25 Sep 2025, Jue

Cuál es la acción ordinaria del demonio y cómo contrarrestarla

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La tentación del diablo no produce sus devastadoras consecuencias si nuestra voluntad humana, con la ayuda de Dios, se esfuerza por resistirla.En efecto, somos libres de aceptar o rechazar las sugerencias del diablo.Y Dios, por su parte, entre las diversas ayudas, nos da la posibilidad de saber distinguir entre lo que Él nos sugiere y lo que nos sugiere el demonio.


La catequesis del Papa Francisco nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la acción ordinaria del demonio. Corresponde a la tentación e implica a todos, sin excluir a nadie. La acción extraordinaria, como la vejación o la posesión, ciertamente impresiona con sus manifestaciones, pero es la ordinaria la acción diabólica más peligrosa porque quiere llevarnos a la perspectiva definitiva y absoluta del sufrimiento eterno. El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en el nº 74 es claro: “Toda la obra de los demonios entre los hombres consiste en tratar de asociarlos a su rebelión contra Dios”.

Para ello, Satanás y los demonios estudian a fondo las debilidades de cada uno de nosotros actuando mediante la tentación sobre nuestra esfera psíquica con la intención de alterar el juicio de nuestro intelecto y obtener el consentimiento de nuestra voluntad.Para tentarnos, se valen de dos poderosos aliados: la «carne» y el “mundo”.

La carne es nuestra naturaleza humana herida por el pecado original y que sigue siendo vulnerable incluso después del bautismo, porque está inclinada al mal por lo que el lenguaje tradicional denomina concupiscencia. El mundo no es simplemente el ambiente en el que vivimos o el género humano en general, sino, como escribe el evangelista Juan, aquellos que, con diversos grados de conciencia, viven separados de Dios, formando el grupo de los que, en efecto, sirven al “príncipe de este mundo”, es decir, a Satanás, difundiendo el pecado en la sociedad.

Como nos ha recordado el Papa, el mundo, incluidos los medios tecnológicos creados y gestionados por el hombre, nos presenta continuamente oportunidades para pecar, instigándonos a hacer lo contrario de lo que Jesús nos enseñó.

Así es como el demonio, a través del mundo, nos propone como amables e imitables escándalos y malos ejemplos, espectáculos corruptos, placeres y diversiones refinadas e inmorales.

Y al mismo tiempo siembra discordias, atiza guerras, crea divisiones, confunde las mentes incluso mediante ideologías revestidas de falso humanitarismo. Hoy utiliza los poderosos medios de comunicación social, los medios de comunicación social, para orientar y condicionar el pensamiento de la humanidad contra Dios, separándolo de su Amor.
Una tentación con la que Satanás siempre ha minado a los seres humanos, y que el Papa Francisco señaló en su catequesis, es la del esoterismo, el ocultismo, la brujería y el satanismo. Satanás se esfuerza por hacer creer que a través de estas prácticas se puede obtener la elevación espiritual, poderes extraordinarios, la autorrealización y el cumplimiento de los propios deseos y la felicidad. En realidad, es exactamente lo contrario.
El hombre, al adherirse a la mentalidad mágica y a las prácticas ocultas, recorre el camino indicado por Satanás, pues crece cada vez más en su deseo de querer llegar a ser como Dios, asumiendo el antiguo desafío de los ángeles rebeldes, y poniéndose engañosamente en el lugar de Dios. Su caída en ese punto es inevitable.
En conclusión, nunca hay que olvidar que la tentación diabólica no produce sus devastadoras consecuencias si nuestra voluntad humana, con la ayuda de Dios, se esfuerza por resistirla.

Nosotros, en efecto, somos libres de aceptar o rechazar las sugerencias del diablo.

Y Dios, por su parte, entre las diversas ayudas, nos da la capacidad de saber distinguir entre lo que Él nos sugiere y lo que nos sugiere el demonio.
San Pablo, en su carta a los Efesios, nos enseña cómo rechazar al demonio: “Revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir a las asechanzas del diablo” (Ef 6,11) y luego añade «sacad fuerzas del Señor» (Ef 6,10).
Debemos ser vigilantes en la oración, asiduos a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, pasando a menudo tiempo con Jesús en la adoración eucarística. En particular, debemos cultivar una verdadera devoción mariana, rezando amorosamente el Rosario y, unidos a la Virgen, cumplir bien nuestros deberes cotidianos con espíritu de fe y de amor hacia todos.
Si, por falta de vigilancia o por otra causa, a veces prevalece la tentación y caemos en el pecado, no debemos perder la esperanza. El Señor está siempre dispuesto a perdonar a sus hijos que, sinceramente arrepentidos, llaman a la puerta de su misericordia. Con este fin, instituyó el sacramento de la Confesión, que, recordémoslo, no sólo sirve para perdonar los pecados, sino que también es un medio para llevar a cabo la conversión permanente que necesitamos.


Padre Francesco Bamonte, Siervo del Inmaculado Corazón de María (I.C.S.M.), exorcista y vicepresidente de la Asociación Internacional de Exorcistas ( ex presidente durante dos mandatos consecutivos, de 2012 a 2023), autor de varios libros.
Fuente: agensir.it, con permiso del autor

Por Editor BSOL

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