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«Llamamiento a una renovada fidelidad carismática y generosidad misionera»
Queridos hermanos,
un saludo fraterno y cordial desde la histórica ciudad portuaria de Génova, donde concluimos las celebraciones del 150 aniversario de la primera expedición misionera. Hace exactamente 150 años, desde este mismo puerto, Don Bosco, movido por el fuego del amor apostólico, confió al primer grupo de misioneros al abrazo de la Divina Providencia y al cuidado maternal de María Auxiliadora, mientras se embarcaban hacia Argentina. Ese pequeño comienzo ha crecido hasta convertirse en un árbol poderoso, cuyas ramas se extienden ahora en 137 países, dando fruto a través de la vida y el servicio de unos 14.000 salesianos en los cinco continentes.
Este Jubileo es mucho más que un recuerdo histórico del pasado, es un momento profético. Nos llama, ante todo, a DAR GRACIAS, despertando en nosotros un profundo sentido de gratitud. Nos impulsa también a mirar adelante con valentía, a REPENSAR nuestra respuesta a la luz de la esperanza y de la fe, y a RELANZAR nuestro celo misionero, reavivando en nosotros el mismo fuego que encendió el corazón de Don Bosco, un espíritu misionero audaz, creativo e inquebrantable en la fidelidad a Cristo y a los jóvenes.
1. El corazón misionero de Don Bosco
Desde el principio, la vocación de Don Bosco tuvo un carácter intrínsecamente misionero. Su camino vocacional, iniciado con el sueño a la edad de 9 años en los Becchi, los años formativos en Chieri y su misión en Valdocco, manifiestan su deseo de misiones. Sus cinco «sueños misioneros» revelan este deseo ardiente. Estos sueños no eran simples visiones de expansión, sino una expresión profética de la vocación universal de la Congregación: educar y evangelizar a los jóvenes en todas partes, haciendo del espíritu misionero su propia alma.
Cuando Don Bosco envió a los primeros misioneros en 1875, aquel viaje no fue solo una nueva expansión geográfica, sino una aventura espiritual y apostólica que revelaba la esencia más profunda de nuestra identidad salesiana. Aunque Don Bosco permaneció en Turín, vivió con el corazón de un misionero, mirando constantemente hacia las fronteras del mundo donde los jóvenes esperaban amor, educación y fe.
Cuando Don Bosco anunció la primera expedición misionera, una ola de alegría y de celo se extendió por Valdocco. Don Ceria escribe: «las palabras y los hechos de don Bosco sobre las misiones habían puesto saludable levadura entre los alumnos y los salesianos. Se vio cómo aumentaban las vocaciones al estado eclesiástico, cómo crecía sensiblemente la solicitud de inscripción en la Congregación Salesiana y cómo prendía un nuevo ardor de apostolado en muchos de los que ya estaban inscritos» (MB XI, 148; MBe XI, 132). Fue un momento de Pentecostés para la Congregación. Hoy estamos llamados a otro Pentecostés. La secularización, la saturación digital, los desórdenes sociales, las injusticias y las guerras, a las que se añaden los gritos de los pobres, requieren misioneros cuya presencia comunique esperanza.
Si Don Bosco y sus primeros misioneros hubieran permanecido confinados en Valdocco, contentos de la seguridad, de la familiaridad y de la tranquilidad, el carisma salesiano habría tenido un recorrido diferente. Pero su santa audacia, su disposición a arriesgarlo todo por el Evangelio, han transformado nuestra Congregación en un signo global del amor de Dios por los jóvenes.
2. Misioneros – Profetas de esperanza
A nuestros amados misioneros esparcidos por todo el mundo: vosotros sois la continuación viva del sueño misionero de Don Bosco. Con humildad y perseverancia, a través de la fidelidad en las dificultades, en contextos de violencia y de guerras, la Congregación comunica su verdadera identidad. Sacrificios ocultos y heroicos alimentan la vitalidad de nuestro carisma mucho más de lo que se puede imaginar. La serenidad con que afrontáis los desafíos es un testimonio de fe que es fuente de inspiración para todos. La experiencia vivida por los misioneros es una oportuna llamada al hecho de que la misión no es nuestra, sino de Dios. Es Él quien acompaña a sus siervos con la fuerza silenciosa del Espíritu y la presencia materna de María Auxiliadora.
3. La urgencia misionera de nuestro tiempo
Hoy nos encontramos en una encrucijada de la historia. El mundo está cambiando rápidamente, y el grito de los jóvenes es más urgente que nunca. Guerras, violencias, migraciones forzadas, crisis ecológicas, distracciones digitales, inteligencia artificial y fragmentación cultural nos interpelan a diario.
El papa Francisco lo definió como «crecer en un mundo de cenizas» (Christus Vivit, 216). Los gritos de los jóvenes de hoy asumen los «rostros» concretos de Cristo que se convierten en una llamada misionera: los rostros de los jóvenes migrantes desarraigados por el desplazamiento forzado; los rostros de los jóvenes marcados por la guerra y la violencia; los rostros de los excluidos, atrapados en la pobreza y privados de oportunidades de trabajo y de estudio; los rostros de los que son oprimidos por las crisis ecológicas y sociales; los rostros de los espiritualmente abandonados, aplastados por la soledad, por la desesperación o por un sentido de insignificancia; y los rostros de los niños que viven en la calle o sufren explotación. Cada rostro es una llamada, cada grito es una misión, y cada joven es el mismo Cristo, que espera ser amado.
Me dirijo hoy con un renovado llamamiento misionero a cada corazón salesiano, en todos los rincones del mundo: la misión no ha terminado. La misión es ahora. La vida misionera nace de la intimidad con el Corazón de Cristo, un corazón que «nos amó primero». Ese amor nos llama a ir más allá de nosotros mismos, para llevar la alegría del Evangelio a los jóvenes, especialmente a los más pobres y abandonados. No es una tarea reservada a unos pocos elegidos; es el ADN mismo de nuestra vocación salesiana. El artículo 30 de nuestras Constituciones nos recuerda que nuestra Sociedad reconoce la obra misionera como «rasgo esencial de nuestra Congregación». Perder el espíritu misionero significaría perder algo vital de nuestra alma. Como la Iglesia es misionera por naturaleza, así también lo es cada salesiano.
4. Llamamiento a los Inspectores y Delegados de la Animación Misionera
Mientras todos somos custodios del sueño misionero de Don Bosco, a vosotros se os ha confiado la tarea especial de despertar y promover el espíritu misionero dentro de vuestras Inspectorías. Sed audaces en vuestro estímulo. Sed atentos en los procesos de discernimiento y generosos en el acompañamiento. Sintámonos comprometidos en este camino, sabiendo que la presencia de Salesianos apasionados y preparados que se ofrecen para ir en misión requiere un gran sacrificio a las Inspectorías.
Quisiera recordar el llamamiento misionero lanzado por don Ricceri en 1972, un llamamiento que sigue inspirándonos y desafiándonos aún hoy:
Con esta carta, en un momento decisivo de la historia y de la vida de la Congregación, quiero dirigir una invitación solemne, sentida y formal a toda la Congregación para que, despertando las mejores energías y uniendo las fuerzas de todos los Salesianos que aman la Congregación, pueda producirse una RENOVACIÓN concreta, valiente y entusiasta de nuestro ESPÍRITU y de nuestra ACCIÓN misionera.
Mientras damos gracias por este camino de dedicación y celo pastoral misionero, repensemos y relancemos nuestro compromiso misionero, personalmente y como Congregación. Repensar significa abrir nuestros corazones para escuchar nuevamente la voz del Espíritu, que nos llama a dejar nuestras zonas de confort y abrazar la radicalidad del Evangelio. Relanzar significa recomenzar con confianza, sin contar nuestras debilidades, sino poniendo nuestra fe en Aquel que llama. Como nos recuerda el papa Francisco:
«La Iglesia crece por atracción» (Evangelii Gaudium, 14) gracias al testimonio de aquellos que han encontrado a Cristo, cuya presencia irradia gozo. El futuro de nuestra Congregación depende precisamente de esta capacidad de ir adelante con pasión y valentía, dejándonos atraer hacia las fronteras donde Cristo desea ser encontrado y anunciado.
Queridos hermanos, todos estamos llamados a tomar en serio este llamamiento. Como en la parábola de los cinco panes y dos peces, Don Bosco, con los recursos y el personal limitados en 1875, aunque sabía que la Congregación era todavía pequeña y frágil con solo 171 salesianos, envió misioneros. No confiaba en los números, sino en la providencia de Dios y en la ayuda infalible de María. Esa misma fe y ese mismo fuego deben inflamar nuestros corazones hoy.
Queridos jóvenes salesianos, os invito a un discernimiento valiente, orante y sincero, que permita al Espíritu indicar el camino y os dé la valentía de seguirlo. Como María, la primera misionera, que se apresuró a llevar a Cristo a los demás, que también nosotros permitamos que la presencia de Cristo en nuestros corazones nos guíe, llenos de alegría y esperanza, para ser signos y portadores del Evangelio a los jóvenes, especialmente a los más necesitados.
Para la próxima 157 expedición misionera hago un llamamiento a hermanos generosos, listos para ser enviados a las periferias donde Cristo ya espera:
– África: Norte de África (CAN), África meridional (AFM), África occidental (AON, AOS), Mozambique (MOZ).
– América del Sur: Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile, Bolivia.
– Europa: Rumania-Moldavia, Albania-Kosovo-Montenegro, Cerdeña, Eslovenia, Hungría.
– Medio Oriente: Siria, Líbano, Israel, Egipto (MOR).
– Asia: Mongolia, Pakistán, Nepal, Bangladesh, Camboya.
– Vicariatos apostólicos: Bakú (Azerbaiyán), Chaco Paraguayo (Paraguay), Gambela (Etiopía), Méndez (Ecuador), Mixes (México), Petén (Guatemala), Pucallpa (Perú), Puerto Ayacucho (Venezuela).
– Nuevas fronteras: Grecia, Vanuatu, Níger.
«La mies es abundante y los obreros pocos» (Lc 10,2). Queridos hermanos, no temamos responder a esta llamada. El Señor que llama es también el Señor que da la gracia, la fuerza y la alegría.
Al cerrar este Año Jubilar de la Esperanza, encomiendo este renovado llamamiento misionero a María Auxiliadora, nuestra madre y guía. Que ella interceda por cada uno de nosotros, para que la Congregación Salesiana siga respirando con pulmones misioneros y cada hermano pueda redescubrir la alegría de ser enviado, la alegría de ser salesiano y la alegría de dar su vida por Cristo y por los jóvenes.
Con afecto fraterno y ánimo,
Prot. 25/0405
Valdocco – Génova, 14 de noviembre de 2025

