particular atención a los oratorios de frontera y a las periferias sociales;
– cuidó la formación permanente de los salesianos, desarrollando estudios teológicos y pedagógicos ligados a la espiritualidad de Don Bosco, preparando el bicentenario de su nacimiento;
– guio la Congregación con un enfoque organizativo y dialogante, involucrando las diversas regiones y promoviendo la colaboración entre centros de estudio salesianos;
– promovió una mayor colaboración con los laicos, animando la corresponsabilidad en la misión salesiana y afrontando las resistencias internas al cambio.

10. Don Ángel Fernández Artime (2014-2024)
El ministerio de Don Ángel Fernández Artime se distingue por la fidelidad al carisma salesiano, y al papado. Elegido en el Capítulo General 27.
Algunas características de su rectorado:
– guio la Congregación con un enfoque inclusivo, visitando 120 países y promoviendo la adaptación del carisma salesiano a las diversas realidades culturales, manteniendo firme el vínculo con las raíces de Don Bosco;
– reforzó el compromiso hacia los jóvenes más vulnerables, de las periferias, heredando el enfoque de Don Bosco;
– afrontó los desafíos de la globalización y de las transformaciones eclesiales, promoviendo la colaboración entre centros de estudio y renovando los instrumentos de gobierno de la Congregación;
– promovió una mayor colaboración con los laicos, animando la corresponsabilidad en la misión educativa y pastoral;
– tuvo que afrontar la pandemia de COVID-19 que ha requerido adaptaciones en las obras educativas y asistenciales para continuar sirviendo a los jóvenes y a las comunidades en dificultad;
– tuvo que afrontar la gestión de los recursos humanos y materiales en un periodo de crisis vocacional y cambios demográficos;
– trasladó la Casa Generalicia de la Pisana a la obra fundada por Don Bosco, Sacro Cuore di Roma;
– su compromiso culminó en el nombramiento como Cardenal (2023) y a Pro-Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada (2025), marcando un reconocimiento de su influencia en la Iglesia universal.

Los Rectores Mayores de la Congregación Salesiana han desempeñado un rol fundamental en el crecimiento y en el desarrollo de la congregación. Cada uno de ellos ha aportado su propia contribución única, afrontando los desafíos de su tiempo y manteniendo vivo el carisma de San Juan Bosco. Su herencia continúa inspirando a las generaciones futuras de salesianos y jóvenes en todo el mundo, garantizando que la misión educativa de Don Bosco permanezca relevante y vital en el contexto contemporáneo.

Presentamos a continuación también una estadística de estos rectorados.

 Rector Mayor Nacido el Inicio del mandato del Rector Mayor Elegido a los … años Fin del mandato del Rector Mayor Rector Mayor por… Vivió por… años
BOSCO Giovanni 16.08.1815 18.12.1859 44 31.01.1888 (†) 28 años y 1 mes 72
RUA Michele 09.06.1837 31.01.1888 50 06.04.1910 (†) 22 años y 2 meses 72
ALBERA Paolo 06.06.1845 16.08.1910 65 29.10.1921 (†) 11 años y 2 meses 76
RINALDI Filippo 28.05.1856 24.04.1922 65 05.12.1931 (†) 9 años y 7 meses 75
RICALDONE Pietro 27.07.1870 17.05.1932 61 25.11.1951 (†) 19 años y 6 meses 81
ZIGGIOTTI Renato 09.10.1892 01.08.1952 59 27.04.1965 († 19.04.1983) 12 años y 8 meses 90
RICCERI Luigi 08.05.1901 27.04.1965 63 15.12.1977 († 14.06.1989) 12 años y 7 meses 88
VIGANO Egidio 29.06.1920 15.12.1977 57 23.06.1995 (†) 17 años y 6 meses 74
VECCHI Juan Edmundo 23.06.1931 20.03.1996 64 23.01.2002 (†) 5 años y 10 meses 70
VILLANUEVA Pasqual Chavez 20.12.1947 03.04.2002 54 25.03.2014 11 años y 11 meses 76
ARTIME Angel Fernandez 21.08.1960 25.03.2014 53 31.07.2024 10 años 4 meses 64



Elección del primer Rector Mayor

Durante el undécimo Capítulo General de la Congregación Salesiana fue elegido el primer Rector Mayor, don Paolo Albera. Aunque formalmente representa al segundo sucesor de don Bosco, en realidad fue el primero en ser elegido, ya que don Rua había sido nombrado personalmente por don Bosco, por inspiración divina y a instancias del Papa Pío IX (el nombramiento de don Rua fue oficializado el 27 de noviembre de 1884 y posteriormente confirmado por la Santa Sede el 11 de febrero de 1888). A continuación, dejémonos guiar por el relato de don Eugenio Ceria, que narra la elección del primer sucesor de don Bosco y los trabajos del Capítulo General.

            No parece casi posible hablar de antiguos Salesianos sin partir de Don Bosco. Esta vez es para admirar la divina Providencia, que a Don Bosco a lo largo del arduo camino hizo encontrar a los hombres indispensables para él en los diversos grados y oficios de su Congregación en formación. Hombres, digo, no hechos, sino por hacer. Correspondió al fundador buscarlos jóvenes, hacerlos crecer, educarlos, instruirlos, informarles de su espíritu, de modo que, dondequiera que los enviara, lo representaran dignamente entre los Socios y ante los extraños. He aquí el caso también de su segundo sucesor. El pequeño y frágil Paolino Albera, cuando del pueblito natal llegó al Oratorio, no destacaba entre la multitud de compañeros por ninguna de esas características que llaman la atención sobre un recién llegado; pero Don Bosco no tardó en descubrir en él inocencia de costumbres, capacidad intelectual velada por una natural timidez, y un carácter de niño, que le daba buenas esperanzas. Llevándolo hasta el altar, lo envió como Director a Sampierdarena, luego Director a Marsella e Inspector para Francia, donde lo llamaban petit Don Bosco, hasta que en 1886 la confianza de los hermanos lo eligió Catequista general o sea Director espiritual de la Sociedad. Pero allí no se detuvieron sus ascensos.
            Tras la muerte de Don Rua, el gobierno de la Sociedad pasó, según la Regla, a manos del Prefecto General Don Felipe Rinaldi, quien por lo tanto presidía el Capítulo Superior y dirigía los preparativos para el Capítulo General que se celebraría dentro del año 1910. Se estableció que el gran congreso se abriera el 15 de agosto, precedido por un curso de ejercicios espirituales, realizados por los Capitulares y predicados por Don Albera.
            Un diario íntimo de Don Albera, en inglés, nos permite conocer cuáles eran sus sentimientos en el período de espera. Bajo el 21 de abril encontramos: “Hablo largo rato con Don Rinaldi y con gran placer. Deseo de todo corazón que sea elegido para el cargo de Rector Mayor de nuestra Congregación. Rezaré al Espíritu Santo para obtener esta gracia”. Y bajo el 26: “Rara vez se habla del sucesor de Don Rua. Espero que se elija al Prefecto. Tiene las virtudes necesarias para el cargo. Cada día rezo por esta gracia”. De nuevo el 11 de mayo: “Acepto ir a Milán para el funeral de Don Rua. Estoy muy contento de obedecer a Don Rinaldi, en quien reconozco a mi verdadero Superior. Rezo todos los días pidiendo que sea elegido Rector Mayor”. Bajo el 6 de junio revela el porqué de tanta inclinación por Don Rinaldi escribiendo de él: “Tengo una alta idea de su virtud, de su capacidad e iniciativa”. Poco después, yendo a Roma en su compañía, escribía el 8 en Florencia: “Veo que Don Rinaldi es bien aceptado en todas partes y considerado como el sucesor de Don Rua. Deja buena impresión en aquellos con los que habla”.
            Si hubiera sido lícito hacer propaganda, él habría sido su gran elector. Ni eran pocos los Salesianos que pensaban de la misma manera. No hablemos de los españoles, entre los cuales había dejado un gran legado de afectos. Inspectores y delegados, cuando llegaban de España para el Capítulo General, no hacían muchos misterios ni siquiera al hablar con él. Pero él a tales discursos mostraba toda la indiferencia de un sordo, que no entiende una sílaba de lo que se le dice. En esto su actitud era tal, que impresionaba a sus alegres interlocutores. Había realmente un misterio.
            La noche de la Asunción se celebró la reunión de apertura, en la que Don Rinaldi “habló muy bien”, nota en el diario Don Albera. A la elección del Rector Mayor se procedió en la sesión de la mañana siguiente. Desde el inicio del escrutinio, los nombres de Don Albera y de Don Rinaldi se alternaban a breves intervalos. El primero aparecía cada vez más turbado y atónito; el otro, en cambio, no daba el menor signo de emoción. La cosa fue notada, y no sin una pizca de curiosidad. Un gran aplauso saludó el voto, que alcanzaba la mayoría absoluta, requerida por la Regla. Don Rinaldi, al haber cumplido el último acto en su calidad de presidente de la asamblea con la proclamación del elegido, pidió poder leer un recordatorio suyo. Obtenido el consentimiento, se hizo restituir por Don Lemoyne, Secretario del Capítulo Superior, un sobre cerrado, entregado el 27 de febrero y que llevaba la sobreescritura: “Abrirse después de las elecciones que se llevarían a cabo a la muerte del querido Don Rua”. Tenido en las manos, lo abrió y leyó: “El sr. Don Rua está gravemente enfermo y yo creo que debo entregar por escrito, lo que se conserva en mi corazón, a su sucesor. El 22 de noviembre de 1877 se celebraba en Borgo S. Martino la habitual fiesta de S. Carlos. En la mesa presidida por el Venerable Juan Bosco y por Mons. Ferrò, yo también estaba sentado al lado de Don Belmonte. En un cierto momento la conversación cayó sobre Don Albera, contando Don Bosco las dificultades que le planteó el clero de su país. Fue entonces cuando Mons. Ferrò quiso saber si Don Albera había superado esas dificultades: — Ciertamente, respondió Don Bosco. Él es mi segundo… — Y pasando una mano sobre la frente, suspendió la frase. Pero yo calculé de inmediato que no era el segundo en entrar ni el segundo en dignidad, no siendo del Capítulo Superior, ni el segundo Director y deduje que era el segundo sucesor; pero guardé estas cosas en mi corazón, esperando los eventos. Turín, 27 de febrero de 1910”. Los electores comprendieron entonces el porqué de su comportamiento y sintieron que se les abría el corazón: habían elegido, por tanto, a quien había sido preconizado por Don Bosco treinta y tres años antes.
            Inmediatamente se encargó a Don Bertello formular dos telegramas de comunicación al Santo Padre y al Card. Rampolla, Protector de la Sociedad. Al Papa se le decía: “Don Paolo Albera, nuevo Rector Mayor de la Pia Sociedad Salesiana y Capítulo General, que con la máxima concordia de ánimos hoy, noventa y cinco aniversario del nacimiento del Venerable Don Bosco, lo eligió y con el máximo júbilo lo festeja elegido, agradecen a Su Santidad los preciosos consejos y oraciones y protestan profundo respeto y obediencia ilimitada”. Su Santidad respondió pronto enviando la bendición apostólica. En el telegrama se alude a un autógrafo pontificio del 9 de agosto. Era del tenor siguiente: “A los dilectos hijos de la Congregación Salesiana del Venerable Don Bosco reunidos para la elección del Rector General, en la certeza de que todos, dejando de lado cualquier afecto humano, darán su voto a aquel Hermano, que juzguen en el Señor el más adecuado para mantener el verdadero espíritu de la Regla, para alentar y dirigir hacia la perfección a todos los Miembros del Instituto religioso, y para hacer prosperar las múltiples obras de caridad y de religión, a las que se han consagrado, impartimos con paternal afecto la Bendición Apostólica. Del Vaticano, 9 de agosto de 1910. Pío PP. X”.
            También el Cardenal Protector había dirigido el 12 de agosto “al Regulador y Electores del Capítulo” una palabra paternal de augurio y de aliento, diciendo entre otras cosas: “Su amadísimo Don Bosco con el más intenso afecto de padre ya sin duda les dirige desde el Cielo la mirada e implora fervientemente del Divino Paráclito que derrame sobre ustedes las celestiales luces inspirándoles sabios consejos. La santa Iglesia espera de sus sufragios un digno sucesor de Don Bosco y de Don Rua, que sepa sabiamente conservar su obra, más aún aumentarla con nuevos incrementos. Y yo también, con el más vivo interés, unido a ustedes en la oración, hago cálidos votos, para que con el favor divino su elección sea en todos los aspectos feliz y tal que me traiga la dulce consolación de ver a la Congregación Salesiana cada vez más floreciente en beneficio de las almas y en honor del Apostolado católico. Hagan, por tanto, que en un acto tan sagrado y solemne sus ánimos se mantengan alejados de consideraciones humanas y sentimientos personales; de modo que guiados únicamente por rectas intenciones y ardiente deseo de la gloria de Dios y del mayor bien del Instituto, unidos en el nombre del Señor en la más perfecta concordia y caridad, puedan elegir como su regidor a aquel que por santidad de vida les sea ejemplo, por bondad de corazón padre amoroso, por prudencia y sabiduría guía segura, por celo y firmeza vigilante guardián de la disciplina, de la observancia religiosa y del espíritu del Venerable Fundador”. Su Eminencia, recibiendo no mucho después a Don Albera, le dio signos no dudosos de considerar que la elección había sido hecha conforme a los votos que él había expresado.
            Cuál era en los primeros instantes el sentimiento del elegido, lo dice el diario, en el cual bajo el 16 de agosto leemos: “Este es un día de gran desgracia para mí. He sido elegido Rector Mayor de la Pia Sociedad de San Francisco de Sales. ¡Qué responsabilidad sobre mis hombros! Ahora más que nunca debo gritar: Dios, en mi ayuda, ven. He rezado muchísimo, especialmente ante la tumba de Don Bosco”. En su cartera se encontró un papel amarillento, en el que había trazado y firmado este programa: “Tendré siempre a Dios en vista, a Jesucristo como modelo, a la Auxiliadora en ayuda, a mí mismo en sacrificio”.
            Habían expirado al mismo tiempo todos los miembros del Capítulo Superior y había que hacer la elección, lo cual se llevó a cabo en la tercera sesión. Primero fue elegido el Prefecto General. La votación sobre el nombre de Don Rinaldi resultó plebiscitaria. De los 73 votantes, 71 le dieron su voto. Solo faltó un voto, que fue para Don Paolo Virion, Inspector francés. El otro, muy probablemente el suyo, fue para Don Pietro Ricaldone, Inspector en España, a quien él tenía en gran estima. Retomó, por lo tanto, su fatiga diaria, que debía durar aún doce años, hasta que él mismo se convirtió en Rector Mayor.
            Hecho esto, el Capítulo pasó a la elección de los restantes, que fueron: Don Julio Barberis, Catequista General; Don José Bertello, Economo; Don Luis Piscetta, Don Francisco Cerruti, Don José Vespignani, Consejeros. Este último, Inspector en Argentina, agradeció a la asamblea por el acto de confianza, y dijo que se sentía obligado por motivos particulares y también por su salud a declinar la nominación, pidiendo que se llegara a otra elección. Pero el Superior no creyó que debía aceptar así de inmediato la renuncia y le pidió que suspendiera hasta el día siguiente cualquier decisión. Al día siguiente, invitado por el Rector Mayor a notificar la resolución tomada, respondió que, siguiendo el consejo del Superior, se sometía completamente a la obediencia con respecto a la carga.
            El primer acto del reelegido Prefecto General fue llevar oficialmente a conocimiento de los Socios la elección del nuevo Rector Mayor. En una breve carta, mencionando de pasada las diversas fases de su vida, recordaba oportunamente el llamado “Sueño de la Rueda”, en el cual Don Bosco había visto a Don Albera con una lámpara en la mano iluminando y guiando a los demás (MB VI,910). Luego, muy oportunamente concluía: “Queridos hermanos, resuenen una vez más en sus oídos las amorosas palabras de Don Bosco en la carta-testamento: ‘Su Rector ha muerto, pero se elegirá otro que cuidará de ustedes y de su eterna salvación. Escúchenlo, ámenlo, obedézcanle, recen por él, como lo han hecho por mí’”.
            A las Hijas de María Auxiliadora, Don Albera consideró oportuno hacer sin demasiada dilación una comunicación, tanto más que de ellas recibía cartas en buen número. Les agradecía, por lo tanto, sus felicitaciones, pero sobre todo sus oraciones. “Espero, escribía, que Dios escuche sus votos y que no permita que mi ineptitud sea un perjuicio para aquellas obras a las que el Venerable Don Bosco y el inolvidable Don Rua consagraron toda su vida”. Finalmente, deseaba que entre las dos ramas de la familia de Don Bosco reinara siempre una santa competencia en conservar el espíritu de caridad y de celo dejado en herencia por el fundador.
            Demos ahora una rápida mirada a los trabajos del Capítulo General. Se puede decir que hubo un solo tema fundamental. El Capítulo anterior, tras realizar una revisión bastante somera de los Reglamentos, había deliberado que, tal como estaban, se practicaran durante seis años a modo de experimento y que el Capítulo XI los revisara fijando el texto definitivo. Estos Reglamentos eran seis: para los Inspectores, para todas las casas salesianas, para las casas de noviciado, para las parroquias, para los oratorios festivos y para la Pia Unión de Cooperadores. El mismo Capítulo X, con una petición firmada por 36 miembros, había solicitado que en el XI se tratara la cuestión administrativa y sobre todo la manera de hacer cada vez más provechosos los ingresos que la Providencia concedía a cada casa salesiana. Para facilitar el arduo trabajo se nombró para cada Reglamento una Comisión, diré así, de técnicos, extracapitular con la tarea de hacer los estudios relativos y presentar al mismo Capítulo las conclusiones.
            Las discusiones, comenzadas en la quinta sesión, se prolongaron por otras 21. Para agotar la materia habría sido necesario prolongar mucho más los trabajos; pero el Capítulo General, con votación unánime, delegó la tarea de finalizar la revisión al Capítulo Superior, el cual prometió llevarla a cabo, nombrando una Comisión específica. Sin embargo, el Capítulo General, para mostrar que no se desinteresaba y para ayudar a la obra, manifestó el deseo de crear una Comisión encargada de formular los principales criterios que debían guiar a la nueva Comisión de los Reglamentos en su larga y delicada tarea. Así se hizo. Por lo tanto, se llevaron a conocimiento de la asamblea y se aprobaron diez normas directivas, elaboradas por sus delegados bajo la presidencia de Don Ricaldone. El trasfondo de ellas era mantener firme el espíritu de Don Bosco, conservando íntegros aquellos artículos que se reconocían como suyos, y eliminar de los Reglamentos lo que contenía de puramente exhortativo.
            Del XI Capítulo General no recordaré más que dos episodios, los cuales parecen tener particular importancia. El primero se refiere al Reglamento de los Oratorios festivos. La Comisión extracapitular había creído conveniente podarlo, especialmente en la parte que concernía a las diversas cargas. A Don Rinaldi le pareció que se destruía el concepto de Don Bosco sobre los Oratorios festivos; por lo que se levantó diciendo: “El Reglamento impreso en 1877 fue realmente compilado por Don Bosco, y así me lo aseguraba Don Rua cuatro meses antes de su muerte. Por lo tanto, hago votos para que se conserve intacto, porque, si se practica, se verá que sigue siendo bueno incluso hoy”.
            Aquí se encendió una animada discusión, de la cual recojo las intervenciones más notables. El relator declaró que la Comisión ignoraba por completo esta particularidad; pero también observó que nunca se había practicado ese Reglamento de manera integral en ningún Oratorio festivo, ni siquiera en Turín. La Comisión opinaba que el Reglamento había sido hecho compilar por Don Bosco sobre Reglamentos de los Oratorios festivos lombardos; de todos modos, había entendido solo podarlo e introducir lo que se considerara práctico en los mejores Oratorios salesianos. Pero Don Rinaldi no se aquietó, e insistió en el deseo de Don Rua de que ese Reglamento fuera respetado, como obra de Don Bosco, incluso con la introducción de lo que se considerara útil para los jóvenes adultos.
            Reforzó esta tesis Don Vespignani. Él, llegado al Oratorio ya sacerdote en 1876, había recibido de Don Rua la tarea de transcribir del original de Don Bosco ese Reglamento y aún conservaba los primeros borradores. También Don Barberis aseguró haber visto el autógrafo. Los opositores lo tenían en contra de las cargas. Pero Don Rinaldi no se desarmó, sino que pronunció estas enérgicas palabras: “Nada se altere del Reglamento de Don Bosco, de lo contrario perdería autoridad”. Don Vespignani confirmó una vez más su pensamiento con ejemplos de América y especialmente de Uruguay, donde, habiéndose querido en el tiempo de Mons. Lasagna probar de manera diferente, no se había logrado nada. Finalmente, la controversia se cerró votando el siguiente orden del día: “El Capítulo General XI delibera que se conserve intacto el ‘Reglamento de los Oratorios festivos’ de Don Bosco, tal como fue impreso en 1877, haciéndole solo en apéndice aquellas adiciones que se consideren oportunas, especialmente para las secciones de los jóvenes más adultos”. Se debe elogiar la sensibilidad de la asamblea ante un intento de reforma en cosas sancionadas por Don Bosco.
            El segundo episodio pertenece a la penúltima sesión por una cuestión no ajena a los Reglamentos, como a primera vista podría parecer. La planteó de nuevo Don Rinaldi, haciéndose intérprete del deseo de muchos, que se definiera la posición de los Directores en las casas después del decreto sobre las confesiones. Hasta 1901, el ser ellos confesores ordinarios de los socios y de los alumnos hacía que al dirigir actuaran habitualmente con un espíritu paternal (este argumento está ampliamente expuesto en Anales III,170-194). Después de entonces, en cambio, se comenzaba a observar que se iba perdiendo el carácter paternal querido por Don Bosco en sus Directores y que él insinuó en el Reglamento de las casas y en otros lugares; los Directores, de hecho, se dedicaban a atender los asuntos materiales, disciplinarios y escolares, de modo que se convertían en Rectores y no más en Directores. “Debemos volver, decía Don Rinaldi, al espíritu y al concepto de Don Bosco, manifestado especialmente en los ‘Recuerdos confidenciales’ (Anales III,49-53) y en el Reglamento. El Director debe ser siempre un Director salesiano. Excepto el ministerio de la confesión, nada ha cambiado”.
            Don Bertello deploró que los Directores hubieran creído que debían dejar con la confesión también el cuidado espiritual de la casa, dedicándose a oficios materiales. “Esperamos, dijo, que haya sido cosa de un momento. Hay que volver al ideal de Don Bosco, descrito en el Reglamento. Se lean esos artículos, se mediten y se practiquen” (Los citó según la edición de entonces; en la presente serían los 156, 157, 158, 159, 57, 160, 91, 195). Concluyó Don Albera diciendo: “Es una cuestión esencial para la vida de nuestra Sociedad, que se conserve el espíritu del Director según el ideal de Don Bosco; de lo contrario, cambiamos la manera de educar y no seremos más salesianos. Debemos hacer todo lo posible para conservar el espíritu de paternidad, practicando los recuerdos que Don Bosco nos dejó: ellos nos dirán cómo debemos actuar. Especialmente en los informes podremos conocer a nuestros súbditos y dirigirlos. En cuanto a los jóvenes, la paternidad no implica caricias o concesiones ilimitadas, sino interesarse por ellos, darles la facultad de venir a vernos. No olvidemos luego la importancia del discursito de la tarde. Que se hagan bien y con corazón las predicaciones. Mostremos que nos importa la salvación de las almas y dejemos a otros las partes odiosas. Así se conservará al Director la aureola, de la que Don Bosco lo quería rodeado”.
            También esta vez los Capitulares encontraron abierta en el Oratorio una Exposición general de las Escuelas Profesionales y Agrícolas Salesianas, la tercera, que duró del 3 de julio al 16 de octubre. Habiendo ya descrito las dos anteriores, no es necesario detenernos a repetir más o menos las mismas cosas (Anales III, 452-472). Naturalmente, la experiencia pasada sirvió para una mejor organización de la muestra. Predominó el criterio enunciado ya dos veces por el organizador Don Bertello que, es decir, según un ordenamiento querido por Don Bosco, cada Exposición de tal género es un hecho destinado a repetirse periódicamente para la enseñanza y estímulo de las escuelas. La apertura y el cierre recibieron lustre por la intervención de las autoridades ciudadanas y de representantes del Gobierno. Nunca faltaron visitantes, y entre ellos personalidades de alto grado y también de verdadera competencia. En el último día, el prof. Piero Gribaudi hizo al nuevo Rector Mayor la primera presentación de ex-alumnos turineses en un número de aproximadamente 300. El Diputado Cornaggia, en su discurso final, pronunció este juicio digno de permanecer (Boletín Salesiano, nov. 1910, p. 332): “Quien ha tenido la ocasión de profundizar el estudio sobre el ordenamiento de estas escuelas y de los conceptos que las inspiran, no puede dejar de admirar la sabiduría de ese Grande, que comprendió las necesidades de los trabajadores en las condiciones de los tiempos nuevos, previniendo a filántropos y legisladores”.
            Habían participado en la muestra 55 casas con un número total de 203 escuelas. El examen de los trabajos expuestos fue confiado a nueve jurados distintos, de los cuales formaron parte 50 de los más insignes profesores, artistas e industriales de Turín. Debiendo tener la Exposición un carácter exclusivamente escolar, según tal criterio fueron juzgados los trabajos y adjudicados los premios. Estos últimos fueron significativos, ofrecidos por el Papa (una medalla de oro), por el Ministerio de Agricultura y Comercio (cinco medallas de plata), por el Municipio de Turín (una medalla de oro y dos de plata), por el Consorcio agrario de Turín (dos medallas de plata), por la “Pro Torino” (una medalla vermeil, una de plata y dos de bronce), por los ex-alumnos del Círculo “Don Bosco” (una medalla de oro), por la Empresa “Augusta” de Turín (500 liras en material tipográfico a dividir en tres premios), por el Capítulo Superior salesiano (corona de laurel en plata dorada para el gran premio) (Las asignaciones están enumeradas en el citado número del Boletín Salesiano).
            Vale la pena reproducir los últimos períodos de la relación, que Don Bertello leyó antes de que se proclamaran los premiados. Dijo: “Hace aproximadamente tres meses, al inaugurar nuestra pequeña Exposición, lamentamos que por la muerte del Reverendísimo Don Rua faltara Aquél a quien pretendíamos hacer el homenaje de nuestros estudios y de nuestros trabajos en su jubileo sacerdotal. La Divina Providencia nos ha dado un nuevo Superior y Padre en la persona del Reverendísimo Don Albera. Por lo tanto, al cerrar la Exposición, depositamos en sus manos nuestros propósitos y nuestras esperanzas, seguros de que el artesano, que ya fue antes cuidado del Venerable Don Bosco y delicia del señor Don Rua, siempre tendrá un lugar conveniente en el afecto y en las solicitudes de su Sucesor”.
            Ese fue el último triunfo de Don Bertello. Poco más de un mes después, el 20 de noviembre, una dolencia repentina apagó de golpe una existencia tan laboriosa. El ingenio robusto, la sólida cultura, la firmeza del carácter y la bondad del alma hicieron de él primero un sabio Director de colegio, luego un diligente Inspector y finalmente durante doce años un experimentado Director General de las escuelas profesionales y agrícolas salesianas. Todo lo debía, después de Dios, a Don Bosco, que lo había educado en el Oratorio desde pequeño y lo había formado a su imagen y semejanza.
            Don Albera no había puesto el menor retraso en cumplir el gran deber de rendir homenaje al Vicario de Jesucristo, a Aquél que la Regla llama “árbitro y supremo Superior” de la Sociedad. Inmediatamente el 1 de septiembre partió hacia Roma, donde, llegado el 2, ya encontró el billete de audiencia para la mañana del 3. Parecía casi que Pío X estaba impaciente por verlo. De los labios del Papa recogió algunas amables expresiones, que guardó en su corazón. A los agradecimientos por el autógrafo y la bendición, el Papa respondió que había creído actuar así para dar a conocer cuánto le agradaba la actividad mundial de los Salesianos y añadió: — Nacieron ayer, es cierto, pero están esparcidos por todo el mundo y en todas partes trabajan mucho. — Estando informado de las victorias ya obtenidas en los tribunales contra los calumniadores de Varazze (Anales III, 729-749), advirtió: — Vigilad, porque otros golpes les preparan sus enemigos. — Finalmente, solicitado humildemente de alguna norma práctica para el gobierno de la Sociedad, respondió: — No se aparten de los usos y tradiciones introducidos por Don Bosco y Don Rua.
            Ya había terminado 1910 y Don Albera aún no había hecho una comunicación a toda la Sociedad. Nuevas ocupaciones para él e incesantes, sobre todo las muchas conferencias con los 32 Inspectores, le impedían siempre concentrarse en la mesa. Solo en la primera mitad de enero, como se desprende del diario, escribió las primeras páginas de una circular, que debía resultarle larga. La envió con la fecha del 25. Disculpándose por el retraso en hacerse presente, conmemorando a Don Rua y elogiando a Don Rinaldi por su buen gobierno interino de la Sociedad, se extendía en particulares noticias sobre el Capítulo General, sobre su propia elección, sobre la visita al Papa, sobre la muerte de Don Bertello. En todo tenía el aire de un padre que se entretiene familiarmente con sus hijos. También les puso al tanto de sus penas por los hechos de Portugal. Despojada en Lisboa la monarquía en octubre de 1910, los revolucionarios habían tomado de manera acérrima como blanco a los religiosos, asaltándolos con una furia salvaje. Los Salesianos no tuvieron que lamentar víctimas; sin embargo, los hermanos del Pinheiro cerca de Lisboa pasaron un mal día. Un grupo de energúmenos invadió y saqueó aquella casa, no solo burlándose de los sacerdotes y de los clérigos, sino también profanando sacrílegamente la capilla y más sacrílegamente dispersando al suelo e incluso pisoteando las hostias consagradas. Casi todos los Salesianos tuvieron que abandonar Portugal, refugiándose en España o en Italia. Los revolucionarios ocuparon sus escuelas y laboratorios, de donde fueron expulsados los alumnos. También en las colonias se extendió la persecución, de modo que hubo que abandonar Macao y Mozambique, donde se hacía un gran bien (Anales III, 606 y 622-4). Pero ya entonces Don Albera podía escribir: “Los mismos que nos han dispersado, reconocen que han privado a su país de las únicas escuelas profesionales que poseía”.
            Él, que tantas veces había oído a Don Bosco en los inicios de la Sociedad predecir la multiplicación de sus hijos en cada nación incluso remota, y veía entonces cumplidas maravillosamente esas predicciones, sentía sin duda todo el peso de la inmensa herencia recibida y consideraba que por algún tiempo no era conveniente emprender nuevas obras, sino que convenía aplicarse a consolidar las existentes. Por lo tanto, estimaba deber inculcar la misma cosa a todos los Salesianos: para lograr esto no bastaban por sí solos los Superiores, se recomendaba encarecidamente la cooperación común. Como luego en esos años el modernismo tendía a poner en peligro también a las familias religiosas, ponía en aviso a los Salesianos, suplicándoles que huyeran de toda novedad que Don Bosco y Don Rua no hubieran podido aprobar.
            Junto con la circular enviaba también a cada casa un ejemplar de las circulares de Don Rua, que desde el lecho de muerte le había encargado recoger en un volumen. El trabajo tipográfico ya había terminado desde hacía aproximadamente dos meses; de hecho, la publicación llevaba en la portada una carta de Don Albera con la fecha del 8 de diciembre de 1910.
            Para el próximo aniversario de la muerte de Don Bosco, enviaba por lo tanto a las casas un doble regalo, la circular y el libro. A este segundo le daba un especial valor, porque sabía que ofrecía en él un gran tesoro de ascética y de pedagogía salesiana. Las huellas de Don Rua se había propuesto seguir, proponiéndose especialmente imitar su caridad y su celo en procurar el bien espiritual de todos los Salesianos.

Anales de la Sociedad Salesiana, vol. IV (1910-1921), pp. 1-13




150° aniversario de la primera expedición misionera. El Día de las Misiones

El Sector para las Misiones de la Congregación Salesiana ha preparado los materiales habituales para la Jornada Misionera Salesiana 2025 ‘Dar Gracias, Repensar, Relanzar’, recordando 1875, año de la primera expedición misionera.

Ciento cincuenta años es mucho tiempo y la Familia Salesiana se prepara para celebrar esta ocasión de manera apropiada. El folleto de la Jornada Misionera Salesiana 2025 es un recurso rico y útil para dar gracias, repensar y relanzar las misiones salesianas, junto con el cartel, la oración y el vídeo (disponible en Youtube Settore per le Missioni Salesiane ).

La primera JMS a nivel congregacional se inició en 1988 y, a pesar de los cambios, sigue siendo una ocasión que se ofrece a las comunidades SDB, a las Comunidades Educativo-Pastorales (CEP), a todos los jóvenes y a los miembros de la Familia Salesiana para vivir bien este aspecto del carisma salesiano y para difundir la sensibilidad misionera. Aunque el nombre pueda prestarse a confusión, no se trata de un día concreto, no hay una fecha única porque cada Inspectoría puede elegir el período que mejor se adapte a su ritmo y calendario para vivir plenamente este momento fuerte de animación misionera. La JMS, además, es la culminación de itinerarios educativo-pastorales y no una actividad desvinculada del resto.

El folleto comienza con unas palabras del vicario P.Stefano Martoglio SDB: “En este año tenemos la oportunidad de celebrar el 150º aniversario de la primera expedición misionera de la Congregación Salesiana, enviada por Don Bosco en 1875. Celebrar esta expedición significa renovar el mismo espíritu y pedir al Señor el corazón misionero de Don Bosco. Esta expedición, y todas las que siguieron, no son para nosotros sólo elementos cronológicos. Es la fidelidad al espíritu de Don Bosco, en obediencia al Don de Dios, lo que ha marcado y sigue marcando el crecimiento, en fidelidad, de la Congregación Salesiana en el signo y Sueño de Don Bosco.”

El P. Alfred Maravilla SDB, Consejero General para las Misiones, comparte una reflexión sobre la Opción Misionera de Don Bosco. Aunque Don Bosco nunca se propuso ser misionero ad gentes, ad exteros, ad vitam, podemos encontrar su espíritu misionero ya desde su infancia. Don vivió en el Piamonte durante un vibrante despertar misionero e ya en 1848, hablaba con sus muchachos sobre enviar misioneros a regiones lejanas hablando a menudo de su deseo de evangelizar a quienes no conocen a Cristo en África, América y Asia. La opción misionera de Don Bosco fue una confluencia de tres factores: en primer lugar, la realización de su antiguo deseo personal de ‘ir a las misiones’, expresado en sus cinco ‘sueños misioneros’. En segundo lugar, Don Bosco sentía que el compromiso misionero de su recién aprobada Congregación evitaría que los miembros cayeran en el peligro real de una vida cómoda y fácil. Por encima de todo, el compromiso misionero de su Congregación es la expresión más plena de su carisma, resumido en su propio lema y en el de la Congregación: Da mihi animas, caetera tolle.

Algunas contribuciones proceden de diferentes perspectivas: el Aguinaldo 2025 “Anclados en la esperanza, peregrinos con los jóvenes”, el jubileo del Sagrado Corazón de Jesús con algunos puntos de la encíclica «Dilexit nos», escrita por el Papa Francisco y, por supuesto, el Año Santo de la Iglesia, el Jubileo. Podemos leer todas estas aportaciones como una invitación del Espíritu Santo a ser «más misioneros» en nuestra vida diaria, con fe y esperanza.

Sabemos que, entre muchos acontecimientos del 2025, uno será muy especial para los Salesianos: el Capítulo General 29 de la Congregación Salesiana. El. P. Alphonse Owoudou SDB será el regulador del CGXXIX Apasionados por Jesucristo y dedicados a los jóvenes nos ofrece una óptica privilegiada para reflexionar sobre nuestra misión a la luz de los tres ejes temáticos: la vocación y la fidelidad profética (agradecer), la comunidad como profecía de fraternidad (repensar) y la reorganización institucional de la Congregación (relanzar). La misión salesiana no es solo una herencia que hay que custodiar, sino un desafío que hay que relanzar con renovado entusiasmo y con una visión profética.
Con gratitud por el pasado, con discernimiento para el presente y con valentía para el futuro, sigamos caminando juntos, animados por el mismo celo misionero que llevó a los primeros misioneros salesianos más allá de las fronteras, impulsados por el deseo de hacer visible el amor de Dios entre los jóvenes. “
A continuación, la presentación de los miembros de la primera expedición de 1875, conocida sobre todo gracias a la famosa foto tomada por Michele Schemboche, fotógrafo profesional: Giovanni Battista Allavena, el P. Giovanni Battista Baccino, el P. Valentino Cassini, el P. Domenico Tomatis, Stefano Belmonte, Vincenzo Gioia, Bartolomeo Molinari, Bartolomeo Scavini, el P. Giuseppe Fagnano y el P. Giovanni Cagliero, jefe de la expedición misionera..

El 11 de noviembre de 1875 fue un día solemne y emotivo. Don Bosco preparó un sermón para acompañar a sus hijos que serían los primeros en cruzar el océano hacia Argentina. “Nuestro Divino Salvador, cuando estaba en esta tierra, antes de ir al Padre Celestial, reunió a sus Apóstoles y les dijo: Ite in mundum universum… docete omnes gentes…. Praedicate evangelium meum omni creaturae. Con estas palabras, el Salvador no dio un consejo, sino una orden a sus Apóstoles, para que fueran a llevar la luz del Evangelio a todas las partes de la tierra.”

Para comprender mejor el contexto de los misioneros salesianos, en el folleto se encuentro un artículo sobre la correspondencia con Don Bosco y una síntesis de los cinco sueños misioneros. Entre los centenares de cartas de Don Bosco que cruzaron el Océano Atlántico de 1874 a 1887, la mayoría estaban dirigidas a los Salesianos, del P. Cagliero al P. Fagnano, del P. Bodrato al P. Vespignani, del P. Costamagna al P. Tomatis y así sucesivamente a muchos de los Salesianos, sacerdotes, coadjutores, clérigos, que partieron durante las 12 expediciones misioneras organizadas a partir de 1875.

Como dicen las Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales al artículo 138, » el Consejero para las Misiones promueve en toda la Sociedad el espíritu y el compromiso misionero. Coordina las iniciativas y orienta la acción de las misiones, de modo que responda con estilo salesiano a las urgencias de los pueblos que aún están por evangelizar. Es también incumbencia suya garantizar la preparación específica y la puesta al día de los misioneros”. Así pues, tenemos la oportunidad de conocer mejor y recordar a los ocho Consejeros Generales para las Misiones hasta el 2025: el P. Modesto Bellido Iñigo (1948-1965), el P. Bernard Tohill (1971-1983); el P. Luc Van Looy (1984-1990); el P. Luciano Odorico (1990-2002); el P. Francis Alencherry (2002-2008); el P. Václav Klement (2008-2014), el P. Guillermo Basañes (2014-2020) y el P. Alfred Maravilla (2020-2025).

Además, queremos presentar algunas figuras de salesianos «pioneros» menos conocidos que han contribuido a difundir el carisma salesiano en los cinco continentes. el P. Francisque Dupont, el iniciador de la misión salesiana en Vietnam, el P. Valeriano Barbero, el sembrador del carisma salesiano en Papúa Nueva Guinea, el P. Jacques Ntamitalizo, el inspirador del Proyecto África, el P. Raffaele Piperni, el precursor de los Salesianos en EE.UU.,  el P. Pascual Chavez, como el  autor del Proyecto Europa y el P. Bronisław Chodanionek, el pionero de incógnito en Moldavia.
El crecimiento de la Familia Salesiana es un signo de la fecundidad del carisma salesiano y, en particular, muchos grupos de Familia Salesiana fueron fundados por misioneros salesianos: en el folleto hay una breve presentación de cada uno de ellos. Además, es bueno constatar la santidad misionera de la Familia Salesiana, con un número creciente de personas que caminan por la ruta de la santidad. Otro fruto tangible de las misiones salesianas es la vida de cuatro jóvenes que pueden ser considerados como jóvenes testigos de la esperanza cristiana: Ceferino Namuncurá, Laura Vicuña, Simão Bororo y Akash Bashir.

Las nuevas presencias salesianas, sobre todo en países donde los Salesianos aún no están presentes, son indicios del impulso misionero de la Congregación Salesiana que refuerza la fe, da un nuevo entusiasmo vocacional y revitaliza la identidad carismática de los Salesianos sea en la Inspectoría que se hace cargo de las nuevas presencias, sea en la que envía, sea en la que recibe misioneros. Es más, el impulso misionero de la Congregación nos libera de los peligros del aburguesamiento, de la superficialidad espiritual y de un trabajo indiferenciado, nos obliga a salir de nuestras zonas de confort y nos proyecta con esperanza hacia el futuro. Con este espíritu, podemos conocer mejor las nuevas fronteras misioneras salesianas: Níger, Botsuana, Argelia, Grecia y Vanuatu.

La riqueza de las misiones salesianas supera las fronteras y llega a muchos campos: los museos misioneros salesianos, como custodios del patrimonio cultural y salesiano, los Voluntarios Misioneros Salesianos, que entregan vida y tiempo a los demás, los grupos misioneros, como los que están en la República Democrática del Congo, Inspectoría AFC.

Cada JMS propone un proyecto, vinculado al tema del año, como oportunidad concreta de solidaridad y animación misionera. Este año hemos elegido la apertura de un oratorio en Pagos, Grecia, una de las nuevas fronteras misioneras salesianas. La apertura de un oratorio en Pagos, en la isla de Syros, será una de las claves para involucrar a los jóvenes griegos católicos y a los migrantes presentes en el territorio y comenzar con ellos el trabajo salesiano.
Todos los fondos recaudados serán utilizados para iniciar las actividades pastorales, el acondicionamiento de los ambientes y la compra de materiales de animación. La implicación de los salesianos en la pastoral juvenil de la diócesis permitirá compartir nuestro carisma para enriquecer a la Iglesia local, una minoría pequeña y necesitada de animación.

El folleto termina con algunos juegos para divertirse y mejorar el conocimiento sobre las misiones salesianas, la presentación de los miembros del Sector Misiones, que ayudan al Consejero General a cumplir su función de promover el espíritu misionero y el compromiso misionero en la Congregación Salesiana, y la oración final.

Alabado sea Dios, nuestro Padre
por el espíritu misionero
que derramó en el corazón de Don Bosco
como elemento esencial de su carisma.

Te damos gracias por los 150 años de las misiones salesianas
y por tantos misioneros y misioneras salesianas
que han dado su vida llevando el Evangelio y el carisma salesiano a los 137 países del mundo.

Envía tu Espíritu para que nos guíe
a repensar una visión renovada de las misiones salesianas
con incansable creatividad misionera.

Enciende nuestros corazones con el fuego de tu amor
para que, apasionados por Jesucristo
podamos relanzarnos con celo y entusiasmo misionero
para anunciarlo a todos,
especialmente a los jóvenes pobres y abandonados.

Todos los santos misioneros salesianos:
¡rueguen por nosotros!

Los materiales de la JMS 2025 están disponibles en el enlace Jornada Misionera Salesiana 2025, para más información escribir a cagliero11sdb.org.

Marco Fulgaro




Una rueda misteriosa y profética (1861)

El corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo. Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el peligro que acecha al hombre, ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir, ¿quién va a anunciárselo?»
Que don Bosco poseía este conocimiento propio del corazón del sabio y no le era oculto lo que le interesaba del pasado ni del futuro, nos lo demuestra una vez más la persuasión que inspiró las crónicas de don Domingo Ruffino, don Juan Bonetti y las memorias escritas por don Juan Cagliero, por don César Chiala y otros, testigos todos ellos que oyeron las palabras del siervo de Dios. Con singular concordancia nos exponen otro sueño contado por él, en el cual vio su Oratorio de Valdocco y los frutos que producía, la condición de los alumnos ante los ojos de Dios; a los que eran llamados al estado eclesiástico o al estado religioso en la Pía Sociedad, o a vivir en el estado laical y el porvenir de la naciente Congregación.

            Soñó, pues, don Bosco la noche precedente al 2 de mayo y el sueño le duró casi seis horas. Apenas amaneció, se levantó del lecho para tomar algunos apuntes sobre las escenas principales y anotar 1 Eclesiastés, VIII, 6, 7. los nombres de algunos personajes que había visto desfilar a través de su fantasía mientras dormía. En la narración de dicho sueño invirtió tres sesiones consecutivas, hablando a sus jóvenes desde la tribuna que le solían colocar debajo del pórtico, una vez rezadas las oraciones de costumbre.
            El 2 de mayo estuvo hablando por espacio de unos tres cuartos de hora. El exordio, como sucedía siempre que comenzaba una de estas narraciones, parece un poco confuso y extraño, lo que juzgamos natural, por razones que hemos expuesto ya en otros lugares, y las que ofreceremos al juicio de nuestros lectores.
            Comenzó, pues, el siervo de Dios a hablar así a los jóvenes.

            Este sueño se refiere solamente a los estudiantes. Muchísimas cosas de las que vi en él no sería capaz de describirlas, por falta de inteligencia y por insuficiencia de palabras.
            Me parecía haber salido de mi casa de I Becchi. Me dirigía por un sendero que conducía a un pueblo próximo a Castelnuovo, llamado Capriglio. Quería visitar un campo arenoso de nuestra propiedad, que estaba situado en un vallecillo detrás del caserío llamado Valcappone; la cosecha de este campo apenas si produce para pagar los impuestos. En mi niñez estuve varias veces trabajando en aquel sitio.
            Había recorrido ya un buen trecho de camino, cuando cerca de aquel campo me encontré con un buen hombre, como de unos cuarenta años, de estatura ordinaria, barba larga y bien cuidada y de rostro moreno. Vestía un traje que le llegaba hasta las rodillas, llevaba ceñidos los costados y sobre la cabeza una especie de gorrito blanco. Se hallaba en actitud de quien espera a alguien. El tal me saludó familiarmente como si yo fuese para él persona conocida desde mucho tiempo; después me preguntó:
            – ¿Adónde vas?
            Mientras detenía el paso, le repliqué:
            – Voy a ver un campo que tenemos por estos contornos. Y tú, ¿qué haces aquí?
            – No seas curioso -me contestó-. No necesitas saberlo.
            – Bien. Pero al menos haz el favor de decirme tu nombre y quién eres, pues me he dado cuenta de que me conoces. Yo, en cambio, no te conozco.
            – No hace falta que te diga ni mi nombre, ni mis cualidades. Ven. Prosigamos juntos.
            Me puse en camino con él y, después de avanzar unos pasos, me vi en un extenso campo cubierto de higueras. Mi compañero me dijo:
            – ¿No ves qué hermosos higos hay aquí? Si quieres puedes tomar y comer los que quieras.
            Yo le respondí maravillado:
            – En este campo nunca hubo higos.
            Y él respondió:
            – Pues ahora los hay; ahí los tienes.
            – Pero no están maduros; todavía no es tiempo de higos.
            – Pues a pesar de ello, mira; los hay ya muy hermosos y en su punto; si quieres probarlos date prisa porque se hace tarde.
            Y como yo no me movía, mi amigo insistió:
            – Date prisa; no pierdas tiempo, que se acerca la noche.
            – Pero por qué me das tanta prisa? No, no quiero higos; me agrada verlos, regalarlos, pero no me son agradables al paladar.
            – Si es así, sigamos adelante; pero recuerda lo que dice el Evangelio de San Mateo, cuando habla de los grandes acontecimientos que sucederán a Jerusalén. Decía Cristo a los Apóstoles: Ab arbore fici discite parabolam. Cum jam ramus ejus tener fuerit et folia nata, scitis quia prope est aestas. (Aprended la enseñanza de la higuera: cuando ya esté tierna su rama y salgan las hojas, sabed que ya está cerca el verano). Y ahora está muy cerca, puesto que los higos comienzan a madurar.
           
            Reemprendimos la marcha y he aquí que apareció otro campo plantado de viñas. El desconocido me dijo inmediatamente:
            – Quieres uvas? Si no te agradan los higos, ahí tienes uvas: toma y come.
            – ¡Oh! Ya las cortaremos a su tiempo de la cepa.
            – Pues aquí también las hay.
            – ¡A su tiempo!, -le respondí.
            – ¿Pero no ves cuánta uva madura?
            – ¿Posible? ¿Y en esta estación?
            – Date prisa, que se hace tarde y no hay tiempo que perder.
            – Qué prisa tenemos? Con tal de que al final del día me encuentre en mi casa…
            – Te repito que te des prisa, pues pronto se hace de noche.
            – Si se hace de noche volverá otra vez el día.
            – No es cierto; ya no volverá otra vez el día.
            – ¿Cómo? ¿Qué es lo que quieres decir?
            – Que se acerca la noche.
            – Pero de qué noche me estás hablando? ¿Quieres decir que debo preparar la maleta para partir? ¿Qué debo ir pronto a mi eternidad?
            – Se aproxima la noche: dispones de muy poco tiempo.
            – Dime al menos si será pronto. ¿Cuándo he de partir?
            – No seas tan curioso. Non plus sápere quam oportet sápere. (No saber más de lo que es necesario saber).
            – Así decía mi madre a los entrometidos, pensé para mí, y después proseguí en alta voz. -Por ahora no quiero uvas.
            Seguimos avanzando lentamente y, tras breve caminar, llegamos al campo de nuestra propiedad, en el que encontramos a mi hermano José cargando un carro. Al verme se acercó para saludarme; después saludó a mi compañero, pero viendo que éste no respondía al saludo ni le hacía caso, me preguntó si el tal había sido condiscípulo mío:
            – No, -le dije- es la primera vez que le veo.
            Entonces José le dirigió de nuevo la palabra diciéndole:
            – Oiga, por favor, dígame su nombre; tenga la bondad de contestarme; que yo sepa con quien hablo. Pero el guía continuaba sin hacerle caso. Mi hermano, extrañado, se dirigió nuevamente a mí para preguntarme:
            – Pero ¿quién es éste?
            – No lo sé, no ha querido decírmelo.
            Ambos insistimos para que nos dijese de dónde venía, pero el otro volvió a repetir: Non plus sápere quam oportet sápere.
            Entretanto mi hermano se había alejado y no volví a verle, mientras que el desconocido, dirigiéndose a mí, me dijo: -Quieres ver algo extraordinario?
            – De buena gana, -respondí.
            – Quieres ver a tus muchachos tal y como son actualmente? ¿Cómo serán en el futuro? ¿Quieres contarlos?
            – ¡Oh!, sí, sí.
            – Pues, ven.

I

            Entonces sacó no sé de dónde una gran máquina, que no sabría describir, la cual constaba de una gran rueda. Y mientras la colocaba en el suelo le pregunté:
            – ¿Qué significa esa rueda?
            – La eternidad en las manos de Dios, -me respondió. Y tomando la manivela de aquella rueda, la hizo girar. Después me dijo:
            – Toma el manubrio y dale una vuelta.
            Así lo hice y después mi acompañante añadió:
            – Ahora mira dentro.
            Observé la máquina y vi que tenía un gran cristal en forma de lente, casi de un metro y medio de diámetro, emplazado en el centro de la misma y fijo en la rueda. Alrededor de la lente se leía: Hic est oculus qui humilia respicit in coelo et in terra. (Este es el ojo que ve las cosas humildes en el cielo y en la tierra). Inmediatamente apliqué la cara a la lente. Miré y ¡oh, espectáculo maravilloso! Vi en el interior de aquel artefacto a todos mis jóvenes del Oratorio. -Pero ¿cómo es posible? -me decía para mí. Hasta ahora no vi a ninguno de mis hijos en esta región y ahora los contemplo a todos reunidos. Pero ¿no están en Turín? Miré por encima y por los lados de la máquina, pero fuera de la lente no veía a nadie. Levanté el rostro para expresar mi admiración al compañero, pero, apenas pasados unos instantes, me ordenó que diese una segunda vuelta a la manivela, y vi una singular y extraña separación de jóvenes. A un lado los buenos y a otro los malos. Los primeros radiantes de felicidad; los otros, que afortunadamente no eran muchos, daban compasión. Yo los reconocí a todos, pero ¡qué distintos eran de lo que los compañeros creían! Unos tenían la lengua agujereada; otros los ojos completamente extraviados; quienes sufrían dolor de cabeza producido por repugnantes úlceras, no faltando los que tenían el corazón roído por los gusanos. Cuanto más los miraba, más afligido me sentía. -Pero es posible que estos sean mis hijos? -exclamé-. No comprendo lo que pueden significar estas extrañas enfermedades.
            Al escuchar estas palabras, el que me había conducido a la rueda me dijo:
            – Escúchame: la lengua agujereada significa las malas conversaciones; la vista extraviada, los que interpretan o juzgan de una manera torcida los designios de Dios, prefiriendo la tierra al cielo; la cabeza enferma representa el menosprecio de tus avisos y consejos y la satisfacción de los propios caprichos; los gusanos son las malas pasiones que corroen el corazón; también están ahí los sordos, los que no quieren escuchar tus palabras para no ponerlas en práctica. Después me hizo una señal, y yo, dando una tercera vuelta a la rueda apliqué el ojo a la lente del aparato. Vi entonces a cuatro jóvenes atados con gruesas cadenas. Los observé atentamente y los conocí a los cuatro. Pedí explicación al desconocido y me respondió:
            – Lo puedes comprender fácilmente: son los que no escuchan tus consejos y, si no cambian de conducta, corren el peligro de ir a parar a la cárcel y acabar en ella sus días por sus delitos o graves desobediencias.
            – Desearía tomar nota de sus nombres para no olvidarlos -le dije-, pero el amigo me respondió:
            – No hace falta; están ya todos anotados; aquí los tienes escritos en este cuaderno.
            Entonces me di cuenta de que mi acompañante tenía un cuadernillo en la mano. Me ordenó que diese otra vuelta al manubrio y, después de hacerlo, me puse nuevamente a mirar. Vi a otros siete jóvenes, todos de aspecto huraño y desconocido, con un candado que les cerraba los labios. Tres de ellos se tapaban también los oídos con las manos. Me separé entonces del cristal y quise anotar con lápiz sus nombres, pero aquel hombre me volvió a decir:
            – No hace falta; aquí los tienes escritos en este cuaderno que llevo siempre conmigo. Y se opuso en absoluto a que escribiese. Yo, lleno de estupor y dolorido por aquella actitud, pregunté el significado de aquel candado que cerraba los labios de aquellos infelices.
            El me respondió:
            – No lo entiendes? Estos son los que se callan.
            – Pero ¿qué es lo que callan?
            – ¡Callan!
            Entonces comprendí que se trataba de la Confesión. Eran los que incluso, cuando el confesor les pregunta, no responden, o responden evasivamente, o faltan a la verdad. Dicen sí cuando deben responder no y viceversa.
            El amigo continuó:
            – ¿Ves aquellos tres que, además de llevar un candado en la boca, se tapan los oídos con las manos? ¡Qué condición tan deplorable la suya! Esos son los que no solamente callan pecados en la confesión, sino que además no quieren escuchar de ninguna manera los avisos, los consejos, las órdenes del confesor. Son los que no prestarán oído a tus palabras, aunque parezca que las escuchan y que están dispuestos a obrar diversamente. Podrían quitarse las manos de donde las tienen, pero no quieren hacerlo. Los otros cuatro escucharon tus consejos, tus exhortaciones, pero no se aprovecharon de ellas.
            – Y cómo haría para quitarles ese candado?
            – Eiiciatur superbia e cordibus eorum. (Échese la soberbia de sus corazones).
            – Amonestaré a éstos, -proseguí-, pero para los que se tapan los oídos con las manos hay pocas esperanzas.
            Aquel hombre me dio después un consejo; a saber, que cuando dijese dos palabras desde el púlpito, una fuera sobre la manera de confesarse bien; y por mi parte prometí obedecerle. No diré que solamente hablaré de esto, porque me haría pesado, pero sí que inculcaré con frecuencia una práctica tan necesaria. En efecto, es mucho mayor el número de los que se condenan por confesarse mal que los que van al infierno por no confesarse, porque aún los malos alguna vez se confiesan, pero son muchísimos los que no se confiesan bien.
            El personaje misterioso me hizo dar otra vuelta a la manivela.
            Miré después y vi a otros tres jóvenes en una situación espantosa. Cada uno de ellos tenía un mono enorme sobre las espaldas. Al observar atentamente pude comprobar que aquellos animales tenían cuernos. Cada uno de ellos con las patas delanteras apretaba fuertemente las gargantas de sus infelices víctimas, de forma que el rostro de aquellos desgraciados muchachos se tornaba de un color rojo sanguinolento, y sus ojos, inyectados en sangre, parecía que iban a saltar de sus órbitas. Con las patas de atrás les apretaban los muslos de manera que a duras penas les consentían moverse, y con la cola, que les llegaba hasta el suelo, les enredaban las piernas hasta el punto que les hacían imposible el caminar. Esto representaba a los jóvenes que después de los ejercicios espirituales continúan en pecado mortal, especialmente contra la pureza y la modestia, habiéndose hecho reos en materia grave contra el sexto mandamiento. El demonio les apretaba la garganta para no dejarles hablar cuando debían hacerlo; les hacía enrojecer hasta perder la cabeza, y proceder de una manera irracional, haciéndoles esclavos de una vergüenza fatídica, que, en lugar de inducirlos a la salvación, los lleva a la ruina. Mediante sus estratagemas les hacen saltar los ojos de las órbitas, para que no puedan ver sus miserias y los medios para salir del estado miserable en que se encuentran, haciéndoles víctimas de su aprensión y repugnancia hacia los Santos Sacramentos. Los tienen aprisionados por los muslos y por las piernas, para que no puedan moverse ni dar un paso por el camino del bien; tal es el procedimiento de la pasión, a causa del hábito contraído, que llegan a creer imposible la enmienda.
            Os aseguro, queridos jóvenes, que derramé abundantes lágrimas al contemplar aquel espectáculo. Habría deseado precipitarme a salvar a aquellos infelices, pero apenas me separaba de la lente, nada veía. Quise entonces tomar nota de los nombres de los tres desgraciados, pero el amigo me replicó:
            – Es inútil, pues están ya escritos en este libro que tengo en la mano.
            Entonces, con el corazón lleno de una emoción indecible y con lágrimas en los ojos, me volví al compañero y le dije:
            – Pero ¿es posible qué se encuentren en semejante estado estos tres pobres jóvenes a los cuales he dado tantos consejos y a los que tantos cuidados he dedicado en la confesión y fuera de ella? Y seguidamente le pregunté qué es lo que deberían hacer para arrojar de encima a tan horribles monstruos. Entonces, mi compañero, comenzó a decir muy de prisa y entre dientes estas palabras: Labor, sudor, fervor. (Trabajo, sudor, fervor).
            – Es inútil; si hablas así no te entenderé nada.
            – ¡Vaya! ¿Estás acostumbrado al empleo de la gramática y al uso de las construcciones en las clases y no comprendes? Presta atención:
            Labor, punto y coma; sudor, punto y coma; fervor, punto. ¿Has entendido?
            – He comprendido el sentido material de las palabras, pero es necesario que tú me digas el significado.
            Y el guía continuó:
            – Labor in assiduis operibus; sudor in poenitentiis continuis; fervor in orationibus ferventibus et perseverantibus. (Trabajo en las obras asiduas; sudor en las penitencias continuas; fervor en las oraciones fervorosas y perseverantes). Pero, por éstos es inútil que te sacrifiques, no conseguirás ganártelos, pues no quieren sacudir el yugo de Satanás, del cual son esclavos.
            Entretanto, yo seguía mirando por la lente y me atormentaba pensando:
            – Pero ¿todos éstos se han de perder irremisiblemente? ¿Es posible? ¿Aun después de haber hecho los ejercicios espirituales? ¿También aquéllos? ¿Y aquellos otros? ¿Después de haber hecho tanto por ellos…, después de haber trabajado tanto…, después de tantos sermones…, después de tantos consejos como les he dado…?, punto de reposo.
            Entonces mi intérprete comenzó a reprenderme:
            – ¡Mira el soberbio éste! ¿Y quién eres tú para pretender convertir a las almas con tu trabajo? ¿Porque amas a los jóvenes pretendes que correspondan a tus desvelos? ¿Acaso crees que amas más a las almas que Nuestro Divino Salvador y que has sufrido y padecido por ellas más que El? ¿Piensas que tu palabra es más eficaz que la de Jesucristo? ¿Acaso predicas tú mejor que El? ¿Te imaginas que has tenido mayor caridad y que tu solicitud ha sido más grande para con tus jóvenes que la que El empleó para con sus Apóstoles? Tú sabes que vivían con El continuamente, que gozaban ininterrumpidamente del cúmulo de sus beneficios, que oían día y noche sus amonestaciones y los preceptos de su doctrina, que contemplaban sus obras que debían ser un vivo estímulo para la santificación de sus costumbres. ¡Cuánto no hizo y dijo en favor de Judas! Y, con todo, Judas le traicionó y murió impenitente. ¿Eres tú acaso mejor que los Apóstoles? Pues bien, los Apóstoles eligieron siete diáconos, solamente siete, seleccionados con la mayor solicitud, y, con todo, uno prevaricó. ¿Y tú, entre quinientos, te maravillas de este pequeño número que no corresponde a tus cuidados? ¿Pretendes conseguir que entre ellos no haya ninguno malo, ningún pervertido? ¡Vaya con el soberbio éste! Al oír esto callé, pero no sin sentir mi alma oprimida por el dolor.
            – Por lo demás, consuélate, -prosiguió aquel hombre, viéndome tan abatido. Y me hizo dar otra vuelta a la rueda, mientras decía: – ¡Admira la generosidad de Dios! Observa cuántas almas te quiere regalar. ¿Ves ese gran número de jóvenes? Volví a mirar a través de la lente y vi una muchedumbre inmensa de jóvenes, a los cuales desconocía por completo.
            – Sí, los veo, -respondí-, pero no los conozco.
            – Pues bien, éstos son los que el Señor te dará en lugar de aquéllos que no corresponden a tus cuidados. Ten presente que por cada uno de ellos el Señor te dará cien.
            – ¡Ah! ¡pobre de mí!, -exclamé-; tengo la casa llena; dónde colocaré a todos estos jóvenes nuevos?
            – No te preocupes. Por ahora tienes sitio para todos. Más adelante, Aquel que te los envía, te indicará dónde los tienes que albergar. El mismo te proporcionará el sitio.
            – No es tanto el lugar donde colocarlos lo que me preocupa, cuanto la manera de darles de comer.
            – No pienses ahora en eso; el Señor proveerá.
            – Sí es así, perfectamente, -repliqué lleno de consuelo.
            Y observando durante largo rato y con gran complacencia a aquellos jóvenes, retuve la fisonomía de muchos de ellos, de forma que ahora los reconocería si los volviera a ver. Y así terminó de hablar don Bosco en la noche del 2 de mayo.

II

            En la noche del 3 de mayo prosiguió su relato. A través de aquel cristal pudo ver la vocación de cada uno de sus alumnos. En esta ocasión fue conciso y categórico en sus palabras. No dio nombre alguno, dejando para otra ocasión las preguntas que hizo a su guía y las explicaciones que oyó de labios de éste en relación con ciertos símbolos y alegorías que habían desfilado ante su vista. El clérigo Ruffino nos legó algunos nombres sirviéndose de las confidencias que le hicieran algunos de los mismos jóvenes a quienes don Bosco había dicho lo que sobre ellos había visto en el sueño, dejando constancia de ello. Dicha nota lleva fecha de 1861.
            Nosotros entretanto para mayor claridad en la exposición y para evitar demasiadas repeticiones, formaremos un todo único, introduciendo en el relato los nombres omitidos y las explicaciones dadas; pero éstas, en la mayoría de los casos, no serán presentadas en forma dialogada. Con todo seremos exactos, citando literalmente cuanto escribió el cronista.
            Don Bosco, pues, comenzó a decir:
            El desconocido continuaba junto al aparato de la rueda y de la lente. Yo me sentía muy contento por haber visto a tantos jovencitos que vendrían a vivir con nosotros, cuando me fue dicho:
            – Quieres contemplar algo más hermoso?
            – Sí, sí, veamos.
            – ¡Da una vuelta a la rueda!
            Así lo hice, mirando después a través de la lente. Vi a todos mis jóvenes divididos en numerosos grupos, algo distantes los unos de los otros y ocupando una amplia extensión. Hacia una parte divisé un terreno sembrado de legumbres y hortalizas y cubierto en parte de pastos, en cuyos linderos crecían algunas hileras de vides silvestres. En dicho campo, los jóvenes de uno de los grupos trabajaban la tierra empleando azadas, palas, horcas, picos y rastrillos. Estaban, además, divididos en cuadrillas que tenían sus respectivos jefes. Les presidía el caballero Oreglia di Santo Stefano, el cual distribuía entre ellos herramientas de labor de toda suerte y obligaba a trabajar a los que no tenían ganas de hacerlo. A lo lejos, al fondo de aquel terreno, vi a algunos jóvenes arrojando la simiente a la tierra.
            El segundo campo se encontraba en la otra parte, en un extenso campo de trigo cubierto de doradas espigas. Un largo foso servía de lindero entre éste y los demás campos cultivados que se veían por doquier y cuyos límites se perdían en el horizonte lejano. Los jóvenes que trabajaban en él se dedicaban a recoger las mieses, pero no todos realizaban la misma labor. Unos segaban y hacían grandes gavillas; otros las amontonaban; quiénes espigaban, quién conducía un carro; éste trillaba, aquél arreglaba las hoces, el otro las distribuía, el de más allá tocaba la guitarra. Os aseguro que era un hermoso espectáculo de sorprendente variedad.
            En aquel campo, a la sombra de añosos árboles, se veían numerosas mesas con el alimento necesario para toda aquella gente; y más allá, a poca distancia, un amplio y magnífico jardín cercado de abundante sombra y cubierto de macizos de las más bellas y variadas flores.
            La separación entre los que labraban la tierra y los segadores representaba a los que abrazan el estado eclesiástico y a los que no siguen esta vocación. Yo, con todo, no entendía aquel misterio y volviéndome a mi guía, le dije:
            – Qué significa esto? ¿Quiénes son los que cavan?
            – ¿Aún no lo entiendes?, -me replicó-. Los que cavan son los que trabajan solamente para sí mismos, esto es, los que no son llamados al estado eclesiástico sino al laical.
            Y entonces comprendí inmediatamente que aquellos trabajadores eran los artesanos, a los cuales, en su estado, les basta pensar en la salvación de la propia alma, sin que tengan especial obligación de dedicarse a la de los demás.
            – Y los segadores que se encuentran en la otra parte del campo?, -repliqué. Y pronto supe que eran los llamados al estado eclesiástico, de forma que ahora sabría decir quién se hará sacerdote y quién seguirá otra carrera.
            Mientras yo contemplaba con verdadera curiosidad aquel campo de trigo, vi que Provera distribuía las hoces entre los segadores, lo que significaba que podría llegar a ser Rector del Seminario o Director de una Comunidad religiosa o de una casa de estudios o algo más. Ha de notarse que no todos los que trabajaban recibían la hoz de sus manos, ya que los que acudían a él eran solamente los que formarían parte de nuestra Congregación; los demás la recibían de otros distribuidores que no eran de los nuestros, lo que quería indicar que estos últimos se harían sacerdotes, pero para dedicarse al Sagrado Ministerio fuera del Oratorio. La hoz es símbolo de la palabra de Dios.
            Provera no entregaba la hoz inmediatamente a quienes se la pedían. A algunos les ordenaba que fuesen antes a comer, y, en efecto, los tales iban a tomar un bocado aquí y allá: símbolo de la piedad y el estudio. A Santiago Rossi le mandó que fuese a tomar un bocado. Aquellos a quienes se les daba esta orden se dirigían a un bosquecillo donde estaba el clérigo Durando muy ocupado, entre otras cosas, preparando las mesas para los segadores y dándoles de comer. Esta ocupación indicaba a los destinados de una manera especial a promover la devoción al Santísimo Sacramento. Mateo Galliano era el encargado de dar de beber a los segadores. Costamagna se presentó también pidiendo una hoz, pero Provera lo mandó al jardín por dos flores. Lo mismo sucedió a Quattróccolo. A Rebuffo se le ordenó que fuese por tres flores, prometiéndole, en cambio que después se le entregaría la hoz. También estaba allí Olivero.
            Entre tanto los jóvenes se habían desparramado por entre las espigas. Muchos estaban alineados; otros, delante de un ancho cantero; algunos, junto a otro más estrecho. El reverendo Ciattino, párroco de Maretto, segaba con la hoz que le había entregado Provera. Lo mismo hacían Francesia y Vibert, Jacinto Perucatti, Merlone, Momo, Garino, Iarach, los cuales habrían de dedicarse a la salvación de las almas, mediante el ministerio de la predicación, si correspondían a su vocación. Quiénes segaban más, quiénes menos. Bondioni trabajaba desesperadamente, pero nada violento puede ser de mucha duración. Otros manejaban las hoces con todas sus fuerzas, sin lograr cortar la mies. Vaschetti empuñó una hoz y comenzó a segar hasta que se salió fuera del campo yéndose a trabajar a otra parte. A otros varios les sucedió lo mismo. Entre los que segaban había muchos que no tenían la hoz afilada; a algunas hoces les faltaba la punta. Algunos las tenían tan gastadas que al querer emplearlas destrozaban y estropeaban la mies.
            A Domingo Ruffino se le encargó que segara un bancal muy ancho; su hoz cortaba muy bien, pero le faltaba la punta, símbolo de la humildad; era el deseo de ocupar el grado más elevado entre los iguales. Acudió a Francisco Cerruti para que se la arreglara. En efecto, vi a Cerruti arreglando algunas hoces; señal de que debía de inculcar en los corazones ciencia y piedad, lo que quería decir que sería profesor, por eso se le veía manejar diestramente el martillo. Golpear con esta herramienta quería decir dedicarse a la enseñanza del clero. Provera le presentaba las hoces estropeadas. Don José Rochietti y otros recibían las que necesitaban ser afiladas, pues se dedicaban a esto. El oficio de afilar representaba a los que se encargaban de formar al clero en la piedad. Viale fue a tomar una hoz que no estaba afilada, pero Provera le dio otra que acababa de ser pasada por la piedra. Vi también a un herrero preparando las herramientas de metal, empleadas en la agricultura: era Costanzo.
            Mientras todos se entregaban con ardor, cada uno a su trabajo, Fusero hacía las gavillas, lo que indicaba la conservación de las conciencias en la gracia de Dios; pero, detallando aún más y viendo en las gavillas representados a los simples fieles, no destinados al estado religioso, se sobrentendía que ocuparía en el porvenir un puesto de maestro en la instrucción de los clérigos.
            Había algunos que le ayudaban a atar las gavillas, y recuerdo haber visto, entre otros, a don Juan Turchi y a Ghivarello. Esto representa a los destinados a poner orden en las conciencias, especialmente mediante la práctica del ministerio de la Confesión, entre los adeptos o aspirantes al estado eclesiástico.
            Otros transportaban gavillas en un carro, símbolo de la gracia de Dios. Los pecadores convertidos han de montar en este carro para seguir la recta vía de la salvación, que tiene como término el cielo. El carro comenzó a moverse cuando estuvo completamente cargado de gavillas. Tiraban de él, no los jóvenes, sino dos bueyes, símbolo de la fuerza o esfuerzo perseverante. Algunos iban conduciéndolo. Delante de todos ellos don Miguel Rúa, que era el que guiaba, lo que quiere decir que su misión sería dirigir las almas hacia el cielo. Don Angel Savio seguía detrás con una escoba atrapando las espigas y las gavillas que se caían.
            Esparcidos por el campo estaban los espigadores, entre los cuales Juan Bonetti y José Bongiovanni; esto es: los que atendían a los pecadores obstinados. Bonetti especialmente está designado por el Señor para buscar a los desgraciados que han escapado de la hoz de los segadores.
            Fusero y Anfossi amontonaban gavillas, en el campo, para que fuesen trilladas a su debido tiempo; esto tal vez quería decir que a su debido tiempo desempeñarían alguna cátedra. Otros, como don Víctor Alasonatti, ataban las gavillas, representación de los que administran el dinero, vigilan para que se cumplan las reglas; enseñan las oraciones y el canto sagrado, cooperando, en suma, moral y materialmente, a encaminar a las almas hacia la meta de la salvación.
            Un espacio de terreno estaba preparado como para trillar las gavillas en él. Don Juan Cagliero, que se había dirigido al jardín en busca de algunas flores, las distribuía entre los compañeros y él, con un ramito en la mano, se encaminó hacia la era para comenzar la faena. Esta labor simboliza a los destinados por Dios para la instrucción del pueblo llano.
            A lo lejos se divisaban unas negras humaredas que levantaban sus penachos al cielo. Era el efecto de la labor de los que atropaban los yerbajos y, sacándolos fuera del campo sembrado de espigas, los amontonaban y les prendían fuego. Esto simboliza a los destinados a separar a los buenos de los malos, labor reservada a los directores de nuestras futuras casas. Entre éstos estaban don Francisco Cerruti, Juan Tamietti, Domingo Belmonte, Pablo Albera y otros que actualmente cursan sus primeros estudios, porque son aún muy jóvenes.
            Todas las escenas anteriormente descritas se desarrollaban al mismo tiempo. Entre aquella multitud de jóvenes vi a algunos que llevaban unas antorchas encendidas para alumbrar a los demás, a pesar de que era pleno día. Eran los que habían de servir de ejemplo a los demás obreros del Evangelio, iluminando al clero con su conducta. Entre ellos estaba Pablo Albera, el cual, además de llevar la antorcha, tocaba también la guitarra, indicio de que indicaría el camino a seguir a los sacerdotes animándoles al cumplimiento de su misión. Se aludía a algún otro cargo que ocuparía en la Iglesia.
            Mas, en medio de tanto movimiento, no todos los jóvenes al alcance de mi vista se ocupaban de algún trabajo. Uno de ellos tenía una pistola en la mano, esto es, tenía vocación militar, pero aún no se había decidido a seguirla.
            Algunos otros, con las manos a la cintura, observaban a los segadores, dispuestos a seguir su ejemplo; otros parecían indecisos, pero al considerar la dureza del trabajo, no se resolvían a empuñar la hoz. No faltaban tampoco quienes acudían presurosos a la faena. Algunos, al llegar el momento de tener que comenzar a segar, permanecían ociosos; otros empuñaban la hoz al revés, entre ellos Molino: símbolo de los que hacen lo contrario de lo que deben hacer. Muchísimos se alejaban para tomar uvas silvestres, representando a los que pierden el tiempo en cosas extrañas a su ministerio.
            Mientras yo contemplaba lo que sucedía en el campo de trigo, vi un grupo de jóvenes cavando la tierra; ofrecían un espectáculo singular. La mayor parte de aquellos muchachos trabajaba con singular interés, más tampoco faltaban los negligentes. Algunos manejaban la azada al revés; otros golpeaban la tierra, pero la herramienta no penetraba en ella; no faltaban quienes a cada azadonazo se les salía la pala del mango. El mango representaba la rectitud de intención.
            Observé entonces que algunos, que al presente son aprendices, estaban en el campo de los que segaban, y, en cambio, otros, que ahora son estudiantes, se encontraban entre los que cavaban la tierra. Intenté tomar nota de cuanto veía, pero mi intérprete me mostraba siempre el cuaderno y no me permitía escribir.
            Al mismo tiempo vi también a muchos jóvenes que estaban sin hacer nada, no sabían resolver si ponerse a segar o a cavar la tierra. Los dos Dalmazzo, Primo Gariglio y Monasterolo con otros muchos, estaban mirando, pero ya habían tomado una decisión.
            También me di cuenta de que algunos, saliendo del grupo de los cavadores, mostraban deseos de ir a segar. Uno corrió al campo de trigo tan decidido que no se preocupó antes de adquirir una hoz. Avergonzado de aquel necio proceder, volvió atrás para pedirla. El que las distribuía no quería dársela y el tal le urgía para que se la proporcionase.
            – Aún no es tiempo, -le respondió el distribuidor.
            – Sí que lo es, dámela.
            – No; ve antes a tomar dos flores del jardín.
            – ¡Bueno!, exclamó el solicitante encogiéndose de hombros; iré a tomar todas las flores que quieras.
            – No; solamente dos.
            Se dirigió seguidamente al jardín, pero al llegar a él se dio cuenta de que no había preguntado qué flores eran las que tenía que cortar, y se apresuró a desandar el camino.
            – Has de cortar, -le dijeron- la flor de la caridad y la flor de la humildad.
            – Ya las tengo.
            – Eso es lo que te dice tu presunción, pero en realidad no las tienes. Y aquel joven se revolvía en un acceso de cólera y daba saltos impulsado por la ira que le dominaba.
            – No es este el momento más oportuno para enfadarse de esa manera, -le dijo el distribuidor-, negándose resueltamente a entregarle la herramienta que le había pedido.
            Ante tal actitud, el infeliz se mordía los puños de rabia. Al contemplar semejante espectáculo, aparté la vista de la lente, a través de la cual había contemplado tantas cosas, sintiéndome lleno de emoción por las aplicaciones morales que me había sugerido mi amigo. Quise rogarle aún que me diese algunas explicaciones más y él añadió:
            – El campo sembrado de trigo representa a la Iglesia: la mies es el fruto de la cosecha; la hoz es el símbolo de los medios empleados para conseguir dicho fruto, sobre todo la palabra de Dios; la hoz sin punta representa la falta de piedad, y sin filo la carencia de humildad; salirse del campo mientras se siega, quiere decir abandonar el Oratorio o la Pía Sociedad.

III

            La noche del 4 de mayo don Bosco se disponía a finalizar la narración del sueño en el que había visto representados en el primer grupo a los alumnos estudiantes del Oratorio y en el segundo a los que eran llamados al estado eclesiástico. Hemos llegado, pues, al tercer cuadro o visión en la que, en apariciones sucesivas don Bosco vio a todos los que en 1861 dieron su nombre a la Pía Sociedad de San Francisco de Sales; el prodigioso engrandecimiento de la misma y el lento ocaso de los primeros salesianos a los que habían de seguir los continuadores de la Obra.
            Don Bosco habló así:
            Después de haber contemplado a mi placer la escena de la siega, tan rica en detalles, el amable desconocido me dijo.
            – Ahora dale diez vueltas a la rueda; cuéntalas y después mira a través de la lente. Me puse a hacer lo que me había sido ordenado y, tras haber dado la décima vuelta, me puse a mirar a través del cristal. Y he aquí que vi los mismos jóvenes, a los que recordaba haber contemplado días antes en edad adolescente, convertidos en adultos de aspecto viril; a otros con larga barba o con cabellos blancos.
            – Pero ¿cómo puede ser esto? ¿Hace apenas unos días aquél era un niño al que casi se le podía tomar en brazos, y hoy es ya tan mayor?
            El amigo me contestó:
            – Es natural; ¿cuántas vueltas has dado?
            – Diez.
            – Pues bien: del 61 al 71. Todos tienen ya diez años más de edad.
            – ¡Ah! ¡Comprendido!
            Y como continuase observando a través de la lente pude ver panoramas desconocidos, casas nuevas que nos pertenecían y a muchos jóvenes dirigidos por mis queridos hijos del Oratorio, convertidos ya en sacerdotes, en maestros, en directores, que se dedicaban a instruir y proporcionarles honestas diversiones.
            – Vuelve a dar otras diez vueltas -me dijo el personaje- y llegaremos al 1881. Tomé el manubrio y la rueda dio otras diez vueltas. Miré y solamente vi a la mitad de los jóvenes que había contemplado la primera vez, casi todos ya con el pelo blanco y algunos un poco encorvados.
            – Y los otros, ¿dónde están?, -pregunté.
            – Ya forman parte del número de los más, -me respondió el guía.
            Esta considerable disminución del número de mis muchachos me causó un vivo desasosiego, pero me consoló el contemplar, en un cuadro inmenso, países nuevos y regiones desconocidas y una gran multitud de jóvenes bajo la custodia y dirección de nuestros maestros que dependían aún de mis primeros alumnos.
           
            Después di otras diez vueltas a la rueda y he aquí que solamente vi una cuarta parte de los jóvenes que había contemplado pocos momentos antes; todos ellos se habían trocado en ancianos de barbas y cabellos blancos.
            – ¿Y todos los demás?, -pregunté.
            – Forman parte ya del número de los más. Estamos en 1891.
            Y he aquí que ante mi vista se desarrolló una escena conmovedora. Mis hijos sacerdotes, agotados por la fatiga, estaban rodeados de niños, a los cuales yo no había visto nunca; muchos de fisonomía y de color distinto de los que habitualmente viven en nuestros países.
            Di aún otras diez vueltas a la rueda y solamente pude ver un tercio de mis primitivos jóvenes, ya decrépitos, cargados de espaldas, desfigurados, macilentos, en los últimos años de su vida. Entre otros, recuerdo haber visto a don Miguel Rúa, tan viejo y desfigurado que era difícil reconocerlo, ¡tanto había cambiado!
            – Y los demás?, -pregunté.
            – Pertenecen ya al número de los más. Estamos en 1901.
            En algunas casas no encontré a ninguno de los antiguos; maestros y directores me eran completamente desconocidos; la muchedumbre de los jóvenes era cada vez más numerosa; las casas aumentaban cada vez más y el personal directivo había crecido también de una manera admirable.
            – Ahora, -continuó mi amable intérprete- darás otras diez vueltas y verás cosas que te llenarán de consuelo las unas, y otras que te proporcionarán una gran angustia.
            Y di otras diez vueltas.
            – ¡Estamos en 1911! – exclamó el misterioso amigo.
            – ¡Ah, mis queridos jóvenes! Vi nuevas casas, jóvenes nuevos, directores y maestros con hábitos y costumbres nuevas.
            ¿Y mis jóvenes del Oratorio de Turín? Busqué una y otra vez entre una gran muchedumbre de muchachos y solamente pude ver a uno de vosotros con los cabellos blancos, consumido por la edad, rodeado de una hermosa corona de jóvenes, a los cuales contaba los comienzos de nuestro Oratorio, recordándoles y repitiéndoles las cosas aprendidas de labios de don Bosco; y les enseñaba una fotografía que estaba colgada de la pared del locutorio. ¿Y los otros alumnos ancianos, los superiores de las casas que había visto ya envejecidos?
            Tras una nueva señal tomé el manubrio y di algunas vueltas más. Después, solamente vi una llanura desolada sin ser viviente alguno:
            – ¡Oh!, -exclamé aterrado-. ¡Ya no veo ninguno de los míos! ¿Dónde están, pues, ahora todos los jóvenes a los cuales atendí y que eran tan vivarachos y robustos y los que se encuentran actualmente conmigo en el Oratorio?
            – Pertenecen ya al número de los más. Has de saber que han pasado diez años cada vez que hacías girar la rueda otras tantas veces.
            Hice la cuenta y resultó que habían transcurrido cincuenta años y que alrededor del 1911 todos los alumnos actuales del Oratorio habrían muerto.
            – ¿Quieres ver ahora otro espectáculo sorprendente?, -me dijo aquel buen hombre.
            – Sí, -respondí yo.
            – Entonces presta atención, si te agrada ver y saber algo más. Da una vuelta a la rueda en sentido contrario, y ahora cuenta tantas vueltas cuantas has dado anteriormente.
            La rueda giró.
            – ¡Ahora mira!, -me dijo el guía.
            Miré y he aquí que vi ante mí una cantidad inmensa de jovencitos, todos desconocidos, de una infinita variedad de costumbres, pueblos, fisonomías y lenguas, de forma que por mucho que me esforcé sólo pude apreciar una mínima parte de ellos con sus superiores, directores, maestros y asistentes.
            – A éstos, en realidad, no los conozco, -dije a mi guía.
            – Pues a pesar de ello, -me respondió-, son hijos tuyos. Escúchalos, hablan de ti y de tus primeros hijos que fueron sus superiores y que ya no existen; recuerdan las enseñanzas que de ti y de ellos recibieron.
            Seguí observando con atención, pero cuando aparté la vista de la lente, la rueda comenzó a girar por si sola a tanta velocidad y haciendo tal ruido, que me desperté, encontrándome en el lecho presa de un cansancio mortal.
            Ahora que os he contado estas cosas, vosotros pensaréis:
            – ¡Quién sabe! A lo mejor don Bosco es un hombre extraordinario, un personaje, tal vez un santo. Mis queridos jóvenes: para impedir que se susciten conversaciones necias en torno a mi persona, os dejo en plena libertad de creer o no creer en estas cosas, de darles más o menos importancia; sólo os ruego que no toméis nada de cuanto os he referido a risa al comentarlo, ya con los compañeros ya con personas de fuera. Me complace el deciros que el Señor dispone de muchos medios para manifestar a los hombres su voluntad. A veces se sirve de los instrumentos más ineptos e indignos, como se sirvió en otro tiempo de la burra de Balaán, haciéndola hablar, y del falso profeta del mismo nombre, que predijo muchas cosas referentes al Mesías. Por eso, lo mismo puede suceder conmigo. Os digo además que no os fieis de mis obras para regular las vuestras. Lo que debéis hacer es tomar en cuenta lo que os digo, pues tengo la certeza de que de esa forma cumpliréis la voluntad de Dios y todo redundará en provecho de vuestras almas. Respecto a lo que hago, no digáis nunca: -Lo ha hecho don Bosco y, por tanto, está bien; no. Observad Primero mis acciones, si veis que son buenas, imitadlas; si acaso me veis hacer algo que no está bien, guardaos mucho de imitarlo: desechadlo como cosa mal hecha.
(MB IT VI, 898-91 / MB ES VI, 678-691)




Las “Estaciones Romanas”. Una tradición milenaria

Las “Estaciones romanas” son una antigua tradición litúrgica que, durante la Cuaresma y la primera semana del Tiempo de Pascua, asocia cada día a una iglesia específica de Roma, dentro de un camino de peregrinación. El término “statio” (del latín stare, detenerse) remite a la idea de una pausa comunitaria para la oración y la celebración. En siglos pasados, el Papa y los fieles se movían en procesión desde la iglesia llamada “collecta” hasta la estación del día, donde se celebraba la Eucaristía. Este rito, aunque tiene raíces en los primeros siglos del cristianismo, conserva su vitalidad incluso hoy, cuando la indicación de la iglesia estacional figura aún en los libros litúrgicos. Es un verdadero peregrinaje entre las basílicas y los santuarios de la Ciudad Eterna que se puede realizar en este año jubilar no solo como un camino de conversión, sino también como un testimonio de fe.

Origen y difusión
Los orígenes de las Estaciones romanas se remontan al menos al siglo III, cuando la comunidad cristiana aún sufría persecuciones. Los primeros testimonios hacen referencia al Papa Fabiano (236-250) que se dirigía a los lugares de culto surgidos cerca de las catacumbas o las sepulturas de los mártires, distribuyendo a los necesitados lo que los fieles ofrecían como limosna y celebrando la Eucaristía. Esta costumbre se fortaleció en el siglo IV, con la libertad de culto sancionada por Constantino: surgieron grandes basílicas, y los fieles comenzaron a reunirse en días precisos para celebrar la Misa en los sitios vinculados a la memoria de los santos. Con el paso del tiempo, el itinerario adquirió un carácter más orgánico, creando un verdadero calendario de estaciones que tocaban los diferentes barrios de Roma. La dimensión comunitaria – con la presencia del obispo, del clero y del pueblo – se convirtió así en un signo visible de comunión y de testimonio de la fe.

Fue el Papa Gregorio Magno (590-604) quien dio estructura y regularidad al uso de las Estaciones, especialmente en Cuaresma. Estableció un calendario que, día tras día, asignaba a una iglesia específica la celebración principal. Su reforma no nació de la nada, sino que organizó una práctica ya existente: Gregorio quiso que la procesión partiera de una iglesia menor (collecta) y concluyera en un lugar más solemne (statio), donde el pueblo, unido al Papa, celebraba los ritos penitenciales y la Eucaristía. Era una forma de prepararse para la Pascua: el propio camino que indicaba el peregrinaje terrenal hacia la eternidad, las iglesias que con su arquitectura sagrada y las obras de arte desempeñaban una función pedagógica en una época en la que no todos podían leer o acceder a libros, las reliquias de los mártires conservadas en esas iglesias testimoniaban la fe vivida hasta dar la vida y su intercesión traía gracias a quienes las solicitaban, la celebración del Sacrificio de la Misa santificaba a los fieles participantes.

A lo largo de la Edad Media, la práctica de las Estaciones romanas se difundió cada vez más, convirtiéndose no solo en un evento eclesial, sino también en un fenómeno social de gran relevancia. Los fieles, de hecho, que provenían de las diferentes regiones de Italia y de Europa, se unían a los romanos para participar en estos encuentros litúrgicos.

Estructura de la celebración estacional
El elemento característico de estas celebraciones era la procesión. Por la mañana, los fieles se reunían en la iglesia de la collecta, donde, después de un breve momento de oración, se dirigían en cortejo hacia la iglesia estacional, entonando letanías y cantos penitenciales. Al llegar a destino, el Papa o el prelado encargado presidía la Misa, con lecturas y oraciones propias del día. El uso de las letanías tenía un fuerte sentido espiritual y pedagógico: mientras se caminaba físicamente por las calles, se oraba por las necesidades de la Iglesia y del mundo, invocando a los santos de Roma y de toda la cristiandad. La celebración culminaba en la Eucaristía, confiriendo a esta “pausa” un valor sacramental y de comunión eclesial.

La Cuaresma se convirtió en el tiempo privilegiado para las Estaciones, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Sábado Santo o, según algunas costumbres, hasta el segundo domingo después de Pascua. Cada día estaba marcado por una iglesia designada, elegida a menudo por la presencia de reliquias importantes o por su historia particular. Ejemplos notables incluyen Santa Sabina en el Aventino, donde generalmente comienza el rito del Miércoles de Ceniza, y Santa Cruz en Jerusalén, vinculada al culto de las reliquias de la Cruz de Cristo, meta tradicional del Viernes Santo. Participar en las Estaciones cuaresmales significa entrar en un peregrinaje diario, que une a los fieles en un camino de penitencia y conversión, sostenido por la devoción hacia los mártires y los santos. Cada iglesia cuenta una página de historia, ofreciendo imágenes, mosaicos y arquitecturas que comunican el mensaje evangélico en forma visual.

Uno de los rasgos más significativos de esta tradición es el vínculo con los mártires de la Iglesia de Roma. En el período de las persecuciones, muchos cristianos encontraron la muerte a causa de su fe; en la época constantiniana y posterior, sobre sus sepulcros se erigieron basílicas o capillas. Celebrar una statio en estos lugares significaba evocar el testimonio de quienes habían dado la vida por Cristo, reforzando la convicción de que la Iglesia se edifica también sobre la sangre de los mártires. Cada visita litúrgica se convertía así en un acto de comunión entre los fieles de ayer y los de hoy, unidos por el sacramento de la Eucaristía. Este “peregrinaje en la memoria” conectaba el camino cuaresmal con una historia de fe transmitida de generación en generación.

Del declive al redescubrimiento
En la Edad Media y en los siglos posteriores, la práctica de las Estaciones conoció vicisitudes alternas. A veces, debido a epidemias, invasiones o situaciones políticas inestables, se redujo o suspendió. Los libros litúrgicos, sin embargo, continuaron indicando las iglesias estacionales para cada día, señal de que la Iglesia conservaba al menos el recuerdo simbólico. Con la reforma litúrgica tridentina (siglo XVI), la centralidad del Papa en tales celebraciones se hizo menos frecuente, pero el uso de citar la iglesia estacional permaneció en los textos oficiales. Con el renovado interés por la historia y la arqueología cristiana, la tradición estacional fue redescubierta y propuesta como un camino de formación espiritual.
En la época moderna, especialmente a partir de León XIII (1878-1903) y posteriormente con los papas del siglo XX, se ha asistido a un creciente interés por la recuperación de esta tradición. Varias órdenes religiosas y asociaciones laicales han comenzado a promover el redescubrimiento del “peregrinaje de las estaciones”, organizando momentos comunitarios de oración y de catequesis en las iglesias designadas.

Hoy, en una época caracterizada por la frenética velocidad, la statio propone redescubrir la dimensión de la “pausa”: detenerse para orar, contemplar, escuchar, hacer silencio y encontrar al Señor. La Cuaresma es por definición un tiempo de conversión, de oración más intensa y de caridad hacia el prójimo: realizar un itinerario entre las iglesias de Roma, aunque solo sea en algunos días significativos, puede ayudar al fiel a redescubrir el sentido de una penitencia vivida no como una renuncia por sí misma, sino como una apertura al misterio de Cristo.

Aún hoy, en el Calendario Romano, encontramos indicada la iglesia estacional para cada día: esto recuerda la unidad del pueblo de Dios, reunido en torno al sucesor de Pedro, y la memoria de los santos que han dedicado su vida al Evangelio. Quien participe en estas liturgias – incluso de forma ocasional – descubre una ciudad que no es solo un museo al aire libre, sino un lugar donde la fe se ha expresado de manera original y duradera.

Quien desee redescubrir el profundo sentido de la Cuaresma y de la Pascua, puede dejarse guiar por el itinerario estacional, uniendo su voz a la de los cristianos de ayer y de hoy en el gran coro que conduce a la luz pascual.

Presentamos a continuación el itinerario de las Estaciones Romanas, acompañado de la lista de las iglesias y su ubicación geográfica. Es importante notar que el orden de la lista permanece inalterado cada año; solo varía la fecha de inicio de la Cuaresma y, en consecuencia, las fechas posteriores. Deseamos un fructífero peregrinaje a quienes deseen recorrer, aunque solo sea en parte, este camino en el año jubilar.


     

Estación
romana

Mártires
y santos custodiados o reliquias

1

03.05

X

Santa
Sabina en el Aventino

Santa Sabina y Santa Serapia, mártir († 126); Santos Alejandro,
Evencio y Teódulo, mártires

2

03.06

J

San
Jorge en el Velabro

San Jorge,
mártir († 303)

3

03.07

V

San
Juan y San Pablo en el Celio

Santos Juan
y Pablo
,
mártires († 362); San Pablo
de la Cruz
(† 1775), fundador de la Congregación de la Pasión
de Jesucristo (los Pasionistas)

4

03.08

S

San
Agustín en Campo Marzio

Santa Mónica († 387), madre de San Agustín;
reliquias de San Agustín († 430)

5

03.09

D

San
Juan de Letrán

Las
cabezas de San
Pedro y San Pablo:
estas reliquias se custodian en bustos de plata situados sobre el
altar papal, visibles a través de una reja dorada; la Escalera
Santa
(en la cercana capilla del Sancta Sanctorum); la Mesa de la Última
Cena – la mesa sobre la que se celebró la Última
Cena, según la tradición (reliquia significativa que
se encuentra en el altar del Santísimo Sacramento)

6

03.10

L

San
Pedro Encadenado en el Monte Oppio

Cadenas
de San Pedro; reliquias atribuidas a los Siete Hermanos Macabeos,
personajes del Antiguo Testamento venerados como mártires

7

03.11

M

Santa
Anastasia en el Palatino

Santa Anastasia
de Sirmio
(† 304); reliquias del Santo Manto de San José;
parte del Velo de la Virgen María

8

03.12

X

Santa
María la Mayor

El
Madero Sagrado del Pesebre (el pesebre del Niño Jesús);
Panniculum (un pequeño trozo de tela, parte de los pañales
con que fue envuelto el recién nacido Jesús); San
Mateo,
apóstol († 70 o 74); San Jerónimo († 420); San Pío
V
,
papa († 1572)

9

03.13

J

San
Lorenzo en Panisperna

Lugar
del martirio de San
Lorenzo († 258); San Lorenzo, mártir; Santa Crispina, mártir
(† 304); Santa Brigida
de Suecia
(† 1373)

10

03.14

V

Los
Doce Apóstoles en el Foro de Trajano

San Felipe,
apóstol († 80); Santiago
el Menor
,
apóstol († 62); Santos Crisanto
y Daria
,
mártires († c. 283)

11

03.15

S

San
Pedro en el Vaticano

San Pedro († 67); San Lino († 76); San Cleto († 92); San Evaristo († 105); San Alejandro
I
(† 115); San Sixto
I
(† 126–128); San Telesforo († 136); San Igino († 140); San Pío
I
(† 155); San Aniceto († 166); San Eleuterio († 189); San Víctor
I
(† 199); San Juan
Crisóstomo
(† 407, partes, en la Capilla del Coro); San León
I, el Magno
(† 461); San Simplicio († 483); San Gelasio
I
(† 496); San Simaco († 514); San Hormisda († 523); San Juan
I
(† 526); San Félix
IV
(† 530); San Agapito
I
(† 536); San Gregorio
I, el Magno
(† 604); San Bonifacio
IV
(† 615); San Eugenio
I
(† 657); San Vitaliano († 672); San Agatón († 681); San León
II
(† 683); San Benedicto
II
(† 685); San Sergio
I
(† 701); San Gregorio
II
(† 731); San Gregorio
III
(† 741); San Zacarías († 752); San Pablo
I
(† 767); San León
III
(† 816); San Pascual
I
(† 824); San León
IV
(† 855); San Nicolás
I
(† 867); San León
IX
(† 1054); Beato Urbano
II
(† 1099); Beato Inocencio
XI
(† 1689); San Pío
X
(† 1914); San Juan
XXIII
(† 1963); San Pablo
VI
(† 1978); Beato Juan
Pablo I
(† 1978); San Juan
Pablo II
(† 2005); fragmento de la cruz de San Andrés; lanza
de San Longino; fragmento de la Cruz de Cristo

12

03.16

D

Santa
María en Domnica en la Navicella

San Lorenzo,
mártir († 258); Santa Ciriaca, mártir

13

03.17

L

San
Clemente de Letrán

San Clemente
I
,
papa y mártir († 101); San Ignacio
de Antioquía
,
obispo y mártir († c. 110); San Cirilo († 869), apóstol de los eslavos

14

03.18

M

Santa
Balbina en el Aventino

Santa Balbina,
virgen y mártir († 130); San Felicísimo y San
Quirino (su padre) asociados al martirio de Santa Balbina

15

03.19

X

Santa
Cecilia en Trastevere

Santa Cecilia († 230); San Valeriano, esposo de Cecilia, convertido al
cristianismo y martirizado († 229); San Tiburcio, hermano
de Valeriano y compañero en el martirio; San Máximo,
el soldado o funcionario encargado de la ejecución de
Valeriano y Tiburcio, que luego se convirtió y fue
martirizado a su vez; Papa Urbano
I
(c. † 230), quien habría bautizado a Cecilia y a su
esposo Valeriano

16

03.20

J

Santa
María en Trastevere

San Julio
I
,
papa († 352); San Calixto
I
,
papa mártir (c. † 222); Santos Florentino, Corona,
Sabino y Alejandro, mártires

17

03.21

V

San
Vitale en Fovea

Santos Vitale († 304), Valeria (siglo II), Gervasio
y Protasio
(siglo II)

18

03.22

S

San
Pedro y San Marcelino en Letrán

Santos
Marcelino y Pedro, mártires († 304); Santa Marcia,
mártir asociada a los santos Marcelino y Pedro

19

03.23

D

San
Lorenzo fuera de las murallas

San Lorenzo († 258); Santo Esteban,
protomártir (siglo I); Santo Hipólito († siglo III); San Justino,
mártir († 167); Papa San Sixto
III
(† 440); Papa San Zósimo († 418); Beato Pío
IX
,
papa († 1878)

20

03.24

L

San
Marcos en el Capitolio

San Marcos,
el evangelista y mártir (siglo I); Papa San Marcos († 336); Santos Abdón
y Sennen
,
mártires persas (siglo III)

21

03.25

M

Santa
Pudenziana en el Viminal

Santa Pudenciana,
mártir (siglo II); Santa Práxedes,
su hermana (siglo II)

22

03.26

X

San
Sixto (San Nereo y San Aquileo)

San Sixto
I
,
papa († 125); Santos Nereo
y Aquileo
(† 300); Santa Flavia
Domitila
,
mártir (siglo I)

23

03.27

J

San
Cosme y San Damián en la Vía Sacra

Santos Cosme
y Damián
,
médicos y mártires († 303); Santos Antimo y
Leoncio, hermanos y mártires

24

03.28

V

San
Lorenzo en Lucina

La
reja de San Lorenzo sobre la cual se dice que el santo fue asado
vivo; un vaso que contiene la carne quemada de San Lorenzo

25

03.29

S

Santa
Susana en las Termas de Diocleciano

Santa Susana,
virgen y mártir († 294)

26

03.30

D

Santa
Cruz en Jerusalén

Fragmentos
de la Vera Cruz, parte del Titulus Crucis (la inscripción
“I.N.R.I.”); clavos de la crucifixión y algunas
espinas de la Corona; un fragmento de la cruz del Buen Ladrón,
san
Dimas;
la falange de San Tomás Apóstol (siglo I)

27

04.31

L

Los
Cuatro Coronados en el Celio

Santos Castorio,
Sinfroniano, Claudio y Nicostrato
,
mártires (siglo IV)

28

04.01

M

San
Lorenzo en Damaso

San Lorenzo,
mártir († 258); San Damaso,
papa y mártir († 384); Juan y Faustino, mártires

29

04.02

X

San
Pablo fuera de las murallas

San Pablo,
apóstol († 67); la cadena de San Pablo; el bastón
de San Pablo

30

04.03

J

San
Silvestre y San Martín en los montes

Santos
Artemio, Paulina y Sisinnio, mártires; Beato Ángel
Paoli († 1720)

31

04.04

V

San
Eusebio en el Esquilino

San
Eusebio, presbítero y mártir († 353); Santos
Orosio y Paulino, sacerdotes y mártires

32

04.05

S

San
Nicolás en la Cárcel

San Nicolás
de Bari
(† 270); Santos Marcelino y Faustino, mártires (†
250)

33

04.06

D

San
Pedro en el Vaticano

 

34

04.07

L

San
Crisógeno en Trastevere

San Crisógono,
mártir († 303); Santa Anastasia,
mártir († 250); San Rufus, mártir (siglo I);
Beata Anna
Maria Taigi
(† 1837)

35

04.08

M

Santa
María en la Vía Lata

San Agapito,
mártir († 273); Santos Hipólito y Darío,
mártires (siglo IV); fragmento de la Vera Cruz

36

04.09

X

San
Marcelo en el Corso

San Marcello
I
,
papa († 309); Santa Digna y Santa Emerita, mártires

37

04.10

J

San
Apolinario en Campo Marzio

San Apolinar (siglo II); Santos Eustracio, Bardario, Eugenio, Orestes y
Eusencio, mártires

38

04.11

V

San
Esteban en el Celio

San Esteban,
protomártir († 36); Santos Primo
y Feliciano
,
mártires († 303); fragmentos de la Vera Cruz

39

04.12

S

San
Juan en la Puerta Latina

Fragmentos
óseos o pequeños relicarios que contienen partes del
cuerpo u objetos personales atribuidos a San
Juan
Evangelista
(† 98); Santos Gordiano
y Epímaco
,
mártires (siglo IV)

40

04.13

D

San
Juan de Letrán

 

41

04.14

L

Santa
Práxedes en el Esquilino

Santa Práxedes,
mártir (siglo II); Santa Pudenciana, mártir (siglo
II); Santa Victoria,
mártir († 253); Columna de la Flagelación

42

04.15

M

Santa
Prisca en el Aventino

Santa
Prisca, una de las primeras mártires cristianas (siglo I);
Santos
Aquila
y Priscila
,
esposos cristianos; fragmentos de la Vera Cruz

43

04.16

X

Santa
María la Mayor

 

44

04.17

J

San
Juan de Letrán

 

45

04.18

V

Santa
Cruz en Jerusalén

 

46

04.19

S

San
Juan de Letrán

 

47

04.20

D

Santa
María la Mayor

 

48

04.21

L

San
Pedro en el Vaticano

 

49

04.22

M

San
Pablo fuera de las murallas

 

50

04.23

X

San
Lorenzo fuera de las murallas

San Lorenzo,
mártir († 258); Santo Esteban,
protomártir († 36); San Sebastián,
mártir († 288); San Francisco
de Asís
(† 1226); Papa San Zósimo († 418), Papa San Sixto
III
(† 440), Papa San Hilario († 468), Papa San Damaso
II
(† 1048); Beato Pío
IX
,
papa († 1878); fragmentos de la Vera Cruz

51

04.24

J

Los
Doce Apóstoles

San Felipe,
apóstol († 80); Santiago
el Menor
(† 62)

52

04.25

V

Santa
María ad Martyres (Panteón)

San Longino,
soldado romano que atravesó el costado de Jesucristo
durante la crucifixión (siglo I); Santa Bibiana,
mártir († 362–363); Santa Lucía,
mártir († 304); San Rasio y San Anastasio, mártires;
durante la consagración de la iglesia en el año 609
d.C. por el Papa Bonifacio IV, se transfirieron aquí, desde
los cementerios romanos, los huesos de nada menos que 28 grupos de
mártires

53

04.26

S

San
Juan de Letrán

 

54

04.27

D

San
Pancracio

San Pancracio,
mártir († 304); fragmentos de la Vera Cruz