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El Papa Montini conoció de cerca a los Salesianos, los apreció, los animó y apoyó siempre en su misión educativa. Otros papas antes que él, y después de él, dieron grandes muestras de afecto a la Sociedad Salesiana. Recordamos algunos de ellos.
Los dos Papas en el origen y desarrollo de la obra salesiana
Hubo dos Papas con los que Don Bosco tuvo trato directo. En primer lugar, el Beato Pío IX, el Papa al que apoyó en momentos trágicos para la Iglesia, cuya autoridad, derechos y prestigio defendió, hasta el punto de que sus adversarios le llamaban “el Garibaldi del Vaticano”. Fue correspondido con muchas audiencias privadas afectuosas, muchas concesiones e indulgencias. También le apoyó económicamente. Durante su pontificado se aprobaron la Sociedad Salesiana, sus constituciones, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (FMA), la Pía Unión de Cooperadores Salesianos, la Asociación de Devotos de María Auxiliadora. Se nombró a sí mismo protector de la Sociedad.
Le sucedió el Papa León XIII que, a su vez, aceptó ser el primer Salesiano Cooperador, trató a Don Bosco con inusitada cordialidad y le concedió los privilegios ya indispensables para el rápido y prodigioso desarrollo de la Congregación. Erigió el primer Vicariato Apostólico confiado a los Salesianos, nombrando al primer obispo en la persona de Monseñor Juan Cagliero en 1883. En su primera audiencia con Don Rua tras la muerte de Don Bosco, fue generoso en consejos para la consolidación de la Sociedad Salesiana.
Los dos (futuros) Papas que se sentaron a la mesa de Don Bosco
San Pío X, como simple canónigo, se reunió con Don Bosco en Turín en 1875, se sentó a su mesa y se inscribió entre los Cooperadores Salesianos. Se marchó muy edificado. Como Obispo y Patriarca de Venecia dio pruebas de benevolencia hacia la Sociedad Salesiana. En 1907 firmó el decreto de introducción del proceso apostólico para Don Bosco y en 1914 el de Santo Domingo Savio. En 1908 nombró a monseñor Cagliero delegado apostólico en América Central. Fue el primer Salesiano Cooperador elevado al honor de los altares.
Siendo un joven sacerdote, en 1883, Pío XI también visitó a Don Bosco en el Oratorio, permaneciendo allí dos días. Se sentó a la mesa de Don Bosco y se marchó lleno de profundos y agradables recuerdos. No escatimó medios para promover rápidamente el proceso apostólico de Don Bosco, para cuya canonización quiso fijar nada menos que la Pascua de 1934, clausura del Año Santo. Gracias a él, la causa de Domingo Savio superó dificultades que parecían insuperables: en 1933 firmó el decreto de la heroicidad de sus virtudes; en 1936 proclamó la heroicidad de las virtudes de Santa María Mazzarello, a la que beatificó el 20 de noviembre de 1938. Otros signos de predilección por la Sociedad Salesiana fueron la concesión de la indulgencia del trabajo santificado (1922) y la elevación a la púrpura del cardenal polaco Auguso Hlond (1927).
El papa más salesiano
Si a Pío XI se le llamó con razón el “Papa de Don Bosco”, quizá con la misma razón el “Papa más salesiano” por el conocimiento, la estima y el afecto demostrados a la sociedad salesiana -sin querer menospreciar a otros Papas anteriores y posteriores- fue el Papa San Pablo VI. El padre Giorgio, periodista, era un gran admirador de Don Bosco (aún no beato), cuyo cuadro autografiado conservaba en su estudio, a menudo admirado por el pequeño Juan Bautista. Durante sus estudios en Turín, el joven Montini había dudado entre elegir la vida benedictina que había conocido en San Bernardino di Chiari (que más tarde se convirtió en una casa salesiana, todavía lo es hoy), o la vida salesiana. Pocos días después de su ordenación sacerdotal (Brescia, 29 de mayo de 1920), preguntó al obispo, incluso antes de recibir el destino pastoral, si podía elegirlo. En ese caso le hubiera gustado ir con Don Bosco. El obispo se decidió en cambio por los estudios en Roma. Pero por un “salesiano fallido” Montini, vino otro. Pocos años después de aquella entrevista, su primo Luigi (1906-1963) le expresó su deseo de hacerse también sacerdote. El futuro Papa, que le conocía bien, le dijo que, para un temperamento dinámico y tumultuoso, la vida salesiana sería buena y se dejó aconsejar por el famoso salesiano don Cojazzi. El consejo fue positivo y, al conocer la noticia, el padre Juan se alegró tanto de que su primo ocupara su lugar que él mismo le acompañó al aspirantado misionero salesiano de Ivrea. Después sería misionero durante 17 años en China y más tarde en Brasil hasta su muerte. Para completar la salesianidad de la familia Montini se produjo la presencia, durante unos diez años, en la casa salesiana de Colle Don Bosco de uno de los hermanos de Enrico, Luigi (19051973).
No hace falta decir lo cercano que estuvo Monseñor Montini de los Salesianos en las diversas responsabilidades que asumió: por ejemplo como Sustituto en la Secretaría de Estado o en la muy temprana posguerra en Roma para la incipiente obra de Borgo Don Bosco para los lustrabotas, como Arzobispo de Milán a finales de los años 50 para la asunción de la obra de los barabitt (en milanés chicos difíciles) de Arese, como Papa en el apoyo a toda la Congregación y Familia Salesiana, erigiendo entre otras cosas la Universidad Pontificia Salesiana y la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación Auxilium de las FMA. De su inmensa estima por la obra salesiana, misionera en particular, habló varias veces en audiencias privadas al Rector Mayor don Luis Ricceri y en audiencias públicas. Famosa es la muy confidencial concedida a los Capitulares del Capítulo General 20 el 20 de diciembre de 1971. Evidentemente, en numerosos discursos pronunciados ante los Salesianos, de Milán en particular, demostró un profundo conocimiento del carisma salesiano y de sus potencialidades.