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Cada año, en el mundo, más de un millón y medio de bebés prematuros mueren por la falta de acceso a incubadoras adecuadas. Estos dispositivos médicos fundamentales suelen ser demasiado caros para los hospitales de los países en desarrollo, donde, sin embargo, pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte de recién nacidos frágiles y vulnerables.
En este contexto, ha nacido en España un proyecto liderado por jóvenes apasionados que, con creatividad, profesionalidad y espíritu de solidaridad, están contribuyendo a salvar miles de vidas. Su iniciativa es un ejemplo meritorio de innovación social y, al mismo tiempo, un verdadero testimonio de protección de la vida humana desde su primer aliento. Las incubadoras se fabrican en diez centros de formación profesional salesianos repartidos por todo el territorio español.
Pablo Sánchez y el proyecto IncuNest: fe e innovación
El corazón de esta empresa es Pablo Sánchez Bergasa, un joven ingeniero español que decidió llevar adelante un proyecto iniciado por su colega Alejandro Escario, quien en 2014 había desarrollado como tesis de grado un prototipo de incubadora de bajo coste.
Pablo se describe así: «Era un joven apático, con una ligera adicción a los videojuegos». Cuenta que se había acercado a ese proyecto para ayudar, pero poco después el grupo original se disolvió: uno se dedicó a la familia, otro se trasladó a Estados Unidos, y él se quedó solo. «Me encontré un poco solo, y me sentía indigno, pero lo veía tan necesario que decidí dar lo que tenía entonces».
Durante años trabajó en su tiempo libre, hasta que en 2019 fundó la ONG Medical Open World, dentro de la cual desarrolló el proyecto de las incubadoras dedicadas a los recién nacidos prematuros o con dificultades.
En febrero de 2025 llegó un reconocimiento inesperado: la noticia del Premio Fundación Princesa de Girona, que le fue entregado en julio en presencia del Rey de España, Felipe VI. La Fundación apoya el desarrollo profesional y educativo de los jóvenes talentos, y motivó así el reconocimiento: «Su generosidad al compartir el conocimiento y su compromiso al romper las barreras inspiran a quienes le rodean y demuestran que la innovación puede estar al servicio de la humanidad».
Ese premio marcó un antes y un después para Pablo: «Fue un grito a viva voz, una llamada a dejarlo todo y aprovechar esta oportunidad, porque es un megáfono muy grande y debo apostarlo todo». Dejó su trabajo y se dedicó enteramente al proyecto. No fue una elección dictada por cálculos económicos: durante meses vivió solo de sus ahorros, preocupando a sus padres. «Mis padres me preguntaban: «¿pero de qué vivirás?». Yo respondía: pondré lo que está en mis manos y el resto se lo dejo a Dios».
Determinante fue también la experiencia de voluntariado en el Cottolengo del Padre Alegre, donde vio la confianza total de las monjas en la Providencia. «Veía cómo viven las monjas dedicadas a la providencia y cómo no les falta nada, y sentí la misma llamada», recuerda. Y añade: «En este proyecto, Dios ha sido la constante que estaba detrás; ha transformado las tristezas en alegrías, las derrotas en oportunidades y el abandono en compromiso».
Pablo no oculta su fe católica, al contrario, la señala como la fuerza motriz de su trabajo: «He decidido poner todo mi empeño en salvar vidas… y el resto se lo confío a Dios».
IncuNest: bajo coste, código abierto, impacto global
Las incubadoras comerciales cuestan entre 30.000 y 35.000 euros y requieren equipos costosos, mantenimiento complejo, personal especializado y, sobre todo, un suministro eléctrico estable: condiciones a menudo ausentes en las zonas rurales o en los países más pobres. Sin ellas, los recién nacidos prematuros corren riesgo de hipotermia, infecciones y graves complicaciones.
La incubadora IncuNest no tiene la sofisticación de los modelos tradicionales, pero garantiza lo esencial: regula automáticamente la temperatura del aire y de la piel del recién nacido, controla la humedad para proteger la piel frágil e incluye un módulo de fototerapia para tratar la ictericia, frecuente en los prematuros.
Es ligera (12-13 kg), desmontable, transportable incluso en una maleta, y puede funcionar tanto con corriente de 220/110 V como con baterías de coche de 12 V, una ventaja decisiva donde la electricidad no es estable. ¿El coste de los materiales? Solo 350 euros, unas cien veces menos que las incubadoras convencionales.
Además, la tecnología es de open source: los planos y el software son accesibles para todos, favoreciendo la replicabilidad y la autonomía de las comunidades locales.
Aprendizaje y formación: los Salesianos, puente entre tecnología y solidaridad
Un rasgo distintivo del proyecto es la implicación de los centros salesianos de formación profesional. Aquí los jóvenes aprendices no solo adquieren competencias técnicas (mecánica, electrónica, diseño, mantenimiento) sino también valores de solidaridad y compromiso social.
Además de la construcción de las incubadoras, participan en talleres y seminarios que les ayudan a crecer como ciudadanos responsables, conscientes de que su trabajo tiene un impacto concreto en miles de familias en el mundo.
Esta dimensión educativa es parte integrante de la misión de IncuNest: salvar vidas, formar personas, transformar comunidades.
Un impacto global y un futuro por escalar
Hasta la fecha, hay más de 220 incubadoras operativas en más de 30 países, gracias a la colaboración con la ONG Ayuda Contenedores. Ya han salvado la vida de más de 4.000 niños. Las solicitudes superan con creces la disponibilidad, señal de una necesidad enorme y aún no satisfecha.
«La necesidad es muy grande, pero si nuestro esfuerzo sirve para salvar un niño más, valdrá la pena», afirma Pablo.
El objetivo ahora es industrializar la producción para ampliar la difusión y multiplicar el impacto. El premio recibido representa una importante plataforma para sensibilizar a donantes y empresas. «Ahora debemos seguir adelante con más fuerza y más lejos para dar una respuesta adecuada a esta emergencia. Tenemos algo que ya funciona y está salvando vidas: ahora debemos industrializar, ir a lo grande y llegar a más lugares», concluye.
Este proyecto posee un gran valor moral, porque afirma la primacía de la vida; un valor de justicia, porque permite también a los niños de las zonas más pobres sobrevivir; y un valor espiritual, porque mira la vida como un don de Dios.
Pablo Sánchez Bergasa lo dejó todo para responder a esta llamada. Su fe cristiana no es un detalle marginal: es el motor que lo sostiene en la decisión de poner la vida en el centro, incluso a costa de renunciar a la seguridad personal y a un salario estable.
Es un proyecto que merece ser conocido, apoyado y ampliado.
Indicamos los sitios web del proyecto:
Sitio oficial: https://incunest.org
Sitio de la Fundación Medical Open World: https://www.medicalopenworld.org/proyecto-incunest
Presentación del proyecto en el canal de YouTube de la Fundación Princesa de Girona: https://www.youtube.com/watch?v=b3d8OBgK_2Y&utm