25 Sep 2025, Jue

⏱️ Tiempo de lectura: 8 min.

image_pdfimage_print

La Visitaduría salesiana María Auxiliadora de rito bizantino (UKR) ha adaptado su misión educativo-pastoral desde el inicio de la invasión rusa de 2022. Entre sirenas antiaéreas, refugios improvisados y escuelas en sótanos, los salesianos se han convertido en una presencia cercana y concreta: acogen a desplazados, distribuyen ayuda, acompañan espiritualmente a militares y civiles, transforman una casa en centro de acogida y animan el campus modular «Mariapolis», donde cada día sirven mil comidas y organizan el oratorio y actividades deportivas, incluso el primer equipo ucraniano de Fútbol para Amputados. El testimonio personal de un hermano salesiano revela heridas, esperanzas y oraciones de quien lo ha perdido todo, pero sigue creyendo que, después de este largo Vía Crucis nacional, para Ucrania amanecerá la Pascua de la paz.


La pastoral de la Visitaduría María Auxiliadora de rito bizantino (UKR) durante la guerra
Nuestra pastoral tuvo que modificarse cuando comenzó la guerra. Nuestras actividades educativo-pastorales han tenido que adaptarse a una realidad completamente distinta, marcada a menudo por un sonido incesante de las sirenas que anuncian el peligro de ataques con misiles y bombardeos. Cada vez que suena la alarma, nos vemos obligados a interrumpir las actividades y a bajar con los chicos a los refugios subterráneos o búnkeres. En algunas escuelas, las clases se imparten directamente en los sótanos, para garantizar mayor seguridad a los alumnos.

Desde el principio, nos pusimos sin demora a ayudar y socorrer a la población que sufre. Hemos abierto nuestras casas para acoger a los desplazados, hemos organizado la recogida y distribución de ayuda humanitaria: preparamos con nuestros muchachos y jóvenes miles de paquetes con víveres, ropa y todo lo necesario para enviarlos a la gente necesitada en los territorios cercanos a los combates o en las zonas de combate. Además, algunos de nuestros hermanos salesianos trabajan como capellanes en las zonas de combate. Allí dan apoyo espiritual a los jóvenes militares, pero también llevan ayuda humanitaria a las personas que han permanecido en los pueblos bajo continuos bombardeos, ayudando a algunos de ellos a trasladarse a un lugar más seguro. Un hermano diácono que estuvo en las trincheras vio su salud deteriorada y perdió el tobillo. Cuando hace algunos años leía en el Boletín Salesiano en lengua italiana un artículo que hablaba de los salesianos en las trincheras, en la primera o segunda guerra mundial, no pensaba que esto se haría realidad en esta época moderna en mi país. Me impresionaron una vez las palabras de un jovencísimo soldado ucraniano, que citando a un histórico y eminente oficial, defensor y combatiente por la independencia de nuestro pueblo, decía: «Luchamos defendiendo nuestra independencia no porque odiemos a quien tenemos delante, sino porque amamos a quien tenemos detrás».

En este período hemos transformado también una de nuestras Casas Salesianas en un centro de acogida para desplazados.

Para apoyar la rehabilitación física, mental, psicológica y social de los jóvenes que han perdido extremidades en la guerra, hemos creado un equipo de Fútbol para Amputados, el primer equipo de este tipo en Ucrania.
Desde el inicio de la invasión en 2022, hemos puesto a disposición del ayuntamiento de Leópolis un terreno nuestro, destinado a la construcción de una escuela salesiana, para construir un campus modular para desplazados internos: «Mariapolis», donde nosotros, los salesianos, trabajamos en colaboración con el Centro del Departamento Social del Ayuntamiento. Damos apoyo asistencial y acompañamiento espiritual, haciendo el ambiente más acogedor. Apoyados por la ayuda de nuestra Congregación, de diversas organizaciones como VIS y Missioni Don Bosco, las diversas procuras misioneras y otras fundaciones benéficas, e incluso agencias estatales de otros países, hemos podido organizar la cocina del campus con el personal correspondiente, lo que nos permite ofrecer el almuerzo cada día a unas 1000 personas. Además, gracias a su ayuda, podemos organizar diversas actividades al estilo salesiano para los 240 niños y jóvenes que están presentes en el campus.

Una pequeña experiencia y un pobre testimonio personal
Quisiera compartir aquí mi pequeña experiencia y testimonio… Yo realmente agradezco al Señor que, a través de mi Inspector, me haya llamado a este servicio particular. Desde hace tres años trabajo en el campus que acoge a unos 1.000 desplazados internos. Desde el principio, estoy al lado de personas que lo han perdido todo en un instante, excepto la dignidad. Sus casas están destruidas y saqueadas, los ahorros y bienes acumulados con esfuerzo a lo largo de los años de vida se han desvanecido. Muchos han perdido mucho más y más valioso: a sus seres queridos, asesinados ante sus ojos por misiles o minas. Algunas de las personas que están en el campus tuvieron que vivir durante meses en los sótanos de edificios derrumbados, alimentándose de lo poco que encontraban, aunque estuviera caducado. Bebían el agua de los radiadores y hervían las cáscaras de patata para alimentarse. Luego, a la primera oportunidad, huyeron o fueron evacuados sin saber adónde ir, sin certezas sobre lo que les esperaba. Además, algunos han visto sus ciudades, como Mariúpol, arrasadas. De hecho, en honor a esta bellísima ciudad de María, nosotros los salesianos hemos llamado al campus para los desplazados con el nombre «Mariapolis», confiando este lugar y a los habitantes del campus a la Virgen María. Y Ella, como una madre, está al lado de cada uno en estos momentos de prueba. En el campus, he preparado una capilla dedicada a Ella, donde hay un icono pintado por una señora del campus procedente de la martirizada ciudad de Járkov. La capilla se ha convertido para todos los residentes, independientemente de la confesión de fe cristiana a la que pertenezcan, en lugar de encuentro con Dios y consigo mismos.

Estar con ellos, quererlos, acogerlos, escucharlos, consolarl0s, animarlos, rezar por ellos y con ellos, y apoyarles en lo que puedo, son los momentos que forman parte de mi servicio, que se ha convertido ya en mi vida durante este período. Es una verdadera escuela de vida, de espiritualidad, donde aprendo muchísimo estando junto a su sufrimiento. Casi todos esperan que la guerra termine pronto y llegue la paz, para poder volver a casa. Pero para muchos, ese sueño ya es irrealizable: sus casas ya no existen. Así, como puedo, intento ofrecerles algún asidero de esperanza, ayudándoles a encontrar a Aquel que no abandona a nadie, que está cerca en los sufrimientos y en las dificultades de la vida.

A veces me piden que los prepare para la Reconciliación: con Dios, consigo mismos, con la dura realidad que se ven obligados a vivir. Otras veces, les ayudo en las necesidades más concretas: medicinas, ropa, pañales, visitas al hospital. También hago trabajo administrativo junto con mis tres compañeros laicos. Cada día, a las 17:00, rezamos por la paz, y un pequeño grupo ha aprendido a rezar el Rosario, haciéndolo diariamente.

Como salesiano, intento estar atento a las necesidades de los chicos: desde el principio, con la ayuda de los animadores, hemos creado un oratorio dentro del campus. Además, actividades, excursiones, campamentos en la montaña durante el verano. Asimismo, uno de los compromisos que llevo adelante es supervisar el comedor, para asegurar que ninguna de las personas residentes en el campus se quede sin una comida caliente.

Entre los habitantes del campus está el pequeño Maksym, que se despierta en plena noche, aterrorizado por cualquier ruido fuerte. María, una madre que lo ha perdido todo, incluso a su marido, y que cada día sonríe a sus hijos para que no sientan el peso del dolor. Luego está Petro, de 25 años, que estaba en casa con su novia cuando un dron ruso lanzó una bomba. La explosión le amputó las dos piernas, mientras que su novia murió poco después. Petro pasó toda la noche al borde de la muerte, hasta que los soldados lo encontraron por la mañana y lo pusieron a salvo. La ambulancia no podía acercarse debido a los combates.
En medio de tanto sufrimiento, continúo mi apostolado con la ayuda del Señor y el apoyo de mis hermanos salesianos.

Nosotros, los salesianos de rito bizantino, junto con nuestros 13 hermanos de rito latino presentes en Ucrania –en gran parte de origen polaco y pertenecientes a la Inspectoría salesiana de Cracovia (PLS)– compartimos profundamente el dolor y los sufrimientos del pueblo ucraniano. Como hijos de Don Bosco, continuamos con fe y esperanza nuestra misión educativo-pastoral, adaptándonos cada día a las difíciles condiciones impuestas por la guerra.

Estamos al lado de los jóvenes, de las familias y de todos los que sufren y necesitan ayuda. Deseamos ser signos visibles del amor de Dios, para que la vida, la esperanza y la alegría de los jóvenes nunca sean sofocadas por la violencia y el dolor.

En este testimonio común, reafirmamos la vitalidad de nuestro carisma salesiano, que sabe responder incluso a los desafíos más dramáticos de la historia. Nuestras dos particularidades, la de rito bizantino y la de rito latino, hacen visible esa unidad indivisible del Carisma Salesiano, tal como afirman las Constituciones Salesianas en el art. 100: «El carisma del Fundador es principio de unidad de la Congregación y, por su fecundidad, está en el origen de los diversos modos de vivir la única vocación salesiana».

Creemos que el dolor y el sufrimiento no tienen la última palabra: y que en la fe, cada Cruz contiene ya la semilla de la Resurrección. Después de esta larga Semana Santa, llegará inevitablemente la Resurrección para Ucrania: vendrá la verdadera y justa PAZ.

Algunas informaciones
Algunos hermanos capitulares pedían información sobre la guerra en Ucrania. Permítanme decir algo a modo de Flash informativo. Una aclaración: la guerra en Ucrania no puede interpretarse como un conflicto étnico o una disputa territorial entre dos pueblos con reivindicaciones contrapuestas o derechos sobre un determinado territorio. No se trata de una disputa entre dos partes que luchan por un pedazo de tierra. Y, por lo tanto, no es una batalla entre iguales. Lo que ocurre en Ucrania es una invasión, una agresión unilateral. Aquí se trata de un pueblo que ha agredido indebidamente a otro. Una nación que fabricó motivaciones infundadas, inventándose un presunto derecho, violando el orden y las leyes internacionales, decidió atacar a otro Estado, violando su soberanía e integridad territorial, el derecho a decidir su propio destino y la dirección de su propio desarrollo, ocupando y anexionando territorios. Destruyendo ciudades y pueblos, muchos de ellos arrasados, quitando la vida a miles de civiles. Aquí hay un agresor y un agredido: esta es precisamente la peculiaridad y el horror de esta guerra. Y es partiendo de esta premisa que debería concebirse también la paz que esperamos. Una paz que sepa a justicia y esté basada en la verdad, no temporal, no oportunista, no una paz fundada en conveniencias ocultas y comerciales, evitando crear precedentes para regímenes autocráticos en el mundo que podrían un día decidir invadir otros países, ocupar o anexionar una parte de un país vecino o lejano, simplemente porque lo desean o porque les apetece, o porque son más poderosos.

Otra absurdidad de esta guerra no provocada y no declarada es que el agresor prohíbe a la víctima el derecho a defenderse, intenta intimidar y amenazar a todos aquellos, en este caso otros países, que se ponen del lado de quien está indefenso y se disponen a ayudar a defenderse y a resistir a la víctima agredida injustamente.

Algunas tristes estadísticas
Desde el inicio de la invasión de 2022 hasta hoy (08.04.2025), la ONU ha registrado y confirmado datos relativos a 12.654 muertos y 29.392 heridos entre los CIVILES en Ucrania.

Según las últimas noticias disponibles verificadas por UNICEF, al menos 2.406 NIÑOS han muerto o resultados heridos por la escalada de la guerra en Ucrania desde 2022. Las víctimas infantiles incluyen 659 NIÑOS MUERTOS y 1.747 HERIDOS – es decir, al menos 16 niños muertos o heridos cada semana. Millones de niños siguen teniendo sus vidas trastornadas debido a los ataques en curso o por tener que huir y ser evacuados a otros lugares y países. Los niños de Donbás sufren la guerra desde hace ya 11 años.
Rusia ha puesto en marcha, junto con el plan de invasión de Ucrania, un programa de deportaciones forzadas de niños ucranianos. Los últimos datos hablan de 20.000 niños sacados de sus hogares, detenidos durante meses y sometidos a una rusificación forzada a través de una intensa propaganda antes de la adopción forzada.

P. Andrii Platosh, sdb

Por Editor BSOL

Editor del sitio web.