Entrevista con el Regional para África Oriental y Meridional, don Innocent Bizimana

¿Puede presentarse?
            Me llamo Innocent Bizimana, nací en Musha Rwamagana, en la provincia oriental de Ruanda, el 25 de marzo de 1969. Hice mi primera profesión religiosa el 24 de agosto de 1994 en Kansebula, Lubumbashi. Después del tirocinio en Bakanja –un centro de acogida para niños de la calle de Lubumbashi–, asistí a un semestre de teología en Lubumbashi. Luego, junto con cinco hermanos, fui enviado a Lusaka, Zambia. Después de ocho meses, con uno de ellos, partí hacia Madagascar, donde retomé mis estudios de teología en el seminario de Fianarantsoa, de 1999 a 2002.
Fui ordenado sacerdote el 9 de agosto de 2003 en la catedral de Antsirabe, Madagascar. Posteriormente, continué mis estudios en la UPS, en Roma, y en 2005 regresé a Fianarantsoa como asistente de los post-novicios. Ese mismo año, debido al estado de salud del director, asumí también la responsabilidad del oratorio. Al año siguiente fui nombrado párroco, continuando con el oratorio, y de 2007 a 2009 ejercí únicamente el ministerio de párroco.
De 2009 a 2014 dirigí la comunidad del “Centre Notre Dame de Clairvaux” de Ivato, una casa de acogida y centro de formación profesional para jóvenes en dificultad. En 2011 fui nombrado vicario inspectorial, además de ocupar otros cargos: delegado para la Familia Salesiana, para la formación y coordinador de la comisión de formación de la Región África-Madagascar. En 2014 participé como delegado en el Capítulo General 27 y posteriormente fui ecónomo de la comunidad de Betafo.
En 2017 fui nuevamente llamado como vicario inspectorial y en 2020 participé en el Capítulo General 28, donde fui nombrado inspector de Madagascar-Mauricio (MDG).

¿Cómo nació su vocación? ¿Cuándo percibió por primera vez la llamada y qué le llevó a los Salesianos?
            Mi casa estaba cerca de la parroquia de Musha, entonces confiada a los Salesianos (luego cerrada después de la guerra de 1994). Crecí frecuentando el oratorio y de niño formaba parte del grupo de acólitos. Después de la escuela primaria, cursé la secundaria en el IFAK (Instituto de Formación Apostólica de Kimihururra) en Kigali, una escuela salesiana.
Allí respiré un ambiente muy hermoso: espíritu de oración, Eucaristía diaria, confesión mensual, las “buenas noches” cada tarde después de la oración… Mi vocación nació precisamente en este ambiente de serenidad, alegría y estudio. Todavía recuerdo que coleccionaba las buenas noches escritas en un cuaderno, durante seis años consecutivos. Lamentablemente, durante la guerra mi familia se vio obligada a abandonar la casa durante casi un año para sobrevivir: al regresar estaba destruida y no quedaba nada, ni siquiera aquel cuaderno.
Ser salesiano, para mí, no fue una casualidad: desde pequeño viví en el oratorio y estudié en una escuela salesiana. Vivía con intensidad las fiestas de Don Bosco y de María Auxiliadora. Durante la novena a Don Bosco, había una caja donde cada uno ponía sus intenciones. Las mías se cumplían: para mí era un signo de la presencia de Dios y del amor paterno de San Juan Bosco.

¿Hubo algún episodio o persona que influyera decisivamente en su elección?
            No tanto un episodio específico, sino el estilo de vida sencillo y fraterno de los Salesianos en medio de los jóvenes. Esta cercanía me impactó mucho. Dos figuras en particular –un salesiano ruandés y un misionero– me marcaron profundamente: su espíritu de oración, la alegría, la sencillez y el compromiso en el trabajo.

Quería ser como ellos: feliz en medio de los jóvenes, sonriente en el patio, pero al mismo tiempo serio en el trabajo y guiado por la oración. La vida de Don Bosco y de Domingo Savio, sus relatos y su ejemplo me fascinaban. Estar unido a Dios en la vida y en el trabajo y conducir a tantos jóvenes por este camino fue la llamada que me impulsó a seguir los pasos de Don Bosco.

¿Ha vivido momentos de crisis o duda?
            Durante la guerra y el genocidio contra los tutsis en Ruanda sentí una profunda angustia. Me preguntaba si Dios no nos había olvidado. También fui encarcelado, en el Congo, por motivos relacionados con el conflicto. En esos momentos, la cercanía de los hermanos y la oración de los jóvenes fueron un gran apoyo. Durante doce años no pude volver a ver a mi familia. No era tanto una duda vocacional, sino una dura prueba en el camino.
Lo más difícil: como párroco, vivir en contacto con las dolorosas situaciones de pobres, enfermos y niños en dificultad. La comunidad hacía mucho, pero los problemas eran muchos y las soluciones no bastaban, agravadas también por factores culturales e institucionales.
Lo más gratificante: estar con los jóvenes y ver su alegría cuando se sienten amados y se comprometen en las asociaciones. Una gran felicidad es también presenciar la redención de jóvenes sin futuro, que gracias a la formación y la educación logran salir de la miseria. En el plano espiritual, muchos emprenden el camino catecumenal y reciben los sacramentos: es un don inmenso.

¿Cuáles son hoy los principales desafíos de la educación juvenil?
            La falta de verdaderos modelos. Las redes sociales proponen felicidades ilusorias basadas en el éxito, el placer y el dinero. La ausencia de Dios, el relativismo y la indiferencia son peligros muy concretos. Se hace difícil hablar de Dios en el mundo de hoy.

¿Quiere compartir una experiencia significativa con los jóvenes?
            Tengo muchas, pero contaré una. Un niño de ocho años, acogido en nuestro centro, había sido maltratado y llevaba en el cuerpo las marcas de las torturas. Hablaba continuamente de venganza y decía que de mayor se haría policía para matar a su padre, y no bromeaba. Era una herida profunda.
Después de tres años en el centro salesiano, durante el mes de enero –cuando contamos a los jóvenes la vida de Don Bosco y de sus muchachos– este niño escuchó la historia de Domingo Savio y de su visita diaria al Santísimo Sacramento. Comenzó la catequesis y, de forma discreta, él también empezó a visitar cada día la capilla del oratorio.
Fue un verdadero milagro: ya no hablaba de venganza, ya no era violento, cambió radicalmente. En el momento del Bautismo, todos se preguntaban qué había sucedido: se había convertido en un niño amable y sereno.

¿Cómo se mantiene firme en las dificultades?
La vida espiritual requiere compromiso. Me sostienen los programas comunitarios: Eucaristía, meditación, liturgia de las horas, retiros y ejercicios espirituales. Valoro mucho la confesión frecuente y la guía espiritual, que considero un escudo. El Rosario diario, la adoración y la visita al Santísimo alimentan mi vigilancia interior.

¿Qué es lo más importante que ha aprendido de su experiencia salesiana?
El servicio. Como Don Bosco, estamos en la Iglesia para servir, aportando el carisma salesiano como contribución. Es una identidad que vivimos siempre en comunión con los demás: nunca estamos solos.

¿Cuál fue su reacción cuando fue elegido Regional?
¡Una sorpresa! Ya había planeado continuar mi servicio de animación en la Inspectoría de Madagascar-Mauricio después del Capítulo General. No me lo esperaba en absoluto.

¿Qué países forman parte de la Región África Oriental y Meridional?
La Región comprende nueve Inspectorías:
– AFM: Sudáfrica, Eswatini, Lesoto
– AGL: Ruanda, Burundi, Uganda
– ANG: Angola, Namibia
– AFE: Kenia, Sudán
– AET: Etiopía, Eritrea
– MOZ: Mozambique
– TZA: Tanzania
– MDG: Madagascar, Mauricio
– ZMB: Zambia, Malaui, Zimbabue, Botsuana

¿Es posible dar un «rostro africano» a Don Bosco?
            Don Bosco ya tiene un rostro africano. La inculturación es un proceso que requiere tiempo, porque África no tiene una cultura o lengua única. El carisma salesiano encuentra un terreno fértil en nuestro continente, como demuestran las numerosas vocaciones.
Sin embargo, es necesario seguir estudiando y profundizando la salesianidad, para vivirla en el contexto local. No se trata de copiar al pie de la letra lo que vivió Don Bosco, sino de encarnarlo hoy en nuestra realidad.

¿Qué consejo le daría a un joven que busca su lugar en el mundo?
            Le diría que ponga a Dios en primer lugar y que se deje acompañar por una persona sabia, capaz de ayudarle a discernir y a elegir con libertad.

¿Qué lugar ocupa María Auxiliadora en su vida?
            María Auxiliadora es la guía, el apoyo y la protección de mi vida espiritual. Le confío cada día y siempre pido su intercesión.

¿Un mensaje para los jóvenes de hoy?
            Dios os ama de verdad. Acérquense a Jesús, caminen con María su Madre y no tengan miedo de nada.