¿Has pensado en tu vocación? San Francisco de Sales podría ayudarte (1/10)

“No es por la grandeza de nuestras acciones por lo que agradaremos a Dios, sino por el amor con que las hacemos”, San Francisco de Sales.
Un itinerario en diez episodios en el que San Francisco de Sales podría acompañar también a los jóvenes de hoy que se plantean preguntas sobre el sentido de su vida
.

1. Si partiéramos del ABC de la vida cristiana

Queridos jóvenes,
Sé que escribo a aquellos que ya llevan en su corazón un pequeño deseo de bien, una búsqueda de luz. Ya han caminado en amistad con el Señor, pero permítanme que les resuma aquí el ABC de la vida del creyente, es decir, una vida interior y espiritual rica y profunda. Con esta base estarán equipados para tomar decisiones fructíferas en su existencia. Este trabajo no es nuevo para mí: cuando era obispo, visitaba todas las parroquias de mi diócesis, y muchas estaban situadas en las montañas. Para llegar a ellas no había carreteras y tenía que recorrer largas distancias a pie, incluso en invierno, pero me alegraba de encontrarme con esas gentes sencillas, de animarlas a vivir como Dios quiere.
Para caminar con fruto, es decisiva la labor del guía espiritual que se da cuenta de lo que pasa en el corazón, los anima, los sigue, les hace propuestas claras, graduales y estimulantes. Escribía en la Filotea: “¿Quieres emprender con confianza los caminos del Espíritu? Encuentra a alguien capaz, que sea tu guía y te acompañe; es la recomendación de las recomendaciones”. Hace cuatro siglos, como hoy: éste es el punto crucial, decisivo.
La meta a alcanzar es la santidad, que consiste en una vida cristiana consciente, es decir, una profunda amistad con Dios, una vida espiritual ferviente, marcada por el amor a Dios y al prójimo. Es un camino sencillo, sabiendo que las grandes oportunidades de servir a Dios rara vez se presentan, mientras que las pequeñas siempre las tenemos. Esto nos estimula a una caridad pronta, activa y diligente.
Si, al pensar en tal meta, son tentado por el desánimo, le repito lo que escribí hace siglos: “No debemos esperar que todo el mundo empiece con perfección: poco importa cómo empecemos. Sólo hay que estar decidido a continuar y terminar bien”.
Para empezar con buen pie, los invito a la purificación del corazón mediante la confesión. El pecado es una falta de amor, un robo a tu humanidad, un estar a oscuras y en frío: en la confesión entregas a Jesús todo lo que puede agobiarte y oscurecer tu camino. Es volver a tener la alegría del corazón.
Siguiendo adelante, las herramientas para caminar son tan antiguas y preciosas como la Iglesia, y han sostenido a generaciones de cristianos de todas las edades, ¡durante 20 siglos! También ustedes ciertamente lo han experimentado.
La oración, es decir, el diálogo con un Padre enamorado de ti y de tu vida. No olvides que a rezar se aprende rezando: por tanto, tengan fidelidad y perseverancia.

La Palabra de Dios, es decir, la “carta de Dios” dirigida precisamente a ti en forma particular. Es como una especie de brújula que orienta tu caminar, ¡sobre todo cuando hay niebla, oscuridad y se corre el riesgo de perder la orientación! No olvides que al leerla tienes el Tesoro en tus manos.
El sacramento de la Eucaristía es el termómetro de tu vida creyente: si tu corazón no ha madurado un vivo deseo de recibir el Pan de Vida, tu encuentro con Él tendrá resultados modestos. Escribía a mis contemporáneos: “Si el mundo les pregunta por qué comulgan tan a menudo, respondan que es para aprender a amar a Dios, para purificarnos de las imperfecciones, para liberaros de las miserias, para encontrar fuerza en las debilidades y consuelo en las aflicciones. Dos clases de personas deben comunicarse con frecuencia: los perfectos, porque estando bien dispuestos harían mal en no acercarse a la fuente y manantial de la perfección; y los imperfectos para esforzarse por alcanzar la perfección. Los fuertes para no debilitarse y los débiles para fortalecerse. Los enfermos para curarse y los sanos para no enfermar”. Asiste a la Santa Misa con gran frecuencia: ¡tanto como sea posible!
Luego insisto en las virtudes, porque si el encuentro con Dios es verdadero y profundo, cambia también las relaciones con las personas, el trabajo, las cosas. Ellas permiten tener un carácter humanamente rico, capaz de amistades verdaderas y profundas, de comprometerse alegremente a hacer bien su deber (trabajo-estudio), paciente y cordial en el trato, bueno.
Todo esto no sucede en tu corazón solitario, para mejorar y complacerse. La vida con los demás es un estímulo para caminar mejor (¡cuántos son mejores que nosotros!), para ayudar más (¡cuántos nos necesitan!), para ser ayudados (¡cuánto tenemos que aprender!), para recordarnos a nosotros mismos que no somos autosuficientes (¡no somos auto-creados y auto-educados!). Sin una dimensión comunitaria, pronto nos perdemos a nosotros mismos.
Espero que ya hayas saboreado los frutos de una guía estable, de confesiones bien hechas, de una oración fiel y firme, de la riqueza de la Palabra, de la Eucaristía vivida con fecundidad, de las virtudes practicadas en la alegría de la vida cotidiana, de amistades enriquecedoras, de lo indispensable del servicio. En este humus se florece: sólo en este ecosistema se puede percibir el verdadero rostro del Dios cristiano, a cuya mano es hermoso y da alegría confiar la propia vida.

Oficina de Animación Vocacional

(continuación)




Don Bosco y la recolección diferenciada de residuos puerta a puerta

¿Quién lo hubiera dicho? ¿Don Bosco un ecologista precoz? ¿Don Bosco pionero en la recolección de residuos puerta a puerta hace 140 años?

Se diría que sí, al menos según una de las cartas que hemos recuperado en los últimos años y que se encuentra en el 9º volumen del epistolario (nº 4144). Se trata de una circular impresa de 1885 que en su pequeña –la ciudad de Turín de la época- anticipa y, obviamente a su manera, “resuelve” los grandes problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad, el llamado “consumo” y de lo “desechable”.

El destinatario
Al tratarse de una carta circular, el destinatario es genérico, una persona conocida o no. Don Bosco “capta” astutamente su atención de inmediato llamándola “benemérita y caritativa”. Dicho esto, Don Bosco señala a su corresponsal un hecho que está a la vista de todos:

Su Excelencia sabrá que los huesos, sobrantes de la mesa y generalmente de las familias arrojados al cubo de la basura como un objeto de estorbo, reunidos en grandes cantidades son en ese lugar útiles para la industria humana, y por ello son buscados por hombres de arte [= industria] a los que se paga un poco de dinero por miriñaque. Una empresa de Turín, con la que estoy en contacto, los compraría en cualquier cantidad”. Así, lo que sería una molestia, tanto en casa como fuera de ella, quizá en las calles de la ciudad, se utiliza sabiamente en beneficio de muchos.

Un alto propósito
En este punto Don Bosco lanza su propuesta: “En vista de ello y de conformidad con lo que ya se practica en algunos países en favor de otros Institutos de caridad, se me ha ocurrido apelar a las familias acomodadas y benévolas de esta ilustre ciudad, y rogarles que, en lugar de dejar que este desperdicio de su mesa se eche a perder y se vuelva inútil, quisieran darlo gratuitamente en beneficio de los pobres huérfanos recogidos en mis Institutos, y especialmente en beneficio de las Misiones de la Patagonia, donde los Salesianos, a gran costo y con riesgo de sus propias vidas, están enseñando y civilizando a las tribus salvajes, para que puedan gozar de los frutos de la Redención y del verdadero progreso. Por lo tanto, hago un recurso similar y una plegaria semejante a Su Alteza, convencido de que las tendrá en benigna consideración y las concederá”.

El proyecto parecía atractivo para las distintas partes: las familias se desharían de parte de los residuos de la mesa, la empresa estaría interesada en recogerlos para reutilizarlos de otras formas (alimento para los animales, abonos para el campo, etc.); Don Bosco obtendría dinero de ello para las misiones… y la ciudad seguiría estando más limpia.

Una organización perfecta
La situación estaba clara, el objetivo era alto, los beneficios estaban ahí para todos, pero no podían ser suficientes. Era necesario recoger huesos “puerta a puerta” por toda la ciudad. Don Bosco no se inmutó. A sus setenta años, contaba con una profunda visión, una larga experiencia, pero también con una gran capacidad de gestión. Así que organizó esta “empresa”, cuidando de evitar los siempre posibles abusos en las diversas fases de la operación-recolección: “Aquellas familias, que tengan la bondad de adherirse a esta humilde petición mía, recibirán una bolsa especial, en la que depositarán los huesos mencionados, que a menudo serían recogidos y pesados por una persona designada por la empresa compradora, emitiendo un recibo, que en caso de comprobación con la propia empresa se recogería de vez en cuando en mi nombre. De este modo, Su Excelencia no tendrá más remedio que dar las órdenes oportunas para que estos restos inútiles de su mesa, que se dispersarían, sean introducidos en la misma bolsa, para ser entregados al recolector y luego vendidos y utilizados con fines benéficos. La bolsa llevará las iniciales O. S. (Oratorio Salesiano), y la persona que venga a vaciarla presentará también algún signo, para darse a conocer a Su Excelencia o a su familia”.
¿Qué podemos decir? Excepto que el proyecto parece válido en todas sus partes, ¡incluso mejor que algunos proyectos similares en nuestras ciudades del tercer milenio!

Los incentivos
Evidentemente, había que apoyar la propuesta con algún incentivo, desde luego no económico ni promocional, sino moral y espiritual. ¿Cuál? Aquí está: “Su Excelencia se hará merecedor de las obras mencionadas, tendrá la gratitud de miles de jóvenes pobres y, lo que es más importante, recibirá la recompensa prometida por Dios a todos aquellos que se esfuerzan por el bienestar moral y material de sus semejantes”.

Un formulario preciso
Como hombre concreto, ideó un medio, diríamos que muy moderno, para tener éxito en su empresa: pidió a sus destinatarios que le devolvieran el cupón, colocado al pie de la carta, con su dirección: “Les rogaría aún de quererme asegurar, por mi bien y por la realización de los trámites a realizar, desprendiendo y devolviéndome la parte de este impreso que lleva mi dirección. En cuanto tenga su aceptación daré la orden de que le sea entregada la mencionada bolsa”.
Don Bosco cerró su carta con la habitual fórmula de agradecimiento y buenos deseos, tan apreciada por sus corresponsales.
Don Bosco, además de ser un gran educador, un fundador clarividente, un hombre de Dios, fue también un genio de la caridad cristiana.




Venerable Dorotea de Chopitea

¿Quién fue Dorotea de Chopitea? Fue salesiana cooperadora, verdadera madre de los pobres de la ciudad de Barcelona, creadora de numerosas instituciones al servicio de la caridad y misión apostólica de la Iglesia. Su figura cobra hoy especial relieve y nos anima a imitar su ejemplo de ser «misericordiosos como el Padre».

Un vizcaíno en Chile

En 1790, en el reinado de Carlos IV, un vizcaíno, Pedro Nicolás de Chopitea, natural de Lequeitio, emigraba a Chile, perteneciente entonces al Imperio español. El joven emigrante prosperó y contrajo matrimonio con una joven criolla, Isabel de Villota.

Don Pedro Nolasco Chopitea e Isabel Villota se establecieron en Santiago de Chile. Dios les concedió una numerosa prole, 18 hijos, aunque sólo 12 sobrevivieron, cinco niños y siete niñas. La más pequeña de estas nació, se bautizó y recibió la confirmación el mismo día: 5 de agosto de 1816, tomando los nombres de Antonia, Dorotea y Dolores, aunque fue siempre conocida como Dorotea que en griego significa «regalo de Dios». La familia de Pedro e Isabel era rica, cristiana, y comprometida a servirse de sus riquezas en beneficio de la gente pobre que le rodeaba.

En 1816, el año del nacimiento de Dorotea, los chilenos comenzaron a reivindicar abiertamente la independencia de España, que lograron en 1818. Al año siguiente, Don Pedro, que se había alineado con los realistas, es decir a favor de España, y había sufrido la cárcel por ello, trasladó a su familia al otro lado del Atlántico, a Barcelona, para que los tumultos políticos no comprometiesen a sus hijos mayores, aunque siguió conservando una tupida red de relaciones con los ambientes políticos y económicos de Chile.

En la amplia casa de Barcelona la pequeña Dorotea, de tres años, fue confiada a los cuidados de su hermana Josefina, de doce años. Así Josefina, luego «sor Josefina», fue para la pequeña Dorotea la «mamita joven». Se confió a ella con afecto total, dejándose guiar con docilidad.

Cuando cumplió los trece años, aconsejada por Josefina, tomó como director espiritual al sacerdote Pedro Nardó, de la parroquia de Santa María del Mar. Durante 50 años don Pedro fue su confesor y su consejero en los momentos delicados y difíciles. El sacerdote la educó con amabilidad y fortaleza a «separar su corazón de las riquezas».

Durante toda su vida, Dorotea consideró las riquezas de su familia no como una fuente de diversión y disipación, sino como un gran medio puesto en su mano por Dios para hacer el bien a los pobres. Don Pedro Nardó le hizo leer muchas veces la parábola evangélica del rico epulón y del pobre Lázaro. Como signo distintivo cristiano aconsejó a Josefina y Dorotea vestir siempre con modestia y sencillez, sin aquella cascada de cintas y gasas de seda ligera que la moda del tiempo imponía a las jóvenes aristócratas.

Dorotea recibió en su familia la sólida instrucción escolar que en aquel tiempo se daba a las muchachas de familias acomodadas. De hecho, más tarde ayudó muchas veces a su marido en su profesión de comerciante.

Esposa a los dieciséis años

Los Chopitea se habían encontrado en Barcelona con unos amigos de Chile, la familia Serra, que habían vuelto a España por la misma razón, la independencia. El padre, Mariano Serra i Soler provenía de Palafrugell y también se había labrado una brillante posición económica. Casado con una joven criolla, Mariana Muñoz, había tenido cuatro hijos, el mayor de los cuales, José María, había nacido en Chile el 4 de noviembre de 1810.

A los dieciséis años Dorotea vivió el momento más delicado de su vida. Estaba prometida a José María Serra aunque se hablaba del matrimonio como de un acontecimiento futuro. Pero sucedió que don Pedro Chopitea tuvo que volver a América Latina para defender sus intereses, y poco después su esposa Isabel se preparó para atravesar el Atlántico para alcanzarlo en Uruguay junto con los hijos más jóvenes. De repente, Dorotea se encontró ante una decisión fundamental para su vida: romper el profundo afecto que la unía con José María Serra y marchar con su madre, o casarse a los dieciséis años. Dorotea con el consejo de don Pedro Nardó, decidió casarse. El matrimonio se celebró en Santa María del Mar el 31 de octubre de 1832.

El joven matrimonio se instaló en la calle Montcada, en el palacio de los padres del marido. El entendimiento entre unos y otros fue perfecto y fuente de felicidad y bienestar.

Dorotea era una personilla delgada y espigada, de carácter fuerte y decidido. El «te amaré siempre» jurado por los dos esposos ante Dios, se desarrolló en una afectuosa y sólida vida matrimonial, que dio vida a seis hijas: todas recibieron el nombre de María con complementos diversos: María Dolores, María Ana, María Isabel, María Luisa, María Jesús y María del Carmen. La primera vino al mundo en 1834, la última en 1845.

Cincuenta años después del sí pronunciado en la iglesia de Santa María del Mar, José María Serra dirá que en todos aquellos años «nuestro amor creció de día en día».

Dorotea madre de los pobres

Dorotea es la señora de la casa, en la que trabajan varias familias de empleados. Es la inteligente compañera de trabajo de José María, que en poco tiempo adquiere celebridad y fama en el mundo de los negocios. Está a su lado en los momentos de éxito y en los momentos de incertidumbre y de fracaso. En los viajes al extranjero Dorotea está al lado de su marido. Está con él en la Rusia del zar Alejandro II, en la Italia de los Saboya y en la Roma del Papa León XIII.

En su visita a Roma, a sus sesenta y dos años, le acompaña su sobrina Isidora Pons, que en el proceso apostólico testimoniará: «Fue recibida por el Papa. Se me ha quedado grabada la deferencia con la que León XIII trató a mi tía, a la que ofreció como regalo su blanco solideo».

Cariñosa y fuerte

Los empleados de casa Serra se sentían como parte de la familia. María Arnenós declaró bajo juramento: «Tenía para con nosotros, sus empleados, un afecto de madre. Se preocupaba de nuestro bien material y espiritual con un amor concreto. Cuando alguien enfermaba, procuraba que no le faltase nada, se ocupaba hasta de los más nimios detalles. Respecto al salario, era más alto que el que se daba a los empleados de las otras familias».

Persona delicada, carácter fuerte y decidido. Este fue el campo de batalla en el que Dorotea luchó durante toda su vida para adquirir la humildad y la calma que la naturaleza no le había regalado. Si grande eran sus ímpetus, mayor fue su fuerza para vivir siempre en la presencia de Dios. Así escribió en sus apuntes espirituales:

«Pondré todo mi empeño en que desde la mañana todas mis acciones estén dirigidas a Dios», «No dejaré la meditación y la lectura espiritual sin grave motivo», «Haré veinte actos diarios de mortificación y otros tantos de amor de Dios», «Hacer todas las acciones desde Dios y por Dios, renovando frecuentemente la pureza de intención… Prometo a Dios purificar mi intención en todas las acciones».

Cooperadora salesiana

En los últimos decenios de 1800, Barcelona es una ciudad a la que está llegando la «revolución industrial». La periferia está llena de gente muy pobre. Faltan asilos, hospitales, escuelas. En los ejercicios espirituales que realiza en el año 1867, doña Dorotea escribe entre los propósitos:

«Mi virtud predilecta será la caridad hacia los pobres, aunque me cueste grandes sacrificios». Y Adrián de Gispert, sobrino segundo de Dorotea, testimoniará: «Me consta que tía Dorotea fundó hospitales, asilos, escuelas, talleres de artes y oficios y otras muchas obras. Me acuerdo de haber visitado algunas en su compañía». Cuando vivía su marido, él le ayudaba en estas obras caritativo-sociales. Después de su muerte, salvaguardó ante todo el patrimonio de sus cinco hijas; luego, sus bienes «personales» (su riquísima dote, los patrimonios recibidos personalmente en herencia, los bienes que su marido quiso inscribir a su nombre), los empleó en los pobres con una cuidadosa y prudente administración. Un testigo afirmó bajo juramento: «Después de haber provisto a su familia, dedicó el resto a los pobres como acto de justicia».

Habiendo tenido conocimiento de Don Bosco, le escribió el 20 de septiembre de 1882 (tenía sesenta y seis años, Don Bosco sesenta y siete). Le dijo que Barcelona era una ciudad «eminentemente industrial y mercantil», y que su joven y dinámica congregación, encontraría mucho trabajo entre los muchachos de los suburbios. Ofrecía una escuela para aprendices trabajadores.

Don Felipe Rinaldi llegó a Barcelona en 1889, escribe: «Fuimos a Barcelona llamados por ella, porque quería proveer especialmente a los jóvenes obreros y a los huérfanos abandonados. Adquirió un terreno con una casa, de cuya ampliación se preocupó. Yo llegué a Barcelona cuando la construcción ya había terminado… Con mis propios ojos contemplé muchos casos de socorro a niños, viudas, ancianos, desocupados y enfermos. Muchas veces oí decir que realizaba personalmente los más humildes servicios con los enfermos».

En el año 1884 pensó confiar a las Hijas de María Auxiliadora una escuela maternal: era necesario pensar en los niños de aquella periferia.

Don Bosco no pudo ir a Barcelona hasta la primavera de 1886 y las crónicas refieren ampliamente el triunfal recibimiento que le dispensaron en la metrópoli catalana, y las atenciones afectuosas y respetuosas con las que doña Dorotea, sus hijas, sus nietos y parientes rodearon al santo.

El 5 de febrero de 1888, al comunicarle la muerte de Don Bosco, le escribía el beato Miguel Rúa: «Nuestro queridísimo padre Don Bosco ha volado al cielo, dejando llenos de dolor a sus hijos». Demostró siempre una viva estima y un afecto agradecido a nuestra madre de Barcelona, como él la llamaba, madre de los salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora.

Aún más, antes de morir aseguró que iba a prepararle un buen sitio en el cielo». Aquel mismo año, doña Dorotea entregaba a los salesianos el oratorio y las escuelas populares de la calle Rocafort, en el corazón de Barcelona.

La última entrega a la Familia Salesiana fue la escuela «Santa Dorotea» confiada a las Hijas de María Auxiliadora. Para su compra se necesitaban 60.000 pesetas y ella las entregó diciendo: «Dios me quiere pobre». Aquella suma era la última previsión para su vejez, lo que guardaba para vivir modestamente juntamente con María, su fiel camarera.

El viernes santo de 1891, en la fría iglesia de María Reparadora, mientras pasaba recogiendo la colecta, contrajo una pulmonía. Tenía setenta y cinco años, y enseguida se vio que no superaría la crisis. Acudió don Rinaldi y estuvo largo rato a su cabecera. Escribió: «En los pocos días que continuó con vida, no pensaba en su enfermedad sino en los pobres y en su alma. Quiso decir alguna cosa en particular a cada una de sus hijas, y bendijo a todas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como un antiguo patriarca. Mientras estábamos alrededor de su lecho encomendándola al Señor, en un cierto momento levantó los ojos. El confesor le presento el crucifijo para besarlo. Los que estábamos presentes nos arrodillamos. Doña Dorotea se recogió, entornó los ojos y expiró suavemente».

Era el 3 de abril de 1891, cinco días después de Pascua. El Papa Juan Pablo II la declaró «venerable» el 9 de junio de 1983, es decir, «cristiana que practicó en grado heroico el amor a Dios y al prójimo».

don Echave-Sustaeta del Villar Nicolás, sdb
Vicepostulador de la Causa del Venerable




Don Bosco. Un Ave María al final de la Santa Misa

La devoción de San Juan Bosco a Nuestra Señora es bien conocida. Las gracias recibidas de María Auxiliadora, incluso las extraordinarias, milagrosas, son quizás también conocidas en parte. Probablemente menos conocida es la promesa hecha a la Virgen, de llevar al Paraíso, a aquellos que durante toda su vida hayan combinado un Ave María con la Santa Misa.

Que el santo tenía una puerta abierta en el Cielo a sus oraciones es bien sabido. Incluso como seminarista en el seminario, sus plegarias eran escuchadas, y para disimular esta intervención del Cielo empleó durante un tiempo el truco de las píldoras de pan en lugar de las medicinas milagrosas, hasta que fue descubierto por un verdadero farmacéutico. Las numerosas peticiones de intercesión y los muchos milagros que se produjeron en su vida, relatados abundantemente por sus biógrafos, confirman esta poderosa intercesión.

La promesa de tener consigo en el paraíso a varios miles de jóvenes, que recibió de la Santísima Virgen, lo confirman dos seminaristas que le oyeron contar en un intercambio de Ejercicios Espirituales para los seminaristas del Seminario Episcopal de Bérgamo. Uno de ellos era Angelo Cattaneo, futuro vicario apostólico de Honan del Sur en China, y dio testimonio en un documento dirigido a Don Miguel Rua, y otro, Stefano Scaini, que más tarde se hizo jesuita; también él dejó testimonio en un documento dirigido a los salesianos. He aquí el primer testimonio.

D. Bosco habló de las insidias que el diablo tendía a los jóvenes para distraerlos de la Confesión y les dijo que le hubiera gustado revelar a las personas que se lo pedían el estado espiritual de sus almas.
[…]
Cuando, después de un sermón a los seminaristas [de Bérgamo], uno de ellos [Angelo Cattaneo] se presentó a Don Bosco con una lista de pecados en la mano, el Santo la arrojó al fuego y luego enumeró todos esos pecados como si los estuviera leyendo. Luego dijo a sus atentos oyentes que había obtenido la promesa de Nuestra Señora de tener consigo, en el paraíso, con varios miles de jóvenes, con la condición de que rezaran un Ave María todos los días durante la misa a lo largo de su vida terrenal. (Pilla Eugenio, I sogni di Don Bosco, p. 207)

Y también la segunda.

Muy Reverendo Señor,

Muy complacido de poder aportar mi pequeño tributo de estima y afecto agradecido a la santa memoria de Don Bosco, le cuento algo que quizá no sea inútil para quienes tengan la fortuna de escribir su vida.
En el año 1861, fue el muy venerado Don Bosco a dictar los Ejercicios Espirituales a los seminaristas del Seminario Episcopal de Bérgamo, entre los que también me encontraba.
Ahora bien, en uno de sus sermones nos dijo algo así: “En cierta ocasión pude pedir a María Santísima la gracia de tener conmigo en el Paraíso a varios miles de jóvenes (creo que también dijo el número de miles, pero no lo recuerdo), y Nuestra Señora Santísima me lo prometió. Si el resto de ustedes también desea pertenecer a ese número, estaré encantado de inscribirles, con la condición de que recen un Ave María todos los días mientras vivan, y que, si es posible en el momento de oír la Santa Misa, o mejor dicho en el momento de la Consagración”.

No sé qué opinaron los demás de esta propuesta, pero por mi parte la acogí con alegría, dada la alta estima en que me tenía Don Bosco en aquellos días, y no falté ni un solo día que recuerde recitando el Ave María según esta intención. Pero con el paso de los años me asaltó una duda, que hice resolver al propio Don Bosco; y he aquí cómo.
La tarde del 3 de enero de 1882, encontrándome en Turín camino de Chieri para ingresar en el Noviciado de la Compañía de Jesús, pedí y obtuve permiso para hablar con Don Bosco. Me recibió con gran amabilidad, y habiéndole dicho que estaba a punto de entrar en el Noviciado de la Compañía, me dijo: – ¡Oh! ¡cómo lo disfruto! Cuando oigo que alguien entra en la Compañía de Jesús, siento tanto placer como si entrara entre mis salesianos.
Así que le dije: – Si me lo permite, me gustaría pedirle que me aclarara algo que me toca muy de cerca. Dígame, ¿recuerda cuando vino al seminario de Bérgamo para darnos los Ejercicios Espirituales? – Sí, me acuerdo. – ¿Recuerda que nos habló de una gracia pedida a la Virgen, etc.? – y le recordé sus palabras, el pacto, etc. – Sí, lo recuerdo – bueno, siempre he recitado ese Ave María; siempre la recitaré… pero… Su Señoría nos ha hablado de miles de jóvenes; yo ya estoy fuera de esta categoría… y por eso temo no pertenecer al número afortunado…

Y Don Bosco con gran confianza: – Siga rezando ese Ave María y estaremos juntos en el Paraíso. – Así que, habiendo recibido la Santa Bendición y besado su mano con afecto, me marché lleno de consuelo y de la dulce esperanza de encontrarme un día en el Paraíso con él.
Si Su Señoría cree que esto puede ser de alguna gloria para Dios y de algún honor para la santa memoria de Don Bosco, sepa que estoy muy dispuesto a confirmar la sustancia de ello incluso con juramento.
Lomello, 4 de marzo de 1891.

Muy humilde y devoto servidor
V. Stefano Scaini S.I
. [MB VI,846].

Estos testimonios dejan claro hasta qué punto la salvación eterna estaba en el corazón de Don Bosco. En todas sus iniciativas educativas y sociales, muy necesarias por otra parte, no perdía de vista el objetivo último de la vida humana, el Paraíso. Quería preparar a todos para este último examen de la vida, y por eso insistía en que se acostumbrara también a los jóvenes a hacer el ejercicio de la buena muerte cada fin de mes, recordando las últimas cosas, también llamadas los novissimos: la muerte, el juicio, el Cielo y el infierno. Y para ello había pedido y obtenido esta gracia especial de María Auxiliadora.
Por supuesto, hoy nos parece extraño que esta oración se hiciera durante la Santa Misa y también en el momento mismo de la Consagración. Pero, para entenderlo, hay que recordar que en tiempos de Don Bosco la Misa se celebraba íntegramente en latín, y como la inmensa mayoría de los fieles no conocía esta lengua, era fácil distraerse en lugar de rezar. Para poner remedio a esta inclinación humana solía recomendar diversas oraciones durante la celebración.

¿Podemos hoy recitar este Ave María al final de la celebración? El propio Don Bosco nos lo hace entender: “posiblemente durante el tiempo que escucháis la Santa Misa…”. Es más, las normas litúrgicas actuales no recomiendan insertar otras oraciones fuera de las del Misal.
¿Podemos esperar que este Ave María también nos añada al número de beneficiarios de la promesa? Viviendo en gracia de Dios, haciéndolo toda la vida, y por la respuesta de Don Bosco a Stefano Scaini: “Sigue recitando ese Ave María y estaremos juntos en el Paraíso”, podemos responder afirmativamente.




Carta del Rector Mayor tras su nombramiento como cardenal

A la atención de mis hermanos salesianos (sdb) A la atención de la Familia Salesiana

Mis queridos hermanos y hermanas: recibid mi saludo fraterno lleno de afecto sincero y sentido.
Después de la inesperada noticia (ante todo para mí), en la que el Santo Padre, Papa Francisco, anunciaba también mi nombre entre las 21 personas que había elegido para ser breados’ Cardenales de la Iglesia en el próximo Consistorio del 30 de septiembre, se habrán sucedido en miles de personas la pregunta: ¿Y ahora qué sucede? ¿Y cómo queda la Congregación en un futuro próximo? Podéis comprender que esas mismas preguntas me las he hecho yo, al mismo tiempo que presentaba al Señor, en la Fe, este don que nos ha hecho el Papa Francisco como Congregación Salesiana y como Familia de don Bosco. No debe cabernos ninguna duda de cuánto nos quiere el Papa; de igual modo el Papa Francisco sabe cuánto lo queremos todos nosotros y cómo lo sostenemos, en lo posible, a través de nuestra oración y afecto.
A la media hora del anuncio que dio en el Ángelus del pasado domingo, 9 de julio, el Santo Padre me hizo llegar en mano una carta en la que me pedía que fuera a hablar con él en cuanto me fuera posible, a fin de acordar los tiempos necesarios en mi servicio como Rector Mayor para el bien, ante todo, de la Congregación. Él mismo me hablaba en dicha carta de la preparación del próximo Capítulo General.
En la tarde de ayer fui recibido por el Papa Francisco con un diálogo fraterno y de mutuo afecto y, ahora, me encuentro en la disposición de poder compartir con toda la Congregación Salesiana y nuestra Familia en el mundo, las disposiciones concretas según la voluntad del Santo Padre.

Tales disposiciones son las siguientes:
– podremos adelantar un año el Capítulo General 29; es decir, que en el mes de febrero del año 2025 tendría lugar el mismo;
– el Papa ha visto con buenos ojos, por el bien de nuestra Congregación, que después del Consistorio del día 30 de septiembre yo pueda seguir como Rector Mayor hasta el 31 de julio del 2024, es decir, hasta la conclusión de la sesión plenaria del Consejo General del tiempo estival europeo;
– después de esa fecha yo presentaré mi renuncia como Rector Mayor por haber sido llamado por el Santo Padre para el servicio que él me encomendará. Así me lo ha comunicado;
– a tenor del artículo 143 de nuestras Constituciones, por el motivo de “cese en el cargo de Rector Mayor”, al ser llamado por el Papa Francisco para otro servicio, el Vicario, don Stefano Martoglio, asumirá el gobierno de la Congregación hasta la celebración del CG29;
– el Capítulo General 29 será convocado por mí, al menos un año antes de su celebración, tal como establecen nuestras Constituciones y Reglamentos (Regí. 111), y será el Vicario, don Stefano, quien lo presidirá;
– en todo este tiempo seguiremos adelante con el programa establecido en la animación y gobierno de la Congregación, pero añadiendo el esfuerzo de todos los miembros del Consejo General y de algún visitador extraordinario nombrado por el Rector Mayor, a fin de realizar todas las visitas extraordinarias (incluidas las que corresponderían al año 2025). De este modo se podrá llegar al CG29 con una visión completa del momento presente de toda la Congregación;
– de todos los demás elementos relacionados con el Capítulo General haré llegar la información detallada cuando se haga efectiva la convocatoria oficial del mismo.

Me resta decir, por último, lo que quizá muchos se pregunten ¿Qué me va a encomendar el Santo Padre? Todavía no me lo ha dicho, y entiendo que con tanto tiempo por delante eso es lo mejor. Sí pido a todos mis hermanos salesianos y a nuestra querida Familia Salesiana que sigamos intensificando nuestra oración. Ante todo, por el Papa Francisco. Esta fue su petición en el momento del saludo final. Nos pidió que rezáramos por él. Y también os pido la oración por lo que viviremos en este año como Congregación y como Familia Salesiana.
Ciertamente también os pido que recéis por mí ante la perspectiva del nuevo servicio en la Iglesia que, como hijo de Don Bosco, acepto en obediencia, sin haberlo buscado ni deseado. Nuestro Amado Padre Don Bosco es testigo de esto ante el Señor Jesús.
Y desde aquí, desde la Basílica de María Auxiliadora, Ella, la Madre, nos seguirá acompañando. Creo, como Don Bosco en el sueño de los nueve años -del cual se cumplirá el próximo año el segundo centenario-, que “a su tiempo lo comprenderemos todo”. En nuestro Padre Don Bosco esto aconteció al final de su vida, ante el altar de María Auxiliadora en la Basílica del ‘Sagrado Corazón de Jesús’ que se había consagrado el día anterior, en aquel 16 de mayo de 1887. Lo ponemos todo en las manos del Señor y de su Madre.
Un saludo con inmenso afecto,

Prot. 23/0319
Turín, 12 de julio de 2023




Basílica del Sagrado Corazón en Roma

En el ocaso de su vida, obedeciendo un deseo del Papa León XIII, Don Bosco asumió la difícil tarea de construir el templo del Sagrado Corazón de Jesús en el Castro Pretorio de Roma. Para completar la gigantesca empresa no escatimó fatigosos viajes, humillaciones, sacrificios, que acortaron su preciosa vida de apóstol de la juventud.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se remonta a los comienzos de la Iglesia. En los primeros siglos, los Santos Padres invitaban a mirar el costado traspasado de Cristo, símbolo del amor, aunque no se refirieran explícitamente al Corazón del Redentor.
Las primeras referencias encontradas proceden de las místicas Matilde de Magdeburgo (1207-1282), Santa Matilde de Hackeborn (1241-1299), Santa Gertrudis de Helfta (ca. 1256-1302) y el beato Enrique Suso (1295-1366).
Se produjo un importante desarrollo con las obras de San Juan Eudes (1601-1680), y después con las revelaciones privadas de la visitandina Santa Margarita María Alacoque, difundidas por San Claudio de la Colombière (1641-1682) y sus hermanos jesuitas. A finales del siglo XIX se difundieron las iglesias consagradas al Sagrado Corazón de Jesús, principalmente como templos expiatorios.
Con la consagración de la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús, a través de la encíclica de León XIII, Annum Sacrum (1899) el culto se extendió y fortaleció enormemente con dos encíclicas más que vendrían después: Miserentissimus Redemptor (1928) de Pío XI y sobre todo Haurietis Aquas (1956) de Pío XII.

En tiempos de Don Bosco, tras la construcción de la estación de ferrocarril de Termini por el Papa Pío IX en 1863, el barrio empezó a poblarse y las iglesias de los alrededores no podían atender adecuadamente a los fieles. Esto llevó al deseo de construir un templo en la zona, y en un principio se planeó dedicarlo a San José, que fue nombrado patrón de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870. Tras una serie de acontecimientos, en 1871 el papa cambió el patronazgo del templo deseado, dedicándolo al Sagrado Corazón de Jesús, y permaneció en fase de planificación hasta 1879. Mientras tanto, el culto al Sagrado Corazón siguió extendiéndose, y en 1875, en París, en la colina más alta de la ciudad, Montmartre (Monte de los Mártires), se colocó la primera piedra de la iglesia del mismo nombre, Sacré Cœur, que fue terminada en 1914 y consagrada en 1919.

Tras la muerte del Papa Pío IX, el nuevo Papa León XIII (como arzobispo de Perugia había consagrado su diócesis al Sacré Cœur) decidió reanudar el proyecto, y la primera piedra se colocó el 16 de agosto de 1879. Las obras se detuvieron poco después por falta de apoyo financiero. Uno de los cardenales, Gaetano Alimonda (futuro arzobispo de Turín) aconsejó al Papa que confiara la empresa a Don Bosco y, aunque el pontífice dudó en un primer momento conociendo los compromisos de las misiones salesianas dentro y fuera de Italia, le hizo la propuesta al Santo en abril de 1880. Don Bosco no lo pensó dos veces y respondió: “El deseo del Papa es para mí un mandato: acepto el compromiso que Vuestra Santidad que tiene la bondad de confiarme”. Cuando el Papa le advirtió que no podía apoyarle económicamente, el Santo sólo le pidió la bendición apostólica y los favores espirituales necesarios para la tarea que se le había encomendado.

Colocación de la primera piedra de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma

A su regreso a Turín, quiso la aprobación del Capítulo para esta empresa. De los siete votos, sólo uno fue positivo: el suyo… El Santo no se desanimó y argumentó: “Todos ustedes me han dado un ‘no’ rotundo y eso está bien, porque han actuado según la prudencia requerida en casos graves de gran importancia como éste. Pero si en lugar de un ‘no’ me dais un ‘sí’, os aseguro que el Sagrado Corazón de Jesús enviará los medios para construir su iglesia, pagar nuestras deudas y darnos una buena propina” (MB XIV,580). Tras este discurso se repitió la votación y los resultados fueron todos positivos y la principal bendición fue el Hospicio del Sagrado Corazón que se construyó junto a la iglesia para niños pobres y abandonados. Este segundo proyecto de hospicio se incluyó en una Convención realizada el 11 de diciembre de 1880, que garantizaba el uso perpetuo de la iglesia a la Congregación Salesiana.
La aceptación le causó graves preocupaciones y le costó la salud, pero Don Bosco, que enseñó a sus hijos el trabajo y la templanza y dijo que sería un día de triunfo cuando se dijera que un salesiano había muerto en el campo de batalla agotado por la fatiga, les precedió con el ejemplo.

La construcción del Templo del Sagrado Corazón en el Castro Pretorio de Roma se hizo no sólo por obediencia al Papa sino también por devoción.
Retomemos una de sus intervenciones sobre esta devoción, pronunciado en unas buenas noches a sus alumnos y hermanos sólo un mes después de su encargo, el 3 de junio de 1880, víspera de la fiesta del Sagrado Corazón.
Mañana, mis queridos hijos, la Iglesia celebra la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Es necesario que también nosotros, con gran esfuerzo, tratemos de honrarla. Es cierto que llevaremos la solemnidad exterior al domingo; pero mañana comencemos a celebrarla en nuestro corazón, a rezar de manera especial, a comulgar fervorosamente. Luego, el domingo, habrá música y las demás ceremonias del culto externo, que hacen que las fiestas cristianas sean tan hermosas y majestuosas.
Algunos de ustedes querrán saber qué es esta fiesta y por qué se honra especialmente al Sagrado Corazón de Jesús. Les diré que esta fiesta no es otra cosa que honrar con un recuerdo especial el amor que Jesús trajo a la humanidad. ¡Oh, el gran amor infinito que Jesús nos trajo en su encarnación y nacimiento, en su vida y predicación, y particularmente en su pasión y muerte! Dado que la sede del amor es el corazón, el Sagrado Corazón es venerado como el objeto que sirvió de horno a este amor sin límites. Esta veneración del Sacratísimo Corazón de Jesús, es decir, del amor que Jesús nos mostró, fue de todos los tiempos y siempre; pero no siempre hubo una fiesta especialmente establecida para venerarlo. Cómo Jesús se apareció a la Beata Margarita una fiesta le manifestó el gran bien que vendrá a la humanidad honrando a su amantísimo corazón con un culto especial, y cómo se estableció por tanto la fiesta, lo oiréis en el sermón del domingo por la tarde.
Ahora animémonos y hagamos cada uno lo posible por corresponder a tanto amor que Jesús nos ha traído
”. (MB XI,249)

Siete años más tarde, en 1887, la iglesia quedó terminada para el culto. El 14 de mayo de ese año, Don Bosco asistió emocionado a la consagración del templo, solemnemente presidida por el cardenal vicario Lucido Maria Parocchi. Dos días después, el 16 de mayo, celebró la única Santa Misa en esta iglesia, en el altar de María Auxiliadora, interrumpida más de quince veces por las lágrimas. Eran lágrimas de gratitud por la luz divina que había recibido: había comprendido las palabras de su sueño de nueve años: «¡A su debido tiempo lo comprenderás todo!». Una tarea cumplida en medio de muchas incomprensiones, dificultades y penurias, pero que coronaba una vida dedicada a Dios y a los jóvenes, recompensada por la misma Divinidad.

Recientemente se ha realizado un vídeo sobre la Basílica del Sagrado Corazón. Se lo proponemos a continuación.






La presencia Salesiana en el Caribe

Bajo el sol del Caribe, en pueblos llenos de vida y alegría, Don Bosco sigue siendo una respuesta significativa para los jóvenes de estas tierras.

Ya desde hace más de cien años la presencia salesiana ha encontrado un ambiente y un clima muy fecundo en algunos países del Caribe, hoy como ayer confirman su significatividad en la presencia de sus jóvenes, en su pueblo alegre, cariñoso y sencillo, en su sensibilidad religiosa y en su capacidad de acogida: Cuba, Haití, República Dominicana y Puerto Rico han ofrecido y siguen ofreciendo un escenario propicio para la misión salesiana y una tierra fértil para el carisma de Don Bosco.

Los salesianos que están organizados en dos inspectorías, Antillas y Haití, junto a otros muchos miembros de la familia salesiana hacen concreta hoy esta presencia. Ellos son fruto de la generosidad y pasión de grandes misioneros, con buena voluntad, grandes sueños, confianza en la Providencia y compromiso por la educación y evangelización de los jóvenes; así se consolido la presencia de Don Bosco. También hubo acontecimientos históricos naturales o sociales que motivaron la toma de decisiones hasta su actual conformación.

Un poco de historia

Aunque la primera solicitud para que hubiera salesianos en el territorio antillano fue en 1896, el primer país que recibió la presencia salesiana fue Cuba, en el 1916; después le siguió República Dominicana en 1933, luego Haití en 1936 y por último Puerto Rico en 1947.

El 24 de junio de 1915, la srta. Dolores Betancourt, oriunda de Camagüey, había firmado en Turín un acuerdo privado con don Pablo Albera referente a una fundación en su ciudad de origen. Los primeros salesianos llegaron a Cuba el 4 de abril de 1917 para abrir una obra en Camagüey.

El padre José Calasanz (1872-1936) de origen en Azanuy, España, salesiano desde 1890 fue enviado como misionero a promover las fundaciones de Cuba, Perú y Bolivia. En 1917 entraron los primeros salesianos a Cuba, junto con el sacerdote don Esteban Capra y dos coadjutores (señores Ullivarri y Celaya). En 1917 les confían a los salesianos el templo dedicado a Nuestra Señora de la Caridad en un predio rural de Camagüey, para desde ahí coordinar la primera escuela de artes y oficios.

Haití, Cap-Haïtien

Las comunidades salesianas empezaron su crecimiento y consolidación en Cuba, compartiendo pertenecía canónica primero con la Inspectoría salesiana “Tarraconense” de España. A partir de 1924, pasa a la Inspectoría de México y tres años más tarde, debido a la persecución religiosa vivida en México, se trasladó́ la sede de la Inspectoría a La Habana, Cuba.

El padre Pittini desempeña las funciones de Provincial en la parte este de los Estados Unidos y allí recibe instrucciones del Superior General, don Pedro Ricaldone, de trasladarse a Santo Domingo, para examinar la posibilidad de que la congregación pueda establecerse en República Dominicana.

El 16 de agosto de 1933, el padre Pittini llega al puerto de San Pedro de Macorís. En febrero de 1934, el Pittini asume como superior de los recién llegados salesianos República Dominicana; el supervisaba los trabajos de la escuela en construcción y se familiarizaba con los dominicanos. El 11 de octubre de 1935, el Papa Pío XI, lo designó arzobispo de Santo Domingo.

Haití, Pétion-Ville

La llegada de los salesianos en Haití se dio en 1936. El Rector Mayor delegó en don Pedro Gimbert, ex-inspector de Lyon, para que implantase el carisma salesiano en Haití. Llegó el 27 de mayo de 1936, en compañía de un coadjutor salesiano, el sr. Adriano Massa. Después llegaron otros hermanos para completar la comunidad.

Desde su fundación, Haití formó parte sucesivamente de la Inspectoría Salesiana México-Antillas con sede en La Habana; más tarde formó parte de la Inspectoría de las Antillas –juntamente con Cuba, República Dominicana y Puerto Rico – con sede en Santo Domingo.

Haití, Gressier

La fundación en Puerto Rico se hizo realidad el 24 de abril de 1947 cuando llegó el padre Pedro M. Savani, ex-inspector de México-Antillas, para asumir la Parroquia de San Juan Bosco en Santurce, en la Calle Lutz. Desde aquí se comenzó a atender un Oratorio en los terrenos actuales de Cantera, donde ya en 1949 se inició la construcción de la capilla que daría posteriormente lugar a la imponente Iglesia-Santuario de María Auxiliadora.

La erección canónica de la Inspectoría de las Antillas se realiza el 15 de septiembre de 1953 durante el rectorado de don Renato Ziggiotti, bajo el patrocinio de San Juan Bosco, con sede en La Víbora (La Habana, Cuba). Posteriormente fue trasladada a Compostela (La Habana Vieja). Después de la Revolución Cubana la sede inspectorial fue transferida a Santo Domingo, República Dominicana, al “Colegio Don Bosco”, donde permaneció́ hasta 1993, cuando fue traslada a la sede actual ubicada en la calle 30 de marzo #52 en la ciudad de Santo Domingo.

A partir de enero de 1992, Haití es una Visitaduría, con sede en Port-au-Prince.

Don Bosco en el Caribe, hoy
La Inspectoría Salesiana de las Antillas está constituida por tres países en la región del Caribe: Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Haití forma una Visitaduría aparte. En total en los cuatro países hay 169 Salesianos de Don Bosco: 15 en Cuba, 74 en Haití, 67 en República Dominicana y 13 en Puerto Rico.

Las obras que animan las dos inspectorías en 32 comunidades son: 41 centros educativos (de esos al menos 20 son centros de capacitación técnica), 33 oratorios, 23 obras sociales, 8 casas de retiros – encuentros, 1 centro de formación medioambiental, 3 casas de formación, 4 centros de comunicación social – estudios de grabación, 2 estaciones de radio y 18 parroquias con 80 capillas y 44 casas de misión.

La Familia Salesiana en el Caribe tiene una gran vitalidad y está compuesta por varios grupos: Salesianos de Don Bosco, Hijas de María Auxiliadora, Salesianos Cooperadores, Asociación de Devotos de María Auxiliadora, Exalumnos (SDB-FMA), Hijas de los Sagrados Corazones, Voluntarias de Don Bosco, Damas Salesianas y Misioneras Parroquiales de María Auxiliadora (esta última, una Pia Unión, aprobado por el Arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Octavio A. Beras, fundadas por el padre Andrés Nemeth, sdb, el 16 de junio 1961; aunque no forme parte de la Familia Salesiana, por su proximidad, asiste a sus encuentros). Las relaciones son cordiales, se comparten algunos proyectos pastorales y se reúnen con frecuencia.

En medio de un clima social y político muy particular, los cuatro países están sufriendo una migración masiva de sus jóvenes y de familias enteras, motivados por el hambre, la falta de alimentos, la falta de empleo, la violencia, la búsqueda de oportunidades mejor remuneradas. En estas circunstancias la presencia salesiana sigue muy comprometida en los procesos de educación, formación al trabajo, a la ciudadanía y la vida de fe, existe un serio compromiso en la defensa a los derechos de educación, alimentación y vida de digna de sus niños, adolescentes y jóvenes, se acompaña y anima desde los patios el juego y encuentro que permite hacer amigos. La música y la danza son expresiones naturales que descubren en los oratorios salesianos el estímulo y espacio para sus mejores expresiones. Sus patios son siempre lugares de encuentro y refugio incluso ante los eventos naturales que han sufrido.

Esta presencia hoy es profética al compartir con la gente las realidades sociales que cada país está viviendo, decidiendo permanecer junto a los más necesitados, animando la fe de todos los días, una amistad sencilla que habla de Dios, llena de esperanza y consuelo, con gestos fraternos de solidaridad y amor a los más vulnerables, en especial a sus niños y jóvenes.

Santo Domingo, La Plaza

don Hugo OROZCO SÁNCHEZ, sdb
Consejero Regional para Interamérica




El Rector Mayor, P. Ángel FERNÁNDEZ ARTIME, nombrado cardenal

Al final de la oración mariana del domingo 9 de julio de 2023, el Papa Francisco anunció la creación de 21 nuevos cardenales, entre ellos el Rector Mayor de los Salesianos, el P. Ángel FERNÁNDEZ ARTIME.

¡Deseamos a nuestro Rector Mayor las gracias del Señor para guiarle en la nueva misión que le ha confiado la Iglesia Universal! La noticia oficial se encuentra AQUÍ.




Segundo Congreso de Coadjutores de África

El Segundo Congreso Regional de Coadjutores Salesianos de la Región África-Madagascar se celebró del 24 al 29 de mayo de 2023 en Yaundé, Camerún, en la Visitaduría “Nuestra Señora de África” del África Ecuatorial Tropical (ATE). El lema del Congreso: “Caminando con Rafael y Tobías, pedaleando con Artémides”, guió las jornadas de profundización en el carisma, con el objetivo de promover la identidad vocacional del salesiano coadjutor y ofrecer una visión que ayude en la formación permanente. Presentamos la ponencia del Consejero Regional, don Alphonse Owoudou.

Introducción
El Capítulo General 28 nos planteó un reto de identidad en forma de pregunta: “¿Qué clase de Salesianos para los jóvenes de hoy?” Esta pregunta puede volver a nosotros durante este Congreso de los Hermanos Salesianos: ¿Qué Hermanos Salesianos para los jóvenes de África y Madagascar de hoy? Las diversas reflexiones que han alimentado estas jornadas nos dan motivos para redibujar constantemente el retrato de cada uno de nuestros hermanos laicos consagrados, y a ello vamos a contribuir contemplando un libro de la Biblia, el libro de Tobías, una historia extremadamente profética, pedagógica y pastoral. Veremos, a través de una perspectiva analógica y en parte hermenéutica, cómo y en qué medida, como Don Bosco y particularmente como San Artémides Zatti, el Coadjutor está llamado a convertirse en un padre espiritual y un compañero competente para los jóvenes, por no decir un verdadero “sacramento de la presencia salesiana”.

1. Caminando con Rafael y el joven Tobías
La historia de Rafael y Tobías es un fascinante relato bíblico sobre un joven llamado Tobías y su ángel de la guarda, Rafael. Me gustaría resumir la vida de Tobías dándole la palabra: “Yo, Tobías, caminé en la verdad e hice lo correcto. Daba limosna a mi familia y a los cautivos asirios en Nínive y visitaba a menudo Jerusalén para las fiestas, llevando ofrendas y diezmos. Cuando crecí, me casé y tuve un hijo llamado Tobías. Deportada por Senaquerib, me abstuve de comer su comida y Dios me concedió misericordia ante él. A través de mi sobrino Ahikar, conseguí regresar a Nínive, donde ayudé a los huérfanos, a las viudas y a los extranjeros según la ley de Moisés”.

Acusado por uno de los ciudadanos, Tobit es tristemente arruinado, e incluso cegado por los excrementos de un pájaro que caen sobre su rostro. Y recordamos la disputa con su mujer (cap. 2), que había traído una oveja, y el marido ciego pensó que la había robado, lo que enfureció a su mujer e insultó a su marido ciego. Tobit tenía un hijo, al que había dado su propio nombre. El arcángel Rafael se le apareció a este joven en forma humana y le ofreció su ayuda. Rafael acompaña a Tobías en una difícil misión, un peligroso viaje para recoger dinero para su familia (capítulo 4). Durante el viaje, Rafael ayuda a Tobías a derrotar a un demonio que ha matado a los maridos de su futura esposa y cura la ceguera de Tobías. Al final del viaje, Tobías se casa con Sara, la hija de un pariente lejano, y Rafael revela su verdadera identidad como ángel de Dios.

El laico salesiano Artémides Zatti fue un religioso y un hombre cercano a sus hermanos y hermanas, especialmente a los que sufrían. Dedicó su vida a ayudar a los enfermos y a los pobres de Argentina. Zatti era un joven de familia pobre que empezó a trabajar a los cuatro años para ayudar a su familia. Más tarde emigró a Argentina con su familia en busca de una vida mejor. Aquejado de tuberculosis, se recuperó e ingresó en la orden salesiana.
Zatti trabajó como farmacéutico y también dirigió un hospital, donde se le describía como muy entregado a los enfermos y los pobres. También participó en actividades religiosas y fue considerado un candidato potencial a la canonización. Zatti era conocido por su compasión y dedicación a los pacientes, sus conocimientos médicos, su trabajo para ampliar el hospital y su legado duradero. Su bicicleta se convirtió en un símbolo de su vida dedicada a los demás, que utilizaba para recorrer la ciudad visitando a los enfermos pobres. Zatti rechazó los regalos para sí mismo, prefiriendo seguir utilizando su bicicleta, que consideraba un medio de transporte suficiente para cumplir su misión de cuidar a los enfermos y servir a los demás.

2. Los dos tweets del Papa Francisco y una bicicleta
1. El hermano salesiano Artémides Zatti, lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso dar las “gracias” asumiendo las heridas de los demás: curado de tuberculosis, dedicó toda su vida a cuidar los enfermos con amor y ternura.
2. La fe cristiana nos pide siempre caminar junto a los demás, salir de nosotros mismos hacia Dios y nuestros hermanos. Y saber dar gracias, superando la insatisfacción y la indiferencia que afean nuestro corazón.

El Papa Francisco, hablando de Zatti, insiste en “caminar juntos”, es decir, compartir y unirse por amor para ayudar a los que sufren. Zatti dedicó toda su vida a servir a los más desfavorecidos, utilizando su bicicleta como medio de transporte para ir a los barrios pobres de la ciudad y ayudar a los enfermos. Su bicicleta se convirtió así en un poderoso símbolo de los valores que compartía: humildad, generosidad y sencillez.
De hecho, Zatti no mostró especial interés en poseer un auto o incluso un ciclomotor cuando sus amigos quisieron regalárselo. La bicicleta era todo lo que necesitaba para lograr su noble objetivo: ayudar a las personas más necesitadas de ayuda. Su elección del medio de transporte también reflejaba otra característica intrínseca de su personalidad: el amor incondicional que repartía sin restricciones ni condiciones a aquellos que no tenían la suerte de recibir tanto simplemente porque sus circunstancias sociales o económicas no se lo permitían.
Cada gesto de Zatti resonaba profundamente en todos, invitando a todos a seguir su ejemplo. Caminar juntos significa estar disponible psicológica y físicamente para que cada persona pueda sentirse sostenida por quienes la rodean, pero sobre todo servir a los demás con amabilidad y compasión como él mismo cuidó de ellos durante tantos años. Estas acciones son un reflejo concreto del mensaje esbozado por el Papa Francisco sobre “caminar juntos”: tender la mano a los que sufren para prever colectivamente una mejora general del bienestar de la comunidad mediante una actitud general de mayor solidaridad y calidez hacia los demás en nuestra vida cotidiana.

3. ¿Nuestra misión de acompañamiento y sinodalidad?

Esta historia del Libro de Tobías es un excelente ejemplo de la importancia y el papel crucial que desempeñan el acompañamiento, la sinodalidad y la solidaridad en nuestra misión común de servicio a los demás.
Rafael acompañó a Tobías durante todo su viaje, incluidos los incidentes, adaptándose a cada situación y tomándose el tiempo necesario para responder a sus preguntas, asistir a sus compañeros y ayudar a los que sufrían. Su papel era animar, incitar y empujar a Tobías a superar los retos a los que se enfrentaba para que pudiera llegar a su destino. Pero hizo más que eso: también le prestó ayuda práctica en situaciones en las que se veía impotente ante las fuerzas invisibles que le controlaban.

Es más, Rafael no trabajó solo durante el viaje; trabajó mano a mano con Tobías para encontrar soluciones adaptadas a las circunstancias. Comprendió que, para ser eficaz, tenía que escuchar las peticiones del joven, respetar su estilo de liderazgo personal y crear un sistema de cooperación entre ambos para alcanzar el objetivo final que compartían: derrotar a Asmodeo y curar a su padre.
Rafael y Tobías nos enseñan que para ofrecer un ‘coaching’ real, útil, rentable y satisfactorio, debemos estar atentos a las necesidades de los demás, salir de nuestra zona de confort si es necesario, escuchar activamente lo que tienen que decir, mostrar empatía, pero sobre todo trabajar juntos para que cada uno pueda contribuir, según sus capacidades específicas, a alcanzar los objetivos comunes que todos compartimos. Este aprendizaje es más actual que nunca, porque sin colaboración entre las personas con objetivos comunes, su misión se verá comprometida.

4. Una vocación “médica” y pastoral
Rafael, que significa “Dios cura”, es conocido como uno de los arcángeles de la Biblia, a menudo asociado con la curación y la protección. Del mismo modo, Zatti era considerado un sanador y protector de los enfermos y pobres de su comunidad. Pero esta terapia tenía lugar a varios niveles. El amor de Zatti por la pobreza, su desapego por las cosas materiales y su disposición a aceptar e incluso mendigar lo que consideraba necesario para el bienestar de sus pacientes, son algunos de los rasgos que le asemejan a Jesús, que en realidad era un rabino laico y sanador. Siempre estaba disponible a cualquier hora del día y de la noche y con cualquier clima, y viajaba en los viejos carros de madera de los campesinos si lo encontraban camino a casa de un paciente. También era humilde y tenía una baja opinión de sí mismo, a pesar de los esfuerzos de sus benefactores por elevarle a sus propios ojos y a los del mundo. La fuerte vida interior del santo Coadjutor, llena de amor a Dios y de total confianza en la bondad de la divina providencia, su confesión regular y su amor por el Santísimo Sacramento le asemejaban a Don Bosco. A menudo leía a los enfermos pasajes de la vida de los santos y, al final del día, les daba una notita para la noche. El buen humor de Zatti también se basaba en los sólidos cimientos de su vida espiritual y consagrada, y siempre mostraba alegría y buena voluntad en el cumplimiento de sus deberes para con los enfermos y los desafortunados. También fue un pacificador, ayudando a resolver los conflictos entre los miembros de su personal y los médicos de Viedma y de la Patagonia. Estas características de nuestro santo Coadjutor se destacan aquí porque son también un poderoso antídoto contra los enemigos de nuestros tres votos, contra la indiferencia y la pereza pastoral, contra el actual distanciamiento entre los destinatarios y nosotros mismos, y el camino real que nos aleja del arribismo que se disfraza de clericalismo en el mundo religioso.
En la escuela del ángel Rafael y Zatti, descubrimos que para nosotros, Salesianos de Don Bosco, también somos portadores de la Buena Noticia, que a menudo consiste, como anunció Jesús en la sinagoga (Lucas 4), en curar y restablecer. Esta función “médica” es una parte importante de nuestra misión al servicio de los jóvenes y de los pobres. Y si la “enfermedad”, como la pobreza, puede adoptar diferentes rostros, los salesianos en general, y los salesianos coadjutores en particular, somos conocidos por nuestras diversas luchas contra los males y las diversas formas de precariedad, de ahí nuestra inmensa labor en escuelas, orfanatos, hospitales, oratorios y en los talleres y laboratorios de nuestros centros de formación profesional y escuelas técnicas superiores. Y en nuestra Región, al igual que en la Congregación, varias Inspectorías, obras y miembros de la Familia Salesiana están implicados en actividades directamente relacionadas con la salud, incluyendo hospitales, clínicas y centros de atención para ancianos. La salud se considera un aspecto importante del bienestar de los jóvenes y de los pobres, e intentamos, con Don Variara, con Zatti y otros, responder a sus exigencias integral y holísticamente.
Hoy necesitamos una generación de salesianos suficientemente arraigados en el cielo, como Rafael, y profundamente apegados a los retos de la tierra, como Azarías (el sobrenombre del ángel Rafael), que se preocupen por conciliar el bien temporal con el de la eternidad, luchando contra todas las formas de enfermedad y en defensa de la salud, especialmente aquellas que afectan a los más vulnerables de nuestra sociedad. Necesitamos ángeles y compañeros que puedan aliviar nuestras enfermedades físicas, mentales y emocionales, así como los problemas de salud relacionados con la pobreza, como la desnutrición y el acceso limitado a la asistencia sanitaria. Seguimos trabajando para satisfacer estas necesidades de forma eficaz y holística, proporcionando asistencia sanitaria de calidad y trabajando para mejorar la vida de los más vulnerables.

5. Metáfora de la relación educativa y pastoral
Azarías ilustra la perfecta relación educativa entre el coadjutor salesiano y los Tobías o jóvenes de hoy. Sobre todo, si sabemos que el nombre Azarías significa en realidad ayudante, auxiliar, coadjutor. Así, del mismo modo que un ángel acompañaba a un joven hacia la madurez, el coadjutor puede y debe animar a los jóvenes a crecer y madurar en sus relaciones con sus iguales, en lo que se conoce como relaciones de igualdad, pero también en sus relaciones y deberes para con su familia y sus padres, y el mundo adulto en general, en lo que se conoce como relaciones asimétricas. Nos anima a releer esta maravillosa historia del Libro de Tobías, y a hacer nuestros los sabios consejos del anciano Tobit a su hijo, y la lección de vida y religión que Azarías da a la familia reconciliada, antes de volver a Dios, es decir, al que lo envió. Este es un detalle importante: ir y volver a Dios, el que nos envió, como esas idas y venidas en la escalera de Jacob, donde los ángeles van y vienen entre el cielo y la tierra, como para enseñar a los ángeles de hoy la unión con Dios y la predilección por los pobres de la tierra.
San Artémides Zatti nos muestra cómo podemos asimilar perfectamente este papel en nuestra vida cotidiana: dedicando su vida a ayudar a los más jóvenes y a los más pobres, hizo mucho más que limitarse a impartir enseñanzas morales. Guió a los jóvenes hacia el crecimiento personal, reconociendo sus capacidades interiores y mostrándoles cómo expresarlas. También dio ejemplo mostrando compasión por los enfermos y los pobres; demostrando con sus acciones que es posible cambiar el mundo que nos rodea a través del amor, la entrega y el sacrificio.
El Hermano Salesiano puede ser una minoría estadísticamente (en África el 9% en las provincias más ricas). Y, sin embargo, se encuentran en una posición privilegiada para captar este admirable modelo volando a las afueras de la misión con y como el ángel de la guarda, recorriendo los caminos de las dimensiones terrenales y seculares de la vida, y “pedaleando” con Zatti hasta la cabecera de los necesitados, con toda humildad y sin la arrogancia de los grandes medios y el arsenal de algunos pastores actuales. De este modo, podrán imitar al Guía celestial proporcionado por Dios en la historia de Tobías: motivar la obediencia suave hacia su anciano y ciego padre, iniciarle ante las adversidades del camino, así como tomar con valentía una decisión importante para su futuro, confiar en Dios en los momentos decisivos, en una palabra, un coraje impresionante y una profunda empatía que permitirán al muchacho un crecimiento armonioso que le conducirá hacia una autonomía reflexiva, a pesar de que sus padres, anticipando en su ansia la parábola del hijo pródigo, le esperaban cada día con preocupación. Pero el texto dice que el joven Tobías conocía el corazón de su padre y la preocupada ternura de su madre.

Conclusión
“Soy Rafael, uno de los siete ángeles presentes ante la gloria del Señor. No temáis. La paz sea contigo y bendito sea Dios por siempre. No temáis por lo que habéis visto, pues sólo era una apariencia. Bendecid al Señor, celebradlo y escribid lo que os ha sucedido”.

Al final del relato, Rafael se define como un sacramento de la presencia de Dios con Tobías. Exactamente lo que hizo y fue Jesús, lo que ilustró nuestro fundador Don Bosco y lo que nos recomienda el Rector Mayor en la tercera prioridad de este sexenio. Ser signo de otra parte, “como si nosotros también pudiéramos ver al Invisible”. Lo invisible en ambientes que sin embargo son muy visibles, en las escuelas, en la catequesis, en los talleres o, como decía Don Rinaldi, en la agricultura, donde algunos Hermanos saben cultivar y hacer fructificar la tierra y la creación. El coadjutor salesiano es una de las dos formas de la vocación consagrada salesiana, la otra es el sacerdote salesiano. Según la CG21, no son sólo individuos los que difunden el mensaje de Don Bosco, sino sus comunidades formadas por sacerdotes y laicos, fraternal y profundamente unidos entre sí, llamados a “vivir y trabajar juntos” (C 49).

La presencia significativa y complementaria de clérigos y laicos salesianos en la comunidad es un elemento esencial de su fisonomía y de su plenitud apostólica. Estamos bien situados este año, a la luz del Aguinaldo del Rector Mayor, para reiterar que el coadjutor salesiano no es un laico como los demás fieles laicos de la Iglesia. Es un religioso consagrado. Por supuesto, su vocación conserva afortunadamente una conexión real con el concepto de laicidad y sólo lo exalta en sus expresiones más bellas. En este sentido, este segundo Congreso Regional puede considerar legítimamente a cada uno de nuestros Hermanos Salesianos como ese ángel, ese arcángel descrito en el libro Tobit, que está sin cesar ante el rostro de Dios, y que recorre los caminos del mundo, volando en ayuda de los necesitados o en camino, y conduciéndolos a la alabanza y a la acción de gracias. Cada Hermano es invitado así a contemplar a Rafael que, en una kénosis admirable, renuncia a su rango angélico y desciende a recorrer los caminos polvorientos para acompañar a Tobías en el camino de la iniciación a la edad adulta. Esta metáfora invita al Hermano Salesiano a acompañar a los jóvenes de hoy hacia la plena ciudadanía como ciudadanos y creyentes, como quería nuestro fundador: amor a los padres (Rafael insta a Tobías a obedecer a su padre), compromiso social (Rafael ayuda a Tobías y supervisa operaciones milagrosas para los enfermos, castidad y amor para casarse con Sara, y lealtad para convertirse en heredero tanto de su padre como de su suegro Ragüel) y servicio divino (Rafael se proclama enviado directamente por Dios y da consejos para honrar y alabar a Dios, y amar al prójimo).
Al igual que los mensajeros bíblicos (ángeles) y los apóstoles en la historia de la Iglesia, los Hermanos Salesianos están llamados a estar disponibles, a servir a la unidad e identidad salesiana y a la plenitud apostólica participando activamente en la vida y el gobierno de la Congregación. Junto a sus hermanos diáconos y sacerdotes, acompañan a los jóvenes – y a otros hermanos – en su consagración y en sus compromisos educativos, integrando y celebrando la diversidad en el seno de la comunidad salesiana. Los Hermanos, bien dotados, formados e identificados, son pilares para los jóvenes en sus trayectorias vitales, a menudo complicadas y difíciles, del mismo modo que el Arcángel Rafael, alias Azarías, fue un pilar, una referencia social y espiritual para Tobías, que pudo así cumplir su misión de hijo y futuro padre. El largo camino de iniciación de nuestros jóvenes desde África hasta la edad adulta ya es fructífero y lo será aún más si están acompañados por figuras significativas y personas de confianza como Azarías, verdaderos ángeles de la guarda, compañeros de Emaús, capaces -como en nuestras casas de formación y en nuestras instituciones- de educar, formar y acompañar. Además de servir a la unidad, a la identidad salesiana y a la plenitud apostólica dentro de la congregación salesiana con todos sus talentos, los Hermanos Salesianos desempeñan un papel muy importante como guías y mentores de los jóvenes que aún están buscando su lugar en el mundo – una figura similar a la de Zatti o Rafael que puede ser vista como un padre espiritual.




San Francisco de Sales. La presencia de María (8/8)

(continuación del artículo anterior)

LA PRESENCIA DE MARÍA SEGÚN SAN FRANCISCO DE SALES (8/8)

La primera información que tenemos sobre la devoción a María en la familia Sales se refiere a la madre, la joven Francisca de Sionnaz, devota de la Virgen y fiel al rezo del Rosario. El amor por esta piadosa práctica pasa a su hijo, que siendo todavía muy joven se inscribe en la Cofradía del Rosario de Annecy comprometiéndose a rezarlo total o parcialmente cada día. La fidelidad a las cuentas de oración lo acompañará toda su vida.

La devoción a la Virgen continúa durante sus años parisinos. Entra en la Congregación de María, que reunía a la élite espiritual de los estudiantes de su internado.

Luego llega la crisis espiritual que se apodera de él a finales de 1586: durante varias semanas no come, no duerme, se desespera. Le ronda en la cabeza la idea de haber sido abandonado por el amor de Dios y de «no poder volver a ver nunca más su dulcísimo rostro». Hasta que un día de enero de 1587, a su regreso del internado, entra en la Iglesia de Saint-Étienne-des-Grès y se abandona a la Virgen: reza el Salve Regina y se libera de la tentación recobrando la serenidad.

Su oración y devoción a la Madre de Dios continúan sin duda durante sus años en Padua: a Ella debe haber confiado su vocación al sacerdocio…

El 18 de diciembre de 1593 es ordenado sacerdote, y seguramente habrá celebrado alguna misa en la Iglesia de Annecy dedicada a Notre Dame de Liesse (Nuestra Señora de la Alegría) para darle las gracias por haberlo llevado y guiado de la mano durante esos largos años de estudio.

Pasan los años y llegamos a agosto de 1603, cuando Francisco recibe una carta del arzobispo de Bourges en la que lo invita a predicar durante la siguiente Cuaresma en Dijon.
«Nuestra Congregación es fruto del viaje a Dijon», escribe a su amigo, el padre Pollien.

Es durante esta Cuaresma, que empieza el 5 de marzo de 1604, cuando Francisco conoce a la baronesa Juana Frémyot de Chantal. Comienza un viaje hacia Dios en busca de su voluntad, un viaje que durará seis años y que terminará el 6 de junio de 1610, día en que nace la Visitación con la entrada en el noviciado de Juana y de otras dos mujeres.
«Nuestra pequeña congregación es verdaderamente una obra del corazón de Jesús y de María». Y al cabo de poco tiempo añade con confianza: «Dios cuida de sus siervas y la Virgen les proporciona lo que necesitan».
Sus hijas se llamarán religiosas de la Visitación de Santa María.

Cuatrocientos años después de su fundación, el monasterio de la Visitación de París escribe que, para la Orden, esta escena del Evangelio sigue siendo siempre la fuente de inspiración de lo mejor de su espiritualidad.
«La contemplación y la alabanza del Señor unidas al servicio del prójimo, el espíritu de agradecimiento y humildad del Magnificat, la pobreza real que se abandona con infinita confianza a la bondad del Padre, la disponibilidad al Espíritu, el ardor misionero para revelar la presencia de Cristo, la alegría en el Señor, María que guarda fielmente todas estas cosas en su corazón».

Juana de Chantal resume así el espíritu salesiano: «Un espíritu de profunda humildad hacia Dios y de gran dulzura hacia el prójimo», que son precisamente las virtudes que surgen inmediatamente de la contemplación vivida del misterio de la visitación.

En el tratado sobre el espíritu de simplicidad, Francisco dice a sus visitandinas:
«Debemos tener una confianza totalmente simple, que nos haga permanecer tranquilos en los brazos de nuestro Padre y de nuestra querida Madre con la certeza de que Nuestro Señor y Nuestra Señora, nuestra querida Madre, nos protegerán siempre con sus cuidados y su ternura maternal».
La visitación es el monumento vivo del amor de Francisco a la Madre de Jesús.

Su amigo, monseñor J. P. Camus, resume así el amor de Francisco a la Virgen:
«Verdaderamente grande fue su devoción a la Madre del espléndido amor, de la ciencia, del amor casto y de la santa esperanza. Desde sus primeros años se dedicó a venerarla».

En sus cartas, la presencia de María es como la levadura en la masa: discreta, silenciosa, activa y eficaz. No faltan las oraciones compuestas por el mismo Francisco.

El 8 de diciembre (!) de 1621, envía una a una visitandina:
«La gloriosa Virgen nos colme de su amor para que juntos, usted y yo, que hemos tenido la suerte de ser llamados y embarcados bajo su protección y en su nombre, cumplamos santamente nuestra navegación con humilde pureza y sencillez, para que un día podamos encontrarnos en el puerto de la salvación, que es el Paraíso».

Cuando escribe cartas en proximidad de alguna fiesta mariana, no pierde la oportunidad para mencionarla o inspirarse en ella para una reflexión. Por ejemplo:
– para la Asunción de María al Cielo: «¡Que esta santa Virgen, con sus oraciones, nos haga vivir en este santo amor! Que este sea siempre el único objetivo de nuestro corazón».
– para la Anunciación: es el día «del saludo más bendito que jamás se haya dado a una persona. Suplico a esta gloriosa Virgen que le conceda algo del consuelo que Ella recibió».

¿Quién es María para Francisco?

a. Es la Madre de Dios
No solo madre, sino también… ¡abuela!
«Honre, reverencie y respete con un amor especial a la santa y gloriosa Virgen María: es la Madre de nuestro Padre soberano y, por tanto, también nuestra querida abuela. Recurramos a Ella como nietos, arrojémonos a sus rodillas con absoluta confianza; en todo momento, en toda circunstancia, apelemos a esta dulce Madre, invoquemos su amor maternal y, esforzándonos por imitar sus virtudes, tengamos para Ella un sincero corazón de hijos».

Nos lleva a Jesús: «¡Haced lo que Él os diga!».
«Si queremos que la Virgen pida a su Hijo que cambie el agua de nuestra tibieza en el vino de su amor, debemos hacer todo lo que Él nos diga. Hagamos bien lo que el Salvador nos diga, llenemos bien nuestros corazones con el agua de la penitencia, y esta agua tibia será transformada en vino de amor ferviente».

b. Es el modelo que debemos imitar
Al escuchar la Palabra de Dios.
«Recíbala en su corazón como un ungüento precioso, siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen que guardaba cuidadosamente en el suyo todas las alabanzas pronunciadas en honor de su Hijo».

Modelo para vivir con humildad.
«La Santísima Virgen, Nuestra Señora, nos ha dado un grandísimo ejemplo de humildad pronunciando estas palabras: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Al decir que es la esclava del Señor, efectúa el mayor acto de humildad que se puede hacer e inmediatamente después realiza un excelentísimo acto de generosidad diciendo: “Hágase en mí según tu palabra”».

Modelo para vivir una santidad común.
«Si se quiere alcanzar la verdadera santidad, esta debe ser común, diaria, cotidiana como la de Nuestro Señor y Nuestra Señora».

Modelo para vivir con serenidad.
«Si se siente demasiado preocupada, calme su alma y trate de devolverle la tranquilidad. Imagine cómo trabajaba tranquilamente la Virgen con una mano mientras con la otra sostenía a Nuestro Señor, durante su infancia: lo sostenía en un brazo, sin apartar nunca de Él la mirada».

Modelo para entregarnos pronto a Dios.
«Oh, qué felices son las almas que, a imitación de esta santa Virgen, se consagran como primicias desde su juventud al servicio de Nuestro Señor».

c. Es la fuerza en el sufrimiento
El marido de la señora de Granieu sufre ataques de gota muy dolorosos.
Francisco comparte el sufrimiento del caballero y añade:
«Un dolor que nuestra santísima señora y abadesa (la Virgen María) puede aliviar en gran medida conduciéndole al Monte Calvario, donde tiene el noviciado de su monasterio enseñando no solo a sufrir bien, sino a sufrir con amor todo lo que nos sucede a nosotros y a nuestros seres queridos».

Concluyo con este espléndido pasaje que resalta el vínculo que une a María con el creyente cada vez que se acerca a la Eucaristía:
«Quiere convertirse en pariente de la Virgen María? ¡Comulgue! Pues al recibir el Santo Sacramento recibe la carne de su carne y la sangre de su sangre, ya que el preciado cuerpo del Salvador, que está en la divina Eucaristía, ha sido hecho y formado con su purísima sangre y con la colaboración del Espíritu Santo. Visto que no puede ser pariente de la Virgen como lo era Isabel, séalo imitando sus virtudes y su vida santa».