La misión no tiene fronteras: de Timor Oriental a Japón
Los Salesianos llegaron a Japón en 1927 y, gracias al compromiso de muchos misioneros, como el venerable Vincenzo Cimatti, comenzaron a difundir el carisma salesiano en el País del Sol Naciente. Los hermanos locales, junto con misioneros de otras partes del mundo, llevan adelante la misión salesiana, ocupándose también de algunas comunidades migrantes.
La Inspectoría de Japón (GIA) cuenta con 70 Salesianos en nueve presencias distribuidas en las islas de Honshū y Kyūshū. Diversas son las formas de apostolado que se llevan a cabo en el país, como escuelas, parroquias, oratorios, obras sociales, junto con las casas de formación salesiana. Un campo pastoral interesante es la misión con algunas comunidades migrantes presentes en el territorio. De esto hablamos con el padre Ambrósio Lucas da Silva, sacerdote salesiano proveniente de Timor Oriental.
El padre Ambrósio tiene 40 años, es timorense y proviene de una familia que él define como «sencilla», con siete hermanos. Desde su infancia tuvo contacto con los Salesianos, principalmente gracias a la misa dominical que los misioneros salesianos celebraban en su pueblo. Además de la parroquia, también la educación se llevó a cabo en las escuelas gestionadas por los Salesianos. Pero el verdadero encuentro ocurrió en 2003, durante la profesión perpetua de un salesiano en la ciudad de Fatumaca, lo que le abrió el corazón a un camino de discernimiento, gracias a la ayuda y el acompañamiento de un joven salesiano en formación, hasta el descubrimiento de la voluntad de Dios en su vida.
Después de la primera fase de discernimiento, el padre Ambrósio realizó su noviciado en Fatumaca, profesando como salesiano el 24 de julio de 2005. Durante el período de formación inicial viajó mucho: primero los estudios de filosofía en Indonesia, en Yakarta, luego nuevamente a Timor Oriental para el tirocinio y, finalmente, en Filipinas, en Parañaque, para la teología. Y precisamente en el año en que la iglesia local de Timor Oriental celebraba los 500 años de evangelización, en el 200 aniversario del nacimiento de Don Bosco, el padre Ambrósio fue ordenado sacerdote en 2015, en Dili, la capital.
La presencia salesiana en Timor Oriental es contemporánea a la de Japón y cuenta con un buen fervor vocacional para la vida salesiana. Dedicada al mártir San Calixto Caravario, la Visitaduría cuenta con más de 200 hermanos y muchos jóvenes que han seguido la llamada a ser misioneros en los últimos años. Además del idioma local tetum, el portugués es el idioma oficial, dada la dominación de Portugal hasta 1975, pero también el indonesio y el inglés son conocidos y muy útiles a nivel laboral.
Inmediatamente después de su ordenación sacerdotal, el padre Ambrósio fue enviado a realizar una misión particular fuera de su país: por un breve período de 3 años debía ir a Japón para ocuparse de la comunidad de migrantes brasileños, muy presentes en el país. Hace más de cien años, un gran número de japoneses emigraron a Brasil en busca de trabajo; hoy, muchos de sus descendientes llegan a Japón con sus familias. Según el acuerdo firmado por el cardenal Virgilio do Carmo y el obispo Mario Yamanouchi, quienes eran los superiores respectivamente de la Visitaduría de Timor Oriental y de la Inspectoría de Japón, comenzó este viaje misionero para el padre Ambrosio en el invierno de 2016.
No fue nada fácil: «Al comienzo del primer período de contrato, tuve que luchar con el frío extremo y con los idiomas, tanto el japonés como el portugués. Vivir como misionero en Japón para los migrantes no es fácil. Se trata diariamente con personas diferentes, no solo por el idioma, sino también por el carácter, los tiempos y la forma de celebrar su fe», nos confiesa el padre Ambrósio.
A pesar de los desafíos, gracias sobre todo a la asistencia y el apoyo constantes de los salesianos y del Inspector local, se logró la integración, después de un período de estudio de los idiomas y las culturas japonesa y brasileña. Han pasado casi diez años y continúa su trabajo como sacerdote colaborador en una parroquia salesiana de Hamamatsu y como moderador espiritual (7 parroquias y 2 capillas) para los migrantes brasileños en la prefectura de Shizuoka, en la diócesis de Yokohama: «Doy gracias a Dios por esta hermosa y enriquecedora experiencia pastoral, especialmente con los migrantes».
La evangelización en Japón no es fácil, pero la Iglesia sigue buscando la manera de proclamar el Evangelio. En el pasado, los misioneros tuvieron éxito a través de las escuelas, lugar de encuentro de muchos jóvenes, pero lamentablemente, a excepción de algunas, han perdido su carácter misionero, permaneciendo como centros importantes para la cultura y la educación. Por esta razón, después del gran terremoto que azotó el este de Japón en marzo de 2011, la Iglesia dio prioridad al testimonio del Evangelio de manera visible y explícita a través de las obras de misericordia, con la esperanza de que muchas personas tocadas por el espíritu del Evangelio pudieran ser efectivamente conducidas a la Iglesia.
El instrumento de evangelización más potente hoy son los migrantes católicos, tanto familias (descendientes o casados con japoneses) como jóvenes que han venido a vivir a Japón. La población católica en Japón ha cambiado significativamente en las últimas décadas. La afluencia de católicos extranjeros está cambiando el rostro de la Iglesia en Japón, con algunas diócesis que ahora tienen una mayoría de miembros extranjeros. Según el arzobispo de Tokio, el cardenal Kikuchi, respondiendo a la Catholic News Agency, una tarea importante a priorizar es alentar a los ciudadanos extranjeros que se han establecido en Japón a tomar conciencia de su vocación misionera como católicos.
Feliz con este ministerio particular y exigente, el padre Ambrósio se muestra esperanzado en el futuro de la Iglesia, que no puede prescindir de la contribución de los migrantes: «Conscientes de la escasez de vocaciones, esperamos que surjan nuevas vocaciones también de algunas familias de migrantes».
Marco Fulgaro