Luis Variara fundador fundado

Fundado en una mirada que marca toda una vida
            Luis Variara nació el 15 de enero de 1875 en Viarigi (Asti). Don Bosco había llegado a este pueblo en 1856 para predicar una misión. Y fue a Don Bosco a quien el padre, el 1 de octubre de 1887, confió a su hijo para que lo condujera a Valdocco. El Santo de los jóvenes moriría cuatro meses después, pero el conocimiento que Luis hizo de él bastó para marcarle de por vida. Él mismo recuerda así el suceso: “Era en la estación invernal y una tarde estábamos jugando en el gran patio del oratorio cuando de repente se oyó un grito de un lado a otro: “¡Don Bosco, Don Bosco!”. Instintivamente todos corrimos hacia el lugar donde apareció nuestro buen Padre, a quien sacaban a pasear en su carruaje. Le seguimos hasta el lugar donde debía subir al vehículo; inmediatamente se vio a Don Bosco rodeado por la muchedumbre de queridos chicos. Yo buscaba ansiosamente la manera de ponerme en un lugar donde pudiera verle a mis anchas, pues ansiaba conocerle. Me acerqué todo lo que pude, y mientras le ayudaban a subir al carruaje, me dirigió una dulce mirada, y sus ojos se posaron intensamente en mí. No sé lo que sentí en ese momento… ¡fue algo que no puedo expresar! Aquel día fue uno de los más felices para mí; estaba segura de que había conocido a un santo, y de que ese santo había leído en mi alma algo que sólo Dios y él podían saber.
            Pidió hacerse salesiano: entró en el noviciado el 17 de agosto de 1891 y lo terminó el 2 de octubre de 1892 con los votos perpetuos en manos del beato Miguel Rua, que le susurró al oído: “¡Variara, no varíes!”. Estudió filosofía en Valsalice, donde conoció al Venerable P. Andrea Beltrami. Aquí, en 1894, pasó el P. Miguel Unia, el famoso misionero que acababa de empezar a trabajar entre los leprosos de Agua de Dios, en Colombia. “Cuál no fue mi asombro y alegría”, cuenta don Variara, “cuando, entre los 188 compañeros que tenían la misma aspiración, fijando en mí su mirada, dijo: “Este es mío’”.
            Llegó a Agua de Dios el 6 de agosto de 1894. El lazareto tenía una población de 2.000 habitantes, 800 de los cuales eran leprosos. Se entrega totalmente a su misión. Dotado de cualidades musicales, organizó una banda que enseguida creó un ambiente festivo en la “Ciudad del Dolor”. Transformó la tristeza del lazareto en alegría salesiana, con música, teatro, deporte y el estilo de vida del oratorio salesiano.
            El 24 de abril de 1898 fue ordenado sacerdote y pronto demostró ser un excelente director espiritual. Entre sus penitentes había miembros de la Asociación de las Hijas de María, un grupo de unas 200 muchachas, muchas de las cuales eran leprosas. Ante esta constatación nació en él la primera idea de jóvenes consagradas, aunque leprosas. La Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María comenzó el 7 de mayo de 1905. Fue “fundado” en plena sumisión a la obediencia religiosa y, caso único en la historia de la Iglesia, fundó la primera comunidad religiosa formada por personas afectadas de lepra o hijos de leprosos. Escribió: “Nunca me he sentido tan feliz de ser salesiano como este año, y bendigo al Señor por haberme enviado a este lazareto, donde he aprendido a no dejarme robar el cielo”.
            Habían pasado diez años desde que llegó a Agua de Dios: una década feliz y llena de logros, entre ellos la terminación del jardín de infante “Don Miguel Unia”. Pero ahora comenzaba para el generoso misionero un período de sufrimientos e incomprensiones. Este período duraría 18 años, hasta su muerte en Cúcuta, Colombia, el 1 de febrero de 1923, a los 48 años de edad y 24 de sacerdocio.
            El P. Variara supo conjugar en sí mismo tanto la fidelidad al trabajo que el Señor le pedía, como la sumisión a las órdenes que su legítimo superior le imponía y que parecían apartarle de los caminos queridos por Dios. Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 14 de abril de 2002.

Fundado en la amistad espiritual
            En Turín-Valsalice, el P. Variara conoció al Venerable Andrea Beltrami, sacerdote salesiano enfermo de tisis, que se había ofrecido como víctima a Dios por la conversión de todos los pecadores del mundo. Entre el P. Variara y el P. Beltrami nació una amistad espiritual, en la que se inspiró el P. Variara para fundar en Colombia la Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, a las que propuso la “consagración de víctimas”.
            El Venerable Andrea Beltrami es el precursor de la dimensión víctima-oblativa del carisma salesiano: “La misión que Dios me confía es orar y sufrir”, decía. “Ni curar ni morir, sino vivir para sufrir”, era su lema. Muy exacto en la observancia de la Regla, tenía una apertura filial hacia sus superiores y un ardiente amor a Don Bosco y a la Congregación. Su cama se convirtió en altar y cátedra, donde se inmolaba junto a Jesús y desde donde enseñaba a amar, a ofrecer y a sufrir. Su pequeña habitación se convirtió en todo su mundo, desde el que escribía y en el que celebraba su cruenta Misa: “Me ofrezco como víctima con Él, por la santificación de los sacerdotes, por los hombres del mundo entero”, repetía; pero su salesianidad le impulsaba también a relacionarse con el mundo exterior. Se ofrecía como víctima de amor por la conversión de los pecadores y por el consuelo de los que sufren. El P. Beltrami captó plenamente la dimensión sacrificial del carisma salesiano, querida por el fundador Don Bosco.
            Las hijas del P. Variara así escribieron del P. Beltrami: “Somos pobres jóvenes golpeadas por la terrible enfermedad de la lepra, violentamente arrancadas y separadas de nuestros padres, privadas en un solo instante de nuestras más vivas esperanzas y de nuestros más ardientes deseos… Sentimos la mano acariciadora de Dios en los santos alientos y en las piadosas industrias del P. Luigi Variara ante nuestros agudos dolores del cuerpo y del alma. Persuadidos de que es voluntad del Sagrado Corazón de Jesús y encontrándolo fácil de cumplir, comenzamos a ofrecernos como víctimas de expiación, siguiendo el ejemplo del P. Andrea Beltrami, salesiano».

Fundado en los Corazones de Jesús y de María
            Fundador … fundado, del Instituto de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. En su vida encontró grandes dificultades, como en 1901, cuando se construía la casa “Don Miguel Unia”, pero se encomendó a la Virgen, escribiendo: “Ahora más que nunca confío en el éxito de esta obra, María Auxiliadora me ayudará”, “sólo tengo dinero para pagar una semana, así que … María Auxiliadora pensará, porque la obra está en sus manos”. En los momentos dolorosos, el padre Variara renovó su devoción a la Virgen, encontrando así la serenidad y la confianza en Dios para proseguir su misión.
            En los grandes obstáculos que encontró para fundar la Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones, el Padre Variara actuó de la misma manera que en otras ocasiones. En el momento en que tuvo que abandonar Agua de Dios. De la misma manera actuó cuando le dijeron que había contraído la lepra. “Algunos días”, confieso, “me asalta la desesperación, con pensamientos que me apresuro a desterrar invocando a la Virgen”. Y a sus hijas espirituales, lejanas y alejadas de su guía paterna, escribió: “… Jesús será vuestra fuerza, y María Auxiliadora extenderá su manto sobre vosotras”. “No me hago ilusiones”, escribió en otra ocasión, “lo dejo todo en manos de la Virgen”. “Que Jesús y María, mil veces bendecidos, vivan siempre en nuestros corazones”.




El Don Bosco de Nápoles. El oratorio de los mil oficios

            El origen de la presencia salesiana en Nápoles se remonta al mismo Don Bosco; Nápoles fue la ciudad más meridional visitada por Don Bosco entre el 29 y el 31 de marzo de 1880. En esta ocasión Don Bosco celebró la Eucaristía en la iglesia de San José de Via Medina, asistido por un pequeño ministrante llamado Peppino Brancati. Pocos años después, el muchacho napolitano fue a Valdocco con Don Bosco y se convirtió en el primer salesiano del sur de Italia; también se le dedicó un hogar de acogida en Torre Annunziata.
            En el barrio periférico de Doganella, los hijos de Don Bosco iniciaron sus actividades en 1934, en locales pobres e insuficientes para acoger al gran número de jóvenes que acudían a su alrededor.
            Veinte años más tarde, una vez pasada la terrible tormenta de la guerra, en 1954 se pusieron manos a la obra para construir el gran Instituto que existe en la actualidad, edificado con conspicuas aportaciones de benefactores privados y organizaciones.
            El 28 de mayo de 1959 fue inaugurado por el Presidente de la República Giovanni Gronchi. En el año del centenario de la muerte de Don Bosco, el 21 de octubre de 1988, el Rector Mayor Don Egidio Viganò inauguró el Centro Social “Don Bosco” en el que el Instituto fue rediseñado según las necesidades de los tiempos y en fidelidad dinámica al Fundador.
            Hoy el Don Bosco de Nápoles, se presenta como una realidad dinámica abierta al territorio que, partiendo del carisma de Don Bosco, responde a las nuevas pobrezas educativas presentes en la ciudad.
            Nápoles es una ciudad bella y compleja que genera problemas complejos, y es por esta razón que nuestra casa salesiana se ha estructurado de manera articulada, respondiendo sin embargo a un simple criterio unificador: el criterio oratoriano, ¡el Oratorio de los Mil Oficios!

Una casa que acoge
            A lo largo de los años, los Salesianos han sabido reinventar la vocación de acogida, pasando de los grandes internados de los años sesenta a la comunidad familiar, estructuras más acogedoras para los niños con proyectos educativos individualizados. ¡En nuestra casa tenemos tres de ellas! La primera es la comunidad familiar “Il Sogno” (El Sueño), gestionada por la APS salesiana “Piccoli Passi grandi sogni” (Pequeños Pasos, Grandes Sueños), fundada en 2007. En sus 15 años de existencia ha acogido a 120 jóvenes, en su mayoría de Nápoles y provincia, tanto del ámbito penal como administrativo. En 2017, Nápoles vivió la emergencia del desembarco de refugiados y los salesianos respondieron: nació la comunidad para menores extranjeros no acompañados “Il Ponte” (El Puente). Son niños que han afrontado viajes interminables entre mil peligros para llegar a Europa. Para la mayoría de ellos, Libia fue la etapa más traumática. Pero eso no es suficiente… en 2018, ante la dramática situación de menores abandonados en las calles, especialmente en la zona de la estación, se creó la comunidad de acogida rápida “La zattera” (La Balsa). Se trata de una sala de urgencias educativas 24 horas, a la que la policía, los trabajadores sociales o los ciudadanos siempre pueden acudir para proporcionarles un techo, una comida, ropa, pero sobre todo la oportunidad de empezar de nuevo. Más de 250 jóvenes de 32 países de todo el mundo han pasado por estas dos comunidades. Entre las historias de redención y renacimiento de estos jóvenes, me gusta contar la de Mustafá, somalí de 17 años. La policía lo encontró tirado en el suelo en la estación central. Recuerdo la tarde en que llegó a la portería de nuestro centro acompañado por la asistente social, acogido por Pietro y Don Vanni. Parecía aterrorizado, pero sobre todo me di cuenta de que no podía andar; en las cárceles libias le habían roto la cadera. Han pasado tres años desde que Mustafá cursó el tercer grado con nosotros, se operó y ahora camina bastante bien; se ha matriculado en el primer curso de nuestro Centro de Formación Profesional. Cada vez que le veo me acuerdo de aquella tarde en la portería y pienso en los milagros de Don Bosco.

La escuela que inicia la vida
            Don Bosco solía decir que mis muchachos tienen “la inteligencia en las manos” y esto se aplica aún más a los muchachos napolitanos. Sin embargo, Nápoles es también la ciudad de Italia con la tasa más alta de abandono escolar. ¿Cómo podemos luchar contra el abandono escolar aprovechando la inteligencia de los chicos y chicas napolitanos? ¡La formación profesional! En 2018 inauguramos un nuevo Centro de Formación Profesional junto con otros socios que comparten esta gran misión educativa: la Fundación San Gennaro, la Fundación Franca y Alberto Riva, IF learn and do, Cooperativa il Millepiedi, Cometa Formazione. Así nació la School of Doing, una escuela innovadora y hermosa que hace del enfoque educativo y de la relación con las empresas su seña de identidad. Con los dos cursos de “operador de sistemas y servicios logísticos” y “operador de reparación de vehículos de motor” damos una respuesta concreta a los jóvenes de la zona.
            Junto a estos dos cursos estructurados de tres años, el Oratorio de los Mil Oficios ofrece una pluralidad de talleres en los que practicar, experimentar, aprender un oficio, encontrar el propio mundo en el mundo: el taller de pizzería “Anem e Pizza”, el taller de peluquería “Cap Appost”, el centro “Le Ali” con la posibilidad que ofrece de cualificarse como cocinero, camarero y sala de bar, la banda Don Bosco que ofrece la oportunidad a los jóvenes de aprender y tocar un instrumento, y muchas otras posibilidades, muchos otros oficios.
Iglesia que evangeliza
            Nuestra comunidad salesiana anima la parroquia Don Bosco del barrio de la Amistad. Es una presencia evangelizadora en una zona que ve en nosotros los salesianos un punto de referencia, una presencia constante que acompaña en todas las estaciones de la vida y en todas las situaciones de la vida, dado que nuestra comunidad se ocupa también de la pastoral del Hospital San Juan Bosco.
            El momento central de la vida oratoriana es la oración con las buenas noches salesianas, cuando todos los sectores y todos los proyectos se detienen para dedicar unos minutos al diálogo con Dios, con palabras sencillas y cercanas a la vida cotidiana. Así es como los chicos que frecuentan el centro de día, los talleres de educación de calle, los proyectos territoriales con las escuelas, los chicos de la escuela de fútbol y los chicos que entran libremente en el oratorio se reconocen pertenecientes a la misma gran familia salesiana. La “llamada” a la oración de Don Miguel a las 17.30 representa un rito educativo esencial para nuestro trabajo, ¡porque la educación también necesita sus ritos!

Patio para encontrarse como amigos
            El patio es el centro geográfico y carismático de nuestra obra. Don Bosco tiene un hermoso y espacioso patio con muchos campos, un gran pórtico, una “plaza” a la medida de un muchacho, la plaza de la alegría. Este espacio es tanto más precioso cuanto que está situado en una parte de la ciudad que no tiene ningún espacio dedicado a los chicos, que a menudo se ven obligados a permanecer en la calle con todos los peligros que ello conlleva. Aún recuerdo una tarde soleada en el patio cuando una madre llegó, casi con lágrimas en los ojos, dejando a sus hijos en el oratorio, diciendo “menos mal que estáis aquí los salesianos”. Unos minutos antes, en una plaza cercana, una niña que paseaba con su abuela había sido alcanzada por una bala. Conscientes de que solos no podemos educar, hemos construido una red con otros organismos de la zona, familia, escuela, servicios sociales, parroquias, asociaciones.
            El patio está habitado diariamente por cientos de niños y decenas de educadores que hacen de él un espacio educativo para encontrarse como amigos. El deporte abierto a todos nos permite entonces comprometer a cientos de muchachos y muchachas con sus familias.
            A lo largo de estos años me he convencido cada vez más de que Don Bosco, con su estilo educativo y su bondad, tiene mucho que dar a Nápoles, pero también de que Nápoles, con su belleza y su brillo, enriquece a Don Bosco, le hace más simpático, en resumen, ¡son una pareja ganadora!

Fabio Bellino




Beato Tito Zeman, mártir de las vocaciones

Un hombre destinado a la eliminación
            Tito Zeman nace en Vajnory, cerca de Bratislava (en Eslovaquia), el 4 de enero de 1915, el primero de los diez hijos de una familia sencilla. A los 10 años, curado repentinamente por intercesión de la Virgen, prometió “ser su hijo para siempre” y hacerse sacerdote salesiano. Comenzó a realizar este sueño en 1927, después de superar la oposición de su familia durante dos años. Había pedido a la familia que vendiera un campo para poder pagar sus estudios, y había añadido: “Si yo hubiera muerto, bien habríais encontrado el dinero para mi entierro. Por favor, usad ese dinero para pagar mis estudios”.
            La misma determinación vuelve constantemente en Zeman: cuando el régimen comunista se estableció en Checoslovaquia y persiguió a la Iglesia, el Padre Tito defendió el símbolo del crucifijo (1946), pagando con su despido de la escuela donde enseñaba. Habiendo escapado providencialmente a la dramática “Noche de los Bárbaros” y a la deportación de los religiosos (13-14 de abril de 1950), decide cruzar la cortina de hierro con los jóvenes salesianos hasta Turín, donde es acogido por el Rector Mayor, Don Pietro Ricaldone. Tras dos travesías con éxito (verano y otoño de 1950), la expedición fracasó en abril de 1951. El P. Zeman se enfrentó a una primera semana de torturas y a otros diez meses de detención preventiva, con nuevas y duras torturas, hasta el juicio del 20 al 22 de febrero de 1952. Después pasaría 12 años detenido (1952-1964) y casi cinco en libertad condicional, siempre espiado y perseguido (1964-1969).
            En febrero de 1952, el Fiscal General pidió para él la pena de muerte por espionaje, alta traición y cruce ilegal de fronteras, que le fue conmutada por 25 años de reclusión sin libertad condicional. Sin embargo, Don Zeman es calificado de “hombre destinado a la eliminación” y experimenta la vida en campos de trabajos forzados. Le obligan a moler uranio radiactivo a mano y sin protección; pasa largos periodos en régimen de aislamiento, con una ración de comida seis veces inferior a la de los demás. Enferma gravemente del corazón, los pulmones y los nervios. El 10 de marzo de 1964, tras haber cumplido la mitad de su condena, sale de la cárcel en libertad condicional por siete años. Está físicamente irreconocible y vive un periodo de intenso sufrimiento, también espiritual, debido a la prohibición de ejercer públicamente su ministerio sacerdotal. Muere, tras recibir la amnistía, el 8 de enero de 1969.

Salvador de vocaciones hasta el martirio
            El P. Tito vivió con gran espíritu de fe su vocación y la misión especial a la que se sentía llamado para trabajar por la salvación de las vocaciones, abrazando la hora de la “prueba” y del “sacrificio” y dando testimonio de su capacidad, debida también a la gracia recibida de Dios, para afrontar con conciencia cristiana, consagrada y sacerdotal, la ofrenda de su vida, la pasión de la cárcel y de la tortura y, finalmente, la muerte. Así lo atestigua el rosario de 58 cuentas, una por cada período de tortura, que confeccionó con pan e hilo, y sobre todo la referencia al Ecce homo, como Aquel que le hizo compañía en sus sufrimientos, y sin el cual no habría podido afrontarlos. Guardó y defendió la fe de los jóvenes en tiempos de persecución, para oponerse a la reeducación comunista y a la reconversión ideológica. Su camino de fe es un continuo “resplandor” de virtudes, fruto de una intensa vida interior, que se traduce en una misión valiente, en un país donde el comunismo pretendía borrar todo rastro de vida cristiana. Toda la vida del P. Tito se resume en animar a los demás a esa “fidelidad en la vocación” con la que él siguió decididamente la suya. El suyo fue un amor total a la Iglesia y a su propia vocación religiosa y misión apostólica. De este amor unitario y unificador brotan sus audaces empresas.

Testimonio de esperanza
            El heroico testimonio del Beato Tito Zeman es una de las más bellas páginas de fe que las comunidades cristianas de Europa del Este y la Congregación Salesiana escribieron durante los duros años de persecución religiosa por parte de los regímenes comunistas en el siglo pasado. En él brilló especialmente su compromiso con las jóvenes vocaciones consagradas y sacerdotales, decisivas para el futuro de la fe en aquellos territorios.
            Con su vida, el P. Tito se muestra como un hombre de unidad, que rompe barreras, media en los conflictos, busca siempre el bien integral de la persona; además, siempre considera posible una alternativa, una solución mejor, una no rendición ante las circunstancias desfavorables. En los mismos años en que algunos apostataron o traicionaron, y otros se desanimaron, él fortaleció la esperanza de los jóvenes llamados al sacerdocio. Su obediencia es creativa, no formalista. Actúa no sólo por el bien del prójimo, sino de la mejor manera posible. Así, no se limita a organizar las escapadas de los clérigos al extranjero, sino que los acompaña pagando en persona, permitiéndoles llegar a Turín, con la convicción de que “en la casa de Don Bosco” vivirían una experiencia destinada a marcar toda su vida. En la raíz está la conciencia de que salvar una vocación es salvar muchas vidas: en primer lugar, la de quien es llamado, después aquellas a las que llega la vocación obedecida, en este caso a través de la vida religiosa y sacerdotal.

            Es significativo que el martirio del P. Tito Zeman haya sido reconocido en el contexto del bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco. Su testimonio es la encarnación de la llamada vocacional y de la predilección pastoral de Jesús por los niños y los jóvenes, especialmente por sus hermanos salesianos jóvenes, predilección que se manifestó, como en Don Bosco, en una verdadera “pasión”, buscando su bien, poniendo en ello todas sus energías, todas sus fuerzas, toda su vida con espíritu de sacrificio y de ofrenda: “Aunque perdiera mi vida, no la consideraría desperdiciada, sabiendo que al menos uno de aquellos a los que había ayudado se ha convertido en sacerdote en mi lugar”.




Un año de sueños desde lo alto

Queridos amigos y amigas: estamos en el umbral de un nuevo año, el 2024, un año muy especial porque conmemoramos el bicentenario del sueño de 9 años de Don Bosco. Este sueño fue mucho más que un episodio encantador de un niño de 9 años; fue como una visión-sueño y una premonición de lo que iba a hacer en el curso de su vida.

62 años más tarde, celebrando su primera y última Misa en la Basílica del Sagrado Corazón de Roma, consagrada dos días antes, Don Bosco rompió a llorar más de 15 veces porque, como en una película en rápida sucesión, vio desarrollarse todas las escenas de su vida, dándose cuenta de que siempre había sido guiado por la Divina Providencia y, en particular, conducido de la mano de Ella, la Auxiliadora de los Cristianos, hasta el punto de decir: “Ella lo hizo todo”.

Aquella noche de año nuevo de 1862
Esta conmemoración me lleva a pensar en una Noche de año nuevo significativa en la vida de Don Bosco. Fue el primero de enero de 1862.
Cuentan las Memorias Biográficas que Don Bosco, enfermo hasta el día anterior, anunció que tenía una noticia importante que dar a todos los habitantes del Oratorio, jóvenes y mayores. “Es imposible describir la emoción, causada por la promesa de Don Bosco, que mientras tanto agitaba a todos los jóvenes. ¡Con qué impaciencia pasaron la noche del 31 de diciembre al 1 de enero, y el día siguiente! ¡Con qué ansiedad esperaban la noche para oír lo que les diría el buen padre!”, cuenta Don Lemoyne. “Finalmente, después de las oraciones, los jóvenes esperaron en profundo silencio a Don Bosco, que levantando su silla les reveló el misterio y les dijo: – El regalo que os doy no es mío. ¿Qué diríais si la Virgen misma viniera en persona a deciros una palabra a cada uno de vosotros? ¿Si Ella hubiera preparado para cada uno una nota suya para mostrarle lo que más necesita, o lo que quiere de él? Pues así es exactamente. La Virgen hace un regalo a cada uno. Veo que algunos querrán saber y preguntarán: – ¿Cómo sucedió esto? ¿Escribió la Virgen las notas? ¿Habló la Virgen en persona con Don Bosco? ¿Es Don Bosco el secretario de la Virgen? – Yo respondo: No os digo nada más que eso. Yo escribí las notas, pero no puedo decir cómo sucedió esto, ni hay nadie que se atreva a interrogarme, porque me pondría en evidencia. Que todos se contenten con saber que la nota vino de Nuestra Señora. Es algo singular. Llevo varios años pidiendo esta gracia y por fin la he obtenido. Considerad, pues, cada uno de vosotros esa nota como si saliera de la boca de la misma Virgen María. Venid, pues, a mi habitación y os daré a cada uno vuestra nota”. Don Bosco podía decir esto porque él mismo había recibido de Nuestra Señora, a la edad de nueve años, el mensaje que marcaría todo el curso de su vida.
Luego, continuando la narración de aquella misma tarde, los Salesianos comenzaron a pasar por la habitación de Don Bosco para recoger su billete. Muchos lo revelaron. Aquello dirigido a Don Bonetti, que escribía la crónica diaria, decía: Aumenta el número de mis hijos. El buen sacerdote transcribió esta recomendación en su crónica y añadió: “Mientras tanto, dulcísima Madre mía, tú que me has dado tan queridos consejos, dame los medios para ponerlos en práctica, y procura que aumente verdaderamente este hermoso número, pero que yo también me incluya en él”.
El de Don Rua decía: “Recurrid a mí con confianza en las necesidades de vuestra alma”.
A la mañana siguiente, los jóvenes se agolparon a la puerta de la habitación de Don Bosco para recibir su nota. Me imagino fácilmente cómo Don Bosco sabía llegar al corazón de cada salesiano y de cada muchacho del Oratorio, no con una invención, sino con la profunda convicción de lo que la Virgen quería para cada uno de ellos, y al mismo tiempo lograba hacerlo de esa manera en la que Don Bosco fue siempre un verdadero maestro y un verdadero genio: me refiero al arte del encuentro personal, del diálogo, de la mirada que llega a lo más profundo del corazón.
Y mientras leía esto, me preguntaba si no nos pasaría a nosotros. Enviamos tarjetas de felicitación a muchas personas. Si María Santísima hubiera enviado una tarjeta a la Congregación Salesiana y a cada uno de nosotros, a la hermosa y gran Familia Salesiana, la familia de Don Bosco, ¿qué habría escrito?

Caminar como Don Bosco
Es bonito imaginarlo. Os aseguro que en mi imaginación hay tantas cosas hermosas que la Virgen podría pedirnos a nosotros personalmente y como familia de Don Bosco, nacida para acompañar a los chicos y chicas del mundo -especialmente a los más pobres y necesitados- en su proceso de crecimiento, maduración, transformación…
El misterio del Año Nuevo, que en el fondo desarrolla el misterio de la Navidad, nos dice: “No estás condicionado por el pasado. Hoy puedes empezar de nuevo, porque hay algo nuevo en ti. Toma en tus brazos al Niño Divino, que te pone en contacto con todo lo nuevo que hay, auténtico e intacto, en tu alma. Empieza de nuevo con los pequeños, los jóvenes. Confía en lo nuevo que hay en ti. Cada día es el primer día”.
Quizás bastaría con hacer nuestras las palabras que María le dice a Juan Bosco en su sueño: “Aquí está tu campo, aquí es donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto”. Quizás se esperaba un consejo más “espiritual”, pero sólo quien es humilde puede ser amable porque puede disfrutar de la presencia de los demás. La humildad es la puerta del amor hacia los pequeños, los desvalidos, los heridos por la vida.
Sólo el que es sólido y fuerte puede caminar hoy detrás de Jesús a pesar de todo. Porque queremos ver a los presos libres, y a los oprimidos ya no oprimidos; y en qué mensaje pueden creer todavía los pobres.
Es escuchar la voz de la zarza ardiente que nunca se consumirá: “Romperé tus cadenas y te haré caminar erguido”. María quiere que los Salesianos, y toda su Familia, la hermosa familia de Don Bosco de todos los tiempos camine como Don Bosco. Y para ello la mejor garantía será siempre tenerla a Ella como la verdadera Maestra que es sobre todo Madre. Una verdadera gracia para nuestra familia.
Así lo han expresado los Rectores Mayores a lo largo de nuestra historia. Como lo hizo mi predecesor, Don Ziggiotti: “Os daré al Maestro, bajo cuya disciplina podréis llegar a ser sabios, y sin el cual toda sabiduría se convierte en necedad” es la palabra profética del primer sueño, pronunciada por el misterioso personaje, “el Hijo de Aquella a quien vuestra madre os manda saludar tres veces al día”. Así pues, es Jesús quien da a Don Bosco a su Madre como Maestra y guía infalible en el duro camino de toda su vida. ¿Cómo agradecer suficientemente este extraordinario regalo del Cielo a nuestra Familia?”.
Feliz Año 2024 con mis mejores deseos para cada uno de vosotros y vuestras familias. Que sea un hermoso año para todos nosotros y un año de Paz para esta humanidad que aún sufre.




Maravillas de la Madre de Dios invocadas bajo el título de María Auxiliadora (1/13)

En 1868 San Juan Bosco imprimió una publicación titulada «Maravillas de la Madre de Dios invocadas bajo el título de María Auxiliadora». Fue su contribución a dar a conocer a la Virgen María no sólo bajo el título más importante, el de «Madre de Dios», sino también como «Auxilio de los cristianos». Fue Ella quien había pedido: «Nuestra Señora quiere que la honremos bajo el título de María Auxiliadora». Hoy comenzamos a presentar esta obra suya.

Aedificavit sibi domum. (Prov. IX,1).
María se construyó una casa.

Al lector
            El título de Auxilium Christianorum atribuido a la augusta Madre del Salvador no es algo nuevo en la Iglesia de Jesucristo. En los libros sagrados del Antiguo Testamento se llama Reina a María, que está a la derecha de su Divino Hijo vestida de oro y rodeada de variedad. Adstitit Regina a dextris tuis in vestitu deaurato, circumdata varietate: Salmo 44. Este manto dorado y rodeado de variedad son otras tantas gemas y diamantes, o títulos con que se suele llamar a María. Por tanto, cuando llamamos a la Santísima Virgen auxilio de los cristianos, no es sino nombrar un título especial, que conviene a María como un diamante sobre sus doradas vestiduras. En este sentido, María fue aclamada como la ayuda de los cristianos desde los primeros tiempos del cristianismo.
            Una razón muy especial por la que la Iglesia de los últimos tiempos quiere mencionar el título de Auxilium Christianorum la da Monseñor Parisis con las siguientes palabras: «Casi siempre, cuando el género humano se ha encontrado en crisis extraordinarias, se ha hecho digno, para salir de ellas, de reconocer y bendecir una nueva perfección en esta admirable criatura, María Santísima, que es el más magnífico reflejo de las perfecciones del Creador aquí abajo». (Nicolás, página 121).
            La necesidad universalmente sentida hoy de invocar a María no es particular, sino general; ya no hay tibios que inflamar, pecadores que convertir, inocentes que preservar. Estas cosas son siempre útiles en cualquier lugar, con cualquier persona. Pero es la propia Iglesia católica la que es atacada. Es asaltada en sus funciones, en sus sagradas instituciones, en su Cabeza, en su doctrina, en su disciplina; es asaltada como Iglesia católica, como centro de la verdad, como maestra de todos los fieles.
            Y precisamente para merecer la protección especial del Cielo se invoca a María, como Madre común, como auxiliadora especial de los Reyes, y de los pueblos católicos, ¡como católicos de todo el mundo!
            Así se invocaba al Dios verdadero, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, y tal apelativo se dirigía para invocar la misericordia divina en favor de todo Israel, y Dios gozaba de que se le rezara de este modo, y traía pronto socorro a su pueblo en sus aflicciones.
            A lo largo de este opúsculo veremos cómo María ha sido verdaderamente constituida por Dios como auxilio de los cristianos; y cómo en todos los tiempos se ha mostrado como tal en las calamidades públicas, especialmente en favor de aquellos pueblos, soberanos y ejércitos que sufrían o luchaban por la Fe.
            Por eso la Iglesia, después de haber honrado a María durante varios siglos con el título de Auxilium Christianorum, instituyó finalmente una solemnidad especial en la que todos los católicos se unen a una sola voz para repetir las hermosas palabras con que se saluda a esta augusta Madre del Salvador: Terribilis ut castrorum acies ordinata, tu cunctas haereses sola interemisti in universo mundo.
            Que la Santísima Virgen nos ayude a todos a vivir apegados a la doctrina y a la fe, de las que es cabeza el Romano Pontífice, Vicario de Jesucristo, y nos obtenga la gracia de perseverar en el santo servicio divino en la tierra, para que un día podamos unirnos a ella en el reino de gloria del cielo.

Capítulo I. María reconocida con símbolos de ayuda para la humanidad.
            Entre los medios que Dios emplea para preparar a los hombres a recibir algún gran bien, está principalmente el de anunciarlo con mucha anticipación. Por eso la venida del Mesías fue anunciada con cuatro mil años de anticipación y precedida de muchos símbolos y profecías.
            Ahora bien, María, la augusta Madre del Salvador, la verdadera auxiliadora de los cristianos, era una bendición demasiado grande para no ser pronunciada igualmente con figuras que representaran a los hombres los diversos favores que haría al mundo.
            Eva, Sara, Rebeca, María hermana de Moisés, Débora, Susana, Ester, Judit representan de modo especial las glorias de María como insigne bienhechora del pueblo elegido, o como raro modelo de todas las virtudes.
            El árbol de la vida, el arca de Noé, la escalera de Jacob, la zarza ardiente, el arca de la alianza, la torre de David, la fortaleza de Jerusalén, el jardín bien guardado y la fuente sellada de Salomón, la rosa de Jericó la estrella de Jacob, el amanecer matutino, el acueducto de aguas claras, son algunos de los muchos símbolos que la Iglesia católica aplica a María y con los que acostumbra a explicar algunos de sus privilegios celestiales o virtudes heroicas. Escogeremos sólo algunos de estos símbolos con la aplicación que la Iglesia o los escritores más acreditados de las glorias de María suelen darles.
            Así, leemos en el libro del Eclesiástico que el Espíritu Santo pone en boca de María estas palabras: “Sicut aquaeductus exivi de Paradiso”; como un acueducto salí del Paraíso. (Eccl. 24, 41).
            Un acueducto es un canal que sirve para recibir las aguas del manantial y conducirlas según la distribución de los riachuelos y la necesidad de las flores para regar la tierra. Y para que el acueducto cumpla su función, dice San Bernardo, debe ser largo para recibir las aguas por un lado y conducirlas a las flores; y María es un acueducto muy largo y abundante porque, por encima de todas las demás criaturas, fue capaz de subir al trono del Altísimo y extraer de la fuente de las gracias celestiales y repartirlas abundantemente entre los hombres. Por eso, continúa San Bernardo, los hombres carecieron durante tanto tiempo de los torrentes de gracias. Es porque les faltó un acueducto capaz de comunicarse con Dios como verdadera fuente de gracias y de difundirlas sobre la tierra. Pero María fue precisamente este acueducto sin mancha por la confianza inviolada, humildísimo por la virginidad, oculto por el amor a la soledad, admirable por la humildad verdadera, difusivo por la piedad, abundante en aguas por la plenitud de gracia, defendido por la custodia de los sentidos, no de plomo, sino de oro por la nobleza real y la caridad sublime.
            Por este acueducto, dice el cardenal Ugo, se transmiten a la Iglesia las aguas de la gracia; de ahí que el demonio, enemigo de todo nuestro bien, trate de impedir el curso de estas aguas saludables haciendo la guerra a la devoción de María; del mismo modo que Holofernes, no pudiendo conquistar de otro modo la ciudad de Betulia, mandó cortar y desviar el curso del río que introducía las aguas en la ciudad.
            También la Santísima Virgen María es figurada bajo el tipo de una gran reina, diciendo el rey David en sus salmos: Adstitit regina a dextris tuis in vestitu deaurato, circumdata varietate (Sal. 44). ¿Y por qué María es reina? ¿Por qué está a la derecha de Jesús con un manto de oro, rodeada de variedad? Es reina por el gran poder que tiene en el cielo como Madre de Dios; se sienta a la derecha de Jesús para aplacar su indignación, para ayudarnos en nuestras miserias, para ser nuestra auxiliadora, nuestra abogada soberana.
            Un buen abogado debe tener diligencia, poder ante el juez, autoridad ante la corte real y conocimiento en el manejo de los casos. Y David en ese texto encierra precisamente estos cuatro dones en María en el grado más eminente. Ella está a la diestra del juez, adstitit a dextris casi para vigilar que la justicia divina no venza a la misericordia, esto es diligencia suprema. Adstitit regina, ahora todo el mundo sabe que la reina tiene sin duda un gran poder sobre el alma del juez, intercediendo antes de que se dicte la sentencia, y obteniendo el perdón si la sentencia ya se ha pronunciado. In vestitu deaurato, la túnica dorada es una imagen de la sabiduría de María, porque el oro representa la sabiduría. Circumdata varietate, rodeada de variedad, es decir, dotada de la multiplicidad de los méritos y glorias de los santos. Porque en María se encuentra el color oro de los Apóstoles, el rojo de los mártires, el azul de los confesores y el blanco de las vírgenes. Todos estos santos rodean a María y la proclaman su reina porque poseía en grado sumo las diversas virtudes que poseían estos santos en particular.
            Que si consideramos a María ya sentada en el cielo sobre un trono de gloria, la encontramos elevada a la más alta dignidad a la que puede elevarse criatura alguna. Porque no encontramos a María en la clase de las vírgenes, en el orden de los confesores, en las filas de los mártires, en el sagrado colegio de los Apóstoles, en el coro de los Patriarcas y Profetas como un simple miembro casi de ellos. Ella supera en excelencia a todas las jerarquías celestiales y se sienta en un trono de preciosísima hechura a la diestra del Rey del cielo Jesucristo su Hijo como verdadera Reina y Señora de todo el Paraíso.
            Daniel Agrícola en la obra conocida como: De corona duodecim stellarum, explicando este texto de David, dice que María está a la diestra de los cristianos para ayudarles, porque la palabra latina adstare significa estar al lado de uno para ayudarle. El mismo autor continúa desarrollando el texto y observa que la palabra latina adstare en este lugar también significa estar en defensa, y María está a nuestra derecha para defendernos de los constantes asaltos de los demonios.
            S. Jerónimo, donde la palabra varietate se encuentra en el texto latino, explica que mientras las otras princesas y reinas van vestidas con suntuosos ropajes, María va ceñida y cubierta de escudos con los que defiende a sus hijos. Este sentido parece concordar con el otro de la Escritura: Mille clypei pendent ex ea, omnis armatura fortium.
            El profeta David narrando la salida del pueblo hebreo de Egipto dice que tenían una nube que guiaba sus pasos de día, y una columna de fuego que iluminaba su camino de noche. San Bernardo aplicando las propiedades de esa nube y de esa columna a María, dice que así como las nubes nos defienden del ardor excesivo del sol, así María nos protege del fuego de la venganza celestial y de las llamas de la concupiscencia. Ahora bien, como la columna de fuego alumbraba los pasos del pueblo de Israel, así María ilumina el mundo con los rayos de su misericordia y la multiplicidad de sus gracias. ¿Qué haríamos nosotros, miserables ciegos, en las tinieblas de este siglo, si no tuviéramos esta luz bienhechora, esta columna luminosa? (D. Ber. Serm. de Nativ. B. M.).
            Pero para todas las demás miserias, ¿no nos socorre la dulcísima Reina del Cielo? El Beato Santiago de Varazze aplicándole las palabras del Eclesiástico: In Jerusalem potestas mea, dice que María nos ofrece su ayuda en la vida, en la muerte y después de la muerte. Tal es el poder de María que puede extenderlo a estos tres tiempos. Si tenemos un amigo (argumenta este escritor) que nos beneficia en vida, es ciertamente un bien para nosotros; pero si es tal que nos beneficia incluso en el momento de la muerte, es un bien mayor; si entonces su poder llega para ayudarnos, incluso después de la muerte, entonces es un bien mayor. Ahora bien, María nos concede precisamente este triple bien. En efecto, la santa Iglesia, en las alabanzas que hace cantar a los fieles en honor de María, incluye estos tres auxilios y exclama: Maria mater gratiae, dulcis parens clementiae; Tu nos ab hoste protege, et mortis hora suscipe. En primer lugar, nos ayuda en la vida; porque en esta vida unos son justos y otros pecadores; ahora bien, María ayuda a los justos porque conserva en ellos la gracia de Dios, de ahí que se la llame Mater gratiae madre de la gracia; ayuda a los pecadores porque les imparte la misericordia divina, de ahí que se la llame dulcis parens clementiae.
            En segundo lugar, nos ayuda en la muerte, porque allí nos defiende de las asechanzas del demonio; pues este enemigo es tan audaz que no sólo acude al lecho de los pecadores moribundos, sino también al de los santos, usando incluso de toda malicia para hacerlos caer. Pero cuando muere uno de sus devotos, la Santísima Virgen se apresura con solicitud maternal, lo protege y defiende, por lo que ruega a la Iglesia: Tu nos ab hoste protege, protégenos del enemigo.
            En tercer lugar, no nos abandona ni siquiera después de la muerte. A veces sucede que a la muerte de algunos santos vienen los Ángeles y conducen sus almas al cielo, pero cuando mueren los verdaderos devotos de María, ella viene en persona y recibe sus almas y las introduce en el hermoso paraíso. Luego añade Et mortis hora suscipe.
            Leemos en el Libro III de los Reyes que Betsabé, madre de Salomón, fue rogada por su hijo Adonías para que intercediera ante el rey por una gracia. Betsabé se sintió conmovida por aquella plegaria y se presentó ante el rey. En cuanto Salomón la vio aparecer, descendió del trono, fue a recibirla, e incluso la hizo subir a la silla real y sentarse a su derecha, diciéndole: Pete, mater mea, neque enim fas est ut avertam faciem tuam. Ahora bien, ¿quién se atrevería a pensar que Jesús en el trono de la gloria, ante las oraciones que María le presenta, fuera menos generoso con ella de lo que Salomón lo fue con su madre?
            En efecto, el docto Mendoza observa aquí que la gracia y la autoridad de María son tan grandes que no sólo intercede por los hermanos de Jesús, sino también por sus enemigos, y todo lo que pide lo obtiene ciertamente.
            Moisés cuenta en el libro de los Números que cuando María, su hermana, murió, las aguas escasearon. Por lo tanto, el mencionado Padre Mendoza señala que, si las aguas abundaron durante cuarenta años en el desierto, fue debido a los méritos de esa santa mujer. Aplicando esto a la Santísima Virgen María, dice que, si nunca faltan las gracias a los hombres en la Iglesia, se debe a María, quien primero en la tierra y luego en el cielo interpuso sus méritos ante el Altísimo.

(continuación)