25 Sep 2025, Jue

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Ser misioneros en la Amazonia significa dejarse evangelizar por la selva

La belleza de los indígenas de Río Negro conquista los corazones e influye de tal manera que hace que el propio corazón cambie, se expanda, se sorprenda y se identifique con esta tierra, ¡hasta el punto de ser imposible olvidar la «querida Amazonia»! Esta es la experiencia de Leonardo Tadeu da Silva Oliveira, un joven salesiano en el corazón de la Amazonia.

¿Cómo surgió en tu corazón la idea de ser misionero?
Durante muchos años este deseo ha madurado dentro mío al escuchar las historias de los misioneros salesianos, sus testimonios como portadores del amor de Dios al mundo. Siempre he admirado a estos hermanos que, habiendo experimentado el amor divino en sus vidas, no podían permanecer en silencio, sino que se sentían obligados a anunciarlo a los demás para que ellos también pudieran manifestar cuánto eran amados por Dios. Entonces pedí hacer una experiencia entre los indígenas en las misiones salesianas de la Amazonia. En el 2021 empecé a vivir y trabajar como «tirocinante» en la comunidad misionera de São Gabriel da Cachoeira, en el estado de Amazonia. Fue una verdadera «escuela misionera», llena de nuevos descubrimientos y experiencias, de desafíos nunca imaginados, afrontando realidades hasta entonces totalmente desconocidas.

¿Cuáles fueron tus primeras impresiones al llegar a una tierra desconocida?
Desde el primer momento en que miré por la ventanilla del avión vi la inmensidad de la selva y los numerosos ríos. Ahí mi mente hizo «clic»: ¡estoy realmente en la Amazonia! Como he visto siempre en la televisión, la región del Amazonas es de una belleza exuberante con hermosos paisajes naturales, verdaderas obras maestras de Dios creador. Otra primera impresión muy bonita es ver a tantos hermanos y hermanas indígenas con características físicas para mí llamativas como el color de su piel, sus ojos brillantes y su pelo negro. Ver la diversidad y la riqueza cultural de la Amazonia me hace valorar nuestra historia, recordar nuestro origen como Brasil y comprender mejor quiénes somos como pueblo.

 

¿Y por qué la elección del Amazonas? ¿Qué tiene de especial para vos?
La Iglesia, incluida nuestra Congregación Salesiana, es esencialmente misionera. No obstante, en la región del Norte esto está aún más marcado porque los territorios son inmensos; el acceso, generalmente por vía fluvial, es difícil y costoso; la diversidad cultural y lingüística es enorme y hay una gran carencia de sacerdotes, religiosos y líderes laicos que puedan llevar a cabo la evangelización y ser presencia de la Iglesia en estas tierras. Por tanto, hay mucho trabajo, es un trabajo «pesado» y exigente. No se trata solamente del servicio de las visitas, la predicación, la celebración de los sacramentos (como podría pensarse de la vida misionera), sino que significa compartir la vida y el trabajo del pueblo, llevar pesadas cargas, sentir en la propia piel las privaciones, la exclusión y el abandono del pueblo por parte de los políticos; pasar horas en el camino o en el río; sentir las picaduras de los insectos; comer la comida de la gente sencilla, «sazonada» con las especias del amor, del compartir y de la acogida; escuchar las historias de los ancianos, a menudo con palabras y expresiones que no conocemos bien; tener los pies y la ropa embarrados, los coches sin calefacción; estar sin internet y, a veces, incluso sin electricidad… ¡Todo esto implica la vida misionera salesiana en la Amazonia!

Cuéntanos algo más sobre la obra salesiana donde has vivido. ¿Qué hacen los salesianos por los jóvenes de la región?
Una de las finalidades de nuestra comunidad salesiana en San Gabriel es el Oratorio y la Obra Social: está el patio salesiano de recreación, donde se realiza un trabajo directo con los jóvenes del «Gabriel» que frecuentan cada día nuestro Oratorio. Encuentran en nuestra casa un lugar para jugar, divertirse y convivir sanamente con sus amigos y compañeros. Los jóvenes de aquí aman el deporte, especialmente el fútbol que es la pasión nacional. Como la ciudad no ofrece muchas opciones de deporte y buen uso del tiempo libre, los niños están presentes en nuestro trabajo durante todo el tiempo en que estamos abiertos, y se quejan mucho cuando llega la hora de finalizar las actividades del día. Cada día pasan por nuestra obra una media de 150 a 200 jóvenes. Además, el Centro Misionero Salesiano ofrece cursos para adolescentes y jóvenes, como por ejemplo talleres de informática y panadería.

Y si un joven que tiene la experiencia de conocerlos y apreciar el carisma, expresa el deseo de hacerse salesiano, ¿hay un recorrido de formación?
Sí, desde hace algunos años nuestra comunidad también gestiona el «Centro de Formaçao Indígena» (CFI), que tiene como objetivo acoger y acompañar a los jóvenes indígenas de todas nuestras comunidades misioneras que estén dispuestos a seguir un acompañamiento vocacional y ser ayudados en la elaboración de un Proyecto de Vida. Este acompañamiento constituye la Aspiración Indígena de la Inspectoría Misionera Salesiana de Amazonia (ISMA). Además de ofrecer este itinerario formativo, el CFI ofrece cursos de portugués, salesianidad, informática y panadería, acompañamiento espiritual y psicológico e inserción gradual en la vida salesiana. Realmente es una experiencia muy valorada por ellos, ya que son los primeros pasos en el camino formativo y se realiza en el ambiente de ellos, con su gente, con el afecto y la cercanía de los salesianos y de los laicos animadores.

¿Dice que hay otras comunidades misioneras además de San Gabriel? ¿Cómo es esto? ¿Cómo funciona el trabajo misionero en Río Negro?
Nuestra comunidad de San Gabriel, por tener más conexiones y servicios, es la base y la que se encarga del enlace y la logística con las misiones nuestras que están en el interior, especialmente Maturacá (con el pueblo Yanomami) e Iauaretê (en el «triángulo tukano»). En estas realidades misioneras, no existe un comercio formal, y cuando lo hay, los precios son extremadamente altos. Por lo tanto, todas las compras de alimentos, productos de higiene, materiales para reparaciones, combustible para las embarcaciones utilizadas en las «itinerancias» (visitas pastorales a las comunidades ribereñas) y la producción de electricidad por medio de un generador, se realizan en San Gabriel, y luego son enviadas por nosotros, a través del transporte fluvial, a estas localidades. Es un trabajo manual muy intenso, porque tenemos que comprar y luego transportar mucho peso en los barcos que llevarán estos productos a nuestros hermanos para que viven y trabajan en las otras misiones. Llevamos bolsas de comida, cajas de espuma de poliestireno con carne y varias «carotes» (contenedores de plástico para transportar líquidos) de 50 litros de combustible cada una. Además de esto, nuestra casa tiene varias habitaciones, siempre disponibles y preparadas para acoger a los hermanos misioneros que están de paso en San Gabriel, ya sea que vayan o regresen de las otras misiones. Se trata de un verdadero trabajo de asistencia y creación de redes.

Y de estos «itinerarios» por los ríos, ¿recuerdas alguna experiencia fuerte?
Sí, por supuesto, en relación con las «itinerancias», una experiencia que me marcó profundamente fue la itinerancia en Maturacá. Vivimos días de profunda experiencia de encuentro con Dios a través del compartir con el otro, con los que son diferentes a nosotros, con el prójimo, porque en las comunidades del pueblo Yanomami hicimos la visita pastoral, conocida como itinerancia.

Además de la sede de la Misión Salesiana en Maturacá, visitamos otras seis comunidades (Nazaré, Cachoeirinha, Aiari, Maiá, Marvim e Inambú). Fueron días intensos y desafiantes. En primer lugar, porque cada comunidad está muy alejada de las demás y el acceso sólo es posible a través de los ríos de nuestro querido Amazonas, recorridos en una embarcación motorizada (llamada «voadeira»), bajo un sol fuerte o una lluvia intensa. En segundo lugar, son comunidades tradicionales yanomami, por lo que el choque cultural es inevitable, ya que tienen hábitos, costumbres y formas de vida completamente diferentes a las de nosotros, los no indígenas. En tercer lugar, están los desafíos prácticos, como la falta de electricidad las 24 horas del día, la ausencia de señal telefónica, la escasez en la posibilidad de elección y variedad de alimentos, la necesidad de bañarse y lavar la ropa en el río, convivir con los insectos y otros animales del bosque… Se trata de una verdadera «inmersión» antropológica y espiritual.
Celebramos la Eucaristía en todas las comunidades y numerosos bautismos en algunas de ellas, visitamos a las familias y rezamos con los niños. Ha sido una experiencia fantástica de encuentro, días especiales, días de agradecimiento, días de volver a lo más esencial de nuestra fe y de nuestra Espiritualidad Juvenil Salesiana: esto es el amor a Jesús, fruto de nuestro encuentro personal con Él, y el amor al prójimo que se manifiesta en el deseo de estar con él y de hacerse amigo suyo.

Esta extraordinaria «itinerancia» sin dudas te ha hecho aprender muchas cosas en tu vida, ¿es así?
La itinerancia es una verdadera «escuela» y nos da algunas lecciones de vida: una es el desapego, ya que mientras acumulamos más «cosas», más «pesado» se hace el viaje; vivir el presente, ya que, en medio de la Amazonia, sin acceso a los medios de información, el único contacto es con la realidad presente, la que nos rodea, la selva, el río, el cielo, la barca; otra es la gratuidad, porque afrontamos las dificultades y el cansancio sin esperar gestos de gratitud humana. Por último, la itinerancia geográfica nos lleva a una «itinerancia interior», a la conversión, al retorno a lo esencial de la vida y de la fe. Navegar por los ríos de la Amazonia es navegar hacia ríos interiores.  Estar en las misiones es estar constantemente provocados a liberarse de ideas preconcebidas y rígidas para ser más libres de amar, recibir al otro y anunciarle la alegría del Evangelio.

Una lección muy especial que aprendo cada día en las misiones es que para ser un buen misionero debo ser alguien profundamente marcado y tocado por el amor misericordioso de Dios, y sólo a partir de esta experiencia puedo estar dispuesto a «llevar» y «mostrar» a todas partes cómo Dios nos ama y puede transformar toda la vida. También aprendo que, siendo misionero, tomo y muestro este amor, antes que nada, con mi propia vida entregada a la misión. Sin decir una palabra, por el simple hecho de dejar mis orígenes y abrazar nuevas culturas, puedo revelar que el amor de Dios vale mucho más que todas las cosas que consideramos valiosas en nuestras vidas. Por eso, la vida del misionero es de por sí, su primer y mayor testimonio y proclamación.

Has vivido esta experiencia misionera, pero ¿se podría decir que también tú has sido evangelizado? En su corazón, ¿qué le ha dado más satisfacciones?
Finalmente, estando en San Gabriel, el municipio más indígena de Brasil, «hogar» de 23 grupos étnicos, multiculturales y multilingües, me doy cuenta cada día de que, al llamarnos a ser misioneros, Dios nos invita a dejarnos encantar por la belleza y el misterio que es cada persona y cada cultura de nuestro mundo. Por eso, a ejemplo del Maestro Jesús, misionero del Padre, estamos llamados a «vaciarnos» de todo para «llenarnos» de las bellezas y maravillas presentes en cada rincón de la tierra y asociarlas a la preciosidad del Evangelio. Esta fue una de las experiencias más profundas para mí.

Finalmente creo que la satisfacción viene de las sonrisas y los gritos de nuestros niños y niñas jugando, corriendo, saltando, lanzando una pelota, contando sus chistes; viene de las miradas curiosas y brillantes de los hombres y mujeres del bosque; la alegría viene de contemplar la belleza de la naturaleza, la generosidad de la gente y la perseverancia de los cristianos que, a veces, permanecen durante meses sin la presencia de un sacerdote, pero que miran y tocan con amor y devoción los piececitos de la pequeña imagen de la Virgen o la cruz del altar. En las misiones salesianas de Río Negro se aprende a vivir sin excesos, a valorar la sencillez y a alegrarse de las pequeñas cosas de la vida. Aquí todo se convierte en fiesta, baile, música, celebración, fe… Aquí se vive en la misma pobreza y sencillez que en los inicios de Valdocco, donde vivieron y se santificaron Don Bosco, Mamá Margarita, el adolescente Domingo Savio, el Padre Miguel Rúa, y tantos otros. ¡Estar en la Amazonia ciertamente nos enriquece como personas, como cristianos y como salesianos de Don Bosco!

Entrevista del P. Gabriel ROMERO al joven salesiano Leonardo Tadeu DA SILVA OLIVEIRA, de la Inspectoría de São João Bosco, con sede en Belo Horizonte, Minas Gerais, Brasil.

Galería de fotos de la Amazonia

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Por Editor BSOL

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