Ser voluntarios V.I.D.E.S. para superar las fronteras

El Voluntariado Misionero Salesiano en Francia-Bélgica es una ventana abierta al mundo. A través del V.I.D.E.S. – Voluntariado Internacional Mujer Educación y Desarrollo – los jóvenes se forman y se comprometen a favor de las mujeres y los niños, conjugando educación, solidaridad y crecimiento humano. Es una opción que lleva a vivir la misión en el espíritu de Don Bosco y Madre Mazzarello, con una mirada internacional e inclusiva, capaz de abrazar las diversidades culturales y religiosas.

Este año el Campamento V.I.D.E.S. Francia-Bélgica ha adquirido un significado particular: se ha celebrado en sintonía con el triple Jubileo que involucra a toda la Familia Salesiana. Un año que nos hace revivir el Jubileo de la Esperanza convocado por la Iglesia universal; los 150 años de la primera expedición misionera salesiana en Argentina (11 de noviembre de 1875); y la llegada del carisma salesiano a Francia, en Niza, también en noviembre de 1875. A estos aniversarios se suma también el jubileo misionero de las Hijas de María Auxiliadora, que hace aún más vivo el sentido de pertenencia a una gran familia en camino.

Superar las fronteras con la formación y la proximidad
Del 7 al 21 de julio de 2025, Calais y Guînes acogieron a dieciocho jóvenes voluntarios procedentes de Bélgica, Francia, España, México, India, República Democrática del Congo y Albania. Junto a ellos, religiosos y formadores animaron dos semanas intensas sobre el tema «Superar las fronteras», en un contexto marcado por la internacionalidad, la interculturalidad y la interreligiosidad.
El programa alternó formación teórica y práctica. Las jornadas se enriquecieron con momentos de estudio y reflexión sobre temas cruciales: «En el camino de los migrantes», «Godly Play Don Bosco», «El posicionamiento del V.I.D.E.S. frente a los migrantes en Europa», «El choque cultural». No simples lecciones, sino experiencias que abrieron perspectivas, sensibilizaron a los jóvenes y prepararon a cada uno para partir hacia la misión.
Junto a la formación, hubo tiempo para el encuentro concreto con quienes viven la dramática experiencia del exilio. Cada día los voluntarios acudieron al Secours Catholique de Calais, lugar de acogida y esperanza para cientos de migrantes que esperan cruzar el Canal de la Mancha.

Una presencia activa entre los exiliados de Calais
En esos días, más de 460 exiliados encontraron en los voluntarios no solo un servicio, sino sobre todo una sonrisa, un gesto de amistad, una presencia que rompe el aislamiento. Las actividades eran sencillas pero decisivas: enseñanza del francés, juegos, recarga de teléfonos, distribución de comidas, lavado de ropa, atención a los enfermos. Pequeños signos de proximidad, capaces de decir: «Tú no estás solo».
El clima emotivo fue intenso: alegría y gratitud por los encuentros, pero también tristeza e impotencia ante las heridas de la humanidad que en Calais se hacen visibles. Para muchos voluntarios fue una experiencia transformadora. Uno de ellos compartió:
«En medio de estos hermanos y hermanas he vuelto a ver el rostro de Jesús, aquel del que habla el Evangelio: “Fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25,35). En su mirada sentí la llamada a servir con sencillez, incluso cuando nuestras manos parecían demasiado pequeñas ante tanto dolor».

El envío misionero
El campamento concluyó con un momento de gran significado eclesial: el Envío Misionero en la parroquia de Guînes, presidido por el párroco P. David y animado por la presencia de los Salesianos de Don Bosco, las Hijas de María Auxiliadora, los Salesianos Cooperadores y muchos fieles.
Durante la celebración, el diácono permanente expresó un pensamiento que conmovió los corazones:
«Estos jóvenes enviados en misión por nuestra parroquia se han convertido en nuestros hijos. Nuestra comunidad tiene la misión de escucharlos y apoyarlos dondequiera que estén».
De este espíritu de comunión nació también un compromiso concreto: seis jóvenes voluntarios respondieron a la llamada para partir en misiones de larga duración en Chile, Túnez, Madagascar, Filipinas y Albania.

Una experiencia que cambia la mirada
El regreso del campamento no fue un simple «volver a casa», sino un profundo paso interior. La experiencia de Calais ha dejado en cada uno una invitación a testimoniar en la vida cotidiana el bien, la paz y la fraternidad. Mirar de cerca el fenómeno migratorio ha transformado los ojos y el corazón: los exiliados ya no son números o estadísticas, sino rostros, historias, esperanzas.
De las reflexiones finales surgió un conjunto de palabras que pueden convertirse en la brújula del camino misionero: compasión, fraternidad, caridad, atención al otro, escucha activa, sensibilidad al grito de los pobres. Todos nos reconocimos, de diferentes maneras, como «exiliados en busca de casa», peregrinos de esperanza.

Superar las fronteras, hoy
El mensaje del campamento no solo concierne a los jóvenes voluntarios, sino que nos interpela a cada uno de nosotros. Vivimos en una sociedad marcada por interconexiones culturales y por diferencias que pueden convertirse en muros o puentes. El desafío es superar las fronteras –lingüísticas, culturales, geográficas, existenciales– y aprender a convivir.
Acoger al otro, con sus fragilidades y riquezas, es el camino para construir la unidad en la diversidad. Es un camino que no se agota en dos semanas, sino que continúa en la vida cotidiana, allí donde cada uno está llamado a ser signo y portador de la esperanza del Evangelio.

don Albert Kabuge, sdb