Las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María: 75 años de misión en Ecuador

El año jubilar de la esperanza ha ofrecido a la Iglesia en Ecuador una ocasión especial de memoria y gratitud: los 75 años de la presencia misionera de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María (HHSSCC), el Instituto religioso femenino fundado por el beato salesiano don Luigi Variara.
El 27 de febrero de 1950, un pequeño grupo de religiosas colombianas llegó a las costas ecuatorianas, llevando consigo el tesoro del carisma salesiano victimal. Desde entonces, esta presencia se ha arraigado y difundido, convirtiéndose en parte viva de la historia de la Iglesia local y contribuyendo con dedicación silenciosa e incansable al crecimiento espiritual y humano de generaciones enteras.

Los orígenes del carisma salesiano victimal
La historia de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María tiene sus raíces en la obra extraordinaria del beato Luigi Variara (1875-1923), sacerdote salesiano italiano que dedicó su vida al servicio de los marginados, en particular de los leprosos en Colombia. Luigi Variara nació el 15 de enero de 1875 en la localidad de Viarigi, en Asti, región del Piamonte, y su vocación lo llevó muy pronto hacia las misiones sudamericanas.
Como manifestación especial de su amor hacia los leprosos, junto con la madre Ana María Lozano Díaz fundó la Congregación de las «Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María». La fundación oficial del Instituto data del 7 de mayo de 1905, nacida de la experiencia directa de Variara en el leprosario de Agua de Dios, en Colombia, donde el beato salesiano desarrolló un carisma único: el que se define como «salesiano victimal», caracterizado por la dedicación total a los sufrientes y a los marginados.
El beato Luigi Variara desarrolló una espiritualidad particular, inspirándose en don Beltrami y dando forma al carisma salesiano victimal. Este carisma se caracteriza por la unión profunda entre el amor por los Sagrados Corazones de Jesús y María y el servicio concreto hacia los más pobres y sufrientes de la sociedad.
Después de la muerte del fundador, el Instituto creció lentamente pero con sólidas raíces. En 1928 obtuvo la aprobación eclesiástica y, en los años siguientes, se abrió al horizonte misionero, hasta llegar a Ecuador en 1950.

El carisma salesiano victimal en acción
El carisma de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María se caracteriza por algunos elementos distintivos que lo hacen único en el panorama de la vida religiosa.
La devoción a los Sagrados Corazones: el amor por los Sagrados Corazones de Jesús y María representa el fundamento espiritual de la Congregación. No se trata de una devoción meramente sentimental, sino de un camino de configuración al misterio del amor divino que se hace don total para la humanidad.
El servicio a los más pobres: siguiendo el ejemplo del fundador, las hermanas se dedican particularmente al servicio de aquellos que la sociedad tiende a excluir: enfermos, niños abandonados, ancianos, pobres. Este servicio no es asistencialismo, sino auténtica evangelización a través de las obras de misericordia.
El espíritu misionero: la dimensión misionera es intrínseca al carisma. Como escribió el Beato Variara en su carta del 11 de junio de 1919: «He aquí cuán hermosas son las fiestas: primero la gran armonía, luego la parte espiritual y finalmente la música…». Esta armonía se traduce en la capacidad de crear comunidades acogedoras donde cada persona puede sentirse amada y valorada.
La educación integral: siguiendo la tradición salesiana, las Hijas de los Sagrados Corazones se dedican a la educación de los jóvenes, con particular atención a la formación humana y cristiana, favoreciendo el desarrollo completo de la persona.

La llegada a Ecuador y el desarrollo de la misión
Ecuador representa una etapa fundamental en la historia de la Congregación, siendo la primera nación del mundo donde se difundió el carisma salesiano victimal de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María fuera de Colombia. El 27 de febrero de 1950, gracias al impulso de figuras clave como el padre José María Bertola y monseñor Efrem Forni, entonces nuncio apostólico en Ecuador comenzó esta extraordinaria aventura misionera.
Un papel determinante tuvo la Sierva de Dios madre Ana María Lozano Díaz, superiora general de la época, quien con coraje y visión profética envió el primer grupo de hermanas misioneras colombianas hacia las tierras ecuatorianas. Cuatro mujeres valientes —María Amada Lizcano, Zoila Argüello, María Trinidad Gómez y Camila Acevedo— cruzaron las fronteras para llevar el carisma del fundador a una nueva nación.
Estas jóvenes consagradas llegaron a una tierra desconocida, impulsadas solo por el amor a Cristo y el deseo de servir. Su vida, hecha de sacrificios cotidianos, de adaptaciones y de fe inquebrantable, es la raíz de donde todo se originó.

Entre 1959 y 1977, mientras las hermanas operaban en Guayaquil por invitación del padre Ángel Correa SDB, inspector salesiano de la época, se produjo un evento de gran significado: el nacimiento de las primeras vocaciones ecuatorianas, sor Elsa Hallón Burgos y sor Victoria de San José Alvarado Almeida, quienes hoy viven en la Casa de Oración en Playas de Villamil. De ellas ha germinado toda la floración vocacional posterior, que ha permitido a las HHSSCC convertirse en parte integrante de la Iglesia local.

La celebración del 75º aniversario
La celebración de este importante aniversario se llevó a cabo en el contexto del Año Jubilar de la Esperanza y de la II Asamblea Delegacional, con la participación de la madre Eulalia Marín Rueda, superiora general del Instituto, y de todas las hermanas presentes en Ecuador que componen la Delegación nacional.
El evento contó con la participación de representantes de toda la Familia Salesiana de Ecuador, testificando la pertenencia de las Hijas de los Sagrados Corazones a la gran familia fundada por san Juan Bosco. Estuvieron presentes monseñor Iván Minda, obispo de la diócesis de Santa Elena, el padre Marcelo Farfán, inspector salesiano, junto con sacerdotes salesianos, padres capuchinos, diocesanos, las Hijas de María Auxiliadora y miembros de la ADMA Guayaquil, grupos laicales y colaboradores de las obras.
Durante la celebración, monseñor Minda leyó la Bendición Apostólica enviada por el papa Francisco, signo de la unión de la Iglesia universal con este pequeño Instituto que continúa dando vida y esperanza.
Y realmente, en esta fiesta se respiró la armonía entre las generaciones, la profundidad de la dimensión espiritual y la alegría sencilla de reencontrarse como familia.

Una espiritualidad para el mundo de hoy
¿Qué significa hoy vivir el carisma salesiano victimal? En un mundo marcado por la indiferencia, el individualismo y los conflictos, las HHSSCC testifican que el amor puede transformar el dolor. Su misión no se limita a asistir, sino que es una llamada a transfigurar el sufrimiento en ofrenda redentora, uniéndose a Cristo que da la vida por todos.
Este estilo, nacido entre los leprosos de Colombia, conserva una extraordinaria actualidad: invita a mirar a los enfermos, a los descartados, a los pobres no como cargas, sino como lugares privilegiados de la presencia de Dios. En este sentido, las Hijas de los Sagrados Corazones ofrecen al mundo contemporáneo un mensaje profético: la debilidad no es el fin, sino la semilla de vida nueva.

Setenta y cinco años son un don inmenso. Son la prueba de que la pequeña semilla plantada ha dado frutos abundantes y de que el carisma de don Variara está vivo y es fecundo.
Las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, con su presencia discreta y su amor silencioso, han escrito páginas del Evangelio en Ecuador. Y seguirán haciéndolo, porque su misión no ha terminado: el mundo todavía necesita corazones que se entreguen, vidas que se ofrezcan, personas que testifiquen que el amor de Cristo es más fuerte que todo sufrimiento.
Que su historia sea inspiración para nuevas vocaciones y aliento para todos aquellos que creen que el amor puede cambiar el mundo.
Y que la llama encendida hace 75 años siga iluminando el camino de las generaciones futuras, como signo de esperanza y de misericordia.

de Sor Carmen Alicia Sánchez
HHSSCC