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(continuación del artículo anterior)
Recuerdo de la función para la 1ª piedra angular de la iglesia dedicada a María Auxiliadora el 27 de abril de 1865.
FILOTICO, BENVENUTO, CRATIPPO Y TEODORO.
Filot. Hermosa fiesta es este día.
Crat. Hermosa fiesta; llevo muchos años en este Oratorio, pero nunca he visto una fiesta semejante, y será difícil que en el futuro tengamos una parecida.
Benv. Me presento ante vosotros, queridos amigos, lleno de asombro: no puedo darme razón.
Filot. ¿De qué?
Benv. No puedo darme razón de lo que he visto.
Teod. ¿Quién eres, de dónde vienes, qué has visto?
Benv. Soy extranjero, y dejé mi patria para unirme a la Juventud del Oratorio de San Francisco de Sales. Apenas llegué a Turín, pedí que me trajeran aquí, pero apenas entré, vi coches regiamente amueblados, caballos, mozos y cocheros todos decorados con gran magnificencia. ¿Es posible, me dije, que ésta sea la casa a la que yo, pobre huérfano, he venido a vivir? Entro entonces en el recinto del Oratorio, veo una multitud de jóvenes gritando embriagados de alegría y casi frenéticos: Viva, gloria, triunfo, buena voluntad de todos y todas. – Miro hacia el campanario y veo una pequeña campana que se agita en todas direcciones para producir con cada esfuerzo un tañido armonioso. – En el patio, música de aquí, música de allá: los que corren, los que saltan, los que cantan, los que tocan. ¿Qué es todo esto?
Filot. Aquí en dos palabras está la razón. Hoy se ha bendecido la primera piedra de nuestra nueva iglesia. Su Alteza el Príncipe Amadeo se dignó venir a poner la primera cal sobre ella; Su Excelencia el Obispo de Susa vino a celebrar el oficio religioso; los demás son una hueste de nobles personajes y distinguidos bienhechores nuestros, que vinieron a presentar sus respetos al Hijo del Rey, y al mismo tiempo hacer más majestuosa la solemnidad de este hermoso día.
Benv. Ahora comprendo el motivo de tanta alegría; y tenéis buenas razones para celebrar una gran fiesta. Pero, si me permitís una observación, me parece que os habéis equivocado en lo esencial. En un día tan solemne, para dar la debida bienvenida a tanta gente distinguida, al Augusto Hijo de nuestra Soberana, deberíais haber preparado grandes cosas. Deberías haber construido arcos triunfales, cubierto las calles de flores, adornado cada esquina con rosas, adornado cada pared con elegantes alfombras, con mil cosas más.
Teod. Tienes razón, querido Benvenuto, tienes razón, éste era nuestro deseo común. Pero, ¿qué queréis? Pobres jóvenes como somos, nos lo impidió no la voluntad, que es grande en nosotros, sino nuestra absoluta impotencia.
Filot. Para recibir dignamente a nuestro amado Príncipe, hace unos días nos reunimos todos para discutir lo que debía hacerse en un día tan solemne. Uno dijo: Si yo tuviera un reino, se lo ofrecería, pues es verdaderamente digno de él. Excelente, replicaron todos; pero, pobres, no tenemos nada. Ah, añadieron mis compañeros, si no tenemos reino que ofrecerle, al menos podemos hacerle Rey del Oratorio de San Francisco de Sales. ¡Dichosos nosotros! exclamaron todos, entonces cesaría la miseria entre nosotros y habría una fiesta eterna. Un tercero, viendo que las propuestas de los otros eran infundadas, concluyó que podíamos hacerle rey de nuestros corazones, dueño de nuestro afecto; y puesto que varios de nuestros compañeros están ya bajo su mando en la milicia, ofrecerle nuestra fidelidad, nuestra solicitud, por si llegaba el momento en que debíamos servir en el regimiento que él dirige.
Benv. ¿Qué respondieron vuestros compañeros?
Filot. Todos acogieron ese proyecto con alegría. En cuanto a los preparativos de la recepción, fuimos unánimes: Estos señores ya ven grandes cosas, cosas magníficas, cosas majestuosas en casa, y sabrán dar benigna piedad a nuestra impotencia; y tenemos motivos para esperar tanto de la generosidad y bondad de sus corazones.
Benv. Bravo, has dicho bien.
Teod. Muy bien, apruebo lo que dices. Pero mientras tanto, ¿no debemos al menos mostrarles de algún modo nuestra gratitud, y dirigirles algunas palabras de agradecimiento?
Benv. Sí, queridos míos, pero antes quisiera que satisficierais mi curiosidad acerca de varias cosas relativas a los Oratorios y a las cosas que en ellos se hacen.
Filot. Pero haremos que estos queridos Benefactores ejerciten demasiado su paciencia.
Benv: Creo que esto también será de su agrado. Pues como fueron y siguen siendo nuestros distinguidos Benefactores, escucharán con agrado al objeto de su beneficencia.
Filot. No puedo hacer tanto, porque hace apenas un año que estoy aquí. Quizá Cratippus, que es de los mayores, pueda satisfacernos; ¿no es así, Cratippus?
Crat. Si juzgáis que soy capaz de tanto, con mucho gusto me esforzaré por satisfaceros. – Diré en primer lugar que los Oratorios en su origen (1841) no eran más que reuniones de jóvenes, en su mayoría extranjeros, que acudían los días de fiesta a lugares concretos para ser instruidos en el Catecismo. Cuando se dispuso de locales más adecuados, entonces los Oratorios (1844) se convirtieron en lugares donde los jóvenes se reunían para un recreo agradable y honesto después de cumplir con sus deberes religiosos. Así que jugar, reír, saltar, correr, cantar, tocar la trompeta, tocar el tambor era nuestro entretenimiento. – Un poco más tarde (1846) se añadió la escuela dominical, luego (1847) las escuelas nocturnas. – El primer oratorio es el que está donde estamos ahora, llamado San Francisco de Sales. Después se abrió otro en Porta Nuova; más tarde otro en Vanchiglia, y unos años después el de San José en San Salvano.
Benv. Me cuentas la historia de los Oratorios festivos, y me gusta mucho; pero me gustaría saber algo sobre esta casa. ¿De qué condición son recibidos los jóvenes en esta casa? ¿En qué se ocupan?
Crat. Puedo satisfacerle. Entre los jóvenes que asisten a los Oratorios, y también de otros países, hay algunos que, o por estar totalmente abandonados, o por ser pobres o carecer de los bienes de fortuna, les aguardaría un triste porvenir, si una mano benévola no se asiera al querido corazón de su padre, y los acogiera, y no les proporcionara lo necesario para la vida.
Benv. Por lo que me dices, parece que esta casa está destinada a jóvenes pobres, y mientras tanto os veo a todos tan bien vestidos que me parecéis otras tantas señoritas.
Crat. Verás, Benvenuto, en previsión de la extraordinaria fiesta que hoy celebraremos, cada cual sacó lo que tenía o podía tener más hermoso, y así podemos hacer, si no majestuosas, al menos compatibles apariencias.
Benv. ¿Sois muchos en esta casa?
Crat. Somos unos ochocientos.
Benv. ¡Ochocientos! ¡Ochocientos! ¿Y cómo vamos a satisfacer el apetito de tantos destructores de paja?
Crat. Eso no es asunto nuestro; el panadero se encargará de ello.
Benv. ¿Pero cómo hacer frente a los gastos necesarios?
Crat. Echa un vistazo a todas estas personas que amablemente nos escuchan, y sabrás quiénes y cómo se proveen de lo necesario para comer, vestirse y otras cosas que son necesarias para este fin.
Benv. ¡Pero la cifra de ochocientos me asombra! ¡En qué pueden estar ocupados todos estos jóvenes, día y noche!
Crat. Es muy fácil ocuparlos por la noche. Cada uno duerme lo suyo en la cama y permanece en disciplina, orden y silencio hasta la mañana.
Benv. Pero tú disimulas.
Crat. Digo esto para compensar el ocultamiento que me propusiste. Si quieres saber cuáles son nuestras ocupaciones diarias, te lo diré en pocas palabras. Se dividen en dos grandes categorías: la de los Artesanos y la de los Estudiantes. – Los Artesanos se aplican a los oficios de sastres, zapateros, ferreteros, carpinteros, encuadernadores, compositores, impresores, músicos y pintores. Por ejemplo, estas litografías, estas pinturas son obra de nuestros camaradas. Este libro se imprimió aquí y se encuadernó en nuestro taller.
En general, pues, todos son estudiantes, porque todos tienen que asistir a la escuela nocturna, pero los que demuestran más ingenio y mejor conducta suelen ser aplicados exclusivamente a sus estudios por nuestros superiores. Por eso tenemos el consuelo de contar entre nuestros compañeros con algunos médicos, algunos notarios, algunos abogados, maestros, profesores e incluso párrocos.
Benv. ¿Y toda esta música proviene de los jóvenes de esta casa?
Crat. Sí, los jóvenes que acaban de cantar o de tocar son jóvenes de esta casa; en efecto, la composición musical misma es casi toda obra del Oratorio; porque todos los días a una hora determinada hay una escuela especial, y cada uno, además de un oficio o de un estudio literario, puede avanzar en la ciencia de la música.
Por esta razón tenemos el placer de contar con varios camaradas nuestros que ejercen luminosos oficios civiles y militares para la ciencia literaria, mientras que no pocos están destinados a la música en diversos regimientos, en la Guardia Nacional, en el mismo Regimiento de S.S. el Príncipe Amadeus.
Benv: Esto me agrada mucho; para que aquellos jóvenes que han surgido del genio perspicaz de la naturaleza puedan cultivarlo, y no se vean obligados por la indigencia a dejarlo ocioso, o a hacer cosas contrarias a sus inclinaciones. – Pero decidme una cosa más: al entrar aquí he visto una hermosa y lograda iglesia, y me habéis dicho que se va a construir otra: ¿qué necesidad teníais de eso?
Crat. La razón es muy sencilla. La iglesia que hemos estado utilizando hasta ahora estaba destinada especialmente a los jóvenes de fuera que venían los días de fiesta. Pero debido al número cada vez mayor de jóvenes acogidos, la iglesia se quedó pequeña y los forasteros quedaron casi totalmente excluidos. Así que podemos calcular que no cabía ni un tercio de los jóvenes que acudían. – ¡Cuántas veces tuvimos que rechazar a muchedumbres de jóvenes y permitirles ir a mendigar a las plazas por la única razón de que no había más sitio en la iglesia!
Hay que añadir que desde la iglesia parroquial de Borgo Dora hasta San Donato hay una multitud de casas, y muchos miles de habitantes, en medio de los cuales no hay ni iglesia, ni capilla, ni poco o mucho espacio: ni para los niños, ni para los adultos que asistirían. Se necesitaba, pues, una iglesia lo suficientemente espaciosa para acoger a los niños, y que también ofreciera espacio para los adultos. La construcción de la iglesia que constituye el objeto de nuestra fiesta tiende a satisfacer esta necesidad pública y grave.
Benv. Las cosas así expuestas me dan una idea justa de los Oratorios y del objeto de la iglesia, y creo que esto es también del agrado de estos Señores, que saben así dónde termina su caridad. Lamento mucho, sin embargo, no ser un orador elocuente ni un poeta de talento para improvisar un espléndido discurso o un sublime poema sobre lo que me habéis contado con alguna expresión de gratitud y agradecimiento a estos Señores.
Teod. Yo también quisiera hacer lo mismo, pero apenas sé que en poesía la longitud de los versos debe ser igual y no más; por eso en nombre de mis compañeros y de nuestros amados Superiores sólo diré a S.S. el Príncipe Amadeus y a todos los demás Caballeros que nos hemos deleitado con esta hermosa fiesta; que haremos una inscripción en letras de oro en la que diremos:
¡Viva eternamente este día!
Primero el sol desde el Ocaso
Volverá a su Oriente
Cada río a su fuente
Antes volverá,
Borremos de nuestros corazones
Este día que entre los más bellos
Entre nosotros siempre será.
A vos en particular, Alteza Real, os digo que os tenemos gran afecto, y que nos habéis hecho un gran favor viniendo a visitarnos, y que siempre que tengamos la dicha de veros en la ciudad o en otra parte, o de oír hablar de vos, será para nosotros objeto de gloria, de honor y de verdadero placer. Sin embargo, antes de que nos hable, permítame que, en nombre de mis queridos Superiores y de mis queridos compañeros, le pida un favor, y es que se digne venir a vernos en otras ocasiones para renovar la alegría de este hermoso día. Usted, pues, Excelencia, continúe con la paternal benevolencia que nos ha demostrado hasta ahora. Usted, señor Alcalde, que de tantas maneras ha tomado parte en nuestro bien, continúe protegiéndonos, y procúrenos el favor de que la calle del Cottolengo sea rectificada frente a la nueva iglesia; y le aseguramos que le redoblaremos nuestra profunda gratitud. Usted, señor Cura, dígnese considerarnos siempre no sólo como feligreses, sino como queridos hijos que reconocerán siempre en usted a un padre tierno y benévolo. Os recomendamos a todos que sigáis siendo, como hasta ahora, insignes bienhechores, especialmente para completar el santo edificio objeto de la solemnidad de hoy. Ya ha comenzado, ya se eleva sobre la tierra, y por eso él mismo tiende su mano a los caritativos para que lo lleven a término. Finalmente, mientras os aseguramos que el recuerdo de este hermoso día permanecerá agradecido e imborrable en nuestros corazones, rogamos unánimemente a la Reina del cielo, a quien está dedicado el nuevo templo, que os obtenga del Dador de todos los bienes larga vida y días felices.