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No es indiferente celebrar un Capítulo General en un lugar u otro. Ciertamente, en Valdocco, en la “cuna del carisma”, tenemos la oportunidad de redescubrir la génesis de nuestra historia y reencontrar la originalidad que constituye el corazón de nuestra identidad de consagrados y apóstoles de los jóvenes.
En el marco antiguo de Valdocco, donde todo habla de nuestros orígenes, estoy casi obligado a recordar aquel diciembre de 1859, en el que Don Bosco tomó una decisión increíble, única en la historia: fundar una congregación religiosa con jóvenes.
Los había preparado, pero seguían siendo muy jóvenes. “Desde hace mucho tiempo pensaba en fundar una Congregación. Ha llegado el momento de concretarlo”, explicó con sencillez Don Bosco. “En realidad, esta Congregación no nace ahora: ya existía por ese conjunto de Reglas que siempre habéis observado por tradición… Ahora se trata de seguir adelante, de constituir normalmente la Congregación y de aceptar sus Reglas. Sabed, sin embargo, que sólo se inscribirán aquellos que, después de haber reflexionado seriamente sobre ello, quieran hacer a su debido tiempo los votos de pobreza, castidad y obediencia… Os dejo una semana para que lo penséis”.
Al salir de la reunión hubo un silencio inusual. Muy pronto, cuando las bocas se abrieron, se pudo constatar que Don Bosco había tenido razón al proceder con lentitud y prudencia. Algunos murmuraban entre dientes que Don Bosco quería hacer de ellos frailes. Cagliero medía a grandes pasos el patio preso de sentimientos contradictorios.
Pero el deseo de “permanecer con Don Bosco” prevaleció en la mayoría. Cagliero soltó la frase que se haría histórica: “Fraile o no fraile, yo me quedo con Don Bosco”.
A la “conferencia de adhesión”, que se celebró la noche del 18 de diciembre, asistieron 17 personas.
Don Bosco convocó el primer Capítulo General el 5 de septiembre de 1877 en Lanzo Torinese. Los participantes eran veintitrés y el Capítulo duró tres días enteros.
Hoy, para el Capítulo número 29, los capitulares son 227. Han llegado de todas las partes del mundo, en representación de todos los salesianos.
En la apertura del primer Capítulo General, Don Bosco dijo a nuestros hermanos: “El Divino Salvador dice en el santo Evangelio que donde hay dos o tres congregados en su nombre, allí está Él mismo en medio de ellos. Nosotros no tenemos otro fin en estas reuniones que la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas redimidas por la preciosa Sangre de Jesucristo”. Por lo tanto, podemos estar seguros de que el Señor estará en medio de nosotros y de que Él conducirá las cosas de tal manera que todos se sientan a gusto.
Un cambio de época
La expresión evangélica: “Jesús llamó a los que quiso consigo y los envió a predicar” (Mc 3,14-15), dice que Jesús elige y llama a los que quiere. Entre estos estamos también nosotros. El Reino de Dios se hace presente y aquellos primeros Doce son un ejemplo y un modelo para nosotros y para nuestras comunidades. Los Doce son personas comunes, con virtudes y defectos, no forman una comunidad de puros ni siquiera un simple grupo de amigos.
Saben, como ha dicho el Papa Francisco, que “Vivimos un cambio de época más que una época de cambios”. En Valdocco, en estos días, se respira un clima de gran conciencia. Todos los hermanos sienten que este es un momento de gran responsabilidad.
En la vida de la mayoría de los hermanos, de las inspectorías y de la Congregación hay muchas cosas positivas, pero esto no basta y no puede servir de «consuelo», porque el grito del mundo, las grandes y nuevas pobrezas, la lucha cotidiana de tantas personas -no sólo pobres sino también sencillas y laboriosas- se alza fuerte como petición de ayuda. Son todas preguntas que nos deben provocar y sacudir y no dejarnos tranquilos.
Con la ayuda de las inspectorías a través de la consulta, creemos haber identificado por un lado los principales motivos de preocupación y por otro los signos de vitalidad de nuestra Congregación, declinados siempre con los rasgos culturales específicos de cada contexto.
Durante el Capítulo proponemos concentrarnos en lo que significa para nosotros ser verdaderamente salesianos apasionados de Jesucristo, porque sin esto ofreceremos buenos servicios, haremos el bien a las personas, ayudaremos, pero no dejaremos una huella profunda.
La misión de Jesús continúa y se hace visible hoy en el mundo también a través de nosotros, sus enviados. Estamos consagrados para construir amplios espacios de luz para el mundo de hoy, para ser profetas. Hemos sido consagrados por Dios y puestos en seguimiento de su amado Hijo Jesús, para vivir verdaderamente como conquistados por Dios. Por eso, una vez más, lo esencial se juega todo en la fidelidad de la Congregación al Espíritu Santo, viviendo, con el espíritu de Don Bosco, una vida consagrada salesiana centrada en Jesucristo.
La vitalidad apostólica, como vitalidad espiritual, es compromiso a favor de los jóvenes, de los niños, en las más variadas pobrezas, por lo tanto no se puede detener a ofrecer sólo servicios educativos. El Señor nos llama a educar evangelizando, llevando Su presencia y acompañando la vida con oportunidades de futuro.
Estamos llamados a buscar nuevos modelos de presencia, nuevas expresiones del carisma salesiano en nombre de Dios. Esto se haga en comunión con los jóvenes y con el mundo, a través de «una ecología integral», en la formación de una cultura digital en los mundos habitados por los jóvenes y por los adultos.
Y es fuerte el deseo y la expectativa de que este sea un Capítulo General valiente, en el que se digan las cosas, sin perderse en frases correctas, bien confeccionadas, pero que no tocan la vida.
En esta misión no estamos solos. Sabemos y sentimos que la Virgen María es un modelo de fidelidad.
Es hermoso volver con la mente y con el corazón al día de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de 1887 cuando, dos meses antes de su muerte, Don Bosco dijo a algunos Salesianos que, conmovidos, lo miraban y escuchaban: “Hasta ahora hemos caminado sobre seguro. No podemos errar; es María quien nos guía”.
María Auxiliadora, la Virgen de Don Bosco, nos guía. Ella es la Madre de todos nosotros y es Ella quien repite, como en Caná de Galilea en esta hora del CG29: “Haced lo que Él os diga”.
Nuestra Madre Auxiliadora nos ilumine y nos guíe, como hizo con Don Bosco, a ser fieles al Señor y a no defraudar nunca a los jóvenes, sobre todo a los más necesitados.