18 Nov 2025, Mar

Entrevista con el Consejero para la Pastoral Juvenil, don Rafael Bejarano Rivera

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Hemos entrevistado al padre Rafael Bejarano Rivera, salesiano colombiano, elegido Consejero General para la Pastoral Juvenil en marzo de 2025. El padre Rafael comparte su camino vocacional, nacido del encuentro con los salesianos en la escuela de Cali, donde descubrió un estilo de vida alegre y cercano a los jóvenes. Con una experiencia significativa en obras sociales, particularmente en Ciudad Don Bosco de Medellín, donde acogió a jóvenes provenientes de grupos armados, el padre Rafael destaca los desafíos actuales de los jóvenes: violencia, adicciones, falta de oportunidades y necesidad de reconocimiento. Su mensaje central invita a los jóvenes a no dejar de soñar, a cuidarse a sí mismos y a los demás, especialmente a los más vulnerables e invisibles, siguiendo la enseñanza de Don Bosco de que cada joven lleva dentro un tesoro único para compartir.

¿Podría presentarse?
Mi nombre es Rafael Bejarano Rivera y soy salesiano de Don Bosco. Nací el 1 de diciembre de 1977 en Buga, Colombia, y soy el segundo de tres hijos de Carlos Humberto y Dioselina. Conocí a los salesianos de niño, mientras asistía a la escuela San Juan Bosco en Cali. Hice el pre-noviciado en Rionegro en 1995, el noviciado en La Ceja en 1996 y el 24 de enero de 1997 hice mi primera profesión religiosa. Hice la profesión perpetua en Medellín en 2003 y fui ordenado sacerdote en Cali el 2 de diciembre de 2006.
Estudié filosofía y teología en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá; luego obtuve una maestría en Gestión de Empresas Sociales. He ocupado cargos de coordinación y gestión en varias obras sociales y juveniles en Colombia, en particular en Ciudad Don Bosco en Medellín. De 2020 a 2025 colaboré con el Sector de Pastoral Juvenil en la Casa Generalicia en Roma, donde me ocupé principalmente de la coordinación de proyectos y servicios para jóvenes en situaciones de vulnerabilidad y marginación. En marzo de 2025, durante el 29º Capítulo General, fui elegido Consejero General para la Pastoral Juvenil.

¿Cuál es la historia de su vocación? ¿Cómo conoció a Don Bosco / a los salesianos?
Conocí a Don Bosco gracias a la escuela salesiana y al contacto diario con los salesianos. En ese ambiente experimenté un estilo de vida cristiano diferente: alegre, cercano a los jóvenes y impulsado por una fuerte pasión educativa. Fue precisamente esta forma de vivir el Evangelio lo que encendió en mí la pregunta vocacional y el deseo de consagrar mi vida a los jóvenes como salesiano.

¿Cuáles fueron los momentos o las personas decisivas en su camino de discernimiento?
Numerosos educadores y hermanos salesianos que me acompañaron desde niño fueron fundamentales en mi camino. En ellos encontré auténticos testigos de fe y de amor por los jóvenes.
A esto se suman otros elementos que marcaron mi crecimiento: el ambiente familiar, el clima positivo de la escuela y la influencia de mi tío, religioso claretiano, que desempeñó un papel muy importante en mi vida.
Determinante fue también el encuentro con los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en mi ciudad. A través del oratorio local experimenté la alegría de acompañar a los jóvenes en sus necesidades, mientras que el MJS fue el espacio donde mi vocación tomó forma, permitiéndome acompañar a diferentes grupos y vivir la espiritualidad juvenil salesiana como opción de vida.

¿Cuáles han sido los principales desafíos y las mayores alegrías en su camino de formación y en los primeros años como salesiano?
Uno de los mayores desafíos ha sido aprender a vivir en equilibrio entre la vida comunitaria, el estudio y el compromiso pastoral. No siempre ha sido fácil mantener los ritmos, pero este camino me ha enseñado mucho. Otro gran desafío ha sido trabajar en contextos sociopolíticos complejos, transformando ese compromiso en una acción vocacional y evangelizadora. Estoy convencido de que el compromiso sociopolítico forma parte integral de la misión salesiana.

La mayor alegría, en cambio, ha sido descubrir que el Señor realmente me llamaba a vivir para los jóvenes y ver que mi presencia podía convertirse para ellos en un signo de esperanza. Una emoción única fue constatar cómo los jóvenes, especialmente en las obras sociales, lograban reinsertarse en sus familias y en la sociedad. Al igual que Don Bosco, he experimentado la belleza de construir alianzas a nivel político e institucional para el bien común.

La alegría más grande y la fatiga más grande de su ministerio
La alegría más grande es ver a jóvenes que, después de experiencias de dolor y exclusión, recuperan la confianza, vuelven a estudiar y trabajar, se reinsertan en la sociedad y vuelven a sonreír. La fatiga mayor es afrontar las heridas profundas que muchos llevan dentro y aceptar que no siempre tenemos a disposición todos los recursos o las respuestas inmediatas.

¿En qué aspectos de su día siente más vivo el carisma salesiano?
Siento vivo el carisma salesiano cuando estoy con los jóvenes, cuando escucho sus historias, cuando comparto con los hermanos momentos de fraternidad y cuando acompaño procesos educativos y pastorales. El oratorio, la escuela y las obras sociales siguen siendo para mí los lugares privilegiados donde hoy reconozco la presencia de Don Bosco.

¿Qué desafíos ve hoy en el acompañamiento de los jóvenes, y qué herramientas salesianas le parecen aún eficaces?
Los desafíos actuales son muchos: la violencia, las adicciones, las dificultades relacionadas con la salud mental, la falta de oportunidades, la escasa confianza en sí mismos y en el futuro. Las herramientas salesianas que siguen siendo actuales y fecundas son el Sistema Preventivo, el acompañamiento personal, el oratorio como casa acogedora y la comunidad educativa. Todavía hoy la cercanía, la razón y la amabilidad saben hablar al corazón de los jóvenes.

¿Podría compartir una experiencia particularmente significativa con los jóvenes o en su misión?
Una experiencia muy significativa para mí fue la vivida en Ciudad Don Bosco de Medellín, donde acogimos a jóvenes provenientes de grupos armados. Observar su transformación, paso a paso, del miedo a la esperanza, del aislamiento a la amistad, ha sido uno de los dones más preciosos de mi ministerio.

¿Cuáles son las prácticas de oración o devociones que encuentra más significativas para usted?
El centro de mi día es la Eucaristía, junto con la oración comunitaria. Encuentro gran fuerza también en la devoción a María Auxiliadora y en la meditación personal de la Palabra de Dios, que me guía en las decisiones diarias. Un lugar especial ocupa la confesión: tanto a nivel personal como en el acompañamiento de los jóvenes, es para mí una experiencia de gracia. Ver sus rostros iluminarse de alegría después del encuentro con Cristo me da paz y serenidad profunda.

¿Cuáles son las necesidades más urgentes de los jóvenes?
Hoy los jóvenes necesitan antes que nada oportunidades concretas de estudio y de trabajo, pero también sentirse protegidos de la violencia y los abusos. Necesitan ser escuchados y acompañados, especialmente en sus preguntas más profundas. Sobre todo, necesitan ser reconocidos y vistos: demasiados jóvenes vulnerables, que viven al margen, permanecen invisibles. El desafío urgente es devolverles la dignidad y hacerles sentir que tienen un lugar en la sociedad y en la Iglesia. Es fundamental ayudarlos a cuidarse a sí mismos, a reconocer su propio valor y su unicidad, para que puedan, a su vez, cuidar de los demás.

¿Cómo ve el futuro? ¿Tiene algún proyecto que le interese particularmente?
El futuro nos interpela con valentía y creatividad. Como Consejero General, siento la responsabilidad de fortalecer la red de obras salesianas, promover una pastoral juvenil capaz de responder a los desafíos de hoy y acompañar a los jóvenes a ser protagonistas en la Iglesia y en la sociedad. El proyecto que más llevo en el corazón es el de dar voz y visibilidad a los jóvenes más vulnerables, aquellos que a menudo no son escuchados. Deseo ayudarlos a reconocer su dignidad, a formarse y a reconstruir la confianza en sí mismos. Creo, además, que también nosotros los salesianos debemos cuidarnos a nosotros mismos: solo quien sabe acoger y custodiar con amor su propia fragilidad puede entregarse en profundidad a los demás.
¿Cuál es el mensaje más importante que le dejaría a un joven que se pregunta sobre el sentido de la vida o sobre la fe?
Les diría: no tengáis miedo de vuestras preguntas. La vida adquiere sentido cuando aprendemos a entregarnos, pero esta entrega se vuelve auténtica solo si antes aprendemos a mirarnos por dentro y a cuidarnos a nosotros mismos. La fe no elimina las fragilidades, sino que las ilumina y las transforma en una fuerza al servicio de los demás. El mundo necesita jóvenes capaces de darse cuenta de quién está excluido, de devolver la voz a quien no la tiene, de devolver la esperanza a quien la ha perdido. Si aprendes a acogerte y amarte a ti mismo, serás libre de acoger a los demás con autenticidad y generosidad.

¿Cuál es el mensaje que le gustaría transmitir a los jóvenes de hoy?
Los invito a no dejar de soñar nunca y a no permitir que nadie les robe la esperanza. Fórmense con empeño, cultiven amistades auténticas, sean protagonistas de su vida y tengan el coraje de transformar el mundo con el bien. Sobre todo, aprendan a tener ojos y corazón para quien es invisible, para quien es descartado u olvidado. Cuídense a sí mismos —de sus sueños, de sus heridas, de sus talentos— porque solo así podrán cuidar de los demás con generosidad. Don Bosco nos enseñó que cada joven lleva dentro de sí un tesoro único: descúbranlo, compártanlo y pónganlo al servicio de los demás, para que el mundo se convierta en un lugar donde todos puedan sentirse amados y reconocidos.

Editor BSOL

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