Tiempo de lectura: 1 min.
Al emperador Ciro el Grande le gustaba conversar amistosamente con un amigo muy sabio llamado Akkad.
Un día, recién llegado agotado de una campaña bélica contra los medos, Ciro se detuvo junto a su viejo amigo para pasar unos días con él.
“Estoy agotado, querido Akkad. Todas estas batallas me están agotando. Cómo me gustaría poder detenerme y pasar tiempo contigo, charlando a orillas del Éufrates…”
“Pero, querido señor, a estas alturas ya has derrotado a los medos, ¿qué harás?”
“Quiero tomar Babilonia y someterla”.
“¿Y después de Babilonia?”
“Someteré a Grecia”.
“¿Y después de Grecia?”
“Conquistaré Roma”.
“¿Y después de eso?”
“Me detendré. Volveré aquí y pasaremos días felices conversando amistosamente a orillas del Éufrates…”.
“¿Y por qué, señor, amigo mío, no empezamos de una vez?”
Siempre habrá otro día para decir “te quiero”.
Acuérdate hoy de sus seres queridos y susúrreles al oído, diles cuánto los quiere. Tómese el tiempo de decir “lo siento”, “por favor, escúcheme”, “gracias”.
Mañana no te arrepentirás de lo que has hecho hoy.