25 Sep 2025, Jue

El Venerable Simón Srugi, Salesiano Coadjutor

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Simón Srugi nació en Nazaret (Palestina) el 15 de abril de 1877 en el seno de una familia greco-melquita. Habiendo perdido de niño a ambos padres, fue acogido en el orfanato de Belén, donde aprendió los oficios de sastre y panadero. Tras cuatro años de aspirantado y noviciado, profesó como Salesiano Coadjutor y pasó toda su vida religiosa en Betgamāl-Caphargamala, en la región de Shephèla (1894-1943). Esta escuela agrícola y orfanato para niños árabes y armenios, estaba abierta para servir a la población local con una escuela primaria, un molino, una almazara y un dispensario/clínica.

1) En la vida de la comunidad educativa, Srugi fue catequista de los niños, presidente de las cofradías del Santísimo Sacramento y de San José, formador de los monaguillos y maestro de ceremonias litúrgicas, encargado de la enfermería. Fue ejemplar por su castidad, pobreza, obediencia y bondad hacia sus cofrades y colaboradores laicos. Dominando su temperamento vivaz, no se dejaba abrumar por la prisa o la excitación, por lo que tanto jóvenes como ancianos buscaban su amable compañía. Admiraban su humildad y su capacidad para perdonar a todos y siempre, dando por sentado que “las personas verdaderamente humildes nunca creen haber sido agraviadas”. En el santuario de Betgamāl, Simón veía a diario representaciones de Jesús crucificado rezando “Pater dimitte illis”, y de San Esteban perdonando a quienes le apedreaban. Animado por su ejemplo, alcanzó un estado heroico de virtud, perdonando a quienes le acusaban de causar la muerte de una mujer que sufría gangrena, curando al grupo de jóvenes que le habían atacado e incluso curando a uno de los presuntos asesinos de su director, el padre Mario Rosin, en la clínica.

2) Srugi llevó a cabo su trabajo principalmente en este último entorno, asistido por la Hermana Tersilla Ferrero FMA. Cada día trataban a decenas de personas pobres y desnutridas que padecían diversas enfermedades (paludismo, disentería, infecciones pulmonares, oculares, dentales…). Los registros de medicación del periodo 1932-1942 contienen decenas de miles de historiales de pacientes de 70 pueblos cercanos y lejanos. Simón estaba animado por una gran caridad, y atendía a estos hermanos rudos y sucios con suave compasión, viendo en sus heridas las de Jesús. La gente prefería acudir a él antes que, a los médicos, porque estaban convencidos de que curaba por el poder de Dios.

3) La fuente de esta vida heroica era su unión habitual con Dios, que no se limitaba a la celebración de la Misa o a largas horas de adoración ante el Santísimo Sacramento, sino que desbordaba en toda su vida cotidiana, en una constante actitud litúrgica: “Dios habita en mi alma no menos resplandeciente de luz y de gloria que en la gloria del cielo. Estoy siempre en presencia de Dios. Formo parte de su guardia de honor. Me esforzaré por ser puro de mente y de corazón… ¡Cuánto cuidado debo tener de no manchar nunca mi alma y mi cuerpo, augusto templo de la Santísima Trinidad!”. – Los testigos dicen que Simón caminaba por la tierra, pero su corazón estaba en el cielo. Trabajaba y se afanaba, pero siempre sostenido por la esperanza de la recompensa y el descanso eterno. “Vivía de la fe, fundada en un gran amor a Dios, en un abandono total a la Providencia. Su aspecto exterior, siempre tranquilo, sonriente y sereno, desprendía un aire paradisíaco que encantaba. La opinión común era que vivía más para el cielo que para la tierra. En medio de tanta actividad y de diferentes tipos de trabajo, Srugi habitaba habitualmente en un mundo superior; en sus conversaciones íntimas con Dios, con la Virgen y con los santos, tenía ya un anticipo de la patria celestial, a la que anhelaba con toda la urgencia de su alma” (Don De Rossi). – “La virtud de la esperanza es lo que más admiraba en Simón. Nunca he conocido a nadie que estuviera tan familiarizado con el Cielo como él. Era el pensamiento del Cielo lo que le acompañaba y le guiaba a través de todas las circunstancias de la vida, fueran prósperas o adversas. Y este pensamiento, que para él era casi algo natural, lo cultivaba delicadamente en todos los que se acercaban a él, ya fueran hermanos, jóvenes, enfermos, trabajadores e incluso musulmanes. Cuántas veces le oí decir y cantar: “¡Paraíso, paraíso!”. [la conocida alabanza sagrada de Pellico-Bosco] A veces parecía fuera de sí de alegría. Como estábamos acostumbrados a verle recogido y humilde, resultaba extraño cuando abordaba estos temas, tan fácil e informalmente, alegremente, saltando de alegría. Srugi había visto el paraíso y probado sus delicias de antemano”. (Don Dal Maso)

4) En sus propósitos personales, insiste en la radicalidad de su consagración religiosa: “Me he entregado, me he consagrado, me he vendido enteramente a mi Dios. Por tanto, no debo ser ni de mí mismo, ni del mundo, ni de los jóvenes; mis pensamientos, mis afectos, mis deseos deben ser para Él… Al hacerme religiosa me entregué enteramente a mi Dios, en cuerpo y alma, y Él me aceptó de buen grado como suya. … Me consagré al servicio de Dios con amor, y quiero guardar mis santos votos por amor a Él y para complacerle… Ser religioso no es otra cosa que atarse a Dios mediante una mortificación continua de nosotros mismos, y vivir sólo para Dios. Un verso rimado lo resume maravillosamente: Rezar, sufrir, vivir según el amor divino: éste, oh religioso, es todo tu destino”.
Insistió en que todo debe estar sostenido por la “recta intención”, es decir, la intención de servir y agradar sólo a Dios, de hacerlo todo por su gloria, por su amor. “Dios, en su inmensa bondad, merece que todo se haga en su honor, aunque no existieran ni el cielo ni el infierno…. En todo lugar y en todas mis acciones miraré siempre a mi Dios, como él me mira a mí, y haré todo para agradarle”. En esto, Simón deseaba imitar a Jesús (“Yo hago siempre lo que agrada al Padre”: Jn 8, 29), y seguir la enseñanza de Francisco de Sales sobre el “beneplácito” de Dios.

Además de la Imitación de Cristo, el libro de San Alfonso de Ligorio La práctica de amar a Jesucristo fue uno de los más leídos por Simón. El amor significa imitación que conduce a la identificación: Jesús crucificado es el modelo más perfecto que el religioso está llamado a copiar, a hacerse uno con Él, «hasta el punto de poder decir con el Apóstol: “ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Éste es el significado más profundo del saludo habitual de Srugi: “¡Viva Jesús!”, dirigido tanto a cristianos como a musulmanes, que para él lo abarcaba todo: “Que Jesús viva en nuestros corazones, en nuestras mentes, en nuestras obras, en nuestra vida y en nuestra muerte”.
De esta actitud habitual nacían la paz y la tranquilidad inalterables que irradiaba Simón: “La entrega absoluta a la voluntad divina es el secreto de la alegría de los santos… Donde hay perfecta uniformidad a la voluntad de Dios, ni la tristeza ni la melancolía pueden reinar jamás. […] La felicidad de agradar a Dios haciendo bien todas las cosas es un anticipo del paraíso”.

5) Simón es un testigo de la primitiva tradición salesiana y un modelo actual. Su teología de la perfección religiosa es la contenida en los escritos de Don Bosco, actualizada por sus sucesores (D. Rua, D. Albera, D. Ricaldone -a quien conoció personalmente durante sus visitas a Tierra Santa- y D. Rinaldi); sus cartas y “strenne” se leían y comentaban regularmente en la comunidad de Betgamāl. Su “léxico” pertenecía, pues, al “modo común de sentir y actuar” en boga entre los salesianos de la época, expresado en términos familiares.
Srugi se benefició sobre todo del ministerio del P. Eugenio Bianchi (1853-1931), que estuvo en Betgamāl de 1913 a 1931, continuando la transmisión del carisma salesiano original que había aprendido del propio Don Bosco y que luego, de 1886 a 1911, había “injertado” en la vida de más de mil novicios, entre ellos muchos futuros santos, ya canonizados o en camino: Andrea Beltrami, Luigi Versiglia, Luigi Variara, Vincenzo Cimatti, Augusto Hlond… Simone Srugi no se limitó a copiar un modelo o a seguir genéricamente las huellas de otros: Por el contrario, elaboró un programa personalizado de santificación, al que permaneció fiel no sólo de forma intermitente sino constante, no sólo en algunos ámbitos sino en todos, pensando no sólo en sí mismo sino también en los hermanos y muchachos con los que vivía, no en los confines de un ambiente exclusivamente cristiano sino en un contexto musulmán, no en tiempos de paz sino en un periodo marcado por guerras y trágicos acontecimientos. Por estas razones, encarnó un tipo de santidad salesiana sin precedentes en la época, que mezclaba armoniosamente la espiritualidad bizantina y la “latina”, la contemplación y la acción.

6) El 27 de noviembre de 1943, agotado por el cansancio y la enfermedad, Simón puso fin a su vida terrena, que había transcurrido en gozoso y abnegado servicio a Dios y a los demás. Su fama de santidad creció con el paso de los años; hubo noticias de gracias obtenidas por su intercesión. En el clima del Concilio Vaticano II, la dimensión ecuménica y laica de su testimonio pasó a primer plano, con resonancias en Oriente y Occidente. De 1964 a 1966, y de 1981 a 1983, se celebraron en Jerusalén procesos diocesanos y apostólicos. Posteriormente, habiéndose pronunciado positivamente la Congregación para las Causas de los Santos, el 2 de abril de 1993 el Papa Juan Pablo II autorizó el decreto sobre la heroicidad de las virtudes, confiriendo así a Simón el título de Venerable, y proponiéndolo a la Iglesia universal como modelo imitable e intercesor eficaz.


don Giovanni Caputa, Vicepostulador

Por Editor BSOL

Editor del sitio web.