Y la estrella se detuvo en una silla de ruedas

Encuentros en el día de la Epifanía con personas maravillosas de buen corazón y fe radiante

Queridísimos amigos del Boletín Salesiano, junto con mi afectuoso saludo os expreso mis mejores deseos para el nuevo Año 2024 que acabamos de comenzar. Deseo de corazón que sea un año lleno de la presencia de Dios en nuestras vidas y rico en bendiciones.
Tengo por costumbre, siempre que me es posible, escribir este saludo compartiendo algo que he vivido y que me ha afectado por una u otra razón. Pues bien, en la Epifanía del Señor, me encontraba en mi pueblo natal, Luanco-Asturias. En ese magnífico rincón de la tierra, estuve gratamente en contacto con mis raíces y con el mar y la naturaleza que me vieron nacer y crecer, así como con mis paisanos.  Aquel día fui a celebrar la Eucaristía. El párroco del pueblo había tenido la amabilidad de concederme este privilegio, mientras él se iba a otra de las parroquias que tiene encomendadas. Así pudimos celebrar esta solemnidad en varias comunidades cristianas.
Pues bien, lo que quiero contaros es que fue una mañana en la que el Señor me preparó algunos encuentros inesperados en los que, conociendo la situación de algunas personas, mi corazón se llenó de la certeza de cómo el Señor consuela y reconforta incluso cuando el dolor, la enfermedad o la limitación se han instalado en algunas vidas.
Comencé mi jornada, antes de celebrar la Eucaristía, visitando a una persona mayor que fue médico en mi pueblo durante muchos años. Era un gran médico de familia y creyente. Entre otras cosas, había sido estudiante salesiano en Salamanca. Durante años y años fue una de las personas de las que me hablaban mis padres cuando iban al médico.
Pues bien, en esta visita familiar que le hice, respondiendo a la invitación de su hija, me encontré con un hombre de fe que me dijo que como médico sólo podía dar una parte de lo mucho que había recibido de Dios y que ahora, con una fuerte enfermedad, sólo le pedía al buen Dios que le preparara para el Encuentro con Él. Tal era su convicción y su paz que fui a celebrar la Eucaristía habiendo recibido ya mi dosis de “buena palabra en el oído”.

En las manos de Dios
Y en la Eucaristía me encontré, como en otras ocasiones, con un joven de unos treinta años que, debido a un accidente, lleva años en silla de ruedas. También en silla de ruedas fue con su madre a la India para entrar en contacto con los más pobres entre los pobres. Y mi joven amigo me impresiona por la serenidad, la sonrisa y la alegría con la que vive en su corazón; la misma alegría con la que participa en la Eucaristía diaria y con la que recibe al Señor. Y este joven amigo seguramente tendría todo para quejarse de “su desgracia”, o peor aún: podría culpar a Dios, como solemos hacer cuando algo nos supera. Pero no, simplemente vive sin compadecerse de sí mismo y agradece el don de la vida, incluso en silla de ruedas. Al final de las celebraciones, cuando le veo, siempre nos saludamos y sus palabras son siempre de agradecimiento, pero más bien soy yo quien debería darle las gracias por el gran testimonio de vida y de fe en el Señor de la vida que nos da a todos.
Así de hermoso y evocador fue el día de mi Epifanía cuando, al salir de la iglesia, una pareja de mediana edad me saludó y me deseó lo mejor para el Año Nuevo. También ellos tenían rostros alegres; vi más alegría y serenidad en el marido (enfermo de cáncer) que en su amada esposa (que sufría por él). Pero ambos me hablaron de su certeza de que tenían que vivir este tiempo y esta enfermedad confiando y abandonándose en Dios.

Fe de madre
Finalmente, entre todos los saludos me faltó un último. Una madre anciana, que se presentó, me recordó que hacía unos años había perdido a uno de sus hijos, que había fallecido a causa de una enfermedad, y que actualmente padecía cáncer. Me pidió que la tuviera presente ante el Señor. Le pregunté cómo se sentía y me dijo que estaba sufriendo, pero que se sentía muy confortada por la fe. Os aseguro que no tenía palabras que decir, porque la emoción que sentí durante la mañana y los testimonios de vida que llegaron y me sobrecogieron fueron muy intensos.
Y no podía dejar de prometer mis oraciones a cada uno, y así lo hice, y al mismo tiempo me di cuenta, una vez más y de una manera más fuerte, de cómo el Señor sigue haciendo cosas grandes en los humildes, en las personas más afectadas por las situaciones de la vida, en aquellos que sienten que sólo Él es verdaderamente consuelo y ayuda.
Y todo esto me parece tan importante que no puedo guardármelo para mí. Incluso parecería que no es algo sobre lo que escribir, quizás porque no está de moda, quizás porque hoy se habla de otras cosas, pero yo me rebelo contra todo lo que me impide compartir y testimoniar lo que es importante, profundo y esperanzador en nuestras vidas.
Y no sé por qué, pero tengo la intuición de que muchos lectores se sentirán en sintonía con lo que os cuento y con lo que yo mismo he vivido, porque lo que os cuento, que sucedió una mañana de Reyes en un pequeño pueblo cerca del mar, no sólo sucede allí. Es decir, forma parte de nuestra condición humana y en ella el Señor está siempre a nuestro lado, si se lo permitimos.
Os deseo lo mejor, queridos amigos. Y sigamos creyendo que, en cada momento, incluso en los más difíciles, tenemos motivos para la esperanza.




Aguinaldo 2024. «El sueño que hace soñar»

Un corazón que transforma los «lobos» en «corderos»

Después de estos diez años he podido comprobar que el Aguinaldo de cada año es uno de los regalos más bellos que Don Bosco y sus sucesores ofrecen a toda la Familia Salesiana: nos ayuda a caminar juntos, llegando de manera generalizada también a los lugares más lejanos y para todos, dejando la libertad de acoger, integrar, potenciar «cuándo», «cómo» y «con quién» cada Comunidad Educativo-Pastoral (CEP) considere oportuno hacerlo.
En este nuevo año 2024 celebraremos el segundo centenario del «sueño-visión tenido por Juanito entre los nueve y diez años en la casita de los Becchi»[1] en 1824. De hecho, es bien conocido en nuestra Familia Salesiana como el sueño de los nueve años.
Considero que el aniversario de los 200 años del sueño que «condicionó todo el modo de vivir y de pensar de Don Bosco, y en particular, el modo de sentir la presencia de Dios en la vida de cada uno y en la historia del mundo»[2] merece estar en el centro del Aguinaldo que guiará el año educativo-pastoral de toda nuestra Familia Salesiana. Podrá ser retomado y profundizado en la misión evangelizadora, en las intervenciones educativas y en las acciones de promoción social que, en todas partes del mundo, lidera nuestra Familia que encuentra en Don Bosco al inspirador y al padre.
«Quisiera evocar aquí el «sueño de nueve años». Me parece, en efecto, que esta página autobiográfica ofrece una presentación sencilla, pero al mismo tiempo profética, del espíritu y de la misión de Don Bosco. En él se define el campo de acción que se le confía: los jóvenes; se indica el objetivo de su acción apostólica: hacerles crecer como personas por medio de la educación. Se le ofrece el método educativo que resultará eficaz: el Sistema Preventivo. Se presenta el horizonte en el que se mueve toda su actuación y la nuestra: el diseño maravilloso de Dios, que antes que nadie y más que cualquier otro, ama a los jóvenes»[3]. Así escribía el Rector Mayor emérito, don Pascual Chávez Villanueva, en la conclusión del Aguinaldo 2012, ofrecido a la Familia Salesiana con motivo del primer año del trienio de preparación al Bicentenario del nacimiento de Don Bosco en 2015.
Hermosa síntesis que con unas pocas líneas nos ofrece la esencia de lo que ha sido y es el sueño de los nueve años en su sencillez y su profetismo, en su valor carismático y educativo. Un sueño, sin duda emblemático y que intentaremos en este año, a los 200 años de que aconteciera, acercarlo al corazón y a la vida de toda la Familia de Don Bosco. Un sueño definido a veces como un «famosísimo sueño-visión que se convertirá y que todavía constituye un pilar importante, casi un mito fundacional, en el imaginario de la Familia Salesiana»[4], y que, ciertamente, exige una contextualización y atención crítica a la redacción que Don Bosco mismo lleva a cabo, y que nuestros expertos en historia salesiana realizan, siempre en aras de poder hacer una lectura e interpretación actual, vital y existencial. Pero sin duda es un sueño que Don Bosco ha tenido en su mente y corazón durante toda su vida, como él mismo dice: «Con aquellos años tuve un sueño que quedó profundamente grabado en mi mente para toda la vida». Es decir, se trata de un sueño que ha estado presente en él y también presente en todo el camino recorrido en la Congregación Salesiana hasta hoy (y que sin duda llega a nuestra Familia Salesiana de un modo u otro). En palabras de don Rinaldi, refiriéndose al sueño en el primer centenario del mismo, leemos: «de hecho, su contenido es de tal importancia que, en este centenario, debemos tener el estricto deber de profundizar en él con más asidua meditación en cada detalle y poner en práctica generosamente sus enseñanzas, si queremos merecer el nombre de verdaderos hijos de Don Bosco y perfectos Salesianos[5]. A nosotros nos está tocando vivir el extraordinario evento de este segundo centenario que, sin duda, tendrá muchísimas expresiones en todo el mundo salesiano. Ojalá que el arco de expresión de todo ello alcance lo más celebrativo y festivo y también lo más profundo de la revisión esperanzada de nuestras vidas, y las valientes propuestas a los jóvenes para ayudarles a soñar «en grande» en sus vidas con la presencia del Señor Jesús y yendo de la mano de la Maestra, la Señora, nuestra Madre.

1. «HE TENIDO UN SUEÑO…»: UN SUEÑO MUY ESPECIAL
Así es, hace 200 años Juanito Bosco tuvo un sueño que lo «marcaría» de por vida. Un sueño que le dejaría una huella imborrable y cuyo significado solo comprendió plenamente al final de su vida. He aquí el sueño contado por el propio Don Bosco según la edición crítica de Antonio da Silva Ferreira, del que solo nos apartamos en dos pequeñas variaciones[6].

[Cuadro inicial] Con aquellos años tuve un sueño que quedó profundamente grabado en mi mente para toda la vida.

[Visión de los chiquillos e intervención de Juan] En el sueño, me pareció encontrarme cerca de casa, en un terreno muy espacioso, donde estaba reunida una muchedumbre de chiquillos que se divertían. Algunos reían, otros jugaban, no pocos blasfemaban. Al oír las blasfemias, me lancé inmediatamente en medio de ellos, usando los puños y las palabras para hacerlos callar.

[Aparición del hombre venerando] En aquel momento apareció un hombre venerando, de aspecto varonil y noblemente vestido. Un blanco manto le cubría todo el cuerpo, pero su rostro era tan luminoso que no podía fijar la mirada en él. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme a la cabeza de los muchachos, añadiendo estas palabras:
—No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte ahora mismo, pues, a instruirlos sobre la fealdad del pecado y la belleza de la virtud.
Aturdido y espantado, repliqué que yo era un niño pobre e ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos muchachos; quienes, cesando en ese momento sus riñas, alborotos y blasfemias, se recogieron todos en torno al que hablaba.

[Diálogo sobre la identidad del personaje] Sin saber casi lo que me decía, añadí:
—¿Quién sois vos, que me mandáis una cosa imposible?
—Precisamente porque tales cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles con la obediencia y la adquisición de la ciencia.
—¿En dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia?
—Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad.
—Pero ¿quién sois vos que me habláis de esta manera?
—Yo soy el hijo de aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día.
—Mi madre me dice que, sin su permiso, no me junte con los que no conozco. Por tanto, decidme vuestro nombre.
—El nombre, pregúntaselo a mi Madre.

[Aparición de la mujer de aspecto majestuoso] En ese momento, junto a Él, vi a una mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada punto del mismo fuera una estrella muy refulgente. Contemplándome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, hizo señas para que me acercara a Ella y, tomándome bondadosamente de la mano, me dijo:
—Mira.
Al mirar, me di cuenta de que aquellos chicos habían escapado y, en su lugar, observé una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros muchos animales.
—He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos.
Volví entonces la mirada y, en vez de animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderos que, saltando y balando, corrían todos alrededor como si festejaran al hombre aquel y a la señora.
En tal instante, siempre en sueños, me eché a llorar y rogué al hombre me hablase de forma que pudiera comprender, pues no sabía qué quería explicarme.
Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza, diciéndome:
—A su tiempo lo comprenderás todo.

[Cuadro conclusivo] Dicho lo cual, un ruido me despertó.
Quedé aturdido. Sentía las manos molidas por los puñetazos que había dado y dolorida la cara por las bofetadas recibidas.
Después, el personaje, aquella mujer, las cosas dichas y las cosas escuchadas ocuparon de tal modo mi mente que ya no pude conciliar el sueño durante la noche.
Por la mañana conté enseguida el sueño. Primero a mis hermanos, que se echaron a reír; luego a mi madre y a la abuela. Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía: «Tú serás pastor de cabras, de ovejas o de otros animales». Mi madre: «Quién sabe si un día llegarás a ser sacerdote». Antonio, con tono seco: «Tal vez termines siendo capitán de bandoleros». Pero la abuela, que sabía mucho de teología aunque era completamente analfabeta, dio la sentencia definitiva, exclamando: «No hay que hacer caso de los sueños».
Yo era del parecer de mi abuela, sin embargo nunca pude olvidar aquel sueño. Los hechos que expondré a continuación le confieren cierto sentido. No hablé más del asunto, y mis familiares no le dieron mayor importancia. Pero cuando, en el año 1858, fui a Roma para tratar con el Papa de la Congregación Salesiana, me hizo narrarle con detalle todas las cosas que tuvieran algo de sobrenatural, aunque solo fuera la apariencia. Conté entonces, por primera vez, el sueño tenido a la edad de nueve a diez años. El Papa me mandó que lo escribiera al pie de la letra, pormenorizadamente, y lo dejara para animar a los hijos de la Congregación, por la que había realizado ese viaje a Roma.

El mismo sueño se repetirá varias veces en la vida de Don Bosco y él mismo, que de su puño y letra en las Memorias nos narró aquel primer acontecimiento cuyo Bicentenario se cumple ahora, cuenta varias veces lo que a distancia de tantos años vuelve a soñar. De hecho, el sueño de los nueve años no es un sueño aislado, sino parte de una secuencia prolongada y complementaria de episodios oníricos en la vida de Don Bosco. Él mismo conecta, integrándolos entre sí, tres sueños fundamentales: el de 1824 (en los Becchi), el de 1844 (en el Convitto Eclesiástico) y el de 1845 (en las obras de la Marquesa de Barolo), donde se encuentran elementos de continuidad y otros de novedad, pero siempre  se reconoce en filigrana aquel primer cuadro y escena del prado de los Becchi, pero con nuevos detalles, reacciones, mensajes, ligados a las estaciones de la vida que ya no el Juanito de nueve años sino Don Bosco, en el pleno desarrollo de su misión, está viviendo ahora.

Incluso en otra ocasión, y muchos años más tarde, es el mismo Don Bosco, cuando ya tenía sesenta años, el que se lo cuenta a don Barberis en el año 1875. En aquel tiempo Don Bosco había presenciado el nacimiento de la Congregación Salesiana (18 de diciembre de 1859), de la Archicofradía de María Auxiliadora (18 de abril de 1869), del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (5 de agosto de 1872) y de la Pía Sociedad de los Salesianos Cooperadores –según el nombre original dado por Don Bosco– aprobada el 9 de mayo de 1876.
Cuando este sueño se hace realidad por última vez Don Bosco es, como ya he dicho, un hombre maduro: ha vivido muchas situaciones, ha afrontado y superado numerosas dificultades, ha visto personalmente lo que la Gracia y el Amor de la Virgen María han hecho en sus muchachos; ha visto muchos milagros de la Providencia y ha sufrido bastante. «A su tiempo lo comprenderás todo» le había profetizado el primer sueño; y en 1887 en la misa de consagración del templo del Sacro Cuore en Roma, escuchó esa voz resonar en su oído y lloró de alegría, lloró contemplando los maravillosos efectos de su fe invicta»[7].

UN SUEÑO AL QUE TODOS LOS RECTORES MAYORES SE HAN REFERIDO
Me atrae de modo muy especial el hecho de que todos los Rectores Mayores se hayan referido al Sueño[8], a este Sueño de Don Bosco que ha marcado nuestra Congregación y la Familia Salesiana. Me estoy sirviendo ahora mismo de un magnífico trabajo de búsqueda que ha realizado el señor Marco Bay[9].

Don Pablo Albera, segundo sucesor de Don Bosco, refiriéndose al Oratorio de Valdocco como el Oratorio de Don Bosco, Opera prima y por muchos años única, se refiere al Sueño como el misterioso sueño en el que la Providencia le confía la misión:

«La primera obra, incluso durante muchos años la única, de Don Bosco fue el Oratorio festivo, su Oratorio festivo, como ya lo había vislumbrado en el misterioso sueño que tuvo a los nueve años y en los siguientes que progresivamente le ilustraron su pensamiento sobre la Obra de la Providencia que le había sido confiada»[10].

Don Felipe Rinaldi, tercer sucesor de Don Bosco, es quien tiene la oportunidad de vivir el primer centenario de este Sueño, e intenta que toda la Congregación quede impregnada de la gracia de vivir este evento. Por eso anima del siguiente modo:

«[…] En mi circular sobre el Jubileo de nuestras Constituciones ya os he mencionado, mis queridos hijos, el centenario del primer sueño de Don Bosco, invitándoos a meditar este sueño y a ponerlo en práctica. (…) Releamos juntos, queridos míos, la página escrita por el venerable Padre para nuestra instrucción, en obediencia al Vicario de Jesucristo; sí, releamos con gran veneración y fijemos en nuestra mente palabra por palabra esta página que nos describe evangélicamente el origen sobrenatural, la naturaleza íntima y la forma específica de nuestra vocación. Cuanto más se lee, más se vuelve nueva y luminosa»[11].

Y en este mismo escrito hace entender a los hermanos que al igual que con el Sueño de los nueve años Don Bosco fue llamado a una misión, también nosotros bajo la guía de la Virgen hemos sido llamados. Y llevados con bondad de la mano por la misma Virgen Santísima nos muestra el campo de acción y nos estimula de mil maneras para adquirir los dones de la humildad, la fortaleza y la salud. Entendemos perfectamente que aplica a nosotros el mandato de ser fuerte, humilde y robusto que la Señora del Sueño dejó a Juanito Bosco.

«También a nosotros se nos ha ordenado adquirir los medios necesarios para poner en práctica este método, es decir, la obediencia y la ciencia, bajo la guía de la Virgen; que hemos hecho (o estamos haciendo) en los años de nuestra formación religiosa y sacerdotal. Durante todos estos años felices la Virgen Santísima. también nos tomó amablemente de la mano y, señalándonos el campo futuro de nuestra acción, nos estimuló en todos los sentidos a adquirir la humildad, la fortaleza y la salud, que son las cualidades estrictamente necesarias para todo verdadero hijo de Don Bosco. También a nosotros finalmente nos será dado ver multitudes de jóvenes, antes ignorantes en absoluto de las cosas de Dios, y quizás ya víctimas infelices del mal, correr iluminados, sanados y alegres a hacer fiesta a Jesús  y a María Santísima Auxiliadora»[12].

Y casi como para animarnos a celebrar de modo grande y significativo este bicentenario, el boletín salesiano en tiempo de don Rinaldi, y contando con su presencia, narra así la celebración en Roma:

«Por un sueño – escribía el Corriere d’Italia el 2 de mayo pasado – por la belleza ideal de un sueño – ayer en el gran patio de las Obras de Don Bosco en Roma se reunió una multitud miles de almas anhelantes y aplaudientes, y el cardenal Cagliero, el venerable misionero, y el mismo Sucesor de Don Bosco, don Rinaldi, y el Ministro de la Instrucción Pública Pietro Fedele, para rendir el conmovedor homenaje de todas las potencias del espíritu al incomparable Maestro que, en la luminosa humildad de la fe, había seguido los caminos radiantes de aquel sueño sublime…
Una corona viva de jóvenes, de niños y de niñas, los alumnos de Don Bosco; una multitud de hombres de todas las clases sociales -profesionales, maestros, soldados, sacerdotes- se reunieron en el nombre del dulce Maestro. (…) Hace cien años (otro Año Santo, ¿por qué olvidarlo?) Don Bosco siendo niño tuvo el dulce y misterioso sueño; primero veía a un grupo de niños de la calle peleándose entre ellos, imprecando y blasfemando; y trató de llamarlos al orden con el bastón; luego vio a una Señora y a un Señor que lo llevaron a otro grupo de animales, esta vez, de perros y de gatos que también peleaban, ladraban y hacán muecas, pero que ante un arcano asentimiento de los Dos se convirtieron en una manada de pacíficos corderos…
Después de cien años, ese sueño es una realidad: espléndida, palpitante, grandiosa; – es una historia maravillosa que compromete ya el destino de millones de criaturas, en las escuelas, en las misiones, en la vida, en la oración, en la esperanza; todas las criaturas que han saludado y saludan a Don Bosco, el más grande y santo maestro de vida que la Iglesia y Italia han dado al mundo en nuestro siglo…»[13].

Y don Pedro Ricaldone, cuarto sucesor de Don Bosco, ve el germen del Oratorio festivo y de toda la Obra Salesiana en el sueño que Juanito tuvo a la edad de nueve años. Le seguirán otras muchas etapas, dice don Ricaldone, muchas estaciones de un peregrinar antes de llegar a Pinardi, a la tierra propia.

«No hay duda de que el primer germen del Oratorio festivo y de toda la Obra Salesiana tenemos que buscarlo, como acabo de decir, en el premonitorio sueño que tuvo Giovannino a los nueve años. Desde entonces, la Mujer de majestuosa apariencia dijo al pastorcillo de los Becchi: “He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos».
I Becchi, Moncucco, Castelnuovo, Chieri, son otras tantas paradas: pero Juanito Bosco apenas ha comenzado en su camino; camina hacia una meta ulterior. El 8 de diciembre de 1841 es, más que un punto de llegada, otro punto de partida. Deberá realizar nuevas peregrinaciones antes de llegar al cobertizo Pinardi, en Valdocco, a su tierra prometida. Volviendo a la primera imagen, la tierna plantita por fin ha encontrado su propio terreno; a partir de hoy la veremos robustecerse y agrandarse más allá de toda predicción humana[14].

Incluso considera don Ricaldone que el amor y el celo de Don Bosco por las vocaciones tiene también su origen en el Sueño de los nueve años:

«El amor y el celo por las vocaciones de Don Bosco tiene su primer origen en el premonitorio sueño que tuvo a la edad de nueve años, que se reprodujo de diversas formas sustancialmente uniformes durante casi veinte años (…) De hecho, después de este sueño aumentó en Juan el deseo de estudiar para ser sacerdote y consagrarse a la salvación de los jóvenes»[15].

Don Renato Ziggiotti, quinto sucesor de Don Bosco, subraya también de modo muy especial el gran don que ha sido para Don Bosco la Maestra, puesto que es el Señor quien hace el don de la entrega de su propia madre a Juanito, especialmente como guía. Así se expresa:

«”Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad” es la palabra premonitoria del primer sueño, pronunciada por el misterioso personaje, “el hijo de aquélla a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día”. Es, pues, Jesús quien entrega a Don Bosco a su Madre como Maestra y guía infalible en el difícil camino de toda su vida. ¿Cómo podemos estar lo suficientemente agradecidos por este extraordinario don que el Cielo nos dio a nuestra Familia?»[16].

Y ella, la Madre, la Madonna, la Señora del Sueño será todo para Don Bosco. Esta certeza era fortísima y envolvente en don Ziggiotti e así lo pide a cada salesiano:

“La Virgen, a quien fue consagrado por su madre al nacer, que iluminó su futuro en el sueño de nueve años y luego volvió para confortarlo y aconsejarlo, en mil formas, en los sueños, en el espíritu profético, en la visión interior del estado de las almas, en los milagros y gracias innumerables, que actuó invocándola; la Virgen lo es todo para Don Bosco; y el Salesiano que quiera adquirir el espíritu del Fundador debe imitarlo en esta devoción»[17].

Y don Luigi Ricceri, sexto sucesor de Don Bosco, tiene también unas magníficas expresiones en torno al significado del Sueño de los nueve años. Don Ricceri subraya cómo fue importante para Don Bosco este Sueño hasta el punto de quedar grabado en su corazón y en su mente por siempre y cómo se ha sentido llamado por Dios:

«El Sueño de nueve años. Es el sueño – escribe Don Bosco en sus «Memorias» – que “quedó profundamente grabado en mi mente para toda la vida” (Memorias del Oratorio (MO), Fuentes salesianas, 1061).
La impresión imborrable de este sueño-visión se debe a que fue como una luz repentina que aclaraba el sentido de su joven existencia y trazaba su camino. Como el pequeño Samuel, Don Bosco se siente llamado y enviado por Dios con miras a una misión: salvar a los jóvenes de todos los lugares, de todos los tiempos: los de los países cristianos y la «multitud» de los que viven en regiones no cristianas. esperando todavía el gran advenimiento del Señor»[18].
Es este el sueño, nos dice don Ricceri en el que Don Bosco, aún sin toda la lucidez a causa de su temprana edad intuye el gran valor de vivir para salvar las almas, y esta convicción toma forma en su vida, en su mente, en su espíritu, más y más como don de la gracia. Y Don Bosco tiene por medio de este acontecimiento determinante en su vida como la primera y gran intuición de lo que sería en un futuro el Sistema Preventivo.
«No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos» escribe Don Bosco en la narración del mismo, escuchándolo de los labios de la Señora. Hasta el punto de poder hablar en el futuro de una preciosa relación entre Don Bosco y la Madre del Señor. Así, bellamente, lo expresa don Ricceri: « A partir de este sueño se estrecha entre Don Bosco y la Madre de Jesús esa relación a dos, esa colaboración permanente, que caracteriza la vida del futuro apóstol»[19].

Don Egidio Viganò, séptimo sucesor de Don Bosco, nos ofrece otras reflexiones no menos estimulantes. Me encanta ver esa magnífica línea de continuidad de todos los Rectores Mayores a la hora de leer, meditar e interpretar en la actualidad de su momento el Sueño, diría el Sueño por antonomasia. Don Viganò confirma, como anteriormente otros sucesores de Don Bosco, que María es la verdadera inspiradora, Maestra y guía de la vocación de Juan, la vocación de nuestro Padre Don Bosco.

«Considero de particular interés hacer notar que ya a los 9 años, en el histórico sueño (que se repetirá varias veces, y al cual Don Bosco atribuye particular incidencia en su vida), María se asoma a su conciencia de fe como un personaje importante interesado directamente en un proyecto de misión para su vida; es una Señora que muestra particulares preocupaciones «pastorales» hacia la juventud; se le presenta, efectivamente, «vestida de Pastora». Digamos enseguida que no es Juanito quien escoge a María, sino que es María quien se presenta con la iniciativa de elección: Ella, a petición de su Hijo, será la Inspiradora y la Maestra en su vocación»[20].

Esta maravillosa experiencia vivida por Juan le hace tener un sentido muy profundo e íntimo de una relación muy personal de María (la Señora del Sueño) con él, y por eso, en su alma y corazón, Don Bosco sentirá a lo largo de toda su vida, y cada vez más, un cariño y afecto muy especial y grande por María. Se trata realmente de una relación muy personal con la Virgen.

Y también don Juan E. Vecchi, octavo sucesor de Don Bosco, nos va a hacer notar que, convencido como estaba Don Bosco de que había sido enviado a los jóvenes, todo ha de estar enfocado en esa única finalidad sagrada, y a ellos debe dedicar todas sus energías:
Este es el hilo conductor de la historia que Don Bosco cuenta de su vida en las Memorias del Oratorio a partir del primer sueño: «El Señor me ha enviado para los muchachos, por tanto es preciso que abandone todo lo demás y conserve mi salud para ellos»[21], convencido siempre de que es instrumento del Señor y que toda su vida está marcada por esta llamada y misión en medio de los jóvenes. Otro gran experto en Don Bosco nos lo confirma siempre. Otro gran conocedor de Don Bosco lo confirma: «La fe de ser instrumento del Señor para una misión singular fue en él profunda y firme. Esto fundaba en Él la actitud religiosa característica del siervo bíblico, del profeta que no puede eludir la voluntad divina»[22].

Finalmente, don Pascual Chávez, noveno sucesor de Don Bosco,entre una gran riqueza de textos, nos ofrece uno que a mí me conmueve. Es todo un canto a la figura materna de Mamá Margarita que, con la gracia de Dios, acompañaba el crecimiento de Juanito e interpreta e intuye en el Sueño de los nueve años que quizá el Señor y la Virgen estén llamando a su hijo para una vocación muy especial. Se podría hablar, dice don Pascual, de Mamá Margarita como una verdadera educadora «salesiana».

«Este arte educativo es lo que permite a Mamá Margarita descubrir las energías ocultas en sus hijos, sacarlas a la luz, desarrollarlas y ponerlas casi visiblemente en sus manos. Esto se aplica sobre todo respecto de su fruto más rico: Juan. ¡Qué impresionante es notar en Mamá Margarita este consciente y claro sentido de “responsabilidad materna”, al seguir cristianamente y de cerca a su propio hijo, aun respetándolo en su autonomía vocacional, pero acompañándolo ininterrumpidamente en todas las etapas de su vida hasta la propia muerte!
El sueño que Juanito tuvo a los nueve años, si fue revelador para él, lo fue también ciertamente (si no antes) para Mamá Margarita; fue ella la que tuvo y manifestó la interpretación: “¡Quién sabe si un día serás sacerdote!”. Y algún año después, cuando comprendió que el ambiente de casa era negativo para Juan a causa de la hostilidad del hermanastro Antonio, ella hizo el sacrificio de mandarlo como mozo de campo a la granja Moglia de Moncucco. Una madre que se priva del hijo tan joven para mandarlo a trabajar la tierra lejos de casa, hace un verdadero sacrificio, pero ella lo hizo, no solo para eliminar un desacuerdo familiar, sino también para iniciar a Juan en el camino que le (y les) había revelado el sueño. La divina Providencia le concedió la gracia de ser una educadora “salesiana»[23].


3. EL SUEÑO PROFÉTICO: Una joya preciosa en el carisma de la Familia de Don Bosco
En líneas anteriores leíamos cómo don Felipe Rinaldi invitaba a los hermanos –y sin duda en aquel momento a las Hijas de María Auxiliadora, a los Salesianos Cooperadores, a los Devotos de María Auxiliadora, y me imagino que a los Exalumnos y Exalumnas– a que pudieran leer el sueño, profundizarlo, interiorizarlo, y sentir su eco en el corazón. No me cabe ninguna duda. Y es que, ciertamente, hay una unanimidad en todo tipo de escritos, ya sean de investigación histórica, o de estudios histórico-críticos, o reflexiones sobre la espiritualidad salesiana, o lecturas educativo-pastorales, en que este Sueño se trata de mucho más que un simple sueño. Tiene tantísimos elementos carismáticos que, me atrevo a calificarlo como una preciosa joya en nuestro carisma, y un verdadero mapa de ruta para la Familia de Don Bosco.
Realmente se podría decir que en él nada sobra y nada falta. A esto me quiero referir en este momento.

La mirada puesta en el Sueño
¿Dónde poner la mirada en este momento? Ante todo, en el Sueñoen sí mismo, puesto que encierra una riqueza carismática sorprendente. Como ya dije, no hay una palabra que sobre y, seguramente, no hay nada que falte. Es más que evidente el esfuerzo que hizo Don Bosco en la redacción para transmitirnos que no es solo «un» sueño, sino que hemos de verlo como «el» sueño que marcará toda su vida, aunque no habría podido ni imaginarlo en ese momento como niño que era. De hecho «Don Bosco, de casi sesenta años –se sentía ya anciano y lo era para la época– tuvo que afrontar el problema de dar fundamento histórico-espiritual a su Congregación, recordando los orígenes providenciales que la justificaban. ¿Qué mejor que «narrar» a sus hijos cómo la cuna de la «Congregación de los Oratorios» en su génesis, desarrollo, finalidad y método, fuese una institución querida por Dios como instrumento para la salvación de la juventud en los nuevos tiempos?»[24] .

De hecho, las Memorias del Oratorio (MO) en las que Don Bosco narra el sueño, no son otra cosa más que el sueño desplegado en su historia de vida, en el Oratorio y en la Congregación. Por eso mismo dice también en la introducción a su manuscrito:

  «Me decido a relatar en este escrito pequeñas noticias confidenciales que pueden iluminar o ser de alguna utilidad para aquella institución que la divina Providencia se dignó confiar a la Sociedad de San Francisco de Sales»[25]. Y «¿para qué puede servir, pues, este trabajo? Servirá de norma para superar las dificultades futuras, tomando lecciones del pasado; servirá para dar a conocer cómo Dios mismo guio siempre todos los sucesos; servirá de ameno entretenimiento para mis hijos, cuando lean los acontecimientos en los que tomó parte su padre y, con mayor gusto, cuando –llamado por Dios a rendir cuenta de mis actos– ya no esté entre ellos»[26].

La narración de las Memorias del Oratorio (y el Sueño de los nueve años como parte de estas), ha sido de tal trascendencia que ha involucrado en su estudio a significativos expertos salesianos durante toda una vida, captando con el paso de los años perspectivas diferentes. Una muestra rica y digna de atención es, por ejemplo, los distintos subrayados que el gran estudioso de la pedagogía salesiana, don Pietro Braido, hace a lo largo de varias décadas. Se trataría de «una historia edificante legada por un fundador a los miembros de la Sociedad de apóstoles y educadores, quienes debían perpetuar su obra y su estilo, siguiendo sus directrices, orientaciones y sus enseñanzas» (1965); o «una historia del Oratorio más “teológica” y pedagógica que real, quizás el documento “teórico” de animación más largamente meditado y deseado por Don Bosco» (1989); «quizás el libro más rico en contenidos y orientaciones preventivas» que escribió Don Bosco: «un manual de pedagogía y de espiritualidad “contada”, en clara perspectiva oratoriana» (1999); o incluso un escrito en el que «la parábola y el mensaje» vienen antes y «por encima de la historia», para ilustrar la acción de Dios en las cuestiones humanas, y así, animando y recreando, «confortar y confirmar a los discípulos» en clara perspectiva «oratoriana» ( 1999)[27].

A mi modo de ver una de las piedras preciosas de esta joya a la que me estoy refiriendo es la que hace que quienes nos adentramos en el Sueño con corazón salesiano, sea cual sea nuestro camino en la vida cristiana-salesiana y en la Familia de Don Bosco, pueda sentirse interpelado para notar en el propio corazón si se siente dispuesto a aprender, dispuesto a dejarse sorprender por Dios que acompaña nuestras vidas, así como ha guiado la vida de Don Bosco, y para sentirse y sentirnos como hijos e hijas ante esa inmensa paternidad que emana de la figura de nuestro padre a lo largo de toda su vida. Porque:

Si uno no se hace DISCÍPULO, alumno dispuesto a aprender, no conseguirá entrar verdaderamente en el espíritu de las Memorias del Oratorio y del Sueño.
Si uno no se hace más CREYENTE, y no tiene la convicción de que Dios obra en la historia, en la de Don Bosco y en la personal de cada uno, comprenderá muy poco o nada de las Memorias del Oratorio y del Sueño, y todo esto será solamente una bonita «historieta».
Y si uno no se hace HIJO o HIJA, no logrará sintonizar con la frecuencia habitual con la que Don Bosco comunica tanta paternidad con cuanto narra en este escrito.

Me parece que estas tres disposiciones iniciales (fe, filiación y discipulado) son imprescindibles, son «claves esenciales» para entender y asumir, como dirigido a uno mismo, lo que Don Bosco nos ha narrado y dejado como herencia espiritual porque aconteció en su vida, y la marcó e iluminó por siempre, y ha querido que fuese un legado que ayudase profundamente a sus Salesianos y a todos los que, por gracia, nos sentimos y somos parte de su Familia.

Los jóvenes, protagonistas del Sueño

Desde el primer momento se pone en evidencia en el Sueño «la misión oratoriana» que le es confiada a Juanito Bosco, aunque no sepa muy bien cómo hacer, ni cómo expresarlo. Como vemos, la escena está llena de muchachos, unos muchachos que son absolutamente reales en el sueño de Juanito.
Me parece que se pueda decir que los jóvenes son los protagonistas centrales del sueño, y aunque no pronuncian palabra, toda gira en torno a ellos; incluso los mismos personajes «celestiales», y el mismo Juanito Bosco están ahí debido a ellos. Todo el sueño es de ellos, y para ellos, los muchachos. Si excluyéramos a los jóvenes de este sueño, no quedaría nada que fuese significativo de cara a la misión.
Pero lo interesante es que no son como una fotografía que fija una imagen en un momento (y que ciertamente no existía en la época), sino que esos muchachos están en permanente movimiento y acción, ya sea cuando son agresivos (como lobos), cuando quizá no se soportan a sí mismos, o cuando transformados gracias al milagro en el modo de hacer que la Señora del sueño pide a Juanito, se transformarán (a modo de corderos) en muchachos serenos, amistosos y cordiales. Lo más importante que acontece en el Sueño, que el mismo Don Bosco aprende y, posteriormente todos sus seguidores, es a descubrir que es posible el proceso de transformación: se trata de un movimiento –me permito decir– «pascual» de cambio y transformación, de lobos en corderos, de corderos en una –diríamos con el lenguaje de hoy–, comunidad juvenil que celebra a Jesús y María. Me parece, ciertamente, un elemento esencial, central, del sueño.

Donde hay una clarísima llamada vocacional
«He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos»[28]. Lo que acontece en el Sueño es, ante todo, una llamada, una invitación, una vocación, que pareciera imposible, inalcanzable. Juanito Bosco se despierta cansado, e incluso ha llorado; y es que cuando se trata de la llamada de Dios (el Señor de gran majestad en el Sueño, Jesús), la dirección que tal llamada puede tomar es impredecible y desconcertante.
Esta llamada es algo muy especial en el Sueño; es de una riqueza única. Lo digo porque parecería que, por la edad de Juan, por su orfandad, por la falta casi absoluta de recursos, la pobreza, las contrariedades internas en su familia, las disputas en torno a su hermanastro Antonio, las dificultades para acceder a la escuela a causa de la lejanía, y la necesidad del trabajo que debía realizarse en el campo, no hay un futuro posible y distinto más que el de permanecer allí, y ser, seguramente, un buen campesino. Puede parecernos que el Sueño resulta imposible, lejano, quizá destinado a otro, pero no a él. Incluso en la interpretación familiar del Sueño las palabras de la abuela parecieran confirmar esto.
Sin embargo, justamente esta situación tan difícil hace a Don Bosco (en este momento a Juanito) muy humano, necesitado de ayuda, pero también fuerte y entusiasmado. Su fuerza de voluntad, el carácter, temple, fortaleza y decisión de su madre Mamá Margarita, y una profunda fe, tanto por parte de su madre como del mismo Juan, hace que todo se pueda poner en marcha. El Sueño estará siempre ahí, pero lo irá descubriendo desde la vida: poco a poco, a medida que las cosas se iban realizando, fui entendiendo(Memorias del Oratorio, Fuentes 1121). No hay magia, no es un sueño de «hadas», no existe predestinación, sino una vida cargada de sentido, de exigencia, de sacrificio, pero también de fe y esperanza que impulsa a descubrirlo y a vivirlo cada día.
En el Sueño aparece un hombre muy respetable de varonil aspecto que habla con Juan, que lo interpela, que lo pone en manos de su Madre, la Señora. Hay ciertamente un envío a una misión. Una misión de pastor-educador en la que se señala también un método: la mansedumbre y la caridad. He aquí una muestra de su respuesta vocacional:
«Juan, fiel a la inspiración divina desde la más tierna edad, comenzó a trabajar en el campo que le había asignado la Providencia. Aún no ha cumplido los diez años y ya es apóstol entre sus compatriotas del pueblo de Morialdo. ¿No es eso tal vez un Oratorio Festivo, aunque sea en embrión, a grandes rasgos, lo que el pequeño Juan inició en 1825, utilizando medios compatibles con su edad y con su instrucción?
Dotado de una memoria prodigiosa, amante de los libros, asiduo a los sermones, lo atesora todo, instrucciones, hechos, ejemplos, para repetirlos a su reducido auditorio, inculcando con admirable eficacia el amor a la virtud en quienes acuden a admirar la habilidad de su juegos y escuchar su infantil pero cálida palabra»[29].

Y Ella, María, marcará por siempre el Sueño de Juanito y la vida de Don Bosco
Llegamos a un momento central del Sueño: La mediación materna de la Señora (unido al misterio del nombre). Para Juanito Bosco su madre y la Madre de aquel a quien saluda tres veces al día, serán espacio de humanidad en el que descansar, en el que encontrar seguridad y amparo en los momentos más difíciles.
«Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad». De hecho, es ella quien le indica tanto el campo en el que tendrá que trabajar como la metodología a utilizar: “He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto”. María es interpelada desde el principio para el nacimiento de un nuevo carisma, ya que es precisamente su especialidad llevar en el seno y dar a luz: por eso, cuando se trata de un Fundador, que debe recibir del Espíritu Santo la luz original del carisma, el Señor dispone que sea su misma madre, Virgen de Pentecostés y modelo inmaculado de la Iglesia, quien le haga de Maestra. Solo ella, la «llena de gracia», comprende de hecho todos los carismas desde dentro, como quien conoce todas las lenguas y las habla como si fueran la suya[30]. Y esto que dice el Señor del Sueño al jovencísimo Juanito Bosco es como decirle: «de ahora en adelante entiéndete con ella». «Digamos enseguida que no es Juanito quien escoge a María, sino que es María quien se presenta con la iniciativa de la elección: Ella, a petición de su Hijo, será la Inspiradora y la Maestra de su vocación»[31].

Esta dimensión femenino-materna-mariana es quizá de las más interpelantes del Sueño. Cuando detenemos nuestra mirada serenamente ante esta realidad, este aspecto se transforma en algo hermoso. Es Jesús mismo quien le da una maestra, que es su madre, y «su nombre debe preguntárselo a Ella»; Juanito tiene que trabajar «con sus hijos», y será «Ella» quien se hará cargo de la continuidad del sueño en la vida, se hará cargo de llevarlo de la mano hasta el final de sus días, hasta el momento en el que verdaderamente lo comprenderá todo.
Hay una intencionalidad enorme en querer decir que, en el carisma salesiano en favor de los chicos y chicas más pobres, desfavorecidos, y sin afecto, la dimensión del trato con «dulzura», con mansedumbre y caridad, así como la dimensión «mariana», son elementos imprescindibles para quien desea vivir este carisma. La Virgen tiene que ver con la formación en la «sabiduría del carisma». Y por eso mismo es difícil entender que en el carisma salesiano haya alguien (personas, grupo o institución) que deje en un segundo plano la presencia mariana. Sin María de Nazareth se habla de otro carisma, pero no del carisma salesiano, ni de los hijos e hijas de Don Bosco. Lo dice de un modo maravilloso don Ziggiotti, en esta búsqueda que hemos hecho de los comentarios de los Rectores Mayores acerca del Sueño:
“Quisiera convencer a todos los Salesianos de este hecho tan importante, que ilumina con luz celestial toda la existencia del Santo y, por tanto, da un valor indiscutible a todo lo que hizo y dijo en su vida: La Virgen, a quien fue consagrado por su madre al nacer, que iluminó su futuro en el sueño de nueve años y luego volvió para confortarlo y aconsejarlo, en mil formas, en los sueños, en el espíritu profético, en la visión interior del estado de las almas, en los milagros y gracias innumerables, que actuó invocándola; la Virgen lo es todo para Don Bosco; y el Salesiano que quiera adquirir el espíritu del Fundador debe imitarlo en esta devoción»[32].

Dócil al Espíritu, confiado en la Providencia
Ciertamente hay mucho que aprender. El hacerse humilde, fuerte y robusto supone prepararse para lo que le espera. Deberá ser obediente, dócil a la sabiduría de la Maestra. Deberá aprender a ver y descubrir los procesos de transformación; comprender que el itinerario, el camino realizado con esos muchachos lleva a la vida, y al encuentro con el Señor del Sueño, y con su madre, lleva a Jesús y María. Todo esto lo fue descubriendo Juan Bosco.
Está en juego la obediencia a Dios, la docilidad al Espíritu. Así como María es la que «deja hacer», deja que acontezca en ella lo que Dios ha pensado y soñado, hasta llegar a proclamar desde ese «fiat» a Dios, que el Señor ha hecho obras grandes por mí, tambiénel Salesiano, la Hija de María Auxiliadora, cada Salesiano Cooperador, cada devoto de María Auxiliadora, cada miembro de nuestra Familia Salesiana, que es la Familia de Don Bosco, tendrá que aprender y hacer propio este estilo de docilidad al Espíritu. Me permito añadir que ojalá este estilo se hiciese carne y vida en todas las etapas de formación inicial y permanente de cada Grupo, congregación, e institución salesiana. Y no olvidemos que los «formadores», las «formadoras», deberían ser, deberíamos ser, los primeros en «dejarnos formar» por el Espíritu, como María.
El Sueño ofrece, como ningún otro elemento, como ninguna otra realidad, lo que creo que se puede llamar pistas «irrenunciables» del ADN del carisma. Son estas pistas o «principios» los que nos pueden ayudar a leer, a discernir, y actuar en sintonía de fidelidad creativa hoy.
Y no olvidemos que esta es una tarea comunitaria, la tenemos que realizar conjuntamente, «sinodalmente» –podríamos decir hoy en sintonía con los trabajos sinodales recientes–, como Familia Salesiana.

Y acompañar a Don Bosco en la reflexión acerca de su Sueño a los nueve años es también subrayar el abandono de Don Bosco en la Providencia, el ponernos como él en ese «a su tiempo lo comprenderás todo». El mismo Sueño que tuvo fue para Don Bosco una acción de la Providencia. Este es el convencimiento radical, la opción fundamental de vida, «la esencia del alma de Don Bosco», el punto central, lo más profundo e íntimo de él. Sin duda que el abandono en la Providencia divina, tal como aprendió de su madre, fue decisivo para nuestro padre y ha de ser para nosotros la garantía de continuidad de la espiritualidad salesiana. Se trata del abandono en Dios, la confianza en Dios, puesto que el Dios que Don Bosco aprender a amar es Dios confiable. Él actúa de verdad en la historia, y así lo hizo en la historia del Oratorio, hasta el punto de que Don Bosco llegar a decir a los directores salesianos el 2 de febrero de 1876: «las demás Congregaciones y Ordenes religiosas tuvieron en sus comienzos alguna inspiración, alguna visión, algún hecho sobrenatural, que dio empuje a la fundación y aseguró su establecimiento; pero, en la mayoría de los casos, la cosa no pasó de uno o pocos de estos hechos. En cambio entre nosotros, las cosas proceden muy diversamente. Puede decirse que no hay nada que no se haya conocido de antemano. La Congregación no dio ni un paso que no fuera aconsejado por un hecho sobrenatural; no hubo cambio, mejora o ampliación que no fuera precedida por una orden del Señor…  Nosotros, por ejemplo, habríamos podido escribir todo lo que nos sucedió antes de que sucediera y escribirlo detalladamente y con exactitud»[33].

Pero, «no con golpes». El arte de la dulzura y la paciencia educativa
El Sueño nos habla no solo de un pasado, sino que nos transporta también a un presente, un hoy, que es de máxima actualidad. El «no con golpes» que en el Sueño le dice la Señora a Juanito nos interpela también hoy, y hace más necesario que nunca pensar nuestro modo educativo salesiano de ir al encuentro de los jóvenes, de las jóvenes, porque siguen aumentando los discursos de odio y la violencia. Nuestro mundo está siendo cada vez más violento y nosotros, educadores y evangelizadores de los jóvenes, hemos de ser alternativa ante aquello que tanto angustiaba a Juanito en el Sueño y que tanto nos duele a nosotros hoy. Como declaró una vez el Rector Mayor don Pascual Chávez en el Aguinaldo de 2012[34], sin duda tendremos que «enfrentarnos a los lobos» que quieren devorar al rebaño: el indiferentismo, el relativismo ético, el consumismo que destruye el valor de las cosas y de las experiencias, la falsa ideologías y otras cosas que realmente duelen y son verdadera violencia.

Soy del parecer de que este sí es un mensaje tan actual tanto hoy como en el momento en el que Juanito (nuestro futuro Don Bosco, padre y maestro) lo recibió.
El «no con golpes» es un no «absoluto». Está muy claro, y es la única corrección, casi reprimenda podríamos decir, que Juan Bosco recibe en el Sueño. Y antes que todo lo demás, es para nosotros una certeza, la gran certeza de que por el camino de la fuerza y de la violencia, no se va en la buena dirección del carisma. Y los golpes del sueño pueden adquirir hoy miles de formas. De hecho, he puesto interés en leer, pensar y detallar muchas de las más o menos sutiles formas de violencia que nos rodean, y que tienen que estar desterradas de nuestro mundo salesiano educativo, pastoral, sanador y evangelizador.

No con golpes significa para nosotros combatir conscientemente, sin justificación alguna, todo tipo de violencia:

Esa violencia física que daña el cuerpo (violencia que empuja, que patea, que da cachetes, que arrincona o inmoviliza, que arroja objetos).

Esa violencia psicológica y verbal que daña la autoestima (violencia que insulta y descalifica, que aísla, que vigila y controla sin respetar, que viene con insultos o menosprecios). Esa violencia y abuso psicológico que hace sentir a algunas personas que nunca dan de sí mismos lo suficiente; una violencia que lleva a que siempre te consideren diferente y equivocado, equivocada, o incluso persona inmadura por pensar lo que honestamente piensas; esa violencia y abuso de quienes solo se interesan por ti cuando quieren obtener algún beneficio.

Esa violencia afectivo-sexual que daña el cuerpo, el corazón y los más entrañables afectos; que deja huellas de dolor imborrables. Y que se puede manifestar de manera verbal o escrita, con miradas o señas que denotan obscenidad, acoso, hostigamiento, e incluso abuso.

Esa violencia que es económica porque limitándote el dinero que es tuyo o que sirve para lo que puedas hacer de bueno, es retenido, quitado, robado.

Esa violencia que es también cibernética (ciberbullying con acoso por medios electrónicos a través de internet, páginas web, blogs, mensajes de texto o de correo electrónico, o de videos).

Esa violencia de exclusión social con personas, estudiantes, adolescentes notoriamente excluidos, con personas humilladas en público.
Violencia,en definitiva, de maltratos con verbos comoamenazar, manipular, desvalorizar, rechazar, negar, cuestionar, humillar, insultar, descalificar, ejercer burlas, mostrar indiferencia. Nosotros gozamos carismáticamente, sin duda, del antídoto ante estas situaciones que dañan la vida. Se trata de una genialidad pastoral de Don Bosco:
«Teniendo presente, por otro lado, que la intervención de María en el primer sueño de Juanito Bosco configuró inicialmente el “genio apostólico” que nos caracteriza en la Iglesia, os invito a centrar en común nuestra reflexión sobre el proyecto que distingue de otras nuestra genialidad pastoral: el Sistema Preventivo»[35].

ELLA, la Señora: Maestra y Madre
Y la Señora del Sueño viene presentada como Maestra y como Madre. Es la mamá de ambos, del Señor majestuoso del Sueño y del mismo Juanito; una mamá –me permito decirlo de modo parafraseado–, que tomándolo de la mano le dice:

«Mira»:
Yqué importante es para nosotros saber mirar, y qué grave cuando no somos capaces de «ver» a los jóvenes en su realidad, en lo que son; incapaces de ver lo más auténtico que hay en ellos, y lo más trágico y doloroso de sí mismos y de sus vidas. «Mira» es la primera palabra que dice la «mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada punto del mismo fuera una estrella muy refulgente» y que Don Bosco escribe como la primera palabra de ella escuchada en el Sueño.
Sin querer «estirar» demasiado un solo verbo al interpretarlo, me parece que hay una señal «preventiva» de lo que de hecho será el camino que nuestro padre deberá seguir, hecha sobre todo de aprendizaje experiencial. Pensemos en cuánto importaban los ojos en la vida de Don Bosco… Es lo que ve cuando llega a Turín  –o más bien lo que Cafasso le ayuda a ver– lo que da origen a nuestra misión. Es por cómo ve a cada muchacho (recordamos los primeros encuentros en las biografías que escribe): allí está el incipit que es como un milagro al que sigue todo lo demás, tanto para Savio, como para Magone, como para Cagliero, para Rua… Hay una escultura en el museo Chieri que representa los ojos y las miradas de Don Bosco, que permaneció junto a su altar en 1988. Hay algo único en su mirada y esa mirada no es menos único, a su manera.
Y bajo esta mirada ya no hace falta ahora que diga nada sobre una palabra tan fundamental para nosotros como la asistencia. Todos sabemos lo esencial que es.
Mi atención, sin embargo, no se aleja mucho de la prado de los sueños en los Becchi, porque de hecho, sin que él se dé cuenta en ese momento, lo que lo moldeará será eminentemente experiencial: es un aprendizaje de la vida, más aún cuando el camino se vuelve extremadamente agotador.
  El «mira» desplaza el epicentro fuera de la persona aunque luego Juan se involucra al cien por cien. Es lo que hay más allá de ti lo que te invita, te desafía, te cuestiona, te guía. Y de ahí la importancia del ambiente en toda la pedagogía salesiana.
No se quita nada al indispensable cuidado de la interioridad, del silencio. Estamos llamados a levantar la mirada, tanto cuando la fijamos en el misterio de Dios como cuando pasamos junto al hombre que descendió de Jerusalén a Jericó y se tropezó con los bandidos.

«Aprende»,es decir, hazte humilde, fuerte y robusto, porque vas a necesitar la sencillez (frente a tantas soberbias), la fortaleza (frente a tanto que hay que enfrentar en la vida), y esa robustez que es resiliencia (o capacidad de no dejarse abatir, de no desanimarse, de no dejar caer los brazos en señal de que ya no se puede hacer nada).
Me parece formidable ver cómo lo que le hace ser «manso» (humilde, fuerte y robusto) sean los acontecimientos (la experiencia) que la Providencia (María) le pone en su camino…, a partir de ahora, de lo que le sucede poco tiempo después del Sueño, cuando en febrero de 1828 (y Juanito solo tenía 12 años) Margarita tuvo que sacarlo de casa por desavenencias con Antonio. Llega por la tarde a la granja Moglia, donde lo aceptan más por lástima que por necesidad real –nadie acepta mozos de campo en invierno–, lo suficientemente lejos como para ser la última puerta a la que llamar pero, a la vez, lo suficientemente cerca de Moncucco para ir a pie todos los domingos por la mañana temprano, donde se encuentra uno de los mejores párrocos que tuvo la diócesis de Turín, don Francesco Cottino (de quien por ahora nuestra literatura salesiana todavía dice muy poco). Se reúne con él todos los domingos: es el primer «cara a cara» con un guía que experimenta Juan, donde todo parte de su iniciativa. Una etapa de su infancia que solo podía haber sido triste y oscura se convierte en un paso muy importante en el camino. El 3 de noviembre de 1829, el tío Michele Occhiena lo llevó de regreso a Becchi. El 5 de noviembre, se produce el encuentro con Don Calosso al regresar de la Misión de Buttigliera.
Por eso considero muy importante subrayar con toda la fuerza cuán increíble es la dirección-acompañamiento de la Providencia. Juan responde dándolo todo libremente, pero los acontecimientos y las personas que se suceden en el momento adecuado son los creadores de ese «humilde, fuerte y robusto» indispensable para la misión que, entretanto, madura cada vez más.
  Vemos que hay un primado de la Gracia, que vale ante todo para nosotros solo si sabemos dejarnos formar, pero que se vuelve muy fructífero para la misión: ya no hay límites ni dificultades que impidan el crecimiento hacia la plenitud de vida, la santidad, cualquiera que sea el contexto, incluso el más desafiante. Y esto no quita nada a todo el esfuerzo que hay que hacer para mejorar las situaciones y superar las injusticias. Pero, sobre todo, no quita ninguno de estos esfuerzos, estos encuentros, estos «contratos de trabajo» con los que Don Bosco defiende (y es el primero en hacerlo) a los aprendices que van al primer Oratorio… ¡No les quita el cielo! Siempre hay un más al que todos pueden acceder. Es la misma lección, por ejemplo, de la Madre Teresa con su «inútil» prodigarse por los moribundos de Calcuta. Entre otras cosas, en el cartel que había escrito a mano y colocado en su habitación al comienzo de esta nueva vida para los más pobres entre los pobres, había escrito estas palabras en blanco y negro: «Da mihi animas caetera tolle».
«Y ten paciencia», es decir, demos tiempo a todo y dejemos a Dios ser Dios.


4.- Y ES UN SUEÑO QUE HACE SOÑAR.
No podría terminar estas páginas que nos acercan al segundo centenario del Sueño de los nueve años sin expresar para los jóvenes y para nosotros, querida Familia Salesiana, sueños que llevo en el corazón; en ocasiones son deseos nobles de seguir creciendo en fidelidad carismática; en otros momentos son añoranzas y serenas provocaciones al ver que hay cambios que nos resultan difíciles, que hay resistencias que puede quitar luz a los destellos de nuestro carisma; a veces son profundos anhelos que quieren continuar el Sueño de Don Bosco, pero doscientos años después.
Os los comparto con la esperanza de que cada cual, quien me lee en cualquier parte del amplio mundo salesiano, pueda sentir que algo de lo aquí escrito también está pensado para él, para ella. Los aspectos concretos que descubro en la aplicación del Sueño a nuestro carisma hoy son estos, entre otros posibles:
Como nos mostró Don Bosco a lo largo de toda su vida, solo las relaciones auténticas transforman y salvan. Eso mismo nos dice el papa Francisco: «No basta con tener las estructuras si en ellas no se desarrollan relaciones auténticas; de hecho, lo que evangeliza es la calidad de tales relaciones»[36]. Por eso expreso mi anhelo de que cada casa de nuestra Familia Salesiana en el mundo sea un espacio realmente educativo, espacio de relaciones de respeto, espacio que ayude a crecer sanamente. Creo que deberíamos marcar la diferencia porque las relaciones auténticas están en el origen de nuestro carisma, en el origen del encuentro de Don Bosco con Bartolomé Garelli, en el origen de la vocación misma de Don Bosco.

Cada elección de Don Bosco se inserta en un proyecto más grande: el proyecto de Dios sobre él. Por lo tanto, ninguna elección fue ligera o banal para Don Bosco. Su Sueño no fue una anécdota en su vida, o un simple acontecimiento, sino una respuesta vocacional, una opción, un camino, un programa de vida que fue tomando forma a medida que se vivía. Yo sueño con ver a cada Salesiano, a cada miembro de nuestra Familia de Don Bosco, como ese grupo de personas que por vocación y opción se sienten incómodos en el confort y sienten en su propia piel el dolor, el cansancio y las fatigas de tantas familias y jóvenes que cada día luchan por sobrevivir, o por vivir con un poco más de dignidad. Que no seamos nunca espectadores de los dolores y angustias de nuestros jóvenes.
«El sueño primero, el sueño creador de nuestro Padre Dios precede y acompaña la vida de todos sus hijos»[37]. Nuestro Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros, para cada uno de nuestros jóvenes, un proyecto ideado, «diseñado» a medida para nosotros por Dios mismo. El secreto de la tan deseada felicidad de cada persona será, precisamente, descubrir la correspondencia y el encuentro entre estos dos sueños: el nuestro y el de Dios. Y entender entonces cual es el sueño de Dios para cada uno es, en primer lugar, darnos cuenta de que el Señor nos ha dado la vida porque nos ama, más allá de lo que somos, incluidos nuestros propios límites. ¡Debemos creer, entonces, que nuestro Dios quiere hacer cosas grandes en cada uno de nosotros! Todos somos preciosos, un gran valor, porque, sin cada uno de nosotros, hay algo que no se podrá realizar, personas a las que solo yo podré amar, palabras que solo yo podré decir, momentos que solo yo podré compartir.

Y sin sueño no hay vida. Para el ser humano, para todos nosotros, soñar es proyectarse, es tener un ideal, un sentido en la vida. La peor pobreza de los jóvenes es no dejarlos soñar, robarles sus propios sueños o imponerles sueños fabricados. Cada uno ES un sueño de Dios ¿cuál es el mío? ¿para qué me soñó?, y debemos intentar que se desarrolle, que se lleve a cabo, puesto que en esto se juega nuestra felicidad y la de nuestros hermanos. Recordemos cómo Don Bosco llora de emoción y alegría cuando «ve realizado» el sueño que definía su vida, su vocación, su misión en aquel 16 de mayo de 1887.

Dios, hace grandes cosas con «instrumentos sencillos», y nos habla de muchas maneras, también en lo profundo de nuestro corazón, a través de los sentimientos que se mueven dentro de nosotros, a través de la Palabra de Dios acogida con fe, profundizada con paciencia, interiorizada con amor, seguida con confianza.  Ayudémonos y ayudemos a nuestros muchachos, muchachas y jóvenes a escuchar nuestro interior, a descifrar los movimientos internos, a dar voz a lo que se agita dentro de cada uno, a reconocer qué señales o «sueños» nos revelan la voz de Dios y cuáles son, en cambio, fruto de elecciones equivocadas.

«Las fatigas y fragilidades de los jóvenes nos ayudan a ser mejores, sus preguntas nos desafían, sus dudas ponen en cuestión la calidad de nuestra fe. También necesitamos de sus críticas, porque a menudo a través de ellas escuchamos la voz del Señor que nos pide la conversión del corazón y la renovación de las estructuras»[38]. Un verdadero educador sabe descubrir con inteligencia y paciencia lo que cada joven lleva dentro de sí, y como tal educador pondrá en acción una buena dosis de comprensión y afecto procurando hacerse querer[39]. Sueño y anhelo con encontrarme cada día en cada casa salesiana del mundo con estos Salesianos y estos educadores laicos que crean en el milagro transformador de educar salesianamente.

Vivir humanamente es «un hacerse», es un desplegarse, es un gozar de los mismos procesos pacientes con los que Dios, actúa en nuestras vidas. Cuánto deseo que nuestra pasión educativa se asemeje a la de Don Bosco («padre de la amorevolezza salesiana») para que en todas las presencias de nuestra Familia Salesiana en el mundo los chicos y chicas puedan experimentar que se encuentran no solamente con profesionales capacitados, sino con verdaderos educadores-hermanos-amigos-padres o madres.

Don Bosco, «cura de la calle» ad litteram, se consumió literalmente en esta empresa. Los Salesianos (y aquellos que se inspiran en Don Bosco) son efectivamente «hijos de un soñador de futuro», pero de un futuro que se construye en la confianza en Dios y en el diario sumergirse y obrar en la vida de los jóvenes, entre las fatigas y las incertidumbres de cada día[40]. Y por eso el encuentro con el Señor de la Vida, el ayudar a cada joven a descubrir su propio sueño, el sueño de Dios en cada uno, y el sostenerlos en su camino de realización, es el regalo más precioso que podemos ofrecer a nuestros jóvenes. Cuánto anhelo que sea siempre una realidad en nuestras casas.

Como latía el corazón de Don Bosco en cada momento, estamos «convencidos de que cada joven tiene escrito en su corazón el deseo de Dios, que estamos llamados a ofrecer oportunidades de encuentro con Jesús, fuente de vida y alegría para cada joven»[41].
Hoy Don Bosco no podría comprender ni imaginarse que en cada una de sus casas, sus hijos e hijas no propusieran a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes –desde la libertad con la que hoy educamos en la fe en los más variados contextos–, el encuentro con Jesús, el conocerlo, el descubrir cómo nos fascina, o el ayudar a los jóvenes de otras religiones a ser buenos creyentes desde su propia fe y credo. Sueño con que esto sea una realidad en todas las casas salesianas del mundo.

«En todas partes, la Obra Salesiana debe dirigirse a los jóvenes más pobres y necesitados de la sociedad, y debe utilizar con ellos los mil medios inspirados por la caridad que previene. Don Bosco lloró al ver a tantos jóvenes crecer corruptos e incrédulos; y le hubiera gustado poder extender su cuidado –vigilando, amonestando, instruyendo en una palabra, previniendo– a todos los jóvenes del mundo (…) Por eso, al aceptar nuevas fundaciones daba preferencia a aquellos lugares donde la juventud se estropeaba por el abandono»[42]. Yo sueño verdaderamente con ver un día a toda la Congregación Salesiana con la misma entrega que tuvo Don Bosco hacia sus muchachos más pobres. Sueño con ver a cada uno de mis hermanos dando la vida con alegría en favor de los últimos, y ya es así en muchos casos. Sueño con que cada una de nuestras casas estén llenas de ese «olor a oveja» al que se refería el papa Francisco para cada apóstol de hoy. Y lo deseo también para toda nuestra Familia Salesiana. Nadie debería sentirse exento de esta llamada.

«La vida de Juan antes de la ordenación sacerdotal, es auténtica obra maestra de itinerario vocacional»[43]. Dice el Papa Francisco hablándoles a los jóvenes de la vocación: «Yo soy una misión en esta tierra y para eso estoy en este mundo. Por consiguiente, hay que pensar que toda pastoral es vocacional, toda formación es vocacional y toda espiritualidad es vocacional»[44]. Como siempre hizo Don Bosco, considero que es un deber para nosotros ayudar a cada joven, en todas nuestras propuestas, a descubrir lo que Dios espera de él, a tener ideales que le hagan volar alto, dar lo mejor de sí, desear vivir la vida como entrega y donación.

En María resplandece su ser madre y ser cuidadora. Cuando, siendo ella muy joven, recibe el anuncio del ángel, no se privó de hacer preguntas. Cuando aceptó y dijo «sí», lo apostó todo, arriesgándose. Cuando su prima la necesitó dejó de lado sus propios planes y necesidades y se puso en camino, sin demora. Cuando le llegó el dolor de su hijo, fue la mujer fuerte que lo sostuvo y acompañó hasta el fin. Ella, que es la Madre y Maestra, mira a este pueblo de jóvenes que la busca, aunque en el camino haya mucho ruido y oscuridad, ella habla en el silencio y mantiene encendida la luz de la esperanza[45]. Sueño de verdad con que en fidelidad a Don Bosco lleguemos a enamorar a nuestros niños, niñas, y jóvenes, de esa Madre,  no menos de lo que él lo hizo, puesto que «la Virgen lo es todo para Don Bosco; y el Salesiano que quiera adquirir el espíritu del Fundador debe imitarlo en esta devoción»[46].

5. DEL SUEÑO DE LOS NUEVE AÑOS AL ALTAR DE LLANTO
Llego ya al final de esta narración. Se podría añadir más, pero considero que ya es suficiente y es posible que una palabra o una frase pueda llegar a cada corazón. Siendo así sería una muy buena noticia. Por eso deseo concluir pero sin añadir más reflexiones, más propuestas, más desafíos, más…. NO. Deseo invitaros sencillamente a hacer un minuto de interiorización y contemplación ante este texto de las Memorias Biográficas que describe en unas pocas líneas cómo Don Bosco mismo explica que sus lágrimas ante el altar de María Auxiliadora en la recién consagrada Basílica del Sacro Cuore fueron debidas a que en esos momentos veía y oía a su madre y a sus hermanos y abuela valorar el Sueño, incluso cuestionarlo y ahí, en ese instante, sesenta y dos años después, lo comprende todo, como le había dicho la Maestra en el Sueño. A mí me ha conmovido profundamente y por eso os lo ofrezco.

«Durante el divino sacrificio –cuentan la Memorias Biográficas– se paró por lo menos quince veces, víctima de una gran emoción y llorando. Don Carlos Viglietti, que le acompañaba, tuvo que ayudarlo de vez en cuando para que pudiera continuar. (Habiéndole preguntado) cuál había sido la causa de tanta emoción respondió:
-Tenía viva ante mis ojos la escena de cuando soñé a los diez años con la Congregación. Veía y oía realmente a la mamá y a los hermanos opinar sobre el sueño…
Entonces le había dicho la Virgen:
-A su tiempo lo comprenderás todo.
Habían pasado ya desde aquel día sesenta y dos años de trabajos, sacrificios y luchas, cuando una especie de relámpago repentino le había revelado, en la erección de la iglesia del Sacro Cuore en Roma, la conclusión de la misión que misteriosamente se le había trazado en los albores de su vida»[47].

Creo verdaderamente que María Auxiliadora sigue siendo hoy verdadera Madre y Maestra de nuestra Familia. Estoy convencido de que las palabras proféticas del primer sueño prometiendo una Maestra sigue siendo realidad en todos los lugares donde el carisma de nuestro Padre, don del Espíritu, ha echado raíces. Y tengo la certeza de que en cada a cada casa, más allá de nuestras fatigas y esfuerzos,  se le puede aplicar lo que decía Don Bosco acerca del Santuario de Valdocco:

«Cada ladrillo es una gracia de María Auxiliadora; nada hemos hecho sin la intervención directa de Ella; la Virgen se ha edificado su casa y es una maravilla a nuestros ojos»[48].

Que ella, Inmaculada y Auxiliadora nos siga llevando a todos de la mano. Amén.

Turín-Valdocco, 8 de diciembre 2023

Don Ángel Card. Fernández Artime, S.D.B.
Rector Mayor


[1] F. MOTTOIl sogno dei nove anni. Redazione, storia, criteri di lettura, en «Note di pastorale giovanile» 5 (2020) 6.

[2] P. STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica. 1. Vita e opere, LAS, Roma 1979, 31s.

[3] P. CHÁVEZ V., Conociendo e imitando Don Bosco, hagamos de los jóvenes la misión de nuestra vida. Actas del Consejo General(ACG), Roma, 2012, nº 412, 28.

[4] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 6.

[5] Cfr. FILIPPO RINALDI, Lettera circolare pubblicata su ACS Anno V – N. 26 (24 Ottobre 1924), 312-317

[6] JUAN BOSCO, Memorias del Oratorio de san Francisco de Sales, en INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes Salesianas. Don Bosco y su obra. Recopilación antológica, Editorial CCS, Madrid 2015, 1061-1063.

[7] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli. Lettere circolari ai salesiani di don Renato Ziggiotti, a cura di Marco Bay, LAS, Roma 2015, 575.

[8] Aunque digo «todos los Rectores Mayores», la excepción está en don Rua, primer sucesor de Don Bosco. De él no hemos encontrado ninguna cita o referencia, aunque sin duda también para él habrá sido muy especial el Sueño porque vivió al lado de Don Bosco tanto la narración del mismo como la realización de mucho de lo allí preanunciado.

[9] El salesiano coadjutor Marco Bay ha sido profesor de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma y es en la actualidad el director del Archivo Central Salesiano en Roma (UPS). Generosamente ha puesto en mis manos la búsqueda que por iniciativa personal había realizado acerca de las referencias que los anteriores Rectores Mayores habían hecho sobre el sueño de los nueve años.

Aprovecho también esta referencia para agradecer las notas y sugerencias de don Luis Timossi, sdb, del Centro de Formación Permanente en Quito, y a don Silvio Roggia, sdb, director en la comunidad Beato Ceferino Namuncurá en Roma.

[10] P. ALBERA, Lettere Circolari di don Paolo Albera ai salesiani, Direzione Generale delle Opere Salesiane, Torino 1965, 123; 315; 339.

[11]  F. RINALDI, Lettera circolare pubblicata su ACS Anno V – N. 26 (24 Ottobre 1924), 312-317.

[12] Idem.

[13] La commemorazione di un «sogno», en Bollettino Salesiano (BS) Anno XLIX, 6 (Giugno 1925), 147. Cf. Boletín Salesiano de España, julio de 1925, 198-203.

[14] P. RICALDONE, Strenna 1935. Fedeltà a Don Bosco. Atti del Capitolo Superiore, Anno XVII, N. 74, 24 de marzo de 1936, p. 16.

[15] P. RICALDONE, Le vocazione, Atti del Capitolo Superiore, Anno XVII, N. 78, p. 9.

[16] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli. Lettere circolari ai salesiani di don Renato Ziggiotti, a cura di Marco Bay, LAS, Roma 2015, 129.

[17] R. ZIGGIOTTI, o.c., 264.

[18] L. RICCERI, il rinnovamento salesiano passa per la spiritualità missionaria, Discorso del Rettor Maggiore, en La famiglia salesiana famiglia missionera. Settimana di Spiritualità nel Centenario delle Missioni Salesiane, Elle Di Ci, Leuman Torino 1977, 12.

[19] Ibidem, 13.

[20] E. VIGANÒ, María renueva la Familia Salesiana de Don Bosco. Actas del Consejo Superior 289, 25 de marzo de 1978, 15.

[21] MBe VII, 253 [MB VII, 291]. Citado por J.E.VECCHI, Educatori appassionati esperti e consacrati per i giovani. Lettere circolari ai Salesiani di don Juan E. Vecchi. Introduzione, parole chiave e indici a cura di Marco Bay, LAS, Roma 2013, 380.

[22] PIETRO STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica. Vol. II, p. 32. Citado por J.E. VECCHI, o.c., 381.

[23] P. CHÁVEZ VILLANUEVA, Y Jesús crecía en sabiduría, estatura, y gracia (Lc 2,52), en Actas del Consejo General (ACG) 392, 1 de enero de 2006, 31-32. 

[24] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 8.

[25] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 10.

[26] JUAN BOSCO, Memorias del Oratorio, citado por F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 9.

[27] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 10.

[28]  Citado en P.RICALDONE, Anno XVII. 24 Marzo 1936 N. 74.

[29] P. RICALDONE, Oratorio Festivo. Catechismo. Formazione religiosa, SEI. Torino 1939, 3-4.

[30] A. BOZZOLO (ed), Il Sogno dei nove anni. Questioni ermeneutiche e lettura teologica, LAS, Roma, 2017, 264.

[31] E. VIGANÓ, María renueva la Familia Salesiana de Don Bosco. Actas del Consejo Superior 289, 25 de marzo de 1978, 14.

[32] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli., 264.

[33] MBe XII, 68 [MB XII, 69-70] citado en F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 7.

[34] Cf. P. Chávez, «Conociendo e imitando a Don Bosco hagamos de los jóvenes la misión de nuestra vida». Primer año de preparación al Bicentenario de su nacimiento. Aguinaldo 2012, en ACG 412 (2012), 3-38.

[35] Egidio Viganò, El proyecto educativo salesiano, en Actas del Consejo Superior (ACS), 290, 15 de agosto de 1978, 4.

[36] SINODO DE LOS OBISPOS, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Documento final, 128.

[37] FRANCISCO, Christus vivit,  Exhortación Apostólica Postsinodal a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios. LEV, Ciudad del Vaticano, 2019, n. 194.

[38] SINODO DE LOS OBISPOS, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, 116.

[39] XXIII Capitulo General Salesiano, Educar a los jóvenes en la fe. CCS, Roma, 1990, nº 99.

[40] Cf. F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 14.

[41] R. SALA, Il sogno dei nove anni. Redazione, storia, criteri di lettura, in «Note di pastorale giovanile» 5 (2020), 21.

[42] F. RINALDI, Il sac. Filippo Rinaldi ai Cooperatori ed alle Cooperatrici Salesiane. Un’altra data memoranda, en BS Anno XLIX, 1 (Gennaio 1925), 6.

[43] E. VIGANÓ, Don Bosco-’88, en Actas del Consejo General (ACG), Roma, 19 de marzo de 1985, 8.

[44] FRANCISCO, Christus vivit, 254.

[45] Cf. FRANCISCO, o.c., 43-48, 298.

[46] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli, 264.

[47] MBe XVIII, 298 [MB XVIII, 341].

[48] R. ZIGGIOTTI, Le visite compiute in Europa, en Atti del Capitolo Superiore 180 (ACS), 12 de junio de 1954, 308




Un año de sueños desde lo alto

Queridos amigos y amigas: estamos en el umbral de un nuevo año, el 2024, un año muy especial porque conmemoramos el bicentenario del sueño de 9 años de Don Bosco. Este sueño fue mucho más que un episodio encantador de un niño de 9 años; fue como una visión-sueño y una premonición de lo que iba a hacer en el curso de su vida.

62 años más tarde, celebrando su primera y última Misa en la Basílica del Sagrado Corazón de Roma, consagrada dos días antes, Don Bosco rompió a llorar más de 15 veces porque, como en una película en rápida sucesión, vio desarrollarse todas las escenas de su vida, dándose cuenta de que siempre había sido guiado por la Divina Providencia y, en particular, conducido de la mano de Ella, la Auxiliadora de los Cristianos, hasta el punto de decir: “Ella lo hizo todo”.

Aquella noche de año nuevo de 1862
Esta conmemoración me lleva a pensar en una Noche de año nuevo significativa en la vida de Don Bosco. Fue el primero de enero de 1862.
Cuentan las Memorias Biográficas que Don Bosco, enfermo hasta el día anterior, anunció que tenía una noticia importante que dar a todos los habitantes del Oratorio, jóvenes y mayores. “Es imposible describir la emoción, causada por la promesa de Don Bosco, que mientras tanto agitaba a todos los jóvenes. ¡Con qué impaciencia pasaron la noche del 31 de diciembre al 1 de enero, y el día siguiente! ¡Con qué ansiedad esperaban la noche para oír lo que les diría el buen padre!”, cuenta Don Lemoyne. “Finalmente, después de las oraciones, los jóvenes esperaron en profundo silencio a Don Bosco, que levantando su silla les reveló el misterio y les dijo: – El regalo que os doy no es mío. ¿Qué diríais si la Virgen misma viniera en persona a deciros una palabra a cada uno de vosotros? ¿Si Ella hubiera preparado para cada uno una nota suya para mostrarle lo que más necesita, o lo que quiere de él? Pues así es exactamente. La Virgen hace un regalo a cada uno. Veo que algunos querrán saber y preguntarán: – ¿Cómo sucedió esto? ¿Escribió la Virgen las notas? ¿Habló la Virgen en persona con Don Bosco? ¿Es Don Bosco el secretario de la Virgen? – Yo respondo: No os digo nada más que eso. Yo escribí las notas, pero no puedo decir cómo sucedió esto, ni hay nadie que se atreva a interrogarme, porque me pondría en evidencia. Que todos se contenten con saber que la nota vino de Nuestra Señora. Es algo singular. Llevo varios años pidiendo esta gracia y por fin la he obtenido. Considerad, pues, cada uno de vosotros esa nota como si saliera de la boca de la misma Virgen María. Venid, pues, a mi habitación y os daré a cada uno vuestra nota”. Don Bosco podía decir esto porque él mismo había recibido de Nuestra Señora, a la edad de nueve años, el mensaje que marcaría todo el curso de su vida.
Luego, continuando la narración de aquella misma tarde, los Salesianos comenzaron a pasar por la habitación de Don Bosco para recoger su billete. Muchos lo revelaron. Aquello dirigido a Don Bonetti, que escribía la crónica diaria, decía: Aumenta el número de mis hijos. El buen sacerdote transcribió esta recomendación en su crónica y añadió: “Mientras tanto, dulcísima Madre mía, tú que me has dado tan queridos consejos, dame los medios para ponerlos en práctica, y procura que aumente verdaderamente este hermoso número, pero que yo también me incluya en él”.
El de Don Rua decía: “Recurrid a mí con confianza en las necesidades de vuestra alma”.
A la mañana siguiente, los jóvenes se agolparon a la puerta de la habitación de Don Bosco para recibir su nota. Me imagino fácilmente cómo Don Bosco sabía llegar al corazón de cada salesiano y de cada muchacho del Oratorio, no con una invención, sino con la profunda convicción de lo que la Virgen quería para cada uno de ellos, y al mismo tiempo lograba hacerlo de esa manera en la que Don Bosco fue siempre un verdadero maestro y un verdadero genio: me refiero al arte del encuentro personal, del diálogo, de la mirada que llega a lo más profundo del corazón.
Y mientras leía esto, me preguntaba si no nos pasaría a nosotros. Enviamos tarjetas de felicitación a muchas personas. Si María Santísima hubiera enviado una tarjeta a la Congregación Salesiana y a cada uno de nosotros, a la hermosa y gran Familia Salesiana, la familia de Don Bosco, ¿qué habría escrito?

Caminar como Don Bosco
Es bonito imaginarlo. Os aseguro que en mi imaginación hay tantas cosas hermosas que la Virgen podría pedirnos a nosotros personalmente y como familia de Don Bosco, nacida para acompañar a los chicos y chicas del mundo -especialmente a los más pobres y necesitados- en su proceso de crecimiento, maduración, transformación…
El misterio del Año Nuevo, que en el fondo desarrolla el misterio de la Navidad, nos dice: “No estás condicionado por el pasado. Hoy puedes empezar de nuevo, porque hay algo nuevo en ti. Toma en tus brazos al Niño Divino, que te pone en contacto con todo lo nuevo que hay, auténtico e intacto, en tu alma. Empieza de nuevo con los pequeños, los jóvenes. Confía en lo nuevo que hay en ti. Cada día es el primer día”.
Quizás bastaría con hacer nuestras las palabras que María le dice a Juan Bosco en su sueño: “Aquí está tu campo, aquí es donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto”. Quizás se esperaba un consejo más “espiritual”, pero sólo quien es humilde puede ser amable porque puede disfrutar de la presencia de los demás. La humildad es la puerta del amor hacia los pequeños, los desvalidos, los heridos por la vida.
Sólo el que es sólido y fuerte puede caminar hoy detrás de Jesús a pesar de todo. Porque queremos ver a los presos libres, y a los oprimidos ya no oprimidos; y en qué mensaje pueden creer todavía los pobres.
Es escuchar la voz de la zarza ardiente que nunca se consumirá: “Romperé tus cadenas y te haré caminar erguido”. María quiere que los Salesianos, y toda su Familia, la hermosa familia de Don Bosco de todos los tiempos camine como Don Bosco. Y para ello la mejor garantía será siempre tenerla a Ella como la verdadera Maestra que es sobre todo Madre. Una verdadera gracia para nuestra familia.
Así lo han expresado los Rectores Mayores a lo largo de nuestra historia. Como lo hizo mi predecesor, Don Ziggiotti: “Os daré al Maestro, bajo cuya disciplina podréis llegar a ser sabios, y sin el cual toda sabiduría se convierte en necedad” es la palabra profética del primer sueño, pronunciada por el misterioso personaje, “el Hijo de Aquella a quien vuestra madre os manda saludar tres veces al día”. Así pues, es Jesús quien da a Don Bosco a su Madre como Maestra y guía infalible en el duro camino de toda su vida. ¿Cómo agradecer suficientemente este extraordinario regalo del Cielo a nuestra Familia?”.
Feliz Año 2024 con mis mejores deseos para cada uno de vosotros y vuestras familias. Que sea un hermoso año para todos nosotros y un año de Paz para esta humanidad que aún sufre.




Llamado Misionero 2024

Queridos hermanos,
Un saludo fraterno desde nuestra Casa Madre en Valdocco.

Como ya es tradición desde hace algunos años, hoy, 18 de diciembre, día que en 1859 Don Bosco fundó nuestra “Pía Sociedad de San Francisco de Sales”, es una buena ocasión para subrayar el espíritu misionero como elemento esencial del carisma de Don Bosco, enviándoos mi llamado misionero anual.

En el 2024 celebraremos el segundo centenario del sueño de los nueve años de Juanito Bosco. Don Pietro Stella decía que es el sueño que “condicionó todo el modo de vivir y de pensar de Don Bosco”. Para nosotros, seguir hoy la reflexión sobre el sueño de los nueve años de Don Bosco requiere subrayar su confianza en la Providencia: «A su tiempo lo comprenderás todo». El sueño de los nueve años nos enseña que Dios habla en tantos modos, obra grandes cosas con “instrumentos simples”, aún en lo profundo de nuestro corazón, a través de los sentimientos que se mueven dentro de nosotros. Hoy, el sueño de los nueve años continua a hacernos soñar y a invitamos a pensar quiénes somos y para quiénes somos.

Es interesante notar que en el quinto sueño misionero, que tuvo lugar mientras estaba de visita con los hermanos de Barcelona en la noche entre el 9 y el 10 de abril de 1886, Don Bosco ha visto una conexión profunda con su sueño de los nueve años. En su quinto y último sueño misionero vio una gran multitud de muchachos que corrían hacia él gritando: “Te estábamos esperando. Te hemos esperado tanto. Ahora finalmente estás aquí. ¡Estás entre nosotros y no te irás!” La pastorcilla que conducía una grey inmensa de corderos lo ayudó a comprender el significado preguntándole: “¿Te recuerdas el sueño que tuviste cuando tenías diez años?”, después ha trazado una línea desde Valparaíso a Pekín para subrayar el inmenso número de jóvenes que esperan a los salesianos. Efectivamente, hoy en todos los continentes hay jóvenes que tienen necesidad de ser transformados de “lobos” en “corderos”.

Hoy Don Bosco tiene necesidad de Salesianos que se hagan disponibles como “instrumentos simples” para realizar su sueño misionero. Con esta carta hago un llamado a los hermanos que sienten en lo profundo de su corazón, a través de los sentimientos que se mueven dentro de ellos, la llamada de Dios, dentro de nuestra común vocación salesiana, a hacerse disponibles como misioneros con un compromiso por toda la vida (ad vitam), a donde sea que el Rector Mayor los enviará.

A mi llamado del pasado 18 de diciembre de 2022 respondieron 42 salesianos enviándome su carta de disponibilidad misionera. Después de un atento discernimiento, 24 fueron elegidos como miembros de la 154a expedición misionera del pasado septiembre. Los otros continúan su discernimiento. Espero que este año tantos otros, o incluso más, se pongan generosamente a disposición.

Invito a los inspectores, con sus Delegados para la animación misionera (DIAM), a ser los primeros en ayudar a los hermanos a facilitar su discernimiento, invitándoles, después del diálogo personal, a ponerse a disposición del Rector Mayor para responder a las necesidades misioneras de la Congregación. Luego, el Consejero General para las Misiones, en mi nombre, continuará el discernimiento que llevará a la selección de los misioneros para la 155a expedición misionera que se llevará a cabo, Dios mediante, el domingo 29 de septiembre de 2024, donde quisiera que un número significativo de hermanos pudiese ser enviado:
– a las nuevas fronteras del continente africano: Bostwana, Níger, Nord África, etc.;
– a las nuevas presencias que iniciaremos en Grecia y en Vanuatu;
– en Albania, Rumania, Alemania, Eslovenia y en otras fronteras del Proyecto Europa;
– en Azerbaiyán, Nepal, Mongolia, Sudáfrica y Yakutia;
– en las presencias con los pueblos indígenas del continente americano.

Confío este mi último llamado misionero a la intercesión de nuestra Madre Inmaculada y Auxiliadora, para que nosotros, salesianos, mantengamos vivo el ardor misionero de Don Bosco.

Os saludo, queridos hermanos, con verdadero afecto,

Prot. 23/0585
Turín Valdocco, 18 de diciembre de 2023




La cesta de la Madre Margarita

Al final de un año, todos llevamos en el alma una cesta de recuerdos. Contiene lo que hemos vivido, un año rico, lleno de recuerdos agradables, pero también de acontecimientos inesperados. Un año en el que no han faltado las sorpresas.

Queridos amigos de Don Bosco y de su carisma, al final del año 2023, me ha parecido interesante utilizar el simbolismo de la cesta que Mamá Margarita lleva siempre en el brazo. Incluso en el nuevo poster del aguinaldo, su signo distintivo es la cesta que cuelga de su brazo. Todos estamos acostumbrados a verla así, Mamá Margarita. Sin la cesta, el pañuelo en la cabeza y el vestido de campesina pobre, no parecería ella misma.
La cesta era de mimbre tejido con gran esmero. Llevaba canastillas para sus nietos, fragantes barras de pan recién horneadas y ropa blanca de olor limpio.
Pero el 3 de noviembre de 1846, como cuenta Don Bosco en sus Memorias del Oratorio, cuando él y su madre bajaron de I Becchi a Turín para acoger a los jóvenes abandonados de la ciudad, Mamá Margarita lo llenó con su ajuar de boda, cuidadosamente doblado y, en el centro, depositó unos ramos de lavanda. En el fondo, bien oculto bajo el forro de tela, escondía su pequeño tesoro: un paquetito de terciopelo con dos anillos y un colgante de oro.
Con estas pocas posesiones, pudieron satisfacer las primeras necesidades del Oratorio. Mamá Margarita tenía un corazón tan grande como todas las colinas de Asti y el lino empezó a desaparecer, convirtiéndose en camisas y ropa interior para los chicos. Curioso fue el destino del vestido de novia que se convirtió en el primer mantel de altar de la capilla Pinardi y luego en una sábana para un enfermo de cólera.
Pero la cesta no estaba vacía, contenía el aroma de todas las cosas buenas y bellas de su vida.

El baúl de los recuerdos felices
Al final del año, todos deberíamos tener una cesta como ésta. Colgada en nuestras mentes y corazones. Una cesta como cofre del tesoro de los recuerdos felices. Deberíamos llenarla con el asombro de la danza de la vida que ha pasado rápidamente: las personas que nos han hecho bien, los acontecimientos de gracia, los encuentros que nos han dado aliento y valor, las certezas, las esperanzas y, debajo de todo, el oro precioso de la presencia de Dios.
En mi cesta encontré muchas cosas por las que dar gracias al Señor de la Vida, nuestro buen Dios y Padre. Y ciertamente, como sucede en la vida de cada persona, también en ti que me lees, no todo lo que se vive en un año ha producido alegría. También hay penas, penurias, exigencias, pérdidas, pero todo esto, vivido en la fe, se ilumina de una manera preciosa.
            – En mi cesta encuentro tantos esfuerzos, tanto personales como de quienes me ayudan en la animación y gobierno de la Congregación, que han servido para dar vida, mucha vida: hemos podido ayudar a tantas personas, a tantos niños y jóvenes en todo el mundo salesiano, animando a mis hermanos y a la familia salesiana a continuar por un camino de fidelidad salesiana. La cesta está llena de tantos donativos de tantas personas en todo el mundo, en las 135 naciones y en las miles de obras de toda la familia salesiana en el mundo.
            – En mi cesta de este año está la visita de Don Bosco al centro de menores (la antigua Generala que Don Bosco visitó con Don Cafasso), y de la que volví a casa con el corazón encogido y lleno de pena por estar allí con aquellos jóvenes (que espero superen pronto esta situación), pero con la alegría de saber que lo conseguirán. El saludo del joven que me preguntó: “¿Cuándo vuelves?” está grabado en mi memoria. Y volveré pronto.
            – En mi cesta está la alegría de tantos viajes realizados durante el año – esta vez de nuevo a los cinco continentes, ya que estoy de vuelta en Australia. Podría escribir páginas sobre todos los viajes. Sólo mencionaré mi visita a Perú, dos veces en febrero, al altiplano de Huancayo, con su frío y sus colinas y el encuentro con más de mil jóvenes, a 2.500 metros de altitud, y el inmenso calor, de la ciudad del calor eterno (como les gusta decir) que es Piura, donde encontré una devoción a María Auxiliadora que me conmovió.
            – Mi canasta contiene la alegría de verme en Viedma – Argentina cinco meses después de la canonización del coadjutor salesiano San Artemisa Zatti y de desandar los caminos que él recorrió y vivir donde él vivió e hizo realidad la santidad en lo cotidiano.
            – Y la cesta, en lo más profundo de mi corazón, contiene este año la experiencia más profunda que puede tener un ser humano. La experiencia de perder a la madre, especialmente cuando el padre ya se ha ido al cielo. Realmente sientes que el “cordón umbilical” que te sostenía no sólo hasta que te trajeron al mundo, sino durante toda tu vida, se corta definitivamente. Pero yo también lo he vivido, con la Gracia del Señor, como una pérdida, ciertamente, pero llena de sentido, llena de esperanza, y con una inmensa gratitud al Señor de la vida por una vida larga y hermosa tanto en el caso de mi padre como en el de mi madre. Cómo no dar gracias al Señor por ello.
            – Mi cesta de este año contiene la inmensa alegría de los preciosos días pasados en Lisboa para la Jornada Mundial de la Juventud. Más de un millón de jóvenes dieron un precioso testimonio de humanidad y humanismo, de capacidad de vivir en armonía, amistad y paz a pesar de ser muy diferentes, procedentes de todo el mundo. Qué gran lección nos dan.
            – Por último, mi cesta de este año contiene un profundo acto de fe y de obediencia. Sin duda por fe lo ha hecho el Santo Padre al nombrarme Cardenal de la Santa Iglesia Romana. Y ciertamente por fe, y con la certeza de que nuestro Dios acompaña la vida de cada uno de nosotros del modo único que sólo Él conoce, he aceptado este designio y esta obediencia. Ciertamente con gratitud y con la promesa de fidelidad y lealtad al Vicario de Cristo, como se nos declara al recibir el anillo cardenalicio. Sólo con fe se puede vivir dignamente algo así.
Como veis, amigos míos, mi cesta está llena. Estoy seguro de que lo mismo ocurre en la vida de cada uno de vosotros. Este es el gran don de la vida de Dios.
Os deseo que este mes sea bendecido. Y os deseo que, mientras esperáis la venida de Jesucristo, sigáis trabajando como Familia Salesiana para que nuestro mundo se purifique de odios y discordias y se llene del espíritu cristiano, para que todos podamos vivir siempre en paz los unos con los otros.




La memoria del futuro

Tenemos un sueño. Y es nuestra mayor riqueza

Hace doscientos años, un niño de nueve años, pobre y sin más futuro que ser agricultor, tuvo un sueño. Se lo contó por la mañana a su madre, a su abuela y a sus hermanos, que se rieron de él. La abuela concluyó: “No hagas caso a los sueños”. Muchos años después, aquel niño, Juan Bosco, escribió: “Yo era de la opinión de mi abuela, sin embargo, nunca fue posible quitarme aquel sueño de la cabeza”.
Porque no era un sueño como tantos otros y no murió al amanecer.
Volvió y volvió. Con una carga de energía abrumadora. Una fuente de seguridad gozosa y de fuerza inagotable para Juan Bosco. La fuente de su vida.
En el proceso diocesano para la causa de beatificación de Don Bosco, Don Rua, su primer sucesor, testimonió: “Me lo contó Lucia Turco, miembro de una familia donde D. Bosco iba a menudo a hospedarse con sus hermanos, que una mañana lo vieron llegar más alegre que de costumbre. Preguntado por la causa, respondió que había tenido un sueño durante la noche, que le había alegrado. Cuando se le pidió que lo relatara, dijo que había visto venir hacia él a una Señora, que llevaba tras de sí un rebaño muy numeroso, y que, acercándose a él, lo llamó por su nombre y le dijo: _Aquí Juan: todo este rebaño lo confío a tu cuidado. Luego oí decir a otros que él preguntó: _¿Cómo cuidaré de tantas ovejas? ¿Y de tantos corderos? ¿Dónde encontraré pastos para guardarlas? La Señora le respondió: _No temas, yo te ayudaré, y luego desapareció.
A partir de ese momento, sus deseos de estudiar para ser sacerdote se hicieron más ardientes; pero surgieron serias dificultades a causa de las estrecheces de su familia, y también por la oposición de su hermanastro Antonio, que hubiera querido que se dedicara a las labores del campo como él…”
Efectivamente, todo parecía imposible, pero el mandato de Jesús había sido “imperioso” y la asistencia de Nuestra Señora había sido dulcemente segura.
Don Lemoyne, primer historiador de Don Bosco, resumió así el sueño: “Le pareció ver al Divino Salvador vestido de blanco, radiante de la más espléndida luz, en el acto de conducir a una muchedumbre innumerable de jóvenes. Volviéndose hacia él, le había dicho: _Ven aquí: ponte a la cabeza de estos jóvenes y dirígelos tú mismo. _Pero yo no soy capaz, respondió Juan. El Divino Salvador insistió imperiosamente hasta que Juan se puso a la cabeza de aquella multitud de muchachos y comenzó a guiarlos tal como se le había ordenado”.
En el seminario, Don Bosco escribió una página de admirable humildad como motivación de su vocación: “El sueño de Morialdo siempre estuvo impreso en mí; es más, se había renovado otras veces de un modo mucho más claro, de modo que si quería creerlo tenía que elegir el estado eclesiástico, al que me sentía inclinado: pero él no quería creer en sueños, y mi modo de vida, y la falta absoluta de las virtudes necesarias para este estado hacían dudosa y muy difícil esa decisión”. Podemos estar seguros: había reconocido al Señor y a su Madre. A pesar de su modestia, no dudaba en absoluto de que había recibido la visita del Cielo. Tampoco dudaba de que esas visitas pretendían revelarle su futuro y el de su obra. Él mismo lo decía: “La Congregación Salesiana no ha dado un paso sin que se lo haya aconsejado un hecho sobrenatural. No ha llegado al punto de desarrollo en que se encuentra sin un mandato especial del Señor. Toda nuestra historia pasada, podríamos haberla escrito de antemano en sus más humildes detalles…”.
Por eso las Constituciones Salesianas comienzan con un “acto de fe”: “Con un sentido de humilde gratitud creemos que la Sociedad de San Francisco de Sales ha nacido no sólo por designio humano, sino por iniciativa de Dios”.

El testamento de Don Bosco
El mismo Papa pidió a Don Bosco que escribiera el sueño a sus hijos. Comenzó así: “¿Para qué servirá entonces esta obra? Servirá de regla para superar las dificultades futuras, tomando lección del pasado; servirá para dar a conocer cómo Dios mismo ha guiado todo en todo momento; servirá a mis hijos de agradable diversión, cuando puedan leer las cosas en las que participó su padre, y las leerán con mucho más gusto cuando, llamado por Dios a dar cuenta de mis acciones, ya no esté entre ellos”.
Don Bosco revela claramente su intención de implicar al lector en la aventura narrada, hasta el punto de hacerle partícipe de ella como una historia que le concierne y que él, arrastrado por el relato, está llamado a continuar. La narración del sueño se convierte claramente en el “testamento” de Don Bosco.
Está la misión: la transformación del mundo empezando por los más pequeños, los más jóvenes, los más abandonados. Está el método: la bondad, el respeto, la paciencia. Está la seguridad de la fuerte protección de la Santísima Trinidad y la protección tierna y maternal de María.
En las Memorias del Oratorio, Don Bosco cuenta que veinte años después del primer sueño, en 1824, tuvo “un nuevo sueño que parece ser un apéndice del que tuve en el Becchi cuando tenía nueve años. Soñé que me veía en medio de una multitud de lobos, de cabras y cabritos, de corderos, ovejas, carneros, perros y pájaros. Todos juntos hacían un ruido, un clamor o más bien un ruido diabólico que asustaría al más valiente. Quise salir corriendo, cuando una señora, muy bien vestida con forma de pastora, me hizo señas para que la siguiera y acompañara a aquel extraño rebaño, mientras ella se adelantaba….
Después de mucho andar me encontré en un prado, donde aquellos animales saltaban y comían juntos sin que uno intentara hacer daño al otro. Oprimido por el cansancio, quise sentarme junto a un camino cercano, pero la pastora me invitó a continuar mi camino. Tras un corto trecho, me encontré en un vasto patio con un pórtico alrededor, al final del cual había una iglesia. Entonces me di cuenta de que cuatro quintas partes de aquellos animales se habían convertido en corderos. Su número se hizo entonces muy grande. En aquel momento llegaron varios pastores para custodiarlos. Pero se detuvieron en seco y pronto se marcharon. Entonces ocurrió una maravilla. Muchos corderos se convirtieron en pastores y, a medida que crecían, cuidaban de los demás. Quise marcharme, pero la pastora me invitó a mirar el mediodía. “Mira otra vez”, me dijo, y volví a mirar. Entonces vi una iglesia alta y hermosa. En el interior de aquella iglesia había una banda blanca, en la que estaba escrito en grandes letras: Hic domus mea, inde gloria mea. (Esta es mi casa, de aquí [saldrá] mi gloria)
Por eso, cuando entramos en la Basílica de María Auxiliadora, entramos en el sueño de Don Bosco.
Que pide convertirse en “nuestro” sueño.




Deseo seguir sirviendo a los demás… en un modo diverso MI NOMBRAMIENTO COMO CARDENAL

Me siento partícipe de la afirmación de 1884 de nuestro santo Fundador: “Veo cada vez más el glorioso porvenir que se prepara a nuestra Sociedad, la extensión que tendrá y el bien que podrá realizar”.

Queridos amigos del carisma salesiano, llegue a cada uno y cada una de ustedes mi sincero, fraterno y afectuoso saludo.
Me ha sido “sugerido” por el Boletín Salesiano preparar este saludo no como otras veces, contando algo significativo que he vivido, sino hablando de mí, de esta nueva realidad que me espera. Y he experimentado algo que había estudiado sobre la persona de nuestro padre Don Bosco. Para él era difícil hablar de sí mismo y más aún expresar sus sentimientos. En mi caso, debo reconocer que me cuesta un poco hablar o escribir sobre los últimos acontecimientos que me han sucedido; pero reconozco que tarde o temprano tengo que hacerlo, y el mensaje del Boletín Salesiano que llega a las manos y a los corazones de tantos amigos del carisma de Don Bosco es una buena forma de enviar este mensaje personal.
Tras la inesperada noticia (especialmente para mí), con la que el Santo Padre Francisco anunció también mi nombre entre las 21 personas que ha elegido para ser “creados” Cardenales de la Iglesia en el próximo Consistorio del 30 de septiembre, miles de personas se preguntaban, especialmente entre los Salesianos de Don Bosco y miembros de la familia salesiana de todo el mundo: ¿y ahora qué pasará? ¿Quién acompañará la vida de la Congregación en un futuro próximo? ¿Qué pasos le esperan? Bien pueden comprender que son las mismas preguntas que yo también me he ido haciendo, mientras agradecía con fe al Señor este regalo que el Papa Francisco nos ha hecho como Congregación Salesiana y como Familia de Don Bosco.
Con una lectura de fe, conociendo las grandes cosas que Dios ha hecho y lo que sabemos a través de su Palabra, se podría decir que Dios ama las sorpresas.  Normalmente, en la Biblia, Dios dice: “¡Sal! El camino se revelará”.  Una cosa importante que aprendimos de Don Bosco: no dejemos que nada nos perturbe y confiemos en la Providencia de Dios.
Siento que comparto la afirmación de 1884 de nuestro santo fundador: “Veo cada vez más el glorioso futuro que se prepara a nuestra Sociedad, el alcance que tendrá y el bien que podrá realizar”.
Pude hablar personalmente con el Santo Padre, el Papa Francisco, después del anuncio del Ángelus, asegurándole mi disponibilidad para contar conmigo para cualquier servicio. Respondí como Don Bosco cuando le pidieron que construyera el templo del Sagrado Corazón en Roma, en su caso un Don Bosco anciano y enfermo, que también sentía el peso y la responsabilidad de una Congregación incipiente: Don Bosco respondió: “¡Si es una orden del Papa, yo obedezco!”.
Con sencillez, le dije al Santo Padre que los salesianos hemos aprendido de Don Bosco a estar siempre disponibles para el bien de la Iglesia y, en particular, para lo que nos pida el Papa. Por eso, mientras doy gracias a Dios por este don que pertenece a toda la Congregación y Familia Salesiana, expreso mi gratitud al Papa Francisco asegurándole, en nombre de todos los miembros de nuestra gran Familia, una oración más ferviente e intensa. Oración que, como he dicho, irá siempre acompañada de nuestro sincero y profundo afecto.

¿Qué ocurrirá ahora?
Debo compartir con ustedes que me ha conmovido profundamente la sensibilidad de nuestro Papa Francisco al comprender que mi servicio como Rector Mayor no iba a cambiar inmediatamente de un día para otro. Por este motivo, aproximadamente media hora después del anuncio del nombramiento durante el rezo del Ángelus del domingo 9 de julio, el Santo Padre me envió una carta en la que hablaba del tiempo necesario para prepararme al Capítulo General de nuestra Congregación antes de asumir lo que se propone confiarme. Como siempre, el Santo Padre se mostró atento, cordial, profundo admirador del carisma de Don Bosco y particularmente afectuoso. Sentimientos que, en mi nombre y en el de toda la Familia Salesiana, he correspondido.
Quisiera compartir con ustedes las disposiciones que el Santo Padre me ha comunicado.
El Papa ha decidido que, por el bien de nuestra Congregación, después del Consistorio del 30 de septiembre de 2023 pueda continuar mi servicio como Rector Mayor hasta el 31 de julio de 2024. Después de esa fecha presentaré mi dimisión como Rector Mayor, como piden nuestras Constituciones y Reglamentos, para asumir de manos del Santo Padre el servicio que me encomiende.
Así me lo ha comunicado el propio Papa. Podremos adelantar un año el 29º Capítulo general, es decir, en febrero de 2025. Mi Vicario, el P. Stefano Martoglio, asumirá el gobierno de la Congregación ad interim, como prevén nuestras Constituciones hasta la celebración del CG29. Por último, me queda decir y responder a otra pregunta que muchos de ustedes tendrán: ¿qué tarea me confiará el Santo Padre? El Papa Francisco aún no me lo ha dicho. Además, con este amplio margen de tiempo creo que es lo más oportuno.
En cualquier caso, les pido a todos ustedes, queridos hermanos y miembros de los grupos de nuestra Familia Salesiana, que sigan intensificando la oración. Especialmente por el Papa Francisco. Él mismo me lo ha pedido expresamente al final de la audiencia privada que me ha concedido.
Por último, les pido también que recen por mí, colocado ante la perspectiva de un nuevo servicio en la Iglesia que, como hijo de Don Bosco, acepto por obediencia filial, sin haberlo buscado porque creo sinceramente que en la Iglesia los servicios que realizamos no pueden ni deben ser nunca buscados ni exigidos como si se tratara de hacer carrera personal. Lo que es propio del “mundo” es impropio de nosotros como servidores en nombre de Jesús. Y debemos diferir (espero que mucho) de algunas de las normas del mundo. Testigo de todo esto es nuestro querido Padre Don Bosco ante el Señor Jesús.
Les agradezco el afecto, la cercanía expresada en estas semanas con los muchos mensajes que he recibido de todo el mundo.
Siento como dirigidas a mí las mismas expresiones que la Virgen dijo a Don Bosco en el sueño de los nueve años -cuyo segundo centenario se celebrará el próximo año-: “A su tiempo lo comprenderás todo”. Y sabemos que para nuestro Padre esto sucedió realmente casi al final de su vida, ante el altar de María Auxiliadora en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, que había sido consagrada el día anterior, el 16 de mayo de 1887. Desde la Basílica de María Auxiliadora les envío un saludo afectuoso y agradecido encomendando a todos y cada uno a Ella, la Madre, que nos seguirá acompañando y sosteniendo. Como siempre, los saludo con inmenso afecto.




Los hijos de la familia

Redescubrir el gran valor de la cercanía, de la amistad, de la alegría sencilla en la vida cotidiana, el valor de compartir, de hablar y de comunicarse.

Escribo estas líneas, queridos amigos de Don Bosco y de su precioso carisma, mirando el borrador del Boletín Salesiano de septiembre. Mi saludo es lo último que se inserta: soy el último en escribir, en función del contenido del mes. Tal como hacía Don Bosco.
En este mes, al comienzo del año académico en las escuelas, en los oratorios, me complace ver que los mensajes tienen tanto sabor misionero (y por eso se mencionan Filipinas y Papúa Nueva Guinea), y también la sencillez de una “misión salesiana” con el sabor local de la casa de Saluzzo.
La lectura del boletín me hace apreciar algo que es muy nuestro, muy salesiano, y que estoy seguro que agrada a tantos de ustedes: me refiero al gran valor de la cercanía, de la amistad, de la alegría sencilla en la vida cotidiana, el valor de compartir, de hablar y comunicarse.  El gran regalo de tener amigos, de saber que uno no está solo. El sentimiento de ser queridos por tanta gente buena en nuestras vidas.
Y pensando en todo esto, me vino a la mente un testimonio sincero y muy honesto de una joven que escribió al padre Luigi Maria Epicoco y que éste publicó en su libro La luce in fondo. Es un testimonio que me gustaría que conocieran porque lo considero la antítesis de lo que intentamos construir cada día en cada casa salesiana. Esta joven siente, en cierto modo, que no hay éxito ni realización si falta el más humano de los encuentros, de las bellas relaciones humanas, y este año escolar que comenzamos nos lo recuerda.

Esta joven escribe de sí misma: “Querido Padre, le escribo porque me gustaría que me ayudara a comprender si la nostalgia que siento en estos meses dice que soy extraña o que algo importante ha cambiado para mí. Quizá le sea útil que le cuente un poco sobre mí. Decidí irme de casa cuando apenas tenía dieciocho años. Era una forma de escapar de un entorno que me parecía tan estrecho, tan asfixiante para mis sueños. Así que llegué a Milán en busca de trabajo. Mi familia no podía mantener mis estudios. Por eso también estaba enfadada con ellos. Todos mis amigos estaban frenéticos por elegir una facultad. No tenía elección porque nadie podía apoyarme. Busqué un trabajo para vivir y soñé durante años con una oportunidad para estudiar. Lo conseguí y con inmensos sacrificios me gradué. El día de mi graduación, no quise que mi familia asistiera. Pensé que los campesinos que sólo tenían estudios secundarios no entenderían nada de mis estudios. Sólo le dije a mi madre que todo había ido bien, y sentí sus lágrimas que por un momento me despertaron un sentimiento de culpa que nunca antes había sentido. Pero era cuestión de poco. Me realicé con mis propias fuerzas y nunca pude ni quise depender de nadie. Incluso en el trabajo salí adelante porque elegí aliarme conmigo misma.

Pasé años así. Y no entiendo por qué sólo ahora, en medio del encierro de esta pandemia, ha estallado dentro de mí un anhelo por mi familia. Sueño con contarles todo lo que nunca les conté. Sueño con abrazar a mi padre. Por la noche me despierto y me pregunto si se puede vivir una vida emancipada de esas relaciones tan significativas. Incluso las relaciones que he tenido a lo largo de los años, nunca les he permitido cruzar la frontera de la verdadera intimidad. Pero ahora todo me parece tan diferente. Ahora que no puedo elegir salir de casa, o acudir a quien considero importante, he despertado a la comprensión de la gran mentira que he estado viviendo en mi interior todo este tiempo.
¿Quiénes somos sin relaciones? Quizá sólo personas infelices en busca de afirmación. Ahora me doy cuenta de que todo lo que hacía, en realidad, lo hacía porque esperaba que alguien me dijera quién era realmente. Pero a los únicos que podían ayudarme a responder a esa pregunta les corté las relaciones. Y ahora están arriesgando sus vidas, a cientos de kilómetros de mí. Si tuviera que morir, querría estar con ellos y no con mis éxitos”.

Una alegría compartida
Agradezco la honestidad y la valentía de esta joven que me hizo pensar mucho sobre nuestra realidad actual. Me hizo reflexionar sobre el estilo de vida que llevamos en tantas familias donde lo importante es tener buenos resultados, conseguir una buena situación económica, llenar nuestros días de cosas que hacer para que todo sea rentable, etc…. pero pagamos precios muy altos por vivir siempre, y cada vez más, no fuera de casa sino fuera de nosotros mismos. Existe el peligro de vivir sin centro, es decir, “fuera del centro”. Y créanme, queridos amigos, no pueden imaginarse hasta qué punto esto puede verse especialmente en los chicos y chicas de nuestras casas, nuestros patios y nuestros oratorios.
El segundo sucesor de Don Bosco, Don Pablo Albera recuerda: “Don Bosco educaba amando, atrayendo, conquistando y transformando. Nos envolvía a todos casi por completo en una atmósfera de satisfacción y felicidad, de la que se desterraban las penas, la tristeza y la melancolía… Escuchaba a los niños con la mayor atención, como si las cosas que dijeran fueran muy importantes”.
El primer placer de la vida es ser felices juntos: “Una alegría compartida es doble”. La consigna del educador es “Estoy bien con vosotros”. Una presencia que es intensidad de vida.
Un biógrafo de Don Bosco, Don Ceria, cuenta que un alto prelado, tras una visita a Valdocco, declaró: “Tenéis una gran fortuna en vuestra casa, que nadie más tiene en Turín y tampoco otras comunidades religiosas. Tenéis una habitación, en la que cualquiera que entra lleno de aflicción, sale radiante de alegría”. Don Lemoyne anotó con lápiz: “Y miles de nosotros han hecho la prueba”.
Un día Don Bosco dijo: “Entre nosotros los jóvenes ahora parecen hijos de familia, todos dueños de casa; hacen suyos los intereses de la Congregación. Dicen que nuestra iglesia, nuestro colegio, todo lo que concierne a los Salesianos, lo llaman nuestro”.
Por eso este nuevo año es una oportunidad para cuidarnos y ocuparnos de nosotros mismos en lo que es más esencial y más importante. Para nuestra familia.




Carta del Rector Mayor tras su nombramiento como cardenal

A la atención de mis hermanos salesianos (sdb) A la atención de la Familia Salesiana

Mis queridos hermanos y hermanas: recibid mi saludo fraterno lleno de afecto sincero y sentido.
Después de la inesperada noticia (ante todo para mí), en la que el Santo Padre, Papa Francisco, anunciaba también mi nombre entre las 21 personas que había elegido para ser breados’ Cardenales de la Iglesia en el próximo Consistorio del 30 de septiembre, se habrán sucedido en miles de personas la pregunta: ¿Y ahora qué sucede? ¿Y cómo queda la Congregación en un futuro próximo? Podéis comprender que esas mismas preguntas me las he hecho yo, al mismo tiempo que presentaba al Señor, en la Fe, este don que nos ha hecho el Papa Francisco como Congregación Salesiana y como Familia de don Bosco. No debe cabernos ninguna duda de cuánto nos quiere el Papa; de igual modo el Papa Francisco sabe cuánto lo queremos todos nosotros y cómo lo sostenemos, en lo posible, a través de nuestra oración y afecto.
A la media hora del anuncio que dio en el Ángelus del pasado domingo, 9 de julio, el Santo Padre me hizo llegar en mano una carta en la que me pedía que fuera a hablar con él en cuanto me fuera posible, a fin de acordar los tiempos necesarios en mi servicio como Rector Mayor para el bien, ante todo, de la Congregación. Él mismo me hablaba en dicha carta de la preparación del próximo Capítulo General.
En la tarde de ayer fui recibido por el Papa Francisco con un diálogo fraterno y de mutuo afecto y, ahora, me encuentro en la disposición de poder compartir con toda la Congregación Salesiana y nuestra Familia en el mundo, las disposiciones concretas según la voluntad del Santo Padre.

Tales disposiciones son las siguientes:
– podremos adelantar un año el Capítulo General 29; es decir, que en el mes de febrero del año 2025 tendría lugar el mismo;
– el Papa ha visto con buenos ojos, por el bien de nuestra Congregación, que después del Consistorio del día 30 de septiembre yo pueda seguir como Rector Mayor hasta el 31 de julio del 2024, es decir, hasta la conclusión de la sesión plenaria del Consejo General del tiempo estival europeo;
– después de esa fecha yo presentaré mi renuncia como Rector Mayor por haber sido llamado por el Santo Padre para el servicio que él me encomendará. Así me lo ha comunicado;
– a tenor del artículo 143 de nuestras Constituciones, por el motivo de “cese en el cargo de Rector Mayor”, al ser llamado por el Papa Francisco para otro servicio, el Vicario, don Stefano Martoglio, asumirá el gobierno de la Congregación hasta la celebración del CG29;
– el Capítulo General 29 será convocado por mí, al menos un año antes de su celebración, tal como establecen nuestras Constituciones y Reglamentos (Regí. 111), y será el Vicario, don Stefano, quien lo presidirá;
– en todo este tiempo seguiremos adelante con el programa establecido en la animación y gobierno de la Congregación, pero añadiendo el esfuerzo de todos los miembros del Consejo General y de algún visitador extraordinario nombrado por el Rector Mayor, a fin de realizar todas las visitas extraordinarias (incluidas las que corresponderían al año 2025). De este modo se podrá llegar al CG29 con una visión completa del momento presente de toda la Congregación;
– de todos los demás elementos relacionados con el Capítulo General haré llegar la información detallada cuando se haga efectiva la convocatoria oficial del mismo.

Me resta decir, por último, lo que quizá muchos se pregunten ¿Qué me va a encomendar el Santo Padre? Todavía no me lo ha dicho, y entiendo que con tanto tiempo por delante eso es lo mejor. Sí pido a todos mis hermanos salesianos y a nuestra querida Familia Salesiana que sigamos intensificando nuestra oración. Ante todo, por el Papa Francisco. Esta fue su petición en el momento del saludo final. Nos pidió que rezáramos por él. Y también os pido la oración por lo que viviremos en este año como Congregación y como Familia Salesiana.
Ciertamente también os pido que recéis por mí ante la perspectiva del nuevo servicio en la Iglesia que, como hijo de Don Bosco, acepto en obediencia, sin haberlo buscado ni deseado. Nuestro Amado Padre Don Bosco es testigo de esto ante el Señor Jesús.
Y desde aquí, desde la Basílica de María Auxiliadora, Ella, la Madre, nos seguirá acompañando. Creo, como Don Bosco en el sueño de los nueve años -del cual se cumplirá el próximo año el segundo centenario-, que “a su tiempo lo comprenderemos todo”. En nuestro Padre Don Bosco esto aconteció al final de su vida, ante el altar de María Auxiliadora en la Basílica del ‘Sagrado Corazón de Jesús’ que se había consagrado el día anterior, en aquel 16 de mayo de 1887. Lo ponemos todo en las manos del Señor y de su Madre.
Un saludo con inmenso afecto,

Prot. 23/0319
Turín, 12 de julio de 2023




Esto es amor…

Este es el bien simple y silencioso que hizo Don Bosco. Este es el bien que juntos seguimos haciendo.

Amigos, lectores del Boletín Salesiano: reciba como cada mes mi cordial saludo, un saludo que preparo dejando hablar a mi corazón, un corazón que quiere seguir mirando al mundo salesiano con esa esperanza y certeza que tenía el propio Don Bosco, de que juntos podemos hacer mucho bien y de que el bien que se hace hay que darlo a conocer.
Veo en muchos salesianos la “pasión” de Don Bosco por la felicidad de los jóvenes. Una fórmula que se ha hecho famosa intenta condensar el sistema educativo de Don Bosco en tres palabras: razón, religión, amor. Escuela, iglesia, patio. Una casa salesiana es todo esto realizado en piedra. Pero el oratorio de Don Bosco es mucho más. Es un arsenal de estimulación y creatividad: música, teatro, deporte y paseos que son verdaderas inmersiones en la naturaleza. Todo ello aderezado con un afecto real, paternal, paciente y entusiasta.

Valor de madre
Pues bien, mientras leo con dolor y preocupación la crónica de Sudán, donde la situación de todos es muy difícil, y también la de los salesianos, hoy me querría ofrecer otro hermoso testimonio, aunque esta vez no fui testigo presencial, sino que relato lo que me contaron.
La escena tiene lugar en Palabek (Uganda), donde, al mismo tiempo que llegaron los primeros refugiados hace cinco años, los Salesianos de Don Bosco quisimos ir con los primeros refugiados. La tienda de campaña era el alojamiento y la capilla para la oración y la celebración de la primera Eucaristía era la sombra de un árbol.
Cada día llegaban a Palabek cientos y cientos de refugiados de Sudán. Primero a causa del conflicto en Sudán del Sur. Años después, siguen llegando, ahora a causa del conflicto en Sudán (es decir, Sudán del Norte).
Lo que les estoy contando me lo refirió el Consejero General para las Misiones, que había ido unos días a Palabek para continuar acompañando esta presencia en un campo de refugiados en el que ya se han acogido a decenas de miles de personas.
Hace diez días llegó una mujer con once hijos. Sola, sin ninguna ayuda, había atravesado varias regiones llenas de peligros para ella y los niños; había caminado más de 700 kilómetros en el último mes y el grupo de niños iba en aumento. Y de esto es de lo que quiero hablar, porque esto es HUMANIDAD y esto es AMOR. Esta mujer llegó a Palabek con once niños a su cargo, y los presentó a todos como hijos suyos. Pero en realidad seis eran hijos de su vientre. Otros tres eran hijos de su hermano recientemente fallecido y de los que ella se había hecho cargo, y otros dos eran pequeños huérfanos que había encontrado en la calle, solos, sin nadie y, por supuesto, sin papeles (¿quién puede pensar en papeles y documentación cuando falta lo más esencial para la vida?), y se habían convertido en hijos adoptivos de esta mujer.
En algunas ocasiones, una madre que dio su vida por defender a su hijo ha sido calificada de “madre valiente”. En este caso, me gustaría otorgar a esta madre de once hijos el título de Madre Coraje, pero sobre todo el de una mujer que sabe muy bien -en las “entrañas de su corazón”- lo que es amar, incluso hasta el sufrimiento, porque vive y ha vivido en la más absoluta pobreza con sus once hijos.
Bienvenida a Palabek, Mamá valerosa. Bienvenida a la presencia salesiana. Sin duda se hará todo lo posible para que a estos niños no les falte comida, y luego un lugar donde jugar y reír y sonreír – en el oratorio salesiano – y un lugar en nuestra escuela.
Este es el bien sencillo y silencioso que hizo Don Bosco. Este es el bien que seguimos haciendo juntos porque, créanme, sentir que no estamos solos, tener la certeza de que muchos de ustedes ven con agrado y simpatía el esfuerzo que hacemos cada día en beneficio de los demás, también nos da mucha fuerza humana, y sin duda el Buen Dios la hace crecer.
Les deseo un buen verano. Sin duda el nuestro, el mío también, será más sereno y confortable que el de esta madre de Palabek, pero creo poder decir que al haber pensado en ella y en sus hijos, hemos tendido, de alguna manera, un puente.
Sean muy felices.