Las Jornadas de Espiritualidad Salesiana

Este año, las XLIII Jornadas de Espiritualidad Salesiana se llevarán a cabo del 16 al 19 de enero, como de costumbre, en Valdocco. Representan, para toda la Familia Salesiana esparcida por el mundo, una ocasión preciosa de encuentro, reflexión y renovación espiritual. Cada año, en el mes de enero, religiosos, religiosas, laicos y jóvenes se reúnen para redescubrir las raíces del carisma salesiano, celebrando la figura y la herencia de San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana y gran amigo de los jóvenes. El objetivo es promover una reflexión comunitaria sobre los valores de la fe, la fraternidad y la misión educativa, según el espíritu salesiano, en un contexto de fiesta y oración.

Origen y significado de las Jornadas de Espiritualidad Salesiana
La tradición de las Jornadas de Espiritualidad Salesiana tiene sus raíces en la práctica educativa de Don Bosco, quien comprendió la importancia de cultivar momentos de formación para sus jóvenes y para los colaboradores que lo acompañaban en la misión. Desde las primeras décadas de vida de la Congregación, de hecho, se sintió la necesidad de reunirse periódicamente para releer la experiencia vivida en las obras salesianas y hacerla dialogar con los desafíos del presente. Con el paso de los años, el carisma salesiano se ha difundido mucho más allá de los límites de Piamonte, alcanzando los cinco continentes. Al mismo tiempo, la necesidad de encontrarse para un diálogo y un discernimiento común se ha vuelto cada vez más apremiante, haciendo indispensable una ocasión de encuentro que hoy conocemos como Jornadas de Espiritualidad Salesiana.

Las Jornadas, celebradas típicamente en el mes de enero en proximidad de la fiesta litúrgica de San Juan Bosco (31 de enero), representan la síntesis de un año entero de trabajo, oración y reflexión en torno al tema propuesto por el Rector Mayor de los Salesianos con la llamada Strenna. La Strenna es un mensaje anual que, partiendo de una frase o de un concepto clave, pretende orientar la vida y la misión salesiana en el mundo. Durante estas jornadas, los participantes profundizan juntos el sentido de dicho mensaje, confrontándose con otras realidades salesianas, compartiendo testimonios y dejándose inspirar por momentos de oración y celebración.

Estructura y momentos destacados
Las Jornadas de Espiritualidad Salesiana suelen llevarse a cabo en un lugar particularmente significativo para la Congregación, como el Colle Don Bosco o Valdocco en Turín, donde San Juan Bosco dio los primeros pasos de su apostolado juvenil. En otros casos, para favorecer la participación de los fieles y de los miembros de la Familia Salesiana residentes en varias partes del mundo, pueden organizarse eventos paralelos o conexiones en directo por streaming. Esto permite a cualquier interesado, incluso a distancia, seguir los principales momentos de oración, escuchar las meditaciones e interactuar con los ponentes.

Durante estos días, la agenda está marcada por una serie de citas que abarcan desde la reflexión teológica y pastoral hasta momentos de convivencia y fiesta. Entre los momentos destacados se encuentran:

1. Conferencias y relaciones temáticas: figuras autorizadas del mundo salesiano, teólogos, educadores y responsables de las obras presentan profundizaciones sobre el tema anual. Estas relaciones ofrecen un amplio panorama de los desafíos educativos y pastorales contemporáneos, ayudando a situar el carisma salesiano en el contexto actual.

2. Trabajos en grupo y talleres: para pasar del plano teórico al práctico, los participantes se involucran en grupos de trabajo o laboratorios, donde tienen la oportunidad de confrontar las experiencias vividas en sus propias realidades e imaginar nuevas vías de evangelización y acompañamiento juvenil.

3. Celebraciones y momentos de oración: las Jornadas de Espiritualidad Salesiana no son solo estudio y profundización, sino también y sobre todo una ocasión de encuentro con Dios. Las liturgias y las oraciones comunitarias, que marcan toda la duración del evento, constituyen una fuente de alimento espiritual que sostiene y refuerza el sentido de pertenencia a la gran Familia Salesiana.

4. Testimonios y comparticiones de experiencias: escuchar los relatos de misioneros, educadores y jóvenes provenientes de diferentes contextos socio-culturales es un elemento fundamental. Estos testimonios concretos dan un rostro a los valores salesianos y demuestran la vitalidad de un carisma que, a más de un siglo de la muerte de Don Bosco, sigue inspirando a generaciones de creyentes.

5. Encuentro con el Rector Mayor: un momento particularmente esperado y significativo es el encuentro con el Rector Mayor, figura que representa al sucesor de Don Bosco. En su intervención, él exhorta a toda la Familia Salesiana a continuar con empeño la obra educativa y pastoral, recordando la importancia de unir la vida espiritual con la acción concreta a favor de los jóvenes, especialmente los más necesitados.

Los protagonistas: la Familia Salesiana en camino
Las Jornadas de Espiritualidad Salesiana no involucran solo a los religiosos salesianos (SDB) y a las Hijas de María Auxiliadora (FMA), sino que reúnen a todos los grupos que componen la variada Familia Salesiana: los Cooperadores Salesianos, los Exalumnos y Exalumnas de Don Bosco, los Voluntarios de Don Bosco, las Voluntarias de Don Bosco, las Asociaciones de Devotos de María Auxiliadora y muchos otros. Esta pluralidad de expresiones y de pertenencia revela la riqueza de un carisma que ha sabido declinarse en formas y sensibilidades diferentes, pero siempre convergentes en el amor por los jóvenes y por la Iglesia.

Hacia una renovación continua del carisma
Uno de los mensajes más importantes que emergen de las Jornadas de Espiritualidad Salesiana es la necesidad de una renovación continua y creativa del carisma de Don Bosco. El mundo cambia a un ritmo vertiginoso, con desafíos inéditos que afectan la esfera tecnológica, social y educativa. Para permanecer fieles al fundador y al Evangelio, la Familia Salesiana está llamada a estar siempre en salida, a no conformarse con fórmulas “ya probadas”, sino a experimentar formas de apostolado que sepan hablar a los jóvenes de hoy.

La fidelidad a Don Bosco no significa repetir mecánicamente lo que se ha hecho en el pasado, sino profundizar su espíritu y su método preventivo, para encontrar nuevos lenguajes y experiencias educativas adecuadas al presente. Este es el sentido profundo de las Jornadas de Espiritualidad Salesiana: un tiempo de escucha, confrontación y compartición que abre al futuro, manteniendo firme la mirada en esa inspiración originaria que ha hecho de la Congregación Salesiana un punto de referencia para millones de jóvenes en todo el mundo.

Las Jornadas de Espiritualidad Salesiana, celebradas cada año en el mes de enero, no son solo una cita fija del calendario salesiano, sino un verdadero “laboratorio espiritual” donde se respira la riqueza de un carisma en continua evolución. En una época en la que las relaciones humanas son a menudo fragmentadas y la búsqueda de sentido es cada vez más apremiante, el mensaje salesiano conserva intacta su actualidad: poner al joven en el centro, amarlo, valorarlo, acompañarlo en el camino hacia la madurez humana y cristiana. Y es precisamente en esta perspectiva que las Jornadas de Espiritualidad Salesiana se revelan un don precioso para la Familia Salesiana y para toda la Iglesia, un signo de que la pasión educativa de Don Bosco vive aún hoy, fecunda y llena de esperanza, capaz de generar frutos de bien en cada rincón del planeta.

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Comunidad de la Misión de Don Bosco, una historia de “familia” y de “profecía”

La Familia Salesiana, nacida de la intuición de Don Bosco, ha continuado a lo largo del tiempo creciendo y asumiendo formas diferentes, manteniendo las mismas raíces. Entre estas realidades se encuentra la Comunidad de la Misión de Don Bosco (CMB), una asociación privada de fieles con un carisma misionero, que desde 2010 forma parte oficialmente de la Familia Salesiana.

Los orígenes de la CMB
            Todo comenzó en 1983 en Roma, en el Instituto Gerini, durante un encuentro de jóvenes Salesianos Cooperadores. Durante la Misa de clausura, un signo claro e indeleble quedó grabado en el corazón y en la mente de algunos participantes: tu vida y tu fe deben tomar una luz misionera… en cada lugar donde estés. De esta intuición nació la Comunidad de la Misión de Don Bosco, surgida como una iniciativa del Espíritu y fundada en el Instituto Salesiano de Bolonia.
            Le pedimos al diácono Guido Pedroni, fundador y custodio general de la CMB, que contara la historia de esta realidad. La CMB, compuesta por laicos, está hoy presente en diferentes partes del mundo. Es una comunidad misionera en estilo y en elecciones, profundamente arraigada en el espíritu salesiano y en la vida de sus fundadores. Junto a Guido Pedroni, otros cuatro laicos han compartido desde el principio el ideal de la CMB: Paola Terenziani (fallecida hace algunos años y para quien se ha iniciado el proceso de beatificación), Rita Terenziani, Andrea Bongiovanni y Giacomo Borghi. A estas figuras, reunidas en la llamada “Tienda Madre”, se ha sumado recientemente Daniele Landi, ya presente en los orígenes de la Comunidad.

Una comunidad mariana y misionera
            Es relevante notar que la CMB es el único grupo de la Familia Salesiana fundado por un laico y nacido de una idea compartida: un sueño misionero y comunitario. Es profundamente mariana, ya que el gesto definitivo de pertenencia a la Comunidad, el Acto de Dedicatoria, está inspirado en la vida de María, toda dedicada a Jesús. Como cuenta Guido Pedroni, la CMB nació de “una intuición, el Acto de Dedicatoria, que para nosotros es una verdadera consagración a Dios y a la Comunidad a ejemplo de María y de Don Bosco”.

El estilo y la espiritualidad
            El estilo de la CMB se concreta en la forma de vivir la fe, en abrir nuevas presencias misioneras, en realizar proyectos, en establecer relaciones educativas y en experimentar la vida comunitaria. Es un estilo marcado por la iniciativa, que algunos incluso han definido como “temeridad”, y se basa en cuatro pilares: suscitar, involucrar, crear y creer. Suscitar motivaciones, involucrar a las personas en la acción, crear relaciones auténticas, creer en la Providencia del Espíritu que precede y custodia cada elección.
            Para la CMB, vivir en un “Estado de Misión” permanente significa testimoniar el Evangelio en cada momento del día y en cada lugar, ya sea África, América, Italia, un campo de nómadas o un aula escolar. Lo esencial es sentirse parte de la misión de la Iglesia, encarnada en el estilo de Don Bosco a favor de los jóvenes.

            Tres son los ejes de la espiritualidad de la CMB:
            – Unidad, construida en el diálogo fraterno;
            – Caridad, hacia jóvenes y pobres, vivida en la comunión;
            – Esencialidad, encarnada en la simple y familiar compartición típica del espíritu salesiano.
            Otros elementos distintivos son la concesión de un mandato específico y la conciencia del “Estado de Misión”. La identidad carismática se arraiga en la espiritualidad salesiana, enriquecida por algunos rasgos propios de la CMB, en particular una espiritualidad de búsqueda y una actitud de familiaridad, que sientan las bases de la unidad entre los miembros de la Comunidad y de la Asociación.

Misiones y difusión en el mundo
            Inicialmente, la CMB estaba comprometida en actividades misioneras a favor de Etiopía. Sin embargo, con el tiempo, el compromiso se ha trasladado del tiempo libre a la vida cotidiana, orientando las elecciones fundamentales de la existencia. El clima de profunda amistad, la vida espiritual intensa marcada por la Palabra de Dios y el trabajo concreto por los pobres y por los jóvenes han llevado a la Dedicatoria. Así se comprendió que la tensión misionera no solo concernía a Etiopía, sino a cada lugar donde hubiera necesidad.
            En 1988 se redactó la primera Regla de Vida, mientras que en 1994 la CMB se convirtió en una Asociación con una propia estructura jurídica, para continuar el compromiso misionero y las actividades de animación en el territorio bolonés.
            Todas las presencias misioneras de la CMB han surgido de una llamada y de un signo. Actualmente, la Comunidad está presente en Europa, África, América del Sur y Central. La primera expedición misionera tuvo lugar en 1998 en Madagascar; desde entonces se ha difundido en nueve países: Italia, Madagascar, Burundi, Haití, Ghana, Chile, Argentina, Ucrania y Mozambique. Las dos “aventuras” más recientes se refieren precisamente a Mozambique y Ucrania.
            En los próximos meses se abrirá una nueva presencia en Mozambique. En septiembre pasado, en la Basílica de María Auxiliadora en Turín-Valdocco, se entregó el crucifijo misionero a Angelica y, idealmente, a otros tres jóvenes de Madagascar y Burundi, ausentes por motivos burocráticos, que junto a ella formarán la primera comunidad en ese país.
            En Ucrania, en cambio, varios miembros de la CMB han ido en varias ocasiones para llevar ayuda debido a la guerra y ahora, en diálogo con los Salesianos, están tratando de entender qué nuevo desafío está indicando el Espíritu.

Una vocación de confianza y servicio
            Es evidente que la vocación de la CMB es misionera y mariana, dentro del carisma salesiano, pero también posee una identidad peculiar, forjada por la historia y los signos de la presencia del Señor que han emergido en las vicisitudes de la Comunidad. Es una historia entrelazada con la vida de Don Bosco y la de las personas que forman parte de ella. Nunca ha sido fácil permanecer fiel a las llamadas del Espíritu, ya que siempre invitan a ampliar el horizonte, a confiar incluso “en la oscuridad”.
            La misión de la CMB es testimonio y servicio, compartición y confianza en Dios. Testimonio con la propia vida, servicio como acción educativa, compartición fruto del discernimiento comunitario y asunción de responsabilidad en todos los aspectos, confianza en Dios a ejemplo de Don Bosco, aprendiendo gradualmente cómo los proyectos pueden adquirir luz y forma.

Marco Fulgaro




Mensaje de clausura de las 42ª Jornadas de Espiritualidad Salesiana

A mi queridísima Familia

Mis queridos hijos e hijas,

El sueño que hace soñar. Este es el legado que os dejo: un sueño. Ese sueño que ha guiado mi vida. Ahora es vuestro sueño. Lo que he tenido de más precioso, os lo doy a vosotros. Vino de lo alto y, como todo lo que nace de Dios, no puede morir. Ha sido mi vocación y mi misión.

Si estáis hoy aquí, es porque habéis sido elegidos para una misión. Esta es vuestra vocación: estáis llamados a continuar lo que yo he comenzado. A realizar hoy todos los sueños de Dios, que son también los míos. Y a realizarlos juntos, en familia.

Por eso os pido que os vayáis. Una vez más, márchense. Partir sin descanso, sin cesar.

Como Abraham, como José y María, como Leví, Simón, Andrés y todos los demás. Como hice yo.

Vete, dice Dios. Yo te diré adónde debes ir. No os cansáis. No os detengáis nunca.

Os dije a menudo: descansaremos en el Paraíso. Que esta sea vuestra dirección. Id al Paraíso y llevad con vosotros a tantos niños, niñas y jóvenes como podáis.

Creed en las más altas y bellas verdades. Confiad en Dios Creador, en el Espíritu Santo que mueve todas las cosas hacia el bien, en el abrazo de Cristo presente en cada persona y que espera a todos al final de su existencia; creed, os espera, en la familia.

Confiad en la Maestra, dejad que os lleve de la mano. Ella nunca os abandonará.

Una Madre siempre mantiene el fuego encendido y la puerta abierta.

Estéis donde estéis, ¡construid! De pie, siempre. Si estáis abajo, ¡levantad! ¡El mundo os necesita! Nuestro rebaño está amenazado, los lobos acechan: sus colmillos se llaman violencia física, violencia afectivo-sexual, violencia económica, ciberviolencia y la terrible exclusión social.

Amad a las personas. Amad una a una. Respetad el camino de cada uno, sea lineal o atormentado, porque cada persona es sagrada.

Llorad con los que lloran, pero trabajad para que no haya más lágrimas en este mundo. «No llores», dijo Jesús a la viuda de Naín. Devolved los hijos vivos a las madres de este mundo.

Que vuestra manera de amar sea una fuerza transformadora que lleve a la felicidad. Tened un amor puro, sembrad alegría y por donde pases sé una bendición. No desperdiciad vuestra vida. Contaminad el mundo con vuestra alegría.

Salvaos de la indiferencia. Disfrutad del milagro de la luz, del agua viva y del pan compartido. Recordad que la fe humaniza. Siempre. Observad, aprended y sed pacientes, y dejad que Dios dicte los tiempos de la Providencia.

No dejad espacio para pensamientos amargos y oscuros. Este mundo es el primer milagro que Dios ha realizado, y Dios ha puesto en vuestras manos la gracia de nuevos milagros. Esperad siempre un milagro, en la vida cotidiana.

Sincronizad vuestros latidos en las lágrimas de tantos jóvenes empobrecidos. Y en la rabia de quienes sólo han encontrado injusticias y abusos. Tened las puertas siempre abiertas. Sed responsables de este mundo y de la vida de cada joven. Pensad que cada injusticia contra un pobre es una herida abierta en el corazón de Dios.

Trabajad por la paz entre los hombres, y no escuchad la voz de los que propagan el odio y la división. Que haya paz y perdón en vuestros hogares. Todos juntos formad una verdadera familia, una ciudad firme, un espacio inclusivo. Un Oratorio. Sed un Oratorio.

Que cada joven y cada mujer que encontráis crezca en sabiduría, en edad, en gracia ante Dios y ante los hombres, y se convierta en protagonista de una nueva humanidad.

Pedid cada día a Dios el don de la valentía. Recordad siempre que Jesús venció el miedo por nosotros. Venced al mundo con el arma de María, la ternura. Como ha recomendado el Papa Francisco: Jesús nos ha dado una luz que brilla en la oscuridad: defended, proteged esa luz. Esa única luz es la mayor riqueza confiada a vuestra vida.

Y, sobre todo, ¡soñad!! No tengáis miedo de soñar. Soñad. Soñad con un mundo que aún no podáis ver, pero que sin duda llegará.

Organizad la esperanza. Cuidad la creación. La esperanza nos lleva a creer en la existencia de una creación que se extiende hasta su plenitud última, cuando Dios será todo en todos.

Nuestro sueño es como la vida: es todo lo que tenemos.

No lo dejáis morir. Así que vamos, vamos a cambiar el mundo. Juntos.

Don Bosco




ADMA – Un itinerario de santificación y apostolado según el carisma de Don Bosco

La Asociación de María Auxiliadora (ADMA) fue fundada el 18 de abril de 1869 por Don Bosco, como segundo grupo de su obra, después de los Salesianos, con el objetivo depromover las glorias de la divina Madre del Salvador, para merecer su protección en la vida y particularmente en el momento de la muerte”.

            La Pía Asociación de María Auxiliadora se fundó tras la inauguración de la Basílica dedicada a la Santísima Virgen, que tuvo lugar el 9 de junio de 1868 en Turín. Con la construcción de la Basílica, Don Bosco vio con sus propios ojos la realización del famoso sueño de 1844, en el que la Virgen María, a semejanza de una pastora, le hizo ver “una estupenda y alta Iglesia” en cuyo interior había “una banda blanca, en la que en grandes letras estaba escrito: HIC DOMUS MEA, INDE GLORIA MEA”. Muchas personas, especialmente del pueblo, habían contribuido con ofrendas a la construcción del Santuario en señal de gratitud por las gracias recibidas de María Auxiliadora. Los fieles habían hecho “repetidas peticiones para que se iniciara una piadosa Asociación de devotos que, unidos en un mismo espíritu de oración y piedad, rindieran homenaje a la gran Madre del Salvador, invocada bajo el título de Auxilio de los Cristianos”. Esta petición popular – realizada a pesar de que en Turín existía una antigua (siglo XII) y fuerte devoción a Nuestra Señora bajo el título de la Consolata- indica que la iniciativa vino de arriba.

Cúpula de la Basílica Maria Ausiliatrice, Turín, Italia

Así se comprende también el motivo de la solicitud de aprobación de la Asociación hecha por el propio Don Bosco: “El suscripto expone humildemente a V. E. que con el único deseo de promover la gloria de Dios y el bien de las almas tendría en su ánimo que en la iglesia de María Auxiliadora, hace un año consagrada por V. E. al Culto divino, se iniciara una piadosa unión de fieles bajo el nombre de Asociación de los Devotos de María Auxiliadora: el objetivo principal sería promover la veneración del Santísimo Sacramento y la devoción a María Auxilium Christianorum:un título que parece ser del agrado de la Augusta Reina del Cielo”. Su petición no sólo fue aceptada, sino que en menos de un año desde su fundación (febrero de 1870) la Pía Asociación de María Auxiliadora se convirtió en Archicofradía.

            El nombre “ADMA” que Don Bosco dio a esta asociación, significaba la Asociación de los Devotos de María Auxiliadora, donde la palabra “devotos” refleja lo que San Francisco de Sales enseñó: “La devoción no es otra cosa que una agilidad y vivacidad espiritual, con la que la caridad realiza sus operaciones en nosotros, y nosotros operamos a través de ella, pronta y afectuosamente”. Esta devoción se especifica aún más: “Don Bosco, consciente de nuestras dificultades y fragilidad, dio un paso más, aún más hermoso: no somos devotos en general, sino devotos de María Auxiliadora”. En su experiencia, el don del amor que une al Padre y al Hijo (la gracia) y que impulsa a la acción (la caridad), pasa explícitamente, casi sensiblemente, por la mediación maternal de María”, como señala el sucesor de Don Bosco, el P. Ángel Fernández Artime.
            Don Bosco fundó ADMA para compartir la gracia y difundir y defender la fe del pueblo, irradiando en el mundo la veneración a Jesús Eucaristía y la devoción a la Virgen Auxiliadora, dos pilares de nuestra fe. Esta semilla sembrada por el santo se ha extendido hoy a 50 países de todo el mundo, con unos 800 grupos adscritos a ADMA Primaria de Turín.
            Hoy en ADMA, en la escuela de Don Bosco, se siguen caminos de oración, apostolado y servicio, según un estilo familiar. Se vive y se difunde la devoción a la Eucaristía y a María Auxiliadora, valorando la participación en la vida litúrgica y la reconciliación. La formación cristiana se orienta a imitar a María en la vivencia de la “espiritualidad de la vida cotidiana”, buscando cultivar un ambiente cristiano de acogida y solidaridad en la familia y en los propios lugares de vida.
            Con ocasión del 150 aniversario de la fundación de ADMA, el sucesor de Don Bosco, en su carta “¡Confía, confía, sonríe!”, dejó a la Asociación algunas instrucciones. La invitación es a dejarse guiar por el Espíritu Santo para un renovado impulso evangelizador, anclado en los dos pilares, la Eucaristía y la devoción a María Auxiliadora, con algunos énfasis:
            – vivir un camino de santidad en la familia, dando testimonio principalmente a través de la perseverancia en el amor entre los esposos, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre jóvenes y ancianos;
            – llevar a la Virgen al hogar, imitando a María en todo lo que se pueda;
            – ofrecer un itinerario de santificación y apostolado, sencillo y accesible a todos;
            – participar en la Eucaristía, sin la cual no hay camino de santidad;
            – confiarnos a María, convencidos de que nos llevará «de la mano» para conducirnos al encuentro con su Hijo Jesús.

            Los momentos privilegiados para vivir y difundir la dimensión popular de la devoción a María Auxiliadora, y para pedir gracias, son las prácticas de piedad: la conmemoración del 24 de cada mes, el rosario, la novena de preparación a la fiesta de María Auxiliadora, la bendición de María Auxiliadora, las peregrinaciones a los santuarios marianos, las procesiones, la colaboración en la vida parroquial.
            Los miembros de ADMA forman parte del gran árbol de la Familia Salesiana, un movimiento de personas promovido por Don Bosco, bajo la guía de María Auxiliadora, para la misión juvenil y popular: “Debemos unirnos -escribió en 1878- entre nosotros y todos con la Congregación… apuntando al mismo objetivo y utilizando los mismos medios… como en una sola familia con los lazos de la caridad fraterna que nos impulsa a ayudarnos y apoyarnos mutuamente en beneficio del prójimo”. En la Familia Salesiana, ADMA conserva la tarea de subrayar la particular devoción eucarística y mariana vivida y difundida por San Juan Bosco, devoción que expresa el elemento fundador del carisma salesiano. En esta perspectiva, entre otras cosas, ADMA promueve para toda la Familia Salesiana el Congreso Internacional de María Auxiliadora, cuya próxima edición se celebrará en Fátima del 29 de agosto al 1 de septiembre de 2024. El título elegido para este evento será “Yo te daré la maestra”, en recuerdo del sueño de nueve años de Don Bosco, del que se celebrará el 200 aniversario.
            Para conocer mejor a ADMA, además de la página web admadonbosco.org, también se puede seguir su hoja mensual de formación y comunión “ADMA en línea ” y su serie de libros “Cuadernos de María Auxiliadora”, ambos en el mismo sitio. También puedes seguirlos en los canales de las redes sociales Facebook y Youtube, y un folleto puede descargarse desde AQUÍ.




Familia Salesiana. Como las ramas de un árbol

Siempre había admirado a Don Bosco, su pasión por los jóvenes, su espiritualidad alegre y concreta, pero ignoraba que había una gran familia en torno a él. Cuando alguien me habló por primera vez de la Familia Salesiana hace algún tiempo, señaló un gran roble que se erigía majestuosamente frente a mí y me dijo: «Mira ese árbol. La Familia Salesiana es así: tiene un tronco fuerte y sólido que es Don Bosco, bien arraigado a la tierra, a la realidad concreta de la vida cotidiana —los jóvenes, los pobres, los retos de cada día que esperan respuestas, …— y tiene muchas ramas que miran al cielo —los distintos grupos nacidos de su carisma—. Hay grupos de religiosos y grupos de laicos, hombres y mujeres: hasta treinta y dos comunidades que comparten la misma espiritualidad, la misma pasión por la misión, ¡pero cada uno la realiza a su manera!»

Me gustó la imagen del árbol: las ramas estaban cerca unas de otras, creciendo de forma independiente pero unidas al tronco y alimentadas por la misma savia de la planta. Juntas hacían que el árbol fuera frondoso, exuberante, un refugio excepcional para los numerosos pájaros que lo habían elegido como hogar. ¡Podría haber sido un hogar para mí también! También me gustaba la idea de «familia»: me daba una buena sensación, de intimidad, de apoyo mutuo. Lo primero que atrajo mi interés fue el hecho de que todos los grupos juntos, a pesar de su autonomía, forman una gran comunidad donde se vive un ambiente de fraternidad y alegría, de cercanía y confianza. Es un estilo que caracteriza a todos los grupos: los Salesianos de Don Bosco, las Hijas de María Auxiliadora, los Salesianos Cooperadores, la Asociación ADMA y a todos aquellos que, a lo largo de los años, han sido fundados por «Hijos de Don Bosco», cada uno con su propia particularidad. Hay hermanas que se ocupan de los leprosos y otras que realizan su misión en pequeños centros donde no llegan los demás; religiosas que se ponen al servicio de los nativos y otras que acogen a los niños. También hay grupos de laicos, desde los que evangelizan a través de los medios de comunicación hasta los que se dedican a la actividad misionera ad gentes o se comprometen a estar presentes en el ámbito social, llevando los valores recibidos en los círculos salesianos. Por último, existen también Institutos Seculares masculinos y femeninos, con laicos consagrados que se comprometen a ser misioneros en el corazón del mundo.

Una gran variedad de vocaciones unidas por un único carisma, una única espiritualidad: la de Don Bosco.

Yo también quería entrar en esta aventura. A medida que avanzaba iba comprendiendo lo que significaba «pertenecer»: formar parte de una familia natural no significa simplemente tener el mismo apellido, sino también participar en su historia, compartir sus valores, sus proyectos, sus trabajos, y lo mismo ocurre con la Familia Salesiana. Pertenecer a ella es una elección, es una vocación a la que se responde, y a partir de ese momento se crece juntos, se crean y fortalecen lazos, se sueña juntos, se planifica juntos, se construye juntos, se ofrece y recibe apoyo, se AMA. Esto es lo que significa construir una Familia.

Ya en 2009, el sucesor de Don Bosco en aquel momento, el P. Pascual Chávez, dijo con contundencia: «Hago un llamamiento urgente a esta Familia a adquirir una nueva mentalidad, a pensar y actuar siempre como movimiento, con un intenso espíritu de comunión (concordia), con un convencido deseo de sinergia (unidad de intenciones), con una madura capacidad de trabajar en red (unidad de proyectos)».

No se trata, pues, de una agregación de grupos que, como las mónadas, viven de forma autorreferencial ignorando el camino de los demás, sino de la respuesta a una llamada a vivir en plena comunión, ¡provocando una verdadera revolución copernicana! Se trata de poder sentir, cuando se entra en un grupo salesiano, que no se está solo, que en primer lugar se entra a formar parte de una familia, de un movimiento de espiritualidad apostólica, que luego se concreta en un modo particular de vivir el mismo don. Se trata de aprender a reconocerse como parte de un todo y de entender que caminando y trabajando en sinergia con los demás todos nos enriquecemos y podemos conseguir mejores resultados. Se trata de aprender a reconocer la riqueza de los carismas de los demás, de comprometerse a hacer crecer no solo el propio, sino también el de los otros grupos, y de construir una comunión basada en el respeto a las especificidades de cada uno, de colaboración, de aprecio por todos.

Don Bosco tuvo realmente una intuición original y fascinante: ¡unir las fuerzas para hacer más eficaz nuestra misión!

En una carta al cardenal Giovanni Cagliero (27 de abril de 1876), Don Bosco escribía: «Antes bastaba con unirse en la oración, pero ahora que hay tantos medios de perversión, perjudiciales sobre todo para los jóvenes de ambos sexos, es necesario unirse en el campo de la acción y del trabajo».

Y de nuevo en el Boletín Salesiano de enero de 1878, dirigiéndose a los cooperadores: «Debemos unirnos entre nosotros y todos con la Congregación. Unámonos, pues, apuntando al mismo fin y utilizando los mismos medios para conseguirlo. Unámonos como una sola familia con los lazos de la caridad fraterna».

Sin embargo, «trabajar juntos» no significa siempre trabajar «codo con codo», no significa intervenir de una manera uniforme, no significa hacer todos lo mismo, sino saber leer juntos los contextos personales y sociales de los jóvenes, saber encontrar posibles estrategias de intervención para alcanzar objetivos compartidos y saber coordinarse, en sinergia, con reciprocidad, con responsabilidad común e individual.

Como en cualquier familia, en la Familia Don Bosco cada uno tiene su propio papel, pero todos se esfuerzan por alcanzar los mismos objetivos. Cada grupo tiene su propia especificidad, que debe ser respetada y valorada; tiene su propia caracterización que no cumple por sí misma todo el carisma que el Espíritu ha dado a través de Don Bosco a la Iglesia y al mundo, sino que saca a la luz aspectos del mismo siempre nuevos y originales. Por otra parte, nadie puede pretender ser el «dueño» del carisma, sino simplemente su custodio. En la Familia Salesiana se puede decir que cada grupo está incompleto sin el otro. Todo esto me hace pensar en un rostro de Don Bosco formado por muchas piezas de un rompecabezas: si faltan algunas piezas, los rasgos de la figura se desfiguran, el rostro no es reconocible. Las piezas unidas mostrarán un Don Bosco completo.

¡Juntos, en comunión, para vivir la misión! De esta manera todos los grupos pueden colaborar en la formación y profundización carismática; pueden, a partir de situaciones concretas, planificar juntos y promover un compromiso compartido en el territorio donde cada uno pueda ofrecer su propia «especialización»; pueden trabajar en red con espíritu fraterno, para ser más eficaces.

Sabemos bien lo urgente que es hoy comprometerse por un mundo más justo y más humano, lo necesario que es indicar horizontes de esperanza a muchos jóvenes, lo indispensable que es dar testimonio de solidaridad, de unidad y de comunión en una sociedad tentada constantemente a encerrarse en sí misma.

Sí, es una Familia realmente hermosa.

Quiero cantar mi agradecimiento a Don Bosco que, a disposición del Espíritu Santo, sembró una semilla en la tierra. Esa semilla brotó, se convirtió en una gran planta con muchas ramas, hojas, flores… Un gran árbol.

Ahora sé que quien sienta la misma pasión que Don Bosco, el mismo deseo de hacerse misión para los jóvenes, los pobres y los últimos, encontrará su lugar entre sus ramas y contribuirá a hacer el mundo más hermoso.

Giuseppina BELLOCCHI