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Se nos regala un tiempo nuevo: del Corazón de Dios al corazón de la humanidad, en el espejo del gran corazón de Don Bosco.
Queridos amigos y lectores, en este número de diciembre me dirijo a vosotros con los mejores deseos para un nuevo año. De un tiempo nuevo que se nos regala para vivir con intensidad y con «novedad de vida», y hago mío, como deseo propicio y oportuno, el regalo que el Santo Padre nos ha hecho en estos días: la Carta Encíclica Dilexit Nos sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo.
Los salesianos estamos acostumbrados a cantar: «Dios te ha dado un corazón grande / como la arena del mar. / Dios te ha dado su espíritu: / ha liberado tu amor».
El Papa Pío XI, que le conoció bien, dijo que Don Bosco tenía una «hermosa particularidad»: era «un gran amante de las almas» y las veía «en el pensamiento, en el corazón, en la sangre de Nuestro Señor Jesucristo». Al fin y al cabo, en el escudo de armas de nuestra Congregación hay un corazón ardiente.
El Papa Francisco se presenta así en el nº 2 de Dilexit Nos: «Para expresar el amor de Jesús se utiliza a menudo el símbolo del corazón. Algunos se preguntan si todavía hoy tiene un significado. Pero cuando tenemos la tentación de navegar por la superficie, de vivir con prisas sin saber en el fondo para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavos de los engranajes de un mercado al que no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón».
Qué fuerte es esta indicación de nuestro Papa para mostrarnos una nueva forma de vivir, en un tiempo nuevo que se nos regala, el año que viene.
En el nº 21, el Papa Francisco escribe: «el núcleo de todo ser humano, su centro más íntimo, no es el núcleo del alma, sino de toda la persona en su identidad única, que es de alma y cuerpo. Todo se unifica en el corazón, que puede ser la sede del amor con todos sus componentes espirituales, psíquicos e incluso físicos. En definitiva, si el amor reina en él, la persona realiza su identidad de manera plena y luminosa, porque todo ser humano ha sido creado sobre todo para el amor, está hecho en sus fibras más profundas para amar y ser amado».
Y añade en el número 27 de la misma Encíclica: “Ante el Corazón de Jesús, vivo y presente, nuestra mente, iluminada por el Espíritu, comprende las palabras de Jesús. Así nuestra voluntad se pone en movimiento para practicarlas. Pero esto podría quedarse en una forma de moralismo autosuficiente. Escuchar y gustar al Señor y honrarle es cosa del corazón. Sólo el corazón es capaz de poner las demás facultades y pasiones y toda nuestra persona en actitud de reverencia y obediencia amorosa al Señor”.
No me extiendo más, esperando haber abierto vuestro apetito para leer esta espléndida Carta Encíclica, que no sólo es un gran regalo para vivir de un modo nuevo el tiempo que nos es dado, y que ya sería suficiente; es también una indicación profundamente «salesiana».
Cuánto escribió y trabajó Don Bosco en difundir precisamente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, como amor divino que acompaña nuestra realidad humana.
Un impulso magnífico
En las Memorias Biográficas en el tomo VIII, 243 – 244, encontramos escrito lo siguiente, refiriéndose a Don Bosco: «La devoción al Sagrado Corazón, que ardía en su corazón, animaba todas sus obras, daba eficacia a sus discursos familiares, a sus sermones y al ejercicio de su ministerio, de modo que todos estábamos encantados y persuadidos por ella (dice el testimonio de don Bonetti). Parecía también que el Sagrado Corazón cooperaba con una ayuda sobrenatural en el cumplimiento de su ardua misión».
Este testimonio de la devoción de Don Bosco al Sagrado Corazón se identifica «plásticamente» con la Basílica del mismo nombre construida por Don Bosco en Roma a petición del Papa de la época.
El edificio material recuerda y nos recuerda a todos la «monumental» devoción de Don Bosco al Sagrado Corazón. Como con la Virgen, así con el Sagrado Corazón, la devoción de Don Bosco se manifiesta en las iglesias que construyó. Porque la devoción al Sagrado Corazón es la Eucaristía, el culto eucarístico.
El corazón de Don Bosco en constante amor a la Eucaristía es un magnífico impulso personal para hacerlo vivo y verdadero en el nuevo año. Un verdadero y profundo deseo para el nuevo año vivido en plenitud. Como continúa el himno: «Has formado hombres / de corazón sano y fuerte: / los has enviado al mundo a proclamar / el Evangelio de la alegría».
Quisiera concluir este breve mensaje, deseando a todos un Feliz Año Nuevo, con la imagen que el Papa Francisco trae a colación en las primeras páginas de la encíclica, refiriéndose a las enseñanzas de su abuela sobre el significado del nombre de las galletas de carnaval, las «mentiras» … porque cuando se hornean, la masa se hincha y por dentro vacía… por eso tiene un exterior que corresponde a un vacío interior; parecen por fuera pero no lo son, son «mentiras» (Dilexit nos n°7).
Que el Año Nuevo sea para todos nosotros pleno y rico en sustancia, concretándose en la acogida de Dios que viene entre nosotros.
Que su venida traiga paz y verdad, que lo que se ve desde fuera se corresponda con lo que hay dentro.
Mis mejores deseos para todos.