25 Sep 2025, Jue

⏱️ Tiempo de lectura: 3 min.

image_pdfimage_print

Un hermano me dijo: «Padre, solo necesitamos tu cercanía, tu escucha, tu oración. Esto nos consuela, nos anima y nos da fuerza y esperanza para seguir sirviendo a los jóvenes, pobres y heridos, asustados y aterrorizados».


El 25 de marzo de 2025, la Iglesia celebra la solemnidad de la Anunciación del Ángel Gabriel a María. Una de las solemnidades más significativas para la fe cristiana. En esta solemnidad recordamos la iniciativa de Dios que entra a formar parte de esa historia humana que él mismo ha creado. En ese día, en la Sagrada Eucaristía, recitamos el Credo y, cuando profesamos que el Hijo de Dios se hizo hombre, los creyentes nos arrodillamos como signo de asombro ante esta maravillosa iniciativa de Dios, ante la cual no nos queda más que ponernos de rodillas.
En la experiencia de la Anunciación, María tiene miedo: «No temas, María», le dice el Ángel. Después de que ella expresa sus preguntas, asegurándose de que se trata del proyecto de Dios para ella, María responde con una simple frase que sigue siendo para nosotros hoy una llamada y una invitación. María, la Bendita entre las mujeres, dice simplemente: «Hágase en mí según tu palabra».
El 25 de marzo pasado, el Señor llamó a la puerta de mi corazón a través de la llamada que mis hermanos en el Capítulo General 29º me dirigieron. Me pidieron que me pusiera a disposición para asumir la misión de ser Rector Mayor de los Salesianos de Don Bosco, la Congregación de San Francisco de Sales. Confieso que al principio sentí el peso de la invitación, momentos que desorientan porque lo que el Señor me estaba pidiendo no era algo ligero. La cuestión es que, cuando llega la llamada, nosotros, como creyentes, entramos en ese espacio sagrado donde sentimos fuertemente que es Él quien toma la iniciativa. El único camino que tenemos por delante es el de abandonarnos simplemente en las manos de Dios, sin peros ni condiciones. Y todo esto, naturalmente, no es fácil.

«Verás cómo trabaja el Señor»
En estas primeras semanas todavía me estoy preguntando, como María, ¿qué sentido tiene todo esto? Luego, poco a poco, empiezo a recibir ese consuelo que una vez me dijo un inspector mío: «Cuando el Señor llama, es Él quien toma la iniciativa, de Él depende lo que se hace. Tú solo mantente listo y disponible. Verás cómo trabaja el Señor».

A la luz de esta experiencia personal, pero de alcance muy amplio, porque se trata de la Congregación Salesiana y de la Familia Salesiana, me dirigí inmediatamente a mis queridos hermanos Salesianos. Desde el primer momento les pedí que me acompañaran con su oración, su cercanía y su apoyo.

Debo confesar que en estas primeras semanas ya siento que esta misión debe inspirarse en María. Ella, después del anuncio del Ángel, se puso en camino para ayudar a su prima Isabel. Y así me he puesto a servir a mis hermanos, escuchándolos, compartiendo y asegurándoles el apoyo de toda la Congregación, especialmente a aquellos que viven en situaciones de guerras, conflictos y pobreza extrema.
Me impactó el comentario de un inspector que, con sus hermanos, está viviendo una situación extremadamente difícil. Después de una conversación muy fraterna, me dijo: «Padre, solo necesitamos tu cercanía, tu escucha, tu oración. Esto nos consuela, nos anima y nos da fuerza y esperanza para seguir sirviendo a los jóvenes, pobres y heridos, asustados y aterrorizados». Después de este comentario, nos quedamos en silencio, él y yo, con algunas lágrimas que corrían por sus ojos y debo decir que también por los míos.
Terminada la reunión, me quedé solo en mi oficina. Me pregunté si esta misión que el Señor me pide que acepte no es quizás la de hacerme hermano junto a mis hermanos que sufren, pero esperan, que luchan por hacer el bien a los pobres y no tienen ninguna intención de rendirse. Sentía dentro de mí una voz que me decía que vale la pena decir ‘sí’ cuando el Señor llama a la puerta, ¡cueste lo que cueste!

Por P. Fabio ATTARD

Rector Mayor de los Salesianos de Don Bosco