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El voluntariado misionero representa una experiencia que transforma profundamente la vida de los jóvenes. En México, la Inspectoría Salesiana de Guadalajara ha desarrollado durante décadas un camino orgánico de Voluntariado Misionero Salesiano (VMS) que sigue impactando de manera duradera en el corazón de muchos chicos y chicas. Gracias a las reflexiones de Margarita Aguilar, coordinadora del voluntariado misionero en Guadalajara, compartiremos el recorrido sobre los orígenes, la evolución, las fases de formación y las motivaciones que impulsan a los jóvenes a comprometerse para servir a las comunidades en México.
Orígenes
El voluntariado, entendido como compromiso a favor de los demás nacido de la necesidad de ayudar al prójimo tanto en el plano social como espiritual, se fortaleció con el tiempo con la contribución de gobiernos y ONG para sensibilizar sobre temas de salud, educación, religión, medio ambiente y más. En la Congregación Salesiana, el espíritu voluntario está presente desde sus orígenes: Mamá Margarita, junto a Don Bosco, fue una de las primeras “voluntarias” en el Oratorio, dedicándose a la asistencia de los jóvenes para cumplir la voluntad de Dios y contribuir a la salvación de sus almas. Ya el Capítulo General XXII (1984) comenzó a hablar explícitamente de voluntariado, y los capítulos siguientes insistieron en este compromiso como una dimensión inseparable de la misión salesiana.
En México, los Salesianos están divididos en dos Inspectorías: Ciudad de México (MEM) y Guadalajara (MEG). Es precisamente en esta última que, desde mediados de los años ochenta, se estructuró un proyecto de voluntariado juvenil. La Inspectoría de Guadalajara, fundada hace 62 años, ofrece desde hace casi 40 años la posibilidad a jóvenes deseosos de experimentar el carisma salesiano de dedicar un período de vida al servicio de las comunidades, especialmente en zonas fronterizas.
El 24 de octubre de 1987, el inspector envió un grupo de cuatro jóvenes junto con salesianos a la ciudad de Tijuana, en una zona fronteriza en fuerte expansión salesiana. Fue el inicio del Voluntariado Juvenil Salesiano (VJS), que se desarrolló gradualmente y se organizó de manera cada vez más estructurada.
El objetivo inicial se proponía a jóvenes de aproximadamente 20 años, dispuestos a dedicar de uno a dos años para construir los primeros oratorios en las comunidades de Tijuana, Ciudad Juárez, Los Mochis y otras localidades del norte. Muchos recuerdan los primeros días: pala y martillo en mano, convivencia en casas sencillas con otros voluntarios, tardes pasadas con niños, adolescentes y jóvenes del barrio jugando en el terreno donde surgiría el oratorio. A veces faltaba el techo, pero no faltaban la alegría, el sentido de familia y el encuentro con la Eucaristía.
Aquellas primeras comunidades de salesianos y voluntarios llevaron en sus corazones el amor a Dios, a María Auxiliadora y a Don Bosco, manifestando espíritu pionero, ardor misionero y cuidado total por los demás.
Evolución
Con el crecimiento de la Inspectoría y de la Pastoral Juvenil, surgió la necesidad de itinerarios formativos claros para los voluntarios. La organización se fortaleció a través de:
Cuestionario de candidatura: cada aspirante a voluntario completaba una ficha y respondía a un cuestionario que delineaba sus características humanas, espirituales y salesianas, iniciando el proceso de crecimiento personal.
Curso de formación inicial: talleres teatrales, juegos y dinámicas de grupo, catequesis y herramientas prácticas para las actividades en campo. Antes de la partida, los voluntarios se reunían para concluir la formación y recibir el envío a las comunidades salesianas.
Acompañamiento espiritual: se invitaba al candidato a ser acompañado por un salesiano en su comunidad de origen. Por un tiempo, la preparación se realizó junto con aspirantes salesianos, fortaleciendo el aspecto vocacional, aunque luego esta práctica sufrió modificaciones según la animación vocacional de la Inspectoría.
Encuentro inspectorial anual: cada diciembre, cerca del Día Internacional del Voluntario (5 de diciembre), los voluntarios se reúnen para evaluar la experiencia, reflexionar sobre el camino de cada uno y consolidar los procesos de acompañamiento.
Visitas a las comunidades: el equipo de coordinación visita regularmente las comunidades donde operan los voluntarios, para apoyar no solo a los jóvenes, sino también a salesianos y laicos de la comunidad educativa-pastoral, fortaleciendo las redes de apoyo.
Proyecto de vida personal: cada candidato elabora, con la ayuda del acompañante espiritual, un proyecto de vida que ayude a integrar la dimensión humana, cristiana, salesiana, vocacional y misionera. Se prevé un período mínimo de seis meses de preparación, con momentos en línea dedicados a las diversas dimensiones.
Involucramiento de las familias: encuentros informativos con los padres sobre los procesos del VJS, para hacer comprender el camino y fortalecer el apoyo familiar.
Formación continua durante la experiencia: cada mes se aborda una dimensión (humana, espiritual, apostólica, etc.) mediante materiales de lectura, reflexión y trabajo de profundización en curso.
Post-voluntariado: tras la conclusión de la experiencia, se organiza un encuentro de cierre para evaluar la experiencia, planificar los pasos siguientes y acompañar al voluntario en la reinserción en la comunidad de origen y en la familia, con fases presenciales y en línea.
Nuevas etapas y renovaciones
Recientemente, la experiencia ha adoptado el nombre de Voluntariado Misionero Salesiano (VMS), en línea con el énfasis de la Congregación en la dimensión espiritual y misionera. Algunas novedades introducidas:
Pre-voluntariado breve: durante las vacaciones escolares (diciembre-enero, Semana Santa y Pascua, y especialmente verano) los jóvenes pueden experimentar por períodos cortos la vida en comunidad y el compromiso de servicio, para tener un primer “aperitivo” de la experiencia.
Formación para la experiencia internacional: se ha establecido un proceso específico para preparar a los voluntarios a vivir la experiencia fuera de las fronteras nacionales.
Mayor énfasis en el acompañamiento espiritual: no solo “enviar a trabajar”, sino poner en el centro el encuentro con Dios, para que el voluntario descubra su propia vocación y misión.
Como subraya Margarita Aguilar, coordinadora del VMS en Guadalajara: “Un voluntario necesita tener las manos vacías para poder abrazar su misión con fe y esperanza en Dios.”
Motivaciones de los jóvenes
En la base de la experiencia VMS siempre está la pregunta: “¿Cuál es tu motivación para ser voluntario?”. Se pueden identificar tres grupos principales:
Motivación operativa/práctica: quienes creen que realizarán actividades concretas relacionadas con sus competencias (enseñar en una escuela, servir en un comedor, animar un oratorio). A menudo descubren que el voluntariado no es solo trabajo manual o didáctico y pueden sentirse decepcionados si esperaban una experiencia meramente instrumental.
Motivación ligada al carisma salesiano: exusuarios de obras salesianas que desean profundizar y vivir más intensamente el carisma, imaginando una experiencia intensa como un largo encuentro festivo del Movimiento Juvenil Salesiano, pero por un período prolongado.
Motivación espiritual: quienes desean compartir su experiencia de Dios y descubrirlo en los demás. A veces, sin embargo, esta “fidelidad” está condicionada por expectativas (por ejemplo, “sí, pero solo en esta comunidad” o “sí, pero si puedo volver para un evento familiar”), y es necesario ayudar al voluntario a madurar un “sí” libre y generoso.
Tres elementos clave del VMS
La experiencia de Voluntariado Misionero Salesiano se articula en tres dimensiones fundamentales:
Vida espiritual: Dios es el centro. Sin oración, sacramentos y escucha del Espíritu, la experiencia corre el riesgo de reducirse a un simple compromiso operativo, agotando al voluntario hasta el abandono.
Vida comunitaria: la comunión con los salesianos y con los demás miembros de la comunidad fortalece la presencia del voluntario entre niños, adolescentes y jóvenes. Sin comunidad no hay apoyo en los momentos difíciles ni contexto para crecer juntos.
Vida apostólica: el testimonio alegre y la presencia afectiva entre los jóvenes evangeliza más que cualquier actividad formal. No se trata solo de “hacer”, sino de “ser” sal y luz en el día a día.
Para vivir plenamente estas tres dimensiones, se necesita un camino de formación integral que acompañe al voluntario desde el inicio hasta el final, abrazando cada aspecto de la persona (humano, espiritual, vocacional) según la pedagogía salesiana y el mandato misionero.
El papel de la comunidad de acogida
El voluntario, para ser un instrumento auténtico de evangelización, necesita una comunidad que lo apoye, sea ejemplo y guía. De igual manera, la comunidad acoge al voluntario para integrarlo, apoyándolo en los momentos de fragilidad y ayudándolo a liberarse de ataduras que dificultan la entrega total. Como destaca Margarita: “Dios nos ha llamado a ser sal y luz de la Tierra y muchos de nuestros voluntarios han encontrado el valor de tomar un avión dejando atrás a la familia, los amigos, la cultura, su forma de vivir para elegir este estilo de vida centrado en ser misioneros.”
La comunidad ofrece espacios de diálogo, oración común, acompañamiento práctico y emocional, para que el voluntario pueda mantenerse firme en su elección y dar frutos en el servicio.
La historia del voluntariado misionero salesiano en Guadalajara es un ejemplo de cómo una experiencia puede crecer, estructurarse y renovarse aprendiendo de los errores y los éxitos. Poniendo siempre en el centro la motivación profunda del joven, la dimensión espiritual y comunitaria, se ofrece un camino capaz de transformar no solo las realidades servidas, sino también la vida de los propios voluntarios.
Nos dice Margarita Aguilar: “Un voluntario necesita tener las manos vacías para poder abrazar su misión con fe y esperanza en Dios.”
Agradecemos a Margarita por sus valiosas reflexiones: su testimonio nos recuerda que el voluntariado misionero no es un mero servicio, sino un camino de fe y crecimiento que toca la vida de los jóvenes y las comunidades, renovando la esperanza y el deseo de entregarse por amor a Dios y al prójimo.