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San Juan Bosco tuvo una profunda devoción hacia María Auxiliadora, una devoción que tiene sus raíces en las numerosas experiencias de su intervención maternal, que comenzaron cuando solo tenía 9 años. Esta verdadera devoción no podía permanecer solo en el ámbito personal, y así Don Bosco sintió la necesidad de compartirla con los demás. En 1869 fundó la Asociación de María Auxiliadora (ADMA), que aún hoy continúa siendo una realidad espiritual vibrante. Cada 5-6 años, la asociación organiza Congresos internacionales en honor a María Auxiliadora. El último, el IX Congreso, se celebró en Fátima, Portugal, del 29 de agosto al 1 de septiembre 2024. Presentamos la intervención final del Vicario del Rector Mayor, don Stefano Martoglio.
Tomo la palabra con gusto en este Congreso Mariano, después de lo que hemos escuchado y vivido para reafirmar un acto de entrega personal e institucional, según el corazón de Don Bosco y la Fe de la Iglesia. Cerraremos estos días con uno de los aspectos espirituales que Don Bosco percibe y vive como importante a nivel personal y cualificante para su obra: la devoción mariana. Nos encomendamos a las manos maternales de María. Aquí ahora, en este lugar Santo de la presencia de María; a ella le pedimos que haga fecundos en la vida lo que hemos vivido, orado y escuchado aquí. Por lo tanto, lo que quiero decir, después de lo que hemos escuchado y vivido, es hacer memoria, comenzando desde el principio. Hacer memoria es importante: significa reconocer que esto no es nuestro, nos ha sido confiado, y que debemos entregarlo a otras generaciones. Con mucha simplicidad, quiero decir a mí mismo y a cada uno de nosotros algunos aspectos centrales de la Presencia de María en don Bosco, de su devoción y la nuestra.
1. María en los escritos de don Bosco, comencemos desde el principio.
La mujer “de majestuoso aspecto, vestida con un manto, que resplandecía por todas partes”, descrita en el sueño de los nueve años que tanto hemos meditado y pensado en este Bicentenario de este Sueño, es la Madonna querida por la tradición popular y la devoción común. De ella, Don Bosco subraya sobre todo la amabilidad maternal. Esta representación es la más acorde a su alma, que lo acompañará hasta el último aliento de vida.
En las Memorias del Oratorio se mencionan muchos de los aspectos y devociones típicas de la religiosidad popular: rosario en familia, Angelus, novenas y triduos, invocaciones y jaculatorias, consagraciones, visitas a altares y santuarios, fiestas marianas (Maternidad, Nombre de María, Madonna del Rosario, Dolorosa, Consoladora, Inmaculada, Madonna de las gracias…). Atención: cuando decimos aspectos típicos de la religiosidad popular, no decimos algo fácil ni “automático”. La religiosidad popular es la quintaesencia, el destilado, de la experiencia de siglos que nos es traída como un don; de la cual debemos apropiarnos.
Durante el período de estudios en Chieri, aparecen más elementos que conectan la devoción mariana con las elecciones espirituales del joven Bosco, sobre todo la maduración vocacional y el fortalecimiento de las virtudes que forman al buen seminarista. La Madonna del seminario es la Inmaculada (en todos los seminarios piemonteses, y en aquellos influenciados por la tradición lazarista, la capilla está dedicada a la Inmaculada desde el siglo XVII).
Este, precisamente, es el aspecto que caracteriza la piedad mariana del joven don Bosco (formado en la escuela de San Alfonso): la verdadera devoción, que se expresa sobre todo en una vida virtuosa, garantiza el patrocinio más poderoso que se pueda tener en vida y en muerte.
Lo escribirá también en El joven provisto en 1847: “Si sois sus devotos, además de colmaros de bendiciones en este mundo, tendréis el paraíso en la otra vida”.
Pero es sobre todo en el librito El mes de mayo consagrado a María SS. Inmaculada para uso del pueblo (1858), que el santo enmarca explícitamente y de manera insistente la devoción mariana popular y juvenil en un contexto orientado a un compromiso serio y concreto de vida cristiana vivida con fervor y amor.
“Tres cosas que deben practicarse durante todo el mes: 1. Hacer todo lo posible para no cometer ningún pecado durante este mes: que sea todo consagrado a María. 2. Preocuparse mucho por el cumplimiento de los deberes espirituales y temporales de nuestro estado… 3. Invitar a nuestros parientes y amigos y a todos aquellos que dependen de nosotros a participar en las prácticas de piedad que se realizan en honor de María durante el mes”.
El otro tema, heredado de toda una tradición devota, es la conexión entre la devoción mariana y la salvación eterna: “Ya que el más bello ornamento del cristianismo es la Madre del Salvador, María Santísima, así a Vos me dirijo, oh clementísima Virgen María, estoy seguro de adquirir la gracia de Dios, el derecho al Paraíso, de recuperar, en resumen, mi dignidad perdida, si Vos oráis por mí: Auxilium christianorum, ora pro nobis”. Don Bosco está convencido de que María interviene como abogada eficaz y mediadora poderosa ante Dios.
Diez años más tarde (1868), para la inauguración de la iglesia de María Auxiliadora, el santo escribe y difunde un folleto titulado Maravillas de la Madre de Dios invocada bajo el título de María Auxiliadora. En esta obrita se subraya la dimensión eclesial, sobre la cual se va abriendo cada vez más la mirada de Don Bosco y se orientan sus preocupaciones misioneras y educativas.
Los títulos de Inmaculada y de Auxiliadora en el contexto eclesial de la época evocan luchas y triunfos, el “gran enfrentamiento” entre la Iglesia y la sociedad liberal. Se hace una lectura religiosa de los eventos políticos y sociales, en la línea de la reacción católica a la incredulidad, al liberalismo, a la descristianización.
Sin embargo, Don Bosco, para sus chicos y sus salesianos, continúa subrayando predominantemente la dimensión ascético-espiritual y apostólica de la piedad mariana. De hecho, la práctica del mes de María y de las diversas devociones busca determinar en los jóvenes la decisión de un mayor compromiso en su deber, de ejercer las virtudes, de un ardor ascético (mortificaciones en honor de María), de una caridad operativa y de una generosa acción de apostolado entre los compañeros. Es decir, Don Bosco tiende a asignar a la Inmaculada y a la Auxiliadora un papel determinante en la obra educativa y formativa y a valorar, en el clima del fervor mariano de la época, ejercicios virtuosos y prácticas devotas para llevar una vida de purificación del pecado y del apego a él y de creciente totalidad de donación de sí a Dios.
Por lo tanto: lucha contra el pecado y orientación hacia Dios, santificación de uno mismo y del prójimo, servicio de caridad, fuerza para llevar la cruz y compromiso misionero. Estos son los rasgos salientes de una devoción mariana que tiene muy poco de devocionalista y de sentimental (a pesar del clima de la época y los gustos populares que, de todos modos, Don Bosco valora).
¡Qué camino en don Bosco y del hombre de fe don Bosco! Entre lo que lleváis en el corazón, quisiera poner un acento: yo también, nosotros también debemos caminar en la devoción. No se está quieto, si no se avanza se retrocede… y nadie puede hacerlo en mi lugar.
2. María en la vida de don Bosco, expresiones cotidianas de la devoción de don Bosco y nuestra devoción
2.1. El sentido de una presencia
María es, en la vida de Don Bosco, una presencia percibida, amada, activa y estimulante, orientada al gran asunto de la salvación eterna y de la santidad. Él la siente cercana y se encomienda a ella, dejándose guiar y conducir por los caminos de su vocación (la sueña, la “ve”).
En Niza Monferrato en junio de 1885, Don Bosco se entretenía en el parlatorio con las madres capitulares de las Hijas de María Auxiliadora, con un hilo de voz, muy cansado. Se le pidió que dejara un último recuerdo. «Oh, entonces, ustedes quieren que les diga algo. Si pudiera hablar, ¡cuántas cosas les diría! Pero soy viejo, viejo caído, como ven; apenas puedo hablar. Solo quiero decirles que la Madonna los quiere mucho, mucho. Y, saben, ella está aquí en medio de ustedes. Entonces Don Bonetti, al verlo conmovido, lo interrumpió y comenzó a decir, únicamente para distraerlo:
– ¡Sí, así, así! Don Bosco quiere decir que la Madonna es su Madre y que ella los mira y los protege.
– No, no, retomó el Santo, quiero decir que la Madonna está aquí, en esta casa y que está contenta con ustedes, y que, si continúan con el espíritu de ahora, que es el deseado por la Madonna… El buen Padre se conmovía más que antes y don Bonetti tomó la palabra otra vez:
– ¡Sí, así, así! Don Bosco quiere decirles que, si siempre son buenos, la Madonna estará contenta con ustedes.
– Pero no, pero no, se esforzaba por explicar don Bosco, tratando de dominar su propia emoción. ¡Quiero decir que la Madonna está realmente aquí, aquí en medio de ustedes! La Madonna pasea en esta casa y la cubre con su manto. – Al decir esto extendía los brazos, levantaba los ojos llorosos hacia arriba y parecía querer persuadir a las hermanas de que la Madonna él la veía ir de un lado a otro como en su propia casa.
Es una presencia operativa: quien acompaña, sostiene, guía, anima; quien le ha sido dada: «Te daré la Maestra bajo cuya disciplina puedes volverte sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad». Una presencia que estimula a vivir conscientemente en la presencia de Dios en una tensión de totalidad: «Al pensar en Dios presente / haz que el labio, el corazón, la mente / sigan el camino de la virtud / oh gran Virgen María. / Sac. Gio Bosco» (oración escrita por el santo a los pies de una de sus fotografías).
Espléndido y esencial: ¡lo que no es presencia viva en mi vida es ausencia! El sentido de la Presencia, de la Providencia de Dios, de la acción de María. Un camino continuo para cada uno de nosotros y para todos nosotros juntos, Familia Salesiana.
2.2. La energía de la misión
Don Bosco conecta estrechamente a María con su vocación y su ministerio. Aquí es bueno retomar la presentación que Don Bosco hace del sueño de los nueve años: “Tomándome con bondad de la mano – mira – me dijo… Aquí está tu campo, aquí es donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y lo que en este momento ves suceder con estos animales, tú deberás hacerlo por mis hijos”. Es la misión de salvación/transformación/formación de los jóvenes, a través de la prevención, la educación, la instrucción, la evangelización, y un sólido conjunto de virtudes en el educador.
El Hijo de María enseña el método y el objetivo: “No con golpes, sino con mansedumbre y caridad deberás ganar a estos tus amigos. Así que, ponte inmediatamente a darles una instrucción sobre la fealdad del pecado y sobre la preciosidad de la virtud”.
La narración hecha en 1873-74 del antiguo sueño inspirador, se conecta con muchos otros relatos de intervenciones e inspiraciones interiores (los sueños) en los cuales nuestro santo ha referido a María un papel de animación, de guía y de apoyo de su anhelo y de su celo por la misión de salvación juvenil.
En este contexto deben ser colocados e interpretados aquellos que Don Bosco reconoce como intervenciones prodigiosas de María: las «gracias» concedidas a las personas (espirituales y corporales), su poderosa protección sobre el Oratorio y sobre la naciente Familia salesiana y su prodigioso desarrollo en beneficio de las almas.
Las gracias personales, el darnos cuenta de la presencia particular de Dios, por intercesión de María, que guía providencialmente la existencia personal e institucional. Si no percibes la Presencia, estás a merced del azar.
2.3. Estímulo a la santidad
Don Bosco vive la devoción mariana como estímulo y apoyo de la tensión hacia la perfección cristiana. En la misma perspectiva, él la inculca sabiamente a los jóvenes para promover en ellos la vida cristiana y estimularlos al deseo de santidad. Valorando la sensibilidad de sus chicos y los gustos populares de su piedad, Don Bosco supo transformar una tendencia devocional, matizada de sentimiento romántico, en un poderoso instrumento de formación espiritual (animando, corrigiendo, orientando).
María nunca nos deja donde nos encuentra. Como al inicio de los Signos del Evangelio de Juan, sabe que debemos ser guiados, acompañados… por un itinerario preciso: hagan lo que les dirá y llegarán allí donde YO los espero, nos dice don Bosco. Ver lo invisible.
3. Identidad salesiana y devoción mariana
Para concluir, les comparto, con sencillez, lo que vivimos como confraternidad, y que está en el centro de nuestra vocación. Me gusta concluir con esta parte, porque es la estructura de mi vida y de nuestra vida. Si me hace tanto bien a mí, a nosotros, seguramente hará bien a todos.
En primer lugar, las Constituciones, que delinean los rasgos característicos de nuestra devoción mariana. El artículo 8 (ubicado en el primer capítulo, relativo a los elementos que aseguran la identidad de la Congregación Salesiana) sintetiza el sentido de la presencia de María en nuestra Sociedad: ella ha indicado a Don Bosco su campo de acción, lo ha guiado y sostenido constantemente, y continúa entre nosotros su misión de Madre y Auxiliadora: nosotros «nos encomendamos a ella, humilde sierva en quien el Señor ha hecho grandes cosas, para convertirnos entre los jóvenes en testigos del amor inagotable de su Hijo».
El artículo 92 presenta el rol de María en la vida y en la piedad del salesiano: modelo de oración y de caridad pastoral; maestra de sabiduría y guía de nuestra familia; ejemplo de fe, de solicitud por los necesitados, de fidelidad en la hora de la cruz, de alegría espiritual; nuestra educadora hacia la plenitud de donación al Señor y al valiente servicio de los hermanos. Se deriva, por lo tanto, una devoción filial y fuerte, que se expresa en la oración (rosario diario y celebración de sus fiestas) y en la imitación convencida y personal.
La mejor síntesis, sin embargo, se encuentra a mi parecer en la Oración de encomienda a María SS. Auxiliadora que se recita diariamente en cada una de nuestras comunidades después de la meditación. Fue don Rua en 1894 quien la compuso, como expresión de consagración diaria en el compromiso de fidelidad y generosidad. Hoy ha sido revisada, pero conserva la misma estructura de aquella antigua y los mismos contenidos. He aquí el texto primitivo:
«Santísima e inmaculada Virgen Auxiliadora, nos consagramos enteramente a ustedes y les prometemos siempre obrar para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.
Les pedimos que dirijan sus miradas piadosas sobre la Iglesia, su augusto Cabeza, los Sacerdotes y los Misioneros, sobre la Familia Salesiana, nuestros parientes y benefactores y la juventud confiada a nuestros cuidados, sobre los pobres pecadores, los moribundos y las almas del purgatorio.
Enséñanos, oh Madre tierna, a reproducir en nosotros las virtudes de nuestro Fundador, en particular la angelical modestia, la profunda humildad y la ardiente caridad.
Haz, oh María Auxiliadora, que su poderosa intercesión nos haga victoriosos contra los enemigos de nuestra alma en vida y en muerte, para que podamos venir a hacerles corona con Don Bosco en el Paraíso. Así sea».
Como se puede ver, la versión actual no hace más que retomar, con algunos desarrollos, el texto de Don Rua. Creo que es bueno, de vez en cuando, retomarla y meditarla. Está estructurada en cuatro partes: promesa; intercesión; docilidad, encomienda.
En la primera parte (Santísima) se recuerda el fin último de nuestra consagración prometiendo orientar cada una de nuestras acciones únicamente al servicio de Dios y a la salvación del prójimo, en fidelidad a la esencia de la vocación salesiana.
En la segunda parte (Te pedimos) se condensa el sentido eclesial, salesiano y misionero de nuestra consagración, encomendando a la intercesión de María la Iglesia, la Congregación y la Familia Salesiana, los jóvenes, sobre todo los más pobres, todos los hombres redimidos por Cristo. Aquí se delinean bien la pasión que debe alimentar y caracterizar la oración salesiana: universalidad, eclesialidad, misionariedad juvenil.
En la tercera parte (Enséñanos) se concentran las virtudes que caracterizan la fisonomía típica del salesiano discípulo de Don Bosco: nos ponemos a la escuela de María para crecer en la unión con Dios, en la castidad, en la humildad y en la pobreza, en el amor al trabajo y a la templanza, en la ardiente caridad amorosa (bondad y donación ilimitada a los hermanos), en la fidelidad a la Iglesia y a su magisterio.
En la última parte (Haz, oh María Auxiliadora) nos encomendamos a la intercesión de la Virgen Auxiliadora para obtener la fidelidad y la generosidad en el servicio a Dios hasta la muerte y la admisión en la comunión eterna de los santos.
Esta excelente síntesis, que contiene un completo programa de vida espiritual y delinea los rasgos fisonómicos de nuestra identidad, puede servirnos hoy de referencia y de traza concreta para la verificación y la programación espiritual. ¡Y así sea para cada uno de nosotros!